"Yo, amor, he aprendido a coser con tu
nombre,
voy juntando mis días,
mis minutos, mis horas con tu hilo de letras"
"The bath"
Alfred Stevens
Reseña biografica
Poeta y novelista
nicaragüense nacida en Managua en 1948.
Junto a Ernesto Cardenal y
Claribel Alegría, inició la renovación de la poesia en su país. Un marcado
acento
erótico impregna buena parte de su obra, aunque la última producción denota
una gran preocupación por los
cambios políticos de su patria.
Entre los libros más reconocidos, se
destacan «Sobre la grama» y «Eva». ©
Abandonados
Ahora vamos envueltos en consignas hermosas
Ahuyentemos el tiempo, amor...
Amo a los hombres y les canto
Amor de frutas
Amor en dos tiempos
Áspera textura del viento...
Castillos de arena
Claro que no somos una pompa
fúnebre
Como gata boca arriba
Cómo pesa el amor
Como tinaja
Conjuros de la memoria
De la mujer al hombre
Definición
Desafío a la vejez
En la doliente soledad del
domingo...
Eros es el agua
Es larga la tarde...
Esta nostalgia
Estoy viva como fruta madura...
Eva advierte sobre las manzanas
Huelga
Luciérnagas
Mayo
Mi amor es así
Mi amor es como un río caudaloso
Nos casaremos en invierno
Partirás otra vez
Peceras de amor
Pequeñas lecciones de erotismo
Permanencia
Permanencia de los jardines
Profundo amor
Quiero
Recorriéndote
Reglas de juego para los hombres que quieran amar a mujeres mujeres
Se van tus manos sobre mi mirada
Sencillos deseos
Signos
Sin título
Te busco...
Te duermes
Te escribo, Sergio...
Te veo como un temblor...
Textura de sueño
Todo sea por el amor
Y...
Y Dios me hizo mujer
Yo soy tu indómita gacela...
Abandonados
Tocamos la noche con las manos
escurriéndonos la oscuridad entre los
dedos,
sobándola como la piel de una oveja negra.
Nos hemos abandonado al desamor,
al desgano de vivir colectando horas
en el vacío,
en los días que se dejan pasar y se vuelven a repetir,
intrascendentes,
sin huellas, ni sol, ni explosiones radiantes de
claridad.
Nos hemos abandonado dolorosamente a la soledad,
sintiendo la
necesidad del amor por debajo de las uñas,
el hueco de un sacabocados en
el pecho,
el recuerdo y el ruido como dentro de un caracol
que ha
vivido ya demasiado en una pecera de ciudad
y apenas si lleva el eco del
mar en su laberinto de concha.
¿Cómo volver a recapturar el tiempo?
¿Interponerle el cuerpo
fuerte del deseo y la angustia,
hacerlo retroceder acobardado
por
nuestra inquebrantable decisión?
Pero... quién sabe si podremos recapturar el momento
que perdimos.
Nadie puede predecir el pasado
cuando ya quizás no somos los mismos,
cuando ya quizás hemos olvidado
el nombre de la calle
donde
alguna
vez
pudimos
encontrarnos.
Ahora vamos
envueltos en consignas hermosas
Las mañanas cambiaron su signo conocido.
Ahora el agua, su tibieza, su
magia soñolienta
es diferente.
Ahora oigo desde que mi piel conoce que
es de día,
cantos de tiempos clandestinos
sonando audaces, altos desde
la mesa de noche
y me levanto y salgo y veo "compas" atareados
lustrando sus botas o alistándose para el día
bajo el sol.
Ya no hay
oscuridad, ni barricadas,
ni abuso del espejo retrovisor
para ver si
me siguen.
Ahora mi aire de siempre es mas mi aire
y este olor a
tierra mojada y los lago s allá
y las montañas
pareciera que han
vuelto a posarse en su lugar,
a enraizarse, a sembrarse de nuevo.
Ya
no huele a quemado,
y no es la muerte una conocida presencia
esperando
a la vuelta de cualquier esquina.
He recuperado mis flores amarillas
y
estos malinches de mayo son mas rojos
y se desparraman de gozo
reventados contra el rojinegro de las banderas.
Ahora vamos envueltos en consignas hermosas,
desafiando pobrezas,
esgrimiendo voluntades contra malos augurios
y esta sonrisa cubre el
horizonte,
se grita en valles y lagunas,
lava lagrimas y se protege
con nuevos fusiles.
Ya se unió la Historia al paso triunfal de los
guerreros
y yo invento palabras con que cantar,
nuevas formas de amar,
vuelvo a ser,
soy otra vez,
por fin otra vez,
soy.
Ahuyentemos el tiempo, amor...
Ahuyentemos el tiempo,
amor,
que ya no exista;
esos minutos largos que desfilan pesados
cuando no estás conmigo
y estás en todas partes
sin estar pero
estando.
Me dolés en el cuerpo,
me acariciás el pelo
y no estás
y estás cerca,
te siento levantarte
desde el aire llenarme
pero
estoy sola, amor,
y este estarte viendo
sin que estés,
me hace
sentirme a veces
como una leona herida,
me retuerzo
doy vueltas
te busco
y no estás
y estás
allí
tan cerca.
Amo a los hombres y les canto...
Amo a los hombres
y les canto.
Amo a los jóvenes
desafiantes jinetes del aire,
pobladores de pasillos en las
Universidades,
rebeldes, inconformes, planeadores de mundos diferentes.
Amo a los obreros,
esos sudorosos gigantes morenos
que salen de
madrugada a construir ciudades.
Amo a los carpinteros
que reconocen a
la madera como a su mujer
y saben hacerla a su modo.
Amo a los
campesinos
que no tienen más tractor que su brazo
que rompen el
vientre de la tierra y la poseen.
Amo, compasiva y tristemente, a los
complicados
hombres de negocios
que han convertido su hombría en una sanguinaria
máquina de sumar
y han dejado los pensamientos más profundos, los
sentimientos más nobles
por cálculos y métodos de explotación.
Amo
a los poetas -bellos Angeles lanzallamas-
que inventan nuevos mundos
desde la palabra
y que dan a la risa y al vino su justa y proverbial
importancia.
que conocen la trascendencia de una conversación
tranquila bajo los árboles,
a esos poetas vitales que sufren las lágrimas
y van
y dejan todo y mueren
para que nazcan hombres con la frente
alta.
Amo a los pintores -hombres colores-
que guardan su hermosura
para nuestros ojos
y a los que pintan el horror y el hambre
para que
no se nos olvide.
Amo a los solitarios pensadores
los que existen más
allá del amor y de la comprensión sencilla
los que se hunden en titánicas
averiguaciones
y se atormentan día y noche ante lo absurdo de las
respuestas.
A todos amo con un amor de mujer, de madre, de hermana,
con un amor
que es más grande que yo toda,
que me supera y me envuelve como un océano
donde todo el misterio se resuelve en espuma...
Amo a las mujeres desde su piel que es la mía.
A la que se rebela y
forcejea con la pluma y la voz desenvainadas,
a la que se levanta de
noche a ver a su hijo que llora,
a la que llora por un niño que se ha
dormido para siempre,
a la que lucha enardecida en las montañas,
a la
que trabaja -mal pagada- en la ciudad,
a la que gorda y contenta canta
cuando echa tortillas
en la pancita caliente del comal,
a la que
camina con el peso de un ser en su vientre
enorme y fecundo.
