"...De tanto amarte y tanto
no quererte
te has cansado de mí y de mis locuras..."
"La dance
Villageoise"
Pablo Picasso
Reseña biografica
Poeta,
traductor y ensayista español nacido en Madrid en 1950.
Interrumpió
los estudios de Derecho en la Universidad Complutense de Madrid para
licenciarse en Filología Clásica.
Es un miembro destacado de los poetas de su generación, caracterizado
por cultivar tanto las formas clásicas como
modernas, evolucionando hacia fórmulas personales que le han valido el
reconocimiento de la crítica literaria.
Fue director de la Biblioteca
Nacional y Secretario de Cultura del gobierno español, obtuvo el
Premio de la Crítica con
«La caja de plata» en 1985 y el
Premio Nacional de Traducción con el «Cantar de Valtario» en
1987.
De su obra poética también merecen destacarse, «Los retratos»
1971, «Elsinore» 1972, «Scholia» 1978, «Necrofilia» 1983,
«El otro sueño» 1987 y «El hacha y la rosa» 1993. «Sin miedo ni
esperanza recoge, en seis partes, sesenta poemas escritos
entre 1996 y 2002 y su poesia completa hasta 1996, está contenida en
«Los mundos y los días». ©
De "Elsinore" 1972:
1. El mensajero
2. Farewell
3. La chica de las mil caras
De "Scholia" 1978:
1. El campesino y la princesa
2. Idilio
3.
Pitonisa floral
4. Tus ojos
De "Necrofilia" 1983:
1. Cómo te defiendes de mí
2. El fantasma
3. La
vela
De "La caja de plata" 1985:
1. Amour Fou
2. Casada
3. Cuando vivías en La
Castellana
4. Conversación
5.
Dedicatoria
6. Deseada
7. Nocturno
8. Soneto
De "El otro sueño" 1987:
1. Este aroma no es tuyo
2. La noche blanca
3. Los dedos de la aurora
4. Los gigantes de hielo
5. Mal de ausencia
6. Soneto del amor oscuro
De "El hacha y la rosa" 1993:
1. Bienvenida
2. El
desayuno
3. El espejismo
4.
El olvido
5. La flor blanca
6. La llamada
7. Un amor imposible
De "Por fuertes y fronteras"
1996:
1. Collige, virgo, rosas
2. De tanto amarte y
tanto no quererte
3. El resplandor
4. Qué
complaciente estabas, amor mío, en la pesadilla
5. Voy a escribir un libro
De "El bosque y otros
poemas" 1997:
1. Bebétela
Otros poemas:
La amazona de Mordor
Noche de ronda
Paseo
vespertino
De "Elsinore" 1972
1. El mensajero
a fernando González
de Canales
-No lo revelaré. Te lo
juro.
* * *
2. Farewell
Entre las ramas de tu
cuerpo
no puedo ver el mar,
amor.
Palomas y abedules.
Embarcar de grumete en un barco negrero
con el alba.
* * *
3. La chica de las mil caras
Todo tu cuerpo es un inmenso brote de espinas,
pero las aves
siguen comiendo en tus manos
y cantan en el bosque como si nada.
Por las noches me enseñas el universo:
hoy han sido las costas de
Islandia,
la
Edda de Snorri y la promesa de Winland.
Como tu cuerpo está
erizado de agujas,
necesito almohadones para amarte;
luego
despierto enganchado a tus labios,
cuando el sol es un punto negro en
el cielo.
Si hablas, tu voz es una cascada
que arrastra cadáveres
y policías de uniforme.
Hablas en verso, como Ovidio y Lope,
como
el precoz escaldo Egil Skallagrimsson.
A veces te interrumpo. Tus
besos llevan oro,
como las
Noches de Stevenson o de Mardrus.
Son algo tan brillante.
Como una nueva infancia.
No sé si tu destino es catalogar
manuscritos,
si has sido bibliotecaria en Alejandría.
