Reseña biografica
Poeta y dramaturgo francés nacido el 6 de marzo de 1885 en
Paris.
Hijo del periodista Georges Lefèvre quien había tenido cierto renombre por
la traducción de "Romeo y Julieta" en 1890, y de quien heredó su
afición por la literatura, tomó el apellido "Géraldy" de su madre, para
adoptarlo como seudónimo.
En 1908 publicó los primeros poemas bajo el título de "Les petites âmes",
seguidos en 1912 por "Toi et moi", un conjunto de poemas livianos de
corte romántico, inspirados por su gran amor, la bella cantante de ópera
Germaine Lubin. Su matrimonio terminó en 1926 a raíz del affaire de Germain
con el mariscal Philippe Pétain.
Su verdadero valor literario se refiere al teatro, especialmente en las
obras "Aimer" en 1921, "Le prélude" en 1938 y "L'homme et
l'amour" en 1951. Fue cofundador de Cenáculo 20 con Chaplin y
Gershwin en 1920 y formó parte del Consejo Literario de la Fundación
Príncipe Pierre de Mónaco
a partir
de 1952.
Falleció a la edad de 98 años en Neuilly-sur-Seine el 10 de marzo de
1983.©
Poemas de Paul Géraldy:
Casualidad
Confesión
Distancia
Dualismo
Estereoscopio
Final
¿Intentas otra vez reñir?
Pantalla
Post-scriptum
Post-scriptum 2
Serenidad
Su carta
Ternura
Casualidad
Y pensar que pudimos no habernos conocido!
¿No meditas cuán buena
nuestra fortuna ha sido
para que al fin estemos uno del otro al lado,
para que seas mía, para ser yo tu amado?
"El uno para el otro nacimos... Así dices.
Pero ¡qué
coincidencias para ser tan felices!
Antes de que en la vida, con un
amor profundo,
la suerte unido hubiera tu corazón al mío
-siendo
el tiempo tan largo, siendo tan grande el mundo-;
vivimos separados,
solos, con hondo hastío...
¡Y pudimos entonces, por capricho del
hado,
en el haz de la tierra no habernos encontrado!
¿No has pensado, en el arduo sendero recorrido,
en los peligros
graves y azares que ha corrido
nuestra dicha -esa dicha, manantial de
ilusiones,
que el mundo entero ahora nos hace ver hermoso-
cuando
el uno hacia el otro, con poder misterioso,
gravitaban callados
nuestros dos corazones?
¿No sabes que ese viaje no tenía certeza,
el viaje hacia una
noche por mí no presentida,
de que un capricho apenas o un dolor de
cabeza
han podido apartarnos para siempre en la vida?
Nunca te había dicho, ¡cosa muy rara!, que
cuando por vez primera
te vi, no me fijé
en que eras tú bonita; lo digo francamente:
te
miré aquella noche con aire indiferente.
Con su risa, tu amiga mi tedio distraía;
fue más tarde cuando
ambos cruzamos la mirada,
y si algo sentí entonces que hacia ti me
atraía,
tú no lo comprendiste... Mas no me atreví a nada.
Si esa noche tu madre te hubiera conducido
más temprano a su
casa, ¿qué habría sucedido?
¿Y si el rubor no hubiera de pronto,
cuando el manto
te coloqué en los hombros, a tu rostro subido? .
Porque ésa fue la causa de todo lo ocurrido.
Aquella noche, aquélla de inolvidable encanto,
un retardo
cualquiera, cualquier inconveniente
que en ese viaje hubiera surgido
de repente,
esta embriaguez de ahora ninguno sentiría,
ni este
placer sin nombre que absorbe nuestra mente.
En mi alma, que es otra,
tu amor no existiría,
y tu vida, en mi vida nada... nada sería!
Corazoncito mío, que me apartas lo triste
de la vida, y alegras
con luz mi porvenir...
Pienso en aquellos días cuando enferma
estuviste
y creíamos todos que te ibas a morir.
Versión de Ismael Enrique Arciniegas
Confesión
Sé que soy
irritable, celoso, imperativo,
infeliz, exigente, que razones no
escucho;
que siempre estoy buscándote querellas sin motivo;
¡y
crees que no te quiero..y es que te quiero mucho!
Te busco,
te regaño, y hago tu vida triste...
Serías más dichosa, por todos
consentida,
si para mí no fueras cuanto en el mundo existe,
y si
este amor no fuera todo el bien de mi vida.
¡Si tú me
amaras, y si yo te amara,
cuánto te amaría!
Versión de Ismael Enrique Arciniegas
Distancia
Turbóme
como a un niño
tu cita telefónica.
