"¡Silencio en las albercas de tus
ojos,
en tus caricias largas, en tus besos!"
"Mujer"
Alberto Pancorbo
Reseña biografica
Poeta,
narrador, dramaturgo y ensayista argentino nacido en Buenos Aires en 1990.
Fue maestro y profesor de enseñanza secundaria y formó parte de la
generación que giró en torno de la revista
Martín Fierro.
Su poesia fue relegada al olvido durante dos
décadas, debido a sus enfrentamientos con compañeros de su generación
cuando ocupaba cargos oficiales.
En 1926 viajó por primera vez a Europa,
donde trabó amistad con importantes intelectuales y pintores españoles
y franceses. En 1930, nuevamente en París, escribió los capítulos iniciales
de «Adán Buenosayres».
A su primer libro de poemas, «Los Aguiluchos»
1922 le siguieron: «Días como flechas» 1926, «Odas para el hombre
y la mujer» 1929, «Laberinto de amor» 1936, «Cinco poemas australes» 1937,
«El Centauro» 1940, «Cantos a Sophía»
en 1940, «Canto de San Martín» 1950, «Heptamerón» 1966, «El poema de Robot»
1966 y el «Poema de la Física»
(recuperado póstumamente).
Al fallecer en 1970, estaba escribiendo la
novela «El empresario del caos». ©
Canción
Canción para que una mujer
madure
Canto de otras vidas
Credo a la vida
De La adolescente
De La rosa prudente
De La soledad
De
Sophía
Definiciones
Del amor navegante
Del hombre, su
color, su sonido y su muerte
El
amor es un robo -me dijiste una tarde-...
Horóscopo
Ídolo
Introducción a la oda
La erótica
Largo día de cólera
Niña de encabritado corazón
Oda didáctica de la mujer
Poema sin título
Segundo encuentro con amor (fragmento)
Solo de silencio
¿Y más allá?
Canción
El
Río de tu Sueño cantará el abecedario del agua.
Tendrá árboles, como
llamas verdes
chisporroteando alondras;
y altos bambúes cazarán el
girasol de las lunas
en el Río de tu Sueño que sólo tú remontas.
El alba será un loto que perfuma
la muerte de tus noches;
de
picotear estrellas estarán ebrios tus pájaro-moscas.
Habrá remansos y
un polen que hace dormir al viento
en el Río de tu Sueño que sólo tú
remontas.
Con mi remo al hombro he visto zarpar cien días.
Mis hermanos
pelarán la fruta del mundo, la más roja...
Con mi remo inútil, a lo
largo de las noches,
busco el Río de tu Sueño que sólo tú remontas.
De "Días como flechas" 1926
Canción para que una mujer
madure
¡Fruto nuevo, amasijo de tierra y de agua!
Cristalizó en el gajo
más curvado del mundo
la sal de tu ternura.
¡Afilando puñales de sed,
trenzando los cabellos de una esperanza
niña,
desvaneciendo sombras he cuidado tu rama!
Pastor de grandes cosas que se mueven,
yo conduje el rebaño de
los días piafantes;
he visto cien mañanas con los picos abiertos
devorar la migaja de la última estrella
y tembló entre mis manos toda
noche
como una yegua renegrida y ágil...
Yo hilvané con mis ansias una canción de cuna
para que se
durmieran los cachorros del viento;
y alcé un espantapájaros de odio
sobre el campo frutal de tu sueño sin lágrimas.
Con las hebras del
sol
has torcido el cordaje de tu risa.
En las enredaderas de tus voces incuba
sus tres huevos azules un
pájaro de gracia...
¡La vida en tus talones es un giro de baile!
Te aferras al abierto pavorreal de los días
y le robas la pluma;
sabes abrir tu noche como un libro de estampas.
Y no sé si deshojas
la flor menguante de las lunas;
y no sé si
libertas los luceros cautivos;
¡o si el verano salta de tus ojos
iguales
a una lluvia con sol!
Tengo los dientes rotos de morder imposibles:
para ti guardan
lechos de martirio mis brazos.
En mis dedos retoñan zarzales de
caricias,..
¡Todas las noches naufragaban
en esta costa de mi anhelo!
Grabé tu nombre en todas las arenas del aire:
tu nombre es el
perfume que buscaban mis años.
Redoblan los tambores de mi fiebre
largos llamados al otoño.
Has de llorar tus frutas
redondas como lágrimas...