Un día vi
cómo perseguías a un jabalí en Dordoña
(esa noche soñé con el Monarca
Oscuro).
Podría hacerte un lecho de lirios o de rosas,
aunque
preferiría cubrirte de alacranes.
Luego descifraríamos papiros
mágicos y emblemas.
No sé cómo decirte lo mucho que te amo.
Hace
siglos que desaparecieron los torneos.
Jesús sigue muriendo cada día.
Hasta cuándo.
Pero Clodoveo decía que el Gólgota no sería famoso
si él hubiese estado allí, en Jerusalén, con sus francos...
Antes leíamos novelas bizantinas, escuchábamos discos,
no
encendías jamás la luz en el desván.
Me parecía haber vivido dos
veces los momentos
y bebía del suave terminarse de tus ojos.
Algunos dioses se nos antojaban ridículos:
Júpiter, por ejemplo, todos los que mandaban.
Pero las ninfas de
las fuentes, los elfos, los dragones,
Mae West y Miriam Hopkins
compensaban la perdida.
Hacer versos, nadar, dar de comer a un
pájaro,
ejercer de
sportwoman como Diana Palmer.
Buscábamos tesoros en el
jardín de tus abuelos,
bajo ese sol de Heráclito que sigue sin
ponerse,
con una
Jolly Roger ceñida a la cintura,
saqueando glorietas y
naufragando en la piscina.
Y ahora que está aquí, mi amor,
tú que eres todas las mujeres,
no sé si voy a ser capaz
de recordarte y recordarme.
Todos
vivimos, a la postre,
en una especie de prisión
de la que no
podemos salir,
en la que nadie puede entrar.
Pero consta en el
Libro Único
que, a pesar de espinas y agujas,
nos amamos alguna
vez
y nos amaremos tú y yo.
"Elsinore" 1972
De "Scholia" 1978:
1. El campesino y la princesa
Embrujado jardín.
En
un estanque,
desnuda,
te recojo.
Me parece que tengo entre los
brazos
otro jardín.
* * *
2.
Idilio
Dice la dama: «El frío ya no hiere mi cuerpo.
Llega una primavera
que no funde la nieve
ni licúa los ríos. Primavera de brazos
y
músculos y sables y dentelladas dulces.
Bajo un cálido sueño
masculino me olvido.
Y en mi olvido se olvidan mis doncellas y el
mundo,
lo que fui y lo que soy, mi nombre y sus aristas.»
Él: «Comienza en tus ojos un combate sin tregua.
Vencida, eres el
fuego. Victoriosa, la llama.
Nunca el crimen sagrado me pareció tan
bello.»
* * *
3. Pitonisa floral
He preguntado a las
orquídeas
-dominaba el perfecto sopor del mediodía-
si tus
cabellos eran sierpes
o sílabas de fuego adormecido.
* * *
4. Tus ojos
Y tus
ojos, tus pétalos de luz,
aquellos ojos que resumían el estío,
vasijas de pureza,
agonizan de sombra en su prisión de nieve
y de
silencio.
El mundo es una catedral helada.
"Scholia" 1978
De "Necrofilia" 1983:
1. Cómo te defiendes de mí
Cómo te defiendes de mí.
Cómo resistes,
desde la torre de la
ausencia,
agitando el pañuelo para siempre,
sin forma ni color,
humo tan sólo,
aérea y rígida en tu nube,
diciendo adiós al mundo
y a mis brazos,
muerta y levísima.
Cómo te defiendes de mí.
Cómo, al fin, me derrotas
y me sepultas, también a mí,
en la tumba
sin flores del olvido,
donde mis huesos no conozcan
la senda de tu
cobardía.
* * *
2. El fantasma
Cómeme y, con mi cuerpo
en tu boca,
hazte mucho más grande
o infinitamente más pequeña.
Envuélveme en tu pecho.
Bésame.
Pero nunca me digas la verdad.
