"Descenderá mi brazo de tu hombro a tu cintura,
despertando temblores en tu piel descubierta..."
"Antes del concierto"
Juan Ricolópez
Reseña biografica
Poeta
español contemporáneo, nacido en Los Corrales de Buelna, Cantabria en
1935.
Licenciado en Filosofía y Letras, políglota y viajero
incansable.
Su obra poética incluye varios segmentos: «Poemas y Sonetos»,
«Luminarias», «Breverías y Haiku».
Abrazos
Amor ausente
Ante el espejo
Besos dormidos
Breverías
Cuando de ti me vaya
Deja
Desnudo
Dulce y triste
Él
El viento
Ella
En mis rodillas
En ti
Huellas del beso
Junto al fuego
Juntos
Los
cuatro elementos
Manos lejanas
Pérdida
Quietud
Quizá
Llévame contigo
Regeneración
Sex(t)o sentido
Silencio y lejanía
Sólo tenemos un beso
Tu geografía
Tu
sombra
Tus manos
Virginal
Abrazos
"Tenme junto a ti de mil maneras"
I
Hambrientos y desnudos,
van mis brazos en busca de un abrazo,
arrastrando abandono,
y abiertos en silencio en doble arco.
En las mieses maduras del gentío,
separan las espigas cuando avanzo.
Qué insípida igualdad de
multitudes,
sin destacarse variedad ni encanto.
Roja de sangre, tímida
amapola,
¿dónde te ocultas, bajo el sol de mayo?
Mira que vengo ahogado
de infortunio,
y te quiero adherir a mi costado.
II
Sentada en mis
rodillas, desprovista
de palabras, ideas y reclamos,
recoge mi hombro el rostro,
leve sonrisa y ojos entornados.
Flota en el aire la quietud dormida,
con auras místicas de
epitalamio,
y la mente vacía se columpia
en la sombra de un mundo
imaginario.
Nada se mueve en torno,
como el agua tranquila del remanso;
detenida la arena en la clepsidra,
dormido el viento, inmóviles los pájaros…
Qué abrazo
interminablemente dulce;
no te muevas, mujer, de mi regazo.
III
Este abrazo,
mujer, viste mi cuerpo
de la túnica azul de tu arrebato,
marea de tu mar, contra las
rocas
firmes y erectas de mi acantilado.
Cúbreme de ti misma, que al
ceñirme,
tus labios con los míos amordazo,
y sólo el alma me hablará en
tus ojos,
y me transmitirá tus sobresaltos.
Estrecha el cerco, que aún no
somos uno,
que dos es casi tanto como varios…
Desliza la rodilla entre mis
piernas,
que a mi tigre despierta como un látigo,
y en ímpetu salvaje se
abalanza
hacia tí incontrolable, incontrolado.
Abrazo vertical,
exuberante,
nudo incondicional, íntimo abrazo.
IV
Se alejaron las
aguas torrenciales
que el paisaje arrasaron a su paso;
desanudóse la atadura firme
y la pasión degeneró en letargo.
Mi cómplice, mi amante,
yace exhausta a mi lado.,
y los brazos que fueran energía,
se hallan ahora en descanso.
Se despierta la brisa junto al río,
coqueteando inquieta entre
los álamos,
y se percibe el agridulce aroma
de almendros, limoneros y
naranjos.
El sol naciente besará tu espalda,
y se adormecerá en ella mi
mano,
y tamborilearán sobre mi pecho
tus finos dedos largos.
Lentas las horas van, y silenciosas,
seco el sudor, y el ímpetu apagado,
sueña despierta junto a mí,
y sonríe
al sentir en tus párpados mis labios.
Amor ausente
Fue un
amor a distancia, absorbente y profundo,
que vertió luz intensa
sobre mi estéril mundo.
Fue el clamor estentóreo de vibrante campana,
resucitando el eco
de una pasión temprana.
Vino como una musa, recitando cantares,
filtrándose en mi arena,
subiendo a mis altares.
La percibí a mi lado como una frágil rosa
abriéndome sus pétalos,
ingenua y temblorosa.
Se me adentró en el alma, y navegó en mis venas,
arrasando a su
paso mi muro y mis almenas.
Galvanizó mi entraña con la encendida furia
de una sed insaciable
de candente lujuria.
La contemplé desnuda, dulce y acogedora,
agresiva y violenta,
crepúsculo y aurora.
Depositó en mis labios sus labios, entregados
a amar con besos
tenues y besos prolongados.
Y al acercar mi boca a los duros pezones
sentí el salvaje
instinto de tigres y leones.
Sus muslos me ofrecían la invitación callada
de atravesar su
carne al filo de mi espada.
Palpé su piel vibrante, su vientre estremecido,
y la humedad
ardiente del recóndito nido.
Era un canto a la vida, manojo de temblores,
estallido en la
sombra de ocultos interiores.
Y era el rumor alegre del agua entre las rocas,
y el clarín que
se anuncia con esperanzas locas.
Y un firmamento cálido, envolviendo en su seno
el murmullo del
aire y el rugido del trueno.
