"Yo también pienso en mí cuando te sueño y
robo al tiempo
todas mis edades para poblar mis íntimas moradas..."
"Alone"
Toulouse Lautrec
Reseña biografica
Poeta español nacido en
Málaga en 1905.
Antes de los veinte años fundó su primera revista de
poesia en la que aparecían colaboraciones
de poetas muy reconocidos, además de las de algunos compañeros de su
generación.
Viajó posteriormente a Francia e Inglaterra y allí
fundó su propia imprenta, regresando a España
donde militó en las filas de la República durante la guerra civil. En
1939 abandonó a España definitivamente
y fijó su residencia en México dedicándose al final de su carrera a la
dirección cinematográfica.
En 1959 durante una visita a España, falleció
en un accidente automovilístico en la ciudad de Burgos.
Entre sus obras
más reconocidas, se encuentran: «Soledades juntas», «Vida poética» y
«Poema del agua». ©
Abandono
Al ver por donde huyes...
Amor
Amor oscuro
Amor, sólo te muestras...
Beso
Cerrando los ojos
Como un ala negra
Contigo
Desnudo
El ciego amor no sabe de distancias...
El alma es igual que el aire...
Encuentro nocturno
Estoy perdido
Fin de un amor
Fuga
Hice bien en herirte...
Hoy puedo estar contigo...
La nube
La voz cruel
Las caricias
Las sendas que me
obligo a recorrer por ti...
Maldad
Noche a las once
Nube a nube...
Para alcanzar la luz
Recuerdos de un olvido
Retrato
Romance
Soledad sin olvido
Tanto mundo que he visto...
Te quiero
Transparencias
Trino
Tu soledad te defiende
Tus palabras
Tuvo mi amor la forma de la
vida...
Vete
Viaje
Yo y la luz te inventamos...
Abandono
¡Qué dulce dolor de ancla
en el corazón sentías!
Tu corazón reteniendo,
duro coral, mi
partida.
Ahogada en amor, tu amor
como un mar me sostenía.
Altos vientos me empujaron
solitario a
la deriva.
Si mi nave se fue lejos
más profunda quedó hundida
tu dura rama de sangre,
rota el ancla de mi vida.
Solo, entre las grises
nubes
que mis sienes acarician,
sin ti voy por entre nieblas
recordando tu agonía.
Al ver por donde huyes...
Al ver por donde huyes
dichoso cambiaría
las sendas interiores de tu alma
por la de alegres
campos.
Que si tu fuga fuera
sobre verdes caminos
o sobre las
espumas
y te vieran mis ojos,
seguirte yo sabría.
No hacia dentro
de ti.
donde te internas,
que al querer perseguirte
me doy contra
los muros de tu cuerpo.
No hacia dentro de ti,
porque no estemos:
tú, pálida, escondida;
yo, como ante una puerta
ante tu pecho frío.
Amor
Mi forma inerte grande como
un mundo
no tiene noche alrededor ni día
pero tiniebla y claridad por
dentro
hacen que yo, que tú, vivamos.
Mares y cielos de mi sangre tuya
navegamos los dos. No me despiertes.
No te despiertes, no, sueña la vida.
Yo también pienso en mí cuando te sueño
y robo al tiempo todas mis edades
para poblar mis íntimas moradas
y acompañarte siempre, siempre, siempre.
Amor oscuro
Si para ti fui
sombra
cuando cubrí tu cuerpo,
si cuando te besaba
mis ojos eran
ciegos,
sigamos siendo noche,
como la noche inmensos,
con nuestro
amor oscuro,
sin límites, eterno...
Porque a la luz del día
nuestro
amor es pequeño.
Amor, sólo te muestras...
Amor, sólo te muestras
por lo que de mí arrancas,
aire invisible eres
que despojas mi alma
manchando el limpio cielo
con suspiros y
lágrimas.