Nunca me digas: «Estoy muerta.
no abrazas más que un sueño»
* * *
3. La vela
Una vela es el deseo.
Está encendida. Ilumina
la habitación.
En los muros
hay desgarraduras viejas.
La vela baila. Se cierne
sobre el espacio. Divide
la sombra en dos. El deseo
tiene pulmones
de cera.
Y es el ahogo. Las cosas
bajo llave. Las palabras
no
dichas. Burbujas. Brillos.
Alas rotas. Labios muertos.
O tu pecho:
todo es cera.
Siempre en luz. Sobre el silencio
extiende su brasa
el ojo.
Las paredes tienen grietas,
salpicaduras recientes.
Y
ellos se alejan. Ignoran.
No saben qué hacer. No saben
dónde
esconderse. Son otros.
Sombras de la misma vela.
"Necrofilia" 1983
De "La caja de plata" 1985:
1. Amour Fou
Los reyes se enamoran de sus hijas más jóvenes,
Lo deciden un día, mientras los cortesanos
discuten sobre el rito de
alguna ceremonia
que se olvidó y que debe regresar del olvido.
Los
reyes se enamoran de sus hijas, las aman
con látigos de hielo,
posesivos, feroces,
obscenos y terribles, agonizantes, locos.
Para
que nadie pueda desposarlas, plantean
enigmas insolubles a cuantos
pretendientes
aspiran a la mano de las princesas. Nunca
se vieron
tantos príncipes degollados en vano.
Los reyes se aniquilan con sus hijas más jóvenes,
se rompen, se
destrozan cada noche en la cama.
De día, ellas se alejan en las naves
del sueño
y ellos dictan las leyes, solemnes y sombríos.
* * *
2. Casada
En el
hombro la herida me latía
como un segundo corazón. Si a ella
le
dolía también, no me lo dijo.
La puerta se cerró. Por un momento
nos abrazamos, y eso era la vida.
Pero volvió el dolor, volvió la
niebla
sobre mis ojos y frente a mis labios.
Y volverían dudas y
reproches,
y la herida del hombro, y su marido.
* * *
3. Cuando vivías en La
Castellana
Cuando vivías en la Castellana
usabas un perfume
tan amargo
que mis manos sufrían al rozarte
y se me ahogaban de
melancolía.
Si íbamos a cenar, o si las gordas
daban alguna
fiesta, tu perfume
lo echaba a perder todo. No sé dónde
compraste
aquel extracto de tragedia,
aquel ácido aroma de martirio.
Lo que
sé es que lo huelo todavía
cuando paseo por la Castellana
muerto
de amor, junto al antiguo hipódromo,
y me sigue matando su veneno.
* * *
4. Conversación
Cada vez que te hablo, otras palabras
escapan de mi boca, otras palabras.
No son mías. Proceden de otro
sitio.
Me muerden en la lengua. Me hacen daño.
Tienen, como las
lanzas de los héroes,
doble filo, y los labios se me rompen
a su
contacto, y cada vez que surgen
de dentro -0 de muy lejos, o de
nunca-,
me fluye de la boca un hilo tibio
de sangre que resbala
por mi cuerpo.
Cada vez que te hablo, otras palabras
hablan por
mí, como si ya no hubiese
nada mío en el mundo, nada mío
en el
agotamiento interminable
de amarte y de sentirme desamado.
* * *
5. Dedicatoria
La tierra estaba seca.
No había ríos ni fuentes.
Y brotó de tus ojos
el agua, toda el
agua.
* * *
6. Deseada
Era su turno.
Cuidadosamente
dobló la gabardina sobre el brazo.
Se echó el pelo
hacia atrás, y su mirada
se cruzó con la mía. Con los ojos
le
devolví la calma. Se marchaba,
pero regresaría, y todo aquello
terminaría bien. Cerró la puerta.
Yo me quedé sentado, acariciando,
tembloroso, su ropa interior verde.
