"Por qué se me vendrá todo el amor de golpe
cuando me siento triste, y te siento lejana ..."
"Purity"
Gary Banfield
Reseña biografica
Poeta chileno nacido en
Parral en 1904.
Huérfano de madre desde muy pequeño, su infancia
transcurrió en Temuco donde realizó sus primeros estudios.
Aunque su
nombre real fue Neftalí Reyes Basoalto, desde 1917 adoptó el seudónimo de
Pablo Neruda como su
verdadero nombre. Escritor, diplomático, político,
Premio Nobel de Literatura, Premio Lenin de la Paz y
Doctor
Honoris Causa
de la Universidad de Oxford, es considerado como uno de los grandes poetas
del siglo XX.
Militó en el partido comunista chileno apoyando en forma
muy decidida a Salvador Allende.
De su obra poética, se destacan títulos
como «Crepusculario», «Veinte poemas de amor y una canción desesperada»,
«Residencia en la tierra», «Tercera residencia», «Canto general», «Los
versos del capitán», «Odas elementales»,
«Extravagario», «Memorial de Isla Negra» y «Confieso que he vivido».
Falleció en 1973. ©
Agua sexual
Amor
Angela adónica
Canción del macho y de la
hembra
Cuántas veces, amor, te amé sin verte
y tal vez sin recuerdo...
Desnuda
El amor
Era mi corazón un ala viva
y turbia...
Eres toda de espumas delgadas y
ligeras...
Farewell
Final
La canción desesperada
La estudiante
La luz de tus pies sube a tu cabellera...
La mamadre
Lamento lento
Las
furias y las penas
Los versos del capitán
Llénate de mí
Material nupcial
Me falta tiempo para
celebrar tus cabellos...
Por las montañas vas
como viene la brisa...
Ritual de mis piernas
Sed de ti
Serenata
Siento tu ternura allegarse a mi
tierra...
Tango del viudo
Tengo hambre de tu boca, de tu voz, de
tu pelo...
Testamento de otoño
Veinte poemas de
amor y una canción desesperada:
Poema 01... Cuerpo
de mujer, blancas colinas, muslos blancos...
Poema 02...
En su llama mortal la luz te envuelve...
Poema 03... Ah vastedad de
pinos, rumor de olas quebrándose...
Poema 04... Es la
mañana llena de tempestad...
Poema 05... Para que tú me
oigas...
Poema
06... Te recuerdo como eras en el último otoño...
Poema 07...Inclinado en
las tardes tiro mis tristes redes...
Poema 08... Abeja blanca
zumbas ebria de miel- en mi alma...
Poema 09... Ebrio de
trementina y largos besos...
Poema 10...
Hemos perdido aún este crepúsculo...
Poema 11... Casi fuera
del cielo ancla entre dos montañas...
Poema 12... Para mi
corazón basta tu pecho...
Poema 13...
He ido marcando con cruces de fuego...
Poema 14... Juegas
todos los días con la luz del universo...
Poema 15... Me
gustas cuando callas porque estás como ausente...
Poema
16... En mi cielo al crepúsculo eres como una nube...
Poema 17...
Pensando, enredando sombras en la profunda soledad...
Poema 18... Aquí te amo...
Poema 19... Niña morena y
ágil, el sol que hace las frutas...
Poema 20... Puedo escribir los versos más tristes esta
noche...
Walking around
Y te perdí mujer. En el camino...
Odas y más poesia de Pablo Neruda en:Pablo Neruda #2
Agua sexual
Rodando a goterones solos,
a gotas como dientes,
a espesos goterones
de mermelada y sangre,
rodando a goterones
cae el agua,
como una espada en gotas,
como un desgarrador río de vidrio,
cae mordiendo,
golpeando el eje de la simetría, pegando en las
costuras del alma,
rompiendo cosas abandonadas, empapando lo oscuro.
Solamente es un soplo, más húmedo que el llanto,
un líquido, un
sudor, un aceite sin nombre,
un movimiento agudo,
haciéndose, espesándose,
cae el agua,
a
goterones lentos,
hacia su mar, hacia su seco océano,
hacia su ola sin agua.
Veo
el verano extenso, y un estertor saliendo de un granero,
bodegas, cigarras,
poblaciones, estímulos,
habitaciones, niñas
durmiendo con las manos en el corazón,
soñando con bandidos, con
incendios,
veo barcos,
veo árboles de médula
erizados como gatos rabiosos,
veo sangre, puñales y medias de mujer,
y pelos de hombre,
veo
camas, veo corredores donde grita una virgen,
veo frazadas y órganos y hoteles.
Veo los sueños sigilosos,
admito los postreros días,
y también los orígenes, y también los
recuerdos,
como un párpado atrozmente levantado a la fuerza
estoy mirando.
Y entonces hay este sonido:
un ruido rojo de huesos,
un pegarse
de carne,
y piernas amarillas como espigas juntándose.
Yo escucho entre el
disparo de los besos,
escucho, sacudido entre respiraciones y sollozos.
Estoy mirando, oyendo,
con la mitad del alma en el mar y la mitad del
alma en la tierra,
y con las dos mitades del alma miro el mundo.
Y aunque cierre los ojos y me cubra el corazón enteramente,
veo caer
agua sorda,
a goterones sordos.
Es como un huracán de gelatina,
como una
catarata de espermas y medusas.
Veo correr un arco iris turbio.
Veo pasar sus aguas a través de los
huesos.
Amor
Mujer, yo hubiera sido tu
hijo, por beberte
la leche de los senos como de un manantial,
por
mirarte y sentirte a mi lado, y tenerte
en la risa de oro y la voz de
cristal.
Por sentirte en mis venas como Dios en los ríos
y adorarte en
los tristes huesos de polvo y cal,
porque tu ser pasara sin pena al lado
mío
y saliera en la estrofa --limpio de todo mal--.
¡Cómo sabría amarte, mujer cómo sabría
amarte, amarte como nadie supo
jamás!
Morir y todavía
amarte más.
Y todavía
amarte más.
Angela AdónicaHoy me he
tendido junto a una joven pura
como a la orilla de un océano blanco,
como en el centro de una ardiente estrella
de lento espacio.De su mirada
largamente verde
la luz caía como un agua seca,
en transparentes y
profundos círculos
de fresca fuerza.Su pecho como
un fuego de dos llamas
ardía en dos regiones levantado,
y en doble río
llegaba a sus pies,
grandes y claros.Un clima de
oro maduraba apenas
las diurnas longitudes de su cuerpo
llenándolo de
frutas extendidas
y oculto fuego.
Canción del macho y de la hembra¡Canción del
macho y de la hembra!
La fruta de los siglos
exprimiendo su jugo
en nuestras venas.Mi alma
derramándose en tu carne extendida
para salir de ti más buena,
el
corazón desparramándose
estirándose como una pantera,
y mi vida, hecha
astillas, anudándose
a ti como la luz a las estrellas!Me recibes
como al viento la vela.Te recibo
como el surco a la siembra.Duérmete sobre
mis dolores
si mis dolores no te queman,
amárrate a mis alas
acaso
mis alas te llevan,
endereza mis deseos
acaso te lastima su pelea.¡Tú eres lo
único que tengo
desde que perdí mi tristeza!
¡Desgárrame como una
espada
o táctame como una antena!
Bésame
muérdeme,
incéndiame,
que yo vengo a la tierra
sólo por el naufragio de mis ojos de macho
en
el agua infinita de tus ojos de hembra!
Cuántas veces, amor, te amé sin verte y tal vez sin recuerdo...
Cuántas veces, amor, te amé sin verte y tal vez sin recuerdo,
sin reconocer tu mirada, sin mirarte, centaura,
en regiones
contrarias, en un mediodía quemante:
eras sólo el aroma de los cereales que amo.
Tal vez te vi, te
supuse al pasar levantando una copa
en Angola, a la luz de la luna de Junio,
o eras tú la cintura de
aquella guitarra
que toqué en las tinieblas y sonó como el mar desmedido.
Te amé
sin que yo lo supiera, y busqué tu memoria.
En las casas vacías entré con linterna a robar tu retrato.
Pero yo
ya sabía cómo era. De pronto
mientras ibas conmigo te toqué y se detuvo mi vida:
frente a mis
ojos estabas, reinándome, y reinas.
Como hoguera en los bosques el fuego es tu reino.
Desnuda
Desnuda eres tan simple como una de tus manos:
lisa, terrestre,
mínima, redonda, transparente.
Tienes líneas de luna, caminos de manzana.
Desnuda eres delgada como el trigo desnudo.
Desnuda eres azul como la noche en Cuba:
tienes enredaderas y
estrellas en el pelo.
Desnuda eres redonda y amarilla
como el verano
en una iglesia de oro.
