"Tus manos dulces sobre mi veneno.
Qué llamas tibias, compañera,
entre agujas de invierno...."
"Woman bathing"
Mary Cassat
Reseña biografica
Poeta y
dramaturgo guatemalteco nacido en Ciudad de Guatemala en 1935.
Fue una
de las voces altas de la cultura guatemalteca. Fundamentalmente poeta,
cultivó también con éxito el teatro.
La intensidad y la profundidad de su obra lo llevaron a obtener importantes
premios centroamericanos.
En la década de los ochenta debió salir de su
país para exiliarse en Francia por las constantes amenazas de parte
del régimen de Lucas García. Desde allí escribió unos duros poemas en contra
del gobierno de Guatemala, publicados
después de su muerte.
De su obra poética se destacan: «En el nombre del
Padre» en 1955, «De la posible aurora» en 1957, «Cantos en vida»
en 1960, «Eternauta» en 1962, «Los episodios del vagón de carga» en 1971 y
«Palabras alusivas al acto y otros poemas
con el tema del amor» en 1978.
Falleció de un cáncer pulmonar, en el
exilio, en 1985 en Francia. ©
Amor, si fueras aire y
respirarte
Décimas
Epigrama para Antonio
Epigrama para Casia
Epigrama para Fedra
Hola
Masacre
en el dormitorio
Paisaje
Quinto
Retrato de la ciudad
Retrato del pie
Séptimo
Si sólo pudiera verte...
Tengo ganas de un poco de
entusiasmo...
Toda tú
Amor, si fueras aire y respirarte
Y si fueras, Amor, vino y beberte.
Si fueras sombra para no perderte.
O si fueras camino y caminarte.
Amor, fueras cantar para cantarte.
Fueras hilo en mis manos y tejerte.
Que mi alimento fueras y comerte.
Si fueras tierra, Amor, para labrarte.
Si fueras para más que para
amarte:
Amor, Amor, Amor, si fueras muerte.
Décimas
Manso remanso del río.
Estrella en el cocotero.
Tanta paz cabe en
enero
para tanto dolor mío.
Tanto color. Tanto frío.
Cocotero
con su estrella.
Camino con tanta huella.
El río con su remanso.
La hamaca con su descanso.
Y yo, aquí, solo, sin ella.
* * *
Pasaste como cantando
aquella semana aciaga.
Tú
me curaste una llaga
que se me abrió no sé cuándo.
Ya me estaba
acostumbrando
al calor de tu cintura,
a tu caliente ternura
y a
tu modo de besar.
Pero te empecé a olvidar
con dolor y sin
premura.
* * *
No sé qué casualidad
te trae hoya mi recuerdo.
Pero te busco y me pierdo
y sigo en mi soledad.
Sé que es una
necedad
querer volver a la infancia
como es, en última instancia,
algo tan torpe y tan fútil
llamarte, porque es inútil:
ya te tragó
la distancia.
Epigrama para Antonio
Es famosa la méntula de Antonio
por su tamaño, en todo desmedido.
Mas, mientras él la luce por las termas,
su mujer me murmura en
el oído:
-prefiero tu pequeño gladiador
al gigante dormido
Epigrama para Casia
Conmigo, en el amor, mi dulce Casia
es más que Cicerón en la tribuna:
conoce los secretos de la cama,
es entusiasta y única.
Mas su torpe marido
la olvidó y sólo busca cortesanas de puerto.
Qué sabio fue quien dijo
que no es la margarita para el cerdo.
Epigrama para Fedra
Sin saber que de Lesbos practicabas
los rituales extraños,
un día
gris, inadvertidamente,
puse un beso en tus labios.
Hoy sonrío en la calle y me pregunto
-tras aquel desencanto-:
¿no sienten algo al verme tus amigas,
las que indirectamente yo he
besado?
Hola
Tú, que
vienes caminando
desde el fondo de mi vida;
que traes como bandera
la música de tu risa;
tú que en tus ojos escondes
lo que mi alma
necesita;
tú, que en mi pecho has vivido
por años como dormida
y hoy me despiertas de golpe
hasta que no da cabida
mi pequeño
corazón
para esta explosión de dicha.
Eres el río al que quise
ponerle diques un día.
Hoy que subió tu corriente
ya no hay diques
que resistan.
En la casa de mi pecho,
en mi sueño y mi vigilia,
en las calles de mis manos,
en la ciudad de mis días,
en la patria
de mis pasos
y en el país de mi vida
ven, entra y manda: es tu
reino,
tu victoria, tu conquista.
Masacre en el dormitorio
Estábamos tranquilos,
dulces y agradecidos
con nuestras simples
vísceras que nos dieron pretexto
para satisfacerlas.
