"Por tu garganta de paloma el arrullo sube,
lírico azogue, termómetro de nieve..."
"Flora"
Alma Tadema
Reseña biografica
Poeta, novelista y
ensayista español nacido en El Ferrol en 1910.
Licenciado en Derecho
y Filosofía y Letras por la Universidad de Santiago de Compostela,
obtuvo luego el título
de Doctor con Premio extraordinario en la Universidad de
Madrid. Fue catedrático de Lingüística y Literatura
en la Universidad de Santiago y miembro numerario de la Real Academia
Gallega.
Aunque su prolífica obra abarca todos los campos, se destacó
principalmente como poeta y novelista publicando
«A gente da Barreira» primera novela escrita después de la Guerra Civil,
y «Scórpio», por la que obtuvo el
Premio
Nacional de la Crítica.
Se estrenó como poeta con «Senderos» en
1931, recopilando luego su obra lírica en cuatro libros: «Pretérito
imperfecto»
publicado en 1980, «Futuro condicional» en 1982, «Cantigas de amigo y
otros poemas» en 1986 y «Reticencias» en 1989.
Falleció en Santiago
en marzo de 1990. ©
Al lado del pozo de la vida
Alto nombre
Belleza mascadora de chiclet
Elegía veneciana
En lo alto del
bosque está mi eremitorio
Flautista (Aultés)
La Bacante y Dionisios
Maniquí negra
Mujer dormida
Oh tú,
alegre, que los brazos levantas desnudos...
Petit-Cru
Un cabello de Angel
Al lado del pozo de la vida
Al lado del pozo de la vida escrutas las aguas oscuras:
acechas
tendiendo los oídos ansiosos a la piedra que tiras,
dura y pesada
pregunta que inquieta la verdad del fondo
húmeda tierra de fango que
los pies con que pisas ansían.
Al lado del pozo de la vida buscas en
ella la verdad.
Pero la verdad y la vida son una, y están sobre la
tierra.
Taladran, sedientos, los ojos sólo aguas y arcillas
estériles.
Pasa, entre tanto: la hermosa, como una mujer en silencio.
Podrías besarla sino intentaras oírla;
a su talle han de ceñirse, han
de besar sus labios
sin preguntarle su nombre, que, púdica, niega al
amante,
o que, tal vez, ella ignora, la casta de la flor venturosa.
De tu pregunta hoz, en el heno se oxide y more
-harta de segar aires-
que es lecho de amor para el prudente.
No rinden labios de moza más
dulces las mieles del beso
porque murmullen un nombre al ruego del
amante importuno.
De "Entre el verde y el azul"
Alto nombre
Nombre de suave lienzo y blanco lino,
paisaje donde nevó rosas
heladas,
primavera cuajada en amor joven.
Cuántas huidas, cuántos
escalofríos
entre tú y yo levantaron nuestro puente.
Puente de
plata o tela de araña, dulce,
donde al amanecer la niebla se
columpia.
Mi vida es un acercarse a la tuya.
Al morder la primera
fruta de oro,
el zumo por los labios resbalaba.
Era la pasión como
una novia antigua.
Nombre de limpio vidrio y aire tamizado,
en
soledad arrodillada encendido,
de campana en campana por los campos
vuelas.
Como un animal sagrado vagabas;
alto zumbido de otoños
olvidados
bajo tus pies, arcAngel de los pies blancos.
Esparciendo
luz y oliendo a flor,
Planeas sobre mí, Angel en ruinas.
¿Qué
brisa, qué amor, qué pena deshojada,
qué fuente dorada o qué cristal
de estrella
sueña tus sueños cuando estoy dormido?
Al latirte el
corazón de viento,
florezco bajo tus alas desnudas.
De "Angel de tierra"
Belleza mascadora de
chiclet...
Belleza mascadora de chiclet,
donde la feminidad alcanza el límite
del vigor,
y los músculos campan durísimos,
inaprensibles al
pellizco galante.
Próxima a las puertas del sexo,
te mantienes un
milímetro distante de la salida,
y tu amenaza de desbordar el área de
juego
es más una travesura que subraya
la curvatura de tu
trayectoria,
falsamente estirada en súbito zig-zag.
En esta hora
de indiscriminación sexual,
tus posibilidades de cotización son
precarias,
y tienes que disimular tu feminidad,
para acercarte al
varón de cabellos largos e ideas cortas.
