"...A veces me
parece que está aquí,
junto a mí, como antes estaba..."
"The ballet dancer"
Henri Matisse
Reseña biografica
Poeta,
ensayista, pintor y grabador español nacido en Torres, Cantabria, en
1919.
A pesar de su corta vida, es considerado como uno de los
baluartes de la poesia existencial de la posguerra.
A los dieciséis
años empezó a escribir en El Impulsor y compartió sus preocupaciones
literarias con José Hierro
y otros destacados poetas con quienes brilló en la famosa "Quinta del
42".
Después de obtener una mención honorífica por su libro «Raíz»,
hizo frecuentes viajes a Madrid para alternar
en diversas tertulias poeticas.
En 1936 publicó «Pseudopoesias», a la
que siguieron «Las luces asesinadas y otros poemas» en 1938 y
«Mensaje hasta el aire» en 1938, libros de marcada tendencias
surrealista. Lo mejor de su producción, «Los muertos»,
fue publicado después de su muerte ocurrida a comienzos de 1947. ©
Acércate
Ahora que ya estoy solo te llamo
suavemente...
Algo más
Amor así
Atardecer de marzo
Como un pájaro herido
Después del amor
Este abril
Hoguera de amor
Imposible
Llueven tus ojos palomas
Los muertos
Mar de tus ojos
Mi corazón, mi vida...
Nacimiento
No
¿Por qué voy a llorarme?
Romance lento
Soñaste un día azul
Te busco
Tristeza
Acércate. Más, más...
Acércate. Más, más,
hasta palpar mis sueños.
No, todavía no...
Aún más y más, sin miedo:
como el agua del mar
a su fondo de
cieno,
como se acerca a Dios
todo el azul del cielo.
Como me acerco a ti
cuando digo: te quiero.
Ahora que ya estoy solo te llamo suavemente...
Ahora que ya estoy solo
te llamo suavemente
y bajas a mi boca como un fruto maduro
desde
el árbol eterno donde existes y velas,
con las ramas rozadas por los
astros desnudos.
Ahora que ya estoy solo
puedo morir. Tú sabes
que a la muerte hay que ir sin que nadie nos
llore,
ocultando las rosas del amor que encendimos
y el que sólo
fue sombra que soñamos de noche.
Por eso está ya el fruto temblando
entre mis dientes
mas no quiero morderlo sin que tú me lo digas.
Algo más
Nunca he sabido si
acaso la muerte
era algo más que tocar una rosa
y sentir que sus
pétalos rojos
se ocultaban, de pronto, en la sombra.
Me he perdido de noche en un bosque
y vino a encontrarme la
luz de la aurora,
y he comprendido que el sol encendido
dora de
nuevo las lívidas lomas.
Porque la muerte no toca a los hombres
cuando en lo oscuro sus
cuerpos se borran.
Sabe la tierra que late su entraña,
sabe la
noche que todo retorna.
Sólo los hombres no saben. Pensamos
que el corazón es igual que
la rosa.
Amor así
Cuando dos cuerpos se unen para amar,
se quema más despacio la
soledad de la tierra.
De corazón a corazón, de hueso a hueso,
saltan pájaros ardiendo
como puñales
piel del mundo o deseo donde la carne gime,
un gran
río desnudo de inesperados crisantemos.
Cuando dos cuerpos se
aprietan como bocas,
se empujan como voraces cataratas al rumor de la
vida
perdiendo un posible contacto con la muerte que espera,
que
sobre el olvidado planeta a lo lejos refulge
como un fantasma
solitario y oculto.
Hombre o mujer, árboles vibrantes,
hirvientes
besos estrujados y un Angel.
Amarse es poseer la tierra sin sombras para siempre.
Atardecer de marzo
Atardecer de marzo
en la mar cenicienta.
El crepúsculo, lejos.
ya no se ve, se sueña.
Atardecer de marzo,
tú estás aquí, tan cierta
como esta dicha
de ahora
que me da tu presencia.
Dame tu mano, inclina
sobre mí tu cabeza
y calla, no me rompas
este paisaje y esta
ternura que se alza
desde ti y se me adentra
por el cuerpo y el alma...
Mírame, piensa y deja
todo así como
está
sin besarme siquiera:
el cielo alto y sereno
que sobre el
mar se espeja,
en el aire parado
la gaviota que vuela,
y bajo
nuestros pies
éste poco de tierra...
Dame tu mano, inclina
sobre mí tu cabeza.
Todo así como está
sin besarme siquiera...
Como un pájaro herido...
Como un pájaro herido
venía tu tristeza,
sus pobres alas mustias
sosteniéndote el alma.
Había un aire azul
con un cielo sin fondo
para volar...
Y el pájaro
leve de tu tristeza
voló a mi corazón
¡porqué tú me
querías!