Desnuda eres pequeña como una de tus uñas:
curva, sutil, rosada hasta
que nace el día
y te metes en el subterráneo del mundo
como en un largo túnel de trajes y trabajos:
tu claridad se apaga, se
viste, se deshoja
y otra vez vuelve a ser una mano desnuda.
El amorPequeña
rosa,
rosa pequeña,
a veces,
diminuta y desnuda,
parece
que en una mano mía
cabes,
que
así voy a cerrarte
y a llevarte a mi boca,
pero
de pronto
mis pies tocan tus pies y mi boca tus labios,
has
crecido,
suben tus hombros como dos colinas,
tus pechos se pasean por
mi pecho,
mi brazo alcanza apenas a rodear la delgada
línea de luna
nueva que tiene tu cintura:
en el amor como agua de mar te has desatado:
mido apenas los ojos más extensos del cielo
y me inclino a tu boca para
besar la tierra.
Era mi corazón un ala viva y
turbia...
Era mi
corazón un ala viva y turbia...
un ala pavorosa llena de luz y anhelo.
Era la primavera sobre los campos verdes.
Azul era la altura y era
esmeralda el suelo.
Ella -la que me amaba- se murió en primavera.
Recuerdo aún sus ojos
de paloma en desvelo.
Ella -la que me amaba- cerro sus ojos... tarde.
Tarde de campo, azul. Tarde de alas y vuelos.
Ella -la que me amaba- se
murió en primavera...
y se llevó la primavera al cielo.
Eres toda de espumas delgadas y
ligeras...
Eres
toda de espumas delgadas y ligeras
y te cruzan los besos y te riegan los
días.
Mi gesto, mi ansiedad cuelgan de tu mirada.
Vaso de resonancias
y de estrellas cautivas.
Estoy cansado, todas las hojas caen, mueren.
Caen, mueren los pájaros. Caen, mueren las vidas.
Cansado, estoy cansado. Ven, anhélame, víbrame.
Oh, mi pobre ilusión,
mi guirnalda encendida!
El ansia cae, muere. Cae, muere el deseo.
Caen, mueren las llamas en la noche infinita.
Fogonazo de luces, paloma de gredas rubias,
líbrame de esta noche que
acosa y aniquila.
Sumérgeme en tu nido de vértigo y caricia.
Anhélame, retiéneme.
La
embriaguez a ]a sombra florida de tus ojos,
las caídas, los triunfos, los
saltos de la fiebre.
Ámame, ámame, ámame.
De pie te grito! Quiéreme.
Rompo mi voz gritándote y hago horarios de fuego
en la noche preñada de
estrellas y lebreles.
Rompo mi voz y grito. Mujer, ámame, anhélame.
Mi
voz arde en los vientos, mi voz que cae y muere.
Cansado. Estoy cansado. Huye. Aléjate. Extínguete.
No aprisiones mi
estéril cabeza entre tus manos.
Que me crucen la frente los látigos del
hielo.
Que mi inquietud se azote Con los vientos atlánticos.
Huye,
Aléjate. Extínguete. Mi alma debe estar sola.
Debe crucificarse, hacerse
astillas, rodar,
verterse, contaminarse sola,
abierta a la marea de
los llantos,
ardiendo en el ciclón de las furias,
erguida entre los
cerros y los pájaros,
aniquilarse, exterminarse sola,
abandonada y
única como un faro de espanto.
Farewell
Desde el fondo de ti, y arrodillado,
un niño triste, como yo, nos mira.
Por esa vida que arderá en sus
venas
tendrían que amarrarse nuestras vidas.
Por esas manos, hijas de tus
manos,
tendrían que matar las manos mías.
Por sus ojos abiertos en la
tierra
veré en los tuyos lágrimas un día.
Yo no lo quiero, Amada.
Para que nada nos amarre
que no nos una nada.
Ni la palabra que aromó tu boca,
ni lo que
no dijeron las palabras.
Ni la fiesta de amor que no tuvimos,
ni tus sollozos junto a la
ventana.
Amo el amor de los marineros
que besan y se van.
Dejan una
promesa.
No vuelven nunca más.
En cada puerto una mujer espera:
los
marineros besan y se van.
Una noche se acuestan con la muerte
en el lecho del mar.
Amo
el amor que se reparte
en besos, lecho y pan.
Amor que puede ser eterno
y puede ser
fugaz.
Amor que quiere libertarse
para volver a amar.
Amor divinizado
que se acerca
Amor divinizado que se va.
Ya no se encantarán mis ojos en tus
ojos,
ya no se endulzará junto a ti mi dolor.
Pero hacia donde vaya
llevaré tu mirada
y hacia donde camines llevarás mi dolor.
Fui tuyo, fuiste mía. Qué
más? Juntos hicimos
un recodo en la ruta donde el amor pasó.
Fui tuyo, fuiste mía. Tu
serás del que te ame,
del que corte en tu huerto lo que he sembrado yo.
Yo me voy. Estoy
triste: pero siempre estoy triste.
Vengo desde tus brazos. No sé hacia dónde voy.
Desde tu corazón me
dice adiós un niño.
Y yo le digo adiós.
Final
Matilde, años o días
dormidos, afiebrados,
aquí o allá,
clavando,
rompiendo el espinazo,
sangrando sangre verdadera,
despertando tal vez
o perdido, dormido:
camas clínicas, ventanas extranjeras,
vestidos blancos de las sigilosas,
la torpeza en los pies.
Luego estos viajes
y el mío mar de nuevo:
tu cabeza en la cabecera,
tus manos voladoras
en la luz, en mi luz,
sobre mi tierra.
Fue tan bello vivir
cuando vivías!
El mundo es más azul y más terrestre
de noche, cuando duermo
enorme, adentro de tus breves manos.
La estudiante
Oh tú, más dulce, más interminable
que la dulzura, carnal enamorada
entre las sombras: de otros días
surges llenando de pesado polen
tu
copa, en la delicia.
Desde la noche llena
de ultrajes, noche como el vino
desbocado, noche
de oxidada púrpura
a ti caí como una torre herida,
y entre las pobres
sábanas tu estrella
palpitó contra mí quemando el cielo.
Oh redes del
jazmín, oh fuego físico
alimentado en esta nueva sombra,
tinieblas que
tocamos apretando
la cintura central, golpeando el tiempo
con
sanguinarias ráfagas de espigas.
Amor sin nada más, en el vacío
de una
burbuja, amor con calles muertas,
amor, cuando murió toda la vida
y
nos dejó encendiendo los rincones.
Mordí mujer, me hundí desvaneciéndome
desde mi fuerza, atesoré racimos,
y salí a caminar de beso en beso,
atado a las caricias, amarrado
a esta gruta de fría cabellera,
a estas
piernas por labios recorridas:
hambriento entre los labios de la tierra,
devorando con labios devorados
La canción desesperada
Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy.
El río anuda al mar su lamento obstinado.
Abandonado como los muelles en el alba.
Es la hora de partir, oh abandonado!
Sobre mi corazón llueven frías corolas.
Oh sentina de escombros, feroz cueva de náufragos!
En ti se acumularon las guerras y los vuelos.
De ti alzaron las alas los pájaros del canto.
Todo te lo tragaste, como la lejanía.
Como el mar, como el tiempo. Todo en ti fue naufragio!
Era la alegre hora del asalto y el beso.
La hora del estupor que ardía como un faro.
Ansiedad de piloto, furia de buzo ciego,
turbia embriaguez de amor, todo en ti fue naufragio!
En la infancia de niebla mi alma alada y herida.
Descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!
Te ceñiste al dolor, te agarraste al deseo.
Te tumbó la tristeza, todo en ti fue naufragio!
Hice retroceder la muralla de sombra,
anduve más allá del deseo y del acto.
Oh carne, carne mía, mujer que amé y perdí,
a ti en esta hora húmeda, evoco y hago canto.
Como un vaso albergaste la infinita ternura,
y el infinito olvido te trizó como a un vaso.
Era la negra, negra soledad de las islas,
y allí, mujer de amor, me acogieron tus brazos.
Era la sed y el hambre, y tú fuiste la fruta.
Era el duelo y las ruinas, y tú fuiste el milagro.
Ah mujer, no sé cómo pudiste contenerme
en la tierra de tu alma, y en la cruz de tus brazos!
Mi deseo de ti fue el más terrible y corto,
el más revuelto y ebrio, el más tirante y ávido.
Cementerio de besos, aún hay fuego en tus tumbas,
aún los racimos arden picoteados de pájaros.
Oh la boca mordida, oh los besados miembros,
oh los hambrientos dientes, oh los cuerpos trenzados.
Oh la cópula loca de esperanza y esfuerzo
en que nos anudamos y nos desesperamos.
Y la ternura, leve como el agua y la harina.
Y la palabra apenas comenzada en los labios.
Ése fue mi destino y en él viajó mi anhelo,
y en él cayó mi anhelo, todo en ti fue naufragio!
Oh sentina de escombros, en ti todo caía,
qué dolor no exprimiste, qué olas no te ahogaron.