Y estábamos
haciéndolo
contentos.
Y he aquí que de pronto,
sin previo aviso
y sin pedir permiso,
todos ellos
han venido a meterse en nuestra propia cama,
aquí,
entre nuestras sábanas,
y ponen los zapatos en la almohada
-donde
pusiste el sueño-
y amenazan quebrar la cabecera que me costó
serruchos y martillo.
No nos dejan estar,
nos registran los pelos
de las ingles en busca del pecado,
sacan el código y el dedeté,
la
indagación y los escapularios.
Yo no sé
ni me importa
si es que
tienen derecho.
Me consta, nada más, que me son antipáticos,
que
me molestan como las agruras
y los soporto sólo por ver si los alejo.
Son un tropel de gansos metidos en la cama,
graznan y ensucian
todo con sus patas palmípedas,
amenazan con picos y miradas
y me
parece que te me acobardan.
Lo único que quiero es besarte completa,
y poderme acostar sobre
tu vientre
y saberte feliz de estar conmigo.
Amarte sin sofisma ni retórica.
Llenar los dos desnudos
nuestra cama.
Creo que es suficiente.
No sé qué hacer con todos estos molestos pajarracos.
Miedo de que
te lleven.
De que no nos permitan terminar nuestro abrazo.
Nos
están estorbando.
No sé cómo espantarlos.
Creo que ahora mismo me sacaré los ojos.
Paisaje
Igual que las antenas de los televisores
tiendo a veces mis brazos
para captar tu imagen.
Frío árbol de aluminio,
Y voy por la ciudad
buscándote,
llamándote,
auscultando uno a uno los canales del
viento.
Se me llenan los ojos de anuncios y señales,
de violencias
ajenas, de misterios vulgares.
Pero tú no apareces.
Igual que las
antenas de los televisores
tiendo mis fríos brazos de aluminio
en
todas direcciones
para ver si te encuentro.
Abro mi pecho acústico para oír tus
palabras
que lleguen por mis brazos
al corazón sonoro.
Pero tu
voz no llega.
¿Dónde estás?
¿Por dónde pasa el río tembloroso de
tu imagen?
¿Dónde estás?
No te encuentro. No capto
tu huella de
luciérnagas.
Y me quedo en la noche
igual que las antenas de los televisores,
con mis rígidos brazos como árbol de aluminio.
Quinto
Nada de ésto es así.
Esta no es nuestra tierra.
Ni ésta ni
cualquier otra ni el agua.
Yo soy un desterrado.
Todavía mi
espalda tiene dolor de alas.
Nunca podré aprender a tocar las
monedas:
Se palpan
se acarician,
se toman fieramente,
¿o se
les busca algo?
Yo soy un desterrado,
un extranjero,
un intruso
que se halla entre nosotros
con un martillo absurdo entre las manos
y un impulso distinto
que me lleva
por camino contrario.
No soy
de aquí.
No sé de dónde vine.
Y no sé a dónde voy.
No me gusta.
Nada de ésto me gusta.
Me irritan vuestras caras de organismo.
Me
molestan estas vuestras palabras que ahora uso.
Nada de esto me
gusta.
¡Quién me obliga a necesitar de esto que no me gusta?
Mirad,
vengo a deciros,
¡pero no!
¡Qué nos importa!
Yo
no soy de los vuestros.
Todavía mi espalda tiene dolor de alas.
Y
vuestras rabadillas tienen dolor de colas.
Yo fui un Angel, primero;
después, fui un gran silencio
y un día seré Dios.
Vosotros
fuisteis micos
y seguís siendo micos.
Después seréis gusanos y
excremento.
¡Os excomulgo de mi credo limpio!
¡Os destierro del
cosmos que sostengo!
¡Os clausuro la entrada de la vida que vivo!
¡Os expulso de todo!
Y sin embargo sigo entre vosotros,
y usando
las palabras de vosotros,
y usando las palabras de vosotros.
Compartiendo temores y miserias
hambre, muerte, cansacio-
que no
van con mis alas.
Yo soy un desterrado.
¡Pero algún día volveré a mi reino!
Retrato de la ciudad
Aguja de una iglesia que se eleva
con esa clara unción de la
plegaria.
Árbol con golondrina necesaria.
Parque: almendro que
músicas renueva.
Ansiedad de un crepúsculo que lleva
los tintes de una sangre
temeraria.
Calles con rectitudes de araucaria.
Sudor,
contra-quejidos en la gleba.
Heroica por la sangre de sus manes,
por su pecho de ardiente
fumarola
y su raza de auténticos titanes.