Después del amor
El zumo de la noche me gotea
con racimos de estrellas en la cara,
y madura mi frente su luz triste,
como una fruta sola sin su rama.
He perdido mi tronco; ardientemente
ha tajado el amor en sus
entrañas
con un hacha sombría. En otro cuerpo
la ceniza enrojece
de mi savia.
A solas con la noche me he quedado,
con mi carne tendida, fruta
amarga.
y suena el corazón, bajo mi pecho,
con un crudo tañido de
campana.
Este abril
Cómo llegas, abril, con qué delgada
planta de junco pisas en la
arena.
Un delirio de luz en cada vena
y una gota de azul en la
pisada.
Una gota de azul, la delicada
inundación de amor ceñida y plena,
una esbelta delicia que encadena
de inabarcable aroma desbordada.
Algo en mí, que no es mío, se levanta
surtidor de imposibles
sensaciones,
canta tu dicha y mi delicia canta.
Y la honda transparencia de tenerte
en la alta alegría que me
impones
vencedor cada día de la muerte.
Hoguera de amor
Este día que viene a mis labios
esgrimiendo su zumo de oro,
moja el alma en su triste belleza,
y la embriaga de sueños
remotos.
Todo acaba en su luz amarilla.
Los recuerdos se borran, y de otro
me parecen las manos que tocan,
me parecen las cosas que lloro.
No pensar en las hojas que sufren
y olvidar el dolor de sus
troncos.
No saber si las nubes que nacen
vuelven ya de un oscuro
retorno...
Mas sentir en el pecho, encendida
por el viento que trae el
otoño,
una hoguera de fuego que, alegre,
quema el mundo con un
amor loco.
Imposible
Nunca la palma blanca
del amor
podrá tocar en ti y abrir las fuentes
de un alegre vivir,
limpio y desnudo,
que cante como un pájaro en tus sienes.
Nunca, porque el amor
deja a los hombres
cuando dejan de serlo con la muerte.
Como
sombra de nube, si se apaga
la luz, también el amor muere.
Llueven tus ojos palomas somnolientas de ceniza...
Llueven tus ojos palomas somnolientas de ceniza
que hieren lentamente
el silencio de este ciervo de
música que tengo entre los brazos.
(De Norte a Sur abre su boca
el firmamento
como un gran perro que tuviera dentadura de estrellas.)
Te quiero como nunca. Supón que te creciera el cabello
tantas veces
que fuera para mí un río navegable de pluma.
Supón mis veinte años, uno a uno en tus dedos
o mi sonrisa lenta
nevándote la frente.
Supón mis ojos tristes y pensativos, mudos,
viendo crecer el
fuego desde hace muchos años.
Los muertos
Hoy vengo a hablarte, mar, como a mí mismo.
Como me hablo cuando
estoy a solas,
cuando alejado de los tristes días
que nos
contemplan desde el ojo humano
acerco el ascua tenebrosa y sola
al
principio del ser, a las raíces
donde alborea, matinal y oscura
la
caricia primera de la tierra.
A hablarte vengo, mar, como a mí mismo,
en esta noche mineral y
lúcida
mientras la luna, desde arriba, arroja
sobre los mundos una
luz calcárea
y en el bisel del horizonte hiere
su duro, lento y
solitario hueso.
Desde hace siglos sin cesar palpitas
tu blando corazón contra las
rocas
que ante tu orilla, para siempre oyéndote
se bañan
mansamente o se derrumban
fingiendo limos, donde solo existen
aristas de ira para tus entrañas.
Hoy vengo a hablarte, porque tú, conmigo
nacistes y sin cesar
crecimos
cuando en la rosa del albor primero
con vesperal y
fabuloso ojo
detrás de los helechos acechaba
el paso de los corzos
y la sangre,
empapando la tierra, me llamaba
hacia los bosques,
como el fuego ardiente
de una lejana y cegadora estrella.
En esta noche en que mi historia acaba,
en que los siglos
sordamente suenan
bajo las plantas de mis pies desnudos,
bajo la
tierra donde crecen árboles
y las palomas y las flores vuelan
junto a la hermosa garra de las águilas...
A ti, acudo, mar, en esta
hora
porque el destierro de tu voz me llama
y en el hondón de mis
entrañas siento
removerse otra agua clamorosa.
Tú solo, mar y mar,
gimiendo
la soledad tremenda del que a nadie
puede decir su
soledad. El mundo,
las lejanas estrellas que podían
escuchar tu
dolor o presentirlo,
estaban lejos, porque Dios quería
tu sola
soledad, tu dolor solo
como un terrible cántico a su gloria.
Quieta y muda, la tierra, duramente
diques ponía a tu invasora
forma
que imitaba la vida de los pétalos
o la erizada furia de la
selva.