A todas
las amo y me felicito por ser de su especie.
Me felicito por estar con
hombres y mujeres
aquí bajo este cielo, sobre esta tierra tropical y
fértil,
ondulante y cubierta de hierba.
Me felicito por ser y por
haber nacido,
por mis pulmones que me llevan y me traen el aire,
porque cuando respiro siento que el mundo todo entra en mí
y sale con
algo mío,
por estos poemas que escribo y lanzo al viento
para alegría
de los pájaros,
por todo lo que soy y rompe el aire a mi paso,
por las
flores que se mecen en los caminos
y los pensamientos que, desenfrenados,
alborotan en las cabezas,
por los llantos y las rebeliones.
Me
felicito porque soy parte de una nueva época
porque he comprendido la
importancia que tiene mi existencia,
la importancia que tiene tu
existencia, la de todos,
la vitalidad de mi mano unida a otras manos,
de mi canto unido a otros cantos.
Porque he comprendido mi misión de ser
creador,
de alfarera de mi tiempo que es el tiempo nuestro,
quiero
irme a la calle y a los campos,
a las mansiones y a las chozas
a
sacudir a los tibios y haraganes,
a los que reniegan de la vida y de los
malos negocios,
a los que dejan de ver el sol para cuadrar balances,
a
los incrédulos, a los desamparados, a los que han
perdido la esperanza,
a los que ríen y cantan y hablan con optimismo;
quiero traerlos a todos hacia la madrugada,
traerlos a ver la vida que
pasa
con una hermosura dolorosa y desafiante,
la vida que nos espera
detrás de cada atardecer
-último testimonio de un día que se va para
siempre,
que sale del tiempo y que nunca volverá a repetirse-.
Quiero
atraer a todos hacia el abrazo de una alegría que comienza,
de un
Universo que espera que rompamos sus puertas
con la energía de nuestra
marcha incontenible.
Quiero llevaros a recorrer los caminos
por donde
avanza -inexorable- la Historia.
Porque los amo quiero llevarlos de
frente a la nueva mañana,
mañana lavada de pesar que habremos
construido todos.
Vámonos y que nadie se quede a la zaga,
que nadie perezoso,
amedrentado, tibio, habite la faz de la tierra
para que este amor
tenga la fuerza de los terremotos,
de los maremotos,
de los ciclones,
de los huracanes
y todo lo que nos aprisione vuele convertido en desecho
mientras hombres y mujeres nuevos
van naciendo erguidos
luminosos
como volcanes...
Vámonos
Vámonos
Vámonoooos!!!
Amor de frutas
Déjame que esparza
manzanas en tu sexo
néctares de mango
carne de fresas;
Tu cuerpo son todas las
frutas.
Te abrazo y corren las
mandarinas;
te beso y todas las uvas sueltan
el vino oculto de su
corazón
sobre mi boca.
Mi lengua siente en tus brazos
el zumo dulce
de las naranjas
y en tus piernas el promegranate
esconde sus semillas
incitantes.
Déjame que coseche los
frutos de agua
que sudan en tus poros:
Mi hombre de limones y
duraznos,
dame a beber fuentes de melocotones y bananos
racimos de
cerezas.
Tu cuerpo es el paraíso
perdido
del que nunca jamás ningún Dios
podrá expulsarme.
Amor en dos tiempos
I
Mi pedazo de dulce de
alfajor de almendra
mi pájaro carpintero serpiente emplumada
colibrí
picoteando mi flor bebiendo mi miel
sorbiendo mi azúcar tocándome la
tierra
el anturio la cueva la mansión de los atardeceres
el trueno de
los mares barco de vela
legión de pájaros gaviota rasante níspero dulce
palmera naciéndome playas en las piernas
alto cocotero tembloroso
obelisco de mi perdición
tótem de mis tabúes laurel sauce llorón
espuma contra mi piel lluvia manantial
cascada en mi cauce celo de mis
andares
luz de tus ojos brisa sobre mis pechos
venado juguetón de mi
selva de madreselva y musgo
centinela de mi risa guardián de los latidos
castañuela cencerro gozo de mi cielo rosado
de carne de mujer mi hombre
vos único talismán
embrujo de mis pétalos desérticos vení otra vez
llename pegame contra tu puerto de olas roncas
llename de tu blanca
ternura silenciame los gritos
dejame desparramada mujer.
II
Campanas sonidos ulular de sirenas
suelto las riendas galopo
carcajadas
pongo fuera de juego las murallas
los diques caen hechos
pedazos salto verde
la esperanza el cielo azul sonoros horizontes
que
abren vientos para dejarme pasar:
«Abran paso a la mujer que no temió las
mareas del amor
ni los huracanes del desprecio»
Venció el vino añejo el tinto el blanco
salieron brotaron las uvas
con su piel suave
redondez de tus dedos llovés sobre mí
lavás tristeza
reconstruís faros bibliotecas
de viejos libros con hermosas imágenes
me devolvés el gato risón Alicia el conejo
el sombrero loco los enanos de
Blancanieves
el lodo entre los dedos el hálito de infancia
estás en la
centella en la ventana desde donde
nace el árbol trompo tacitas te quiero
te toco
te descubro caballo gato luciérnaga pipilacha
hombre desnudo
diáfano tambor trompeta
hago música
bailo taconeo me desnudo te envuelvo
me envuelves
besos besos besos besos besos besos besos besos
silencio
sueño.
Áspera textura del viento
Nacida de la selva me
tomaste
arisca yegua para estribos y albardas.
Durante muchas noches
nada se oyó
sino el chasquido del látigo
el rumor del forcejeo
las maldiciones
y el roce de los cuerpos
midiéndose la fuerza en el espacio.
Cabalgamos por días sin parar
desbocados corceles del amor
dando y
quitando,
riendo y llorando
-el tiempo de la doma
el celo de los
tigres-
No pudimos con la áspera textura de los vientos.
Nos rendimos ante el
cansancio
a pocos metros de la pradera
donde hubiéramos realizado
todos nuestros encendidos sueños.
Castillos de arena
¿Por qué no me dijiste que
estabas construyendo
ese castillo de arena?
Hubiera sido tan hermoso
poder entrar por su pequeña puerta,
recorrer sus salados corredores,
esperarte en los cuadros de conchas,
hablándote desde el balcón
con la
boca llena de espuma blanca y transparente
como mis palabras,
esas
palabras livianas que te digo,
que no tienen más que el peso
del aire
entre mis dientes.
Es tan hermoso contemplar el mar.
Hubiera sido tan
hermoso el mar
desde nuestro castillo de arena,
relamiendo el tiempo
con la ternura
honda y profunda del agua,
divagando sobre las
historias que nos contaban
cuando, niños, éramos un solo poro
abierto
a la naturaleza.
Ahora el agua se ha llevado tu castillo de arena
en
la marea alta.
Se ha llevado las torres,
los fosos,
la puertecita
por donde hubiéramos pasado
en la marea baja,
cuando la realidad está
lejos
y hay castillos de arena
sobre la playa...
Claro que no somos una pompa fúnebre...
Claro que no somos una pompa fúnebre,
a pesar de todas las lágrimas
tragadas
estamos con la alegría de construir lo nuevo
y gozamos del
día, de la noche
y hasta del cansancio
y recogemos risa en el viento
alto.