Ensartare en el hilo de mi plegaria sorda
las cuentas de cien días y
de cien noches;
¡y haré un collar de tiempo que te ciña!
Conduciré el rebaño de mis voces
por caminos que duerman
bajo el opio del alba.
He de atar mis dos ojos a carros de vigilia
¡y haré un collar de
tiempo que te ciña!
para que sea manso tu caer en un día
con
fragancias de alcoba;
y para que en la noche de tu llanto
las
estrellas más altas fructifiquen
entre la mano de los niños.
De "Días como flechas" 1926Canto de otras vidas
Silencio,
sangre de campanas muertas.
Llanto de las casas vacías
que imploran un retorno de niños...
Yo sé un canto sin nombre
que fructifica en el silencio.
Una
canción de aquellas que soldaban tus párpados
cuando la lámpara
florecía
en los aposentos mojados de sombra.
Entonces hubo dedos color de reloj
y un perfume de llantos
antiguos en la ropa vetusta.
(Hay que tirar guijarros musicales
al fondo del silencio:
el
silencio responde con su voz de agua muerta.)
¡Tus manos!
Veo tus manos desgarradas
en cinco tiras de
cansancio.
¿En qué viejo episodio se gastaron tus dedos?
La vida fue un
liviano cascabel en tus ropas
¡y has echado a rodar el juguete del
mundo
yo no sé en qué mañana de libro con viñetas!
El cántaro vacío de tus ojos
ha mordido la fuente de algún sol en
pañales...
(Todo está en el silencio
y en la fatiga de tus brazos.)
Una mañana tus ojos de Simbad arponearon el sol.
En madera profunda
tallaste el mascarón de un navío fantasma:
un mascarón de gestos
petrificados
que mordió la carne frutal de aquel día sin nombre.
Entonces un mar sin leyendas
habló de tu origen a dioses color de
esponja.
Y el viento no había pisoteado todas las distancias.
El viento
niño rompió el juguete de tus Cantos
y hacía danzar en sus horcas
a los piratas de tu miedo...
¡Quién te dijo una noche que la muerte
sólo un tapiz de sueño
era!
¡Quién te enseñó una noche de qué modo la vida
se acostaba en sus
linos,
como tú, de pequeño,
cuando en los labios de tu madre
nacían llavines de música para tus ojos!
¡Quién te habló de la muerte
y de un retorno en caballos
festivos!
(Yo sé un canto de abuelas;
el silencio responde...)
¡Tus
pupilas
-amente fieles a la hoguera
que abrió incurables llagas en
la noche de añil!
¡Qué vieron tus pupilas? ¿Qué vieron
la barba color hoja seca de
los ancianos
t6rax de hombres adustos
hablaban un lenguaje
aprendido en la boca del viento?
Una voz deshizo el collar de tu nombre,
una voz musical de
nodriza recién castigada...
¡ Todo está en el silencio!
He ahí tus pasos amigos de una tierra
sin edad.
Y la mujer a tu carne ceñida, igual que una ropa de llamas.
Y un
amor traslúcido como el reír de los niños
que mataron pichones de alondra junto al Río Dios.
Todo está
en el silencio
y en la fatiga de tus brazos.
Has roto la ventana de un Olimpo
sin risas
y salieron los dioses en pantuflas
esgrimiendo sus rayos de juguete...
¡De qué metal será la
palabra
que infantilice los labios del mundo!
¡Qué harás con tus
manos de cinco tiras
en el puente de las noches, cazador sin sueño!
Yen el oeste un pájaro se alza:
con el pico enhebrado de
música
viene cosiendo el traje de una edad.
De "Días como flechas" 1926
Credo a la vida
Creo en la vida todopoderosa,
en la vida que es luz, fuerza y calor;
porque sabe del yunque y de la rosa
creo en la vida todopoderosa
y en su sagrado hijo, el buen Amor.
Tal vez nació cual el vehemente sueño
del numen de un espíritu genial;
brusca la senda, el porvenir risueño,
nació tal vez cual el vehemente sueño
de un apóstol que busca un ideal.
Padeció, la titán, bajo los yugos
de una falsa y mezquina religión;
veinte siglos se hicieron sus verdugos
y aun padece, titán, bajo sus yugos
esperando la luz de la razón.
Fue en la humana estultez crucificada;
murió en el templo y resurgió en la luz...
¡Y, desde allí, vendrá como una espada,
contra esa Fe que germino en la nada,
contra ese dios que enmascaro la cruz!
