"¿Y quién me ha de olvidar, si tú me amas?
Seguramente, tú... seguramente..."
"Sophistication"
Harry Wilson
Reseña biografica
Poeta español nacido en Bilbao
en 1919.
Licenciado en Derecho por la Universidad de Deusto, ha dedicado
gran parte de su vida a la literatura
destacándose como crítico de arte y de teatro en la prensa y revistas
importantes de su país. Dirigió el Museo
de Bellas Artes de Bilbao, y fue reconocido como uno los grandes poetas
bilbaínos.
Obtuvo inicialmente el accésit del Premio Adonais en
1950 y luego el mismo premio en el año de 1955
por su obra "Hombre en forma de elegía".
De su obra poética se
destacan, además, "Habitada claridad" en 1951, "Fiesta nacional"
en 1951, y
"Pinturas y escrituras" en 1994.
Falleció en agosto de 2009. ©
A una mejilla blanca
Ahora, sí
Beso
El soneto de la voz más suave
Epitafio
Estoy
M. E
Mala es mi sombra, mala...
Mi edad media
Muchacha
Nada
Seguramente
Seguro otoño
Sesión continua
Vida
A una mejilla blanca
( Madrigal póstumo )
Lento el carmín, cayó
de su mejilla.
Ya se apagó ese pétalo de fuego.
Ya no es la sangre
más desasosiego
que el de saberse quieta y amarilla.
Aquella de antes, ágil y sencilla,
es esta dura realidad de
luego.
Jugó la rosa a terminar. Yo juego
a lamentar su lenta
maravilla.
Ahora todo es igual de diferente:
la llamarán como antes la
llamaban,
la olvidarán inolvidablemente...
En un principio fue lo que se acaba.
Sigue siendo lo mismo.
Solamente
que ya no está una rosa donde estaba.
Ahora, sí
Ejercicios de amor, los que ahora hago,
y los que hacen conmigo.
Sacrificios
sin duda, y de dudosos beneficios.
Hoy, mérito es
amar. Ayer, halago.
Antes, cuando los cisnes sobre el lago,
amante era el mejor de
los oficios.
La humanidad, delicias y delicios
pagándose con
besos. No era pago.
Dichosa aquella edad, pero se acaba,
y el aquel -nunca más-- de
todo ello...
Se amaba, ¿de verdad?, pero se amaba.
Porque el labio era rojo y era bello,
deseaba, buscaba, y lo
besaba.
¡Y amor, Dios mío, amor llamaba a aquello...!
Beso
Aquel clavel que abrió tu llamarada...
Aquella inolvidable
quemadura...
Aquella doble y única locura,
¡ay!, maravilla fue,
mas será nada.
Recordaré el clamor de tu mirada.
Recordará tu voz mi mordedura,
mas se deshojará mi dentadura
sobre el otoño de mi boca helada.
Ese beso me pesa gravemente.
Ha de caer a tierra por mi peso,
pero puedo y te amo todavía.
Y en los alrededores de mi frente
tendrá la maravilla de aquel
beso
su consulado de melancolía.
El soneto de la voz más suave
( Madrigal
decadente )
Esa garganta en que su voz habita,
adelgazada, amor en lo que
cabe,
ni es comparable a nada ni se sabe
con qué vecinos pájaros
limita.
Y si, a tal perfección, trino imita,
podría tutearse con el ave
este soneto de la voz más suave.
si su más suave voz me lo recita.
Su voz tan suave apenas si se siente.
Como suelen soñar los
aburridos,
sueño un morir poético y consciente.
Primero han de morir otros sentidos.
Yo bien lo sé:
definitivamente
la muerte me arrastrará por sus oídos.
Epitafio
Dos
perfiles, son dos, en el inerte
yacer del afilado caballero,
pero
un solo perfil, el verdadero,
haciendo la moneda de su muerte.
Moneda del vivir -azar y suerte-
ya jugó su caer triste y
austero,
y ahí está el amante más sincero
esperando un amor que lo
despierte.
Ya en línea y trazos fieles se resume
su enérgico morir tan
delicado,
de amante que en olvidos se consume.
Qué fragancia de besos que no ha dado.
Oh valeroso y único
perfume.
Oh, el morir en olor de enamorado.
Estoy
La escalera del viento hacia Tu altura,
se deshace en mis pies, y
yo no puedo
subir, oh Dios, y sin subir, me quedo
flotando como
pluma a la ventura.
¿En dónde estoy, oh Dios, o en qué postura
pondré mi vida, o
cómo desenredo
los hilos de mi ansia, y me hallo, y cedo
-a quién,
mi Dios- mi peso de amargura?
Así impaciente, por llegar, me estiro,
y me rompo la vida, y más
me afano,
y arriba voy volando en un suspiro...
Mas Tu cielo es un velo tan lejano...
¿En dónde estoy, mi Dios, en dónde? Y miro,
y estoy sobre 1a palma de Tu mano.
M. E.
Queridísima y diestra
profesora
de mi difícil corazón inquieto,
¿podrías restaurarme este soneto
que, amarillento, tu atención
implora?
Mira cómo mi voz se decolora,
cómo se ha oscurecido este
cuarteto.
Un tratamiento mágico y discreto
recompondría su esbeltez sonora.