Al pasar me has dejado
erizado de ramas,
defendido del
frío
por espinas que arañan,
cerradas mis raíces
el paso de las
aguas,
ciega y sin hojas la desnuda frente
que atesoró verdores y
esperanzas.
Beso
¡Qué sola estabas por
dentro!
Cuando me asomé a tus
labios
un rojo túnel de sangre,
oscuro y triste, se hundía
hasta el
final de tu alma.
Cuando penetró mi beso,
su calor y su luz daban
temblores y sobresaltos
a tu carne sorprendida.
Desde entonces los caminos
que conducen a tu alma
no quieres que estén desiertos.
¡Cuántas flechas, peces,
pájaros,
cuántas caricias y besos!
Cerrando los ojos
Huyo del mal que me enoja
buscando el bien que me falta.
Más que las penas que tengo
me duelen las esperanzas.
Tempestades de deseos
contra los muros del alba
rompen sus olas. Me ciegan
los tumultos que levantan.
Nido en el mar. Cuna a flote.
La flor que lucha en el agua
me sostiene mar adentro
y mar afuera me lanza.
Cierro los ojos y miro
el tiempo interior que canta.
Como un ala negra
Como un ala negra de aire
desprendida de hombro alto,
cuerpo de un muerto reflejo
en duras
tierras ahogado,
la sombra quieta, tendida,
flota sobre el liso campo.
La
nube, sombra en el viento
de la sombra, flor sin tallo,
de la amplia campana azul
adormecido badajo,
techo azul y suelo verde
tiene en la tarde de mayo.
Como una
rama de almendro
el horizonte nublado.
La sombra quieta, tendida,
flota sobre
el liso campo,
cuerpo de un muerto reflejo
en duras tierras ahogado.
Contigo
No estás tan sola sin mí.
Mi soledad te acompaña.
Yo desterrado,
tú ausente.
¿Quién de los dos tiene patria?
Nos une el cielo y el mar.
El pensamiento y las lágrimas.
Islas y
nubes de olvido
a ti y a mí nos separan.
¿Mi luz aleja tu noche?
¿Tu noche apaga mis ansias?
¿Tu voz
penetra en mi muerte?
¿Mi muerte se fue y te alcanza?
En mis labios los recuerdos.
En tus ojos la esperanza.
No estoy
tan solo sin ti.
Tu soledad me acompaña.
Desnudo
El cielo de tu tacto
amarillo cubría
el oculto jardín
de pasión y de música.
Altas
yedras de sangre
abrazaban tus huesos.
La caricia del alma
-brisa
en temblor- movía
todo lo que tú eras.
¡Qué crepúsculo bello
de
rubor y cansancio
era tu piel! Estabas
como un astro sin brillo,
recibiendo del sol
la luz de tu contorno.
Sólo bajo tus pies era de noche.
Eres
cárcel de música
de la música presa,
que intentaba escapar
en cada
gesto tuyo,
pero que no podía salir
y se asomaba como un niño
a los
cristales de tus ojos claros.
El alma es igual que el aire...
El alma es igual que el
aire.
Con la luz se hace invisible,
perdiendo su honda negrura.
Sólo en las profundas noches
son visibles alma y aire.
Sólo en las noches profundas.
Que se ennegrezca tu alma
pues quieren verla mis ojos.
Oscurece tu
alma pura.
Déjame que sea tu noche,
que enturbie tu transparencia.
¡Déjame ver tu
hermosura!
El ciego amor no sabe de distancias...
El ciego amor no sabe de distancias
y, sin embargo, el corazón
desierto
todo su espacio para mucho olvido
le da lugar para perderse a
solas
entre cielos abismos y horizontes.
Cuando me quieres, al mirarme
adentro,
mientras la sangre nuestra se confunde,
una redonda lejanía profunda
hace posible nuevas ilusiones.
Ser tuyo es renacerme porque logras
borrar, hundir, que se retiren todos
los espejos, los muros de mi
alma.