Una hora antes dije
que
nadie me entraría
al cuarto, donde todas
las luces extinguía
para esperarte a oscuras.
Zumbábanme las sienes.
Dudaba si en la
sombra
cargada de promesas
fragantes de tu voz
quizás no
sentiría
el soplo de tu aliento.
De pronto el llamamiento.
Yo creo que mi
pulso
se detuvo un momento.
Hablaste. Yo te oía.
Las voces que
dijiste
venían de otro mundo.
De un sólo único impulso
tu pobre
voz debía
saltar colinas, llanos
ciudades, campos, selvas,
correr por las riberas
de ríos y a lo largo
de rutas y de sendas.
Por eso me llegaba
tu voz disminuida,
tan tenue y tan cambiada
que quien me conversaba
aquí en el aposento
ya no era tu persona,
más bien era una sombra,
fantasma de tu voz.
Díjeme antes, amada,
que yo te sentiría
en mí como inclinada
sobre mi boca ardiente
y que si no presente
al menos te hallaría
mil veces acercada.
Así no fue; al contrario,
se me hizo ese instante
más largo. La
distancia
crecía inmensamente.
Y luego, de repente,
surgiste al
fin de ese hilo
engañador, más lejos,
horriblemente lejos,
y me
encontré delante
del aparato, triste,
más lúgubre e intranquilo,
más solitario que antes.
Versión de Ismael Enrique Arciniegas
Dualismo
Explícame
por qué dices
"Mis rosas",
y "mi piano", y por qué
frecuentemente
"Tus libros" y "tu perro", indiferente;
y di, por qué con aire placentero
me dices: "Unas cosas
voy ahora a comprar con mi dinero".
Lo mío es
siempre tuyo, eso es sabido.
¿Por qué dices palabras que entre los
dos han sido
y serán siempre odiosas?
"Mío y tuyo"... ¡Qué
extrañas tonterías!
Si me amaras, "los libros" tú dirías,
y
"el perro", y "nuestras rosas".
Versión de Ismael Enrique Arciniegas
Estereoscopio
No quiero
verlos, oye. Llévate esos clisés
que copian, según dices, nuestra
vida y su historia.
Mis recuerdos más bellos están en mi memoria.
como evocarlos quieres, tanto tiempo después,
habrás de
evaporarlos... llévate esos clisés,
donde todo se achica, se esfuma,
y el pasado
si surge, es despojado
de su color y música, de su
encanto y su aroma,
mientras que impertinente detalle vida toma
con visible importancia de relieve cruel.
Mi memoria
es más fiel
aunque a veces olvida. Tal vez ha confundido
las
líneas, o un contorno no está bien definido;
pero siempre el
recuerdo, que a veces trae llanto,
le ha dado a mi memoria como imborrable encanto;
conserva mis
placeres, cuanto ha sido mi anhelo,
y al menor llamamiento, con toda
su dulzura,
ante los ojos míos los tiende, con la altura
de su
radiante cielo.
Y las
horas felices que revivir ansío
me las da, si lo quiero, pues todo lo
ha guardado:
el acre olor del bosque, de aquel bosque sombrío
de
pinos en la playa, que nos dejó embriagado
el corazón; el viento que
se llevó en la duna
nuestros besos, al claro de la naciente luna;
la aldeita, el estrecho recodo del camino
en donde disputamos al
fulgor vespertino;
nuestro largo regreso;
y cómo yo con modos
fingidos o reales
te regañaba, el tiempo que empleaste ex-profeso
comprando bagatelas y tarjetas postales;
después perdón y llanto, la
entrada en la capilla
con aroma de incienso; nuestra casa sencilla;
en tardes de verano, bajo cielo violeta,
nuestros largos paseos en
veloz bicicleta;
nuestros cantos y gritos, nuestras horas sombrías;
y por el campo, aquellas alegres correrías...
Todo eso es mi memoria,
con imborrable acopio
de recuerdos, me vuelve, recuerdos de otros
días...
¿No piensas que ella vale más que tu estereoscopio?
¿No
piensas que lo tuyo semeja cosa trunca,
esos blancos y negros,
conjunto deslustrado
de ataúdes en donde vivo quedó el pasado,
y
de donde a la vida no ha de salir ya nunca?
Habrás de mostrar esos
sarcófagos sombríos
en donde nuestros días se encuentran prisioneros,
y dirán tus amigos con rostros placenteros:
"¡Qué grande vuestra
playa, qué campos y qué ríos,
y qué árboles teníais! ¿Solos en esta
aldea
vivísteis?" Para luego reír a costa mía
de mi torpe
apostura. ¡Que eso tu encanto sea!