* * *
7. Nocturno
Apagaste las luces y encendiste la noche.
Cerraste las ventanas y
abriste tu vestido.
Olía a flor mojada. Desde un país sin límites
me miraban tus ojos en la sombra infinita.
¿Y a qué olían tus ojos? ¿Qué perfume de oro
y de agua limpia y
pura brotaba de tus párpados?
¿Que invisible temblor de cristales de
fuego
agitaba la seda lunar de tus pupilas?
Recamaste la almohada con hilos de azabache.
Tejiste sobre el
sueño un velo de blancura.
Eras la rosa pálida tiñéndose de rojo,
la rosa del veneno que devuelve la vida.
La blusa, el abanico, una pluma violeta,
el broche con la perla y
el diamante en el pecho.
Todo abierto y en paz, transparente y
oscuro,
sin dolor, navegando rumbo a tus manos frías.
* * *
8.
Soneto
El editor Francisco
Arellano, disfrazado de
Humprey Bogart, tranquiliza al poeta en un
momento de ansiedad, recordándole un pasaje
de Píndaro, Pípticas VIII
96
Sin mujer, sin amigos,
sin diner,
loco por una loca bailarina,
me encontraba yo anoche en
una esquina
que se dobla y conduce al matadero.
Se reflejó una luz en
el letrero
de la calle, testigo de mi ruina,
y de un coche surgió
una gabardina
y los ojos de un tipo con sombrero.
Se acercaba, venía a
hablar conmigo.
Mi aburrido dolor le interesaba.
Con tal de que no
fuese un policía...
«Somos el sueño de una
sombre, amigo»,
me dijo. y era bogart, y me amaba;
y era Paco
Arellano, y me quería.
De La caja de plata
De "El otro sueño" 1987:
1. Este aroma no es tuyo
Este aroma no es tuyo.
No es el olor tan suave de tus manos,
ni el perfume que anuncia tu
llegada.
Tampoco viene de la infancia,
ni trae consigo imágenes de
jardines remotos.
Tan sólo es el aroma de la sangre vertida
entre
las páginas de un libro
sobre la guerra en la Edad Media.
Llevo
toda la tarde sumergido
en ese olor de fiesta y de coraje.
* * *
2. La noche blanca
Cuando la sombra
cae, se dilatan tus ojos,
se hincha tu pecho joven y tiemblan las
aletas
de tu nariz, mordidas por el dulce veneno,
y, terrible y
alegre, tu alma se despereza.
Qué blanca está la noche del placer. Cómo invita
a cambiar estas
manos por garras de pantera
y dibujar con ellas en tu cuerpo desnudo
corazones partidos por delicadas flechas.
Nieva sobre el espejo de las celebraciones
y la nieve eterniza el
festín de tus labios.
Todo es furia y sonido de amor en esta hora
que beatifica besos y canoniza abrazos.
Para ti, pecadora, escribo cuando el alba
me baña en su luz
pálida y tú ya te has marchado.
Por ti, cuando el rocío bautiza las
ciudades,
tomo la pluma, lleno de tu recuerdo, y ardo.
* * *
3. Los dedos de la aurora
Entraban en mi alcoba
sin llamar a la puerta,
deshojando en el aire la flor de su perfume.
Los oía arrastrarse, leves, hasta la alfombra.
Trepaban a la cama y
luego, entre las sábanas,
me anunciaban el día con sutiles caricias.
* * *
4. Los gigantes de hielo
Han vuelto los Gigantes de Hielo a visitarme.
No en sueños. A la
luz del día. Con los yelmos
relucientes y el rostro selvático y
maligno.
Tenía tanto miedo que no supe decirles
que te habías
marchado. Lo registraron todo,
maldiciendo la hora en que Dios creó
el mundo,
jurando por los dientes del Lobo y por las fauces
del
Dragón, escupiendo terribles amenazas,
blasfemando y rompiendo los
libros y los discos.