Blancura del amor. Con cuánto fuego
se anunció tu presencia. Tengo ahora
la luz de aquel incendio y un
vacío
donde esperar, donde temer tu vida.
Encuentro nocturno
Profeta de mis fines no dudaba
del mundo que pintó mi fantasía
en los grandes desiertos invisibles.
Reconcentrado y penetrante, solo,
mudo, predestinado, esclarecido,
mi aislamiento profundo, mi hondo centro,
mi sueño errante y soledad hundida,
se dilataban por lo inexistente,
hasta que vacilé cuando la duda
oscureció por dentro mi ceguera.
Un tacto oscuro entre mi ser y el mundo,
entre las dos tinieblas, definía
una ignorada juventud ardiente.
Encuéntrame en la noche. Estoy perdido.
Estoy perdido
Profeta de mis fines no dudaba
del mundo que pintó mi fantasía
en los grandes desiertos invisibles.
Reconcentrado y penetrante,
solo,
mudo, predestinado, esclarecido,
mi aislamiento profundo, mi hondo
centro,
mi sueño errante y soledad hundida,
se dilataban por lo inexistente,
hasta que vacilé cuando la duda
oscureció por dentro mi ceguera.
Un tacto oscuro entre mi ser y el mundo,
entre las dos tinieblas,
definía
una ignorada juventud ardiente.
Encuéntrame en la noche. Estoy
perdido.
Fin de un amor
No sé si es que cumplió ya
su destino,
si alcanzó perfección o si acabado
este amor a su límite
ha llegado
sin dar un paso más en su camino.
Aún le miro subir, de donde
vino,
a la alta cumbre donde ha terminado
su penosa ascensión. Tal ha
quedado
estático un amor tan peregrino.
No me resigno a dar la
despedida
a tal altivo y firme sentimiento
que tanto impulso y luz
diera a mi vida.
No es su culminación lo que
lamento,
su culminar no causa la partida,
la causará, tal vez, su
acabamiento.
Fuga
Al ver por dónde huyes
dichoso cambiaría
las sendas interiores de tu alma
por las de alegres campos.
Que si tu fuga fuera
sobre verdes caminos
y sobre las espumas,
y te vieran mis ojos,
seguirte yo sabría.
No hacia dentro de ti,
donde te internas,
que al querer perseguirte
me doy contra los muros de tu cuerpo.
No hacia dentro de ti,
porque no estemos:
tú, pálida, escondida,
yo como ante una puerta
ante tu pecho
frío.
Hice bien en herirte...
Hice bien en herirte,
mujer desconocida.
Al abrazarte luego
de distinta manera,
¡qué
verdadero amor,
el único, sentimos,
y qué besos eléctricos
se
dieron nuestras nubes!
Como el mueble y la tela, tus denudo
no tenía
importancia bajo el aire,
bajo el alma, bajo nuestras almas.
Nosotros
ya no entendíamos de aquello.
Era el suelo de un ámbito
celeste,
imponderable.
Éramos transparencias
altísimas, calientes.
Hoy puedo estar contigo...
Hoy puedo estar contigo. He deseado
para ti todo el bien y me acompaña
la bondad del amor. A ti te debo
gozar en soledad la compañía
más
difícil del hombre, la que tiene
consigo mismo. No me causa miedo
reconocerme, ni busco a nadie, no.
Le has dado a mi semblante sin saberlo
una luz interior que me hace fuerte,
para vencer mayores soledades.
La nube
Oh libertad errante, soñadora,
desnuda de verdor, libre de venas,
arboleda del mar, errante nube;
si en lluvia el desengaño te convierte,
la forma de mi copa podrá darte
una pequeña sensación de cielo.
Vuelve a la tierra, oh mar, vuelve a la vida,
a las cadenas de los
largos ríos,
a las prisiones de los hondos lagos;
vuelve afiliada a
penetrar mil veces
angostos laberintos vegetales.