De tumbo en tumbo aún llameaste y cantaste
de pie como un marino en la proa de un barco.
Aún floreciste en cantos, aún rompiste en corrientes.
Oh sentina de escombros, pozo abierto y amargo.
Pálido buzo ciego, desventurado hondero,
descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!
Es la hora de partir, la dura y fría hora
que la noche sujeta a todo horario.
El cinturón ruidoso del mar ciñe la costa.
Surgen frías estrellas, emigran negros pájaros.
Abandonado como los muelles en el alba.
Sólo la sombra trémula se retuerce en mis manos.
Ah más allá de todo. Ah más allá de todo.
Es la hora de partir. Oh abandonado!
La luz que de tus pies sube a tu
cabellera...
La luz que de tus pies sube
a tu cabellera,
la turgencia que envuelve tu forma delicada,
no es
de nácar marino, nunca de plata fría:
eres de pan, de pan amado por el fuego.
La harina levantó su
granero contigo
y creció incrementada por la edad venturosa,
cuando los cereales
duplicaron tu pecho
mi amor era el carbón trabajando en la tierra.
Oh, pan tu frente, pan tus
piernas, pan tu boca,
pan que devoro y nace con luz cada mañana,
bienamada, bandera de las panaderías,
una lección de sangre te
dio el fuego,
de la harina aprendiste a ser sagrada,
y del pan el idioma y el
aroma.
La mamadre
La mamadre viene por ahí,
con zuecos de madera. Anoche
sopló el viento del polo, se rompieron
los tejados, se cayeron
los muros y los puentes,
aulló la noche entera con sus pumas,
y ahora, en la mañana
de sol helado, llega
mi mamadre, doña
Trinidad Marverde,
dulce como la tímida frescura
del sol en las regiones tempestuosas,
lamparita
menuda y apagándose,
encendiéndose
para que todos vean el camino.
Oh dulce mamadre
-nunca pude
decir madrastra-,
ahora
mi boca tiembla para definirte,
porque apenas
abrí el entendimiento
vi la bondad vestida de pobre trapo oscuro,
la santidad más útil:
la del agua y la harina,
y eso fuiste: la vida te hizo pan
y allí te consumimos,
invierno largo a invierno desolado
con las goteras dentro
de la casa
y tu humildad ubicua
desgranando
el áspero
cereal de la pobreza
como si hubieras ido
repartiendo
un río de diamantes.
Ay mamá, cómo pude
vivir sin recordarte
cada minuto mío?
No es posible. Yo llevo
tu Marverde en mi sangre,
el apellido
del pan que se reparte,
de aquellas
dulces manos
que cortaron del saco de la harina
los calzoncillos de mi infancia,
de la que cocinó, planchó, lavó,
sembró, calmó la fiebre,
y cuando todo estuvo hecho,
y ya podía
yo sostenerme con los pies seguros,
se fue, cumplida, oscura,
al pequeño ataúd
donde por vez primera estuvo ociosa
bajo la dura lluvia de Temuco.
De "Memorial de Isla negra" 1966
Lamento lento
En la noche del corazón
la gota de tu nombre lento
en silencio circula y cae
y rompe y desarrolla su agua.
Algo quiere su leve daño
y su estima infinita y corta,
como el paso de un ser perdido
de pronto oído.
De pronto, de pronto escuchado
y repartido en el corazón
con triste insistencia y aumento
como un sueño frío de otoño.
La espesa rueda de la tierra
su llanta húmeda de olvido
hace rodar, cortando el tiempo
en mitades inaccesibles.
Sus copas duras cubren tu alma
derramada en la tierra fría
con sus pobres chispas azules
volando en la voz de la lluvia.
Las furias y las penas
...Hay en mi corazón furias y penas...
Quevedo
En el fondo del pecho estamos juntos,
en el cañaveral del pecho recorremos
un verano de tigres,
al acecho de un metro de piel fría,
al acecho de un ramo de inaccesible cutis,
con la boca olfateando sudor y venas verdes
nos encontramos en la húmeda sombra que deja caer besos.
Tú mi enemiga de tanto sueño roto de la misma manera
que erizadas plantas de vidrio, lo mismo que campanas
deshechas de manera amenazante, tanto como disparos
de hiedra negra en medio del perfume,
enemiga de grandes caderas que mi pelo han tocado
con un ronco rocío, con una lengua de agua,
no obstante el mudo frío de los dientes y el odio de los ojos,
y la batalla de agonizantes bestias que cuidan el olvido,
en algún sitio del verano estamos juntos
acechando con labios que la sed ha invadido.
Si hay alguien que traspasa
una pared con círculos de fósforo
y hiere el centro de unos dulces miembros
y muerde cada hoja de un bosque dando gritos,
tengo también tus ojos de sangrienta luciérnaga
capaces de impregnar y atravesar rodillas
y gargantas rodeadas de seda general.
Cuando en las reuniones
el azar, la ceniza, las bebidas,
el aire interrumpido,
pero ahí están tus ojos oliendo a cacería,
a rayo verde que agujerea pechos,
tus dientes que abren manzanas de las que cae sangre,
tus piernas que se adhieren al sol dando gemidos,
y tus tetas de nácar y tus pies de amapola,
como embudos llenos de dientes que buscan sombra,
como rosas hechas de látigo y perfume, y aun,
aun más, aun más,
aun detrás de los párpados, aun detrás del cielo,
aun detrás de los trajes y los viajes, en las calles donde la
gente orina,
adivinas los cuerpos,
en las agrias iglesias a medio destruir, en las cabinas que
el mar lleva en las manos,
acechas con tus labios sin embargo floridos,
rompes a cuchilladas la madera y la plata,
crecen tus grandes venas que asustan:
no hay cáscara, no hay distancia ni hierro,
tocan manos tus manos,
y caes haciendo crepitar las flores negras.
Adivinas los cuerpos!
Como un insecto herido de mandatos,
adivinas el centro de la sangre y vigilas
los músculos que postergan la aurora, asaltas sacudidas,
relámpagos, cabezas,
y tocas largamente las piernas que te guían.
Oh conducida herida de flechas especiales!
Hueles lo húmedo en medio de la noche?
O un brusco vaso de rosales quemados?
Oyes caer la ropa, las llaves, las monedas
en las espesas casas donde llegas desnuda?
Mi odio es una sola mano que te indica
el callado camino, las sábanas en que alguien ha dormido
con sobresalto: llegas
y ruedas por el suelo manejada y mordida,
y el viejo olor del semen como una enredadera
de cenicienta harina se desliza a tu boca.
Ay leves locas copas y pestañas,
aire que inunda un entreabierto río
corno una sola paloma de colérico cauce,
como atributo de agua sublevada,
ay substancias, sabores, párpados de ala viva
con un temblor, con una ciega flor temible,
ay graves, serios pechos como rostros,
ay grandes muslos llenos de miel verde,
y talones y sombra de pies, y transcurridas
respiraciones y superficies de pálida piedra,
y duras olas que suben la piel hacia la muerte
llenas de celestiales harinas empapadas.
Entonces, este río
va entre nosotros, y por una ribera
vas tú mordiendo bocas?
Entonces es que estoy verdaderamente, verdaderamente lejos
y un río de agua ardiendo pasa en lo oscuro?
Ay cuántas veces eres la que el odio no nombra,
y de qué modo hundido en las tinieblas,
y bajo qué lluvias de estiércol machacado
tu estatua en mi corazón devora el trébol.
El odio es un martillo que golpea tu traje
y tu frente escarlata,
y los días del corazón caen en tus orejas
como vagos búhos de sangre eliminada, ·
y los collares que gota a gota se formaron con lágrimas
rodean tu garganta quemándote la voz como con hielo.
Es para que nunca, nunca
hables, es para que nunca, nunca
salga una golondrina del nido de la lengua
y para que las ortigas destruyan tu garganta
y un viento de buque áspero te habite.
En dónde te desvistes?
En un ferrocarril, junto a un peruano rojo
o con un segador, entre terrones, a la violenta
luz del trigo?
O corres con ciertos abogados de mirada terrible
largamente desnuda, a la orilla del agua de la noche?
Miras: no ves la luna ni el jacinto
ni la oscuridad goteada de humedades,
ni el tren de cieno, ni el marfil partido:
ves cinturas delgadas como oxígeno,
pechos que aguardan acumulando peso
e idéntica al zafiro de lunar avaricia
palpitas desde el dulce ombligo hasta las rosas.
Por qué sí? Por qué no? Los días descubiertos
aportan roja arena sin cesar destrozada
a las hélices puras que inauguran el día,
y pasa un mes con corteza de tortuga,
pasa un estéril día,
pasa un buey, un difunto,
una mujer llamada Rosalía,
y no queda en la boca sino un sabor de pelo
y de dorada lengua que con sed se alimenta.
