"...Sueña
el aire en su orilla, y siento el vuelo cálido
de mi sangre. Dulcemente va naciendo el amor..."
"Ninfa dormida"
Tom Hawkins
Reseña biografica
Poeta español nacido en
Algeciras en 1912.
Licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras, se
radicó en Madrid donde dirigió por más de veinte años la colección
«Adonais».Fue secretario y crítico de la revista Ínsula, autor de diversas
Antologias y biógrafo de Federico García Lorca
y Antonio Machado.
Ensayista y autor de varios libros de crítica
literaria, dedicó mucha parte de su tiempo a defender la calidad de la
poesia
de la generación del 27, convirtiéndose además en un gran impulsor de la
lírica andaluza.
Fue traductor de poesia francesa e inglesa,
conferenciante en universidades europeas y colaborador habitual de revistas
hispanoamericanas. Como poeta dejó una obra llena de delicadeza y
profundidad.
Sus libros significativos son «Sonetos de la bahía» en 1942,
«Voz de la muerte» en 1945, «Las alas perseguidas» en 1946,
«Otoño en Málaga y otros poemas» en 1955, «Luz de tiempo» en 1962 y «poesia»
en 1964.
Falleció en 1999. ©
A mi hija Teresa
Al mar, solo
Atardecer
Besarte es soñar
Desnudo
Dulce tumba
Esa alondra de niebla...
Espumas
Estío
La tarde
Luz del tiempo
Noticia del beso
Rapto de amor
Sobre unos labios muertos
Sueño de amor...
Tengo unos labios
Tiempo de la ternura
Tiempo del amor
Viernes de las delicias
A mi hija Teresa
Aún no sabes hablar, mas ya
tu vida
para mi alma canta un hondo son:
Diariamente se empapa el
corazón
de tu palabra torpe, tan querida.
Se llena el alma de tu
beso, erguida
para alzarte y tenerte. Una pasión
diariamente la
enciende, una canción
que nace de la vena más herida.
Y un dulce frenesí. Tu carne siento
trémula arder, rosada, tierna,
pura,
mientras la mía sueña enajenada.
Oh tierra, oh desamparo, oh ciego viento
que va perdido por la noche
oscura
y encuentra al fin la luz, la paz, la nada.
Al mar, solo
Si tu amor busco a solas,
entregado
a un éxtasis errante y sin conciencia,
no sé qué resplandor
de adolescencia
unge mi piel, ya siempre a tu cuidado.
Mi boca acerco a tu rumor
nevado,
purísimo sabor de tu presencia,
espuma dulce para mi dolencia
de soledad, al sol de tu costado.
No sé a qué paraíso de
indolentes
me llevas o nos llevan así unidos,
tu desnudo y mi sombra a
la deriva.
Sólo sé que tus labios
transparentes
hoy se entreabren dulces y vencidos
al paso de mi sangre
fugitiva.
Atardecer
Deja que el amoroso
pensamiento
dé a tu frente un temblor de agua invadida,
y deja que mi
sombra, en la avenida,
acaricie tu seno soñoliento.
La tarde eres tú y yo, sin
otro aliento
ni otro paisaje que la mar dormida.
La vida es tu
silencio, la vencida
caricia de tu flor sin movimiento.
Duermen las aves su clamor.
El cielo
boga su luz por tu mirada ausente.
Sueñan tus ojos a la
sombra mía.
Sueña el aire en su orilla,
y siento el vuelo
cálido de mi sangre. Dulcemente
va naciendo el amor,
muriendo el día.
Besarte es soñar
Sí, besarte es soñar. Y
acariciarte,
rozar, sorber el cielo más hermoso.
Pero si el tiempo
puede, al arrancarte
tu belleza, tornar en doloroso
recuerdo aquel mirar enajenado,
aquel beso ardentísimo, aquel fuego,
volcán de amor, y aquel dulce sosiego
que sigue al jadear ebrio y
callado,
¿Cómo sentir ligera, alada,
pura
la dicha del amor, si está ya herida
por el mal que vendrá, nube
de muerte,
tiempo ya gris que empaña
la hermosura
cuando empieza a dar fruto, y más erguida
arde su luz, y
duele más perderte?
