¡Qué sollozo tan inmenso es el sollozo del mar!"
"The Black
Feated Hat"
Gustav Klimt
Reseña biografica
Poeta
mexicano nacido en Tepic, Nayarit en 1870.
En su juventud quiso ser
clérigo, pero muy pronto se vio atraído por los variados estímulos de la
vida, los viajes,
los amores y la misma poesia. Su iniciación estética fue marcada por el
influjo de Gutiérrez Nájera y de los grupos
que se congregaban alrededor de «La revista azul» y «Revista moderna»,
en cuyas páginas se desbordaba todo
el ímpetu del modernismo americano.
Entre el conjunto de su creación,
se destacan sus libros «Serenidad» «Elevación», «Plenitud» y «La amada
inmóvil».
Falleció en Montevideo, Uruguay en 1919. ©
A Leonor
A una francesa
Amiga, mi larario está vacío
Auto Biografia
Bon soir...
Cobardía
Damiana se casa
Después
Dormir
El amor nuevo
El celaje
El día que me quieras
El fantasma y yo
El primer beso
El retorno
En paz
¡Está bien!
Expectación
Éxtasis
Gratia plena
Ha mucho tiempo que te soñaba
Inmortalidad
Jaculatoria a la nieve
La canción de flor de mayo
La hermana agua
1. El agua que corre bajo la lluvia
2.
El agua que corre bajo la tierra
3. La nieve
4. El hielo
5. El granizo
6. El vapor
7. La bruma
8. Las voces del agua
9. El agua multiforme
Lo más natural
Lubricidades tristes
Madrigal
Me besaba mucho
Mi secreto
No sé quién es...
Ofertorio
Pasas por el abismo de mis tristezas
Por esa puerta
¿Quién es Damiana?
Renunciación
Ródeuse
Seis meses
Si tú me dices "Ven"
Si una espina me hiere...
Tan rubia es la niña
que......
Tanto amor
Una flor en el camino
Ven acércate más...
Viejo estribillo
Y el buda de basalto sonreía
Yo amaba lo azul con ardimento
A Leonor
Tu
cabellera es negra como el ala
del misterio; tan negra como un
lóbrego
jamás, como un adiós, como un «¡quién sabe!»
Pero hay algo
más negro aún: ¡tus ojos!
Tus ojos son dos magos pensativos,
dos esfinges que duermen en la
sombra,
dos enigmas muy bellos... Pero hay algo,
pero hay algo más
bello aún: tu boca.
Tu boca, ¡oh sí!; tu boca, hecha divinamente
para el amor, para
la cálida
comunión del amor, tu boca joven;
pero hay algo mejor
aún: ¡tu alma!
Tu alma recogida, silenciosa,
de piedades tan hondas como el
piélago,
de ternuras tan hondas...
Pero hay algo,
pero hay algo más hondo aún: ¡tu ensueño!
A una francesa
El mal, que en sus recursos es proficuo,
jamás en vil parodia tuvo
empachos:
Mefistófeles es un cristo oblicuo
que lleva retorcidos
los mostachos.
Y tú, que eres unciosa como un ruego
y sin mácula y simple como
un nardo,
tienes trágica crin dorada a fuego
y amarillas pupilas
de leopardo.
Amiga, mi larario esta vacío...
Amiga, mi
larario esta vacío:
desde que el fuego del hogar no arde,
nuestros
dioses huyeron ante el frío;
hoy preside en sus tronos el hastío
las nupcias del silencio y de la tarde.
El tiempo destructor no en vano pasa;
los aleros del patio están
en ruinas;
ya no forman allí su leve casa,
con paredes convexas de
argamasa
y tapiz del plumón, las golondrinas.
¡Qué silencio el del piano! Su gemido
ya no vibra en los ámbitos
desiertos;
los nocturnos y scherzos han huido...
¡Pobre jaula sin
aves! ¡Pobre nido!
¡Misterioso ataúd de trinos muertos!
¡Ah, si vieras tu huerto! Ya no hay rosas,
ni lirios, ni
libélulas de seda,
ni cocuyos de luz, ni mariposas...
Tiemblan las
ramas del rosal, medrosas;
el viento sopla, la hojarasca rueda.
Amiga, tu mansión está desierta;
el musgo verdinegro que decora
los dinteles ruinosos de la puerta,
parece una inscripción que dice:
¡Muerta!
El cierzo pasa, y suspirando: ¡Llora!
AutoBiografia
¿Versos autobiográficos ? Ahí están mis canciones,
allí están mis
poemas: yo, como las naciones
venturosas, y a ejemplo de la mujer
honrada,
no tengo historia: nunca me ha sucedido nada,
¡oh, noble
amiga ignota!, que pudiera contarte.
Allá en mis años mozos adiviné del Arte
la armonía y el ritmo,
caros al musageta,
y, pudiendo ser rico, preferí ser poeta.
-¿Y
después?
-He sufrido, como todos, y he amado.
¿Mucho?
-Lo suficiente para ser perdonado...
Bon soir
"¡Donc bon soir, mon mignon et a demain!"
( Palabras que Ana me dejó escritas una noche
en que tuvimos que separarnos. )
¡Buenas noches, mi
amor, y hasta mañana!
