"...Mi amor es ser feliz y no engañarme
anticipando el daño del negro desengaño..."
"Study from the human
body"
Francis Bacon
Reseña biografica
Poeta,
ensayista y novelista español nacido en Arnedo, La Rioja, en 1962.
Sobrino nieto de Leopoldo Alas Clarín, se licenció en Filología italiana
y cultivó diversos géneros, incluyendo
la dramaturgia y los libretos operáticos.
Desde muy joven fue incluido en Antologias importantes por los poetas
Vicente Molina Fox y Luis Antonio de Villena.
Entre 1987 y 1992 dirigió la revista de poesia "Signos" y colaboró hasta
su muerte con diferentes revistas y periódicos,
especialmente con la Radio Nacional de España y el periódico "El Mundo".
Su obra poética está contenida en las siguientes publicaciones: "Los
Palcos" en 1988, "La condición y el tiempo" en 1992,
"La posesión del miedo"
en 1996 y "El triunfo del vacío" en 2004. Del resto
de su obra merecen destacarse las novelas
"Bochorno" en 1991 y
"El extraño caso de Gaspar Ganijosa" en 2001; los ensayos "La
orgía de los cultos" en 1998,
"Los amores periféricos"
en 1997 y "Ojo de loca no se equivoca" en 2002, y las obras de
teatro "Última toma" en 1985
y "La pasión de madame Artú"
en 1992.
Falleció en julio de 2008. ©
Al filo de los
treinta
Al filo de los cuarenta
El Angel desde dentro
El Angel y el vampiro
El corazón en casa
El extraño que vino de lejos
Espectros de una vida que
se agota
La aureola azul
La rueda de los azares
Mi olor a ti
Pasión de afecto
Posesión del miedo
Razón de amor
Soledad es la hierba
Un canto y unos versos
Al filo de los treinta
Supón que todo sigue...
La voz que siempre escuchas por las tardes
cuando a solas suspiras para aliviar el peso,
con ganas de cambiar y miedo a las personas
y cierta desazón de estar sin ellas.
Oigo la luz, más que verla, tumbado
en esta cama antigua, en Almería,
al filo de los treinta.
Las notas del silencio,
el cielo azul cansado y una torre dormida.
...que todo siga siendo tan sencillo:
despenar sin heridas como en los viejos tiempos,
madrugadas difusas y, a la tarde,
un rato nada más en el abismo.
De "La posesión del miedo" 1996
Al filo de los cuarenta
Hasta cuándo podré querer a muchos sin entregarme a nadie.
Cuántos días de espontánea indefinición me quedan por delante.
Él me espera y tiene mis facciones.
Cuarenta años, hermano.
Lo prefiero a todos: amables rostros que reflejaron el mío volátil,
almas afines que completaron mi esencia fragmentada.
Después de tanto errar por tantos cuerpos, doy con el mío.
Por fin un hombre interesante. Soy él.
No era yo dirigiendo una nave imperfecta de carne,
tan firme y rotunda en su ingrata juventud.
Tomad y comed porque yo soy mi cuerpo.
Yo quise ser vosotros, amigos del alma,
y en cada uno aprendí a quererme.
Pero en mí mismo estoy mejor acomodado
que en la insaciable búsqueda exterior de inteligencia y belleza.
Cuarenta, hermano.
Olvida el paraíso de la infancia, que muchos cuestionan:
tan hermosos fueron aquellos días suspendidos
de horizontes inmensos
como estos de ahora, caídos y sin perspectiva.
Y del amor ni hablemos
pues todo lo apostado se perdió en el propio engaño.
Pero me tengo al fin.
Ya no me busco en el espejo. Soy el que soy.
De "El
triunfo del vacío" 2004
El Angel desde dentro
Desangelados, sin alas, sin brillo,
en las brasas de los últimos fuegos.
Así hemos llegado a creernos,
avanzando entre el lodo como vehículos
sin ruta y sin pasajeros.
Pero el Angel está en nuestros silencios,
guiando nuestros desvaríos, amansándonos la fiera.
Y el Angel no tiene alas:
se ha plegado a la vida con nosotros,
se ha rendido a las cosas
(sus formas, su número y su precio),
tiene sólo una oportunidad y un cuerpo que es el nuestro.
Y casi nunca nos abandona.
Como sueña, pesa más.
Como piensa, nos confunde y nos eleva.
Como siente, nos hiere.
El Angel que no nos salvará
tiene a ratos nuestros cabellos
y muy de vez en cuando mira con nuestros ojos.
Si toma prestadas nuestras manos, acaricia, crea, limpia.
