"Sé que eres fuego, y siento cómo avanza
tu posesión de llamas por mis venas..."
"Alexia"
Giuseppe Dangelico
Reseña biografica
Poeta español nacido en Ceuta en 1919.
Su infancia transcurrió en Zamora
y posteriormente en Valladolid donde inició su carrera literaria
bajo la tutela del poeta Narciso Alonso Cortés.
Estudió Filosofía y
Letras , fundó y dirigió, con otros poetas, la revista de poesia «Halcón».
Militar de profesión, fue comandante en Madrid. Crítico literario y autor de
la historia y Antologia
«Panorama poético español».
Entre los premios obtenidos sobresalen:
Nacional de Literatura en1961, Ausias Marchen 1963,
Boscán en 1965, Francisco de Quevedo y Antonio Machado.
Publicó numerosos libros de poesia, ensayo, Biografia y crítica de arte.
Falleció en el año 2007. ©
A una muchacha que se matriculó en la escuela de artes y oficios
A unas iniciales grabadas en un árbol
Celebra el poeta haber hablado
Cuenta cómo sucedió lo de enamorarse
De cómo robó el poeta un racimo en un viñedo
Despertar
Soneto de amor en la puerta del sol
El poeta camino de Francia
El poeta cita a su amada junto al Museo del Prado
En este soneto intenta describirse una rodilla
Geografía
Imagina el poeta a su amada en la ducha
La bodega
Madrigal
Noche de vendimia
Recuerda el poeta los primeros
Soneto de amor
Soneto de amor en La puerta del Sol...
Seguirá siendo el sol, cuando amanece...
Soneto de amor en Gredos
Soneto para el final
Tiempos de amor
A una muchacha que se matriculó en la Escuela de artes y oficios
Yo vi al amor comprar papel
sellado
para matricularse por novicio
allí donde ni el arte ni el
oficio
vieron jamás papel enamorado.
Raro aprendiz, alumno
aventajado,
llenó con su esperanza el edificio
humilde y escolar, pero
propicio
a jugar con lo vivo y lo pintado.
Cuando le vio llegar, el
viejo Apeles,
tras de cambiar las flechas por pinceles
de los ojos de
Amor desató el velo.
¿Quién pudo sospechar lo
que vería?
Mandi, que estaba allí, sí lo sabía:
mi corazón sirviendo
de modelo.
A unas iniciales grabadas en un árbol
Iniciales de amor en la
madera
vino a grabar la mano bordadora.
Fue lino el tronco, bastidor
la aurora
y testigo la blanca primavera.
Bordado amor quedó y eterno
fuera
sin la mano del tiempo, leñadora,
que en seca savia y a cercén
ahora,
con filo poderoso lo partiera.
¡Oh, frágil tiempo, tronco,
blanca mano!
¿Por qué grabar amor en ramas tiernas,
muerto despojo ya
de vendavales?
Aquí tenéis mi corazón
humano.
Venídmelo a grabar y tendrá eternas,
con heridas de amor, las
iniciales.
Celebra el poeta haber hablado por teléfono con su amada...
Al hilo de tu voz y asida
al hilo
tengo el alma, mi amor, para escucharte.
Viento de muchos
álamos comparte
tu voz conmigo y la sostiene en vilo.
Asiento para pájaros y
asilo
de enamoradas nubes. Por hablarte
hoy, pasando lo azul de parte
a parte,
se atraviesan los cielos con su filo.
Un fresco olor a tierra que
se labra
y a manantial con luna se improvisa
para inundar tu voz
cuando navegue
la quilla dulce y fiel de
tu palabra.
Y un silencio de pájaros avisa
mi muerte, amor, cuando el
silencio llegue.
Cuenta cómo sucedió lo de enamorarse
Sucedió que aquel año se
decía
que los tiempos cambiaban. Cierto era;
aquel año empezó la
primavera
cuando apenas enero se moría.
Aquel año la tarde
convertía
en campos de pasión la Tierra entera
que, por cazar, el alma
fue campera
y la caza le hirió que perseguía.
Sucedió que era invierno,
que el destino
preparaba un asombro campesino
de manos blancas y
sandalia breve.
Y me encontré en Castilla
deslumbrado
con todo el corazón enamorado
como una antorcha en medio
de la nieve.
De cómo robó el poeta un racimo en un viñedo
Cuando en algún momento del viaje
viste un viñedo donde el sol cantaba
me pediste un racimo. Todo estaba
coronando a Septiembre en el paisaje.
Corté un racimo para ti y lo traje
tan maduro a tus labios que
estallaba
como si el dulce zumo que sangraba
a tus labios rindiera un
homenaje.
