"...La noche tiene espejos profundos y opacos,
en los cuales se refleja la verdad como en un pozo"
"Archeological reminiscence of
Millets Angelus"
Salvador Dalí
Reseña biografica
Poeta,
novelista, traductor y crítico español nacido en Sevilla, en 1882.
Desde 1898 se trasladó a Madrid donde inició su carrera literaria,
marcada desde la juventud por su adscripción
al judaísmo. Cautivado por el modernismo, colaboró en varias revistas y
frecuentó las tertulias literarias animando
los movimientos ultraístas y vanguardistas.
A su primera obra, "El candelabro de los siete brazos"en 1914, le
siguieron importantes traducciones de autores como
Turgeniev, Tolstoi y Gorki. Publicó también importantes ensayos críticos
como "Poetas y prosistas del novecientos"
en 1919, "Los temas literarios y su interpretación" en
1924 y "La nueva literatura" de 1917 a 1927.
Después de la Guerra Civil española, presionado por el régimen
franquista, inició un largo aislamiento, dedicándose
por completo a trabajar con la Editorial Aguilar en el campo de la
traducción. Es autor de las primeras versiones
completas en español de "Las mil y una noches" y el
"Korán".
Falleció en Madrid en el año de 1964. ©
De "El candelabro de los
siete brazos":
Alef
Cuando pienso lo que he querido ser y lo que soy...
Alef
Cuando te veo, ¡oh corazón!, en medio de la gente...
Dalet
A través de la vida, ¡oh hombres!...
Guimel
Con los pies torpes aún del sueño...
He
También a ti la vida te ha cogido entre sus fuertes brazos...
Tet
¡Mis labios se han cansado de contar...
Los psalmos de la noche
Bet
Para esta hora, dulce y pura...
Dalet
Y, como los perfumes vertidos en la noche...
Guimel
Como un sueño es la noche y como una embriaguez...
Vav
La noche tiene espejos profundos y opacos...
Lamed Del amor que en la noche se muestra libre y sin
caretas...
La
casa del placer
Alef
Como cualquier hijo del hombre...
Bet La Casa
del Placer es una casa donde reina la mejor armonía...
Guimel Durante mucho tiempo, yo he ido al mercado de las
cortesanas...
Lamed ¡Oh amigos! El amor de las cortesanas es triste
y peligroso...
Vav
Como se cansa uno de revolver los naipes...
Las hogueras del mirto
Alef Como el que
se sustrae a la atracción del vaso lleno...
Dalet
La mujer es un sueño, es nuestro sueño...
Guimel En el silencio del crepúsculo canta así la
sirena...
Guimel
En busca de la dicha ignorada...
He
Como un aventurero tras de la fortuna...
Cantos a mi corazón
Alef
Veo a los amigos que un día hicieron conmigo...
Bet
Ciertamente, alma mía, que otro que yo, no podría comprenderte...
Dalet Los que no me conocen, se
admiran de mi audacia...
Guimel
Como la abeja ama los jardines...
De "El candelabro de los siete brazos"
Ofrenda
A Antonio Biosca, artista e inventor
cual Leonardo da Vinci
Alef
Cuando pienso lo que he querido ser y lo que soy, el
llanto hincha las venas
de mi garganta, y mil sueños malogrados gritan como víctimas dentro de
mí.
¡Oh, el corazón de un hombre que ha pasado de la
juventud es semejante al de
un asesino!
Con la conciencia turbada, recuerdo los años que
pasaron; los sueños malogrados
claman dentro de mí como víctimas amordazadas, y la juventud pura y
resplandeciente, se alza ante mis ojos como una virgen abandonada,
silenciosa y
patética.
¡Oh, el corazón del hombre que ha pasado de la
juventud, es semejante al de un
malhechor!
* * * * *
Alef
Cuando te veo, ¡oh corazón!, en medio de la gente,
entre mujeres desfloradas y
amigos maduros, siento una lacrimosa ternura.