Usamos el derecho a la alegría,
a encontrar el amor
en la tierra
lejana
y sentirnos dichosos
por haber hallado compañero
y compartir
el pan, el dolor y la cama.
Aunque nacimos para ser felices
nos vemos rodeado de tristeza y
vainas,
de muertes y escondites forzados.
Huyendo como prófugos
vemos como nos nacen arrugas en la frente
y
nos volvemos serios,
pero siempre por siempre
nos persigue la risa
amarrada también a los talones
y sabemos tirarnos una buena carcajada
y ser felices en la noche más honda y más cerrada
porque estamos construidos de una gran esperanza,
de un gran
optimismo que nos lleva alcanzados
y andamos la victoria colgándonos del
cuello,
sonando su cencerro cada vez más sonoro
y sabemos que nada
puede pasar que nos detenga
porque somos semillas
y habitación de una sonrisa íntima
que explotará
ya pronto
en
las caras
de todos.
Como gata boca arriba
Te quiero como gata boca arriba,
panza arriba te quiero,
maullando a través de tu mirada,
de este
amor-jaula
violento,
lleno de zarpazos
como una noche de luna
y dos
gatos enamorados
discutiendo su amor en los tejados,
amándose a gritos y llantos,
a maldiciones, lagrimas y sonrisas
(de esas que hacen temblar el cuerpo de alegría)
Te quiero como
gata panza arriba
y me defiendo de huir,
de dejar esta pelea
de callejones y
noches sin hablarnos,
este amor que me marea,
que me llena de polen,
de fertilidad
y me anda en el día por la espalda
haciéndome cosquillas.
No me voy, no quiero irme, dejarte,
te busco agazapada
ronroneando,
te busco saliendo detrás del sofá,
brincando sobre
tu cama,
pasándote la cola por los ojos,
te busco desperezándome en la
alfombra,
poniéndome los anteojos para leer
libros de educación del hogar
y no andar chiflada y saber manejar la casa,
poner la comida,
asear los cuartos,
amarte sin polvo y sin
desorden,
amarte organizadamente,
poniéndole orden a este alboroto
de
revolución y trabajo y amor
a tiempo y destiempo,
de noche, de madrugada,
en el baño,
riéndonos como gatos mansos,
lamiéndonos la cara como gatos viejos y cansados
a los pies del sofá
de leer el periódico.
Te quiero como gata agradecida,
gorda de estar mimada,
te
quiero como gata flaca
perseguida y llorona,
te quiero como gata, mi amor,
como gata,
Gioconda,
como mujer,
te quiero.
Cómo pesa el amor
Noche cerrada
ciega en
el tiempo
verde como la luna
apenas clara entre las luciérnagas.
Sigo la huella de mis pasos,
el doloroso retorno a la sonrisa,
me
invento en la cumbre adivinada
entre árboles retorcidos.
Sé que algún
día
se alzarán de nuevo
las yemas recién nacidas
de mi rojo
corazón,
entonces, quizás,
oirás mi voz enceguecedora
como el canto
de las sirenas;
te darás cuenta
de la soledad;
juntarás mi arcilla,
el lodo que te ofrecí,
entonces tal vez sabrás
como pesa el amor
endurecido.
Como tinaja
En
los días buenos,
de lluvia,
los días en que nos quisimos
totalmente,
en que nos fuimos abriendo
el uno al otro
como cuevas
secretas;
en esos días, amor
mi cuerpo como tinaja
recogió toda el
agua tierna
que derramaste sobre mí
y ahora,
en estos días secos
en que tu ausencia duele
y agrieta la piel,
el agua sale de mis ojos
llena de tu recuerdo
a refrescar la aridez de mi cuerpo
tan vacío y
tan lleno de vos.
Conjuros de la memoria
No sé si un sol desmedido y burlón
me atravesará de punta a punta
cuando salten de mi pecho todos los gritos guardados
cuando se rompan las oscuridades
de mi perfecta catedral secreta
con el sostenido sonido del órgano medieval
ululando su voz de parto,
su alarido de queja y de tristeza.
Estoy como nací-desnuda-
mojada de lágrimas con el pelo chorreándome nostalgia
y un cansancio vetusto acomodado en mis huesos
y mientras me dejo ir en el humo,
viene su mano y me sostiene
y me levanta y me hace tronar de júbilo,
me zarandea las ganas de vivir,
me dice verde con ojos de monte
azul con el pelo espumoso de mar
estrella con las uñas brillantes
viento y sopla mi angustia y la desperdiga
y me hace nadar en el aire, retozar en los arroyos,
romper los relojes del tiempo,
borrar la huella de mis pequeños pecados
vueltos trascendentes por los oscuros designios
de su otro yo iracundo hermano de este duende iluminado
que me persigue en el sueño
en el que corro huyendo, siguiéndole yo a mi vez
juego de gato y ratón hasta que viene la lluvia
y la risa y volvemos a ser amantes helechos hojas atrapadas
en las correntadas de mayo y todo vuelve a empezar
cuando cruzamos lavados y nuevos
el umbral del paraíso.
De la mujer al hombre
Dios te hizo hombre para
mí.
Te admiro desde lo más profundo
de mi subconsciente
con una
admiración extraña y desbordada
que tiene un dobladillo de ternura.
Tus problemas, tus cosas
me intrigan, me interesan
y te observo
mientras discurres y discutes
hablando del mundo
y dándole una nueva
geografía de palabras
Mi mente esta covada para recibirte,
para pensar
tus ideas
y darte a pensar las mías;
te siento, mi compañero, hermoso
juntos somos completos
y nos miramos con orgullo
conociendo nuestras
diferencias
sabiéndonos mujer y hombre
y apreciando la disimilitud
de nuestros cuerpos.
Definición
Podríamos tener una
discusión sobre el amor.
Yo te diría que amo la curiosa manera
en que
tu cuerpo y mi cuerpo se conocen,
exploradores que renuevan
el más
antiguo acto del conocimiento.
Diría que amo tu piel y que mi piel te ama,
que amo la escondida
torre
que de repente se alza desafiante
y tiembla dentro de mí
buscando la mujer que anida
en lo más profundo de mi interior de hembra.
Diría también que amo tus ojos
que son limpios y que también me
penetran
con vaho de ternura o de preguntas.
Diría que amo tu voz
sobre todo cuando decís poemas,
pero también
cuando sonás serio,
tan preocupado por entender
este mundo tan ancho y
tan ajeno.
Diría que amo encontrarte
y sentir dentro de mí
una mariposa presa
aleteándome en el estómago
y muchas ganas de reírme
de la pura alegría
de que existía y estás,
de saber que te gustan las nubes
y el aire
frío de los bosques de Matagalpa.
Podríamos discutir si es serio
esto que te digo.
Si es una quemadura leve, de segundo,
tercer o
primer grado.
Si hay o no que ponerle nombre a las cosas.
Yo sólo una
simple frase afirmo
Te amo
Desafío a la vejezCuando yo
llegue a vieja
-si es que llego-
y me mire al espejo
y me cuente
las arrugas
como una delicada orografía
de distendida piel.
Cuando
pueda contar las marcas
que han dejado las lágrimas
y las
preocupaciones,
y ya mi cuerpo responda despacio
a mis deseos,
cuando vea mi vida envuelta
en venas azules,
en profundas ojeras,
y
suelte blanca mi cabellera
para dormirme temprano
-como corresponde-
cuando vengan mis nietos
a sentarse sobre mis rodillas
enmohecidas por
el paso de muchos inviernos,
sé que todavía mi corazón
estará
-rebelde- tictaqueando
y las dudas y los anchos horizontes
también
saludarán
mis mañanas.
