Reseña biografica
Poeta brasileño nacido en
Río de Janeiro en 1913.
Antes de terminar estudios de Derecho publicó el primer libro de poemas,
"O Caminho para a Distancia" que le abrió las puertas de la fama.
Viajó a Inglaterra, estudió Literatura Inglesa en Oxford y posteriormente
ingresó a la vida diplomática prestando servicios en Estados Unidos, Francia
y Uruguay.
En 1956 escribió la obra de teatro "Orfeu da Conceição" llevada al
cine bajo el título de "Orfeo Negro", ganadora de la Palma de Oro
en Cannes en 1958 y el Oscar en 1959.
"Nuevos Poemas II" publicado en la década de los años ochenta,
contiene sus mejores poemas.
En contraste con su sólida educación, llevó por varios años una vida bohemia
que le valió la expulsión del servicio diplomático.
Falleció en Rio de Janeiro en 1980. ©
Poemas de Vinicius de Moraes:
Ausencia
Canción del demasiado amor
La hora íntima
La rosa de Hiroshima
Mensaje a la poesia
Mujer al sol
Poema para todas las mujeres
Soneto
Soneto de la separación
Soneto del amigo
Suspensión
Ausencia
Dejaré que muera en mí el deseo
de amar tus ojos dulces,
porque
nada te podré dar sino la pena
de verme eternamente exhausto.
No obstante, tu presencia es algo
como la luz y la vida.
Siento que en mi gesto está tu gesto
y
en mi voz tu voz.
No quiero tenerte porque en mi ser
todo estará terminado.
Sólo quiero que surjas en mí
como la
fe en los desesperados,
para que yo pueda llevar una gota de rocío
en esta tierra maldita
que se quedó en mi carne
como un
estigma del pasado.
Me quedaré... tu te irás,
apoyarás tu rostro en otro rostro,
tus dedos enlazarán otros
dedos
y te desplegarás en la madrugada,
pero no sabrás que fui yo
quien te logró,
porque yo fui el amigo más íntimo de la noche,
porque apoyé mi
rostro en el rostro de la noche
y escuché tus palabras amorosas,
porque mis dedos enlazaron los
dedos
en la niebla suspendidos en el espacio
y acerqué a mí la
misteriosa esencia
de tu abandono desordenado.
Me quedaré solo como los veleros
en los puertos silenciosos.
Pero te poseeré más que nadie
porque podré irme
y todos los lamentos del mar,
del viento,
del cielo, de las aves,
de las estrellas, serán tu voz presente,
tu voz ausente, tu voz
sosegada.
Versión de Mariano
Ramos
Canción del demasiado amor
Quiero llorar porque te amé demasiado,
quiero morir porque me diste la
vida,
ay, amor mío, ¿será que nunca he de tener paz?
Será que todo lo
que hay en mí
sólo quiere decir saudade...
Y ya ni sé lo que va a ser de mí,
todo me dice que amar será mi fin...
Qué desespero trae el amor,
yo
que no sabía lo que era el amor,
ahora lo sé porque no soy feliz.
Versión de
César Conto
La
hora íntima
¿Quién pagará el entierro y las flores
si yo muero de amores?
¿Qué amigo será tan amigo
que en el entierro esté conmigo?
¿Quién, en medio del funeral
dirá de mí: "Nunca hizo el mal...?
¿Quién borracho, llorará en voz alta
por no haberme traído nada?
¿Quién deshojará violetas
en mi tumulto de poeta?
¿Quien
lanzará tímidamente
al suelo un grano de simiente?
¿Quién mirará, cobarde,
la estrella de la tarde?
¿Quién me
dirá palabras mágicas
que hagan empalidecer a los mármoles?
¿Quién, oculta en velos oscuros,
se crucificará por los muros?
¿Quién, con el rostro descompuesto,
sonreirá: Rey muerto, rey
puesto...?
¿Cuántas, en presencia del infierno
sentirán dolores de parto?
¿Cuál la que, blanca de recelo,
tocará el botón de su seno?
¿Quién loca, ha de caer de
hinojos sollozando tantos sollozos
que
despierte recelos?
¿Cuántos, los maxilares contraídos,
con sangre en las cicatrices
dirán: Fue un loco amigo...?
¿Qué niño mirando a la tierra
y viendo moverse a un gusano
tendrá
un aire de comprensión?
¿Quién, en circunstancia oficial,
propondrá para mí un pedestal?
¿Qué llegados de la montaña
tendrán circunspección tamaña
que he
de reír blanco de cal?
¿Cuál la que, el rostro al viento
lanzará un puñado de sal
en mi
guarida de cemento?
¿Quién cantará canciones de amigo
el día de mi funeral?
¿Cuál
la que no estará presente
por motivo circunstancial?
¿Quién clavará en el seno duro
una hoja oxidada?
¿Quién, con
verbo inconsútil,
ha de orar: La paz le sea dada?
¿Cuál el amigo que, a solas consigo,
ha de pensar: No será nada...?
¿Quién será la extraña figura
a un tronco de árbol recostada
con
mirar frío y aire de dudas?
¿Quién conmigo se abrazará
y tendrá que ser arrancada?
¿Quién
va a pagar el entierro y las flores
si yo muero de amores?