-Nunca nos conocimos. No sabíamos.
Distintas nuestras
sangres se ignoraban:
la tuya verde, transparente y única;
la mía
roja, sordamente múltiple...-
En esta noche, mar, en esta noche
cuando la luna desde arriba
arroja
sobre los mundos una luz calcárea
y en el bisel del
horizonte hiere
su duro, lento y solitario hueso,
yo te pregunto
lo que están buscando
ese fragor dulcísimo de manos,
esas inmensas
lágrimas que chocan,
el eco interminable de las aguas
que como
cuerpos sobre ti se aman.
Dime qué buscas, mar, qué es lo que busco
cuando temblando de la
orilla huyes,
cuando temblando del amor me alzo,
cuando la mano en
mis entrañas hundo
y golpeo sobre ellas como un látigo
cuando
royendo la caverna oscura
te rompes con horror contra un peñasco
o
ya en la calma de una tarde triste
acaricias, soñando, antiguas
playas...
En esta noche, mar, en esta noche
en que mi sino solitario tiende
su milenario cuerpo por tus costas
mientras los viejos musgos y los
líquenes
prenden grises hogueras a tu orilla
donde queman su óxido
de sombra
las invisibles razas invernales
que algún día se fueron
de la tierra
yo pregunto el destino de los muertos
que antes que
yo nacieron y gimieron
para darme a la luz, de los que en siglos
y
siglos, se tendieron como gérmenes
para que el fuego vivo de mi
cuerpo
alma les diera cuando los recuerde.
Yo pregunto el destino
de su sangre
corriendo como un río sin orillas
al inquietante
reino donde todo
-la carne con la carne, el cuero húmedo,
la
tierra junto al tacto deshaciéndose-
forman breves coronas desoladas,
transparentes cenizas que se rinden.
Busco en la sombra. Allá, por los confines
de la mano que elevo
como un pájaro
más alta que mi frente. Aquí termina
todo entero mi
ser, la carne acaba
y comienza la estela de los astros,
la
clamorosa luz de las estrellas.
Aquí comienza el mar. Yo soy el único
junto al que habita solo, desde siempre,
la eternidad errante de la
tierra.
Aquí comienza el mar, aquí termino.
Solo después que yo mi
voz humana,
un recuerdo sereno en el vacío.
-Por debajo de mí los enterrados,
como fríos veleros, navegando
por otro mar sombrío, el de la muerte,
donde un viento, que es
tierra, los empuja
hasta el confín ardiente de mi vida.
Dios no
pregunta, porque Dios se basta.
La tierra calla, porque nada espera.
El mar hermoso, bajo los luceros,
y el hombre solo, bajo los
planetas,
su muerte inútil, sin morir, rechazan
contra la roca
ciega del futuro.
Mar de tus ojos
Puerto de amor tus ojos,
aguas claras.
(Brisa que me querías
sobre la mar salada.
Aguas sin corazón
que me llevabais...)
Hacia el mar de tus ojos
navegará mi ansia.
Mi corazón, mi vida, mi sangre enarbolada...
Mi corazón, mi vida, mi sangre enarbolada,
bajo esta noche hosca,
tumbada como un perro,
te busca para siempre, honda huella del llanto,
para estrechar tu
alma estremecida y pura
contra este pecho mío tan grande como el
mundo.
Quiero tenerte aquí, quiero hundir tu tristeza
con el hacha
amorosa de mi ardiente alegría.
Quiero, como una llama, arrancarte la
duda
y probar que el dolor nos enseña la herida.
Mi amor no muere
nunca, pero renace siempre.
Esta noche se ha alzado con la verdad
desnuda
como una espada inmensa cuando sueña en la muerte
aferrándose al puño que conduce su vida.
Tú calmarás mi fiebre, yo
beberé en tus manos,
me miraré en tus ojos cuando encontrarme quiera.
De cada día haremos un corto paraíso,
una conquista nueva arrancada
al vacío.
Serán cortas las horas, los meses y los años
para tanta
hermosura en esta dicha altísima...
Aquí estoy, en la noche, llorando como un niño,
frágil cuerpo de
hombre que estremecido espera.
Alrededor de ti crezco como la hierba
junto a la encina clara que
le presta su sombra.
Porque en tu sombra habito y para ti me alzo,
corazón, hacia arriba, sangre mía cimera,
en busca de tu tierna
delicadeza fresca
que en un talle dulcísimo se me entrega ofrecida.
No quiero más, me basta, se me sosiega el ímpetu.
Como el agua a
la mano me ciño a tu presencia
y te mojo la entraña de amor
inexpresable.
Quiero vivir amándote, quiero morir contigo,
quiero que nuestras
sangres circulen paralelas
asta que nuestros cuerpos se pudran en la
tierra.
