"...En los bosques más
cansados de tus ojos
anidé mi palabra, con inhóspito sigilo..."
"Fotografía"
Juan Bastidas
Reseña biografica
Poeta española
nacida en Pontevedra en 1963.
Es doctora en Filología Hispánica por
la Universidad Complutense de Madrid.
Ha simultaneado la labor docente y crítica con la creación literaria.
En la actualidad es crítica literaria en la sección cultural de
El Mundo desde 1998 y coordinadora del área
de Humanidades del programa de becas de la
Fundación Carolina.
Ha publicado numerosos artículos y
ensayos sobre literatura española, especialmente sobre teatro clásico
y contemporáneo, y en el campo de la traducción ha hecho versiones en
castellano de poetas como Montale,
Cummings y Swzymborska.
Como poeta, ha publicado «La lealtad del
espejo» premio
Barcarola de poesia en 1993; «La vigilia del tiempo»
accésit del premio Adonáis 1996, libro que recibió una ayuda a
la creación literaria del Ministerio de Cultura
en 1994; «La epopeya del laberinto» en 2001 y «La piel de las palabras»
en 2005. ©
Especial
La amplia
trayectoria intelectual y académica de Beatriz Hernanz, se refleja en el
bello lenguaje de la muestra poética
que nos ha enviado.
Su generosa colaboración hará posible que
nuestros visitantes puedan disfrutar su poesia.
Gracias, Beatriz
De "La lealtad del espejo" 1993
1.
Absorto el cielo, con suave y torpe fuga...
2.
Fue una noche de azahar y nacimientos...
3.
Inventa la tarde la fiesta convulsa de las sombras...
4. La tristeza se viste del color de los deseos
desterrados...
5.
Me habita el mar, con desorden de estrella...
6.
Olvido en los pliegues transparentes de la astucia...
7.
Paredes de luna detienen todos los relojes...
8.
Se deshace el mundo y su trampa de almanaques...
9.
Toma un cuerpo, prisionero del miedo...
10. Unas manos que
huelen a crepúsculos...
11. Vendrá,
vendrá el amor, -seguro laberinto-...
De "La vigilia del
tiempo" 1996
1. El dolor escoge sus ciudades...
2. Nana de agua
3. Treinta
pétalos vacíos para tapar el olvido...
4. Un aroma de sangre
oceánica...
De "La epopeya del
laberinto" 2001
Adagio
Andante
Lento
Vivo
Otros poemas:
Del mar brota
entonces lo desconocido...
Por ti todo lo he olvidado...
Inventaré palabras nuevas...
De "La lealtad del espejo" 1993
1. Absorto
el cielo, con suave y torpe fuga...
Absorto el cielo, con
suave y torpe fuga,
duerme la calle su sueño de bodegas.
Ballestero de la luz y del abismo,
la sangre de tus guerras no ha
secado
acequias de dolor, tedio de esperas.
Y vienes a mi voz, con
verde inercia,
-tan leve es tu amor deshabitado-.
De "La lealtad del espejo" 1993
* * *
2. Fue una noche de azahar y
nacimientos...
A mi
hermana Merche
Fue una noche de azahar y
nacimientos,
-presagio de espadas y huracanes-.
Demasiado tiempo
pasó.
Cansada de cadenas y cráneos de caballos,
dilatas el destino
con silenciosos cantos.
Abismal regocijo. Blancuras incurables.
Olvida el mar, con muerte de bolsillo,
hasta que sean legibles tus
entrañas.
De "La lealtad del espejo" 1993
* * *
3. Inventa la tarde la fiesta
convulsa de las sombras...
Inventa la
tarde la fiesta convulsa de las sombras.
En los charcos de luz
taconea lascivo el tiempo.
Geometría de sol. La calle, incensario de
rumores,
-cómplice piel de granito que flagelan tus pisadas-.
La hora es alta y rayada de serenos eslabones.
Te vistes con
la desnudez de todos los espejos,
sin más abrigo que un festín de
claridades.
Limpia de ligaduras, me arrojo por la escalera de tus ojos.
En
mis párpados madura un motín de encrucijadas.
