"...Otras me amaron más, y,
sin embargo,
a ninguna la quise como a ella..."
"Tumblers"
Pablo Picasso
Reseña biografica
Poeta cubano
nacido en Cienfuegos en 1910 y fallecido en el exilio, en Santo Domingo en
1982.
Publicó su primer libro de poesias a los 22 años de edad y continuó
con una producción constante que se difundió
ampliamente por todos los países de habla hispana. Entre sus libros más
conocidos, se cuentan «La Fuga de las Horas»,
«Oasis», y «Poeta Enamorado». ©
Amor insatisfecho
Amor prohibido
Amor tardío
Arte poética
Canción a la mujer lejana
Canción de la noche sola
Canción del amor lejano
Canción para la esposa ajena
Carta a Usted
Carta sin fecha
Crepúsculo
El pozo
seco
Elegía lamentable
Elegía por nosotros
La sed insaciable
Me llegabas en la brisa
y en la espuma...
Mejor no quiero verte...sería tan
sencillo...
Mi corazón no sabe lo que
espera...
Nocturno IV
Nocturno VII
Poema de la culpa
Poema de la despedida
Poema de la despedida 3
Poema de las cosas
Poema del amor lejano;
Poema del amor pequeño
Poema del fracaso
Poema del loco amor
Poema del desencanto
Poema del renunciamiento
Poema del secreto
Poema para olvidarte
Se deja de querer...
Te acordarás
Tu collar de perlas
Amor insatisfecho
Mi corazón se siente satisfecho
de haberte amado y nunca poseído;
así tu amor se salva del olvido
igual que mi ternura del despecho.
Jamás te vi desnuda sobre
el lecho,
ni oí tu voz muriéndose en mi oído;
así ese bien fugaz no ha
convertido
un ancho amor en un placer estrecho.
Cuanto el deleite suma
a lo vivido
acrecentado se lo resta el pecho,
pues la ilusión se va por el
sentido.
Y en ese hacer y deshacer lo hecho,
sólo un amor se salva
del olvido,
y es el amor que queda insatisfecho.
;
;
Amor prohibido
Solo tú y yo sabemos lo
que ignora la gente
al cambiar un saludo ceremonioso y frío,
porque nadie sospecha que es falso tu desvío,
ni cuánto amor esconde
mi gesto indiferente.
Solo tú y yo sabemos porqué mi boca miente,
relatando la historia
de un fugaz amorío;
y tú apenas me escuchas y yo no te sonrío...
y
aún nos arde en los labios algún beso reciente.
Solo tú y yo sabemos que existe una simiente
germinando en la
sombra de este surco vacío,
porque su flor profunda no se ve, ni se
siente.
Y así, las dos orillas, tu corazón y el mío,
pues, aunque las
separa la corriente de un río,
por debajo del río se unen
secretamente.
Amor tardío
Tardíamente, en el jardín sombrío,
tardíamente entró una mariposa,
transfigurando en alba milagrosa
el deprimente anochecer de estío.
Y, sedienta de miel y de rocío,
tardíamente en el rosal se posa,
pues ya se deshojó la última rosa
con la primera ráfaga de frío.
Y yo, que voy andando hacia el poniente,
siento llegar
maravillosamente,
como esa mariposa, una ilusión;
pero en mi otoño de melancolía,
mariposa de amor, al fin del día,
qué tarde llegas a mi corazón...
Arte
poética
Ama tu verso, y ama sabiamente tu vida,
la estrofa que mas vive, siempre es la mas vivida.
Un mal verso supera la mas perfecta prosa,
aunque en prosa y en verso digas la misma cosa.
Así como el exceso de virtud hace el vicio,
el exceso de arte llega a ser artificio.
Escribe de tal modo que te entienda la gente,
igual si es ignorante que si es indiferente.
Cumple la ley suprema de desdeñarlas todas,
sobre el cuerpo desnudo no envejecen las modas.
Y sobre todo, en arte y vida, se diverso,
pues solo así tu mente revivirá en tu verso.
Canción a la mujer lejana
En ti recuerdo una mujer lejana,
lejana de mi amor y de mi vida.
A la vez diferente y parecida,
como el atardecer y la mañana.
En ti despierta esa mujer que duerme
con tantas semejanzas misteriosas
que muchas veces te pregunto cosas
que solo ella podría responderme.
Y te digo que es bella, porque es bella,
pero no se decir, cuando lo digo,
si pienso en ella porque estoy contigo
o estoy contigo por pensar en ella.
Y sin embargo si el azar mañana
me enfrenta con ella de repente
no seguiría a la mujer ausente
por retener a la mujer cercana.
Y sin amarte mas, pero tampoco
sin separar tu mano de la mía,
al verla simplemente te diría:
"Esa mujer se te parece un poco".
Canción de la noche sola
Fue mía una noche. Llegó de repente,
y huyó como el viento,
repentinamente.
Alumna curiosa que aprendió el placer,
fue mía una
noche. No la he vuelto a ver.