Nunca a más suavidad llevó el destino
lo que en las uvas iba para
vino
y encontró en tu garganta su condena.
Y nunca ya mí corazón amante
volvió a encontrar, como en aquel
instante
tan bello el hurto de la viña ajena...
Despertar
Mi niña, al despertar, desaliñada,
casi como las rosas, o más breve,
duda entre niña y pájaro, se atreve
a inaugurar la aurora de la almohada.
Mi niña de la nube o de la nada
debe venir cuando despierta. O debe
de los vientos venir, de los que bebe
mi vida a sus rosales limitada.
Beber vientos, atarse a una camisa
que duda entre las alas y la
brisa,
diminuta extensión que el mar quisiera.
¿Qué rey me compra el despertar? ¿Quien sabe
porque es tan breve el
mundo y por qué cabe
en una habitación, la primavera?
El poeta camino de Francia
Me voy, me voy, me voy. Una
barrera,
una muga de piedra y un sendero
y ya para mis pies el mundo
entero
poniendo al corazón una frontera.
Y tan lejos estás que no
hay siquiera
un pañuelo en el aire ni un «te quiero» .
En otra
tierra ya. Soy extranjero.
-¿Cómo se dice amor?- . Nadie me espera.
Y ya ves, sigo andando y
sigo andando
y, paso a paso, te me vas quedando
como un lejano sueño
desvaído.
Otra luz, otra tierra, otra
belleza.
Y el corazón se llena de tristeza
El poeta cita a su amada, junto al Museo del Prado
El Prado
y yo, la tarde y el museo,
esperaremos con el alma en vilo
donde
Velásquez sueña y, a su asilo,
los pájaros de otoño y mi deseo.
Contará el corazón cada
gorjeo
y el agua que en las fuentes, hilo a hilo,
desmadeja un Neptuno
en paz, tranquilo
tenedor de esperanza en el paseo.
Te esperaré cuando la tarde
apoya
sus últimos desmayos sobre un goya
de piedra ya, pues no alcanzo
a mirarte.
Y hasta que llegues tú, de
trecho en trecho,
yo me pondré la mano sobre el pecho,
que estallará
de amor por esperarte.
En
este soneto intenta describirse una rodilla
Donde la pierna asciende a maravilla
y apunta hacia el misterio y la
cautela;
donde acaba el vestido y se desvela
el sueño del encaje por
la orilla.
Visible rosa donde el viento humilla
su giratorio afán de falda y
tela.
Flor de la pierna, nudo, centinela
del campo de la seda; la
rodilla.
Desde aquí, alta columna adivinada,
es clandestino el roce y la
mirada
se ciega entre su nieve y la clausura.
Y en duda de ser ala o de ser viento
asciende femenino el movimiento,
tierra en los pies y cielo en la cintura.
Geografía
Abriré las nevadas cordilleras
que componen, amor, tu geografía
y
subirá un caballo de alegría
hasta el gozo floral de tus caderas.
Horizontales nardos y laderas
que la espuma del mar envidiaría
le pondrán a mis besos, como guía,
el distintivo de tus primaveras..
Apuraré los últimos pudores
que limitan el reino de las flores
allí donde la vida canta y cuenta.
Y quedaré junto a tus campos puros
como quedan los árboles
maduros
después de haber vencido a la tormenta.
Imagina
el poeta a su amada en la ducha
Con recato...
Ésta que en nieve y sueño
la clausura
viola y la canción del agua fría;
Venus de soledad,
mitología
del azulejo y la temperatura.
Ésta que en dos palomas la estatura
divide en rosas que el rosal
querría,
por donde el agua que resbala ansía
quedar, dormir, morir en
su blancura.
Ésta que al níquel alza los asombros
del rocío y redime por los
hombros
del agua desahuciada del cabello,
es ella, amor, que, en soledad, ensaya
a dar forma a la espuma,
pero... calla
que nada tienes tú que ver con ello.
La
bodega
Bajé, contigo, amor, a la bodega
y me acerqué al tonel que allí
dormía
por ver si era verdad que en él crecía
la flor del vino,
diminuta y ciega..
Y para poder ver lo que trasiega
el vino al corazón, pensé que unía,
para jugar, tu boca con la mía,
porque el amor no sabe a lo que juega.
Uniendo así en tus labios vino y mieles
le dimos a la flor de los
toneles
como vaso tu labio femenino.
Y todo fue tan dulce y abundante
que nunca la bodega vio otro amante
ebrio de tanto amor y tanto vino.
Madrigal
Desde esta mañana, amor,
la rosa será más rosa
y más vivo el ruiseñor.