Y una lluvia ligera su ternura incesante,
y un huracán furioso
sus pasiones de amante
Y al
despertar del sueño que soñaba despierto,
sin haber recogido las
rosas de su huerto,
abrumado del peso sentido en el instante,
maldije los amores del
amante distante.
Ante el espejo
Me ha engañado el
espejo, dulce engaño,
devolviendo una imagen que no es mía;
mi desnudez le ofrezco
cada día
envuelta sólo en el vapor del baño.
Nunca me devolvió un
reflejo extraño,
sólo a mí, en mi tristeza o mi alegría,
pero hoy vi que tu
rostro aparecía
bajo mi pelo de color castaño.
Y al mirarme tus ojos
fijamente,
mi piel mojada te sintió presente,
y me abrazó un ligero
escalofrío.
Y no sabré decir si mi
delicia
vino de tu caricia o mi caricia,
mías tus manos, y tu rostro
mío.
Besos dormidos
Vendrán los besos, y
traerán silencio,
y nos preguntaremos quiénes somos,
dónde nos conocimos, qué
buscamos,
y tal vez nos respondan nuestros ojos,
ignorantes del miedo a la
palabra,
pues la verdad les grita desde el fondo.
Y al mirarnos, habrá
una luz recóndita
de tibio colorido melancólico,
que abrirá perspectivas
imprevistas,
y que será en sí misma testimonio
de algo que fue, que ya es
insostenible,
tan quimérico como el unicornio.
Ayer los besos, aunque
amortiguados,
llevaban un clamor de intenso gozo,
entretejían lágrimas y risas
en verdes primaveras y en otoños,
calendario de pétalos
dormidos,
dormido el tiempo sobre nuestros rostros.
¿Qué sucedió? Tal vez
una mañana,
a la orilla del río, entre los olmos,
se despertó la niebla del
cansancio,
y repobló el paisaje de abandono.
Y los besos se fueron
marchitando,
sin casi percibirlo, sin sollozos.
Y hoy sólo son costumbre, su
arrebato
en retirada triste, sin retorno.
Es hora de partir; se fue la
magia,
el temblor está en calma, el amor prófugo,
los besos
silenciosos, tan dormidos
que no despertarán... como nosotros.
Breverías
92
Sentirás una
noche de repente
tibio temblor que sobre ti resbala.
No es el roce
de un Angel con el ala,
sino mis labios al besar tu frente.
97
¡Cómo me
sorprendió la mansedumbre
de tus manos rozando mis mejillas!
Haz
de esa iniciativa una costumbre,
yo seré el río, y tú las dos
orillas.
100
Me acercaré a tu
espalda con ternura
Reclinando en el hombro mi barbilla,
rozaré
suavemente tu mejilla,
y anudarán mis brazos tu cintura.
106
Me esperabas con
alma descubierta,
y el alma entera con pasión te di.
Me entreabriste tu más secreta
puerta,
y mi puerta secreta yo te abrí.
Mi vida estaba estéril y
desierta,
y entraste en ella cuando entré yo en ti.
Y sólo quiero al verme
en tu mirada,
tenerte para siempre penetrada.
123
Déjame entrar en
ti por las esquinas,
tocándote la mano con la mano,
el brazo en la cintura si caminas,
o el beso del amigo o del hermano.
Pero ábrete también a mis
deseos,
con impulsos desnudos y humedades,
sin escrúpulos y sin titubeos,
con invasiones y voracidades.
149
Derrámate en la
hierba innumerable,
húmeda y fresca alfombra,
déjame que te cubra
con mi sombra,
que mi boca te bese, y no te hable.
El viento
arrullará los arrayanes,
y su perfume te saldrá al encuentro,
mientras en ti me adentro
inundándote el alma de huracanes.
153
No he de ser en
tu vida el alfarero
que pueda moldear tu roja arcilla;
debo
absorber tu espíritu primero
para que en mí germine tu semilla;
mas quiero ser el único velero
que en tu mar trace estelas con su
quilla.
Tú serás tú, sin modificaciones,
susurrando en mi oído tus
canciones.
167
Amordaza el
impulso del sollozo
y suelta la gaviota de la risa
que en el azul
del mar y de la brisa
alzará la blancura de su gozo.
Mas si el dolor no duerme su gemido,
no cierres los oídos ni le
ignores,
mejor será que en la tristeza llores,
porque el dolor no
entiende del olvido.
177
Lejos estás de
mí, pero tan dentro
te llevo que jamás podré perderte.
Y tan
presente estás en mí que encuentro
imposible mirar algo sin verte.
199
Hay lágrimas en
mí cuando tú lloras,
y habrá sonrisas cuando tú sonrías;
permíteme que arranque de
tus días
un ramillete de olvidadas horas,
para alargar tus noches, y las
mías,
retrasando la luz de las auroras.
200
Cuántas veces
mi cuerpo ha percibido
la magia y el calor de tu contacto,
y cuántas en el alma he
recibido
tu entrega, sin haber firmado un pacto.
Tu impulso, generoso y
decidido,
fue un estado de amor, no un sólo acto;
y habrá de prolongarse
en permanencia
con cada beso y cada confidencia.
206
Despierta mis
estímulos de amante,
sal del letargo que ata tus sentidos;
te quiero frente a frente,
cimbreante,
no espalda contra espalda, ambos dormidos.