Nada sino esa pulpa de los seres,
nada sino esa copa de raíces.
Yo persigo como en un túnel roto, en otro extremo
carne y besos que debo olvidar injustamente,
y en las aguas de espaldas cuando ya los espejos
avivan el abismo, cuando la fatiga, los sórdidos relojes
golpean a la puerta de hoteles suburbanos, y cae
la flor de papel pintado, y el terciopelo cagado por las ratas
y la cama
cien veces ocupada por miserables parejas, cuando
todo me dice que un día ha terminado, tú y yo
hemos estado juntos derribando cuerpos,
construyendo una casa que no dura ni muere,
tú y yo hemos corrido juntos un mismo río
con encadenadas bocas llenas de sal y sangre,
tú y yo hemos hecho temblar otra vez las luces verdes
y hemos solicitado de nuevo las grandes cenizas.
Recuerdo sólo un día
que tal vez nunca me fue destinado,
era un día incesante,
sin orígenes. Jueves.
Yo era un hombre transportado al acaso
con una mujer hallada vagamente,
nos desnudamos
como para morir o nadar o envejecer
y nos metimos uno dentro del otro,
ella rodeándome como un agujero,
yo quebrantándola como quien
golpea una campana,
pues ella era el sonido que me hería
y la cúpula dura decidida a temblar.
Era una sorda ciencia con cabello y cavernas
y machacando puntas de médula y dulzura
he rodado a las grandes coronas genitales
entre piedras y asuntos sometidos.
Éste es un cuento de puertos adonde
llega uno, al azar, y sube a las colinas,
suceden tantas cosas.
Enemiga, enemiga,
es posible que el amor haya caído al polvo
y no haya sino carne y huesos velozmente adorados
mientras el fuego se consume
y los caballos vestidos de rojo galopan al infierno?
Yo quiero para mí la avena y el relámpago
a fondo de epidermis,
y el devorante pétalo desarrollado en furia,
y el corazón labial del cerezo de junio,
y el reposo de lentas barrigas que arden sin dirección,
pero me falta un suelo de cal con lágrimas
y una ventana donde esperar espumas.
Así es la vida,
corre tú entre las hojas, un otoño
negro ha llegado,
corre vestida con una falda de hojas y un cinturón de metal
amarillo,
mientras la neblina de la estación roe las piedras.
Corre con tus zapatos, con tus medias,
con el gris repartido, con el hueco del pie, y con esas manos
que el tabaco salvaje adoraría,
golpea escaleras, derriba
el papel negro que protege las puertas,
y entra en medio del sol y la ira de un día de puñales
a echarte como paloma de luto y nieve sobre un cuerpo.
Es una sola hora larga como una vena,
y entre el ácido y la paciencia del tiempo arrugado
transcurrimos,
apartando las sílabas del miedo y la ternura,
interminablemente exterminados.
Llénate de mí
Llénate de mí.
Ansíame, agótame, viérteme, sacrifícame.
Pídeme.
Recógeme, contiéneme, ocúltame.
Quiero ser de alguien, quiero ser tuyo,
es tu hora.
Soy el que pasó saltando sobre las cosas,
el fugante, el
doliente.
Pero siento tu hora,
la hora de que mi vida gotee sobre tu alma,
la hora de las ternuras que no derramé nunca,
la hora de los silencios
que no tienen palabras,
tu hora, alba de sangre que me nutrió de
angustias,
tu hora, medianoche que me fue solitaria.
Libértame de mí. Quiero salir de mi alma.
Yo soy esto que gime, esto
que arde, esto que sufre.
Yo soy esto que ataca, esto que aúlla, esto que
canta.
No, no quiero ser esto.
Ayúdame a romper estas puertas
inmensas.
Con tus hombros de seda desentierra estas anclas.
Así
crucificaron mi dolor una tarde.
Libértame de mí. Quiero salir de mi
alma.
Quiero no tener límites y alzarme hacia aquel astro.
Mi corazón no
debe callar hoy o mañana.
Debe participar de lo que toca,
debe ser de
metales, de raíces, de alas.
No puedo ser la piedra que se alza y que no
vuelve,
no puedo ser la sombra que se deshace y pasa.
No, no puede ser, no puede ser, no puede ser.
Entonces gritaría,
lloraría, gemiría.
No puede ser, no puede ser.
Quién iba a romper esta
vibración de mis alas?
Quién iba a exterminarme? Qué designio, qué
palabra?
No puede ser, no puede ser, no puede ser.
Libértame de mí.
Quiero salir de mi alma.
Porque tú eres mi ruta. Te forjé en lucha viva.
De mi pelea oscura
contra mí mismo, fuiste.
Tienes de mí ese sello de avidez no saciada.
Desde que yo los miro tus ojos son más tristes.
Vamos juntos, Rompamos
este camino juntos.
Será la ruta tuya. Pasa. Déjame irme.
Ansíame,
agótame, viérteme, sacrifícame.
Haz tambalear los cercos de mis últimos
límites.
Y que yo pueda, al fin, correr en fuga loca,
inundando las tierras
como un río terrible,
desatando estos nudos, ah Dios mío, estos nudos
destrozando,
quemando,
arrasando
como una lava loca lo que existe,
correr fuera de mí mismo, perdidamente,
libre de mí, furiosamente libre.
Irme,
Dios mío,
irme!
Material nupcialDe pie como un
cerezo sin cáscara ni flores,
especial, encendido, con venas y saliva,
y dedos y testículos,
miro una niña de papel y luna,
horizontal,
temblando y respirando y blanca
y sus pezones como dos cifras separadas,
y la rosal reunión de sus piernas en donde
su sexo de pestañas nocturnas
parpadea.Pálido,
desbordante,
siento hundirse palabras en mi boca,
palabras como niños
ahogados,
y rumbo y rumbo y dientes crecen naves,
y aguas y latitud
como quemadas.La pondré como
una espada o un espejo,
y abriré hasta la muerte sus piernas temerosas,
y morderé sus orejas y sus venas,
y haré que retroceda con los ojos
cerrados
en un espeso río de semen verde.La inundaré de
amapolas y relámpagos,
la envolveré en rodillas, en labios, en agujas,
la entraré con pulgadas de epidermis llorando
y presiones de crimen y
pelos empapados.La haré huir
escapándose por uñas y suspiros,
hacia nunca, hacia nada,
trepándose a
la lenta médula y al oxígeno,
agarrándose a recuerdos y razones
como
una sola mano, como un dedo partido
agitando una uña de sal desamparada.Debe correr
durmiendo por caminos de piel
en un país con cuchillos, y sábanas, y
hormigas,
y con ojos que caen en ella como muertos,
y con gotas de
negra materia resbalando
como pescados ciegos o balas de agua gruesa.
Me falta tiempo para celebrar
tus cabellos...
Me falta tiempo para
celebrar tus cabellos.
Uno por uno debo contarlos y alabarlos:
otros
amantes quieren vivir con ciertos ojos,
yo sólo quiero ser tu peluquero.
En Italia te bautizaron
Medusa
por la encrespada y alta luz de tu cabellera.
Yo te llamo chascona
mía y enmarañada:
mi corazón conoce las puertas de tu pelo.
Cuando tú te extravíes en
tus propios cabellos,
no me olvides, acuérdate que te amo,
no me
dejes perdido ir sin tu cabellera.
Por las montañas vas como viene la brisa...Por las
montañas vas como viene la brisa
o la corriente brusca que baja de la
nieve
o bien tu cabellera palpitante confirma
los altos ornamentos del sol
en la espesura.
Toda la luz del Cáucaso cae sobre tu cuerpo
como en una pequeña
vasija interminable
en que el agua se cambia de vestido y de canto
a cada movimiento
transparente del río.
Por los montes el viejo camino de guerreros
y abajo enfurecida
brilla como una espada
el agua entre murallas de manos minerales,
hasta que tú recibes de
los bosques de pronto
el ramo o el relámpago de unas flores azules
y la insólita flecha de
un aroma salvaje.
Ritual de mis piernasLargamente he
permanecido mirando mis largas piernas
con ternura infinita y curiosa,
con mi acostumbrada pasión,
como si hubieran sido las piernas de una
mujer divina
profundamente sumida en el abismo de mi tórax:
y es que,
la verdad, cuando el tiempo, el tiempo pasa,
sobre la tierra, sobre el
techo, sobre mi impura cabeza,
y pasa, el tiempo pasa, y en mi lecho no
siento de noche que
una mujer está respirando, durmiendo, desnuda y a mi
lado,
entonces, extrañas, oscuras cosas toman el lugar de la ausente,
viciosos, melancólicos pensamientos
siembran pesadas posibilidades en mi
dormitorio,
y así, pues, miro mis piernas como si pertenecieran a otro
cuerpo,
y fuerte y dulcemente estuvieran pegadas a mis entrañas.