Desnudo
Lame, arena, su cuello, y ciñe fría
su adormecido seno en ti yacente,
que luego iré a besar esa serpiente
de tu lengua, que el viento desvaría.
Hiere mansa esa flor de la bahía
que asume su mejilla húmedamente,
y ciega esa callada boca ardiente
que no quiere besar la boca mía.
Roza luego su vientre, y la dorada
piel besa de su cálida cintura,
y allí en su centro queda enamorada.
Que ya te templará la calentura
otra flor de mi huerto bien rociada,
si tu lengua se quema en su espesura.
Dulce tumba
Junto a la orilla de este mar quisiera
a la sombra morir de su hermosura,
entreabiertos los labios, y esta dura
melancolía hiriendo el sol de
fuera.
Como otro pino más de la ribera
quisiera allí soñar. Allí mi impura
sangre desnudará su rama oscura
y allí la tendrá el aire prisionera.
A flor de
arena el cuerpo amortecido,
allí el vívido azul de la bahía
hermoseará
su nombre y su latido.
Y el eco oiré,
cual una melodía,
de unos pies al pasar, ya en dulce olvido
de tu
hermosura, oh playa triste y mía.
Esa alondra de niebla que sostienes...
Esa alondra de niebla que
sostienes
sobre el hálito malva de tu cima,
esa guirnalda matinal que
arrima
un levante purísimo a tus sienes.
Pálida el alma y desmayada tienes,
mas tu sangre de roca no la anima
a saltarse las trombas de tu clima
durísimo de vientos y vaivenes.
¿Qué sueño la persigue y la desmaya,
qué rumor triste a su llamada
sueñas
por el mundo pelado de tu playa?
Mirando estoy tus sombras y cadenas,
oh roca sin amor, y en mi
atalaya
tocando estoy tus alas y tus penas.
Espumas
Este cuerpo de amor no
necesita
quemar su luz en otra ardiente rama.
La lava en que se quema
y que derrama,
por su propio volcán se precipita.
Tu hermosura sin voz sólo
me incita,
no un corazón ni el vuelo de una llama.
Mi alimento es mi
amor, y lo que ama
mi sangre, es esa piel, que un astro imita.
¿Qué esconde esa belleza?
Sólo espumas,
Oh hermosa nada que a mi amor convoca,
raudo cielo sin
Dios, mar sin secreto.
Pero besar todas sus dulces
plumas
es ya el único sino de esta boca,
la única gloria ya de este
esqueleto.
Estío
Una dura raigambre de alto helecho
he elegido por tumba prematura
en
esta soledad de arena oscura
donde gime la sangre de mi pecho.
Lejos está el amor. Aquí cosecho
un bronco sol para mi sepultura.
Aquí crece mejor la quemadura
que quiero para el fondo de mi pecho.
Todo ese inmenso mar no bastaría
para volver la vida y la mirada
a
esta osamenta gris, a este esqueleto.
Hace tiempo que amó. Ya no sabría
dar su ofrenda al amor, su
calcinada
sangre, su corazón lejano y quieto.
La tarde
Cada día toco con mis manos
la dicha
la beso con mis labios
la dejo que se duerma dulcemente en mi
pecho
que se despierte luego estremecida como un hermoso sueño.
Enfrente el cielo, los pájaros y tu boca entreabierta
sobre la calle con
acacias y niños
delicada y trémula como una sonata.
Y desde mi
terraza, íntima como una caricia
ávido sorbo la tarde y su hermosura
contemplo el avión rasgar sereno el aire puro
y casi toco
acaricio con
mis dedos la luna inmensa
posada con ternura sobre un árbol cercano.