242
Te vas, me voy,
qué fría es la distancia,
qué largo es el camino que divide:
Que tu amor permanezca en
vigilancia,
me sueñe cada noche, y no me olvide.
247
Me has llevado
a tu sueño, amada ausente,
y en ti perdido me encontró la aurora.
No despiertes, que aún no
llegó tu hora:
Suéñame, amor, interminablemente.
270
El muro de
Berlín que te rodea
debe ser abatido pieza a pieza;
yo colaboraré en esa tarea,
pero el desmantelar tu fortaleza
debe empezar por rechazar la idea
de que es debilidad la
gentileza.
Eres frágil…y ¿qué? Así es la rosa,
y entre las flores es
la más hermosa.
278
Introduce tus
dedos en mi pelo,
introduce tus labios en mi boca,
introdúcete en mí con furia
loca,
aquí, de pie o rodando por el suelo.
308
Fui temeroso
del amor un día,
por su dolor, quizá, y sus desengaños;
pero en el tiempo aquel
no comprendía
lo que aprendí al correr de tantos años:
Miedo al amor es miedo
a la alegría,
miedo a la vida en todos sus peldaños;
y quienes tienen miedo de
la vida,
la consideran ya medio perdida.
313
Bajo los
pliegues semitransparentes
de la bata adivino tu figura;
deslizando mi mano en la abertura
florecerán deseos inminentes
al rodear mi brazo tu cintura.
332
Dedos de fina
seda tiene el viento,
e impulsos de callado atrevimiento;
rondándote la blusa le
sentí.
Percibí sus caricias en
tus senos,
y cuanto más le dejas, tanto menos
parece ser que queda para mí.
343
Si acaso temes
o si acaso dudas,
piensa en la vida que se desperdicia;
acaricia la piel que te
acaricia,
mira en silencio las miradas mudas.
Ríe con el que ríe, y
al que olvida
olvídale sin más, pero a quien ama
ámale con pasión, y que esa
llama
desvanezca las sombras de tu vida.
368
Alza tu falda
juguetón el viento
con sus mil dedos de invisible amante
acariciando el vientre con
su aliento,
y pintando de rojo tu semblante,
pero no te defiendes de su
intento,
tan atrevido como estimulante.
Si el camino del viento yo
siguiera,
cómo te haría mía a mi manera.
353
Muerde tus
muslos al pasar el río
y lúbrico se apropia tu figura;
yo te contemplo oculto en la
espesura,
y percibo un ligero escalofrío
anudándose en torno a tu cintura.
374
Tu beso ha
recorrido mis sentidos,
serpiente de calor y de humedades,
vertiendo su veneno en mis
oídos,
indagando en el vientre oscuridades,
ya en juegos silenciosos y
prohibidos,
ya bordeando en las frivolidades;
y de la rigidez a lo flexible,
no halló lugar que fuera inaccesible.
391
Si te abrazara
el aire, si la lluvia lo hiciera,
si la luz, si la nube, si la sombra, si el fuego,
no sería un
abrazo tan total como fuera
mi abrazo por ti mudo, y por ti sordo y ciego.
398
Con los ojos
cerrados, con los brazos abiertos,
con sonrisa elocuente sobre labios callados,
y en doble
ofrecimiento los senos descubiertos,
y los ojos abiertos, y los brazos cerrados,
ven a mí con la audacia
que ni duda ni niega,
vestida de ilusiones, desnuda de temor,
exhibiendo en el gesto definitiva entrega,
que te estoy esperando para hacer el amor.
413
Recogeré en
otoño tus sonrisas
bajo los olmos desnudando el llanto
de las hojas, que flotan
indecisas,
y al fin descansan en crujiente manto.
Sobre esta alfombra te
hallaré tendida,
bajo diáfana cúpula de ramas,
sólo de tus deseos revestida,
y ofreciendo lo mismo que reclamas.
Cuando de ti me vaya
Al llegar el momento,
ha de llorar la luna con lágrimas de estrellas
haciendo más oscuro en la noche el firmamento,
pero serán las tuyas más tristes y más bellas.
Cuando llegue
el momento se aferrará tu mano
a la mía, intentando retenerme a tu
vera,
y maldiciendo al tiempo, inflexible tirano,
que no detuvo el paso en su carrera.
Una serpiente amarga se
enroscará en tu pecho,
atenazando el alma con negra incertidumbre.
Qué frío habrá en tu lecho,
qué sola irás entre la muchedumbre.
Mas quedará el recuerdo
de los días brillantes,
de las noches rojizas
en que fuimos amantes,
y el fuego estará
vivo en las cenizas.
Y habrá un faro en la costa destellando
chorros de luces sobre el
mar inquieto,
penetrando en las sombras, y aventando
la duda
oculta y el temor secreto.
Mira en la oscuridad
del sentimiento triste
el resplandor, no
la fugacidad,
de la entrega que di y que me ofreciste.
Y cesará la luna
de sollozar nostálgicos olvidos,
porque no
habrá ninguna,
ninguna otra mujer en mis gemidos.