Así, tu cuerpo es hermoso,
a pesar de las descuidadas prendas que lo disfrazan.
Así, tu boca es
dulce,
a pesar de las toscas palabras que la manchan.
Sabrosa
arcilla del paraíso, cubierta
por la seca ortiga del escombro.
Eterna y pura naturaleza, avasallada
por efímera y densa cultura.
Hay que amar la blanda pulpa de tu cielo,
por abajo y arriba
de la
dura corteza de tu tierra.
De "Avalón"
Elegía veneciana
Me podéis borrar del Libro de Oro,
mis compatricios.
Hace tiempo
que no pienso si el Turco sube o baja,
y mis buques están anclados en
el muelle.
No me tienta ocultar mi calva
bajo la tiara de dogo.
Un cuerno
y un ropaje largo no me preservarían
de los arañazos de tantos
senadores.
Que otro celebre sus nupcias con el mar.
La boca de esa esposa es
demasiado amarga.
Me prefiero soltero, libre de tal belleza,
que
derriba cuando quiere y traiciona a sus hombres.
Tú, Fóscari; tú, Dándolo; tú, Loredano, me mirais
sin duda con el
horror con que a un hermano perdido.
Quizá tengo sangre de algún
Otelo ignorado,
y mi tono no es originario de Aquilea.
No me retratarán Bellini ni Tiziano;
oscuro moriré, pobre gallo
olvidado.
Pero veo al mar royendo las piedras de Venecia,
y
encuentro triste el carnaval de la vieja Serenísima.
De "Avalón"
En lo alto del bosque está mi eremitorio...
En lo alto del bosque está mi eremitorio.
Llegaste cuando el cielo de
otoño auguraba nieve.
Un camino perdido te conducirá a mí.
El
invierno nevó fuera mientras dentro
calentaba el gozoso verano.
Quedaste prisionera.
La nieve borró los caminos.
No sabrías
regresar.
Te tendré a mi lado mientras el invierno reine.
Sé que
te marcharás en la primavera,
cuando el deshielo abra de nuevo las
veredas.
Pero tengo la esperanza de que no te veré marchar
Soy ya
muy viejo,
y moriré antes de que puedas cruzar el umbral.
Me
cerrarás los ojos con tus suaves manos.
Y cuando el sol endurezca la
tierra,
te irás sobre tus pies ligeros como las horas.
Pero yo no
te veré marchar,
durmiendo para siempre con los ojos cerrados,
soñando que aún estás, que estas siempre
cerca de mí, en lo alto del
bosque,
en mi eremitorio, mientras fuera
cae, día tras día, año
tras año,
vida tras vida, eternamente, la nieve,
que borró los
caminos y te impide partir.
De "Venusberg"
Flautista
(Auletés)
En Lokbias tañe una flauta,
en Sanssouci;
así
consuela su nostalgia
Ptolomeo;
Friedrich también.
Estrujadora
Alejandría,
severa Postdam;
es melancólico ser rey,
leyendo a
Cátulo o a Voltaire.
Cercano a la orilla de Libia
o a la llanura
central de Europa,
el
auletés,
pensando en legionarios o cosacos,
mariposa
nostálgica, chupa la miel
de la triste flor de la flauta,
combándose bajo el klaft o el tricornio
la nostálgica cabeza colgada
del más allá.
No importa estar borracho
y pellizcar la grupa de
los días, o
disponer las compañías de plomo
sobre una mesa rococó.
Dura carga es ser rey,
basileus o könig,
capitán o sobornador
contendiendo con césar o kaiser
mediante fuego de oro o fuego de
cañón.
Bañar en el río tibio de la música
el alma cansada de
espiar,
es natural;
hila tristeza el rey así,
el
auletés,
Lokhias o en Sanssouci,
larva llorosa, para
encapsular,
que el dolor en seda es menos ruín.
Por eso siempre al
atardecer,
tañe en Lokhias, en Sanssouci,
la misteriosa flauta
real.
Bajo la luna pura y cruel,
entre la zozobra del vivir,
hila su lágrima el
auletés.
De "Oratorio"
La bacante y Dionisios
-En la noche escuché tu voz.
Entre sueños fui llamada por ti.