De "La lealtad del espejo" 1993
* * *
4. La tristeza se viste del color
de los deseos desterrados...
La
tristeza se viste del color de los deseos desterrados.
Es el feroz
desnudo de aquella casa,
cargada de inviernos, vacía de muertos,
amueblada de infancia.
-Cruel inventario de derrotas soleadas-.
Un hombre solo, pálido de quemadas cercanías,
acuña penas, como
monedas o sorpresas,
naufraga en la espesura violeta del olvido.
Por el pecho de un árbol
va el eco absurdo de cenizas sin horario.
Con rencor de escarcha mordió la noche su intruso amor,
callado y
libre,
alto como las sienes fatigadas del silencio.
De "La lealtad del espejo" 1993
* * *
5. Me habita el mar, con desorden
de estrella...
Me habita
el mar, con desorden de estrella,
precipitadamente rubia,
y el
aire de sus muertos me golpea,
tiritando callada y sorda espuma.
-En los peldaños violetas del cielo,
la noche va cerrando sus
ventanas-.
Nada hará la tierra más amarga:
ni el metal desvanecido en su
abrazo de invierno,
ni una vegetal, terrible desnudez de luna y
sangre
De "La lealtad del espejo" 1993
* * *
6. Olvido en los pliegues
transparentes de la astucia...
Hay
soledad, y amor, y estoy con vida.
F. Brines
Olvido en los
pliegues transparentes de la astucia,
oscuras amapolas de silencios,
un sigilo de espadas,
su delgada ausencia como un racimo de gaviotas.
Con una ternura sin leyes, su hambre de pan agranda
los cimientos
del mar, el maleficio del viento.
Mañana me perderé, vencida de verde olvido.
-Ataúdes sin sueño,
mis zapatos heridos de distancia-.
Bebo mudos pétalos de sombra, soltando,
a flor de muerte,
desolados relámpagos de carne en las bridas de la prudencia.
De "La lealtad del espejo" 1993
* * *
7. Paredes de luna detienen todos
los relojes...
Paredes de
luna detienen todos los relojes.
En los bosques más cansados de tus
ojos
anidé mi palabra, con inhóspito sigilo.
Pronuncio espejos con
las manos delgadas de tristeza.
Es el limo de los verbos y la espuma
de la carne,
un sol de sílabas y claveles de bolsillo.
Con duda
maestra navegué en silencio por tu ombligo.
De "La lealtad del espejo" 1993
* * *
8. Se deshace el mundo y su trampa
de almanaques...
Se deshace
el mundo y su trampa de almanaques
en tu frente pálida de heladas
profecías.
Alargas los parques con tristeza milenaria,
-te vistes
tu traje de navajas-.
Como caravanas de espejos, andando voy a cuatro labios
por las
veredas más delgadas de tus ojos.
Secas sílabas se agazapan como
escamas luminosas:
Hay palabras afiladas que despueblan
un pecho de niño ahogado en
silencios.
Soy un astro demente que se mira en la luna risueña de tu
piel.
De "La lealtad del espejo" 1993
* * *
9. Toma un cuerpo, prisionero del miedo...
Toma un cuerpo,
prisionero del miedo,
y arrebátale la soledad, sin límite de lunas.
Devuélvele la confianza al pulso de sus noches,
entablando batalla contra desengaños y adioses.
En la estación de
los besos, no habrá ganador.
Ya no sabrá a insomnio de trenes el
rayar del alba.
De "La lealtad del espejo" 1993
* * *
10. Unas manos que huelen a crepúsculos...
Unas manos que huelen a
crepúsculos,
-de nuevo el verde olvido de la noche-,
la oblicua
soledad llena canastos ateridos,
la oscuridad de todo gesto y sus
meandros,
grietas en las ásperas flores de la duda.
Con sus manos recorría la lluvia y sus acacias,
las angostas
colinas de la luz,
crucigramas sin destino en los rumores de su piel.
Con cintura huérfana de frágiles bellezas
abrazó la herrumbre de
todos los silencios.