Deja
Si los
mínimos dedos de la lluvia
tiemblan sobre tu rostro y se deslizan;
si te envuelve el embozo
de la ligera capa de la brisa;
si el espejo sonríe
cada vez
que le miras;
y se elevan del mar múltiples senos
hacia la clara luz de manos
tibias;
deja a mis dedos dibujar tu imagen
en prolongada, trémula
caricia;
deja a mis brazos circundar los hombros
en actitud tajante,
posesiva;
a mi rostro flotar en los radiantes,
oscuros círculos de tus
pupilas;
y entera libertad en estas manos,
que anhelantes están de
hacerte mía.
Desnudo
Desnuda al pie de la
vetusta encina
alza los brazos en ofrecimiento,
y el arroyo se acerca, claro y
lento,
roba sus formas y se arremolina.
Desierto está el
paisaje. En la colina
rompe el amanecer, y en un momento
invisibles tentáculos de
viento
la envuelven en espira clandestina.
Oh, libertad del cuerpo
despojado
de vestimenta inútil, que ha logrado
revestirse de luz y de
color.
Belleza de
los senos descubiertos,
de temblorosos muslos entreabiertos,
y
en los ojos azules el candor.
Dulce y triste
¡Qué dulce es querer
mucho, pero también qué triste!
¿Por qué esperamos tanto y obtenemos
tan poco?
¿Por qué si uno se entrega el otro se resiste?
¿Por qué
el amor es ciego, y sordo, y mudo, y loco?
Llevamos en el alma la
divina tendencia
de ofrecer sin reservas nuestros cálidos brazos,
y nos quedamos solos, con nuestra propia ausencia,
y el corazón
sangrante partido en mil pedazos.
Él
Hay en tu rostro un gesto de embeleso
al ajustar tu mano mi
corbata;
y me encuentro vestido con exceso
al ver tu desnudez bajo
la bata.
De repente me asaltan intenciones
que sacuden la fibra del
sentido,
y que encajan en las incitaciones
que el brillo de tus
ojos me ha tendido.
Sin vacilar, toma hoy la iniciativa
y traduce en acciones la
sonrisa,
que tu mano sensual y decisiva
me arranque la corbata y
la camisa.
Deslízame los dedos sobre el pecho,
y extiéndete a la espalda
suavemente;
mi instinto levantado está al acecho,
todo mi voluntad
te lo consiente.
Hoy serás tú quien todo lo decida,
seré el juguete, y tú serás
quien juegue,
tendrás autoridad indefinida
y no encontrarás nada
que te niegue.
Ya el cinturón se siente relajado,
y tu contacto excita mi
impaciencia,
siento el impulso desencadenado,
pero a él, no a ti,
he de hacerle resistencia.
Es tu oportunidad, es tu momento,
será tu desnudez junto a la
mía,
tus caricias tendrán el ritmo lento
de inevitable, espléndida
agonía.
Y aunque te exija que me lo aceleres,
no escuches mi clamor ni mi
quejido,
habré de recibir lo que me dieres,
cuando, como y en donde hayas querido.
Siento tus manos
descendiendo lentas
y tú también te inclinas y desciendes,
y a mi
virilidad la boca enfrentas,
y una violencia emocional enciendes.
Ese beso profundo y penetrante,
me acerca a ti de singular
manera;
y aunque no puedo verlo en tu semblante,
percibo toda tu
pasión entera.
Tus manos en mi piel clavan crispadas
las uñas, que de sangre se
revisten;
flota tu pelo en nuevas oleadas,
los labios y la lengua no desisten.
Qué catarata de placer
provocas
volcándose en caída resonante,
tal la furia del mar
contra las rocas…
Qué maravilla poder ser tu amante.
Y al fin las aguas,
blancas de la espuma,
tras la caída, avanzan en el río;
siento en la mente el sueño de
la bruma,
y en el cuerpo el postrer escalofrío.
Levántate y abrázame,
cariño,
yace conmigo en silenciosa calma,
manténme en tu regazo como a un
niño,
y toma posesión de cuerpo y alma.
El viento
Vino primero tenue y acarició su pelo,
nube de mariposas rozando sus
mejillas;
era el beso de un Angel flotando en las orillas
de sus
ojos azules con reflejos de cielo.
Y se agitó en ligeros y suaves remolinos
trepando dulce y ágil en
torno a su figura,
cubriendo en un abrazo la flor de su cintura,
llevando su perfume por todos los caminos.
Llegó por las esquinas borracho y pendenciero,
y sacudió su blusa
con empuje atrevido.
Era intenso y robusto, rebelde y encendido,
y
la apretó con fuertes tentáculos de acero.
Se transformó en violento ciclón desesperado,
arrancando la
falda con sus múltiples manos,
invadiendo los fondos recónditos y
arcanos,
y arrebatando el fuego de su cuerpo azotado.
Gentil soplo de
viento crecido sin medida,
tierno beso de amigo transformado en
amante,
leve caricia alzada en pasión dominante,
sueños nunca vividos de
una ocasión perdida.
Ella
Desnúdenme tus manos lentamente
sobrenadando senos y caderas,
y desliza tus dedos diligente
entre botones, lazos, cremalleras.