Discretísima, docta criatura,
pasas como una tenue veladura
sobre mi corazón y sus pesares...
Pasas tus manos sabias, cuidadosas.
Imperceptibles,
diminutas rosas,
yo beso en mí tus huellas dactilares.
Mala es mi sombra, mala...
Mala es mi sombra,
mala. ¿Me convino
nacer? Pero nací. O así lo cuentan.
Y si me busco en mí, mis manos tientan
una pared al fondo de un camino.
Yo soy un ser nacido a contra sino.
Los hombres formidables me lamentan.
Aumentan segurísimos, y aumentan
mis posibilidades de asesino.
Soy una solución que siempre yerra.
(Siguen en pie la muerte y sus baluartes.)
Un hospital en medio de una guerra.
Me llamo trece, y me apellido martes.
Pero sé lo que soy: algo de tierra
rodeada de Dios por todas partes.
Mi edad media
Esos rostros románicos inmóviles, iguales
en sus ojos redondos, ¿sabemos lo que vieron?
Telarañas de siglos hasta que aparecieron
los rostros delicados de cejas ojivales.
Considero mi vida, repaso sus anales.
Pregunté a los tomistas y no me respondieron.
¿Cuál fue el aquel de aquellas matanzas que se hicieron
hasta que se inventaron las muertes naturales?
Piadosamente olvido mis siglos infantiles,
aquel cumplir diciembres pero jamás abriles,
aquel ir a la guerra tan triste de Mambrú.
Amor cortés, el mío, aunque en mis escrituras
se me hayan prolongado las edades oscuras:
hasta mi siglo veinte, no apareciste
Muchacha
Esa boca después, esa burbuja
de una sangre que hoy hierve
alborotada...
Esos ojos después, esa mirada
que ha incendiado al
clavel, y lo dibuja...
Y el corazón después, que hoy late y puja...
La mariposa de su
vida... Nada...
Después la muerte, digo, despiadada,
la clavará a
la nada con su aguja.
Esa boca, esa voz... Aquel invento
de clavar mariposas al olvido,
es así de feroz como lo cuento.
Y contaré lo hermosa que hayas sido,
que parecías tú, que fue un
momento,
muchacha fría ya y sin parecido.
Nada
También en los supuestos de la nada,
el amor se presiente en la
querella
de una futura creación: doncella
sabiéndose fecunda,
recreada.
Antes de ser mi vida inaugurada,
fui barro enamorado de una
huella,
de un talle vegetal, de alguna estrella...
Yo estoy hecho
de tierra enamorada.
Y enamorado estoy de ti, y sustento
este amor enraizado y
presentido
más allá de la vida y el momento.
Enamorado sin haber nacido,
y ahora tan muerto y nada, que
presiento
la tierra enamorada que ya he sido.
Seguramente
Seguramente tú porque tú eres
una nube que pasa, un puro río,
y yo
tengo una sed, y un cielo frío,
seguramente como tú prefieres.
Como los quieres tú, como los hieres,
seguramente es cierto que te
ansío,
y es todo cierto, sí, ¿ verdad, bien mío?
seguramente,
cuando tú me quieres.
Cuando en mi vida -río- te derramas,
seguramente sé -adiós
torrente-
que alguien me ha de olvidar. Y tú me llamas,
y me
has de amar apasionadamente.
¿Y quién me ha de olvidar, si tú me
amas?
Seguramente, tú, seguramente.
Seguro otoño
¿Qué será del amor, cuando estas manos
que acariciaron, vivas, la
belleza,
no sean más que hierba en la maleza
de la muerte y la
nada?... Gestos vanos
con que mi muerte avise a los humanos
que la vida termina cuando
empieza...
Oh aquella breve y cálida pereza
con que toqué sus
frutos más lozanos.
Esas caricias son pecado grave.
Pero hombre impertinente soy, lo
sabe
el corazón, notario de mis besos.
La carne en flor aún, y en esperanza...
Y la tormenta de la
muerte avanza
a punto ya de deshojar mis huesos.
Sesión continua
Volveremos al Roxy y al Astoria,
a los ingenuos nombres del pasado.
En la sesión vermuth está atrapado
el final -no lo cuentes- de mi historia.
Hoy estrena recuerdos la memoria.
De cine es y será cómo te he amado.
Por el deseo estoy encañonado
junto a ti. No tenía escapatoria.
No tenía razón estar a oscuras,
estar luchando nuestras calenturas
en una fría y desigual batalla.
Sinceros de tan puros insinceros,
pues éramos los labios verdaderos
del beso que tapaba la pantalla.
Vida
Yo no sé ya si soy, ni sé si era
el hombre que no amaba, ni si he
sido
sin amor, como un muerto que ha vivido
esperando nacer cuando
se muera.
No sé si estaba en mí, si estaba fuera,
ni de dónde ni cómo
me ha venido,
pero sé que está aquí, que me ha nacido
la muerte de
vivir porque te quiera.
Oh muerte en el amor, oh vida nueva,
oh moribunda flor definitiva
que el ritmo de mi pulso me comprueba.
Oh vida de esta muerte decisiva
que yo sé que me arrastra, que me
lleva,
que llevaré esta muerte mientras viva.