Sin pereza aparté la ropa de mi lecho.
En seguida puse mi pie en
el frío suelo.
Y pisé las aliagas para subir a tu monte.
Apretando los espinos
busqué tu cumbre.
En una mano el tirso, en la otra el collar de la fiera.
Levantaba
la vid en la derecha, con la izquierda arrastraba el animal.
Bajo las estrellas desparramé mis cabellos.
En las sombras desaté
mis ataduras.
A sedientos sorbos, mi sedienta garganta acabó con tu vino.
Borracha de ti mismo, en el gemido de mi boca ardes.
Puse mi corazón, como un racimo, bajo tus pies de vendimiador .
Mi espalda, como una yegua virgen, al estallido de tu relinga.
Me hice gesto en todas las liturgias que te honran.
Me hice
palabra en todas las oraciones que suben hacia ti.
Sabes bien que soy tuya: desde tu trono recibiste mi ofrenda.
Mi amor resplandece a tus ojos: se ve su llama desde el más allá.
Sin embargo, me dejas arder en el fuego que me escuece.
A pesar
de todo, no alejas el torrente de angustia que me empapa sin descanso.
Desde el fondo de mi amor despreciado clama a ti mi tormento.
Mi ternura de paloma lucha con tu crueldad de buitre desgarrador.
Si tu brazo poderoso me arrastró a la noche de tu misterio;
si
con voz de tórtola acurrucada me llamaste al bosque de tu nido
¿por qué golpeas mis senos rendidos con el granizo de tu dureza?
¿hasta cuándo clavarás en mi dulce vientre las saetas de tu furor?
-Ama, calla y aguanta, si de verdad amas.
Envuélvete en tu dolor
y en tu noche, si me tienes por placer y por luz.
¿Piensas que se puede amar a un dios sin llegar a ser diosa?
¿Piensas que puede nacer una diosa sin que muera una mujer?
Porque me eres bienvenida, he de macerar tu cuerpo para las nupcias.
Porque has de gozar conmigo, te igualaré a mí.
Te quemaré, te quemaré, para que en chispas subas.
He de herirte,
he de herirte, para beber tu sangre.
¿Cómo has de nacer en tu ser de mañana si no agonizas en tu ser de
hoy?
¿Cómo nacerías para mí si no murieras para ti?
De las tablas de tu ataúd he de hacer tu cuna.
Amasando tus
cenizas esculpiré el cuerpo que ya no perderás.
Cuando me dices crueldad son tus labios de tierra los que
me hablan.
Cuando tengas tus labios de cielo me has de decir
amor.
De "Oratorio"
Maniquí negra
Un sol nocturno bruñó con su óleo tus largas piernas.
Donde el hueso
se junta a la piel, brilla con blancura de acero.
Tu risa de granizo
repica en el pandero de la luna,
que exhala la música tejida por la
dulzura de tus pies.
Cisne sombrío que resbala por las teclas de un
lago dormido.
Hogueras de tinieblas, mujer de humo y sueño, que
brotas
con el misterio enrollado a tu regazo, boa de ondulantes
anillos;
con el amor ceñido a tus caderas, velo de tibio rugir;
con el paraíso echado sobre tus ropas, estola de florido fuego.
Tu
madre aúlla en la selva -nidos de muertos en los árboles-
mientras
caen las granadas alrededor de su choza.
Tu hermana grita en el
asfalto -las pancartas caídas, los perros-
mientras los gases
lacrimógenos hinchan sus párpados.
Tu prima de la manigua¹ agita los
pechos locos
mientras canta la rumba de ronca voz.
tu cuñada de la
sabana estremece la grupa
picada por el tábano del tam-tam.
Todas
son estruendo y relámpago, cohetes de amor y dolor.
Pero tú sólo
resbalas en silencio, das vuelta y te mueves
con líquido avanzar,
lujosísimo tulipán para la fiesta del dorado jardín.
¹Terreno
de la isla de Cuba cubierto de maleza.
De "Salterio de Fingoi"
Mujer dormida
¿Dormida? ¿Hecha cuajado río o luna?
¿Fuera de ti, pálida voz de la
tierra?
¿Labio de mármol que oscuro anhelo calla?
No oso acercar
manos que tiemblan
a la desnuda y yerma saudade de tu cuerpo.