Creo en la carne que pecando sube,
creo en la Vida que es el Mal y el Bien;
la gota de agua del pantano es nube.
Creo en la carne que pecando sube
y en el Amor que es Dios.
¡Por siempre amén!
De la adolescente
Entre mujeres alta ya, la niña
quiere llamarse Viento.
Y el mundo es una rama que se dobla
casi junto a sus manos,
y la niña quisiera
tener filos de viento.
Pero no es
hora, y ríe
ya entre mujeres alta:
sus dedos no soltaron todavía
el nudo
de la guerra
ni su palabra inauguró en las vivas
regiones de dolor, campos de
gozo.
Su boca está cerrada
junto a las grandes aguas.
Y dicen
los varones:
«Elogios impacientes la maduran:
cuando se llame Viento
nos
tocará su mano
repleta de castigos.»
Y las mujeres dicen:
«Nadie quebró
su risa:
maneras de rayar le enseñaron los días.»
La niña entre
alabanzas amanece:
cantado es su verdor,
increíble su muerte.
De
"Odas para el hombre y la mujer" 1929
De la rosa prudente
A su espinoso mundo sometida,
vive y muere la rosa colorada:
su pura soledad, ¡qué bien guardada!,
su bandera de amor, ¡qué
defendida!
Guerra, pero entre dardos florecida;
cielo, mas al arrimo de la
espada,
si hasta la rosa llega tu mirada,
no se le atreve al fin
tu mano herida.
Miel indefensa, corazón desnudo
que a todo viento, si es de amor,
te inclinas,
falto a la vez del arma y del escudo,
¡busca ya la milicia cuidadosa!
Y que, mortificado en tus
espinas,
te valga la prudencia de la rosa.
De "Sonetos a Sophía y otros poemas" 1940
De la soledad
Desatado de guerras,
oigo cantar mi viento.
Yo recogí mi corazón perdido
sobre la muchedumbre de las aguas.
Yo
soy un desertor entre las huestes
que
asaltaron el día.
Bellos como las armas relucen mis amigos:
desde los pechos al
talón se visten
con el metal de la violencia.
Ellos imponen su
color al mundo,
le arrojan la pedrada del boyero
y atizan el ardor
de sus caballos,
para que no se duerma.
Como la espada cortan mis amigos:
bajo
su peso tiemblan
las rodillas del día.
Mi corazón no tiene filos de segador:
yo no encendí banderas ni
encabrité mi sombra.
No sé lanzarme, recogido y fuerte,
como la piedra del boyero.
¡Ay, negrean los
días,
y es tangible su miel!
Sobre su
tiempo bailan mis amigos.
¡Quién supiera bailar sobre las uvas,
ágil en la dureza,
bello como las armas!
Algo hay en mí que pesa de maduro,
grita su madurez, pide su
muerte:
se derrumba, total, como la sombra
que nace del verdor.
Mi viento desaté sobre mi tierra,
volvióse contra mí toda mi llama:
podado con mi hierro, nutrido de
cenizas
creció mi corazón hasta su otoño.
¡Ay, grosura de otoño
quiere ser mi
congoja,
y dispersión de mar enriquecido!
Si a mi madura soledad entraras,
amiga, por el puente de las
voces,
y pudieras, amigo, sofrenar tu caballo
debajo de mi sombra,
tal vez el manso día no cayese
doblando la rodilla
ni el mundo reclamara la piedra del boyero.
(Desierto está el camino de las voces,
sin
freno los caballos.)
Una ciudad
a mi costado nace:
su infancia es paralela de la mía y retoza
más allá de mi muerte.
Herreros musicales inventan la ciudad,
afirman su riñón, calzan
su pie:
¡baila desnuda al son de sus martillos
la edad de los herreros!
Yel corazón de la ciudad se forja
con el puro metal de las
mujeres,
y sobre los metales castigados
es bella y sin piedad esta
mañana.
Pero los niños ríen de espaldas a la tierra
o en la margen del gozo:
conspiran bajo el sol de los herreros
para que tenga un alma la ciudad.
De "Odas para el hombre y la mujer" 1929
De Sophía
Entre los bailarines y su danza
la vi cruzar, a mediodía, el huerto,
sola como la voz en el
desierto,
pura como la recta de una lanza.
Su idioma era una flor en la balanza:
justo en la cifra, en el
regalo cierto;
y su hermosura un territorio abierto
a la segura
bienaventuranza.