Cuando está en nuestros labios, sonríe y besa con ellos.
Y si camina con nuestros pies, se detiene.
Hay un vértigo en el Angel que no es nuestro,
una curiosidad hambrienta que nos implica.
El Angel miente en el espejo,
ama por nosotros y ve por lo que vemos.
Cuando el tiempo, que es un mísero contable,
nos doblegue con la suma de los días que ha perdido,
el Angel se preguntará una vez más
a quién sirve sin alas si su señor termina,
por qué es traslúcido en un cuerpo que se apaga,
por qué ubicuo en un viajero que no regresa.
¡Todo lo que quiso amar el Angel,
la que pudo alcanzar, la que alcanzó a pensar!
¡Todos los Angeles que conoció,
hablándole cautivos de otros cuerpos
como se habla desde dentro, para salir hacia afuera!
¡Todas las cosas que te ayudó a imaginar
cuando no había nadie contigo,
la que quiso interpretar
y la que estaba dispuesto a construir!
Pero entre tanto, el Angel no puede dejarte.
Y al pensar en esto con sus pensamientos,
el agua sacia tu sed y el pan te alimenta.
Las nubes dibujan mensajes
para que el Angel, que eres tú, los lea
como se lee lo que nada significa y puede significarlo todo.
Y en la pasión del Angel, te rindes a ti mismo.
De "La
posesión del miedo" 1996
El Angel y el vampiro
Pasé la vida entre vampiros y Angeles,
libando con paciencia los unos mi energía,
los otros trasvolando mis días más sentidos.
Todos los trances de luz fueron suyos:
al Angel los del cuerpo, los del alma al vampiro.
Al sol como en la sombra estuve ciego
y en el tránsito hacia el zenit, perdido.
Confundí las alas blancas con las capas negras.
Gusté, besando al Angel, los labios del vampiro.
Siempre acudí a la cita con lo eterno.
Cada vez que llamó, me encontraba.
Unas veces hermoso y otras veces oscuro,
el timbre de su voz me subyugaba,
la miel de su sonrisa me encendía,
y bailábamos juntos, el Angel o el vampiro
y yo que nunca supe muy bien con quién bailaba.
De "La
posesión del miedo" 1996
El
corazón en casa
No levantan la mirada. No hay nada
más que el aliento gris
que emanan sus marrones,
un resuello que va espesando arriba
y les deja rendidos al asfalto.
Ni sueñan: no hace falta. Ni recuerdan.
Ni desde luego intentan
elevar su plegaria a las alturas.
¿Dios qué puede ofrecerles?
¿Qué puede ofrecer a nadie un mendigo
que va pisando charcos sin ser visto?
Pequeños, sometidos,
al ritmo de unas músicas paganas
y en una ratonera de edificios,
celebran naderías.
Mientras sigan rodando los días con sus noches
y no vuelvan a descubrir el cielo,
será mejor así: los párpados caídos
y el corazón en casa.
De "La
posesión del miedo" 1996
El extraño que vino de lejos
No sé cómo aprendimos a querernos,
qué hubo en vosotros de mí, qué nos dimos.
Corre la vida y estáis al pie de otros edificios,
zarandeados, llevados, retenidos en la trama.
Pero decidme si habéis elegido,
si queríais estar donde estáis
y en qué modo se ovilla y desovilla
el hilo que nos guía y que nos ata.
No sé por qué no compartimos las mismas habitaciones
ni comemos en los mismos restaurantes.
Por qué os reproducís.
De qué sirven los destellos que se apagan,
las lunas negras, los días sin huella.
Padres que fueron hijos, hijos que se hacen padres
y niñas que se quedan de pronto embarazadas.
Entenderlo, verlo todo de fuera.
Pero también entrar,
acercarse a las chimeneas de vuestros salones
como el extraño que vino de lejos
y os cuenta cuentos, os gasta bromas,
os dice versos, baila con vosotros,
enseña a jugar a vuestros hijos.
De este modo fuisteis construyendo
la historia que jamás fue nuestra historia.
Y la misma cadena que une vuestros destinos,
a nosotros nos libera:
para contaros cómo fue vuestro tiempo,
qué costumbres teníais, cómo intentabais amaros,
qué aficiones os ocuparon,
qué dudas os asaltaban,
qué palabras os confortaron,
qué silencios os preocupaban.
La historia de vuestra historia
para alumbrar vuestras sombras y arrancar vuestras mentiras.
Cómo fue vuestro tiempo de soledad en compañía
pues de vivirlo tanto, jamás lo comprendisteis.