Bajo
las pestañas no sé qué cabalgadas;
qué perfecci6n de bosques y
senderos;
qué bueyes con cuernos de laurel adornados
con pardas
muchachas en los lomos florecidas.
O nada, o sólo el negro sueño,
olvido;
dos profundos pozos sin eco y sin llegada,
tu frente sin
huella un mar de nieve,
el corazón como una estrella acostumbrada.
Y el blanco amor que te cubre, nube,
granizo es ya, que te conserva,
nítida,
como una paloma posada más allá del arrullo.
Lejos de ti;
amarte, verte de lejos;
la cabellera, mortaja de tu sueño.
En
soledad, sin hombres y sin dioses.
Grises peñascos; mazorcas huecas;
hiedra.
De "Anillos de agua"
Oh tú,
alegre, que los brazos levantas desnudos...
Oh tú, alegre, que los brazos levantas desnudos,
de espesos racimos
de azúcar cargados,
mientras el amanecer sonríe en tu boca;
en
cuyo cuerpo de los frutos canta la sangre,
toda canción, campana de
tierra, vida.
Por tu garganta de paloma el arrullo sube,
lírico
azogue, termómetro de nieve,
temperatura de la dicha, clima exacto.
Joya del hombre, alhaja del universo,
juego de Dios, vino del cielo,
alegría.
Alegría. Más ¿alegría? La gracia pesa.
Lágrimas de
orballo -¡ay cuantas! -pide la rosa.
La muerte ronda la flor de la
mariposa.
Cuánta tristeza en tus blandas pestañas,
ácido lecho el
río de tu risa.
Tan indefensa, tan frágil es la belleza.
Un
contracanto de oscura melodía
el alma escucha en la cascada
centelleante.
Cordero sin tacha que en el prado salta,
el dolor
embaza los ojos que te quieren.
Almendro en la noche enraizado.
El
luto brota en el lino del noviazgo.
¡Qué triste eres criatura de alegría!
De "Salterio de
Fingoi"
Petit-cru
En Tintagel suena un cascabel. Petit-cru.
Vino de Avalón, la isla de
las hadas. Tristán
para la rubia Iseu lo atrajo. Alegra el corazón
su música hechizada. La amiga es
por el embrujo, lejos del amigo,
feliz. ¡Dios:
el desdichado envió a la desdichada la dicha! Renunció
al talismán para que pudiera la reina, separada de él,
vivir dichosa,
y la rubia encuentra alegre el vivir.
Hermosos son los mantos forrados de blanco armiño,
gentiles las
cabalgadas por el matorral en la corte de Marés,
y los torneos en los
que los caballeros muestran amorosas divisas.
Dulce el recuerdo de Tristán como sonrisa del amanecer.
El
cascabel del blanco cachorro es más fuerte
que la copa fatal que la
imprudente prudencia materna
llenó de amor y de muerte y abrasadora
pasión.
Pero ¿cómo la amiga en la ausencia del amigo se siente
con cuerpo
ligero, con alas de alondra, con el espíritu
gracioso? La reina
piensa. Desvela el secreto.
Hechizo de amor es. El desdichado desea
la dicha de aquella que es su dolor.
Petit-cru. Los labios adornados
de dulce
amargura requieren el ser milagroso. Del regazo
le tira
el cascabel. No quiero, amigo hermoso
la alegría mientras tú estas
triste, señor;
la vida mientras tú mueres. Bebemos el vino
juntos,
debemos morir o vivir.
Desde la florida ventana arroja el cascabel al mar.
Arrastrando su larga cola bordada camina
por los pasajes del llanto
al sombrío sepulcro del dolor.
De "Poemas colgados de un cabello"
Un cabello de Angel
Un cabello de Angel
colgando del cielo,
si no es la espada de
Damocles,
es soga para el espíritu,
gemido equilibrista,
que,
en él agarrado,
puede mecerse sobre la tierra
y creer que es la
araña de un hilo
arrancado de su propio cerebro,
cordón umbilical
que lo vincula
a su nido que está en el azul.
Pero no sabemos
qué es el norte, qué es el sur,
el cenit y la nada,
la vida y la
muerte,
la tierra y el cielo,
cuál es el metro que lleva al
paraíso
y qué aeronave nos conduce al infierno.
De "Poemas colgados de un cabello"