¡Oh corazón! Tú eres también entre ellos como una mujer
desflorada y tú también
has perdido la blancura de tus mejillas y la pureza de tu juventud.
Tú también tienes hoy una cara borrosa y un cuerpo
fatigado; y entre los hombres
maduros reposas, ávido de paz.
* * * * *
Dalet
A través de la vida, ¡oh hombres!, he abordado la
región desolada en que el tiempo
es como una vasta estepa; en que el tiempo es como una gran laguna
desecada.
La región desolada, en que los recuerdos doblan su
cuello con la gracia de las colinas
y la vida es como una gran llanura, lisa e infinita.
He abordado, ¡oh hombres!, la región desolada, en que
los hombres ya formados, terriblemente completos,
deben reposar extáticos ya, como pirámides.
* * * * *
Guimel
Con los pies torpes aún del sueño, con el alma aún
velada por las tinieblas que en el sueño
se acumulan, he intentado alargar mi paseo por las calles con aire
juvenil. Y he marchado
tras las muchachas jóvenes, para alegrar mi corazón.
Pero tras de sus pasos ligeros me he sentido tan
cansado y me he sentido tan extraño a ellas, con mi corazón amargo
de experiencia, que bien pronto las he dejado perderse entre la multitud
y he seguido yo solo mi camino.
Y he vagado, sin rumbo y sin objeto, ante los
reverberos, viendo pasar ante mí la vida,
la vida lejana y esquiva, la vida que se aleja para siempre del hombre
que ya perdió su juventud
y duerme en pleno día.
* * * * *
He
También a ti la vida te ha cogido entre sus fuertes
brazos, y entre sus fuertes brazos
te ha estrujado.
También a ti la vida te ha seducido con sus grandes
senos, y sobre sus grandes senos
te ha doblado tu cuello y ha hecho desflorarse tus labios.
También a ti la vida, ¡oh corazón!, como a cualquier
otro, te ha puesto sobre su falda
y te ha reblandecido con sus besos y te ha dislocado en el torno de sus
caderas.
* * * * *
Tet
¡Mis labios se han cansado de contar y todavía sigue
girando el huso! Aún no se
han acabado los días y ya se ha acabado mi deseo y antes que el sol, se
ha puesto la
alegría en mi corazón.
Semejante al corcel que se fatiga antes de dar una
vuelta completa en el estadio;
semejante al que se embriaga aun antes de vaciar su copa; como el uno y
el otro,
así es mi corazón.
Yo amaba el sol y el alba, y entre todas las cosas,
amaba mis dos ojos: yo amaba
la vida más que todo. ¡Oh, cómo ha sido esto! ¡Yo amo la noche y el
sueño, y más que
todo, amo a la Muerte!
Los psalmos de la noche
A Juan Ramón Jiménez,
que ha
llenado la noche como una luna
Bet
Para esta hora, dulce y pura, en que la ciudad es
semejante a un buque que ha
descargado toda su mercancía y reposa; para esta hora, leve y clara como
un
turbante nuevo.
En que las calles no tienen escollos para el caminante
y están exhaustos los senos
de los vicios: en que el vicio nocturno y el deseo que ha estado
gimiendo todo el día,
rinden su cabeza como un niño cansado de llorar.
Para esta última hora, dulce como una tregua, en que
los leones del deseo se
arrodillan, dóciles como bueyes, ante el próximo día; en que, no hay
vino para los
borrachos ni carne para los lascivos y una pureza de Ramadán se
introduce en el
corazón de los viciosos.
* * * * *
Dalet
Y, como los perfumes vertidos en la noche; como el amor
encendido en la noche;
semejante a la antorcha que se ha de apagar en el alba, pasaremos
fugaces e ignorados,
mientras tú brillas en medio de los cielos serena e impasible, cual una
concubina con
tu regazo abierto como una red dorada.
* * * * *
Guimel
Como un sueño es la noche y como una embriaguez;
también como una locura.
