"...Entre labio y labio cuánta dulzura
guarda mi boca abierta al beso..."
"The morning hour"
Frederick J. Mulhaupt
Reseña biografica
De madre guatemalteca y
padre argentino, nació en Barcelona en 1914.
Vivió algunos años en
Argentina y pasó la adolescencia en Italia. Casada con ciudadano
guatemalteco adoptó
la ciudadanía guatemalteca.
Por razones políticas debió exiliarse en
México por algunos años. Sus indiscutibles méritos intelectuales le
permitieron
ocupar la cátedra de Literatura Italiana en la Facultad de Filosofía y
Letras de la Universidad Autónoma de México.
Asimismo, fue fundadora de la cátedra de Sociología de dicha Universidad y
catedrática en la
Facultad de Humanidades
de la Universidad de San Carlos de Guatemala.
En 1980 regresó de su
exilio. Al poco tiempo de llegar fue secuestrada y desaparecida por el
gobierno del dictador
Romeo Lucas García. Sus restos nunca fueron hallados.
De su obra poética merecen destacarse: «La Sin Ventura», «Los dedos de
mi mano», «Aunque es de noche»,
«Guirnalda de Primavera», «Elogio de mi cuerpo», «Las palabras y el tiempo».
Tradujo al español El ave Fénix de Paul Eluard, y la poesia de
Miguel Angel. ©
Elogio de mi cuerpo:
1. Los ojos
2. Las cejas
3. La nariz
4. La boca
5. Las orejas
6. El pelo
7. Las manos
8. Los pies
9. Los senos
10. La cintura
11.
El sexo
12. La piel
13. Los
huesos
14. El corazón
15.
Las venas
16. La sangre
17. El
sueño
18. El aliento
Ella se siente a veces...
Oración
Oscuro canto
Propiciatoria
Señor, estamos solos
Un día
Elogio de mi cuerpo
1. Los ojos
Mínimos lagos tranquilos
donde tiembla la chispa
de mis pupilas
y cabe todo
el
esplendor del día.
Límpidos espejos
que enciende la alegría
de los colores.
Ventanas abiertas
ante el lento paisaje
del tiempo.
Lagos de lágrimas nutridos
y de remotos naufragios.
Nocturnos lagos dormidos
habitados por los sueños,
aún
fulgurantes
bajo los párpados cerrados.
* * *
2. Las cejas
Las
breves alas
tendidas sobre mis párpados
sólo abrigan
el espacio escaso
en el que flota
una interrogación latente,
al que asoma
un permanente asombro.
* * *
3.
La nariz
Casi un
apéndice
en la serena geometría
de mi rostro,
única recta
en la gama de curvas suaves,
el
sutil instrumento
que me une al aire.
Cándidos olores
acres aromas
densas
fragancias
de flores y de especias
-desde el anís hasta el jazmín-
aspira
trepidante
mi nariz.
* * *
4.
La boca
Entre
labio y labio
cuánta dulzura guarda
mi boca abierta al beso,
estuche en que los dientes
muerden
vívidos frutos,
cuenca que se llena
de jugos intensos
de ágiles vinos
de
agua fresca,
donde la lengua
leve serpiente de delicias
blandamente ondula,
y se anida el milagro
de la palabra.
* * *
5. Las orejas
Como dos hojas
de un árbol ajeno
nacen a los lados
de mi cabeza.
Por el tallo escondido
se
desliza
la opulencia
de los sonidos,
me alcanzan
las vivas voces
que me llaman.
* * *
6.
El pelo
Dulce
enredadera serpentina,
única vegetación
en la tierra tierna de mi cuerpo,
hierba fina
que sigue creciendo
sensible a la primavera,
ala de sombra
contra mi sien,
leve abrigo sobre la nuca.
Para mi nostalgia de ave
mi penacho
de plumas.
* * *
7. Las manos
Las
manos
débiles, inciertas,
parecen
vanos objetos
para el brillo de los anillos,
sólo
las llena
lo perdido,
se tienden al árbol
que no alcanzan,
pero me dan
el agua
de la mañana,
y hasta el rosado
retoño de mis uñas
llega el
latido.
* * *
8.
Los pies
Ya que
no tengo alas,
me bastan
mis pies que danzan
y que no acaban
de recorrer el
mundo.
Por praderas en flor
corrió mi pie ligero,
dejó su huella
en
la húmeda arena,
buscó perdidos senderos,
holló las duras aceras
de las ciudades
y sube por escaleras
que no sabe a donde llegan.
* * *
9. Los senos
Son
dos plácidas colinas
que apenas mece mi aliento,
son dos frutos delicados
de pálidas
venaduras,
fueron dos copas llenas
próvidas y nutricias
en la plena
estación
y siguen alimentando
dos flores en botón.
* * *
10. La cintura
Es el puente cimbreante
que reune
dos mitades diferentes,
es el tallo flexible
que
mantiene
el torso erguido,
inclina mi pecho
rendido
y gobierna el
muelle
oscilar de la cadera.
Agradecida
adorno mi cintura
con un
lazo de seda.
* * *
11. El sexo
Oculta rosa palpitante
en el oscuro surco,
pozo de estremecida alegría
que incendia en
un instante
el turbio curso de mi vida,
secreto siempre inviolado,
fecunda
herida.
* * *
12. La piel
Es
tan frágil la trama
que la rasga una espina,
tan vulnerable
que la quema el sol,
tan susceptible
que la eriza el frío.