Nacimiento
Ha llegado la noche para todos:
yo reclino la frente en esta piedra,
donde los siglos ciegamente pasan,
mientras fulgen, arriba, las
estrellas.
Entre duros peñascos me arregazan
los brazos maternales de la
tierra.
Soy un hombre desnudo. Hoy he nacido,
como una larga luz,
en su corteza.
Ni me muero, ni sueño. Abro los ojos
y extendiendo mis manos
verdaderas
toco el origen de mi ser humano,
el vientre elemental
que me naciera.
Y, en la frente, la roca, su llamada,
la vida en destrucción que,
ardiendo, espera
la voz de Dios, que sobre el mundo clama
y se
rompe, temblando, en las estrellas.
No
La noche te derriba para que yo te busque
como un loco en la
sombra, en el sueño, en la muerte.
Arde mi corazón como pájaro solo.
Tu ausencia me destruye, la vida se ha cerrado.
Qué soledad, qué oscuro, qué luna seca arriba,
qué lejanos
viajeros por ignorados cuerpos
preguntan por tu sangre, tus besos, tu
latido,
tu inesperada ausencia en la noche creciente.
No te aprietan mis manos y mis ojos te ignoran.
Mis palabras
buscándote, en pie, inútilmente.
La quieta noche en mí, horizontal y
larga,
tendida como un río con las riberas solas.
Pero voy en tu busca, te arranco, te descuajo
de la sombra, del
sueño; te clavo en mi recuerdo.
El silencio edifica tu verdad
inexpresable.
El mundo se ha cerrado. Conmigo permaneces.
¿Por qué voy a Llorarme? Los
árboles no lloran...
¿Por qué voy a Llorarme? Los árboles no lloran
cuando el hacha
furiosa les hiere la madera.
Yo sólo he preguntado si tu mano sombría
con nuestros troncos lívidos enciende sus hogueras.
Lloro a los que han caído porque son de mi bosque,
pero yo sigo
erguido cantando en las tinieblas.
Pisando las cenizas heladas de su
ruina,
avanzo hacia ese fuego soñado en que me esperas.
Soy joven como el mundo, mas lloro desde siempre,
aunque todas
mis hojas huelen a primavera.
Pero a mí no me lloro, porque tengo mi
vida
y su efímera carne por Ti también se quema.
Romance lento
Mis manos acarician
el torso de la sombra.
Desnudo por mis dedos
se ha deslizado y
tiembla
un palpitar lejano
de luces y de nieblas...
Yo siento por mi cuerpo
esa nostalgia honda
del silencio enterrado
debajo de las piedras.
Un sollozar oscuro
se pierde en la penumbra
de la tristeza fría
que el alma entera
sueña...
El cielo brota muerto
encima de la tierra.
Soñaste un día azul...
Soñaste un día azul
un temblor,
una hoja,
una mano callada
tocándote la frente
y los ojos purísimos del poeta encendido
mirando tu mirada perdida en la ribera.
Y esta palabra mía,
que no fue mía nunca,
dijo lo que no quise
y que tú no entendiste...
Pero yo estoy aquí.
al otro lado mismo,
esperándote igual,
con los ojos abiertos
y mi mano callada tocándote la frente.
Te busco
Déjame que, tendido en esta noche,
avance, como un río entre la
niebla,
hasta llegar a Ti, Dios de los hombres,
donde las almas de
los muertos velan.
Los cuerpos de los tristes que cayeron,
helados y terribles, me
rodean;
como muros, encauzan mis orillas,
pero tengo desiertas mis
riberas.
Yo no sé dónde estás, pero te busco;
en la noche te busco y mi
alma sueña.
Por los que ya no están, sé que Tú existes
y por ellos
mis aguas te desean.
Y sé que, como un mar, a todos bañas;
que las almas de todos Tú
reflejas,
y que a Ti llegaré cuando mis aguas
den al mar tus aguas
verdaderas.
Tristeza
Todas las cosas son las mismas
que ayer estaban en mi orilla:
tierra inmutable y poderosa,
cielo sereno y hondo arriba,
piedras
heladas donde el tiempo
pasa lejano y nunca mira...
Solo las nubes
y las rosas
cada mañana son distintas,
como el misterio de mi
carne,
por una sangre enrojecida,
donde las luces de la aurora
rompen sus ondas cada día
y en sus espumas me arrebatan
flores
ocultas de ceniza...
Pido las cosas que no tengo,
algo que quise y no quería,
un
amor vago... Pero pasan
todas las cosas, alma mía,
como las nubes
y las rosas
pasan, pasan... Yo no sabía
que allá en tu fondo me
brotaba
una tristeza sin medida,
porque las cosas que yo quise
cada mañana son distintas:
nubes y rosas, amor vago,
y esta
tristeza que no es mía...