Santa Ana es una flor en su corola
con pétalos de cerros y
volcanes.
Santa Ana, para mí, se llama Lola...
Retrato de pie
Base de tu figura es tu pie breve
y porque en él se inicia tu
estatura
lo encuentro de principio en tu figura,
como el agua es
principio de la nieve.
Se me interna en alma su blancura
su peso musical de alondra
leve:
en tu huella permíteme que lleve
el cimiento inicial de tu
estructura.
Amalgama del iris y la cera.
Alpha, comienzo de tu recorrido.
Armonía perfecta de la espera.
La actitud de tu pie -como dormido-
llenándome de luz me
desespera
y un beso se me escapa en su sentido...
Séptimo
Tus nobles manos buenas.
Tus manos dulces sobre mi veneno.
Qué
llamas tibias, compañera,
entre agujas de invierno.
Qué dos brasas
serenas.
En ellas el milagro que sólo mi alma y yo sabemos.
El
cielo limpio en ellas.
Pósalas, compañera, como dos alas médicas
sobre el turbio hemisferio
de mi cabeza.
Sobre el dolor que tengo
de no ser Dios y sobre mis tormentas,
posa tus manos dulces de
silencio,
quietas de amor, grávidas y eternas.
Siembra la fe en mi
frente igual que un trigo bueno
con tus manos morenas.
Puerto de
paz tus manos en mi pecho.
Como dos puertos son, como dos puertas
luminosas al cielo
que siempre están abiertas.
Soy el marino loco, ebrio de viento.
Vengo del mar oscuro,
compañera.
a sal me sabe el sueño.
Traigo las manos viejas.
Soy
tu marino amargo que vuelvo de los mares de los muertos
con la proa
encendida y encendidas las velas
tras apagar los fuegos de San Telmo.
Vengo a tus manos plenas,
a tu profundo pecho
terrestre y
generosa, compañera.
Vengo
al puerto de tus manos que es la tierra
firme en que tengo
hijo y cosecha,
amor, fuego
de hogar,
semilla plena,
jubiloso arado, pecho tranquilo y fuerte, raíz, suelo,
agua clara y noble sal para mi mesa.
Y limpio, casto don para mi
lecho.
¡Qué llamas tibias, qué brasas serenas,
qué dulces alas de sereno
vuelo
tus manos en mi alma, compañera!
Queda mi arboladura en este suelo.
Mi ancla en esta tierra.
Si sólo pudiera verte
...
Si sólo pudiera verte
y sólo escuchar tu risa.
Si sólo
fuera la brisa
que en tu pelo se divierte.
Si sólo fuera el inerte
ladrillo que tu pie pisa
o el agua
que se desliza
sobre ti sin conocerte.
Si sólo fuera el no verte,
mas sin la muerte y la prisa.
Tengo ganas de un poco de
entusiasmo...
Tengo
ganas de un poco de entusiasmo
que no siento hace tiempo.
No sé
por qué no sabe a nada vivo
ni el mes, ni la avenida, ni la luz, ni
el orgasmo.
En realidad también tengo la culpa
y me declaro
honestamente reo de una gris negligencia
que por todo mi cuerpo se
pasea
y que de todo mi fervor disfruta.
Pero, además, declaro
que han entrado en mis días muchas gentes
armadas de agresivas pasividades turbias
y han saqueado mis horas una
a una
hasta dejarme sólo esta inopia profunda.
Han tomado mis sueños,
mis molares,
mis palabras usuales
y
mis vísceras.
Con mis ideas han envuelto carne
y ropa sucia con mi
vida íntima.
Protesto.
Yo protesto.
Tengo ganas de un poco
de
entusiasmo tardío y trasnochado,
del estricto, del justo y necesario
para morir mi almuerzo.
Toda tú
Toda tú eres santuario,
toda blanca;
se ha llenado tu cuerpo de
designios.
Tienes la santidad de la esperanza
y la paz
generosa
de los lirios.
Toda tú eres milagro,
das tu lecho
de altas
arenas
al naciente río;
enciendes en tu sangre
el claro fuego
y con tu carne pueblas el vacío.
Toda tu,
fervorosa,
temerosa,
frente a tu propio territorio vivo,
junto a los
ventanales de tu alma,
bajo la blanca sombra de tu espíritu.
Toda
tú,
niña,
blanca,
inmaculada,
santificada en el minuto
limpio;
más mujer que la tierra,
más fecunda,
innumerable y
grave
como un libro.
Cimiento de las horas,
silenciosa;
vértice de mi amor,
toda
camino,
toda
inmanchable altura,
toda tiempo,
inflamada de vida,
toda
río.