Fue la noche sola de una sola estrella.
Si miro las nubes, después pienso en ella.
Mi amor no la busca; mi
amor no la llama;
la flor desprendida no vuelve a la rama,
y las
ilusiones son como un espejo
que cuando se empaña pierde su reflejo.
Fue mía una noche, locamente mía:
me quema los labios su sed
todavía.
Bella como pocas, nunca fue más bella
que soñando el
sueño de la noche aquella.
Su amor de una noche sigue siendo mío:
la corriente pasa, pero queda
el río;
y si ella es la estrella de una noche sola,
yo he sido en
su playa la primera ola.
Amor de una noche que ignoró el hastío.
Somos las distantes
orillas de un río,
entre las que cruza la corriente clara,
y el
agua las une, pero las separa.
Amor de una noche: si vuelves un día,
ya no he de sentirte tan loca y
tan mía.
Más que la tortura de una herida abierta,
mi amor ama el
viento que cierra una puerta.
El amor florece tierra movediza,
y es ley de la llama trocarse en
cenizas.
El amor que vuelve, siempre vuelve en vano,
así como un
ciego que tiende la mano.
Amor de una noche sin amanecer:
¡acaso
prefiero no volverte a ver!
Canción del amor lejano
Ella no fue entre
todas, la más bella,
pero me dio el amor más hondo y largo.
Otras
me amaron más, y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.
Acaso fue porque la amé
de lejos,
como una estrella desde mi ventana...
Y la estrella que
brilla más lejana
nos parece que tiene mas reflejos.
Tuve su amor como una
cosa ajena
como una playa cada vez más sola,
que únicamente guarda
de la ola
una humedad de sal sobre la arena.
Ella estuvo en mis
brazos sin ser mía,
como el agua en un cántaro sediento,
como un
perfume que se fue en el viento
y que vuelve en el viento todavía.
Me penetró su sed
insatisfecha
como un arado sobre la llanura,
abriendo en su fugaz
desgarradura
la esperanza feliz de la cosecha.
Ella fue lo cercano en
lo remoto,
pero llenaba todo lo vacío,
como el viento en las velas
del navío,
como la luz en el espejo roto.
Por eso aún pienso en
la mujer aquella,
la que me dio el amor más hondo y largo...
Nunca
fue mía. No era la más bella.
Otras me amaron más ... Y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.
Canción para la esposa ajena
Tal vez guardes mi libro en alguna gaveta,
sin que nadie descubra
cuál relata su historia,
pues será simplemente, los versos de un
poeta,
tras de arrancar la página de la dedicatoria...
Y pasarán los años... Pero acaso algún día,
o acaso alguna noche
que estés sola en tu lecho,
abrirás la gaveta - como una rebeldía,
y leerás mi libro- tal vez como un despecho.
Y brotará un perfume de una ilusión suprema
sobre tu desencanto
de esposa abandonada.
Y entonces con orgullo, marcarás la página...
y guardarás mi libro debajo de la almohada.
Carta a Usted
Según dicen, ya usted tiene otro amante.
Lástima que la prisa nunca sea elegante.
Yo sé que no es frecuente que una mujer hermosa,
se resigne a ser viuda, sin haber sido esposa.
Y me parece injusto discutirle el derecho
de compartir sus penas sus goces y su lecho.
;
Pero el amor señora, cuando llega el olvido,
también tiene el derecho, de un final distinguido.
Perdón... Si es que la hiere mi reproche... Perdón
aunque sé que la herida no es en el corazón.
Y para perdonarme... Piense si hay más despecho
que en lo que yo le digo, que en lo que usted ha hecho.
Pues sepa que una dama, con la espalda desnuda
sin luto, en una fiesta, puede ser una viuda.
Pero no como tantas de un difunto señor,
sino para ella sola, viuda de un gran amor.
Y nuestro amor recuerdo, fue un amor diferente,
al menos al principio, ya no, naturalmente.
Usted será el crepúsculo a la orilla del mar,
que según quien lo mire será hermoso o vulgar.
Usted será la flor que según quien la corta,
es algo que no muere o algo que no importa.
O acaso cierta noche de amor y de locura
yo vivía un ensueño y... y usted una aventura.
Sí... usted juró cien veces, ser para siempre mía
yo besaba sus labios pero no lo creía.
Usted sabe y perdóneme, que en ese juramento,
influye demasiado la dirección del viento.
Por eso no me extraña que ya tenga otro amante,
a quien quizás, le jure lo mismo, en este instante.
Y como usted señora, ya aprendió a ser infiel,
a mí así de repente, me da pena por él.
Sí, es cierto... alguna noche su puerta estuvo abierta
y yo en otra ventana me olvidé de su puerta.
O una tarde de lluvia se iluminó mi vida,
mirándome en los ojos de una desconocida.
Y también es posible, que mi amor indolente
desdeñara su vaso bebiendo en la corriente.