Tú,
diviértete, y hazlos que vivan nuestro viaje;
mas todos esos sitios y
muros y paisaje
que tan feliz me hicieron y que guardo en la mente,
cuadros en donde surges con aire diferente,
siempre aire placentero,
guárdalos sin mostrármelos, porque verlos no quiero.
De otras bellas
imágenes mi mente está repleta,
y me interesan más...
Tus clisés
no me importan. El recuerdo es poeta,
pero ¡por Dios! no lo hagas
historiador jamás.
Versión de Ismael Enrique Arciniegas
Final
Adiós,
pues. ¿Nada olvidas? Está bien. Puedes irte.
Ya nada más debemos
decirnos... ¿Para qué?
Te dejo. Partir puedes. Pero aguarda un
momento...
está lloviendo. Espera que deje de llover.
Abrígate.
Está haciendo mucho frío en la calle.
Ponte capa de invierno. Y
abrígate muy bien.
¿Todo te lo he devuelto? ¿Nada tuyo me queda?
¿Tu retrato te llevas y tus cartas también?
Por última
vez mírame. Vamos a separarnos.
Óyeme. No lloremos, pues necedad
sería...
¡Y qué esfuerzo debemos los dos hacer ahora
para ser lo
que fuimos... lo que fuimos un día!
Se habían
nuestras almas tan bien compenetrado,
y hoy de nuevo su vida cada
cual ha tomado.
Con un distinto nombre por senda aparte iremos,
a
errar, a vivir solos... Sin duda sufriremos.
Sufriremos
un tiempo. Después vendrá el olvido,
lo solo que perdona. Tú, de mí
desunida,
serás lo que antes fuiste. Yo, lo que antes he sido...
Dos distintas personas seremos en la vida.
Vas a
entrar desde ahora por siempre en mi pasado;
tal vez nos encontremos
en la calle algún día.
Te veré desde lejos con aire descuidado,
y
llevarás un traje que no te conocía.
Después
pasarán meses sin que te vea. En tanto,
habrán de hablarte amigos de
mí. Yo bien lo sé;
y cuando en mi presencia te recuerden, encanto
que fuiste de mi vida, «¿Cómo está?» les diré.
Y qué
grandes creímos nuestros dos corazones,
¡y qué pequeños! ¡Cómo nos
quisimos tú y yo!
¿Recuerdas otros días? ¡Qué gratas ilusiones!
Y
mira en lo que ahora nuestra pasión quedó.
Y
nosotros, lo mismo que los demás mortales,
en promesas ardientes de
eterno amor creyendo.
¡Verdad que humilla! ¿Todos somos acaso
iguales?
¿Somos como los otros? Mira, sigue lloviendo.
Quédate.
¡Ven! No escampa. Y en la calle hace frío.
Quizá nos entendamos. Yo
no sé de qué modo.
Aunque han cambiado tanto tu corazón y el mío,
tal vez al fin digamos: «¡No está perdido todo!»
Hagamos lo
posible. Que acabe este desvío.
Vencer nuestras costumbres es inútil.
¿Verdad?
¡Ven, siéntate! A mi lado recobrarás tu hastío,
y volverá
a tu lado mi triste soledad.
Versión de Ismael Enrique Arciniegas
¿Intentas otra vez reñir?
¿Intentas
otra vez reñir? Ya escucho
llanto y explicaciones.
Sí mucho
amamos, regañamos mucho,
y así termina todo en discusiones.
Por
esta sola vez quiero que calles,
mientras, yo con cariño,
sin
recordar disputas y detalles
desato tu corpiño...
Lo que intentas
decirme de antemano
te digo que lo sé;
explicarte, reñir, hablar
en vano,
y todo ... ¿para qué?
Cuando luego el vestido desabroche,
te sentirás mejor sin ese velo...
¡Además, sin recelos,
mucho más
te querré toda la noche!
No hagas mohines. Mírame sin celos,
y
desde ahora, estrechamente unidos
amémonos de veras
poniendo en
ello todos los sentidos.
Ven hacia mí, que haré lo que tú quieras.
Bien sabes que nos unen fuertes lazos
que el juramento anuda.
Apura, ¡vamos!, échate en mis brazos
así... ¡toda desnuda!
PantallaMe preguntas ahora por qué estoy tan callado?
Porque llegó el momento, el gran momento,
la hora de los ojos y las dulces sonrisas...
¡La noche....y esta noche cuánto amor por ti siento!
Contra tu pecho apriétame. Necesito caricias.
