"..Ondea la penumbra. No
hay suspiro
flotante. Lo mejor soñado es vida."
"Madame Matisse"
Henri Matisse
Reseña biografica
Poeta español nacido en
Valladolid en 1893.
Estudió Filosofía y Letras en Madrid, aunque se
licenció en Granada en 1913. Fue lector de español
en La Sorbona entre 1917 y 1923 y Catedrático de Lengua y Literatura
españolas en Oxford.
Durante la guerra civil estuvo preso, logrando salir
de España en 1938 para establecerse en Estados Unidos.
Fue profesor de varias universidades americanas, especialmente en la
Universidad de Harvard.
Al morir Franco se estableció de nuevo en España
donde obtuvo el premio Cervantes en 1976.
Se le considera el principal
representante de la poesia pura en España.
Falleció en Málaga en 1984. ©
Advenimiento
Amor dormido
Anillo
Cima de la delicia
Desnudo
Dominio del recuerdo
Duermes
El
hondo sueño
El mar es un olvido
Hacia el final
La caricia adormece
Las doce en el reloj
Los fieles amantes
Melenas
Mis manos y mis labios y
mis ojos...
Perfección
Pleno amor
Salvación de la primavera
Susana y los viejos
Tréboles
Tú, tú,
tú...
Y los ojos prometen...
Ya se alargan las tardes
Advenimiento
¡Oh luna, cuánto abril,
qué vasto y dulce el aire!
Todo lo que
perdí
volverá con las aves.
Sí, con las avecillas
que en coro de alborada
pían y pían,
pían
sin designio de gracia.
La luna está muy cerca,
quieta en el aire nuestro.
El que yo
fui me espera
bajo mis pensamientos.
Cantará el mi señor.
En la cima del ansia.
Arrebol, arrebol.
Entre el cielo y las auras.
¿Y se perdió aquel tiempo
que yo perdí?. La mano
dispone, dios
ligero,
de esta luna sin año.
Amor dormido
Dormías, los brazos me
tendiste y por sorpresa
rodeaste mi insomnio. ¿Apartabas así
la
noche desvelada, bajo la luna presa?
tu soñar me envolvía, soñado me
sentí.
Anillo
Ya es secreto el calor,
ya es un retiro
de gozosa penumbra compartida.
Ondea la penumbra.
No hay suspiro
flotante. Lo mejor soñado es vida.
El vaivén de un
silencio luminoso
frunce entre las persianas una fibra
palpitante.
querencia del reposo:
una ilusión en el polvillo vibra.
Desde la sombra
inmóvil, la almohada
brinda a los dos, felices, el verano
de una
blancura tan afortunada
que se convierte en sumo acorde humano.
Los dos felices, en las
soledades
del propio clima, salvo del invierno,
buscan en
claroscuros sin edades
la refulgencia de un estío eterno.
Hay tanta plenitud en
esta hora,
tranquila entre las palmas de algún hado,
que el curso
del instante se demora
lentísimo, cortés, enamorado.
¡Gozo de gozos: el alma en la piel,
ante los dos el jardín
inmortal,
el paraíso que es ella con él,
óptimo el árbol sin
sombra de mal!
Luz nada más. He ahí los amantes.
Una armonía de montes y ríos,
amaneciendo en lejanos levantes,
vuelve inocentes los dos albedríos.
¿Dónde estará la apariencia sabida?
¿Quién es quien surge? Salud,
inmediato
siempre, palpable misterio: presida
forma tan clara a un
candor de arrebato.
¿Es la hermosura quien tanto arrebata,
o en la terrible alegría
se anega
todo el impulso estival? (¡Oh beata
furia del mar, esa
ola no es ciega!)
Aun retozando se afanan las bocas,
inexorables a fuerza de ruego.
(Risas de Junio, por entre unas rocas,
turban el límpido azul con su
juego.)
¿Yace en los brazos un ansia agresiva ?
Calladamente resiste el
acorde.
(¡Cuánto silencio de mar allá arriba!
Nunca hay fragor que
el cantil no me asorde.)
Y se encarnizan los dos violentos
en la ternura que los encadena.
(El regocijo de los elementos
torna y retorna a la última arena.)
Ya las rodillas, humildes aposta,
saben de un sol que al espíritu
asalta.
(El horizonte en alturas de costa
llega a la sal de una
brisa más alta.)
¡Felicidad! El alud de un favor
corre hasta el pie, que retuerce
su celo.
(Cruje el azul. Sinuoso calor
va alabeando la curva del
cielo.)
Gozo de ser: el amante se pasma.
¡Oh derrochado presente
inaudito,
Oh realidad en raudal sin fantasma!
Todo es potencia de
atónito grito.
Alrededor se consuma el verano.