Nadie la vio llegar: entre violines
festejaban oscuros bailarines
la navidad del fuego y del retoño.
¡Ay, sólo yo la he visto a mediodía!
Desnuda estaba y al
Pasar decía:
"Mi señor tiene Un prado sin otoño".
De
"Sonetos a Sophía y otros poemas" 1940
Definiciones
Te propongo, con ánimo docente,
Varias definiciones de tu cuerpo.
La viajera: “Es un traje de turismo,
entre los muchos que ha de
usar tu ser
cumpliendo su moción helicoidal”.
La tenebrosa: “Es el cajón de muerte
o el ataúd grosero en que tu
alma
yace y espera su liberación”.
La hotelera: “Tu cuerpo es una
casa
que has de habitar un día y una noche”.
La fabril: “Es un útil de trabajo,
una herramienta noble
(martillo, escoplo, arado)
con que realiza el alma sus oficios
terrestres”.
Sea un útil o un traje, sea chalet o féretro,
cuidarás ese poco
de tierra necesaria.
Ni adores a tu cuerpo ni le des latigazos:
es
un buey de ojos tristes, pero muy obediente
si no lo abruma el yugo,
ni le sobra la alfalfa.
Del amor navegante
Porque no está el Amado en el Amante
Ni el Amante reposa en el Amado,
Tiende Amor su velamen
castigado
Y afronta el ceño de la mar tonante.
Llora el Amor en su
navío errante
Y a la tormenta libra su cuidado,
Porque son dos: Amante
desterrado
Y Amado con perfil de navegante.
Si fuesen uno, Amor, no
existiría
Ni llanto ni bajel ni lejanía,
Sino la beatitud de la azucena.
¡Oh amor sin remo, en la Unidad gozosa!
¡Oh círculo apretado
de la rosa!
Con el número Dos nace la pena.
De "Sonetos a Sophía y
otros poemas" 1940
Del hombre, su color, su sonido y
su muerte
Nuestros idiomas en guerra
son alabanza del
día.
El día nuevo tiene la forma de un vaso:
pide colmarse de
nuestra música.
Somos ligeros
y en
nuestro baile no se fatiga la tierra;
vamos unidos, alta mazorca de
humos.
Aventamos palabras
en los caminos de la
mujer y del hombre:
y arrecia la mujer igual que un viento.
"Puras conversan las armas
a mediodía
-dijimos-:
nunca segaron del todo la mies."
Y nuestra sangre al sol
es la rosa más roja...
Sonido de hombre, color de hombre,
¡arraiguemos ese poder en el
día!
El día nuevo tiene la forma de un vaso:
pide colmarse de
nuestro color.
Pero decimos al fin:
"Color extranjero somos,
y se ha demorado el
pie
junto a la tierra y su baile.
Manos
de segador alzaba el tiempo:
somos un humo que busca la patria del
humo".
Así cantamos al fin,
y es alabanza del día.
El día nuevo tiene la forma de un vaso:
pide
colmarse
de nuestra muerte.
De "Odas para el hombre y la mujer" 1929
El amor es un robo me dijiste una
tarde...
El amor es
un robo -me dijiste una tarde-
robamos y nos roban, y así pasa de
modo
que en los senderos quedan nuestras mejores galas
resecas
como lirios que marchitó el otoño.
Han pasado
los años y de nuevo tu imagen
cruzó por mis ideas con la luz de un
meteoro,
y mirando en mi abismo y hallando mucha sombra
recuerdo
tus palabras: El amor es un robo.
De
"Los aguiluchos" 1922
Horóscopo
«Es la
noche -dijiste- pon tu espejo
debajo de la almohada al acostarte
y
en él verás, si sueñas, el reflejo
de la mujer que nunca ha de
olvidarte.»
Llegó la
noche al fin. Bajo la almohada,
recordándote, amada,
puse el cristal revelador. De suerte
que soñé con la muerte.
De
"Los aguiluchos" 1922
Ídolo
Alfarero sobre el tapiz de los días,
¿con qué barro modelé tu garganta de ídolo
y tus piernas que se tuercen como arroyos?
Mi pulgar afinó tu vientre
más liso que la piel de los tambores nupciales.
He puesto cuerdas al arco nuevo de tu sonrisa
y engarcé dos noches en el sitio de tus ojos...
¡Ídolo de los alfareros!
Yo se que redondeas el cántaro de la mañana
y lo pintas de sol
y lo llenas con una luz rota de pájaros.