Al ver que tú no estabas se fueron, no sin antes
anunciar que darían con tu nuevo escondite
y serías su esclava hasta
el fin de los tiempos.
Donde estés, amor mío, no les abras la puerta.
Aunque se hagan pasar por hombres de mi guardia
y afirmen que soy yo
quien los envía.
* * *
5. Mal de ausencia
Desde que tú te fuiste, no sabes qué despacio
pasa el tiempo en Madrid. He visto una película
que ha terminado
apenas hace un siglo. No sabes
qué lento corre el mundo sin ti, novia
lejana.
Mis amigos me dicen que vuelva a ser el mismo,
que pudre el
corazón tanta melancolía,
que tu ausencia no vale tanta ansiedad
inútil,
que parezco un ejemplo de subliteratura.
Pero tú te has llevado mi paz en tu maleta,
los hilos del
teléfono, la calle en la que vivo.
Tú has mandado a mi casa tropas
ecologistas
a saquear mi alma contaminada y triste.
Y, para colmo, sigo soñando con gigantes
y contigo, desnuda,
besándoles las manos.
Con dioses a caballo que destruyen Europa
y
cautiva te guardan hasta que yo esté muerto.
* * *
6. Soneto del amor oscuro
La
otra noche, después de la movida,
en la mesa de siempre me encontraste
y, sin mediar palabra, me
quitaste
no sé si la cartera o si la vida.
Recuerdo la emoción de tu
venida
y, luego, nada más. ¡Dulce contraste,
recordar el amor que me
dejaste
y olvidar el tamaño de la herida!
Muerto o vivo, si quieres
más dinero,
date una vuelta por la lencería
y salpica tu piel de seda
oscura.
Que voy a regalarte el mundo entero
si me asaltas de negro,
vida mía,
y me invaden tu noche y tu locura.
"El otro sueño"
1987
De "El hacha y la rosa" 1993:
1. Bienvenida
Bienvenida
al palacio de la duda,
a la casa del miedo.
Cómo echaban de menos
tus pisadas
las baldosas del barrio.
* * *
2. El desayuno
Me gustas cuando dices tonterías,
cuando
metes la pata, cuando mientes,
cuando te vas de compras con tu madre
y llego tarde al cine por
tu culpa.
Me gustas más cuando es mi cumpleaños
y me cubres de besos y de
tartas,
o cuando eres feliz y se te nota,
o cuando eres genial con una
frase
que lo resume todo, o cuando ríes
(tu risa es una ducha en el
infierno),
o cuando me perdonas un olvido.
Pero aún me gustas más, tanto
que casi
no puedo resistir lo que me gustas,
cuando, llena de vida, te
despiertas
y lo primero que haces es decirme:
«Tengo un hambre feroz esta
mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno».
* * *
3. El espejismo
Alguien me dijo que se
había ido
fuera de la ciudad. Y volví a verla
cuando no estaba ya.
Volví a entregarme
al dolor de sentir su lejanía
y a la añoranza
de sus movimientos.
Volvió a decirme en sueños que me amaba
y a
protagonizar mis pesadillas.
Volví a verla denuda entre mis brazos.
Volví a verme desnudo entre los suyos.
*
* *
4. El olvido
La olvidé. Por completo. Para siempre
(o eso
creía entonces). Me cruzaba
con ella por la calle y no era ella
quien se paraba ante un escaparate
de ropa deportiva, no era ella
quien compraba el periódico en un quiosco
y se perdía entre la
muchedumbre.
Como si hubiera muerto. No era ella.
Su nombre era el
de todas las mujeres.
* * *
5. La flor blanca
Entraban en silencio el
invitado,
la mujer de su amigo y la flor blanca.
Estaban en
silencio. Y el espacio
de su amor era blanco y silencioso,
como la
flor que lo representaba.