¡Y tú sin saberlo, amor!
La fuente mucho más clara
mojándome de alegría
con agua fresca la cara.
Y el cielo, desde hoy,
azul,
y, dentro del cielo, dios...
¡Y tú sin saberlo amor!
Noche
de vendimia
Era de tanto amor la noche
aquella
que hasta el alba rompió su compromiso
de clausurar las
sombras y no quiso
partir la noche y apagar la estrella.
Subió a su boca el vino y
puso en ella
tan breve y embriagante paraíso
que, robando a sus labios
el permiso,
busqué su rastro y apuré su huella.
Tantas veces mezclamos vino
y beso
que, al fin, el sueño la rindió, por eso
le sirvieron mis
brazos como almohada.
Y cuando pudo el sol alzar
el vuelo
estaba rojo, como el vino, el cielo
y azul, como sus ojos, la
alborada.
Recuerda
el poeta los primeros tiempos de su amor
Déjame que del tiempo de
otro día
miré prados de amor, recuerde aroma,
y en el agua pasada la
paloma
moje otra vez el alma en que bebía.
Que si ha ganado el tiempo
la porfía
y ya la nieve por la sien asoma
fuego otra vez cada ceniza
toma
y un campo de pasión hay todavía.
Déjame que confunda en tu
cintura
lunas perdidas, que la luna nueva
no contó el tiempo ni perdió
blancura.
Alma y cabellos el pasado
nieva
pero la llama es fiel y a la ventura
hoy, como ayer, tu corazón
me lleva.
Seguirá siendo el sol, cuando
amanece...
Seguirá siendo el sol,
cuando amanece,
hermosamente bello y cada día
la vida será buena
todavía
cuando en cada rosal Mayo florece,
Seguirá el mar sereno cuando ofrece
a su virginidad la poesia
de
la luna que al cielo desafía
cuando sobre las olas aparece.
Todo seguirá igual que cuando ella
con su callada vocación de
estrella
inauguraba todo lo que existe.
Y todo estará igual; el sol, la rosa,
las estrellas, el mar, la luna
hermosa;
sólo yo, para siempre, estaré triste...
Soneto
de amor
Te sigo, amor; herido en
tus colmenas
tengo mi corazón sin esperanza.
Sé que eres fuego y
siento cómo avanza
tu posesión de llamas por mis venas.
Sé que eres hierro, amor, y
me encadenas
sellando de agonías tu alianza.
Sé que eres sed y siento
cómo avanza
mi corazón y de avidez lo llenas.
Herido estoy, amor;
certeramente
sigo tu luz o sigo tu amargura
sin comprender mi corazón
siquiera.
Sólo sé que te sigo
ciegamente
y es posesión de cielos mi ventura
y claridad de gloria mi
ceguera.
Soneto de amor en Gredos
Amarte en Gredos, en la
roca, es darte
razón de eternidad. La tierra ama
como mi corazón y,
roca o llama,
en fuego acabaré de eternizarte.
La soledad y tú me dáis la
parte
que el alma necesita. El tiempo llama
con más dureza y, cada
vez, reclama
lo que doy por salvarme y por salvarte.
Amarte aquí, en la inmóvil
serranía
donde el mundo se acaba y todavía
no pisó el hombre, es
redimir la tierra.
Es coronar el tiempo de
futuro
y hacer de luz y fuego el trozo oscuro
de soledad que somos yo
y la Sierra.
Soneto
de amor en la Puerta del Sol, donde comienzan todos los caminos
Como mi corazón es este
cero
de todos los caminos y del tuyo.
Cuanto de mí comienza en ti
concluyo.
De solo a Sol basta una
letra, pero
también para morir basta un murmullo
de soledad. A tus
caminos huyo.
Pero si nada vale a tu
distancia
mi continuo nacer a esta fragancia
de ir entre rosas a
buscarte y verte,
desengaña a mi amor recién
nacido
y déjame en la nada confundido
de una quietud más dura que la
muerte.
Soneto para el final
Tal vez, cuando después de haber vivido
llegue un amanecer a despertarme
les diga a los que puedan
escucharme:
¡Qué sueño tan extraño el que he tenido!.
Porque, efectivamente,
si no ha sido
mas que un sueño la vida, al acordarme
de todo lo que vino a
enamorarme
tendré que darlo todo por perdido.
Tanto peregrinar, tantos
sucesos,
tanto cambiar las penas por los besos,
tanto opinar y tanto
desengaño,
cuando, de pronto, acabe con la muerte,
con el que al otro lado me
despierte
comentaré: ¡Que sueño tan extraño!