Ídolo de los alfareros
que se sientan sobre el tapiz de los días...
He quemado a tu pie
la madera fragante de mi palabra.
El viento no deshojó todavía
un tulipán de música más bonito que tu nombre.
¡Haz que maduren los frutos
y que la lluvia deje su país de llanto,
ídolo de los alfareros
que se sientan sobre el tapiz de los días!
Si no mis odios bailarán
sobre la tierra de tu carne...
Introducción a la oda
Varón callado y hembra silenciosa
me dieron la privanza de la tierra:
El último yo soy, y el que despunta.
Los hombres de mi sangre cosechaban el mar,
pero no levantaron la
canción entre peces:
Junto al mar el
silencio
fue sudor de sus años,
estela de sus naves
y aroma de sus muertes;
porque el silencio entonces era un gran corazón
que no debe partirse.
El Primero y el Último es mi nombre:
el último callado
y el primero que suena.
En el día sin lanzas, amasé mi canción
con un barro durable.
Se habían pronunciado las palabras:
"Toda
canción es flecha de destierro" .
Y en el
día sin lanzas
por encima del hombro
disparé mi canción.
Fructificaba el árbol con altura de árbol
y al sol el buey mugía
con altura de buey;
pero mi voz, ¡oh, duelo!, era más alta
que
mi altura de hombre.
Y la muerte del árbol
estaba más
distante que la muerte del buey;
pero mi muerte ya era un fuego vivo
y era mi canto el humo de mi muerte.
(Esta canción tiene los pies de niño
y
el corazón del hombre:
pie que gira en el baile de la hoguera,
corazón que redobla
en la danza del humo.)
¡Qué bien pesaban en la tierra el árbol
y el hombre y sus
pacientes animales!
La longitud era canción,
la latitud era canción
y era canción la
altura.
Tres canciones atadas
componían el mundo
y al hombre y sus pacientes animales.
¡Oh,
geometría en todo su verdor!
¡Oh, fuertes ataduras en el día sin
lanzas!
Pero mi voz crecía
por sobre mi cabeza
y un nudo se soltaba en mi canción.
De
"Odas para el hombre y la mujer" 1929
La erótica
(fragmento)
Tuve un segundo encuentro
en el Tuyú,
junto al mar que bramaba como un toro
y en cierto mediodía de salitre.
Acostado en las algas vi el Amor,
doble y uno en su forma de andrógino admirable:
la parte del Varón ( crines y bronces)
y la de la Mujer (plumas y rosas)
buscaban la unidad en un abrazo
de dos metales puestos en crisol.
Y digo que, a mi vista, la región de la hembra
se iba trocando en la región del macho
y la del macho en la de la mujer,
las crines y las plumas en fusión,
los bronces y las rosas confundidos,
hasta no ser ni el macho ni la hembra,
sino los dos en uno y en ninguno.
Con el primer encuentro se puede hablar de Amor:
con el segundo nace la Erótica infinita.
Largo día de cólera
En el corazón del silencio
los hombres clavan sus pasos.
Cada talón golpea la bigomia del mundo.
Se tejen las pisadas
en collares de fuga
y el tiempo, castigado de invisibles otoños,
en los caminos hace llover sus hojas muertas.
En el uso del hombre se fatiga el silencio.
Las rutas envejecen
con el paso del hombre.
¡La luz
abrió sus párpados un día!
El sol gimnasta pudo saltar la cuerda
floja
de un horizonte niño.
Sobre el navío errante de las noches
el Milagro calzó grandes
botas piratas.
Un dios-viento solía desmontar junto al hombre
y ataba su caballo
de música en la tierra:
contrabandista de pájaros
o arriero de
tormentas,
contó sus episodios en la ruta del aire.
Nombraba lejanías durmientes en cunas de estupor,
sin desflorar
aún y deseosas de una torpe violencia.
el mar enfático, inventor de
génesis,
y un Secreto que ansiaba deshojarse
igual que una rosa
bien madura de amor...
Pintaba silencios curvados en sed de gritos.
Una gran soledad
que tendía sus ramas
hacia los cuatro puntos cardinales del sueño.
Y una tierra en cuyos ojos lucientes
colgaban las últimas gotas de la
Primera Noche...
El viento fue la tentación del viaje:
Zumbaban los planetas como
siete moscas;
a los pies del hombre yacía intacto el carretel de la
distancia;
y los ríos dijeron ya sus ripiosas verdades
con las
barbas proféticas al sol.