Como el pino destila la resina, así el corazón de la
noche destila la locura, porque
la noche es la buena hermana de todos los brebajes que trastornan y
exaltan y en
sus opacas galerías se escancian los licores preciosos que dan a los
hombres efímeros
reinados.
Ella marca la hora en que las drogas venenosas, frías y
pesadas como ofidios, salen
del fondo de sus estuches y en que otras drogas, no menos
venenosas, la lascivia y el
crimen, se remueven en el corazón de los hombres.
Y ella misma, la noche, tiene una droga formidable: la
luna; la luna, amarillenta como
el cáñamo del hachís; la luna, seductora y hechicera, que dora las
fuentes y hace cantar
a los sapos como ruiseñores y hermosea a todas las mujeres.
* * * * *
Lamed
Del amor que en la noche se muestra libre y sin caretas
y sonríe ingenuamente como
un perdonado; del amor que en la noche no necesita esconderse como
durante el día.
Del amor que en la noche halla las vías francas y está
perdonado y redimido de todas
las angustias del día.
Del amor que en la noche es infantil e ingenuo como en
la antigüedad y cambia abrazos
tan puros como los de los niños fajados.
Del amor que en la noche es humilde y contentadizo y
tiene los ojos optimistas y las
manos ligeras, prontas a enlazarse.
Del amor, que en la noche implora con dulces
inflexiones y se dobla fácilmente sobre
sus rodillas.
Del amor, que en la noche es pródigo y generoso y
florece como la albahaca, leve y
fresca, en el corazón de los hombres fatigados.
* * * * *
Vav
La noche tiene espejos profundos y opacos, en los
cuales se refleja la verdad como
en un pozo.
Espejos diáfanos, claros y opacos, a la manera de los
valles, en los cuales el más pequeño detalle resalta ante los ojos
y que tienen la inexorable serenidad de la conciencia.
Espejos claros y tranquilos, semejantes a las lunas que
descubren los guijarros del sendero;
y ante los cuales el hombre libertino puede contar todas sus arrugas y
la mujer impura todas
sus manchas.
Espejos lúcidos y diáfanos, en cuyo fondo cárdeno se
reflejan frentes pálidas, mejillas descarnadas y ojos verticales
como abismos.
Espejos de reproches y de remordimientos, cuyos
cristales se empañan de suspiros y que son como lunas veladas,
bajo el hálito frío de los infortunados.
La casa del placer
A José Iribarne
que ha gustado conmigo
el vino insípido y la carne áspera
Alef
Como cualquier hijo del hombre, también he entrado un día en la
Casa del Placer.
La Casa del Placer es amplia y hospitalaria: en ella hay grandes
toneles para los
bebedores y lechos para los indolentes, En su interior se está a
maravilla.
Pero en la Casa del Placer hay una extraña costumbre,
que no vi en parte alguna.
El que consume el vino, debe apurar también las heces;
el que come el racimo,
debe comer también el escobajo, y el que ama a una mujer hasta devorar
su carne,
debe cargar después toda la vida ya con su esqueleto.
* * * * *
Bet
La Casa del Placer es una casa donde reina la mejor armonía y donde los
desconocidos viven más unidos que los hermanos.
Las más duras tareas se realizan allí sin rebeldía, y
se consumen con placer los más
insípidos manjares.
Nunca resuenan voces irritadas ni restallan los
látigos, y sin guardianes se mantiene
un orden más perfecto que el de las cárceles y los camposantos.
En la Casa del Placer cada uno cumple con gusto su
tarea, y los más díscolos caracteres
se convierten en modelos de mansedumbre.
Los que en las casas de los padres rehusaron los platos
sazonados, aquí roen alegremente
los huesos más duros, y los que esquivan el contacto de las castas
esposas, aquí besan con
gusto los labios más hediondos; las espaldas más rígidas se curvan aquí
llenas de gracia.
* * * * *
Guimel
Durante mucho tiempo, yo he ido al mercado de las
cortesanas y he aceptado el trato
inicuo que hombres y mujeres hacen sobre su carne.