Sin embargo señora... Yo con sed o sin sed,
nunca pensaba en otra... si la besaba a usted.
Perdóneme de nuevo si le digo estas cosas;
pero ni los rosales dan solamente rosas.
Y no digo estas cosas, por usted, ni por mí,
sino por... por los amores que terminan así.
Pero vea señora... que diferencia había;
entre usted que lloraba... y yo que sonreía.
Pues nuestro amor concluye con finales diversos
usted besando a otro... Yo escribiendo estos versos.
Carta sin fecha
Amigo: sé
que existes, pero ignoro tu nombre.
No lo he sabido nunca ni lo
quiero saber.
Pero te llamo amigo para hablar de hombre a hombre,
que es el único modo de hablar de una mujer.
Esa mujer es tuya, pero
también es mía.
Si es más mía que tuya, lo saben ella y Dios.
Sólo
sé que hoy me quiere como ayer te quería,
aunque quizá mañana nos
olvide a los dos.
Ya ves, ahora es de
noche. Yo te llamo mi amigo;
yo, que aprendí a estar solo para
quererla más;
y ella, en tu propia almohada, tal vez sueña conmigo;
y tú, que no lo sabes, no la despertarás.
¡Qué importa lo que
sueña!; Déjala así, dormida.
Yo seré como un sueño sin mañana ni
ayer.
Y ella irá de tu brazo para toda la vida,
y abrirá las
ventanas en el atardecer.
Quédate tú con ella. Yo
seguiré el camino.
Ya es tarde, tengo prisa, y aún hay mucho que
andar,
y nunca rompo el vaso donde bebí un buen vino,
ni siembro
nada, nunca, cuando voy hacia el mar.
Y pasarán los años
favorables o adversos,
y nacerán las rosas que nacen porque sí;
y
acaso tú, algún día, leerás estos versos,
sin saber que los hice por
ella y para ti...
Crepúsculo
Hora de soledad y de
melancolía,
en que casi es de noche y casi no es de día.
Hora para que
vuelva todo lo que se fue
hora para estar triste, sin preguntar por qué.
Todo empieza a morir cuando
nace el olvido.
Y es tan dulce buscar lo que no se ha perdido...
¡Y es
tan agria esta angustia terriblemente cierta
de un gran amor dormido que
de pronto despierta!
Viendo pasar las nubes se
comprende mejor
que así como ellas cambian, va cambiando el amor,
y
aunque decimos: ¡Todo se olvida, todo pasa...!
en las cenizas, a veces
nos sorprende una brasa.
Porque es triste creer que
se secó una fuente,
y que otro bebe el agua que brota nuevamente:
o
una estrella apagada que vuelve a ser estrella,
y ver que hay otros ojos
que están fijos en ella.
Decimos: ¡Todo pasa, porque todo se olvida...!
y el recuerdo entristece
lo mejor de la vida.
Apenas ha durado para amarte y perderte
este amor que debía durar hasta
la muerte.
Fugaz como el contorno de una nube remota,
tu amor nace en la espiga
muriendo en la gaviota.
Tu amor, cuando era mío, no me pertenecía.
Hoy, aunque vas con otro, quizás eres mas mía.
Tu amor es como el viento
que cruza de repente:
Ni se ve, ni se toca, pero existe y se siente.
Tu amor es como un árbol que renunció a su altura,
pero cuyas raíces
abarcan la llanura.
Tu amor me negó siempre lo poco que pedí,
y hoy me da esta alegría de
estar triste por ti.
Y, aunque creí olvidarte, pienso en ti todavía,
cuando, aun sin ser de noche, deja de ser de día.
El pozo seco
Dejé mi copa en el brocal maldito.
Grité hacia abajo, hacia el
profundo hueco,
pero el coro sarcástico del eco
me devolvió
multiplicado el grito.
Llegaba tarde: el pozo estaba seco.
Un gran golpe de viento llenó el pozo,
y, al recorrer su vertical
garganta,
en su más honda hondura oí un sollozo,
donde cantaba el
agua y ya no canta...
Brillaba entonces la primera estrella,
pero el anochecer amanecía
cuando me puse a comparar aquella
profunda sed del pozo con la mía.
Y allí dejé mi copa abandonada,
con un tardío gesto de homenaje
por quien se supo dar sin pedir nada
al que calmó su sed y siguió el
viaje...
Y allí, junto al brocal ennegrecido,
y el cubo roto y la
inservible rueda,
comprendí que no cabe en el olvido
la ingratitud
de un agua que se ha ido
ni el espanto de un pozo que se queda...
Elegía lamentable
Desde este mismo
instante seremos dos extraños
por estos pocos días, quien sabe
cuántos años...
yo seré en tu recuerdo como un libro prohibido
uno
de esos que nadie confiesa haber leído.
Y así mañana, al vernos en la calle, al ocaso,
tú bajaras los ojos y
apretarás el paso,
y yo, discretamente, me cambiaré de acera,
o
encenderé un cigarro, como si no te viera...