Así los hombres músicos
encordaron la tierra de caminos:
¡Mástil empavesado de mañanas!
¡Caballos que redoblan lejanías!
El
silencio juntó las pisadas del mundo...
En el corazón del silencio
los hombres hunden sus cantos.
El silencio es la rama
donde se emboscan todos los pájaros de música.
Ballesta de palabras que se curvó en el odio
y en el amor, ¡qué
importa!
Besos podridos en el árbol
de un otoño de fiebre.
¡Hilo de risas para atar el tiempo,
roto en las viejas manos de una
hora!
¡El motivo no importa! Fabricamos campanas
que muerdan el
silencio
y el mundo es un pandero que se quiebra en tus puños
o en mis
fuertes rodillas.
Cantamos a la vida ya la muerte
¡y el motivo no importa!
Nuestra oración patina la cara de los dioses
o revienta los ojos
preñados de la lluvia...
¡Lo esencial es romper el silencio y el agua
de los grandes
mutismos!
Y el silencio es un buey que se arrodilla
fustigado de voces.
Yo anuncio un largo día de cólera.
Y entonces,
de pie, gesticulando como un dios,
apretará su
hinchado corazón el silencio,
fruto de todas las palabras muertas.
El mar extenderá sus puños de agua
sobre una floración de
ciudades atónitas.
Viejo trompo sin niños,
en un rincón de noche se detendrá la
tierra.
Y un dios color de algas
ha de amasar el barro de otro mundo sin
voces
ante una gran frescura de diluvio...
De
"Días como flechas" 1926
Poema sin título
En una tierra que amasan potros de cinco años
el olor de tu piel hace
llorar a los adolescentes.
¡Yo sé que tu cielo es redondo y azul como los huevos de perdiz
y
que tus mañanas tiemblan,
gotas pesadas en la flor del mundo!
Yo sé cómo tu voz perfuma la barba de los vientos...
Por tus
arroyos los días descienden como piraguas.
Tus ríos abren canales de
música en la noche;
y la luna es un papagayo más entre bambúes
o
un loro que rompen a picotazos las cigüeñas.
En un país más casto que la desnudez del agua
los pájaros beben
en la huella de tu pie desnudo...
Te levantarás antes de que amanezca
sin despenar a los niños y al
alba que duermen todavía.
(El cazador de pumas dice que el sol brota
de tu monero
y que calzas al día como a tus hermanitos.)
Pisarás el maíz a la sombra de los ancianos
en cuyo pie se han
dormido todas las danzas.
Sentados en cráneos de buey
tus abuelos fuman la hoja seca de sus
días;
chisporrotea la sal de sus refranes
en el fuego creciente de
la mañana.
(Junto al palenque los niños
han boleado un potrillo
alazán...)
En una tierra impúber desnudarás tu canto
junto al arroyo de las
tardes.
Tú sabes algún signo para pedir la lluvia
y has encontrado
yerbas que hacen soñar.
Pero no es hora, duermen
en tu pie los caminos.
Y danzas
en el humo de mi pipa
donde las noches arden como tabacos negros...
De
"Días como flechas" 1926
Niña de encabritado corazón
Su nombre, pensamiento
levantado del agua
o miel para la boca
de silencios añosos.
dicho bajo las ramas que otra vez aprendían
el gesto inútil de la
primavera.
Mi nombre atado al suyo
castigó la vejez
de un idioma sin Angel.
(¡En un país grato al agua
no fue cordura olvidar
el llanto de las
campanas!)
Yo era extranjero y aprendiz de mundo
junto a la mar y fiel a su
vocablo.
y como la tristeza miente formas de Dios
en la Ciudad y
el Río de mi patria,
sabía desde ya que Amor en tierra
nunca logra
el tamaño de su sed
y que mi corazón será entre días
un gesto
inútil de la primavera.
(En un país junto al mar
veletas locas de sueño
ya no sabían guardar
fidelidad a los vientos.)
Niña edificando su alegría:
toda impaciente por acontecer!
Pareció que en sus hombros apoyaba la mano
sin oriente una edad,
o que reverdecían las palabras
en el otoño
de un idioma
ya cosechado por los muertos.
¡Niña-de-encabritado-corazón
nunca debió seguirme junto al agua!
Porque de olvidos era trenzada su alegría,
y
porque la tristeza
miente formas de Dios
en la Ciudad y el Río de mi patria.