Poca cosa es lo que hace falta a veces para sentir la dicha
una luz, una
flor, una brisa, una mano en la nuestra
o esta tarde que parece de carne
de suavísimo nácar
tarde entregada para un mirar lentísimo
para
entrarla despacio
como un sueño en el alma
para besarla pura,
inmaterial y celeste.
Luz del tiempo
La luz, la luz más pura está en el tiempo,
es su zumo dorado que nos moja
el alma diariamente y la desnuda.
Como la luz, como el amor a veces,
el tiempo es tuyo, y él te tiene, míralo
morando ya en tu carne
lentamente
posando en ella su ceniza triste,
sus minutos que brillan
amarillos
y tus labios golpean tercamente.
y pues no puedes detenerlo,
ahora
que escapa más de prisa, ya vencidas
tu juventud y tu esperanza,
escucha
cada latido suyo, cada ola
de su invisible, silenciosa música,
y acecha el don, su luz de cada día.
Dale tú, en cambio, paz al tiempo,
honda
paz si es que alguna guardas en tu alma.
Da tu hora al amor, al
beso, al ocio,
pues no es dinero -time is money- el tiempo,
y da a tu
soledad el tiempo oscuro
que ella te pida, y tu minuto abierto
a ese
niño que ríe, y a ese perro
vagabundo que pide pan y dueño,
y al poema
que espera, y a ese pájaro
que vuela ebrio por el vasto cielo.
Noticia del beso
Nace el beso en la sangre y su fuego madura
como el fruto de un árbol a
la luz de la tarde.
Ebrias alas secretas van naciendo a su paso
y
dorando los labios que esperan entreabiertos.
Gime la flor del beso antes de abrir su rosa,
y sus pétalos arden
melancólicamente
mientras sube un rumor por la delgada sangre
y se
detiene al borde de la boca hechizada.
Ya los ojos no ven. Mientras escapa el mundo
sólo el fruto del beso
hunde su quemadura
en el dorado éxtasis, y el nácar de unos labios
dulcemente crepita en su abrasada llama.
Un brillo nuevo nace de la boca entreabierta,
mientras redonda
estalla la granada del beso,
y el dulce labio herido, ardiente ola
ceñida,
su lentísima espuma destila prisionero.
No tiene edad el beso, pero su fruto muere
cuando su llama de oro se
deshace en los labios,
cuando despierta el párpado de su ebriedad callada
y el corazón se oculta para sorber su dicha.
Mas no muere su luz, su ardentísimo pozo
puro como la nieve, hondo
como el silencio.
No muere lo que llega al fondo de la sangre
donde el
beso dejó un reguero de cielo.
Rapto de amor
Mira el mundo sin flor.
Este haz de rocas
sólo sombra da al oro que declina.
Muerto parece el
mar. Aquí culmina
el mineral silencio de dos bocas.
Soledad, piedra, amor. La
arena yerta
desolada pasión siente en su seno.
No hiere su piel muda
este sereno
amor, esta extinguida luz desierta.
Mira esa roca, oh prisma de
ternura.
Pon tu mano en sus filos dulcemente.
¿No sientes en tu palma
la silente
vida que allí se esconde, ahogada, oscura?
Y el duro corazón que en
ella late,
nuestro crispado amor va serenando
de un pálpito inmortal,
y va arrancando
luces y sueños de tu seno mate.
roca es también tu cuerpo,
roca o muerte
tu pálida belleza y tu mirada,
tu frente, luna ya
petrificada
por este sideral silencio inerte.
No mires hacia el mar. En
esta arena
clava ya tus dos labios diamantinos.
Incendia con tu lengua
estos caminos
de calcáreo pesar y extinta vena.
Muerto está el mundo si tus
labios miro.
La tierra vuelta ya a un perenne ocaso.
Sólo vuelvo a
vivir cuando repaso
tus brazos, pleamar en donde expiro.
Este nocturno viento, esta
bandera
de soledad, ondeando por la orilla,
cómo asola implacable tu
mejilla,
rígida ya en su hálito de cera.