Como tallos o femeninas, adorables cosas,
desde las rodillas suben,
cilíndricas y espesas,
con turbado y compacto material de existencia:
como brutales, gruesos brazos de diosa,
como árboles monstruosamente
vestidos de seres humanos,
como fatales, inmensos labios sedientos y
tranquilos,
son allí la mejor parte de mi cuerpo:
lo enteramente
substancial, sin complicado contenido
de sentidos o tráqueas o intestinos
o ganglios:
nada, sino lo puro, lo dulce y espeso de mi propia vida,
nada, sino la forma y el volumen existiendo,
guardando la vida, sin
embargo, de una manera completa.
Las gentes cruzan el mundo en la actualidad
sin apenas recordar que
poseen un cuerpo y en él la vida,
y hay miedo, hay miedo en el mundo de
las palabras que designan el cuerpo,
y se habla favorablemente de la
ropa,
de pantalones es posible hablar, de trajes,
y de ropa interior
de mujer (de medias y ligas de «señora»),
como si por las calles fueran
las prendas y los trajes vacíos por completo
y un oscuro y obsceno
guardarropas ocupara el mundo.
Tienen existencia los trajes, color,
forma, designio,
y profundo lugar en nuestros mitos, demasiado lugar,
demasiados muebles y demasiadas habitaciones hay en el mundo,
y mi cuerpo
vive entre y bajo tantas cosas abatido,
con un pensamiento fijo de
esclavitud y de cadenas.
Bueno, mis rodillas, como nudos,
particulares, funcionarios,
evidentes,
separan las mitades de mis piernas en forma seca:
y en
realidad dos mundos diferentes, dos sexos diferentes
no son tan
diferentes como las dos mitades de mis piernas.
Desde la rodilla hasta el pie una forma dura,
mineral, fríamente útil
aparece,
una criatura de hueso y persistencia,
y los tobillos no son
ya sino el propósito desnudo,
la exactitud y lo necesario dispuestos en
definitiva.
Sin sensualidad, cortas y duras, y masculinas,
son allí mis piernas,
y dotadas
de grupos musculares como animales complementarios,
y allí
también una vida, una sólida, sutil, aguda vida
sin temblar permanece,
aguardando y actuando.
En mis pies cosquillosos,
y duros como el sol, y abiertos como
flores,
y perpetuos, magníficos soldados
en la guerra gris del
espacio,
todo termina, la vida termina definitivamente en mis pies,
lo
extranjero y lo hostil allí comienza,
los nombres del mundo, lo
fronterizo y lo remoto,
lo sustantivo y lo adjetivo que no caben en mi
corazón,
con densa y fría constancia allí se originan.
Siempre,
productos manufacturados, medias, zapatos,
o simplemente
aire infinito,
habrá entre mis pies y la tierra
extremando lo aislado
y lo solitario de mi ser,
algo tenazmente supuesto entre mi vida y la
tierra,
algo abiertamente invencible y enemigo.
Sed de tiSed de ti me
acosa en las noches hambrientas.
Trémula mano roja que hasta su vida se
alza.
Ebria de sed, loca sed, sed de selva en sequía.
Sed de metal
ardiendo, sed de raíces ávidas......Por eso eres
la sed y lo que ha de saciarla.
Cómo poder no amarte si he de amarte por
eso.
Si ésa es la amarra cómo poder cortarla, cómo.
Cómo si hasta mis
huesos tienen sed de tus huesos.
Sed de ti, guirnalda atroz y dulce.
Sed de ti que en las noches me muerde como un perro.
Los ojos tienen sed,
para qué están tus ojos.La boca tiene
sed, para qué están tus besos.
El alma está incendiada de estas brasas
que te aman.
El cuerpo incendio vivo que ha de quemar tu cuerpo.
De
sed. Sed infinita. Sed que busca tu sed.
Y en ella se aniquila como el
agua en el fuego.
SerenataEn tu frente
descansa el color de las amapolas,
el luto de las viudas halla eco, oh
apiadada:
cuando corres detrás de los ferrocarriles, en los campos,
el
delgado labrador te da la espalda,
de tus pisadas brotan temblando los
dulces sapos.
El joven sin recuerdos te saluda, te pregunta por su olvidada voluntad,
las manos de él se mueven en tu atmósfera como pájaros,
y la humedad es
grande a su alrededor:
cruzando sus pensamientos incompletos,
queriendo alcanzar algo, oh buscándote,
le palpitan los ojos pálidos en
tu red
como instrumentos perdidos que brillan de súbito.
O recuerdo el día primero de la sed,
la sombra apretada contra los
jazmines,
el cuerpo profundo en que te recogías
como una gota
temblando también.
Pero acallas los grandes árboles, y encima de la luna, sobrelejos,
vigilas el mar como un ladrón.
Oh noche, mi alma sobrecogida te pregunta
desesperadamente a ti por el metal que necesita.
Siento tu ternura allegarse a mi tierra...
Siento tu ternura allegarse a mi tierra,
mirada de mis ojos, huir,
la veo interrumpirse para seguirme hasta la hora
de mi silencio
absorto y de mi afán de ti.
Hela aquí tu ternura de ojos dulces que
esperan.
Hela aquí, boca tuya, palabra nunca dicha.
Siento que se
me suben los musgos de tu pena
y me crecen a tientas en el alma
infinita.
Era esto el abandono, y lo sabías,
era la guerra oscura del
corazón y todos,
era la queja rota de angustias conmovidas,
y la
ebriedad, y el deseo, y el dejarse ir,
y era eso mi vida,
era eso
que el agua de tus ojos llevaba,
era eso que en el hueco de tus manos
cabía.
Ah, mariposa mía y arrullo de paloma,
ah vaso, ah estero, ah
compañera mía!
Te llegó mi reclamo, dímelo, te llegaba,
en las
abiertas noches de estrellas frías
ahora, en el otoño, en el baile
amarillo
de los vientos hambrientos y las hojas caídas!
Dímelo, te llegaba
aullando o cómo o sollozando
en la hora de
la sangre fermentada
cuando la tierra crece y se cimbra latiendo
bajo el sol que la raya con sus colas de ámbar?
Dímelo, me sentiste
trepar hasta tu forma por todos los
silencios,
y todas las palabras?
Yo me sentí crecer. Nunca supe hacia dónde.
Es más allá de ti. Lo
comprendes, hermana?
Es que se aleja el fruto cuando llegan mis manos
y ruedan las estrellas antes de mi mirada.
Siento que soy la aguja de una infinita flecha,
y va a clavarse
lejos, no va a clavarse nunca,
tren de dolores húmedos en fuga hacia
lo eterno,
goteando en cada tierra sollozos y preguntas.
Pero hela aquí, tu forma familiar, lo que es mío,
lo tuyo, lo que
es mío, lo que es tuyo y me inunda,
hela aquí que me llena los
miembros de abandono,
hela aquí, tu ternura,
amarrándose a las
mismas raíces,
madurando en la misma caravana de frutas,
y
saliendo de tu alma rota bajo mis dedos
como el licor del vino del
centro de la uva.
Tango del viudo
Oh maligna, ya habrás hallado la carta, ya habrás llorado de furia,
y
habrás insultado el recuerdo de mi madre
llamándola perra podrida y
madre de perros,
ya habrás bebido sola, solitaria, el té del
atardecer
mirando mis viejos zapatos vacíos para siempre
y ya no
podrás recordar mis enfermedades, mis sueños nocturnos,
mis comidas,
sin maldecirme en voz alta como si estuviera allí
aún
quejándome del trópico de los coolíes corringhis,
de
las venenosas fiebres que me hicieron tanto daño
y de los espantosos ingleses que odio todavía.
¡Maligna, la
verdad, qué noche tan grande, qué tierra tan sola!
He llegado otra vez a los dormitorios solitarios,
a almorzar en
los restaurantes comida fría, y otra vez
tiro al suelo los pantalones y las camisas,
no hay perchas en mi
habitación, ni retratos de nadie en las paredes.
Cuánta sombra de la que hay en mi alma daría por recobrarte,
y
qué amenazadores me parecen los nombres de los meses,
y la palabra
invierno qué sonido de tambor lúgubre tiene.
Enterrado junto al cocotero hallarás más tarde
el cuchillo que
escondí allí por temor de que me mataras,
y ahora repentinamente
quisiera oler su acero de cocina
acostumbrado al peso de tu mano y al
brillo de tu pie:
bajo la humedad de la tierra, entre las sordas
raíces,
de los lenguajes humanos el pobre sólo sabría tu nombre,
y
la espesa tierra no comprende tu nombre
hecho de impenetrables
substancias divinas.
Así como me aflige pensar en el claro día de tus piernas
recostadas como detenidas y duras aguas solares,
y la golondrina que durmiendo y volando vive en tus ojos,
y el
perro de furia que asilas en el corazón,
así también veo las muertes que están entre nosotros desde ahora,
y respiro en el aire la ceniza y lo destruido,
el largo,
solitario espacio que me rodea para siempre.