¡Oh libertad, tus puertas son heridas!
No las quieras abrir, sigue
encerrada
en la sedienta piel o te sostenga
el inclinado cauce del
torrente.
Todo sueño que es nube se deshace.
Vuelva a brillar el sol, pues la
blancura
de esa ilusión de libertad celeste
es tan sólo una sombra
hecha jirones.
No sueñe más el agua, y tenga vida
en la savia o la sangre, tenga
sólo
en mí su libertad, libre en mis lágrimas.
La
voz cruel
A Octavio Paz
Alzan la voz cruel
quienes no vieron el paisaje,
los que empujaron por el declive pedregoso
la carne ajena,
quienes debieron ser almas de todos
y se arrancaban de ellos mismos
cuerpos parásitos
para despeñarlos.
Mil muertos de sus vidas brotaban,
mil muertos solitarios
que miraban desde el suelo,
durante el último viaje,
la colosal estatua a la injusticia.
No eran muertos,
eran oprimidos,
seres aplastados,
ramas cortadas de un amante o de un padre,
seres conducidos por un deseo imposible,
topos de vicio
que no hallarán la luz
por sus turbias y blandas galerías.
Alzan la voz cruel
quienes no vieron el paisaje,
los que triunfaron
por la paz interior de sus mentiras.
¡Oh mundo desigual!
Mis ojos lloren
el dolor, la maldad:
la verdad humana.
Las
caricias
¡Qué música del tacto
las caricias contigo!
¡Qué acordes tan profundos!
¡Qué escalas de ternuras,
de durezas, de goces!
Nuestro amor
silencioso
y oscuro nos eleva
a las eternas noches
que separan altísimas
los astros más distantes.
¡Qué música del tacto
las caricias
contigo!
Las sendas que me obligo a recorrer por ti...
Las sendas que me obligo
a recorrer por ti,
no las borra la vida,
y
en vez de flores, una venda,
dura como una máscara,
va dividiendo el
campo.
Quisiera haber nacido junto a ti,
vivir de rama en rama, sin
caminos,
pero veo la distancia, el no alcanzarte
y peregrina el
corazón pisando rosas
y llega al tuyo cuando sueña
dentro de una
ciudad donde aplastado
quedó el verdor, la risa, las colmenas.
En
ellas se enredaron los caminos
y la tierra ofendida quedamente
lanza
leves suspiros, sus jardines;
sus torres que desprecios a la brisa
hacen inmóviles
voces de bronce dan
para anunciar las nuevas tumbas.
Yo sé por qué la tierra enfurecida
a veces tiembla y rompe las ciudades:
alguien responde al llanto de las yerbas
que no pueden nacer bajo las
losas.
Las pisadas del hombre van dejando
su estéril huella, firme que
divide
con una seca herida el prado verde
y más endurecido y seco
implora
sostén a sus pisadas, que se calle
el color, que no pronuncie
en tallos de alegría
su gesto el campo;
mas impasible quiere su
dominio,
con mármol sueña lapidar llanuras.
No así mi amor, tu mundo,
otro planeta,
la flor intacta con ocultos ríos:
por sus venas iré sin
ser notado,
soy de tu corazón dócil corriente.
Maldad
El silencio eres tú.
Pleno como lo oscuro,
incalculable
como
una gran llanura
desierta, desolada,
sin palmeras de música,
sin flores, sin
palabras.
Para mi oído atento
eres noche profunda
sin auroras posibles.
No oiré la luz del día,
porque tu orgullo terco,
rubio y alto,
lo impide.
El silencio eres tú:
cuerpo de piedra.
Noche a las once
Éstas son las rodillas de la noche.
Aún no sabemos de sus ojos.
La frente, el alba, el pelo rubio,
vendrán más tarde.
Su cuerpo
recorrido lentamente
por las vidas sin sueño
en las naranjas de la tarde,
hunde los
vagos pies,
mientras las manos
amanecen tempranas en el aire.