(Pero las rosas ignoraban
la edad del mundo,
y se pusieron a contar
frescas historias de diluvio.)
Por culpa de las rosas olvidamos,
junto
al mar y a la sombra
de veletas con sueño:
Desde su adolescencia hasta su muerte
la niña, paralela del verano,
cruzaba.
¡Fue imprudente olvidar que Amor en tierra
nunca logra el
tamaño de su sed,
y a manera de un vino
paladear la mañana,
o escuchar el salado
proverbio de las rosas!
Sólo al final de la estación fue cuando
sentí cómo la niña se
disipaba en gestos.
Y vi su madurez cayendo a tierra,
y la
estatura de su muerte
junto a la mar encanecida.
Mas, como la tristeza miente formas de Dios
en la Ciudad y el Río
de mi patria,
le arrebaté a la niña los colores,
el
barro y el metal,
y edifiqué otra imagen, según peso y medida;
Y
fue, a saber: su tallo derecho para siempre,
su gozo emancipado de
las cuatro estaciones,
idioma sin edad para su lengua,
mirada sin rotura.
Y esta maldad compuso mi experiencia
con el metal y el barro de
la niña.
¡Bien pueden ya los bronces
divulgar su cordura,
y el día ser un vino derramado,
y repetir
olvidadizas ramas
el gesto inútil de la primavera!
Sentada está la
niña para siempre,
mirando para siempre desde su encantamiento.
Y este nombre conviene a su destino;
Niña Que Ya No Puede
Suceder.
De
"Odas para el hombre y la mujer" 1929
Oda didáctica de la mujer
Por eje de la tierra la pusieron,
de norte a sur atravesada.
El mundo gira sobre su mujer.
Escritos en su tabla resplandecen
los números primarios de la
tierra:
el número que aguza
las pasiones del viento
y encabrita las
aguas;
el número que da primaveras al mal
y verdor a la guerra;
el que dice los pesos y medidas
que a las armas convienen;
el que sabe los límites exactos
del amor
con su sombra,
y el que renueva y lustra
la mocedad violenta de los días.
Guardadora de números la llamen
los que aprendan Mujer.
Hacia el norte limita con el cielo,
llorada realidad, Angel
crecido;
al sur con la sabrosa pesadez de la tierra,
al este con el árbol,
con el buey al oeste.
Así la procelosa realidad
tiene su costa firme en la mujer:
en la
mujer aviva su color y sonido
y enciende su
coraje.
La mujer dice "Rosa",
y en otro
nacimiento se confirma la rosa.
Fraternidad gozada de las tres dimensiones
y los cuatro elementos:
así diga el que aprende la mujer y su número.
Porque tiene del Agua
desnudo el cuerpo y ágil el talón;
y sin
perder su integridad .
cobra la forma de los vasos;
y del mar
cejijunto aprende guerras,
o el gracioso talante, de la lluvia.
Como el Aire, levanta
de sí misma su viento.
Sabe, como la Tierra,
dar una faz al día
y otra faz a la noche;
y ejerce, como el Fuego, la virtud
de
templar los metales.
Después, sobre nosotros,
viento, lluvia
y hoguera, la mujer;
y la noche y el día,
y sal en nuestros ojos
o canto en nuestra
lengua.
Un misterio la sigue: quien lo toque
nacerá para siempre.
De "Odas para el hombre y la mujer" 1929
Segundo encuentro con amor
(fragmento)
Amor circulus est bonus, a bono
in bonum perpetuo revolutis.
S. Dion. Areop.
En un anochecer, al oriente, mi duelo
buscaba por amor las figuras del cielo,
pues ya temía el alma su peligrosa ruta,
el sol en la Balanza y
el otoño sin fruta.
Lejos de tu verdor aguerrido, Esperanza,
y de las rumorosas
provincias de la danza;
sordo a los timbaleros ya sus muchos timbales
yo recorría el
prado, con mis tres animales:
al frente la pantera de acerado riñón;
siguiendo mis pisadas, la
loba y el león.
Porque temía el alma su grande soledad
rasgó su vestidura, se fue
de la ciudad:
atravesó la puerta de los Bueyes, corría
desnuda y escupiendo los
sabores del día,
en un anochecer, al oriente. Si el llanto
fue su virtud primera,
no lo dirá mi canto.