Daría este viento del mar gigante por tu brusca respiración
oída en largas noches sin mezcla de olvido,
uniéndose a la atmósfera como el látigo a la piel del caballo.
Y
por oírte orinar, en la oscuridad, en el fondo de la casa,
como vertiendo una miel delgada, trémula, argentina, obstinada,
cuántas veces entregaría este coro de sombras que poseo,
y el ruido de espadas inútiles que se oye en mi alma,
y la paloma
de sangre que está solitaria en mi frente
llamando cosas
desaparecidas, seres desaparecidos,
substancias extrañamente
inseparables y perdidas.
Tengo hambre de tu boca, de tu voz, de tu pelo...Tengo
hambre de tu boca, de tu voz, de tu pelo
y por las calles voy sin
nutrirme, callado,
no me sostiene el pan, el alba me desquicia,
busco el sonido líquido de tus pies en el día.Estoy
hambriento de tu risa resbalada,
de tus manos color de furioso
granero,
tengo hambre de la pálida piedra de tus uñas,
quiero
comer tu piel como una intacta almendra.Quiero
comer el rayo quemado en tu hermosura,
la nariz soberana del
arrogante rostro,
quiero comer la sombra fugaz de tus pestañasy
hambriento vengo y voy olfateando el crepúsculo
buscándote, buscando
tu corazón caliente
como un puma en la soledad de Quitatrúe.
Testamento de otoño
MATILDE URRUTIA, aquí te dejo
lo que tuve y lo que no tuve,
lo que
soy y lo que no soy.
Mi amor es un niño que llora:
no quiere salir
de tus brazos,
yo te lo dejo para siempre:
eres para mí la más
bella.
Eres para mí la más bella,
la más tatuada por el viento
como
un arbolito del sur,
como un avellano en agosto.
Eres para mí
suculenta
como una panadería,
es de tierra tu corazón,
pero tus
manos son celestes.
Eres roja y eres picante,
eres blanca y eres salada
como
escabeche de cebolla.
Eres un piano que ríe
con todas las notas
del alma
y sobre mí cae la música
de tus pestañas y tu pelo.
Me
baño en tu sombra de oro
y me deleitan tus orejas
como si las
hubiera visto
en las mareas de coral:
por tus uñas luché en las
olas
contra pescados pavorosos.
De Sur a Sur se abren tus ojos
y de Este a Oeste tu sonrisa,
no se te pueden ver los pies
y el sol se entretiene estrellando
el
amanecer en tu pelo.
Tu cuerpo y tu rostro llegaron,
como yo, de
regiones duras,
de ceremonias lluviosas,
de antiguas tierras y
martirios.
Sigue cantando el Bío-Bío
en nuestra arcilla ensangrentada,
pero tú trajiste del bosque
todos los secretos perfumes
y esa
manera de lucir
un perfil de flecha perdida,
1Ina medalla de
guerrero.
Tú fuiste mi vencedora
por el amor y por la tierra,
porque tu
boca me traía
antepasados manantiales,
citas en bosques de otra
edad,
oscuros tambores mojados:
de pronto oí que me llamaban,
era de lejos y de cuando
me acerqué al antiguo follaje
y besé mi
sangre en tu boca,
corazón mío, mi araucana.
Qué puedo dejarte si tienes,
Matilde Urrutia, en tu costado
ese aroma de hojas quemadas,
esa fragancia de frutillas
y entre
tus dos pechos marinos
el crepúsculo de Cauquenes
y el olor de
peumo de Chile?
En el alto otoño del mar
lleno de niebla y cavidades,
la
tierra se extiende y respira,
se le caen al mes las hojas.
Y tú
inclinada en mi trabajo
con tu pasión y tu paciencia
deletreando
las patas verdes,
las telarañas, los insectos
de mi mortal
caligrafía.
Oh leona de pies pequeñitos,
qué haría sin tus manos
breves,
dónde andaría caminando
sin corazón y sin objeto,
en
qué lejanos autobuses,
enfermo de fuego o de nieve?
Te debo el otoño marino
con la humedad de las raíces
y la
niebla como una uva
y el sol silvestre y elegante:
te debo este
cajón callado
en que se pierden los dolores
y sólo suben a la
frente
las corolas de la alegría.
Todo te lo debo a ti,
tórtola desencadenada,
mi codorniza
copetona,
mi jilguero de las montañas,
mi campesina de Coihueco.
Alguna vez si ya no somos,
si ya no vamos ni venimos
bajo
siete capas de polvo
y los pies secos de la muerte,
estaremos
juntos, amor ,
extrañamente confundidos.
Nuestras espinas
diferentes,
nuestros ojos maleducados,
nuestros pies que no se
encontraban
y nuestros besos indelebles,
todo estará por fin
reunido,
pero de qué nos servirá
la unidad de un cementerio?
Que no nos separe la vida
y se vaya al diablo la muerte!
Veinte poemas
de amor y una canción desesperada:
Poema 01... Cuerpo de
mujer, blancas colinas, muslos blancos...
Cuerpo de mujer, blancas
colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar al hijo del fondo
de la tierra.
Fui sólo como un túnel. De
mí huían los pájaros,
y en mí la noche entraba en su invasión poderosa.
Para sobrevivirme te forjé como un arma,
como una flecha en mi arco, como
una piedra en mi honda.
Pero cae la hora de la venganza, y te amo.
Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.
¡Ah los vasos del
pecho! ¡Ah los ojos de ausencia!
¡Ah las rosas del pubis! ¡ Ah tu voz
lenta y triste!
Cuerpo de mujer mía,
persistiré en tu gracia.
Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso!
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
y la fatiga sigue y el dolor
infinito.
* * * * *
Poema 02... En su llama mortal la luz te envuelve...
En su llama mortal la
luz te envuelve.
Absorta, pálida doliente, así situada
contra las viejas hélices
del crepúsculo
que en torno a ti da vueltas.
Muda, mi amiga,
sola en lo solitario de esta hora de muertes
y llena de las vidas del fuego,
pura heredera del día destruido.
Del sol cae un racimo
en tu vestido oscuro.
De la noche las grandes raíces
crecen de
súbito desde tu alma,
y a lo exterior regresan las cosas en ti ocultas,
de modo que un
pueblo pálido y azul
de ti recién nacido se alimenta.
Oh grandiosa y fecunda
y magnética esclava
del círculo que en negro y dorado sucede:
erguida, trata y logra una creación tan viva
que sucumben sus flores, y llena es de tristeza.
* * * * *
Poema 03... Ah vastedad de
pinos, rumor de olas quebrándose...
Ah vastedad de pinos,
rumor de olas quebrándose,
lento juego de luces, campana solitaria,
crepúsculo cayendo en tus ojos, muñeca,
caracola terrestre, en ti la tierra canta!
En ti los ríos
cantan y mi alma en ellos huye
como tú lo desees y hacia donde tú quieras.
Márcame mi camino en
tu arco de esperanza
y soltaré en delirio mi bandada de flechas.
En torno a mí estoy
viendo tu cintura de niebla
y tu silencio acosa mis horas
perseguidas,
y eres tú con tus brazos de piedra transparente
donde mis besos anclan y mi húmeda ansia anida.
Ah tu voz
misteriosa que el amor tiñe y dobla
en el atardecer resonante y muriendo!
Así en horas profundas
sobre los campos
he visto doblarse las espigas en la boca del viento.
* * * * *
Poema 04... Es la mañana llena de tempestad...Es la
mañana llena de tempestad
en el corazón del verano.Como
pañuelos blancos de adiós viajan las nubes,
el viento las sacude con
sus viajeras manos.
Innumerable corazón del viento
latiendo sobre nuestro silencio
enamorado.Zumbando
entre los árboles, orquestal y divino,
como una lengua llena de
guerras y de cantos.Viento que
lleva en rápido robo la hojarasca
y desvía las flechas latientes de
los pájaros.Viento que
la derriba en ola sin espuma
y sustancia sin peso, y fuegos
inclinado.Se rompe y
se sumerge su volumen de besos
combatido en la puerta del viento del
verano.
* * * * *
Poema 05... Para que tú me oigas...
Para
que tú me oigas
mis palabras
se adelgazan a veces
como las
huellas de las gaviotas en las playas.
Collar,
cascabel ebrio
para tus manos suaves como las uvas.
Y las
miro lejanas mis palabras.
Más que mías son tuyas.
Van trepando en
mi viejo dolor como las yedras.
Ellas
trepan así por las paredes húmedas.
Eres tú la culpable de este juego
sangriento.
Ellas
están huyendo de mi guarida oscura.
Todo lo llenas tú, todo lo
llenas.
Antes
que tú poblaron la soledad que ocupas,
y están acostumbradas más que
tú a mi tristeza.
Ahora
quiero que digan lo que quiero decirte
para que tú las oigas como
quiero que me oigas.