Y aquel silencio era deseo y culpa,
traición amarga, dulce desafío,
y había en él angustia y esperanza,
y era la plenitud, y el desengaño.
* * *
6. La llamada
La noche había sido muy
larga y muy oscura.
Quería oír tu voz. Que tus dulces palabras
me
trajeran un poco de calma. Que el cariño
que sentías por mí viajara
por teléfono
hacia mi corazón maltrecho y derrotado.
Quería oír tu
voz y oí la de tu amante.
* * *
7. Un amor imposible
Te he
encontrado en la calle
y, luego, hemos cenado juntos.
Te lo he dicho otra vez:
mi
vida quiere ser lo que llamaba Bowra
"the pursuit of honour through risk".
Y tu sonrisa se
transforma
en una mueca obscena,
y sigues sin saber qué es el pudor.
Antes de medianoche
estabas muerta ya, amor mío.
"El
hacha y la rosa" 1993
De "Por fuertes y
fronteras" 1996:
1. Collige, virgo, rosas
Niña, arranca las rosas, no esperes a mañana.
Córtalas a destajo,
desaforadamente,
sin pararte a pensar si son malas o buenas.
Que
no quede ni una. Púlele los rosales
que encuentres a tu paso y deja
las espinas
para tus compañeras de colegio. Disfruta
de la luz y
del oro mientras puedas y rinde
tu belleza a ese dios rechoncho y
melancólico
que va por los jardines instilando veneno.
Goza labios
y lengua, machácate de gusto
con quien se deje y no permitas que el
otoño
te pille con la piel reseca y sin un hombre
(por lo menos)
comiéndote las hechuras del alma.
Y que la negra muerte te quite lo
bailado.
* * *
2. De tanto amarte y tanto
no quererte
De tanto amarte y tanto no quererte
te has cansado de mí y de mis
locuras
y le has prendido fuego a nuestra historia.
Tu ropa no
perfuma ya la casa.
No queda una palabra de cariño
suspendida en
el aire, ni una hebra
de azabache en la almohada. Sólo flores
secas entre las páginas del libro
de nuestro amor, y cálices de
angustia,
y un delirio de sombras en la calle.
* * *
3. El resplandor
la luz proyecta un
resplandor perlado
sobre la pendiente de tus senos,
apenas
contenidos en la escasa
pechera de tu vestido. Un rtesplandor
que
viene de otro tiempo y de otro sitio
y que sigue brillando todavía.
* * *
4. Qué
complaciente estabas, amor mío, en la pesadilla
El problema no es tener
que abandonarlo
todo a cambio de ti.
El problema es tener que
abandonarte a ti
a cambio de un fantasma.
Son las cosas que
ocurren cuando sueñas que vuelve
la mujer que no ha de volver.
* * *
5. Voy a escribir un libro
Voy a
escribir un libro que hable de las (poquísimas)
mujeres de mi vida.
De mi primera novia,
me enseñó el amor y las puertas secretas
del cielo y del
infierno; de Isabel, que se fue
al país de los sueños con el pequeño
Nemo,
porque aquí lo pasaba fatal; de Margarita,
recordando unos
jeans blancos y unos lunares
estratégicamente dispuestos; de
Ginebra,
que le dejó a Lanzarote plantado por mi culpa
y fundó una
familia respetable a mi costa;
de Susana, que sigue tan guapa como
entonces;
de Macarena, un dulce que me amargó la vida
dos veranos
enteros; de Carmen, que era bruja
y veía el futuro con ojos de
muchacho;
de la red que guardaba los cabellos de Paula
cuando me
enamoré de su melancolía;
de Arancha, de Paloma, de Marta y de
Teresa;
de sus besos, que izaron la bandera del triunfo
sobre la
negra muerte, y también de su helado
desdén, que recluyó tantas veces
mi espíritu
en la triste mazmorra de la desesperanza.
Voy a
escribir un libro que hable de las mujeres
que han escrito mi vida.