Y, mi mano pobre, alzaba mi corazón al Este,
mendigando no sé qué
moneda celeste,
cuando mi Consejero, perdido enhoramala,
volvió por el sendero de
la escala y del ala,
con su manto de gala y el halcón forastero
que no mueve las
plumas en el canto primero.
Detuvo su caballo. Me dice:
"Fiel amigo,
¿qué imploras a la noche, con lengua de mendigo?
"Amigo fiel, responde si hallaste a mediodía
los puentes y
caminos de la melancolía;
"o si has medido el mundo con tu compás, y cierra
tu mano el
espinoso tratado de la tierra;
"que así lo anuncian tu desaliño tremendo
y tu frente nublada,
sobre el puño cayendo."
Le respondí:
"Señor amoroso, no es vano
pesar el de la frente que se rinde a la
mano:
"si prometió el verano y el otoño no miente,
al hueco de la mano
va la fruta y la frente.
"Señor, ¡bien reconozco tu línea de jacinto,
tu lengua numerosa,
las armas en tu cinto!
"Por este Laberinto, llevado de tu prosa,
dejé, mal caballero,
nobleza, risa y rosa;
"y es tanta mi pobreza, que dudo si sabría
darme la noche aquello
que me ha robado el día." [...]
De "Laberinto de amor" 1936
Solo de silencio
¡Rama frutal llena de pájaros
enmudecidos, estanque negro,
raíz en
curva de león
es tu silencio!
Arranca de tus ojos en dos ríos
unánimes;
se escurre como el agua pluvial, de tus cabellos;
cuelga
de tus pestañas en invisibles gotas
y es un chal en tus hombros
morenos...
¡Yo he visto cómo nace
de ti misma el silencio;
yo sé cómo se
anudan sus culebras azules
en el gajo temblante de mi cuerpo!
Entra como la noche a los palacios,
invasor y terrible; me acarician
sus dedos;
abre el estuche de mis lágrimas;
tiene un frescor de
musgo: es el hondero
que se esconde en mi selva de retorcidos árboles
para cazar alondras de recuerdo.
Y entonces, todo yo soy una copa
de tu silencio...
Violines afinados de locura,
tambores secos,
lenguas en una plenitud de ritmos
callan en tu silencio!
Vas a
romper en una música
sin frenos;
vas a decir palabras temblorosas
como nidos colgantes en la mano del viento;
a desnudar tu daga de
caricias
ya soltarme las fieles panteras de tus besos...
Pero
callas en hondos reflujos
¡y otra vez el silencio, el gran silencio!
¡Ah, no me digas nada
que rompa e sortilegio
de tu mutismo: ni
la f rase antigua
ni las canciones que ha mordido el tiempo!
Ser buzo y descender hasta la gruta
de tu silencio,
donde
se tuercen los corales rojos
de las mordientes ansias y el deseo
es una forma negra,
tentacular, sin ruido,
con cien ojos de acecho...
¡Ah, no me digas nada, ni la palabra
antigua
ni las canciones que ha mordido el tiempo!
¡Silencio en las albercas de tus ojos,
en tus caricias largas, en
tus besos!
Que se duerma en tus labios
una gran mariposa de silencio...
Publicado en "Caras y Caretas"
Buenos Aires, año XXVIII, N°
1388, 9 de mayo de 1925
¿Y más allá?
Un extraño viajero musitaba en la noche:
-Yo escalaré la cima; profanarán mis huellas
la nieve que cien
siglos dejaron al pasar
y en lo alto, cara a cara, miraré las
estrellas...
-¿Y más allá?
-Romperé la maraña de los bosques añejos,
violaré con mis manos toda virginidad
y veré nuevos mundos sobre los
mundos viejos.
-¿Y más allá?
-Lucharé contra todo lo imposible; mi grito
será
luz en el hondo silencio secular
y venceré en la lucha, porque soy de
granito.
-¿Y más allá?
-No habrá un palmo de mundo que yo ignore; mis ojos
bajarán al abismo, subirán al azul
y, como dos palancas, romperán los
cerrojos
del libro del Destino que agobia mi testuz.
Soy una imagen vaga, la sombra de un deseo;
pero hallaré algún
día mi oculto manantial...
¡Entonces seré el Hombre que soñó
Prometeo!
-¿Y más allá?
*
Más allá, más allá. Y esa voz era fría
como un trozo de
hielo.
¿Qué ha de ser más allá?
¡Pero el hombre, incansable, por la senda
seguía
y su canto en las sombras era un himno inmortal!
De
"Los aguiluchos" 1922