Mira mis ojos y ábreme la blusa,
y descuelga los pechos
prisioneros,
que mi deseo nada te rehusa,
y ellos son del deseo
mensajeros.
Se abren a ti como dos rosas tiernas,
esperando la lengua en los
pezones,
y percibo temblores en mis piernas,
y un aire abrasador
en los pulmones.
No hay en mi ofrecimiento ambigüedades,
va a ti sin desvergüenza
o timidez,
y aunque con tinte de frivolidades,
parece siempre la primera vez.
Besa con humedad mi boca
hambrienta,
y haz que ambas lenguas jueguen en contacto,
no ha de haber nada
a lo que no consienta ,
mía es la voluntad, tuyo es el acto.
En la espalda hay insólitos caminos
que mi mano jamás ha
transitado,
y de tus dedos brotan remolinos
erizando la piel de mi
costado.
En breve y delicada sacudida
mis hombros de la blusa se
desprenden;
semidesnuda estoy, y enardecida,
y alzo los brazos,
que hacia ti se extienden.
Detente brevemente en la cintura,
rodéame en caricias
circulares,
y explora el resto de mi arquitectura,
con paso franco
a todos mis lugares.
Cae la falda a los pies..., al fin desnuda...
Qué libertad e
independencia siento.
No queda en mí vacilación ni duda,
sólo
serenidad..., y atrevimiento.
Están mis ojos en tus ojos fijos,
y tus manos me arropan
insistentes;
suaves contactos causan regocijos,
lentas fricciones
llegan más frecuentes.
Aproxímate más, cúbreme entera,
encadéname a ti, y abre mi rosa,
dame un beso total, de tal manera
que resulte en fusión voluptuosa.
Quédate en pie y recibe el doble abrazo,
y al rodear tu cuerpo
con mis piernas,
introduce tu furia de un zarpazo
anegando mis
cámaras internas.
El ímpetu, el gemido y los sudores
me dirán que soy tuya y eres
mío;
seremos mutuamente posesores,
como el cauce y las aguas en el
río.
En mis rodillas
Sentada en mis rodillas
y a mi cuello abrazada,
se ha detenido el tiempo, la palabra
dormita,
el pensamiento inmóvil no se ocupa de nada,
e ignoran los oídos a quien murmura o grita.
Qué lejanas las
sombras que las nubes proyectan,
y las dudas qué absurdas y qué insignificantes,
que aún estando
en el fondo del alma, no la infectan,
y aún hiriendo sus teclas no suenan discordantes.
Flota la mente ausente
en exótico nirvana,
el sentimiento fluye profundo pero lento,
y
en la quietud serena ni el sentido se afana,
ni la ansiedad destruye la magia del momento.
La cabeza en el hombro
resuelve los dilemas,
evade los conflictos y el horizonte amplía;
susurraré a tu oído uno de mis poemas,
y te amaré esta noche que es joven todavía.
En ti
Quisiera ser tu propio
pensamiento,
la inseparable sombra que te siga
si no ya como amante, como
amiga,
en sol, en luna, en luz de apartamento.
Quisiera ser el vaho de
tu aliento,
la inquietud afectiva que te intriga,
de tu edificio columnata y
viga,
de tus heridas oloroso ungüento.
Tanto quiero ser tuya,
hacerte mío,
que dejaré mi espíritu vacío
para que lo satures de tu esencia.
Remolca mi silueta en
tu sendero,
sombra adherida a tu vagar ligero,
y absórbeme en tu piel y en
tu existencia.
Huellas del beso
No sé por qué tus
labios me despiertan
besos lejanos que jamás me diste;
no saben
desterrarlos, o no aciertan
a dejarlos dormir. Cuando viniste,
rozándome la carne, de puntillas,
nadie te vio, nadie escuchó tu
paso,
sino un temblor ligero en mis rodillas,
trémulo de
enfrentarme a otro fracaso.
Cuántas veces idéntico sendero
nos
conduce a dispares objetivos,
y en el nuevo, no vemos que el primero
aún nos mantiene en su poder cautivos.
Y no sirve pensar que lo pasado
pasado está, que nunca ha de
volver;
ayer, más que un diseño ya borrado,
es espectro que vuelve
a aparecer
Y así fluye la vida, una amalgama
de incidentes que
fueron, y que son,.
que no se desvanecen; una trama
de dolores, de
olvidos, de ilusión;
como rosa que cada primavera
asiduamente en
el rosal florece,
nube inquieta, incesante viajera,
o estrella que
a la aurora palidece.
Quizá tus besos son evocadores
de nube
transeúnte, antigua rosa,
o estrella cuyos últimos fulgores
se
extinguieron, y duerme silenciosa.
Hay tanto nuevo en cada beso, hay
tanto
que arrastramos de antiguo, tanta vida,
tanto de gozo,
soledad y llanto,
tanto de acogedor y despedida,
que un beso no es un beso solo, aislado,
es una larga historia
enmarañada
aflorando a un presente arrebatado,
que abraza todo, y que no olvida nada.
Junto al fuego
Ven hacia mí en
silencio, con la sonrisa abierta,
absorbiendo en los ojos la noche
iluminada;
deslízame en la mano la imperceptible oferta
del rayo
que la luna depositó en tu almohada.