Seremos dos extraños
desde este mismo instante
y pasarán los meses, y tendrás otro amante:
y como eres bonita, sentimental y fiel,
quizás, andando el tiempo, te
casarás con él.
Y ya, más que un esposo será como un amigo,
aunque nunca le cuentes
que has soñado conmigo,
y aunque, tras tu sonrisa, de mujer
satisfecha,
se te empañen los ojos, al llegar una fecha.
Acaso, cuando llueva,
recordarás un día
en que estuvimos juntos y en que también llovía.
Y quizás nunca más te coloques aquel traje
de terciopelo verde, con
adornos de encaje.
O harás un gesto mío, tal vez sin darte cuenta,
cuando dobles tu
almohada con mano soñolienta.
Y domingo a domingo, cuando vayas a
misa,
de tu casa a la iglesia, perderás tu sonrisa.
¿Qué más puedo decirte?
Serás la esposa honesta
que abanica al marido cuando ronca la siesta:
y tras fregar los platos y tras tender las camas,
te pasarás las
noches sacando crucigramas...
Y así, años y años, hasta que, finalmente,
te morirás un día, como
toda la gente.
Y voces que aún no existen sollozarán tu nombre,
y
cerrarán tus ojos los hijos de otro hombre.
Elegía para nosotros
Erguida en tu silencio y en tu orgullo,
no sé con qué señor que te enamora,
comentas a manera de murmullo:
¡Mirad ese es el hombre que me adora!
Yo paso como siempre, absorto,... mudo,
y tú nerviosamente te sonríes,
sabiendo que detrás de mi saludo,
te ahondas y después te me deslíes.
Yo sé que ni te busco, ni te sigo,
que nada te mendigo, ni reclamo,
comento, nada más con un amigo:
"Esa es la mujer que yo más amo".
Yo sé que mi cariño recriminas,
es claro tú no entiendes de esas cosas,
qué sabe del perfume y las espinas,
quien nunca estuvo al lado de las rosas.
Tú sabes que jamás suplico nada,
y me sabes cautivo de tus huellas,
que vivo en la región de tu mirada,
y comparto contigo las estrellas.
Un día nos veremos nuevamente,
y es lógico que bajes la cabeza,
tendrás muchas arrugas en la frente,
y el rostro entristecido y sin belleza.
Serás menos sensual en la cadera,
tus ojos no tendrán aquel hechizo,
y aún murmuraré- ¡Si me quisiera!
tú sólo pensarás: ¡Cuánto me quiso!
La sed insaciable
Decir adiós... La vida
es eso.
Y yo te digo adiós, y sigo...
Volver a amar es el castigo
de
los que amaron con exceso.
Amar y amar toda la
vida,
y arder y arder en esa llama.
Y no saber por qué se ama...
Y
no saber por qué se olvida...
Coger las rosas una a
una,
beber un vino y otro vino,
y andar y andar por un camino
que
no conduce a parte alguna.
Sentir más sed en cada
fuente
y ver más sombra en cada abismo,
en este amor que es siempre el
mismo,
pero que siempre es diferente.
Porque en el sordo
desacuerdo
de lo soñado y lo vivido,
siempre, del fondo del olvido,
nace la muerte de un recuerdo.
Y en esta angustia que
no cesa,
que toca el alma y no la toca,
besar la sombra de otra boca
en cada boca que se besa...
Me llegabas en la brisa y en la espuma...
Me llegabas en la brisa y
en la espuma,
tú, la perdida para siempre...
Tú, la que ennoblecías el
sabor del recuerdo,
que ahora llegas más casta y más ausente...
Me llegas en el viento que
huele a lejanía,
me llegas en la sal que sabe a muerte,
tú, sombra
arrinconada en un silencio;
tú, la perdida para siempre...
Ya no sé por qué sordo
camino de la ausencia
bajo que estrellas moribundas vienes,
con los
pies inseguros llenos de polvo y de rocío,
tú, la perdida para siempre...
Mejor no quiero verte... sería tan
sencillo...
Mejor no quiero verte... sería tan sencillo
cruzar dos o tres calles... Y
tocar en tu puerta.
Y tú me mirarías con tus ojos sin brillo
sin poder
sonreírme con tu sonrisa muerta.
Mejor no quiero verte... porque va a hacerme daño
pasar por aquel
parque de la primera cita.
Y no sé si aún florecen los jazmines de antaño
ni sé quién es ahora la mujer más bonita.
Mejor no quiero verte... porque andando en tu acera
sentiré casi
ajeno todo lo que fue mío.
Aunque es sólo una esquina donde nadie me
espera
y unos cristales rotos en un balcón vacío.
Sí... seguiré muriendo de mi pequeña muerte
de hace ya tantos años el
día que me fui
pues por no verte vieja... mejor no quiero verte,
pero
tampoco quiero que me veas tu a mí.
Mi corazón no sabe lo que espera...