En el pecho la
luna.
Con el sol en la mente.
Altiva. Negra. Sola.
Mujer o noche.
Alta.
Para alcanzar la luz
Dicen que soy un Angel
y, peldaño a peldaño,
para alcanzar la luz
tengo que usar las piernas.
Cansado de subir, a veces ruedo
(tal vez
serán los pliegues de mi túnica),
pero un Angel rodando no es un Angel
si no tiene el honor de llegar al abismo.
Y lo que yo encontré en mi mayor caída
era blando, brillante;
recuerdo su perfume,
su malsano deleite.
Desperté y ahora quiero
encontrar la escalera,
para subir sin alas
poco a poco a mi muerte.
Recuerdo de un olvido
Se agrandaban las puertas. Yo gigante,
con el recuerdo de mi olvido
dentro,
atravesaba las estancias,
golpeando las paredes sordas.
¡Qué collar interior en mi
garganta
de palabras en germen, de lamentos
que no podían salir, que se
estorbaban
en su gran muchedumbre!
¡Cuánto tiempo de olvido
incomprensible!
Siempre ella en su ventana.
Su ventana entre dos
nubes
-una y ella- siempre.
Y yo distante, agigantado,
loco,
con el recuerdo de mi olvido dentro,
pesándome en el alma su
naufragio,
agarrándose, hundiéndome,
en un espeso mar de cielos grises.
Retrato
Estabas sola y alta.
Yo
miraba cómo todos los pájaros
debajo de tu frente se escondían.
¡Qué ir y venir y qué volver!
Cómo todas las cosas
quedándose se iban
a entrarse por tus ojos.
Cómo yo mismo no
sabía
si estaba junto al árbol
bajo aquel cielo tan azul,
o si los
verdes límites del parque
estaban encerrados en tu frente.
Si de tanto entrar ya
dentro de
ti las cosas,
eras el mundo donde estábamos.
Si para que brillaran las estrellas
bastaba que cerrases tus dos ojos.
Estabas sola y alta,
pero
también dentro de ti.
Romance
Se levantó sin despertarme.
Andaba lenta, aplastándose tanto
hasta pasar bajo imposibles
sitios
huecos,
o estirándose fina como un ala
atravesando puertas
entreabiertas.
No tenía vista,
pero salvaba los obstáculos
con
previsora maestría.
Ni tacto,
pero evitaba las esquinas
sin recibir
un golpe.
Ni oído,
pero cuando el portazo aquél,
sobresaltada,
corriendo vino a mí,
en mí escondiéndose
y despertando en mí,
su
cuerpo.
Soledad sin olvido
¡Qué pena ésta de hoy!
Haberlo dicho todo,
volcando por completo
lo que pesaba tanto,
y ver luego que todo
se queda siempre
dentro,
que las palabras fueron
espejos engañosos,
cristales habitados
por fantasmas sin vida;
que todo queda dentro
con sus negras presencias,
insistentes,
doliendo.
Tanto mundo que he visto...
Tanto mundo que he visto, todo el cielo,
ahora cuando estoy solo no me
basta
para mi vida ni para mi sueño.
Y sin embargo, cuando estoy contigo,
a flor de esa imprecisa superficie
que es el tiempo pasado sin
gozarte,
un anhelo cortándome las alas
reduce los lejanos horizontes
a un
pequeño cristal pronto a perderse
como la sal en el profundo olvido.
Junto a ti, frente al mar, nada recuerdo
y dan la luz y el aire molde
cóncavo
a mi presente, a la inmutable y firme
roca de amor. Que nadie
nunca diga:
«Ayer la vi» o «la veré mañana».
Te quiero
Un lago en una isla
eso es tu amor por mí,
y mi amor te rodea
como
un inmenso mar
de silencios azules;
pero tienen también
tus
grandezas ocultas.