Reclínate en la alfombra y oye el rumor del fuego
cuyas lenguas
nerviosas erotizan el leño;
que su calor tu cuerpo revitalice, y
luego
encienda tu mirada y acaricie mi sueño.
A tu lado en el suelo veré los diablos rojos
de las llamas
inquietas, con tu mano en mi mano,
y las chispas revueltas danzarán
en tus ojos
como estrellas fugaces en un cielo lejano.
Descenderá mi brazo de tu hombro a tu cintura,
despertando
temblores en tu piel descubierta,
y acercarás el rostro bañado de
ternura
para aspirar los besos de mi boca entreabierta.
Las cien lenguas del fuego se deslizan lascivas
en torno al
tronco envuelto por el abrazo ardiente,
y tus trémulas manos se
arrastrarán furtivas
asiendo el miembro erecto gentil y firmemente.
En tu mirar directo flotan complicidades
que acercan a mi mundo
tu intensidad de amante,
y percibo tu entrega y calmo tus ansiedades,
mientras entre tus dedos me retienes vibrante.
Lame incesante
el fuego, y es cálida tu boca,
en aquel, sequedades, y humedades en
ésta;
labios que se resbalan, y paladar que toca,
y relieves e
impulsos que el amor manifiesta.
Arde el leño sin tregua, con ligeros chasquidos,
y se elevan las
llamas en ondas desiguales;
y en tu ascenso y descenso hay rítmicos
sonidos
de profundos y tensos contactos guturales.
El leño se retuerce bajo el calor intenso
y explota en la
alegría de una amplia llamarada;
y tus ojos revelan el repentino y
denso
fluir de surtidores en garganta infiltrada.
La lumbre ya se extingue, y el tronco está deshecho;
ven, mujer,
y sonríe, y abrázame apacible,
reposa tu cabeza gentil sobre mi
pecho,
y soñemos el sueño de un futuro tangible.
Juntos
Por cauce horizontal y paralelo,
mi mano, cabalgando en tu
figura,
baja de la cadera a la cintura,
ronda los senos y
ensortija el pelo.
Tu intimidad sensual levanta el vuelo
descubriendo vibrante una
estructura
con ansiedad de entrega y de aventura
y la agresión de
una leona en celo.
He de hacer de tu cuerpo una mordaza,
y formarán tus labios un
camino
de humedad, arrastrándose en mi piel.
Verás mi círculo de amor que abraza
tu temblor en furioso
torbellino,
y plantaré mi flor en tu vergel.
Llévame contigo
¿No me ves sumergida en
el silencio,
y amordazada en soledad y olvido?
Al pasar por la sombra de mi
vida,
dame la mano y llévame contigo.
Te esperé tantos años
sin saberlo,
perdida dentro de mi laberinto…
ahora que me has abierto la
salida,
dame la mano y llévame contigo.
No quiero abrir el
libro del pasado,
porque detesto cuanto en él he escrito;
uno en blanco abriré
para tu pluma;
dame la mano y llévame contigo.
Llena mis hojas de
apretada letra,
yo no quiero escribir, hazlo tú mismo,
enrojeciéndome de sangre
y fuego;
dame la mano y llévame contigo.
Dondequiera que vayas,
te acompaño,
porque haré tu camino mi camino;
déjame despertar en tus
mañanas;
dame la mano y llévame contigo.
No he de mirar atrás,
sólo adelante;
perdí el pasado, y el futuro es mío;
no te quiero perder; dame
la mano,
dame la mano y llévame contigo.
Los cuatro elementos
Si tú fueras agua, yo quisiera ser
la copa de plata que te abrazaría;
o en tus humedades me
sumergiría,
íntima, adaptable, profunda mujer.
Si tú fueras tierra, yo
sería el pie
descalzo y ligero que no te oprimiera;
y en tu surco haría
ardiente sementera
que me diera un día lo que en ti sembré.
Si tú fueras aire,
yo seré la rama
bajo tu caricia temblando en mis hojas,
y si en recio soplo de
ellas me despojas,
verás que mi abrazo desnudo te llama.
Y si fueras fuego, yo
he de ser el leño
que tus lenguas lamen, que tu ardor calcina,
y si mi ceniza el
viento arremolina
en él dormiré el definitivo sueño.
Manos lejanas
"Muchas cosas sabe Onán
que nunca supo Don Juan"
A. Machado
Me despierta el crujido
de la seda
liberando la piel efervescente,
y entre mis dedos el temblor se
enreda
de una suave atrevida mano ausente.
Dedos que saben
recorrer caminos
que ignora el más experto viajero,
y en espiral de lentos
remolinos
fabrica el toque lánguido y certero.
Y al arquear la espalda
se endurecen
las puntas de los senos, ofrecidos
a invisibles amantes, que
parecen
quedar indiferentes o dormidos.
Oh desnudez del
vientre, suave y cálida,
humedad de los muslos tentadora,
línea de la cadera, curva y
pálida…
manos lejanas, ¿dónde estáis ahora?