Mi corazón no sabe lo que espera,
pero yo sé que espera todavía...
igual que aquella noche que llovía
y te besé bajo la enredadera.
Tu amor se fue como si no se fuera...
pues algo tuyo vuelve cada
día...
y me dejaste la melancolía
de doblar el pañuelo a tu manera.
Esta noche de viento y lluvia fría
quiero pensar que si tu amor
volviera...
al dejar de llover, ya no se iría.
Y estoy aquí, bajo la enredadera...
y como aquella noche en que
llovía
mi corazón no sabe lo que espera.
Nocturno IV
Así estás todavía de
pie bajo la lluvia,
bajo la clara lluvia de una noche de invierno.
De pie bajo la lluvia me llega tu sonrisa,
de pie bajo la lluvia te
encuentra mi recuerdo.
Siempre he de recordarte de pie bajo la
lluvia,
con un polvo de estrellas muriendo en tus cabellos
y tu
voz que nacía del fondo de tus ojos
y tus manos cansadas que se iban
en el viento
y aquel cielo de plomo y el rumor de los árboles
y
hasta la hoja aquella que te cayó en el seno
y el rocío nocturno
dormido en tus pestañas
engarzando diamantes en tu vestido negro.
Así estás todavía
lejanamente cerca
desde tu lejanía de sombra y de silencio.
Mi
corazón te llama de pie bajo la lluvia,
de pie bajo la lluvia te
acercas en el sueño.
La vida es tan pequeña que cabe en una noche.
Quizá fue que en la sombra me encontré con tu beso
y por eso me
envuelve, de pie bajo la lluvia,
el sabor de tu boca y el olor de tu
cuerpo.
Sí, me has dejado
triste porque pienso que acaso
ya no estarás conmigo cuando llueva de
nuevo.
Y no he de verte entonces de pie bajo la lluvia
con las
manos temblando de frío y de deseo.
Pero aunque habrá otras noches
cargadas de perfumes
y otras mujeres, y otras, a lo largo del tiempo,
siempre he de recordarte de pie bajo la lluvia,
bajo la lluvia clara
de una noche de invierno....
Nocturno VII
Ahora que te
fuiste te diré que te quiero,
ahora que no me oyes, ya no debo callar.
Tú seguirás tu vida y olvidarás primero
y yo aquí, recordándote a la orilla del mar...
Hay un amor tranquilo que dura hasta la muerte,
y un amor tempestuoso que no puede durar.
Acaso aquella noche no quise retenerte
y ahora estoy recordándote a la orilla del mar...
Tú que nunca supiste lo que yo te quería
quizás entre otros brazos lograrás olvidar.
Tal vez mires a otro, igual que a mí aquel día
y yo aquí recordándote a la orilla del mar...
El rumor de mi sangre va cantando tu nombre,
y el viento de la noche lo repite al pasar.
Quizás en este instante tú besas a otro hombre
y yo aquí recordándote a la orilla del mar.
Poema de la culpa
Yo la amé, y era de otro,
que también la quería.
Perdónala Señor, porque la culpa es mía.
Después de haber besado sus cabellos de trigo,
nada importa la culpa,
pues no importa el castigo.
Fue un pecado quererla,
Señor, y sin embargo
mis labios están dulces por ese amor amargo.
Ella
fue como un agua callada que corría ...
Si es culpa tener sed, toda la
culpa es mía.
Perdónala Señor, tu que le
diste a ella
su frescura de lluvia y su esplendor de estrella.
Su alma
era transparente como un vaso vacío:
Yo lo llené de amor. Todo el pecado
es mío.
Pero, ¿cómo no amarla, si
tu hiciste que fuera
turbadora y fragante como la primavera?
¿Cómo no
haberla amado, si era como el rocío
sobre la yerba seca y ávida del
estío?
Traté de rechazarla, Señor,
inútilmente,
como un surco que intenta rechazar la simiente.
Era de
otro. Era de otro que no la merecía,
y por eso, en sus brazos, seguía
siendo mía.
Era de otro, Señor, pero
hay cosas sin dueño:
Las rosas y los ríos, y el amor y el ensueño.
Y
ella me dio su amor como se da una rosa
como quien lo da todo, dando tan
poca cosa...
Una embriaguez extraña nos
venció poco a poco:
Ella no fue culpable, Señor ... ni yo tampoco!
La culpa es toda tuya,
porque la hiciste bella
y me diste los ojos para mirarla a ella.
Sí,
nuestra culpa es tuya; sí, es una culpa amar,
sí, es culpa de un río
cuando corre hacia el mar.
Es tan bella, Señor, y es
tan suave, y tan clara,
que sería pecado mayor si no la amara.
Y por eso, perdóname Señor,
porque es tan bella,
que Tú, que hiciste el agua, y la flor, y la
estrella,
Tú, que oyes el lamento de este dolor sin nombre,
Tú también
la amarías, ¡si pudieras ser hombre!
Poema de la despedida
Te digo adiós, y acaso te quiero todavía.