En la doliente soledad del domingo...
Aquí estoy,
desnuda,
sobre las sábanas solitarias
de esta cama donde te deseo.
Veo mi cuerpo,
liso y rosado en el espejo,
mi cuerpo
que fue
ávido territorio de tus besos;
este cuerpo lleno de recuerdos
de tu
desbordada pasión
sobre el que peleaste sudorosas batallas
en largas
noches de quejidos y risas
y ruidos de mis cuevas interiores.
Veo mis pechos
que acomodabas sonriendo
en la palma de tu mano,
que apretabas como pájaros pequeños
en tus jaulas de cinco barrotes,
mientras una flor se me encendía
y paraba su dura corola
contra tu
carne dulce.
Veo mis piernas,
largas y lentas conocedoras de tus caricias,
que
giraban rápidas y nerviosas sobre sus goznes
para abrirte el sendero de
la perdición
hacia mi mismo centro,
y la suave vegetación del monte
donde urdiste sordos combates
coronados de gozo,
anunciados por
descargas de fusilerías
y truenos primitivos.
Me veo y no me estoy viendo,
es un espejo de vos el que se extiende
doliente
sobre esta soledad de domingo,
un espejo rosado,
un molde
hueco buscando su otro hemisferio.
Llueve copiosamente
sobre mi cara
y sólo pienso en tu lejano amor
mientras cobijo
con todas mis fuerzas,
la esperanza.
Eros es el agua
Entre tus piernas
el mar
me muestra extraños arrecifes
rocas erguidas corales altaneros
contra
mi gruta de caracolas concha nácar
tu molusco de sal persigue la
corriente
el agua corta me inventa aletas
mar de la noche con lunas
sumergidas
tu oleaje brusco de pulpo enardecido
acelera mis branquias
los latidos de esponja
los caballos minúsculos flotando entre gemidos
enredados en largos pistilos de medusa.
Amor entre delfines
dando
saltos te lanzas sobre mi flanco leve
te recibo sin ruido te miro entre
burbujas
tu risa cerco con mi boca espuma
ligereza del agua oxigeno de
tu vegetación de clorofila
la corona de luna abre espacio al océano
De
océano los ojos plateados
fluye larga mirada final
y nos alzamos desde
el cuerpo acuático
somos carne otra vez
una mujer y un hombre
entre
las rocas.
Es larga la tarde...
Es larga la tarde
como
el camino curvo hasta tu casa
por donde regreso arrastrando los pies
hasta mi cama sola
a dormir con tu olor engarzado en mi piel,
a dormir
con tu sombra.
Es larga la tarde
y el amor redondo como el gatillo de una pistola
me rodea de frente, de lado, de perfil.
El sueño pesa sobre mis hombros
y me acerca de nuevo a vos,
al huequito de tu brazo,
a tu respiración,
a una continuación infinita de la batalla
de sábanas y almohadas que
empezamos
y que pone risa
y energía
a nuestro cansancio.
Esta nostalgia
Este sueño que vivo,
esta nostalgia con nombre y apellido,
este huracán encerrado tambaleando
mis huesos,
lamentando su paso por mi sangre...
No puedo abandonar el
tiempo y sus rincones,
el valle de mis días
está lleno de sombras
innombrables,
voy a la soledad como alma en pena,
desacatada de todas
las razones,
heroína de batallas perdidas,
de cántaros sin agua.
Me
hundo en el cuerpo,
me desangro en las venas,
me bato contra el
viento,
contra la piel que untada está a la mía.
Qué haré con mi
castillo de fantasmas,
las estrellas fugaces que me cercan
mientras el
sol deslumbra
y no puedo mirar más que su disco
-redondo y amarillo-
la estela de su oro lamiéndome las manos,
surcándome las noches,
desviviéndome,
haciéndome desastres...
Me entregaré a los huracanes
para pasar de lejos por esa luz ardiendo.
Estoy muriéndome de frío.
Estoy viva como fruta madura...
Estoy viva
como fruta madura
dueña ya de inviernos y veranos,
abuela de los pájaros,
tejedora del viento navegante.
No se ha educado aún mi corazón
y, niña, tiemblo en los atardeceres,
me deslumbran el verde, las marimbas
y el ruido de la lluvia
hermanándose con mi húmedo vientre,
cuando todo es más suave y luminoso.
Crezco y no aprendo a crecer,
no me desilusiono,
ni me vuelvo
mujer envuelta en velos,
descreída de todo, lamentando su suerte.
No.
Con cada día, se me nacen los ojos del asombro,
de la tierra parida,
el canto de los pueblos,
los brazos del obrero construyendo,
la mujer
vendedora con su ramo de hijos,
los chavalos alegres marchando hacia el
colegio.
Si.
Es verdad que a ratos estoy triste
y salgo a los caminos,
suelta como mi pelo,
y lloro por las cosas más dulces y más tiernas
y
atesoro recuerdos
brotando entre mis huesos
y soy una infinita espiral
que se retuerce
entre lunas y soles,
avanzando en los días,
desenrollando el tiempo
con miedo o desparpajo,
desenvainando
estrellas
para subir más alto, más arriba,
dándole caza al aire,
gozándome en el ser que me sustenta,
en la eterna marea de flujos y reflujos
que mueve el universo
y
que impulsa los giros redondos de la tierra.
Soy la mujer que piensa.
Algún día
mis ojos
encenderán
luciérnagas.
Eva advierte sobre las manzanas
"Allí te quedo en el pecho,
por muchos años me goces"
C.M.R.
Con poderes de Dios
-centauro omnipotente-
me
sacaste de la costilla curva de mi mundo
lanzándome a buscar tu prometida
tierra,
la primera estación del paraíso.
Todo dejé atrás.
No oí lamentos, ni recomendaciones
porque en todo
el Universo de mi ceguera
solo vos brillabas
recortado sol en la
oscuridad.
Y así,
Eva de nuevo,
comí la manzana;
quise construir casa y
que la habitáramos,
tener hijos para multiplicar nuestro estrenado
territorio.
Pero, después,
sólo estuvieron en vos
las cacerías, los
leones,
el elogio a la soledad
y el hosco despertar.
Para mí solamente los regresos de prisa,
tu goce de mi cuerpo,
el
descargue repentino de ternura
y luego,
una y otra vez, la huida
tijereteando mi sueño,
llenando de lágrimas la copa de miel
tenazmente
ofrecida.
Me desgasté como piedra de río.
Tantas veces pasaste por encima de
mis murmullos,
de mis gritos,
abandonándome en la selva de tus
confusiones
sin lámpara, ni piedras para hacer fuego y calentarme,
o
adivinar el rumbo de tu sombra.
Por eso un día,
vi por última vez
tu figura recostada en el rojo
fondo de la habitación
donde conocí más furia que ternura
y te dije
adiós
desde el caliente fondo de mis entrañas,
desde el río de lava de
mi corazón.
No me llevé nada
porque nada de lo tuyo me pertenecía
-nunca me
hiciste dueña de tus cosas-
y saliste de mí
como salen -de pronto-
desparramados, tristes,
los árboles convertidos en trozas,
muertos ya,
pulpa para el recuerdo,
material para entretejer versos.