Es un anillo la tarde amarilla.
Sin una nube desciende el cercano
cielo a este ardor. ¡Sobrehumana,
la arcilla!
Cima de la delicia
¡Cima de la delicia!
Todo en el aire es pájaro.
Se cierne lo inmediato
resuelto en
lejanía.
¡Hueste de esbeltas
fuerzas!
¡Qué alacridad de mozo
en el espacio airoso,
henchido
de presencia!
El mundo tiene cándida
profundidad de espejo.
Las más claras distancias
sueñan lo
verdadero.
¡Dulzura de los años
irreparables! ¡Bodas
tardías con la historia
que desamé a diario!
Mas, todavía más.
Hacia el sol, en volandas
la plenitud se escapa.
¡Ya sólo sé
cantar!
Desnudo
Blancos, rosas... Azules casi en veta,
dos, mentales.
Puntos de luz latente dan señales
de una
sombra secreta.
Pero el color, infiel a la penumbra,
se consolida en masa.
Yacente en el verano de la casa,
una forma se alumbra.
Claridad aguzada entre perfiles,
de
tan puros tranquilos
que cortan y aniquilan con sus filos
las confusiones viles.
Desnuda está la carne. Su evidencia
se resuelve en reposo.
Monotonía justa: prodigioso
colmo de
la presencia.
¡Plenitud inmediata, sin ambiente,
del cuerpo femenino!
Ningún primor: ni voz ni flor. ¿Destino?
Oh absoluto presente!
Dominio del recuerdo
Un recuerdo -pasado deleitoso-
me ataca y se apodera
tanto de mí
que interna primavera
me somete a su acoso.
Aquel amor aun vibra
bajo el impulso de una imagen, mero
fantasma. Pido, quiero.
un imán se me impone fibra a fibra.
El espíritu invade mi existencia
con poder soberano.
Espíritu
ya es cuerpo. ¿Quién presencia
tal fusión, tal arcano?
Amor, que fue tan fuerte
durante aquel minuto fenecido,
saliendo de su nido
mental en sensación se me convierte.
Mi memoria ya es carne, ya un placer
-soñado- resucita,
ya la
verdad de mi vivir da cita.
¿Alma, cuerpo ? Mi ser.
Duermes. Mi mano toca
sueño. Duermes...
Duermes. Mi mano toca
sueño. Duermes.
Gozo de tu inocencia confiada,
de tu implícita
forma en esa noche
que hace tan suya con amor la mano.
Te siento dormir sin
verte,
serenísima, sagrada,
nunca imagen de la muerte,
y
oponiéndote a la nada
triunfar como piedra inerte.
La delicada masa de tu
sueño
se espesa junto a mí, sin paz nocturna,
que así convive con
la invulnerable,
cuyo retorno al despertar es siempre
la súbita
inmersión en nuestra dicha.
Sumido en un calor de
dos, el sueño
relaja su clausura, casi abierta
dulcemente hacia el
día aún isleño.
Calor, amor.
La historia tras la puerta.
El hondo sueño
Este soñar a solas... ¡Si tu vida
de pronto amaneciese ante mi
espera!
¿Por dónde voy cayendo? Primavera,
mientras, en tomo mío
dilapida
su olor y se me escapa en la caída.
¡Tan solitariamente se
acelera
-y está la noche ahí, variando fuera-
la gravedad de un
ansia desvalida!
Pero tanto sofoco en el vacío
cesará. Gozaré de apariciones
que atajarán el vergonzante empeño
de henchir tu ausencia con mi desvarío.
¡Realidad, realidad, no
me abandones
para soñar mejor el hondo sueño!
El mar es un olvido...
El mar es un olvido,
una canción, un labio;
el mar es un amante,
fiel respuesta al deseo.
Es como un
ruiseñor,
y sus aguas son plumas,
impulsos que levantan
a las frías
estrellas.
Sus caricias son sueños,
entreabren la muerte,
son lunas
accesibles,
son la vida más alta.
Sobre espaldas oscuras
las olas
van gozando.
Hacia el final
Llegamos al final,
A la etapa final de una existencia.
¿Habrá un fin a mi amor, a mis afectos?
Sólo concluirán
Bajo el tajante golpe decisivo.
¿Habrá un fin al saber?
Nunca, nunca. Se está siempre al principio
De una curiosidad inextinguible
Frente a infinita vida.
¿Habrá un fin a la obra?
Por supuesto.
Y si aspira a unidad,
Por la propia exigencia del conjunto.
¿Destino?
No, mejor: la vocación
Más íntima.
La caricia adormece...
La caricia adormece,
y a una región conduce
más cercana a la tierra,
a su silencio y
sueño,
bien tendidos, dichosos.