Quizá no he de olvidarte, pero te digo adiós.
No sé si me
quisiste... No sé si te quería...
O tal vez nos quisimos demasiado los dos.
Este cariño
triste, y apasionado, y loco,
me lo sembré en el alma para quererte a ti.
No sé si te amé
mucho... no sé si te amé poco;
pero sí sé que nunca volveré a amar así.
Me queda tu sonrisa
dormida en mi recuerdo,
y el corazón me dice que no te olvidaré;
pero, al quedarme solo,
sabiendo que te pierdo,
tal vez empiezo a amarte como jamás te amé.
Te digo adiós, y
acaso, con esta despedida,
mi más hermoso sueño muere dentro de mí...
Pero te digo adiós,
para toda la vida,
aunque toda la vida siga pensando en ti.
Poema de la despedida 3
Llamarada de ayer, ceniza
ahora,
ya todo será en vano,
como fijar el tiempo en una hora
o retener el agua en una mano.
Ah, pobre amor tardío,
es tu sombra no más lo que regresa,
porque si el vaso se quedó vacío
nada importa que esté sobre la mesa.
Pero quizás mañana,
como este gran olvido es tan pequeño,
pensaré en ti, cerrando una ventana,
abriendo un libro o recordando un sueño...
Tu amor ya está en mi olvido,
pues, como un árbol en la primavera,
si florece después de haber caído,
no retoña después de ser hoguera;
pero el alma vacía
se complace evocando horas felices,
porque el árbol da sombra todavía,
después que se han secado sus raíces;
y una ternura nueva
me irá naciendo, como el pan del trigo:
Pensar en ti una tarde, cuando llueva,
o hacer un gesto que aprendí contigo.
Y un día indiferente,
ya en olvido total sobre mi vida,
recordaré tus ojos de repente,
viendo pasar a una desconocida...
;
Poema de las cosas
Quizás estando sola, de
noche, en tu aposento
oirás que alguien te llama sin que tú sepas quién,
y aprenderás entonces, que hay cosas como el viento
que existen
ciertamente, pero que no se ven...
Y también es posible que
una tarde de hastío
como florece un surco, te renazca un afán,
y
aprenderás entonces que hay cosas como el río
que se están yendo siempre,
pero que no se van...
O al cruzar una calle, tu
corazón risueño
recordará una pena que no tuviste ayer
y aprenderás
entonces que hay cosas como el sueño,
cosas que nunca han sido, pero que
pueden ser...
Por más que tú prefieras
ignorar estas cosas
sabrás por qué suspiras oyendo una canción
y
aprenderás entonces que hay cosas como rosas,
cosas que son hermosas, sin
saber que lo son...
Y una tarde cualquiera,
sentirás que te has ido
y un soplo de ceniza regará tu jardín,
y
aprenderás entonces, que el tiempo y el olvido
son las únicas cosas que
nunca tienen fin.
Poema del amor lejano
Puedes irte y no importa,
pues te quedas conmigo
como queda un perfume donde había una flor.
Tú
sabes que te quiero, pero no te lo digo;
y yo sé que eres mía, sin ser
mío tu amor.
La vida nos acerca y a la vez nos separa,
como el día
y la noche en el amanecer...
Mi corazón sediento ansía tu agua clara,
pero es un agua ajena que no debo beber...
Por eso puedes irte,
porque, aunque no te sigo,
nunca te vas del todo, como una cicatriz;
y
mi alma es como un surco cuando se corta el trigo,
pues al perder la
espiga retiene la raíz.
Tu amor es como un río, que parece más hondo,
inexplicablemente, cuando el agua se va.
Y yo estoy en la orilla, pero
mirando al fondo,
pues tu amor y la muerte tienen un más allá.
Para un deseo así, toda la vida es poca;
toda la vida es poca para un
ensueño así...
Pensando en ti, esta noche, yo besaré otra boca;
y tú
estarás con otro... ¡pero pensando en mí!
;
Poema del amor pequeño
Fue breve aquella noche.
Fue breve, pero bella.
Poca cosa es el tiempo, que es también poca cosa,
porque nadie ha sabido lo que dura una estrella
aunque todos sepamos lo
que dura una cosa.
Nuestro amor de una noche fue un gran amor pequeño
que rodó por la
sombra como un dado sin suerte,
pero nadie ha sabido lo que dura un
ensueño
aunque todos sepamos lo que dura la muerte.
Una noche es eterna para el que no la olvida,
y el tiempo nada
importa para el sueño y la flor,
y, como nadie sabe lo que dura la vida,
nadie sabe tampoco lo que dura el amor.
Poema del desencanto
Y comenzamos juntos un
viaje hacia la aurora
como dos fugitivos de la misma condena.
Lo que
ignoraba entonces no he de callarlo ahora:
No valías la pena.
Ya llegaba el otoño, y ardía el mediodía.
Sentí sed. Vi tu copa.
Pensé que estaba llena,
pero acerqué mis labios y la encontré vacía.