Fuiste mi Dios
y como Adán, también
me preñaste de frutas y
malinches,
de poemas y cogollos,
racimos de inexplicables
desconciertos.
Para nunca jamás
esta Eva verá espejismos de paraíso
o morderá
manzanas dulces y peligrosas,
orgullosas,
soberbias,
inadecuadas
para el amor.
Huelga
Quiero
una huelga donde vayamos todos.
Una huelga de brazos, piernas, de
cabellos,
una huelga naciendo en cada cuerpo.
Quiero una huelga
de obreros de palomas
de choferes de flores
de técnicos de niños
de médicos de mujeres.
Quiero una huelga grande,
que hasta el amor alcance.
Una huelga
donde todo se detenga,
el reloj las fábricas
el plantel los colegios
el bus los hospitales
la carretera los puertos.
Una huelga de ojos, de manos y de besos.
Una huelga donde respirar no
sea permitido,
una huelga donde nazca el silencio
para oír los pasos
del tirano que se marcha.
Luciérnagas
A las cinco de la tarde
Cuando el resplandor se queda sin brillo
Y el jardín se sumerge en el
último hervor dorado del día
Oigo el grupo bullicioso de niños
Que
salen a cazar luciérnagas.
Corriendo sobre el pasto
Se dispersan entre los arbustos,
Gritan
su excitación, palpan su deslumbre
Se arma un círculo alrededor de la
pequeña
Que muestra la encendida cuenca de sus manos
Titilando.
Antiguo oficio humano
Este de querer apagar la luz.
¿Te
acordás de la última vez que creímos poder iluminar
la noche?
El tiempo nos ha vaciado de fulgor.
Pero la oscuridad
Sigue
poblada de luciérnagas.
Mayo
No se marchitan los besos
como los malinches,
ni me crecen
vainas en los brazos;
siempre florezco
con esta lluvia interna,
como los patios verdes
de mayo
y río porque amo el viento y las nubes
y el paso del los pájaros
cantores,
aunque ande enredada en recuerdos,
cubierta de hiedra como las
viejas paredes,
sigo creyendo en los susurros guardados,
la fuerza de los caballos
salvajes,
el alado mensaje de las gaviotas.
Creo en las raíces innumerables de
mi canto.
Mi amor es así...
Mi amor es así,
como
este aguacero,
rebotando contra el pavimento,
pintando de verde el
campo,
tapa-cielos,
tenaz,
mójalo todo,
Se me riega por dentro
y lo siento latir en la yema de los dedos
cuando quiero tocarte
y no
te tengo cerca.
Como este aguacero, amor,
me vuelvo un montón de agua
entre tus brazos
ando desbocada por tu cauce
me hago arroyuelo en el
pelo de tu pecho.
Así como esta lluvia,
me desbordo en palabras
para contarte todos mis quehaceres,
para meterte en todos los rincones de
mi día,
en todos los aleros de mis horas.
Salto desde tus brazos,
como la lluvia que se derrama de los techos
y me duele la carne de querer
prolongarte
de querer florecer la semilla en mi vientre
y darte un
hijo hermoso y vital
como este invierno.
Mi amor es como un río caudaloso
Chorreándose en el cuerpo de mi hombre,
mi amor toca tambor y flauta
en las montañas de mi tierra,
dispara con ametralladora
su descarga de
besos.
Es un amor de guerra
con «adiós» y «nos vemos»
un amor con señales de humo
-a lo lejos-
un amor para llevarse en mochilas
para andar clandestino
por ciudades
y valles.
Es un amor para cantar victoria,
para llorar heridos
y
aprender de derrotas.
Mi amor es bien contento
aunque -a veces- me
haga brotar el llanto
es grande como la esperanza
y el valor de mi
pueblo;
tiene olores de finca
huele a tierra mojada y campo.
Mi
amor es fiero,
ardiente como la libertad,
no conoce de tiempo,
anda
dentro de mí
desbocado y rebelde.
Me ha llenado de luz
y lo llevo
cargado como un fusil al hombro
lloro y río por él
por este amor
hermoso,
claro, como tus ojos.
Nos casaremos en invierno
Nos casaremos ahora que
llueve a carcajadas.
Vos y yo y la tierra celebraremos juntos
el
verdor de los cuerpos,
el sexo de las flores,
el polen de la risa
y
todas las estrellas
que vienen confundidas
en la gota de lluvia.
Pondremos inviernos en el amor
para verlo crecer
al ritmo de las
plantas.
Uniremos las nubes
para formar el trueno,
uniremos la
tierra con el agua.
Nos casaremos con el cielo cerrado,
cuando suenen
los techos
como ametralladoras
y el canto de las ranas
suba desde
el jardín
junto con un cortejo de hormigas voladoras.
Nos casaremos
sin sombrillas, amor,
con la cabeza descubierta,
en un patio mojado,
oloroso de tierra,
sin otra sed más que la del uno por el otro,
con la
ropa empapada,
juntando nuestros quehaceres
para que se venga el
temporal
que lo va a lavar todo,
como la lluvia, amor, de cuando nos
casemos.
Partirás otra vez...
Partirás otra vez
porque
la tierra llama
con la fuerza de una mujer desamparada.
Partirás otra
vez, mi amor,
porque es allá
donde la vida de tantos se resuelve.
Allá te espera la esperanza,
la lucha sin cuartel.
Allá son los
desvelos
y el reto de un tiempo sin medida
tratando de saltar al paso
de la historia.
Anda, mi amor,
anda con esos brazos que me abrazan,
con esa boca que me besa,
a chorrear fuego, amor,
a llevar esa fuerza
a la tierra desde donde salimos
a la tierra que amamos.
Anda, mi amor,
yo voy también aunque me quede lejos
y estaré allí con vos
en el
viento y la lluvia,
en el calor del medio día,
en las tapitas de
dulce,
en las chicharras y en los grillos,
en el peligro,
allí por
donde andes,
andaré yo,
entre la tierra y tu sombra
habrá una mujer
acariciándote.
Peceras de amor
Nuestros cuerpos de peces
se deslizan uno al lado del otro.
Tu piel acuática nada en el sueño
junto a la mía
y brillan tus escamas en la luz lunar
filtrándose por
las rendijas.
Seres traslúcidos flotamos
confinados al agua de
nuestros alientos confundidos.
Aletas de piernas y brazos se rozan en la
madrugada
en el oxígeno y el calor
que sube de las blancas algas
con que nos protegemos del frío.
En algún momento de la corriente
nos
encontramos
lúcidos peces se acercan a los ojos abiertos
peces
sinuosos reconociéndose las branquias agitadas.
Muerdo el anzuelo de tu
boca
y poco después despierto
pierdo la aleta dorsal
las
extremidades de sirena..
Pequeñas lecciones de erotismo
I
Recorrer un cuerpo en su extensión de vela
es dar la vuelta al mundo
Atravesar sin brújula la rosa de los vientos
islas golfos penínsulas
diques de aguas embravecidas
no es tarea fácil -si placentera-
No creas hacerlo en un día o noche
de sábanas explayadas.
Hay secretos en los poros para llenar muchas
lunas
II
El cuerpo es carta astral en lenguaje cifrado.
Encuentras un astro y
quizá deberás empezar
a corregir el rumbo cuando nube huracán
o aullido profundo
te pongan estremecimientos.