Muere a solas la tarde, y
una broza
tierna muerdes, de amor languideciendo.
Todo tu peso núbil
voy cediendo
a esa arena mortal que el labio roza.
Pero duro, bramante, el mar
ya invoca
nuestro amor, nuestras bocas rutilantes.
Reclama esta
inmortal gloria de amantes,
pétreo fuego de amor que un astro evoca.
Clama ya su pasión. ¿No
oyes su pecho
resonar por la inmensa, abierta herida?
alza pujante que
alza una ofrecida,
cálida espuma en jadeante lecho.
En ti grabo mis labios y en
ti hundo
mi soledad, mis pulsos invocantes.
Átate a mí. seremos dos
amantes
en busca del olvido en lo profundo.
Ciégate en mi clamor. Tras
esa bruma,
¿no ves el halo de otro paraíso?
Este viento vibrátil que
ya piso,
aéreamente nos alza y a él nos suma.
Tromba de amor me arrastra
y me desata
de tus brazos, me arranca de tu frente,
ya precipita al
mar la débil puente
de mi pecho y tu muerte me arrebata.
Lejano va tu cuerpo entre
la espuma,
tus miembros ya rendidos a otro amante,
y te va blanqueando
a cada errante
ola, la blanda sal que el mar rezuma.
Mientras yo voy profundo,
hacia ignoradas
regiones de un amor más poderoso,
y un gran mar de
metal, ligero, hermoso,
me tiende sus espumas invioladas.
Qué lejos está el mundo. Ya
la arena
olvidó mi inquietud bajo otro viento.
¿He nacido otra vez? Ya
sólo siento
un cuerpo hermoso, azul, que me encadena.
Y un oscuro clamor. De
nuevo a solas,
late mi corazón en lo profundo
de este mar que me
asume, y en él hundo
una sangre de amor bajo las olas.
Sobre unos labio muertos
Ciega, impasible muerte de tu boca.
Está callada, está rota y oscura
aquella su rosada arquitectura
fiel a mis labios cálidos de roca.
La gloria de tu aliento ya no evoca
calientes rosas de esta tierra
dura,
sino la sombra y soledad futura
de tus labios de mar. ¡Oh sol,
invoca
tu luz más viva, y quema entre esos dientes,
de nieve ya, su lengua,
amarantina,
clavel de su garganta delicada!
¡Fulgura en su humedad, y en los ardientes
arenales, de tu onda
sibilina
un último sabor a su granada!
Sueño de amor
Huí de mi lecho a solas por
encontrarte, el vino
de la fiebre en los labios, incendiando mis huesos,
y una niebla cegándome los ojos, y un sino
de soledad quemándome y
abrasando mis besos.
¿Dónde encontrarte?
¿Estabas junto a mí, bajo el cielo
indiferente al hombre, como un mar que
olvidase
su clamor, o soñando bajo un dorado suelo
sin que yo, en mi
ceguera, los trigos te apartase?
Era dulce la tarde de
inmortal primavera,
y era dulce su sombra, piel de melancolía,
que
avanza como un labio de amor que no quisiera
precipitar los besos por
vivir más de un día.
¿Dónde estaba tu boca? Tu
mirada escapaba
a mis labios, y era cual un aéreo celaje
que empapase
su vuelo en la luz que besaba
a través de tus alas mi abatido ramaje.
Te busqué en ese mar sobre
el que ahora sollozo,
sus espumas clavándome todas sus blancas flechas,
y te busqué en el cálido corazón de ese pozo
desde donde la vida
ocultamente acechas.
Nadie me vio. Solía
acariciar las casas
con mi mano agrietada por un dolor oscuro,
porque
acaso ese aliento con que mi sangre abrasas
arde ignoradamente tras el
rosado muro.
Nadie me vio salir de la
ciudad. La tarde
plegaba ya su aroma a su indolente peso,
y esa
estrella primera que en el azul ya arde
desunió mis dos labios con su
secreto beso.