No me dejéis en soledad
de tacto,
que hay tristeza en placer sin asistencia;
dadme la compañía y
el contacto,
aunque vengáis con vuestra inexperiencia.
Pérdida
Recórreme la ruta del
recuerdo,
tan desierta sin ti que nadie ha impreso
huellas sobre tus
huellas, y me pierdo
en la niebla que impide tu regreso.
El Angel del olvido
contra mi mente alzó espada de hielo,
y amanecí en las sombras, abatido,
mi pasado filtrándose en el
suelo.
¿En qué color tus ojos
se perdían?
¿Tu cabello era liso, u ondulado?
¿Eran lentos tus pies, o
parecían
danzar a un ritmo alegre, acelerado?
No sé, porque me miro y
no te veo,
se me ha desvanecido tu figura,
y lo único de ti que ahora poseo
es un presagio: Nada más perdura.
Quisiera recobrarte
en todo el esplendor que hubo en ti un día;
resucitar la idea y cincelarte
con el mismo perfil que antes
tenía.
Mas no lo podré hacer
si no regresas
por el sendero azul de la memoria,
demostrando que cantas,
lloras, besas,
y borrando tu línea divisoria.
Quietud
Sentada a media luz en
mi rodilla,
y una sonrisa tenue y luminosa
como las alas de una mariposa,
me reclinó en el hombro la mejilla
y abandonóse inmóvil,
silenciosa.
Se me quedó dormida entre los brazos,
niña interior, aunque
mujer externa,
un tiempo apasionada, luego tierna,
frágil hoy con el alma hecha
pedazos,
mañana con impulsos de galerna.
No me quise mover por no
alterarla,
y dejé transcurrir el tiempo lento,
con el temor de que hasta el
pensamiento
pudiera, al agitarse, despertarla,
destruyendo la magia del
momento.
Y así quedó, colgada de mi cuello,
dormida en mí, sin dudas
y sin prisa,
y hasta su soplo refrenó la brisa;
y al fin, acariciando su
cabello,
hice anidar mi beso en su sonrisa.
Quizá
Percibo tu presencia sin estar a mi lado,
y oigo tu breve paso
hallándote tan lejos;
siento tu escalofrío sin haberte tocado,
y
aún cerrando los ojos me ciegan tus reflejos.
Veo pasar las sombras y en ellas te adivino;
cuando me roza el
aire sé que son tus cabellos;
si me azota la lluvia, tus besos
imagino,
y por ti son mis sueños inmensamente bellos.
Pero no reconozco tu risa entre las risas,
porque amarga tristeza
te cubre con su manto;
y en el tropel de gentes ruidosas y con prisas
no estás, porque te encuentras en soledad y llanto.
Un aura
te rodea solemne y misteriosa
que fascina mis ojos aunque nunca te
han visto;
es quizá la nostalgia gentil y silenciosa
que permea tu
vida y en que yo mismo existo.
No obstante, ambos sabemos que ha de llegar el día
en que la luz
disipe la sombra en que vivimos;
y al resurgir pujante nuestra innata
alegría,
hemos de ser de nuevo como otro tiempo fuimos.
Tú encontrarás un hombre que te bese y te cante,
y no habrá en
vuestra entrega ni exigencia ni ruego;
yo volveré a mis sueños,
inventando una amante
y escribiéndola versos, sentado junto al fuego.
Y al mirar al pasado desde el nuevo presente
de ilusiones azules
y de esperanzas verdes,
una estrella en el cielo y una luz en tu
mente
musitarás mi nombre… y quizá me recuerdes.
Regeneración
Déjame penetrar en tu memoria
para arrancar de cuajo con mis manos
los recuerdos crueles, inhumanos,
que oscurecen el cielo de tu
historia.
He de restablecer toda la gloria
de los tiempos felices, tan
lejanos;
y en tus jardines crecerán lozanos
árboles de pasión,
gozo y euforia.
Entrarás en la tierra prometida
libre de soledad, dolor y llanto,
y mi mano estará siempre tendida.
Te cubrirá mi amor bajo su
manto,
y cuanto tengo y soy en esta vida,
tuyo será, porque te
quiero tanto.
Sex(t)o sentido
En mi letargo estoy, adormecido,
flotando en sueños lánguidos y
oscuros,
confinado a la sombra de dos muros,
y relegado a transitorio
olvido...
Tu perfume me indica
que has venido,
la mano percibió tus senos duros,
y al roce de tus dedos
inseguros
se irguió mi cuerpo firme y decidido.
Enciendes en mi carne
rebeldías,
incitándome a dulces agresiones
al abrazar tus labios mi
contorno.
Habré de hacer tus
cavidades mías,
y tuyas han de ser mis vibraciones,
con cada avance y con cada
retorno.
Silencio y lejanía
Vino, me amó y partió; dejó a su paso
plenitudes, placeres y
vacíos;
se perdió como el sol en el ocaso,
como se pierden en el mar los
ríos.
Ha de tener el sol otra
alborada,
y aunque el río se va, también se queda;
pero de aquella fiera
llamarada,
ni el recuerdo quizá en su mente rueda.
Mantúvose en silencio y
lejanía
como quien duerme en brazos de la muerte;
y yo permanecí
esperando el día
en que de nuevo su alma se despierte.