Cuenco de la mano
que no sospechaste
III
Repasa muchas veces una extensión
Encuentra el lago de los nenúfares
Acaricia con tu ancla el centro del lirio
Sumérgete ahógate distiéndete
No te niegues el olor la sal el azúcar
Los vientos profundos
cúmulos nimbus de los pulmones
niebla en el cerebro
temblor de las
piernas
maremoto adormecido de los besos
IV
Instálate en el humus sin miedo
al desgaste sin prisa
No quieras alcanzar la cima
Retrasa la
puerta del paraíso
Acuna tu Angel caído
revuélvele la espesa cabellera
con la espada de fuego usurpada
Muerde la manzana
V
Huele
Duele
Intercambia miradas saliva impregnante
Da vueltas
imprime sollozos piel que se escurre
Pie hallazgo al final de la pierna
Persíguelo busca secreto del paso forma del talón
Arco del andar bahías
formando arqueado caminar
Gústalos
VI
Escucha caracola del oído
como gime la humedad
Lóbulo que se acerca al
labio sonido de la respiración
Poros que se alzan formando diminutas
montañas
Sensación estremecida de piel insurrecta al tacto
Suave
puente nuca desciende al mar pecho
Marea del corazón susúrrale
Encuentra la gruta del agua
VII
Traspasa la tierra del fuego la buena esperanza
Navega loco en la juntura
de los océanos
Cruza las algas ármate de corales ulula gime
Emerge con
la rama de olivo
Llora socavando ternuras ocultas
Desnuda miradas de asombro
Despeña el sextante desde lo alto de la pestaña
Arquea las cejas abre
ventanas de la nariz
VIII
Aspira suspira
Muérete un poco
Dulce lentamente muérete
Agoniza
contra la pupila extiende el goce
Dobla el mástil hincha las velas
Navega dobla hacia Venus
estrella de la mañana
-el mar como un vasto
cristal azogado-
Duérmete náufrago.
Permanencia
Duro decir:
Te amo,
mira cuánto tiempo, distancia y pretensión
he
puesto ante el horror de esa palabra,
esa palabra como serpiente
que
viene sin hacer ruido, ronda
y se niega una, dos, tres, cuatro, muchas
veces,
ahuyentándola como un mal pensamiento,
una debilidad,
un
desliz,
algo que no podemos permitirnos>
-ese temblor primario
que nos acerca al principio del mundo,
al
lenguaje elemental del roce o el contacto,
la oscuridad de la caverna,
el hombre y la mujer
lamiéndose el espanto del estruendo-
Reconocer
ante el espejo,
la huella
la ausencia de cuerpos
entrelazados hablándose.
Sentir que hay
un amor feliz
enjaulado a punta de razones,
condenado a morir de inanición,
sin darse a nadie más
obseso de un
rostro inevitable.
Pasar por dias
de levantar la mano,
formar el gesto del
reencuentro y arrepentirse.
No poder con el miedo,
la cobardía,
el
temor al sonido de la voz.
Huir como ciervo asustado del propio corazón,
vociferando un nombre en el silencio
y hacer ruido,
llenarse de otras
voces,
sólo para seguirnos desgarrando
y aumentar el espanto
de
haber perdido el cielo para siempre.
Permanencia de los jardines
a Carlos
En el enrevesado espeso matorral de mis floraciones
has laborado embriagado de almizcles.
No hay almácigo desperdiciado en
este amor
donde a diario te desafío
a que encuentres el brote más
reciente.
Nunca dije que sería un jardín de senderos bien delineados.
Me constituí como un jardín tropical y húmedo
con especies imposibles de
clasificar
pues siempre quise poner a prueba tus intenciones de
jardinero
domador de plantas y exterminador de plagas.
Te he asaltado
por los cuatro costados con enredaderas
tumultuosas
Y hueledenoches de belleza mortífera
Y he abierto hojas
como alas de sueños selváticos en los
árboles plácidos
que sembraste alrededor de la casa.
En tu alcoba de
macho cabrío introduje violetas africanas
y rodeé de jazmines indios los
bordes de tus infranqueables
ventanas
-esas que ahora el perfume traspasa con ruido de vidrios
rotos-
¡Qué bien has soportado, mi amante, amadísimo, cuanta
prueba te puse!
Dócil jamás, crezco ahora sin embargo sobre el techo de
la casa
Y abrazo esta dulce, fogosa extensión que habitamos
La
defiendo con cercos de espinas
Instalo surtidores
Para que no la
marchite
Ni la más cruel de las estaciones.
Profundo amor
Profundo amor
nacido a
ras del arco
arco tendido contra lo imposible
tu voz de cueva se
extendió en mi cuenco
cabalgaste flechas hasta el mismo centro
El tiempo nos lanzó de lado a lado
trazos redondos surcando paralelos
espacios
coincidimos desafiando las leyes deletreadas
infringiendo
barreras quebrantadas al tacto
Tiempos feroces no nos devoraron
jugando a niños llegamos a la cópula
llegamos al principio de los vientos
al íntimo recodo del común aposento
Profundo amor compañero de
llamas
compañero del agua de ternuras sin nombre
jinete de mis sueños
de mis piernas al alba.
Quiero
Quiero tener ese hijo tuyo,
amor.
Dárteme desde dentro de mi vientre
en una nueva prolongación de
tu inmortalidad.
mostrarte hasta dónde puede crecer mi vida,
como un
árbol,
si tú la riegas;
hasta dónde puedo llegar a dárteme
en todas
las formas,
en todos los momentos conscientes e inconscientes,
llegar
a ser tu río, tu sombra,
la almohada suave donde apoyar tu cabeza,
el
viento, el mar,
la risa, la mañana,
tu cama, tu suelo,
tu mujer.
Recorriéndote
Quiero morder tu carne,
salada y fuerte,
empezar por tus brazos hermosos
como ramas de ceibo,
seguir por ese pecho con el que sueñan mis sueños
ese pecho-cueva donde
se esconde mi cabeza
hurgando la ternura,
ese pecho que suena a
tambores y vida continuada.
Quedarme allí un rato largo
enredando mis
manos
en ese bosquecito de arbustos que te crece
suave y negro bajo mi
piel desnuda
seguir después hacia tu ombligo
hacia ese centro donde te
empieza el cosquilleo,
irte besando, mordiendo,
hasta llegar allí
a
ese lugarcito
-apretado y secreto-
que se alegra ante mi presencia
que se adelanta a recibirme
y viene a mí
en toda su dureza de macho
enardecido.
Bajar luego a tus piernas
firmes como tus convicciones
guerrilleras,
esas piernas donde tu estatura se asienta
con las que
vienes a mí
con las que me sostienes,
las que enredas en la noche
entre las mías
blandas y femeninas.
Besar tus pies, amor,
que tanto
tienen aun que recorrer sin mí
y volver a escalarte
hasta apretar tu
boca con la mía,
hasta llenarme toda de tu saliva y tu aliento
hasta
que entres en mí
con la fuerza de la marea
y me invadas con tu ir y
venir
de mar furioso
y quedemos los dos tendidos y sudados
en la
arena de las sábanas.
Reglas de juego para los hombres que quieran amar a mujeres mujeres
I
El hombre que me ame
deberá saber descorrer las cortinas de la piel,
encontrar la profundidad de mis ojos
y conocer lo que anida en mí,
la
golondrina transparente de la ternura.