De
"Por fuertes y fronteras" 1996
De "El bosque y otros
poemas" 1997:
1. Bebétela
Dile cosas bonitas a tu novia:
«Tienes un cuerpo de reloj de arena
y un alma de película de Hawks.»
Díselo muy bajito, con tus labios
pegados a su oreja, sin que nadie
pueda escuchar lo que le estás diciendo
(a saber, que sus piernas son
cohetes
dirigidos al centro de la tierra,
o que sus senos son la
madriguera
de un cangrejo de mar, o que su espalda
es plata viva)
. Y cuando se lo crea
y comience a licuarse entre tus brazos,
no
dudes ni un segundo:
bébetela.
"El
bosque y otros poemas" 1997
Otros poemas:
La amazona de Mordor
Esa amazona rubia que cabalga
por las grises colinas y los yermos
de Mordor; esa chica que ha dejado
atrás la primavera y se dirige
al país de la noche permanente,
donde el señor del mal gobierna.
Por qué no vuelve grupas hacia el mundo
donde el lirio florece y las muchachas
buscan fresas y dan besos furtivos
y tejen y cocinan, donde hay bardos
que cantan las hazañas de los héroes
y veneran a la Gran Diosa.
Esa mujer dorada que galopa
de espaldas a la luz y a la belleza,
persiguiendo sin tregua ni reposo
al oscuro jinete que la rompe
de amor y la consume de deseo,
al enemigo de su alma.
De "Por fuertes y fronteras" 1996
Noche de ronda
En otro
tiempo hubieras empleado la noche
en hablarle de libros y de viejas películas.
Pero ya eres mayor. Ahora sabes que a ellas
les aburren los tipos llenos de nombres propios,
que tu bachillerato les tiene sin cuidado.
De modo que le dejas tomar la iniciativa,
desconectas y finges que escuchas sus historias,
que invariablemente -recuerdas de otras veces-
versan sobre el amor, los viajes, la dietética,
su familia, el verano, la buena forma física,
el más allá, las drogas y el arte postmodemo.
De cuando en cuando asientes, recorriendo sus ojos
con los tuyos, rozando levemente sus muslos,
y elevas a los cielos una angustiosa súplica
para que aquella farsa termine cuanto antes.
Pasarán, sin embargo, todavía unas horas
hasta que, ebria y afónica, se abandone en tus brazos
y obtengas la victoria pírrica de su cuerpo,
que, pese a los asertos de tres o cuatro amigos,
será muy poca cosa. Y, cuando esté dormida,
saldrás roto a la calle en busca de una taza
de café gigantesca, maldiciendo las copas
que arruinaron tu hígado en la estúpida noche
y pensando que, al cabo, merece más la pena
no comerse una rosca y hablarles de tus libros,
amargarles la vida con Shakespeare y con Griffith.
O buscarse una sorda para que nada falte.
Paseo vespertino
para Alicia
Tú y yo, amor, a caballo, por las suaves
laderas de un crepúsculo dorado
que vira a negro, tú y yo, luces tibias
frente a la oscuridad que va anegando
esta parte del mundo, rienda suelta,
sendos halcones en los puños, campo
a través, contra el tiempo de la muerte,
a favor de la vida y del verano,
contra cerrojos, contra cicatrices,
contra el silencio, contra el desamparo,
contra esos templos donde se refugian,
ávidos de mentiras, los malvados,
tú y yo solos en busca de emociones,
medievales y eternos, a caballo,
rumbo a ninguna parte, mientras brota
la orquídea de la noche a cada tranco
y queda atrás, hundiéndose en el polvo,
la borrosa silueta del ocaso,
tú y yo por los países de la bruma,
picando espuelas, dos enamorados
que unen sus corazones en la fronda
donde alumbran, gloriosos, los relámpagos,
y cabalgan oscuros por lo oscuro,
como un rey y una reina destronados.
Madrid, 22 mayo 2008.