No valías la pena.
Te di a guardar un sueño, pero tú lo perdiste,
o acaso abrí mis
surcos en la llanura ajena.
Es triste, pero es cierto. Por ser tan
cierto, es triste:
No valías la pena.
Fuiste el amor furtivo que va de lecho en lecho,
y el eslabón amable
que es más que una cadena.
Pero hoy puedo decirte, sin rencor ni
despecho:
No valías la pena.
Me alegré con tu risa; me apené con tu llanto,
sin pensar que eras
mala ni creer que eras buena.
Te canté en mis canciones, y, a pesar de mi
canto,
no valías la pena.
Me queda el desencanto del que enturbió una fuente,
o acaso el
desaliento del que sembró en la arena.
Pero yo no te culpo. Te digo,
simplemente:
No valías la pena.
Poema del fracaso
Mi corazón, un día, tuvo un ansia suprema,
que aún hoy lo embriaga cual
lo embriagara ayer;
quería aprisionar un alma en un poema,
y que
viviera siempre...; pero no pudo ser.
Mi corazón, un día, silenció su latido,
y en plena lozanía se sintió
envejecer;
quiso amar un recuerdo más fuerte que el olvido
y morir
recordando...; pero no pudo ser.
Mi corazón, un día, soñó un sueño sonoro,
en un fugaz anhelo de
gloria y de poder;
subió la escalinata de un palacio de oro
y quiso
abrir las puertas... Pero no pudo ser.
Mi corazón, un día, se convirtió en hoguera,
por vivir plenamente la
fiebre del placer;
ansiaba el goce nuevo de una emoción cualquiera,
un
goce para él solo... pero no pudo ser.
Y hoy llegas tú a mi vida, con tu sonrisa clara,
con tu sonrisa
clara, que es un amanecer;
y ante el sueño más dulce que nunca antes
soñara,
quiero vivir mi sueño... pero no puede ser.
Y he de decirte adiós para siempre, querida,
sabiendo que te alejas
para nunca volver,
quisiera retenerte para toda la vida...
¡Pero no
puede ser! ¡Pero no puede ser!
Poema del loco amor
I
No, nada llega tarde,
porque todas las cosas
tienen su tiempo justo, como el trigo y las rosas;
sólo que, a diferencia de la espiga y la flor,
cualquier tiempo es el
tiempo de que llegue el amor.
No, Amor no llega tarde. Tu corazón y el
mío
saben secretamente que no hay amor tardío.
Amor, a cualquier hora,
cuando toca a una puerta,
la toca desde adentro, porque ya estaba
abierta.
Y hay un amor valiente y hay un amor cobarde,
pero, de
cualquier modo, ninguno llega tarde.
II
Amor, el niño loco de
la loca sonrisa,
viene con pasos lentos igual que viene a prisa;
pero
nadie está a salvo, nadie, si el niño loco
lanza al azar su flecha, por
divertirse un poco.
Así ocurre que un niño travieso se divierte,
y un
hombre, un hombre triste, queda herido de muerte.
Y más, cuando la flecha
se le encona en la herida,
porque lleva el veneno de una ilusión
prohibida.
Y el hombre arde en su llama de pasión, y arde, y arde
Y ni
siquiera entonces el amor llega tarde.
III
No, yo no diré nunca
qué noche de verano
me estremeció la fiebre de tu mano en mi mano.
No
diré que esa noche que sólo a ti te digo,
se me encendió en la sangre lo
que soñé contigo.
No, no diré esas cosas, y, todavía menos,
la delicia
culpable de contemplar tus senos.
Y no diré tampoco lo que vi en tu
mirada,
que era como la llave de una puerta cerrada.
Nada más. No era
el tiempo de la espiga y la flor,
y ni siquiera entonces llegó tarde el
amor.
Poema del renunciamiento
Pasarás por mi vida sin
saber que pasaste.
Pasarás en silencio por mi amor, y al pasar,
fingiré una sonrisa, como un dulce contraste
del dolor de quererte ... y
jamás lo sabrás.
Soñaré con el nácar
virginal de tu frente;
soñaré con tus ojos de esmeraldas de mar;
soñaré con tus labios desesperadamente;
soñaré con tus besos ... y jamás
lo sabrás.
Quizá pases con otro que te
diga al oído
esas frases que nadie como yo te dirá;
y, ahogando para
siempre mi amor inadvertido,
te amaré más que nunca ... y jamás lo
sabrás.
Yo te amaré en silencio,
como algo inaccesible,
como un sueño que nunca lograré realizar;
y el
lejano perfume de mi amor imposible
rozará tus cabellos ... y jamás lo
sabrás.
Y si un día una lágrima
denuncia mi tormento,
-el tormento infinito que te debo ocultar-
yo te
diré sonriente: "No es nada ... ha sido el viento".
Me enjugaré la
lágrima... ¡y jamás lo sabrás!