De "La
posesión del miedo" 1996
Espectros de una vida
que se agota
¿A qué viene esconderse los espectros?
Entonces no era así.
Íbamos juntas las almas en busca de cuerpos
porque en uno solo no cabía la conciencia.
Qué arteras artimañas usamos por no vernos,
qué orgullo solitario en nuestras cuevas
adornadas con estampas del deseo.
Hablaron de un camino que lleva a la derrota.
También de una cascada que da la bienvenida
y de una comunión de sombras exaltadas.
Sabemos ya que el tacto nos daba la medida
de nuestra pretensión, pero el recuerdo borra
la intensidad vital, el sol, la llamarada.
Espectros de una vida que se agota,
hemos llegado hasta aquí.
Vamos juntas las almas al olor de los cuerpos,
que en esa confusión estaba la respuesta.
Por absurdo que parezca el desafío,
habrá felicidad en el rencuentro.
Cuando hagan la señal, salgamos de las cuevas.
De "El
triunfo del vacío" 2004
La
aureola azul
En la roca de esmeraldas que imagina,
el anciano defiende su aureola.
Con diecisiete años, le dijo que era azul
una mujer del norte
y le advirtió que nunca la perdiera.
Vendrán las nubes que ensombrecen
las buenas intenciones
y formas de pensar como naufragios.
Te dejarás caer por levantarte,
te ocultarás por miedo.
El viento dispondrá tus verdaderos gestos
y el paso de los otros tu destino.
No serás lo que creías,
tu rostro mostrará las simas de tu alma,
traducirás tu ruina,
enfangarás tus sueños con tus dudas.
Pero nunca descuides la aureola,
no dejes que se extinga
ni cuentes que fue azul en un poema.
De "La
posesión del miedo" 1996
La rueda de los azares
De un día para otro, todo cambia.
Si ayer amanecías deslumbrado
y tus ideas parecían claras,
hoy mismo, en el espejo del lavabo,
has visto al perdedor de las facciones neutras
inflado de bostezos
y con el encefalograma plano.
La brisa que hoy alivia tu paseo
mañana es un ciclón que te estremece.
En una vuelta, igual que cambia el tiempo,
quien tuvo no retiene,
el más sincero miente
y el sueño del amor se desvanece
de puro aburrimiento.
En una vuelta orgánica del cosmos,
se pierden privilegios, se asustan los valientes.
Por un latido a tiempo, la risa más forzada
se aparece lozana y sugestiva.
y entonces quién no sale a la calle feliz,
quién no disfruta haciendo su trabajo,
quién no ofrece favores a un amigo,
quién no se ilusiona.
Pero, a decir verdad, de todos ellos
tampoco nadie espera
sacar de esos destellos que a veces les alientan
alguna cosa clara.
Pues ni el más tonto ignora que la vida
no tiene, en general, ni sombra de sentido
y que el azar, que es dadivoso pero incoherente,
no reparte papeles; sólo momentos, escenas,
situaciones confusas,
estados del humor y la conciencia.
De "La
posesión del miedo" 1996
Mi olor a ti
Toda mi ropa huele a cuando estabas.
Sería al abrazarte -no lo entiendo-
o que estuviste cerca y se quedó prendido.
Si arrimo mi nariz al hombro o a la manga, te respiro.
Al ponerme la chaqueta, en la solapa,
y en el cuello de un jersey que no abriga.
Aroma de placer, de feromonas,
de recostarme en ti mientras dormías.
Por mucho que la lave, mi ropa lo conserva:
es un perfume dulce que me alivia
como vestir mi carne con tu piel.
Y está durando más que mi recuerdo.
Tu rostro en mi memoria se disipa,
casi puedo decir que he olvidado tu cuerpo
y sigo respirándote en las prendas
que, al tiempo que me visten, te desnudan.
Pero la ropa es mía.
De tanto olerte en mí, tu olor es mío.
Tu olor era mi olor desde el principio,
fue siempre de mi cuerpo, no del tuyo,
de un cuerpo que lo tengo a todas horas
para quererlo entero como jamás te quise
y olerlo de los pies a la cabeza.
Es el olor de todas mis edades,
del niño absorto y puro,
del claro adolescente eléctrico y espeso,
de un joven con insomnio que soñaba
fantasmas del amor, y es también el olor
que al transpirar mis sueños dejaron en las sábanas.
Quién sabe tú a qué aspiras sin este efluvio mío,
sin mi esencial fragancia.
Estando en compañía, serás siempre la ausente
igual que si te fueras o no hubieras llegado.