II
El hombre que me ame
no querrá poseerme como una mercancía,
ni exhibirme como un trofeo de caza,
sabrá estar a mi lado
con el
mismo amor
conque yo estaré al lado suyo.
III
El amor del hombre que me ame
será fuerte como los árboles de
ceibo,
protector y seguro como ellos,
limpio como una mañana de
diciembre.
IV
El hombre que me ame
no dudará de mi sonrisa
ni temerá la
abundancia de mi pelo,
respetará la tristeza, el silencio
y con
caricias tocará mi vientre como guitarra
para que brote música y alegría
desde el fondo de mi cuerpo.
V
El hombre que me ame
podrá encontrar en mí
la hamaca donde
descansar
el pesado fardo de sus preocupaciones,
la amiga con quien
compartir sus íntimos secretos,
el lago donde flotar
sin miedo de que
el ancla del compromiso
le impida volar cuando se le ocurra ser pájaro.
VI
El hombre que me ame
hará poesia con su vida,
construyendo
cada día
con la mirada puesta en el futuro.
VII
Por sobre todas las cosas,
el hombre que me ame
deberá amar
al pueblo
no como una abstracta palabra
sacada de la manga,
sino
como algo real, concreto,
ante quien rendir homenaje con acciones
y
dar la vida si es necesario.
VIII
El hombre que me ame
reconocerá mi rostro en la trinchera
rodilla en tierra me amará
mientras los dos disparamos juntos
contra
el enemigo.
IX
El amor de mi hombre
no conocerá el miedo a la entrega,
ni
temerá descubrirse ante la magia del enamoramiento
en una plaza llena de
multitudes.
Podrá gritar -te quiero-
o hacer rótulos en lo alto de los
edificios
proclamando su derecho a sentir
el más hermoso y humano de
los sentimientos.
X
El amor de mi hombre
no le huirá a las cocinas,
ni a los
pañales del hijo,
será como un viento fresco
llevándose entre nubes de
sueño y de pasado,
las debilidades que, por siglos, nos mantuvieron
separados
como seres de distinta estatura.
XI
El amor de mi hombre
no querrá rotularme y etiquetarme,
me
dará aire, espacio,
alimento para crecer y ser mejor,
como una
Revolución
que hace de cada día
el comienzo de una nueva victoria.
Se van tus manos sobre mi mirada...Se van tus
manos sobre mi mirada
la sostienes, la sueltas.
Embistes mi hombro
izquierdo,
lo sitias desde el cuello,
lo asaltas con las flechas de tu
boca.
Embistes mi hombro izquierdo
feroz y dulcemente a dentelladas.
con su modo redondo
de hacer pasar el tiempo entre los besos
y somos
dos volutas de humo
flotando en el espacio
llenándolo con chasquidos y
murmullos
o suavemente quedándonos callados
para explorar el secreto
profundo de los poros
para penetrarlos en un afán de invasión
de
descorrer la piel
y encontrar nuestros ojos
mirándonos desde la
interioridad de la sangre.
Hablamos un lenguaje de jeroglíficos
y me
vas descifrando sin más instrumentos
que la ternura lenta de tus manos,
desenredándome sin esfuerzo,
alisándome como una sábana recién planchada,
mientras yo te voy dando mi universo;
todos los meteoritos y las lunas
que han venido gravitando en la órbita de mis sueños,
mis dedos llenos
del deseo de tocar las estrellas
los soles que habitan en mi cuerpo.
Una mansa sonrisa empieza a subirme por los tobillos,
se va riendo en mis
rodillas
sube recorriendo mi corteza de árbol
llenándome de capullos
reventados de gozo transparente.
El aire que sale de mis pulmones va
risueño
a vivir en el viento de la noche
mientras de nuevo embistes mi
hombro izquierdo,
feroz
y dulcemente
a dentelladas.
Sencillos deseos
Hoy quisiera tus dedos
escribiéndome historias en el pelo,
y quisiera besos en la espalda,
acurrucos, que me dijeras
las
más grandes verdades
o las más grandes mentiras,
que me dijeras por ejemplo
que soy
la mujer más linda,
que me querés mucho,
cosas así, tan sencillas, tan repetidas,
que me delinearas el rostro
y me quedaras viendo a los ojos
como si tu vida entera
dependiera de que los míos sonrieran
alborotando todas las gaviotas en la espuma.
Cosas quiero como que
andes mi cuerpo
camino arbolado y oloroso,
que seas la primera lluvia del invierno
dejándote caer despacio
y luego en aguacero.
Cosas quiero, como
una gran ola de ternura
deshaciéndome un ruido de caracol,
un cardumen de peces en la boca,
algo de eso frágil y desnudo,
como una flor a punto de entregarse
a la primera luz de la mañana,
o simplemente una semilla, un árbol,
un poco de hierba.
Signos
Es el amor; tendré que ocultarme o huir.
Jorge Luis Borges
Lento,
violento,
rumoroso
temblor
de hojas
en la intrincada selva de mis espinas.
Invasión de ternura en los huesos.
Ola dulce de agua
reventándome en
el fondo del pecho,
encrespándose
y volviendo a extenderse
espuma
sobre mi corazón.
Es el amor con su viento
cálido,
lamiendo insistente la playa sola de mi noche.
Es el amor con
su largo ropaje de algas,
enredándome el nombre, el juicio, los
imposibles.
Es el amor salitre, húmedo,
descargándose contra la roca
de mi ayer impávida dureza.
Es la marea subiendo lentamente
las
esquinas de piedra de mis manos.
Es el espacio con su frío
y el
vientre de mi madre palpitando su vida en el silencio.
Es el grupo de
árboles en el atardecer,
el ocaso rojo de azul,
la luna colgada como
fruta en el cielo.
Es el miedo terrible,
el pavor de abrir la puerta
y unirse a la caravana
de estrellas persiguiendo la luz
como
nocturnas, erráticas mariposas.
Es la tiniebla absoluta
o la más
terrible y blanca nova del Universo.
Es tu voz como soplo
o el ruido
de días ignorando los rumbos de tu existencia.
Es esa palabra conjuro de
todas las magias,
látigo sobre mi espalda tendida al filo del sol,
desencajando el tiempo con sus letras recónditas,
desprendida del azar y
de la lógica,
loca palabra, espada,
torbellino revolviéndome tibias
memorias
apaciblemente guardadas en el desván de los sueños,
estatuas
que de pronto se levantan y hablan,
duendes morados saliendo de todas las
flores,
silbando música de tambor de guerra,
terribles con sus largos
zapatos puntudos,
burlándose de mí
que, inútilmente,
cavo tenaz,
enfurecida, incapaz,
llorando en mi espanto,
esta última trinchera.
Sin título
La mañana se despierta
húmeda y vegetal
todavía sin poder sacudirse la lluvia nocturna
que sigue lamiendo sus bordes.
Me levanto aturdida
sintiendo aún el calor reciente de tu cuerpo
y el abrazo que cercó mi sueño.
Estoy impregnada de tu respiración
del conocimiento epidérmico y espeso del amor.
Mi piel está grabada con tus señales
y no hay viento ni agua que pueda lavarlas
sin dejar mi nombre borroso, desteñido y sin sonrisa.
Te has plantado como roca en mi playa de estrellas de mar y caracolas,
dándole un nuevo sonido a las olas
que revientan contentas su canción salada
en el ámbito de mi cuerpo.