El
viento de la angustia aún las suele arrastrar.
Huracanes de sueños
aún a veces las tumban
Escuchas otras voces en mi voz dolorida.
Llanto de viejas bocas,
sangre de viejas súplicas.
Ámame, compañera. No me abandones.
Sígueme.
Sígueme, compañera, en esa ola de angustia.
Pero se
van tiñendo con tu amor mis palabras.
Todo lo ocupas tú, todo lo
ocupas.
Voy
haciendo de todas un collar infinito
para tus blancas manos, suaves
como las uvas.
* * * * *
Poema 06... Te recuerdo como eras en el último otoño...
Te recuerdo como eras
en el último otoño.
Eras la boina gris y el corazón en calma.
En
tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo.
Y las hojas caían en el agua de tu alma.
Apegada a mis brazos
como una enredadera,
las hojas recogían tu voz lenta y en calma.
Hoguera de estupor
en que mi sed ardía.
Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma.
Siento viajar tus ojos
y es distante el otoño:
boina gris, voz de pájaro y corazón de casa
hacia donde emigraban mis profundos anhelos
y caían mis besos alegres como brasas.
Cielo desde un navío.
Campo desde los cerros.
Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque
en calma!
Más allá de tus ojos ardían los crepúsculos.
Hojas secas de otoño giraban en tu alma.
* * * * *
Poema 07... Inclinado en las tardes tiro mis tristes redes...
Inclinado en las tardes
tiro mis tristes redes
a tus ojos oceánicos.
Allí se estira y arde
en la mas alta hoguera
mi soledad que da vueltas los brazos como un
náufrago.
Hago Rojas señales
sobre tus ojos ausentes
que olean como el mar a la orilla de un
faro.
Sólo guardas tinieblas,
hembra distante y mía,
de tu mirada emerge a veces la costa del
espanto.
Inclinado en las tardes
echo mis tristes redes
a ese mar que sacude tus ojos oceánicos.
Los pájaros nocturnos
picotean las primeras
estrellas
que centellean como mi alma
cuando te amo.
Galopa la noche en su
yegua sombría
desparramando espigas azules sobre el campo.
* * * * *
Poema 08... Abeja blanca zumbas -ebria de miel- en mi alma...
Abeja blanca zumbas
-ebria de miel- en mi alma
y te tuerces en lentas espirales de humo.
Soy el desesperado, la
palabra sin ecos,
el que lo perdió todo, y el que todo lo tuvo.
Ultima amarra, cruje en
ti mi ansiedad última.
En mi tierra desierta eres la última rosa.
Ah silenciosa!
Cierra tus ojos
profundos. Allí aletea la noche.
Ah desnuda tu cuerpo de estatua
temerosa.
Tienes ojos profundos
donde la noche alea.
Frescos brazos de flor y regazo de rosa.
Se parecen tus senos a
los caracoles blancos.
Ha venido a dormirse en tu vientre una
mariposa de sombra.
Ah silenciosa!
He aquí la soledad de
donde estás ausente.
Llueve. El viento del mar caza errantes
gaviotas.
El agua anda descalza
por las calles mojadas.
De aquel árbol se quejan, como enfermos, las
hojas.
Abeja blanca, ausente,
aún zumbas en mi alma.
Revives en el tiempo, delgada y silenciosa.
Ah silenciosa!
* * * * *
Poema 09... Ebrio de trementina y largos besos...
Ebrio de trementina y
largos besos,
estival, el velero de las rosas dirijo,
torcido hacia la muerte
del delgado día,
cimentado en el sólido frenesí marino.
Pálido y amarrado a mi
agua devorante
cruzo en el agrio olor del clima descubierto,
aún vestido de
gris y sonidos amargos,
y una cimera triste de abandonada espuma.
Voy, duro de pasiones,
montado en mi ola única,
lunar, solar, ardiente y frío, repentino,
dormido en la garganta de las afortunadas
islas blancas y dulces como caderas frescas.
Tiembla en la noche
húmeda mi vestido de besos
locamente cargado de eléctricas
gestiones,
de modo heroico dividido en sueños
y embriagadoras rosas practicándose en mí.
Aguas arriba, en medio
de las olas externas,
tu paralelo cuerpo se sujeta en mis brazos
como un pez infinitamente pegado a mi alma
rápido y lento en la energía subceleste.
* * * * *
Poema 10... Hemos perdido aún este crepúsculo...
Hemos perdido aún este
crepúsculo.
Nadie nos vio esta tarde con las manos unidas
mientras la noche
azul caía sobre el mundo.
He visto desde mi
ventana
la fiesta del poniente en los cerros lejanos.
A veces como una moneda
se encendía un pedazo de sol entre mis manos.
Yo te recordaba con el
alma apretada
de esa tristeza que tú me conoces.
Entonces, dónde
estabas?
Entre qué gentes?
Diciendo qué palabras?
Por qué se me
vendrá todo el amor de golpe
cuando me siento triste, y te siento lejana?
Cayó el libro que
siempre se toma en el crepúsculo,
y como un perro herido rodó a mis
pies mi capa.
Siempre, siempre te
alejas en las tardes
hacia donde el crepúsculo corre borrando estatuas.
* * * * *
Poema 11... Casi fuera del cielo ancla entre dos montañas...
Casi fuera del cielo
ancla entre dos montañas
la mitad de la luna.
Girante, errante
noche, la cavadora de ojos.
A ver cuántas estrellas trizadas en la charca.
Hace una cruz de luto
entre mis cejas, huye.
Fragua de metales azules, noches de las
calladas luchas,
mi corazón da vueltas como un volante loco.
Niña venida de tan lejos, traída de tan lejos,
a veces fulgurece
su mirada debajo del cielo.
Quejumbre, tempestad, remolino de furia,
cruza encima de mi
corazón, sin detenerte.
Viento de los sepulcros acarrea, destroza,
dispersa tu raíz soñolienta.
Desarraiga los grandes árboles al
otro lado de ella.
Pero tú, clara niña, pregunta de humo, espiga.
Era la que iba
formando el viento con hojas iluminadas.
Detrás de las montañas nocturnas, blanco lirio de incendio,
ah
nada puedo decir! Era hecha de todas las cosas.
Ansiedad que partiste
mi pecho a cuchillazos,
es hora de seguir otro camino, donde ella no
sonría.
Tempestad que enterró las campanas, turbio revuelo de
tormentas
para qué tocarla ahora, para qué entristecerla.
Ay seguir el camino que se aleja de todo,
donde no esté atajando la angustia, la muerte, el invierno,
con
sus ojos abiertos entre el rocío.
* * * * *
Poema 12... Para mi corazón basta tu pecho...
Para mi corazón basta
tu pecho,
para tu libertad bastan mis alas.
Desde mi boca llegará hasta el
cielo
lo que estaba dormido sobre tu alma.
Es en ti la ilusión de
cada día.
Llegas como el rocío a las corolas.
Socavas el horizonte con tu
ausencia.
Eternamente en fuga como la ola.
He dicho que cantabas
en el viento
como los pinos y como los mástiles.
Como ellos eres alta y
taciturna.
Y entristeces de pronto, como un viaje.
Acogedora como un viejo
camino.
Te pueblan ecos y voces nostálgicas.
Yo desperté y a veces
emigran y huyen
pájaros que dormían en tu alma.
* * * * *
Poema 13... He ido marcando con cruces de fuego...
He ido marcando con
cruces de fuego
el atlas blanco de tu cuerpo.
Mi boca era una araña que cruzaba
escondiéndose.
En ti, detrás de ti, temerosa, sedienta.
Historias que contarte
a la orilla del crepúsculo,
muñeca triste y dulce, para que no
estuvieras triste.
Un cisne, un árbol, algo lejano y alegre.
El tiempo de las uvas, el tiempo maduro y frutal.
Yo que viví en un
puerto desde donde te amaba.
La soledad cruzada de sueño y de
silencio.
Acorralado entre el mar y la tristeza.
Callado, delirante, entre dos gondoleros inmóviles.
Entre los labios y la
voz, algo se va muriendo.
Algo con alas de pájaro, algo de angustia
y de olvido.
Así como las redes no retienen el agua.
Muñeca mía, apenas quedan gotas temblando.
Sin embargo, algo
canta entre estas palabras fugaces.
Algo canta, algo sube hasta mi ávida boca.
Oh poder celebrarte
con todas las palabras de alegría.
Cantar, arder, huir, como un campanario en las manos de un loco.
Triste ternura mía, qué te haces de repente?
Cuando he llegado al vértice más atrevido y frío
mi corazón se
cierra como una flor nocturna.
* * * * *
Poema 14... Juegas todos los días con la luz del universo...
Juegas todos los días
con la luz del universo.
Sutil visitadora, llegas en la flor y en el
agua.
Eres más que esta blanca cabecita que aprieto
como un racimo entre mis manos cada día.