Si tú supieras todo lo que en mí está subiendo
de deseo, de orgullo, de ambición,
de ternura y de bondad.
Más oye: tú no puedes saberlo. Bájate la pantalla,
mejor así estaremos.
En la sombra en donde los corazones hablan;
cuando en torno las cosas se empiezan a ver menos;
te amo mucho esta noche para hablarte de amor.
Apriétame a tu pecho...
Sobre tu pecho estoy. Cuánta dulzura mi amor halla!
Y para acariciarte, cómo ansío
que llegue el turno mío....
Baja más la pantalla...
Pero no hablemos más. Tengamos juicio,
estemos quietos. Dicha no hay ninguna,
en este instante de pasión ferviente,
como sentir tu piel cerca a mi frente....
Pero, ¿qué es eso? ¿Quién nos importuna?
¡El café! Ponlo allá. Cierra la puerta.
¿De qué te estaba hablando?
¿Tomamos el café? ¿Después...? ¿Ahora?
¡Ah! Te gusta caliente; lo estaba yo olvidando.
¿Quieres que te sirva yo mismo? ¿Eso prefieres?
Está fuerte. ¿Azúcar? ¿Un terrón no más quieres?
¿Quieres que lo pruebe? ¿Será un terrón bastante?
Esta es la taza tuya. Toma el café al instante,
que se te enfría. Y calla y nada más hablemos.
Pero, ¡qué oscuridad! Si nada vemos...
Alza un poco, amor mío, la pantalla.
Post-scriptum
Me
escribiste ayer tarde dos hojas solamente.
¿Estarás tan contenta que
me olvidas así?
Sin duda te fatigas y ves a mucha gente;
repósate.
Y escríbeme. Y piensa siempre en mí.
Y tu
vestido nuevo no te lo pongas tanto;
qué bien te va. Celoso no soy, y
nunca fui.
Puede el aire dañártelo. ¿Para qué nuevo encanto
a tu
belleza? Guárdalo para ti y para mí.
Versión de Ismael Enrique Arciniegas
Post-scriptum 2
He bebido
tu carta con febril impaciencia.
Y tú, cuando estas líneas recibas,
estarás
en un grupo dichoso. Y entre la concurrencia,
"Léela
pronto", un amigo junto a ti te dirá.
Y en
tanto, abanicándote con mi carta cerrada,
y viendo el sobre apenas,
distraída tal vez,
dirás, no interrumpiendo tu charla comenzada:
"No es nada, sí... no es nada. La leeré después".
Versión de Ismael Enrique Arciniegas
Serenidad
¿Qué fue
lo que dijiste
cuando adiós me dijiste?
¿Que ya no nos
amábamos?...Pero, sí, nos amamos.
¿Lloraste? ¿Serás siempre la que yo
he conocido
desde que en nuestra vida los dos nos encontramos?
Y sé
perfectamente que bien me has comprendido.
Sé más franca. Las cosas
siempre están complicando,
y por ese motivo nos vemos disputando;
di, pues, que en nuestra época siempre es afectación,
y que siempre
resulta ridículo y vulgar,
cuando de amantes finos muchos la quieren
dar,
escribir con mayúsculas Amor y corazón;
palabras que de nada
nos sirven empleamos
y que son fastidiosas,
y, además, peligrosas,
e importancia con ellas en la vida nos damos.
Mi corazón, repiten. Tu
corazón también,
y nuestros corazones. Es costumbre corriente.
Y
podría jurarte que de todo eso, bien
prescindir se podría, sin gran
inconveniente,
y arreglarse al momento las cosas fácilmente.
¿Nuestros
dos corazones? Hay tan sólo "tú y yo",
"tú y yo" no más: de raro no
hemos tenido nada,
pero con las palabras siempre nos embriagamos,
y aquí, desde la tierra, dándonos cuenta vamos
de que lo real no
llega nunca a la altura soñada.
Te suplico, es prudente, que los dos
prescindamos
de hablar de Corazones, y que tú y yo seamos
lo que
nosotros somos. Cuando los dos nos vemos
no nos turbamos mucho, pues
bien nos conocemos;
ya todo no es como antes, en días de ventura;
cuando nos encontramos, no veo en ti locura;
me pasa a mí lo
mismo...lo mismo. ¡Bien! ¿Y qué?
Es esto que aquí ocurre, tragedia no
se ve.
¿Nos
sentimos calmados?... Esto es muy natural,
es la costumbre. Estamos
ya con ella habituados, ha tiempo, bien o mal;
y cuando ambos creemos
que ya no nos amamos,
cada uno se fastidia si el otro se halla
ausente.