Pues no olerás a nada, no dejarás recuerdo
ni podrás despertar auténtico deseo
ni embalsamar las yemas de los dedos
que un día te acaricien
con un perfume físico y concreto.
Serás para el olfato de los otros
como un espejo para los vampiros.
Y yo atesoraré con más fe que codicia
este perfume dulce de mi cuerpo
que descubrí contigo.
Si quieres existir, respíralo de nuevo.
De "La
posesión del miedo" 1996
Pasión de afecto
En el amor fatal no brilla el pensamiento.
La mente se coagula cuando la sangre estalla.
Vuelve sombrío el ingenio y sin gracia
la fatuidad fanática del fuego.
Yo creo en un amor clarividente,
una efusión borracha de prudencia,
el fruto que se alcanza, las fuentes del desierto.
El riesgo y la pasión están en el afecto,
en un miedo común al abrazarse.
Dormidos, compartir el mismo sueño.
Despiertos, afilar las diferencias.
Amor que no se abisma ni se engaña,
amor que se resuelve en transparencia.
De "La
posesión del miedo" 1996
Posesión del miedo
¿A qué fuerza convoco, yo que un tiempo hice brotar
los tallos con mi aliento y ahuyenté las sombras?
Hoy esta sal en los labios, ¿de qué mar la traigo?
¿De dónde este temblor que me desarma?
Conozco tu perfil: eres el miedo
que vive agazapado en la quimera.
Y llamo al amor, a sus huestes de plata, a sus naves
de fuego que surcan seguras
las aguas encrespadas de un espejo.
Voy a hacer el amor con mi miedo,
a inventarle un cuerpo firme, a penetrarlo
a hacerle gemir de deseo.
Quiero al miedo desnudo, rendido, tendido en el suelo,
excitado, sudoroso, imberbe.
Quiero una fiesta de carne con el espíritu aterido,
el intruso que ciega las ventanas.
Que se vuelva boca abajo y se ofrezca
rogando fuerza en su flaqueza.
Entrar y salir. Dentro y fuera. Dar y amagar con quitar
y que la auténtica paz sea la guerra.
Y liberar mi alma prisionera
con gritos de placer en sus entrañas.
De "La
posesión del miedo" 1996
Razón de amor
No es sólo la pasión de los abrazos,
la saliva, el aroma, el vértigo, los besos
o el plácido desvelo de la ausencia.
Mi amor es la fábula y la trama,
el relato interior que sigue a cada encuentro,
la glosa que acompaña los adioses,
el minucioso examen de las frases
y el eco que tu voz le pone a mi silencio.
Mi amor es ser feliz y no engañarme
anticipando el daño del negro desengaño,
cuando el sexo se esfume en el recuerdo
remoto y resentido de un orgasmo.
El consentir la calma en las mareas
y atesorar las horas y los días
de la fiesta de luz que celebramos,
del banquete voraz de los sentidos.
Y abolir la frontera de los cuerpos,
detenernos, subiendo la escalera,
a besarnos en todos los peldaños.
De "La
posesión del miedo" 1996
Soledad es la hierba
Soledad entre cosas cargadas de sentido.
Mientras hierve en el fuego la pasta o la verdura,
no merece la pena ya ni hablar por teléfono
con amigos que comparten de lejos
la misma desazón en silencio contigo,
cada cual encerrado en su propia espesura;
la renuncia, el fracaso y un recuerdo de afectos
que llenaban la vida de síntomas inciertos
en tiempos felices de vino y rosas.
Soledad es la losa sin epitafio escrito.
Soledad es la herida por la que respiramos.
Construye cada cual el nido donde puede
con materiales nobles o plebeyos
y no existe otra ley que aguardar el momento
de salir, para volver a encontrarnos
por las calles y plazas donde todo sucede;
los amores, los pactos, el alud de proyectos
que hasta ayer nos mantuvo más o menos despiertos
en aras de una idea confundida.
Soledad es la herida por la que no sangramos.
De "La
posesión del miedo" 1996
Un canto y unos versos
Nos han visto postrados al rumor de unos rezos
que aprendimos de niños, cuando todo era bueno.
Después de haber crecido como la mala hierba,
pletóricos de ausencia y en pantanosas tierras;
de haber dudado tanto, de habernos confiado,
por pálidos reflejos, a credos nada claros...
Teoremas formulamos y frases aprendimos
y en nubes de ilusión buscamos raciocinio.
Capítulos trazamos de complicada historia
que ahora, sin nosotros, se desenvuelve sola.
Y estamos al amparo de débiles recuerdos:
la señal de la cruz, un canto y unos versos.
De "La
posesión del miedo" 1996