Y si al abrir sus ojos
al pasado
se detienen en mí por un momento,
tal vez vuelva su amor
arrebatado
a producir un nuevo ofrecimiento.
Y aquí estaré, en
deseos y temblores,
sin recriminaciones, ni exigencia,
para dar nueva vida a
aquellas flores
que a punto estuvo de agostar la ausencia.
Sólo tenemos un beso
Beso indeleble, beso insuficiente,
compendio de inseguras realidades
y perspectivas de fugacidades,
entre ayer y mañana estrecho
puente.
A tu vida amarrada,
dependiente
de tan inciertas eventualidades,
y víctima de mis perplejidades,
por no hacerme en tu vida permanente.
Hacia ti van mis aguas
encauzadas,
con fuerza torrencial, o sosegadas,
pero siempre abocando a lo
imposible.
Cómo duele
en el alma esta distancia,
cómo me duele ser tu circunstancia,
amor de lejanía, inasequible.
Tu geografía
Permíteme explorar tu
geografía
y aprender los secretos de tu historia.
Yo te abriré el caudal de mi memoria,
me guardarás en ti, y tú
serás mía.
Contemplaré de cerca tu paisaje,
observándolo dulce y lentamente,
y con el gesto alegre y sonriente
aprestaré mi cuerpo para el viaje.
Desataré en mis manos diez corceles
para escalar las cumbres de
tus senos.
Cabalgarán sin bridas y sin frenos,
y volverán cargados de laureles.
Se adentrarán en la espesura
densa
de tus cabellos ondeando al viento,
y con un galopar raudo y violento
descenderán a la llanura
inmensa.
Sus cascos herirán la superficie
de tu vientre desnudo, terso y
suave,
y en un trote solemne, firme y grave,
llegarán al confín de la
planicie.
Pasarán por tus muslos temblorosos
flotando de sus crines las
banderas,
y lanzarán al aire en sus carreras
relinchos estridentes y
furiosos.
Yo soltaré las águilas reales
de mis labios en torno a tus
montañas,
y rondarán las verdes espadañas
en manso vuelo y suaves
espirales.
Y buscarán el nido de tu boca
y las laderas de tu esbelto cuello,
y en su revuelo fulgurante y bello
sentirás su aleteo que te
toca.
Sus plumas rozarán tu piel caliente,
despertando en tu cuerpo la
agonía
de un más, y un más aún, y un todavía,
y un ansia de alargar este presente.
Libertaré al león que
ruge dentro,
y con rítmicos saltos elegantes,
y el poder de un rebaño de
elefantes,
se lanzará hacia el misterioso centro.
Irá con furia atávica
y salvaje,
buscará la recóndita caverna,
penetrará con fuerza de galerna,
a través de la fronda y el ramaje.
Y tras la caza audaz y agotadora
reposará su cuerpo fatigado,
tendido al interior, aletargado,
pero alerta su mente cazadora.
Permíteme explorar tu
geografía
y aprender los secretos de tu historia.
Yo te abriré el caudal de mi memoria,
me guardarás en ti, y tú
serás mía.
Tu sombra
Sin vacilar, tu sombra
fugitiva
desliza imperceptible su figura
bajo mi puerta, cada noche
oscura,
abrazándose a mí, tensa y lasciva.
Indiferentemente
insensitiva
al sueño de mi esposa, me procura
el raudal de placeres de
locura
de esta pasión fatal que me cautiva.
¡Qué deliciosa,
ardiente mensajera,
vibrante cual redoble de campana,
yaciendo junto a mí la noche
entera!
¡Qué plenitud de
sentimientos mana
de esta sombra gentil, al irse afuera
con el primer albor de la
mañana!
Tus manos
Ah, las manos, tus
manos, cómo extraño
la suavidad, la firme contextura,
su roce de caderas y cintura,
y los sondeos íntimos del baño.
Intento duplicar cada
peldaño
trepando palmo a palmo mi estatura,
y al ver que no eres tú
quien lo procura
me siento causa de mi propio engaño.
Vuelvan tus manos,
ráfagas febriles,
a alborotar mis senos juveniles,
a suscitar sobre mi piel
temblores.
Toca, acaricia,
explora, roza, exprime,
que el cuerpo clama cuando el alma gime,
y mis gemidos son
desgarradores.
Virginal
Te vi en el vórtice del
remolino
de luz, ceñido en torno a tus caderas,
la túnica arrancada por
el viento,
sobre fondo de estrellas,
rebaños de centauros
chapoteando
en juego en la ribera.
Protegías los senos descubiertos
con ambas manos, y la cabellera
larga, sedosa,
flotaba al aire suelta.
Qué contraste de
labios y mirada,
sedientos y sensuales, con la entera
actitud de tu cuerpo,
de virgen indefensa.
Te vi como surgiendo de las olas,
aunque los pies se anclaban en
la tierra,
y desaté el deseo en mis entrañas,
y le envié a enroscarse entre
tus piernas,
sin advertir que en torno a los tobillos
arqueaba su lomo la
pantera.
Y me quedé perdido en mi distancia,
y tú quedaste en permanente
ofrenda.