"...Luego, en silencio, en la penumbra densa,
saborearemos la fruición intensa
de un doble amor que se transmuta en uno..."
"Mi dulce rosa"
John Waterhouse
Reseña biografica
Poeta y
periodista colombiano nacido en Ibagué en 1902.
Perteneciente a una
aristocrática familia, creció en medio del gran ambiente académico
infundido por sus padres.
Cursó sus estudios superiores en las Universidades de Cambridge y de
Roma, convirtiéndose en un gran humanista,
diplomático y aguerrido político.
Perteneció al grupo de los Poetas nuevos, y fue fundador de varias
revistas importantes dirigiendo por muchos años
la famosa columna El jardín de Cándido, cuyo estilo fue catalogado como
"suelto y armonioso, endiabladamente
agradable, rizado por un suave viento de ironía y cruzado por las venas
del más fino y desparpajado humor inglés".
Sus más bellos poemas y
sonetos fueron publicados en su obra «Joyería».
Falleció en Bogotá en
1980. ©
Amanecer
El secreto
Emociones
Es el alba que avanza
Exhortación
Imposible
La entrega
Madre
Naturalmente
Sonata
Un recuerdo
Y nunca te canté
Amanecer
Rosa ha tenido un
vértigo, un incierto
malestar, un temblor desconocido,
y ella,
para explicar, se ha referido
a un hartazgo de frutas en el huerto.
Pero algo siente en su
anterior despierto
que trece abriles pareció dormido,
y
nebulosamente ha colegido
que algo nace en su ser, y que algo ha
muerto.
Cierra a llave la
alcoba confidente,
y temerosa y deleitosamente
delante del espejo
se desnuda.
Luego siente rubor, y,
remordida,
en la noche más bella de su vida,
rompe a llorar,
inconsolable y muda.
El secreto
En la tibia quietud de
nuestra sala
sentiré que te acercas a mi lado,
conteniendo el
aliento fatigado
y en puntillas, como una colegiala.
Un secreto. Y tu mano,
que resbala
por tus cabellos me tendrá vendado,
y en tu voz habrá
un tono inusitado:
arrullará como si fuera un ala.
Luego, en silencio, en
la penumbra densa,
saborearemos la fruición intensa
de un doble
amor que se transmuta en uno.
Tanta ventura nos
infunde miedo.
Mas, por instinto, lloraremos quedo,
como temiendo
despertar a alguno.
Emociones
Cuando espiaba su gira
vespertina,
sentí una facultad maravillosa
para hallar al través
de cada cosa
un asomo de gracia femenina.
cuando sentí que su
pisada fina
resonaba en la senda silenciosa,
tembló mi corazón
como una rosa
cuando siente que el viento se avecina.
Cuando su vista se fijó
en la mía
algo en mi frente se detuvo como
la luciérnaga azul de
la alegría.
Cuando besé su cuello
de gaviota
el universo parecióme un pomo
de esencia, y lo aspiré
gota por gota.
Es el alba que avanza
Ingenua colegiala de
ojazos taciturnos
que a través de la reja de tu alcoba
indagas el
misterio de los astros nocturnos.
Adivino que sueñas...
(Los ojos se prolongan
en las ojeras lánguidas, y los senos
turgescen,
y las manos se afiebran, y los labios florecen...)
En tu carne virgínea ya
la mujer se inicia,
y en tus horas inquietas
entrevés el coloquio
, presientes la caricia.
La romantica espera te
ha embellecido tanto,
como jamás lo sospechó mi canto.
Porque en los pechos
núbiles el amor presentido,
es el Alba, que avanza sobre un campo
florido.
Exhortación
Oyes, en medio de la
selva, un trino,
ves en la noche cintilar tu estrella,
un alma de
mujer cándida y bella
refulge a trechos en tu gris camino.
Tú sientes la emoción,
el repentino
embrujamiento, la indeleble huella,
pero el éxtasis
lírico te sella
en los labios el verso peregrino.