Te busco
Sola yo, amor,
y vos
quién sabe dónde;
tu recuerdo me mece como al maíz el viento
y te
traigo en el tiempo,
recorro los caminos,
me río a carcajadas
y
somos los dos juntos
otra vez,
junto al agua.
Y somos los dos
juntos
otra vez,
bajo el cielo estrellado
en el monte,
de
noche.
Yo, amor, he aprendido a coser con tu nombre,
voy juntando mis
días, mis minutos, mis horas
con tu hilo de letras.
Me he vuelto
alfarera
y he creado vasijas para guardar momentos.
Me he soltado en
tormenta
y trueno y lloro de rabia por no tenerte cerca,
en viento me
he cambiado,
en brisa, en agua fresca
y azoto, mojo, salto
buscándote en el tiempo
de un futuro que tiene
la fuerza de tu fuerza.
Te duermes
Te duermes a mi lado.
Caes silenciosamente en ese mundo
donde yo puedo ser alguna remota conocida,
una compañera de banca de
parque o la amante
que acabas de dejar para evadirte a esa región donde, mutuamente,
nos privamos de la palabra.
Me conmueve verte dormido,
hundido en las sabanas
con el abandono del sueño, enigmáticamente
encerrado en tu cuerpo.
También yo me dormiré y
entonces quizás te despiertes
y pienses esto que yo estoy pensando, tal
vez
me imaginarás enredada en algún árbol enmarañado
de los que sabes que me encantan y me quieras alcanzar tocándome,
sacándome del mutismo de estación
de radio apagada, volviéndome a traer
hacia tu lado,
hacia el amor que nos dio el sueño.
Te escribo, Sergio
Te escribo, Sergio
desde
la soledad
del mediodía asoleado y desnudo
mientras azota el viento
y estoy, gatunamente,
enrollada en la cama
donde anoche te quise y me
quisiste
entre tiempos, sonrisas y misterios.
Va quedando lejano
el mundo que existía antes de conocerte
y va
naciendo un nido de palabras y besos,
un nido tembloroso de miedo y
esperanza
donde a veces me siento retozando entre trinos,
y otras
veces me asusto,
abro los ojos y me quedo quieta,
pensando en este
panal de miel
que estamos explorando,
como un hermoso, hipnotizante
laberinto,
donde no hay piedritas blancas,
ni mágicos hilos
que nos
enseñen el camino de regreso.
Te veo como un temblor...
Te veo como un temblor
en el agua.
Te vas,
te venís,
y dejás anillos en mi imaginación.
Cuando estoy con vos
quisiera tener varios yo,
invadir el aire que respiras,
transformarme
en un amor caliente
para que me sudés
y poder entrar y salir de vos.
Acariciarte cerebralmente
o meterme en tu corazón y explotar
con cada uno de tus latidos.
Sembrarte como un gran
árbol en mi cuerpo
y cuidar de tus hojas y tu tronco,
darte mi sangre
de savia
y convertirme en tierra para vos.
Siento un aliento
cosquilloso
cuando estamos juntos,
quisiera convertirme en risa,
llena de gozo,
retozar en playas de ternuras
recién descubiertas,
pero que siempre presentí,
amarte, amarte
hasta que todo se nos olvide
y no sepamos quién es quién.
Textura de sueño
No he visto el día
más que a través de tu ausencia
de tu ausencia
redonda que envuelve mi paso agitado,
mi respiración de mujer sola.
Hay que están hechos para morirse o para llorar,
días poblados de
fantasmas y ecos
en los que ando sobresaltada,
pareciéndome que el
pasado va a abrir la puerta
y que hoy será ayer,
tus manos, tus ojos,
tu estar conmigo,
lo que hace tan poco era tan real
y ahora tiene la
misma
textura del sueño.
Todo sea por el amorTantas cosas
he hecho por vos
que tengo que cuidar
que su recuento no te suene a
reclamo;
porque todo ha sido hecho en virtud del amor
y los relámpagos
y ciclones que solté
de la caja de Pandora
que un día me pusiste en
las manos
sí es verdad que han dolido,
que muchas veces me han
arrancado piel de la raíz
y me han hecho buscarme el corazón
con miedo
a no encontrar su pasito de soldado
han sido mi propia, soberana
decisión,
mi perdición, mi gozo,
por los que me he conocido más mujer
capaz de escaladas, acrobacias,
tenacidad de burra rentada,
por los
que he recorrido sendas ignotas,
mareada por el olor tan cercano de la
felicidad
y te he buscado detrás de gestos y puertas
y hasta de la
manera de abandonar tu ropa
y cuando te he encontrado
me he abierto de
par en par
como jaula repleta de ruiseñores
y he sabido también cómo
se siente
tener un astro deslumbrante en las entrañas.
No quiero,
pues, equivocarme con reclamos;
me hago responsable del sol y de la
sombra,
pero, ay amor, cómo me duele
que estando yo en tu espacio
como estrella errabunda
fieramente colgada por vos en tu Universo,
no
me hayás descubierto elresplandor;
no me hayás habitado,
tomado
posesión de mi luz
y sólo te hayás atrevido
a palparme
-como un
ciego-
en la oscuridad.
Y...
Y va naciendo
el
pretexto para decir tu nombre
en la noche remojada,
tierna y húmeda
como la flor de grandes ojos abiertos
y pétalos palpitantes
en la que
me envolví
en lo más profundo del sueño,
para dibujar tu nombre
en
todos los rincones
donde he vivido y viviré
hasta que me lleve el
viento,
como semilla,
a dar flor a tierras desconocidas
y me
encarne quizás en la niña
que oirá historias
en las tardes iguales de
Nicaragua
con el olor a tierra naciendo,
urdiendo en sus entrañas
la vida verde del trópico lujurioso
como yo, como vos,
como las hojas
en que nos envolvimos
cuando nos arrojaron del paraíso.
Y Dios me hizo mujer
Y Dios me hizo mujer,
de pelo largo,
ojos, nariz y boca de mujer.
Con curvas
y pliegues
y suaves hondonadas
y me cavó por dentro,
me hizo un
taller de seres humanos.
Tejió delicadamente mis nervios
y balanceó
con cuidado
el número de mis hormonas.
Compuso mi sangre
y me
inyectó con ella
para que irrigara
todo mi cuerpo;
nacieron así las
ideas,
los sueños,
el instinto.
Todo lo creó suavemente
a
martillazos de soplidos
y taladrazos de amor,
las mil y una cosas que
me hacen mujer todos los días
por las que me levanto orgullosa
todas
las mañanas
y bendigo mi sexo.
Yo soy tu indómita gacela...
Yo soy tu indómita gacela,
el trueno que rompe la luz sobre tu pecho
Yo soy el viento desatado
en la montaña
y el fulgor concentrado del fuego del ocote.
Yo caliento tus noches,
encendiendo volcanes en mis manos,
mojándote los ojos con el humo de
mis cráteres.
Yo he llegado hasta vos vestida de lluvia y de recuerdo,
riendo la
risa inmutable de los años.
Yo soy el inexplorado camino,
la claridad que rompe la tiniebla.
Yo pongo estrellas entre tu piel y la mía
y te recorro entero,
sendero tras sendero,
descalzando mi amor,
desnudando mi miedo.
Yo soy un nombre que canta y te enamora
desde el otro lado de la luna,
soy la prolongación de tu sonrisa y tu cuerpo.
Yo soy algo que
crece,
algo que ríe y llora.
Yo,
la que te quiere.