Y he saboreado, sin repugnancia, el placer que se me
ofrecía y como un hombre que
elige esclavas, así he sido entre las mujeres que se ofrecen.
Y he amado alegremente y sin temor a las mujeres
desconocidas, y anónimas, todas semejantes como sus sexos
emboscados en una misma encrucijada.
* * * * *
Lamed
¡Oh amigos! El amor de las cortesanas es triste y
peligroso; y deja nuestras almas más hambrientas que antes.
Para nosotros, ¡oh amigos!, ellas tienen sus cuerpos
manifiestos como grandes moles;
pero la puertecita de su ternura está cerrada para nosotros.
Nuestros brazos pueden ceñir del todo sus cinturas;
pero nunca llegarán al hueco
pequeñito en que se esconde su corazón y de sus grandes senos no brotará
jamás para
nosotros una gota tan sólo de dulzura.
En las noches de amor, calladamente, yo las he visto,
¡oh, hombres!, torcer sus ojos
bajo mis besos y espiar astutamente el instante de nuestro desmayo.
* * * * *
Vav
Como se cansa uno de revolver los naipes, así yo me he
cansado de desnudar cuerpos
de cortesanas.
Cuerpos de bronce o de mármol, sobre los cuales
nuestros labios estaban siempre en la superficie y sobre los que éramos
como los que golpean murallas fortificadas.
Al fin, ¡oh amigos!, me he cansado de abrazar
simulacros y de levantar pesos inertes.
Las hogueras del mirto
A Carlos Cerrillo Escobar, a quien
más de una vez he oído suspirar
tras de las mujeres fugitivas
Alef
Como el que se sustrae a la atracción del vaso lleno y
a la fascinación de la última
carta y, aun andando hacia adelante, tuerce su cuello hacia detrás, así
en la hora del
crepúsculo, me sustraigo al hechizo maligno de las calles.
Como el que arrastra un fardo inerte, así reuniendo
toda mi voluntad, cargo con mi
cuerpo rendido y lo traigo hasta la casa; y bajo la lámpara, en el sitio
más cómodo, le
obligo a sentarse, y a gustar la calma del crepúsculo.
Pero en la calma del crepúsculo y en el silencio de la
estancia, mi corazón inquieto
como el de un jugador, trepida sordamente, y un anhelo inextinguible
como la sed del
borracho se eleva de él hasta vosotras, ¡oh mujeres desconocidas!
* * * * *
Dalet
La mujer es un sueño, es nuestro sueño, ¡oh hombres! Y ha nacido de
nuestra ternura
y de nuestra plenitud en la soledad.
La mujer ha nacido de la profundidad masculina, como
las nieblas se elevan del vasto
sueño de la mar; y somos nosotros los que la hemos creado con todos sus
atributos.
Todo en ella es obra nuestra; y hemos creado sus senos
manifiestos y su sexo enigmático.
La mujer es nuestro sueño, ¡oh hombres!, y ha nacido de
nuestro sueño como las diosas y como las sirenas;
y ha tomado de nuestro sueño toda la ambigüedad.
Todo es en ella vago e impreciso; y nada hay en su
cuerpo que tenga la medida, cierta y
eficaz, de nuestro puño cerrado, lleno de fuerza y plenitud.
La mujer es un sueño ante nuestros ojos profundos, y
por eso se asemeja a tantas cosas su cuerpo desplegado;
por eso es comparable a las serpientes y a las grandes aves y a las
ánforas
y a las liras; y por eso, cuando destrenza su cabellera, nos parece un
prodigio.
Por eso es variable y distinta como un sueño; como un
sueño de mediodía y de medianoche,
y también como un sueño matutino que roza ligero las sienes del
durmiente; como un sueño
de adolescente distinto del que ciñe la frente de los hombres maduros
con la gracia de un poniente sobre un páramo.
Por eso, ¡oh hombres!, cambia constantemente ante
nuestros ojos y nuestro corazón; y por
eso su desnudez nos embriaga tan locamente como un sueño.