A nadie te pareces
desde que yo te amo.
Déjame tenderte entre guirnaldas amarillas.
Quién escribe tu
nombre con letras de humo
entre las estrellas del sur?
Ah déjame recordarte cómo eras
entonces,
cuando aún no existías.
De pronto el viento
aúlla y golpea mi ventana cerrada.
El cielo es una red cuajada de
peces sombríos.
Aquí vienen a dar todos los vientos, todos.
Se desviste la lluvia.
Pasan huyendo los
pájaros.
El viento. El viento.
Yo sólo puedo luchar contra la fuerza de
los hombres.
El temporal arremolina hojas oscuras
y suelta todas las barcas
que anoche amarraron al cielo.
Tú estás aquí. Ah tú no
huyes.
Tú me responderás hasta el último grito.
Ovíllate a mi lado como
si tuvieras miedo.
Sin embargo alguna vez corrió una sombra extraña por tus ojos.
Ahora, ahora también,
pequeña, me traes madreselvas,
y tienes hasta los senos perfumados.
Mientras el viento triste galopa matando mariposas
yo te amo, y mi alegría muerde tu boca de ciruela.
Cuanto te habrá dolido
acostumbrarte a mí,
a mi alma sola y salvaje, a mi nombre que todos
ahuyentan.
Hemos visto arder tantas veces el lucero besándonos los
ojos
y sobre nuestras cabezas destorcerse los crepúsculos en abanicos
girantes.
Mis palabras llovieron
sobre ti acariciándote.
Amé desde hace tiempo tu cuerpo de nácar
soleado.
Hasta te creo dueña del universo.
Te traeré de las montañas flores alegres, copihues,
avellanas
oscuras, y cestas silvestres de besos.
Quiero hacer contigo
lo que la primavera hace con los cerezos.
* * * * *
Poema 15... Me gustas cuando callas porque estás como ausente...Me gustas
cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi
voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece
que un beso te cerrara la boca.Como todas
las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del
alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a
la palabra melancolía;Me gustas
cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote,
mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.Déjame que
te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como
un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio
es de estrella, tan lejano y sencillo.Me gustas
cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si
hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy
alegre, alegre de que no sea cierto.
* * * * *
Poema 16... En mi cielo al crepúsculo eres como una nube...
En mi cielo al
crepúsculo eres como una nube
y tu color y forma son como yo los
quiero.
Eres mía, eres mía, mujer de labios dulces,
y viven en tu vida mis infinitos sueños.
La lámpara de mi alma
te sonrosa los pies,
el agrio vino mío es más dulce en tus labios:
oh segadora de mi canción de atardecer,
cómo te sienten mía mis sueños solitarios!
Eres mía, eres mía, voy
gritando en la brisa
de la tarde, y el viento arrastra mi voz viuda.
Cazadora del fondo de mis ojos, tu robo
estanca como el agua tu mirada nocturna.
En la red de mi música
estás presa, amor mío,
y mis redes de música son anchas como el
cielo.
Mi alma nace a la orilla de tus ojos de luto.
En tus ojos de luto comienza el país del sueño.
* * * * *
Poema 17... Pensando, enredando sombras en la profunda soledad...
Pensando, enredando
sombras en la profunda soledad.
Tú también estás lejos, ah más lejos
que nadie.
Pensando, soltando pájaros, desvaneciendo imágenes,
enterrando lámparas.
Campanario de brumas, qué lejos, allá
arriba!
Ahogando lamentos, moliendo esperanzas sombrías,
molinero
taciturno,
se te viene de bruces la noche, lejos de la ciudad.
Tu presencia es ajena,
extraña a mí como una cosa.
Pienso, camino largamente, mi vida antes
de ti.
Mi vida antes de nadie, mi áspera vida.
El grito frente al mar, entre las piedras,
corriendo libre,
loco, en el vaho del mar.
La furia triste, el grito, la soledad del mar.
Desbocado,
violento, estirado hacia el cielo.
Tú, mujer, qué eras
allí, qué raya, qué varilla
de ese abanico inmenso? Estabas lejos
como ahora.
Incendio en el bosque! Arde en cruces azules.
Arde, arde, llamea, chispea en árboles de luz.
Se derrumba,
crepita. Incendio. Incendio.
Y mi alma baila herida de virutas de fuego.
Quien llama? Qué
silencio poblado de ecos?
Hora de la nostalgia, hora de la alegría, hora de la soledad,
hora mía entre todas!
Bocina en que el viento
pasa cantando.
Tanta pasión de llanto anudada a mi cuerpo.
Sacudida de todas
las raíces,
asalto de todas las olas!
Rodaba, alegre, triste, interminable,
mi alma.
Pensando, enterrando
lámparas en la profunda soledad.
Quién eres tú, quién eres?
* * * * *
Poema 18... Aquí te amo...
Aquí te amo.
En los
oscuros pinos se desenreda el viento.
Fosforece la luna sobre las aguas errantes.
Andan días iguales
persiguiéndose.
Se desciñe la niebla en
danzantes figuras.
Una gaviota de plata se descuelga del ocaso.
A veces una vela. Altas, altas estrellas.
O la cruz negra de un
barco.
Solo.
A veces amanezco, y hasta mi alma está húmeda.
Suena,
resuena el mar lejano.
Este es un puerto.
Aquí te amo.
Aquí te amo y en vano
te oculta el horizonte.
Te estoy amando aún entre estas frías cosas.
A veces van mis besos en esos barcos graves,
que corren por el mar hacia donde no llegan.
Ya me veo olvidado como
estas viejas anclas.
Son más tristes los muelles cuando atraca la
tarde.
Se fatiga mi vida inútilmente hambrienta.
Amo lo que no tengo. Estás tú tan distante.
Mi hastío forcejea con
los lentos crepúsculos.
Pero la noche llega y comienza a cantarme.
La luna hace girar su rodaje de sueño.
Me miran con tus ojos
las estrellas más grandes.
Y como yo te amo, los pinos en el viento,
quieren cantar tu nombre con sus hojas de alambre.
* * * * *
Poema 19... Niña morena y ágil, el sol que hace las frutas...
Niña morena y ágil, el
sol que hace las frutas,
el que cuaja los trigos, el que tuerce las
algas,
hizo tu cuerpo alegre, tus luminosos ojos
y tu boca que tiene la sonrisa del agua.
Un sol negro y ansioso
se te arrolla en las hebras
de la negra melena, cuando estiras los
brazos.
Tú juegas con el sol como con un estero
y él te deja en los ojos dos oscuros remansos.
Niña morena y ágil,
nada hacia ti me acerca.
Todo de ti me aleja, como del mediodía.
Eres la delirante juventud de la abeja,
la embriaguez de la ola, la fuerza de la espiga.
Mi corazón sombrío te
busca, sin embargo,
y amo tu cuerpo alegre, tu voz suelta y delgada.
Mariposa morena dulce y definitiva
como el trigal y el sol, la amapola y el agua.
* * * * *
Poema 20... Puedo escribir los versos más tristes está noche...Puedo
escribir los versos más tristes está noche.
Escribir, por ejemplo:
«La noche esta estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo
lejos».El viento
de la noche gira en el cielo y canta.Puedo
escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces
ella también me quiso.En las
noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo
el cielo infinito.Ella me
quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes
ojos fijos.Puedo
escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo.
Sentir que la he perdido.Oír la
noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al
pasto el rocío.Qué
importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y
ella no está conmigo.Eso es
todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta
con haberla perdido.Como para
acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está
conmigo.La misma
noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de
entonces, ya no somos los mismos.Ya no la
quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento
para tocar su oído.De otro.
Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus
ojos infinitos.Ya no la
quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es
tan largo el olvido.Porque en
noches como esta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con
haberla perdido.Aunque
éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos
versos que yo le escribo.
Walking around
Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
navegando en un agua de origen y ceniza.
El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.
Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.
Sin embargo sería delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío.
No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tripas mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.
No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos,
aterido, muriéndome de pena.
Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.
Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.
Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
hay espejos
que debieran haber llorado de vergüenza y espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.
Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias.
Y te perdí mujer. En el
camino...
Y te perdí mujer. En el
camino
me prendiste una lámpara fragante,
entonces se aromaron y
se hicieron divinos
todos estos cansancios humildes y constantes
No sé si apenas eras una leyenda o eras
un río que afluía para todo
dolor
pero si fue leyenda para mi
enfloreciste aromas dentro de mi
canción.
Hiciste un semillero de ilusiones
que vivió ingenuamente en mi
tristeza.
Lentamente. Fue el jugo de rencores
echados sobre el
jugo de rencores
sobre el manto de la ilusión ingenua.
En mi torre de odios tuviste una ventana
(Un vidrio ilusionado,
transparente y gentil.)
Ya se quebró. Es inútil que te llame mi amada
porque, mujer, en
una negrura te perdí.