No importa. Tus
momentos de Absoluto
hierven en ti, como la kiel en cubas,
y a
cada germen corresponde un fruto:
a nubes de pasión,
lluvias de llanto,
a viñedos en flor, cosecha de uvas,
y a
siembras de emoción, siegas de canto.
Imposible
Mientras tu sien se
tiñe de amapola
y enamorada sobre mí se inclina,
por tu traje de
glauca muselina
cruza un marino fruncimiento de ola.
Tu austera doncellez,
que no se inmola,
en vano bajo el peplo se adivina;
en vano ante
la sombra que camina
te miro junto, palpitante y sola.
Amor, ni tú te das, ni
yo te tomo.
Lejos estamos, mientras miro cómo
tiembla al vaivén
del corazón, tu velo.
Es a veces así, sobre
la playa,
una raya de mar, solo una raya,
lo que nos finge separar
del cielo.
La entrega
Llegará
para ti la suspirada
derrota, y una tarde florecida
la pasión
morderá la pulpa henchida
de tus senos, como una llamarada.
Un velo
cruzará por tu mirada
y sin memoria, contra mí ceñida,
sentirás el
misterio de la vida
revelarse en tu carne desgonzada.
Ya vuelta
al mundo me dirás: ¿Qué has hecho?
Restregarás los ojos, sobre el
pecho
reanimarás tu deshojada rosa;
y, para
más inenarrable encanto,
habrá un amago de temblor de llanto
en tu
voz, casi, casi silenciosa.
Madre
Todo lo que hay de triste sobre el mundo
en tu espíritu, madre,
resumiste,
porque no se dijera que lo triste
no es, además de
místico, fecundo.
A tu inmenso mirar meditabundo
tal emoción de transparencia
diste,
como para explicar por qué coexiste
lo diáfano, en el mar,
con lo profundo.
Y hay tal valor en tu actitud sumisa,
tal decisión en tu palabra
lenta,
Y tanta austeridad en tu sonrisa,
Porque la humanidad se
diera cuenta
de por qué se estremece ante la brisa
el bambú que
resiste a la tormenta.
Naturalmente
Ciñe mi cuello, pero
más ceñido;
estrecha el nudo, pero más estrecho;
más cerca. Que el
latido de mi pecho
forme un solo vaivén con tu latido.
Tu beso, alondra que
retorna al nido,
en mi labio se aduerma satisfecho.
Y los sueños
encuentren como un techo
protector, en tu párpado caído.
En nada pienses. Ni tu
voz inquiera
la razón inefable de los lazos
que a mi ser te
mantienen prisionera.
Cierra los ojos nada
más, y siente
fluir tu juventud entre mis brazos,
como fluye en el
cauce la corriente.
Sonata
Cuando escucho tu voz,
tiene mi oído
una imposible sensación candente,
pues que fluyen
tus labios sutilmente
el ritmo sideral, hecho sonido.
Rayo de sol caído sobre
un lago
de miel, así tu cabellera bruna;
y cuando miras, tu mirar
aúna
la emoción de lo intenso y de lo vago.
Y pienso al estrechar
tus manos buenas,
que en mis manos impuras
se han transfundido
todas las blancuras;
hostias, nieves, armiños y azucenas.
Un recuerdo
El tren paró bajo la
noche oscura.
-¡Viareggio! Diez minutos! gritó alguno.
Y los
dos nos mirábamos, en uno
como albor repentino de ternura.
Amistades de viaje...
La dulzura
de una voz que nos dice: ¿Lo importuno?
Un palique
trivial como ninguno.
Nada más... Y un recuerdo que perdura.
Descendió la gentil
desconocida,
la despedí con algo de mi vida,
y porque la emoción
fuese más pura,
sólo besé sus dedos en
la yema,
pues el encaje de la manga crema
bajaba hasta cubrir la
coyuntura.
Y nunca te canté...
¡Y nunca te canté! Con
graves
palabras me dirás: «Yo no te inspiro».
No, no es que falte
inspiración, tú sabes,
es que las cosas que a decirte aspiro
son
de aquellas tan hondamente suaves
que, menos que una voz, son un
suspiro.