Tengo tus labios
Quizá perdí mi juventud,
quizá
perdí Lloridas increíbles.
Quizá perdí otras cosas, pero tengo
la sal ardiente de tus labios.
Una infancia perdí, quizá
un deseo
de una luz entre pinos y el mar puro.
Perdí el cielo del sur,
pero ahora tengo
la sal y el fuego de tus labios.
Perdí aquel mar, y aquel
afán eterno
de en él perderme y olvidarme.
Perdí más: a mi madre, pero
tengo
la rosa oscura de tus labios.
Perdí hace tiempo aquel
ocio andaluz,
puro y tranquilo como el aire.
Perdí la paz, pero ahora
tengo
la gracia honda de tus labios.
De aquella primavera, de
aquel ocio
sólo el recuerdo y el perfume quedan.
Estoy solo y herido,
y sólo tengo
una luz que besar: la de tus labios.
Sí, perdí mi bahía, donde
el tiempo
no parecía existir sino soñando.
Unos sueños perdí, pero te
tengo
y contigo a tus labios
¿Perdí a Dios? Una noche
sentí oscura
la soledad, la muerte entre los brazos.
Y helado el
corazón. Mas luego tuve
la honda caricia de tus labios.
Ya no estaré más solo.
Quiera el mundo
herir con frío o con puñal mi alma,
ya no estaré más
solo porque tengo
la compañía de tus labios.
Tiempo de ternura
Como la playa en soledad,
más pura
luce su desnudez, y como el pájaro
más melodioso vuela si más
solo,
así este paraíso de ternura
no pide verso para ser cantado.
Su alentar, en su mundo de penumbra
-tibio interior en soledad
amante-
deja su llama, y extasiado sueña
su luz, su vuelo entre
caricias quietas.
Aquí halla el alma su razón de vida,
su lentísimo éxtasis la carne,
y el incorpóreo tacto besa mudo
la rosa inmóvil de la piel tranquila.
Ignorada ternura. A los amantes
hace más puros, casi transparentes.
¿Son el sueño de un Dios? Son melodía
callada del amor. Son quieta
lumbre.
Tiempo del amor
En el amor el tiempo es como un pájaro
aleteante, estremecido, trágico.
Parece detenerse en nuestros brazos,
jadear dulcemente en nuestros
labios.
Y fluye tierno como el valle verde
por un secreto afán de vida breve.
Su vuelo cesa bajo el beso largo,
tensas las alas, dulce y hechizado.
Y cuando el beso acaba hay en su luz
un brillo de asombrada juventud.
Ahora acecha cautivo de los labios
el lento desunirse, desmayados.
Ahora yace, quemadas ya las alas,
mientras ávidamente se desangre.
En el amor el tiempo es como un pájaro
aleteante, estremecido,
trágico.
Viernes de las delicias
Cuando salgo a la luz de este viernes dorado
estrena la mañana sus
pájaros primeros.
Es un viernes de barrio, humilde pero hermoso,
viernes de Las Delicias, viernes arrabalero.
Da gusto ver su piel, fresca como la aurora,
herida tiernamente por
la luz del otoño,
esta luz increíble que mi corazón bebe
sorbiendo la
mañana como una fruta de oro.
Es una luz tan tierna, tan acariciadora,
que a las cosas propaga una
humana ternura,
y da alegría al árbol, al viajero que llega,
al perro
en libertad ávido de aventuras.
Y el dulce viejecillo que vende caramelos,
el obrero que pasa, la
chiquilla que ríe,
la sal para el pescado derramada en la acera,
brillan con alegría bajo esta luz del viernes.
Van las alas del viernes dorando la mañana
y tornándola pura como una
melodía,
mientras yo voy alegre escuchando sus sones,
su concierto de
pájaros y cristalinas brisas.
Mientras yo voy alegre,
porque el corazón sabe
que atrás queda, soñando, la materia que ama,
la materia de un alma que beso cada noche
en los labios que ahora soñarán
con el alba.