Salteador de eternidades, tus súbitos volcanes
perfilan camino
largo en versos y sortilegios,
hasta llegar al alba en las vísceras
de la ternura.
De "La lealtad del espejo" 1993
* * *
11.
Vendrá, vendrá el amor, -seguro laberinto-...
Vendrá, vendrá el amor,
-seguro laberinto-.
Descorriendo sombras, jarcias escarlatas,
como
julio mil espejos entreabiertos,
-dulces añicos de luz atrapados por
la brisa-.
Huele a sol. La calle, cómplice y ensimismada,
nos conduce por
los recodos verdes de la dicha.
Azul, demasiado azul en el lento horizonte,
impulso de mar hacia
los estambres de la noche.
La calle, sabia; el paso confiado, sutilísimo,
hacia la ribera
irresistible del sueño
-celeste llave de luna y de cometa -.
Con vértigo restaurado, pude leer su voz,
cerrado abanico,
cercando al insomnio
en la palidez oculta de unos brazos.
De "La lealtad del espejo" 1993
De "La vigilia del
tiempo" 1996
1. El dolor escoge sus ciudades...
El dolor escoge sus
ciudades,
el asedio aplaca sus heridas,
el amor persigue sus
batallas.
En el feudo de tus manos,
-crisol de cenizas y llantos-,
perdura el olvido y sus cautelas,
languidecen augurios delicados.
Dilapido ausencias, transijo con la nada.
Pájaros lentos ofrecen
su cuidado.
Dreno los aljibes oscuros de la sed,
la oblicua noche
del regreso,
las imposturas del tiempo,
la quemazón de los
retratos.
Te miraré otra vez, en otra noche
de desamparado rasgo.
Se
columpia sin prisa la ternura,
me pruebo otra tristeza con la
distancia de un presagio.
De "La vigilia del tiempo" 1996
* * *
2. Nana de agua
Nana, niña, nana.
La
nieve envejecida de la plaza.
Amaina el fiel invierno
en la luz
cansada de diciembre.
Se duerme tu nombre, niña,
en una ciudad de
silencios de agua.
Nana, niña, nana.
el tiempo se disfraza con tu infancia.
Y con
calma trágica,
detiene a aquel gato rubio y solo,
domestica tus
sonrisas,
deshila los volcanes más huraños.
Nana, niña, nana.
El mar está elocuente en esta noche.
Con su
camisa blanca,
canta, aterida, la sirena,
en la raíz de las
sombras,
-camelias de sangre y de relámpagos-.
Nana, niña, pena.
Niña, nana, agua.
De "La vigilia del
tiempo" 1996
* * *
3. Treinta pétalos vacíos para tapar el olvido...
Treinta pétalos vacíos
para tapar el olvido.
Nos depara tosca nube el insomnio,
solitario
infierno que anticipa la memoria.
Habito
en el suburbio amargo de
la nada,
en la intimidad del desamparo,
en el cristal de los
signos sin infancia.
Es el sonido que alumbra
la incesante
tiniebla,
la agonía del agua,
el hábito inasible del miedo.
En
las grietas del verbo
se repite la desidia de la espada.
Con prisa
inútil
se desangra en música el intolerable infinito.
De "La vigilia del tiempo" 1996
* * *
4. Un aroma de sangre oceánica...
Un aroma de sangre
oceánica,
cereal de los tiempos sin lunas,
emerge como la ley, como la
selva,
como la piedra que crece en un vientre
y despierta el
futuro de la carne.
Cómo no sucumbir al deseo que perece
inmóvil
en la frente suplicante de los Angeles,
cómo no reconocer el llanto
vegetal del miedo,
cómo no derrotar al veneno aterido de la muerte.
De "La vigilia del tiempo" 1996
De "La epopeya del laberinto" 2001
Adagio
No me acuerdo de las calles, de los primeros fuegos.
Tú me esperabas
silencioso y azul como una ofrenda.
Tu mano me retenía tardes
enteras,
con la claridad de los pájaros,
recorrías la monotonía de
tejados y alamedas.
He reconocido con sorpresa y piedad
el frío
sonámbulo de una tregua.