Y tu cuerpo está ahí,
remoto y mío,
inmóvil, invisible, descuidado,
y mientras me
abandono a su nostalgia,
la oscuridad absorbe en su sosiego
de
gran remanso nuestro amor flotante.
Las doce en el reloj
Dije: ¡Todo ya pleno!
Un álamo vibró.
Las hojas plateadas
sonaron con amor.
Los
verdes eran grises,
el amor era sol.
Entonces, mediodía,
un
pájaro sumió
su cantar en el viento
con tal adoración
que se
sintió cantada
bajo el viento la flor
crecida entre las mieses,
más altas. Era yo,
centro en aquel instante
de tanto alrededor,
quien lo veía todo
completo para un dios.
Dije: Todo, completo.
¡Las doce en el reloj!
Los fieles amantes
Noche mucho más noche: el amor ya es un hecho.
Feliz nivel de paz
extiende el sueño
como una perfección todavía amorosa.
Bulto adorable,
lejos
ya, se adormece,
y a su candor en la isla se abandona,
animal
por ahí, latente.
¡Qué diario Infinito sobre el lecho
de una pasión:
costumbre rodeada de arcano.
¡Oh noche, más oscura en nuestros brazos!
Melenas
¡Oh melenas, ondeadas
a lo príncipe en la augusta
vida triunfante: nos gusta
ver
amanecer -¡doradas
surgen!- estas alboradas
de virginidad que
apenas
tú, Profusión, desordenas
para que todo a la vez
privilegie la esbeltez
más juvenil, oh melenas!
Mis manos y mis labios y mis ojos...
Mis manos y mis labios
y mis ojos
rehacen
con creciente embeleso
próximo al éxtasis,
activo sin embargo,
un incesante viaje
de reconocimiento que a la
vez descubre
tanta comarca donde nunca es tarde:
Aurora permanente
sobre cimas y valles.
Entre las combas y las
sombras
de tu hermosura no me pierdo,
y tu nombre claro proyecta
luz muy personal sobre tu cuerpo,
que está en mi amor y fuera de
su mágico radio secreto.
Y a esa tu vida, más allá,
bajo sol y
luna me entrego,
toda tú estás conmigo,
nuestro doble futuro yo lo
quiero.
Perfección
Queda curvo el firmamento,
compacto azul, sobre el día.
Es el
redondamiento
del esplendor: mediodía.
Todo es cúpula. Reposa,
central sin querer, la rosa,
a un sol en cenit sujeta.
Y tanto se
da el presente
que el pie caminante siente
la integridad del
planeta.
Pleno amor
¿Amor envuelve en las
formas
de un viento? Se transfigura
bajo un viento nuestro abrazo:
concentrándose está en lucha.
Triunfo habrá para los dos,
gocémonos. ¡Oh, no hay burla
contra la fe ya animal
de toda la
criatura!
Desaparece la estancia.
Una luz de anhelo y súplica
crea un ámbito al amor
con muros de sombras juntas.
Infinita, sí,
trascurre
la noche. Pero se ajusta
-con la precisión de un mundo
soñado por la absoluta
claridad- a este clarísimo
destino: nuestra
ventura.
Y la ventura despacio
va confiándose -nunca
más
estrellas en el cielo-
a una pesadumbre suya.
Mientras -la carne
es también
alma, reina tu blancura-
un ritmo acoge y acrece
la
obstinación -¡qué profunda
masa tanta noche en vela!-
de esta casi
calentura,
de este buen ardor.
Palpitan,
humildemente nocturnas,
las estrellas como si
regalasen una luna
de paz.
Paz en la verdad.
II
En la verdad.
Y se anuncia
lo más fabuloso. ¿Tumba
para una resurrección,
para llegar a ser pluma
casi indistinta del aire,
aire sobre el
mar, espuma
que fuese nube en un cielo
con voz de mar?
No hay más ruta
que este más allá mortal:
vértigo de una dulzura
que de más vida en más vida
se atropella, se derrumba,
-¡llega a
tal embriaguez
el ser que desde su altura
conspira al
derrumbamiento!-
y va a la noche desnuda
con un ansia de
catástrofe,
o de postrer paz, en fuga
final ¿hacia qué reposos,
qué aplanamientos, qué anchuras?
¿O hacia la aniquilación
desesperada?
Concluya,
concluya tanta inminencia.
Todo se confía -nunca
más
estrellas en el cielo--
a su pesadumbre muda,
fatal.
¡Sea!
Fatalmente
puede más que yo la angustia
que me entrega a la
catástrofe,
-todo conmigo sucumba-
que no será... que no es
una
catástrofe -¡brusca
perfección!- por más que abdique,
y se
desplome y se hunda
-amor, amor realizado-
el alma en su carne:
puras.