* * * * *
Guimel
En el silencio del crepúsculo canta así la sirena, la
sirena terrible que ruge como un
tigre, y al eco de su canto, mi corazón se agita como un encarcelado.
Y como en un buque que va a zarpar, así quisiera
embarcarse de nuevo en su inquietud
para surcar las calles de la inmensa ciudad.
En busca del amor de cada día, ¡nuevo y distinto, y
prodigioso como un tesoro hallado!
* * * * *
Guimel
En busca de la dicha ignorada, que se persigue a través de las calles
como se persigue
la fortuna sobre el tablero de un ajedrez; en busca de la dicha
ignorada, que hace
describir, a través de las calles, círculos más extraños que los de un
beodo.
Mi alma aguarda de nuevo el nuevo día, para consumirse
de ardor y de impaciencia;
para seguir tras de los bell0s pies y echar sus redes sobre los
corazones.
Para buscar de nuevo la huella perdida y girar de nuevo
en la rueda de los tahúres y
las cortesanas; para arrojar de nuevo, en la tabla de la suerte, el dado
de mi corazón.
* * * * *
He
Como un aventurero tras de la fortuna, tras del amor de
este día que aún no me ha sido revelado y que acaso todavía
me aguarda.
Tras la mujer desconocida, cuyas caricias serían mías
esta noche y colmarían esta noche
mi nostalgia.
Y en cuyos brazos reposaría tranquilo un momento,
mientras cantaban las codornices
en la madrugada.
Cantos a mi corazón
A Catalina de Burgos
Alef
Veo a los amigos que un día hicieron conmigo el
prodigioso viaje de la juventud
y los hallo cambiados y desconocidos; la sombra de un cuidado se
extiende sobre sus
frentes y, con la vista baja, parecen avergonzados de haber sido jóvenes
un día.
En aquel tiempo, ya lejano, parecían tener alas y
exhalaban un hálito de fuego por
sus ávidas bocas; sus frentes resplandecían como altas tiaras.
Pero hoy son semejantes a viudas que se envuelven entre
velos; y con sus frías miradas parecen advertir que han muerto
ya para el amor.
* * * * *
Bet
Ciertamente, alma mía, que otro que yo, no podría
comprenderte: porque eres enorme
como una gran ciudad.
Y eres como una nave para los marinos, y como un arado
para los trabajadores de la
tierra; y como un velo para las mujeres. También como un vaso para el
bebedor.
Semejante al mercader astuto, que a cada uno muestra lo
que ha de agradarle, así sabes
hacer: y así te exhibes, abrumada de dones.
Pero luego, cuando la turba se dispersa, sabes ser, ¡oh
alma!, mi alma, verdaderamente mía.
* * * * *
Dalet
Los que no me conocen, se admiran de mi audacia y se
duelen de verme hacer lo que
ellos no osarían con su alma pequeña; pero los que saben, no
comparten sus temores.
Como se ve a un atleta soportar grandes pesos con
complacencia y a un juglar caminar
sobre el fuego, así me ven agitarme entre la multitud; sus ojos han
visto en mis labios una
sonrisa astuta.
Y al ver que me abandono a los demás, seguro y diestro
como el que se lanza a un abismo, suspendido por la cintura,
dicen admirados: «¡Oh qué alma verdaderamente maravillosa!».
* * * * *
Guimel
Como la abeja ama los jardines, así amo yo la multitud:
¿acaso podría hacerse un panal
con una sola flor?
Como abeja industriosa, así amo yo la multitud y clavo
mi aguijón en los corazones;
y de la locura del loco y la necedad del necio, sé hacer un panal
maravilloso.
Y hasta el hombre opaco, que es como un guijarro
ennegrecido, sirve a mi alma como
sirve una hoja verde para adornar un fruto.
Como abeja industriosa, así revuelo entre la multitud;
pero, luego, cuando la turba
se retira, este panal prodigioso, sólo a ti te lo ofrezco, ¡oh alma mía
maravillosa!