Reconstruyo con extrañeza
tu delgadez de
pequeño elfo.
Tengo tierra y sangre hasta mi tranquilidad más
recóndita.
Hace tiempo que he renunciado a vaciar mi buzón,
a
recorrer los jardines invisibles de tu sexo,
y me cubro de
escalofríos desde el principio de los tiempos.
De "La epopeya del
laberinto" 2001
Andante
La noche del eclipse de luna
bebías el cobrizo reflejo de la bruma en
la marisma.
Mil incendios palpitan en la penumbra.
Penitencia
oculta en una piel de lirio,
albero y negro de silencio.
Cabalgo
al ritmo de mi temor,
ruido seco de tambores,
-el tiempo humilla
con laureles-.
En los pantanos suaves el barro
cruje como las
sienes sin luz de una muchacha.
De "La epopeya del
laberinto" 2001
Lento
Un bosque de cuchillos ciñe un traje de novia.
Es la patria del
fuego y la ignominia
que habita en los suburbios calcáreos de la
memoria.
Los pájaros siempre son una despedida,
silente y pálida,
como ciertos atardeceres en el mar.
Crece un muro con la lumbre del
abandono,
con las palabras del fango,
-tinta de la sangre o de la
piedra-.
Las manos viven dentro del espejo,
desatan sin asombros
la crueldad del estigma
negro, de mares de furia estéril.
El velo
está roto y en silencio.
Los puentes se extienden como tigres
en
el ocaso.
Pálidos musgos y pianos enredan un aire antiguo.
En la
selva cantan los muslos tristes de una muchacha.
De "La epopeya del laberinto" 2001
Vivo
Una luna de alfanje corta el valle de Morna.
La húmeda niebla
envuelve
el asiento trasero del destino.
Una hoguera de almendros
esclarecía el desamor.
El viento se acerca,
como una presencia
infinita.
La carretera serpea en la distancia,
como los cuerpos
olvidados que van a dar al mar.
El fósforo de la tarde se dilata en
los campos,
y el mar hace creer en otra vida.
Suenan, a lo lejos,
los tambores de la playa,
una pavana ausente,
el agua desamparada.
Las palabras comen de tu mano,
como gaviotas de fuego,
como
úlceras de la madera.
Tañedor de cuerpos,
tu tez se ilumina en la
brisa y en la pena,
aldaba de la lluvia.
Pero la isla se cierra,
como un amante,
sobre sí misma.
Recordó la noche en que casi
perdió la razón.
De "La epopeya del laberinto" 2001
Otros poemas:
Del mar brota
entonces lo desconocido
familiar, el abandono celeste,
la
perseverancia del desorden.
Héctor, sediento de éxtasis,
busca
el apóstrofe de la luz,
el desamparo de la certeza,
la seguridad
de los cobardes,
el fulgor en los escombros.
El veneno de un
puñal,
amante y esperado,
cañamazo de desdichas.
En el
principio Perséfone era un árbol
la mujer fue incluso un bosque,
el estupor y el silencio
*
Por ti todo lo
he olvidado,
mi niñez y mi patria.
Bebí tu vino. A tu mesa
me
senté.
Con pies de medianoche
recibí los abrazos del viento.
Intriga, astucia, tiempo.
Una marea infinita del mundo
hacía alto
el terror de tu éxito.
*
Inventaré
palabras nuevas
Para hablar con tus silencios.
Un enjambre de verbos incide en la dulce luz
Que robo ilesa de
tus ojos.
Una infancia llena de oscuros secretos,
De palabras afrutadas,
De verbos ensimismados en el tiempo.
-El miedo también es un camino,
un corredor de sombras
que apura el opio perfumado del olvido-.
Tus uñas obscenas,
Ácidas de noches lentas,
Descienden por mi
cuerpo,
Arañan
La transparencia súbita de enero,
Una carne de
luna
Alegre en la derrota,
- nunca es para siempre -
Con la
complicidad de las fronteras.
Al norte del futuro hay una palabra
Que espera ser escrita,
Tal vez pueda sobrevivir a tanto olvido hacia dentro.