Salvación de la primavera
Ajustada a la sola
desnudez de tu cuerpo,
entre el aire y la luz
eres puro elemento.
¡Eres! Y tan desnuda,
tan continua, tan simple
que el mundo vuelve a ser
fábula
irresistible.
...Mi atención,
ampliada,
columbra. Por tu carne
la atmósfera reúne
términos.
Hay paisaje.
Esos blancos tan rubios
que sobre tu tersura
la mejor claridad
primaveral sitúan.
Es tuyo el resplandor
de una tarde perpetua.
¡Qué cerrado equilibrio
dorado, qué
alameda!...)
Susana y los viejos
Furtivos, silenciosos, tensos, avizorantes,
se deslizan, escrutan y
apartando la rama
alargan sus miradas hasta el lugar del drama:
el
choque de un desnudo con los sueños de antes.
A solas y soñando ya han sido los amantes
posibles, inminentes,
en visión, de la dama.
Tal desnudez real ahora los inflama
que los
viejos se asoman, tímidos estudiantes.
¿Son viejos? Eso cuentan. Es cómputo oficial.
En su carne se
sienten, se afirman juveniles
porque lo son. Susana surge ante su
deseo,
que conserva un impulso cándido de caudal.
Otoños hay con cimas y ráfagas de abriles.
-Ah, Susana. -¡Qué
horror! -Perdóname. ¡Te veo!
Tréboles
Cada vez que me
despierto
mi boca vuelve a tu nombre
como el marino a su puerto.
*
Este volver a
empezar
cada jornada sin ti,
esta sensación de mar
que navego y
ya perdí...
*
Como si mi voz te alcanzase,
murmura: Amour adoré,
¿No puedes oírme? No sé.
*
Vivos estamos en la frase.
¡Qué lejos ayer de hoy!
Hondo ayer: dos fuimos uno.
Hoy no estás y yo no soy.
*
Gentes que me son extrañas:
esas que me creen solo
sin ver que tú me acompañas.
*
Así voy sin ti: perdido
por entre gentes que anulan
nuestro amor bajo su olvido.
*
La Patria, lejos, en el lodo.
Soledades alrededor.
Navidad a pesar de todo:
hijos, su recuerdo, mi amor.
*
La memoria, malla a malla,
me cubre armando su mundo.
Interior, mi noche calla.
En tu recuerdo me hundo.
*
Ya te lo decía yo.
Era imposible el olvido.
Fuimos verdad. Y quedó.
*
Sobre esta misma
almohada
me acompañó su cabeza.
Sé ya ahora cómo empieza
la
blancura de la nada.
*
Despierto y como no
estás,
no me suena el mundo a mundo:
nunca a solas no hay compás.
*
¡Estaba yo tan contento
de ser yo, yo para ti!
¡Qué alegría ser así
dos historias en un
cuento!
*
Lo que un día me
dijiste
de nuevo suena en mi oído.
La soledad no es tan triste.
Ser es también no haber sido.
Tú, tú, tú, mi incesante...
¡Tú, tú, tú, mi
incesante
primavera profunda
mi río de verdor
agudo y aventura!
¡Tú, ventana a lo
diáfano:
desenlace de aurora,
modelación del día:
mediodía en
su rosa,
tranquilidad de lumbre:
siesta del horizonte,
lumbres en lucha y coro:
poniente contra
noche,
constelación del campo,
fabulosa, precisa,
trémula hermosamente,
universal y mía!
¡Tú más aún: tú como
tú, sin palabras toda
singular, desnudez
única, tú, sola!
Y los ojos prometen...
Y los ojos prometen
mientras la boca aguarda.
Favorables, sonríen.
¡Cómo íntima,
callada!
Henos aquí. Tan
próximos.
¡Qué oscura es nuestra voz!
La carne expresa más.
Somos nuestra expresión.
De una vez paraíso,
con mi ansiedad completo.
La piel reveladora
se tiende al
embeleso.
¡Todo en un sólo ardor
se iguala! Simultáneos
apremios me conducen
por círculos de rapto.
Pero más, más ternura
trae la caricia. Lentas,
las manos se demoran,
vuelven, también
contemplan.
Ya se alargan las tardes, ya se deja...
Ya se alargan las tardes, ya se deja
despacio acompañar el sol
postrero
mientras él, desde el cielo de febrero,
retira al río la
ciudad refleja
de la corriente, sin cesar pareja
-más todavía tras algún remero-
a mí, que errante junto al agua quiero
sentirme así fugaz sin una
queja,
viendo la lentitud con que se pierde
serenando su fin tanta
hermosura,
dichosa de valer cuando más arde
-bajo los arreboles- hasta el verde
tenaz de los abetos y se
apura
la retirada lenta de la tarde.