Pero también percibe
mi piel delgada
la dulce gama
de las caricias,
y mi cuerpo sin ella
sería una llaga desnuda.
* * *
13. Los huesos
Alabo
el tibio ropaje
la apariencia
el fugitivo semblante.
Y casi olvido
la
obediente armazón
que me sostiene,
el maniquí ingenioso,
el ágil esqueleto
que
me lleva.
* * *
14. El corazón
Dicen que es del tamaño
de mi puño cerrado.
Pequeño, entonces,
pero basta
para poner
en marcha
todo esto.
Es un obrero
que trabaja bien,
aunque anhele el
descanso,
y es un prisionero
que espera vagamente
escaparse.
* * *
15. Las venas
La
floración azulada
de las venas
dibuja laberintos
misteriosos
bajo la cera de
mi piel.
Tenue hidrografía
apenas aparente,
ágiles cauces que conducen
deseos y venenos
y entrañable alimento.
* * *
16. La sangre
Secreto corre el torrente
de mi sangre rápida.
Inmenso es el río
que en subterráneos
meandros
madura
y nutre el ámbito
de mi vida profunda.
La cálida
corriente
que me inunda
en la flor de la herida
se derrama.
* * *
17. El sueño
En
tan blando nido
mi corazón descansa,
ni lo asombran
los perdidos fantasmas
que se asoman.
Pasa por mi sueño
la ola calma
de mi respiro.
En tanto
olvido
el tiempo de mañana
se prepara,
mientras estoy viviendo
efímera muerte.
* * *
18. El aliento
No se de donde viene
el viento que me lleva,
el suspiro que me consuela,
el aire que
acompasadamente
mueve mi pecho
y alienta
mi invisible vuelo.
Yo soy apenas
la planta que se estremece
por la brisa,
el sumiso instrumento,
la grácil flauta
que resuena
por un soplo de viento.
Ella se siente a veces...
Ella se siente a veces
como cosa olvidada
en el rincón oscuro de la casa
como fruto devorado
adentro
por los pájaros rapaces,
como sombra sin rostro y sin peso.
Su presencia es apenas
vibración leve
en el aire inmóvil.
Siente
que la traspasan las miradas
y que se vuelve niebla
entre los torpes
brazos
que intentan circundarla.
Quisiera ser siquiera
una naranja
jugosa
en la mano de un niño
-no corteza vacía-
una imagen que
brilla en el espejo
-no sombra que se esfuma-
y una voz clara
-no
pesado silencio-
alguna vez escuchada.
Oración
Dame, señor
un silencio profundo
y un denso velo
sobre la
mirada.
Así seré un mundo
cerrado:
una isla oscura;
cavaré en mí
misma dolorosamente
como en tierra dura
Y cuando me haya desangrado
ágil y clara será mi vida
Entonces, como río sonoro y transparente,
fluirá libremente
el canto encarcelado.
Oscuro canto
Oscuro canto
que brota
de la honda esperanza
rota,
y del retorno
al círculo cerrado.
Peso escondido
como hijo sin nacer
en el vientre profundo,
apretado
nudo
en el lugar del corazón.
Ay, tampoco suena
ni
sube
el nocturno canto
hacia el cielo lejano.
Es una voz sorda
que se ahoga en la garganta,
es un grito callado.
Y si sube,
no es
un vuelo
en la noche muda,
es sólo una nube de humo
que se pierde
en la sombra.
Propiciatoria
Lenta y plácida
sea la vida que corre por mis venas,
largos sueños y
dulces despertares
me asistan,
escuchen mis oídos voces quedas,
mientras crece en secreto
la criatura.
¡Ay, que el llanto no empañe mi
pupila!
Que por furtivo anhelo
no tiemblen mis pestañas,
ni
perturbantes fantasmas me llamen,
mientras vive en mi seno
la
criatura.
¿Cómo puedo estar triste
si la rama florece?
No empañe su
mirada,
antes que se abra,
el velo de mis lágrimas.
El alma no me
pertenece.
Mañana,
desprendida de mí
la criatura,
irá libre y
ligero
mi imprudente paso,
y sin temores,
podré dejarme lastimar de
nuevo.
Pero hoy, Señor,
aparta de mi lado
las cosas que me hieren:
tiende un camino de arena fina
bajo mi pie cansado,
defiende mi
soledad tranquila
y pon sobre mi frente
una corona matinal
de
pensamientos claros.
Señor, estamos solos...
Señor, estamos solos,
Yo, frente a Ti:
Diálogo imposible
Grave es
tu presencia
Para mi solitario amor.
Escucho tu llamada
Y no sé
responderte.
Vive sin eco y sin destino
El amor que sembraste:
Sepultada semilla
Que no encuentra el camino
Hacia la luz del día.
En mi pecho encendiste
Una llama sombría
¿Por qué señor,
no me consumes entera,
si no hay para tu amor
otra respuesta
que mi callada espera?
Un día
Este cielo nublado
de
tempestad oculta
y lluvia presentida
me pesa;
este aire denso y
quieto,
que ni siquiera mueve
la hoja leve
del jazmín florecido,
me ahoga;
esta espera
de algo que no llega
me cansa.
Quisiera
estar lejos,
donde nadie
me conociera:
nueva
como la yerba
fresca,
ligera,
sin el peso
de los días muertos
y libre
ir
por caminos ignorados
hacia un cielo abierto.