Versión de
César Conto
La rosa de Hiroshima
Piensen en la criaturas
Mudas telepáticas
Piensen en las niñas
Ciegas inexactas
Piensen en las mujeres
Rotas alteradas
Piensen en las heridas
Como rosas cálidas
Pero ¡oh! no se olviden
De la rosa de la rosa
De la rosa de Hiroshima
La rosa hereditaria
La rosa radioactiva
Estúpida e inválida
La rosa con cirrosis
La anti-rosa atómica
Sin color sin perfume
Sin rosa sin nada.
Mensaje a la poesia
No puedo
No es posible
Díganle que es totalmente imposible
Ahora no puede ser
Es imposible
No puedo
Díganle que estoy tristísimo, pero esta noche no puedo ir a su encuentro.
Cuéntenle que hay millones de cuerpos por enterrar
Muchas ciudades por reconstruir, mucha pobreza en el mundo;
Cuéntenle que hay en alguna parte del mundo una criatura llorando
Y las mujeres están volviéndose locas y hay legiones de ellas que tortura
la nostalgia de sus hombres; cuéntenle que hay un vacío
en los ojos de los parias, cuya inanición es extrema; cuéntenle
que la vergüenza, la deshonra, el suicidio, rondan el hogar
y que se quiere reconquistar la vida.
Mujer al sol
Una mujer al sol es todo mi
deseo,
viene del mar, desnuda, con los brazos en cruz
y la flor de los labios abierta para el beso
y en la piel refulgente el polen de la luz.
Una hermosa mujer, los
senos en reposo
y caliente de sol, nada más se precisa.
El vientre terso, el pelo húmedo y una sonrisa
en la flor de los labios, abierta para el gozo.
Una mujer al sol sobre
quien yo me arroje
y a quien beba y me muerda y con quien me lamente,
y que al someterse se enfurezca y solloce,
e intente rechazarme, y que
al sentirme ausente
me busque nuevamente y se quede a dormir
cuando yo, apaciguado, me disponga a partir.
Poema para todas las mujeres
Sobre tus blancos pechos lloro,
mis lágrimas bajan por tu vientre
y se embriagan del perfume de tu sexo.
¿Mujer, qué máquina eres, que solo me tienes desesperado
confuso, niño para contenerte?
¡Ah, no cierres tus brazos sobre mi tristeza, no!
¡Ah, no abandones tu boca a mi inocencia, no!
Hombre, soy bello, Macho, soy fuerte; poeta soy altísimo
y sólo la pureza me ama y ella es en mí, una ciudad
y tiene allí mil y una puertas.
¡Ay! tus cabellos huelen a la flor del mirto
¡Mejor sería morir o verte muerta
y nunca, nunca más poder tocarte!
Pero, fauno, siento el viento del mar rozarme los brazos
Ángel, siento el calor del viento en las espumas
Pájaro, siento el nido en tu vello
¡Corred, corred, oh lágrimas nostálgicas
ahogadme, sacadme de este tiempo
llevadme hacia el campo de las estrellas
entregadme de prisa a la luna llena
dadme el lento poder del soneto,
dadme la iluminación de las odas
dadme el cantar de los cantares.
Que no puedo más, ¡Ay!¡que esta mujer me devora!
¡que yo quiero huir, quiero a mi mamita,
quiero el regazo de Nuestra Señora!
Soneto
Esa mujer que se arroja
fría
y lúbrica en los brazos, y a sus senos.
Me aprieta, me besa y
balbucea
versos, rezos a Dios, votos obscenos.
Esa mujer, flor de
melancolía
que ríe de mis pálidos recelos,
la única entre todas a
quien di
caricias que jamás a otra daría.
Esa mujer que a cada amor
proclama
la miseria y grandeza de quien ama
y feliz de mis dientes
guarda huella.
¡Un mundo, esa mujer! Es
una yegua
quizás, pero en el marco de una cama
nunca mujer alguna fue
tan bella.
Versión de Mariano
Ramos
Soneto de la separación
De repente la risa se hizo llanto,
silencioso y blanco como la bruma;
de las bocas unidas se hizo espuma,
y de las manos dadas se hizo espanto.
De repente la calma se hizo viento
que de los ojos apagó la última
llama,
y de la pasión se hizo el presentimiento
y del momento inmóvil
se hizo el drama.
De repente, no más que de repente,
se volvió triste lo que fuera
amante,
y solitario lo que fuera contento.
El amigo próximo se hizo distante,
la vida se volvió una aventura
errante.
De repente, no más que de repente.
Versión de
César Conto
Soneto del amigo
En fin, después de tanto error pasado,
tantas represalias, tanto peligro,
resurge en otro el viejo amigo
nunca perdido, siempre reencontrado.
Es bueno sentarlo nuevamente al lado
con ojos que contienen la mirada
antigua
siempre conmigo un poco atribulado
y como siempre singular
conmigo.
Un bicho igual a mí, simple y humano
sabiendo moverse y conmoverse
y a disfrazar con mi propio engaño.
El amigo: un ser que la vida no explica
que sólo se va al ver otro
nacer
y el espejo de mi alma multiplica.
Versión de
César Conto
Suspensión
Fuera
de mí, en el espacio, errante,
la música doliente de un vals;
en mí, profundamente en mi ser,
la música doliente de tu cuerpo;
y en todo, viviendo el instante de todas las cosas,
la música de la noche
iluminada.
El ritmo de tu cuerpo en mi cuerpo...
El giro suave del
vals lejano, indeciso...
Mis ojos bebiendo tus ojos, tu rostro.
Y el
deseo de llorar que viene de todas las cosas.
Versión de
César Conto