No hallamos gusto en nada. todo es triste en redor.
Nos
vemos desdichados, con aire displicente.
Pero ¿un bien no es esto ya?
Pues bueno: así es mejor.
Versión de Ismael Enrique Arciniegas
Su carta
Ella me
escribe: "Un día como tantos, perdido.
¿Sabes? La primavera muy
hermosa ha venido;
mas durante tu ausencia, siempre en cosas
chiquitas
se va el tiempo; en las tiendas y en algunas visitas.
Hoy, temprano, a la casa llegué, pues recibí.
¡Qué cansancio! La vida
muy horrible es sin ti.
Triste, en este momento, de la alcoba, y
aprisa,
me vine junto al fuego, descalza y en camisa.
En el tardío
instante, desde el alba esperado,
en que puedo, de lejos, fundirme en
ti, mi amado.
Todo tu
amor me envuelve -porque sé que me amas-
y más calor me infunde que
el calor de las llamas.
Imaginar no puedes cuánta tristeza siento.
-Contra los vidrios ¿ no oyes allá gemir el viento?-
Por el
salón anduve. Sintiéndome cansada,
a la alcoba me vine y arreglé la
almohada;
me quité la camisa, que doblé con esmero;
después,
collar y anillos puse en el joyelero
con todas las pulseras; y en la
mesita, al lado,
junto al retrato tuyo, por mí siempre besado,
dejé el corsé... sonrío en tantas noches
en que febril, inquieto,
sufrías con los broches;
y recuerdo tu cólera, que olvidar nunca
puedo,
cuando al soltar un broche te lastimaste un dedo.
Libre ya
de apreturas, ¡qué alivio el que hubo en mí!
mi desnudez, entonces,
blanca y nerviosa vi
copiada en el espejo del armario. Y sintiendo
horror por este cuerpo que creo inútil, tiendo
con la mente los
brazos a ti, mi asilo amado;
y ¿para qué negártelo?, lo confieso: he
llorado.
¡Sí!
Sobre las rodillas estas líneas te escribo.
En la
mesa de laca que en el rincón percibo,
tus guantes, y tus libros
están, y todos ellos
me recuerdan ahora muchos instantes bellos
y
otros tristes: ¿te acuerdas? porque de vez en cuando
hemos ambos
reñido... Tú sin razón...
Regando la
bujía luz pálida, bajo pantalla lila,
va extendiendo en las sábanas
una sombra tranquila.
-¡Cómo contra los vidrios está soplando el
viento!-
¡Si junto a mí estuvieras, aspirando mi aliento,
para que
me miraras feliz, inanimada,
y sollozar me hicieras al verme por ti
amada!...
¡Porque hace mucho tiempo para ti sólo vivo!
¿Sabes? Ya
casi, casi no veo lo que escribo,
Adiós, pues; duerme mucho. Me
acuesto de amor loca.
¡Ah! recibe mil besos, más de mil en la boca."
Ternura
¿Me amas?
¿Qué estás haciendo? Ni una palabra dices.
Aproxímate a mí.
Deja
por un momento lo que te ocupa ahora.
Ven a sentarte aquí.
Tendré
mucho cuidado. Trataré que tu falda
no se vaya a arrugar.
Quitemos
los cojines, si acaso te incomodan,
y vente aquí a sentar.
Picaroncita. Dame las manos. Que tus ojos
se fijen bien en mí.
¡Si
a comprender llegaras cuánto es lo que te quiero!...
Mírame más...
Así...
Debes ver
en mis ojos que te entregué a ti sola
entero el corazón.
¿No lo
estás comprendiendo? Tan grande es esta noche,
¡tan
grande es mi pasión!
Pero no lo
comprendes, no puedes comprenderlo...
¿Cómo que dices " sí"?
¡Qué
corazón tan bueno! ¡Qué amable! Y qué ternura
siento ahora por ti.
Sólo es
para que puedas ahora darte cuenta...
Pero ¿oyéndome estás?
Sólo
es para que sepas... En fin... De que te quiero
bien te convencerás.
Vuelve
hacia mí los ojos. Mírame enternecida
porque llorando estoy.
Nada
como tus ojos y tu frente... ¡Qué dicha,
pues de ellos dueño soy!
Inclina la
cabeza del lado de la lámpara...
así te quiero ver.
¡Y déjame las
manos, como si banda fueran,
en tu frente poner!
Gran
ternura condensan tus ojos y tu frente
en mi triste vivir.
¿Dices
que es cierto... es cierto? Te adoro, y bien quisiera
hoy hacerte
sufrir.
Versión de Ismael Enrique Arciniegas