Poema del secreto
Puedo tocar tu mano sin que
tiemble la mía,
y no volver el rostro para verte pasar.
Puedo apretar
mis labios un día y otro día...
y no puedo olvidar.
Puedo mirar tus ojos y
hablar frívolamente,
casi aburridamente, sobre un tema vulgar,
puedo
decir tu nombre con voz indiferente...
y no puedo olvidar.
Puedo estar a tu lado como
si no estuviera,
y encontrarte cien veces, así como al azar....
puedo
verte con otro, sin suspirar siquiera,
y no puedo olvidar.
Ya ves: tú no sospechas
este secreto amargo,
más amargo y profundo que el secreto del mar...
porque puedo dejarte de amar, y sin embargo...
no te puedo olvidar!
Poema para olvidarte
Amar -nadie lo ignora-
viene a ser como un juego:
el juego de dos almas y el juego de dos
vidas.
Y hay quien gana y quien pierde. Tal vez lo sabrás luego,
si yo logro olvidarte pero tú no me olvidas.
Yo sé por qué lo digo.
La vida tiene un modo
sutil de detenerse mientras sigue adelante,
y una mujer bonita puede olvidarlo todo
menos su última cita con su
primer amante.
Por eso, allá... tan
lejos.. en tus tardes de hastío,
puede ser que comprendas que el
hombre a quien quisiste
llenó de mariposas tu corazón vacío
y de
fechas alegres tu calendario triste.
Y como tu pasado no
pasó todavía
tendrás que recordarme viendo en tu tocador
aquellos
espejuelos oscuros con que un día
disimulaste un poco tus ojeras de
amor.
Y yo sé que otro día,
de rezos y conjuros,
te dirán que me he muerto; -yo sé que será
así-
y te pondrás los mismos espejuelos oscuros
para que nadie
sepa que lloraste por mí.
Se deja de querer...
Se deja de querer...
y no se sabe por qué se deja de querer;
es
como abrir la mano y encontrarla vacía
y no saber de pronto qué cosa
se nos fue.
Se deja de querer...
y es como un río cuya corriente fresca ya no
calma la sed,
como andar en otoño sobre las hojas secas
y;
pisar la hoja verde que no debió caer.
Se deja de querer...
Y es como el ciego que aún dice adiós
llorando
después que pasó el tren,
o como quien despierta
recordando un camino
pero ya sólo sabe que regresó por él.
Se deja de querer...
como quien deja de andar una calle sin
razón, sin saber,
y es hallar un diamante brillando en el rocío
y
que ya al recogerlo se evapore también.
Se deja de querer...
y es como un viaje detenido en las sombras
sin seguir ni volver,
y es cortar una rosa para adornar la mesa
y
que el viento deshoje la rosa en el mantel.
Se deja de querer...
y es como un niño que ve cómo naufragan sus
barcos de papel,
o escribir en la arena la fecha de mañana
y que
el mar se la lleve con el nombre de ayer.
Se deja de querer...
y es como un libro que aún abierto hoja a
hoja quedó a medio leer,
y es como la sortija que se quitó del dedo
y solo así supimos... que se marcó en la piel.
Se deja de querer...
y no se sabe por qué se deja de querer.
Te acordarás
Te acordarás un día de aquel amante extraño
que te beso en la frente para no hacerte daño.
Aquel que iba en la sombra con la mano vacía,
porque te quiso tanto que no te lo decía.
Aquel amante loco que era como un amigo
y que se fue con otra para soñar contigo
Te acordarás un día de aquel extraño amante,
profesor de horas lentas, con alma de estudiante.
Aquel hombre lejano que volvió del olvido
solo para quererte como nadie ha querido.
Aquel que fue ceniza de todas las hogueras
y te cubrió de rosas sin que tu lo supieras.
Te acordarás un día del hombre indiferente
que en las tardes de lluvia te besaba en la frente,
Viajero silencioso de las noches de estío
que sembraba en la arena su corazón tardío.
Te acordarás un día de aquel hombre lejano,
del que más te ha querido porque te quiso en vano.
Quizás así de pronto te acordarás un día
de aquel hombre que a veces callaba y sonreía.
Tu rosal preferido se secará en el huerto
como para decirte que aquel hombre se ha muerto.
El andará en la sombra con su sonrisa triste
y únicamente entonces sabrás que lo quisiste.
Tu collar de perlas
Yo he visto perlas claras de inimitable encanto,
de esas que no se
tocan por temor a romperlas.
Pero sólo en tu cuello pudieron valer
tanto
las burbujas de nieve de tu collar de perlas.
Y más, aquella noche del amor satisfecho,
del amor que eterniza
lo fugaz de las cosas,
cuando fuiste un camino que comenzó en mi
lecho
y el rubor te cubría como un manto de rosas.
Yo acaricié tus perlas, sin desprender su broche,
y las vi, como
nadie nunca más podrá verlas,
pues te tuve en mis brazos, al fin,
aquella noche
vestida solamente ¡con tu collar de perlas!