Soy un niño de sal
sobre tu falda;
me sostienen
tus prados
submarinos,
eres frondosa cumbre,
eminencia visible
de tu tierra profunda.
Me enriquecen los ríos,
y tu amor, ese lago
corazón de la isla,
es la fuente de todas
las líquidas comarcas.
Te
haces querer. Te quiero.
Mira mis blancas olas.
Transparencias
Hice bien en herirte,
mujer desconocida.
Al abrazarte luego
de distinta manera,
¡qué verdadero amor,
el único, sentimos!
Como el mueble y la tela, tu desnudo
ya no tenía imponencia bajo el
aire,
bajo el alma, bajo nuestras almas.
Nosotros ya no entendíamos de
aquello.
Era el suelo de un ámbito
celeste, imponderable.
Éramos
transparencias
altísimas, calientes.
Trino
Quiero vivir para siempre
en torre de tres ventanas,
donde tres
luces distintas
den una luz a mi alma.
Tres personas y una luz
en esa torre tan alta.
Aquí abajo,
entre los hombres,
donde el bien y el mal batallan,
el dos significa
pleito,
el dos indica amenaza.
Quiero vivir para siempre
en torre de tres ventanas.
Tu soledad te defiende...
Tu soledad te defiende,
te limitan tus miradas,
que yo sé que tu alma llega
adonde tu vista
alcanza,
adonde llegan tus sueños,
adonde tu amor acaba.
Este
viento no es el viento,
es tu soledad alterada,
es tu aire que
revuela,
es que alborota tu gracia.
Son tus ojos que acarician
transparencias y esperanzas,
agua de lagos y ríos,
verdores de
esbeltas ramas.
Es tu soledad valiente,
defensora de tu alma.
Tus palabras
Apoyada en mi hombro
eres mi ala derecha.
Como si desplegaras
tus suaves plumas negras,
tus palabras a un
cielo
blanquísimo me elevan.
Exaltación. Silencio.
Sentado estoy a mi mesa,
sangrándome la espalda,
doliéndome tu ausencia.
Tuvo mi amor la forma de
tu vida...
Tuvo mi amor la forma de tu
vida.
Nunca el olvido le cerró los labios
a la estela ni al cauce, ni
a la gruta
que atravesabas tú; límite era
que se quedaba estático
afirmando
contra el tiempo engañoso una perenne
honda oquedad tan fiel
a tu persona
que más que ausencia un alma parecía.
Ven a buscarme.
Tengo yo la entrada
de tus recuerdos, quietos, encerrados
en mis
caricias: forma de tu vida.
Vete
Mi sueño no tiene sitio
para que vivas. No hay sitio.
Todo es
sueño. Te hundirías.
Vete a vivir a otra parte,
tú que estás viva. Si fueran
como
hierro o como piedra
mis pensamientos, te quedarías.
Pero son fuego y son nubes,
lo
que era el mundo al principio
cuando nadie en él vivía.
No puedes vivir. No hay sitio.
Mis
sueños te quemarían.
Viaje
¡Qué golpe aquel de aldaba
sobre el ébano frío de la noche!
Se
desclavaron las estrellas frágiles.
Todos los prisioneros percibimos
el descoserse de la cerradura.
¿Por quién? ¿Adónde?
El sol su página plisada
entró por la
rendija oblicuamente,
iluminando el polvo.
Descorrió su cortina el elegido,
y
penetró en los ámbitos sonoros
del Triángulo y la espuma.
Nos dejó la burbuja de su ausencia
y la conversación de sus elogios.
Yo y la luz
Yo y la luz te inventamos,
ciudad que ahora en un alba
de fantasía y de sol
naces al mundo;
ciudad aún imprecisa,
con sangre, luz y ensueño
en tus blancas fachadas.
No sé qué madrugada
sobre los edificios voy dejando,
ni qué sol mañanero
ilumina la vega, el mar, las calles,
interiores en mí.
Hemos cambiado
mundo y yo nuestras luces.