Hasta mañana, sí, cuando amanezca,
y yo,
después de cuarenta años
de incoherente soñar, abra y estriegue
los ojos del espíritu,
como quien ha dormido mucho, mucho,
y vaya lentamente
despertando,
y, en una progresiva lucidez,
ate los cabos del ayer de mi alma
( antes de que la carne la ligara )
y del hoy prodigioso
en
que habré de encontrarme, en este plano
en que ya nada es ilusión y todo
es verdad...
¡Buenas
noches, amor mío,
buenas noches! Yo quedo en las tinieblas
y tú volaste hacia el
amanecer...
¡Hasta mañana, amor, hasta mañana!
Porque, aun cuando el destino
acumulara lustro sobre lustro
de mi prisión por vida, son
fugaces
esos lustros; sucédense los días
como rosarios, cuyas cuentas
magnas
son los domingos...
Son los domingos, en que, con mis flores
voy invariablemente al cementerio
donde yacen tus formas adoradas.
¿Cuántos ramos de flores
he
llevado a la tumba? No lo sé.
¿Cuántos he de llevar? Tal vez ya pocos.
¡Tal vez ya pocos! ¡Oh,
que perspectiva
deliciosa!
¡Quizás el carcelero
se acerca con sus llaves
resonantes
a abrir mi calabozo para siempre!
¿Es por ventura el eco de sus
pasos
el que se oye, a través de la ventana,
avanzar por los quietos
corredores?
¡Buenas noches, amor de mis amores!
Hasta luego, tal vez..., o
hasta mañana.
Cobardía
Pasó con su madre. ¡Qué
rara belleza!
¡Qué rubios cabellos de trigo garzul!
¡Qué ritmo en
el paso! ¡Qué innata realeza
de porte! ¡Qué formas bajo el fino
tul...!
Pasó con su madre. Volvió la cabeza:
¡me clavó muy hondo
su mirar azul!
Quedé como en
éxtasis...
Con febril premura,
«¡Síguela!», gritaron cuerpo y alma al par.
...Pero tuve miedo de amar con locura,
de abrir mis heridas, que
suelen sangrar,
¡y no obstante toda mi sed de ternura,
cerrando
los ojos, la deje pasar!
Damiana se casa
Con mis amargos pensares
y con mis desdichas todas,
haré tu ramo de bodas,
que no será de azahares.
Mis ojos, que las angustias
y el continuado velar
encienden, serán dos mustias
antorchas para tu altar.
El llanto que de mi cuita
sin tregua brotando está,
tu frente pura ungirá
como con agua bendita...
-Señor, no penes, tu ceño
me duele como un reproche;
-¡Que pálida estás, mi dueño!
-Es que pasé mala noche,
el amor me quita el sueño...
-¡Y te vas!...
-Me voy, es tarde,
me aguardan; ¡el templo arde
como un sol! Tu mal mitiga,
Señor, ¡y Dios te bendiga!
-Damiana, que Dios te guarde...
Después
Te
odio con el odio de la ilusión marchita:
¡Retírate! He bebido tu
cáliz, y por eso
mis labios ya no saben dónde poner su beso;
mi
carne, atormentada de goces, muere ahíta.
Safo, Crisis, Aspasia, Magdalena, Afrodita,
cuanto he querido
fuiste para mi afán avieso.
¿En dónde hallar espasmos, en dónde
hallar exceso
que al punto no me brinde tu perversión maldita?
¡Aléjate! Me invaden vergüenzas dolorosas,
sonrojos indecibles
del mal, rencores francos,
al ver temblar la fiebre sobre tus senos
rosas.
No quiero más que vibre la lira de tus flancos:
déjame solo y
triste llorar por mis gloriosas
virginidades muertas entre tus muslos
blancos.
Dormir
¡Yo lo que tengo, amigo, es un profundo
deseo de dormir!... ¿Sabes?:
el sueño
es un estado de divinidad.
El que duerme es un dios... Yo
lo que tengo,
amigo, es gran deseo de dormir.
El sueño es en la vida el solo mundo
nuestro, pues la vigilia nos
sumerge
en la ilusión común, en el océano
de la llamada
«Realidad». Despiertos
vemos todos lo mismo:
vemos la tierra, el
agua, el aire, el fuego,
las criaturas efímeras... Dormidos
cada
uno está en su mundo,
en su exclusivo mundo:
hermético, cerrado a
ajenos ojos,
a ajenas almas; cada mente hila
su propio ensueño (o
su verdad: ¡quién sabe!)
Ni el ser más adorado
puede entrar con nosotros por la puerta
de nuestro sueño. Ni la esposa misma
que comparte tu lecho
y te
oye dialogar con los fantasmas
que surcan por tu espíritu
mientras
duermes, podría,
aun cuando lo ansiara,
traspasar los umbrales de
ese mundo,
de tu mundo mirífico de sombras.
¡Oh,
bienaventurados los que duermen!
Para ellos se extingue cada noche,
con todo su dolor el universo
que diariamente crea nuestro espíritu.
Al apagar su luz se apaga el cosmos.
El castigo mayor es la vigilia:
el insomnio es destierro
del
mejor paraíso...
Nadie, ni el más feliz, restar querría
horas al sueño para ser
dichoso.
Ni la mujer amada
vale lo que un dormir manso y sereno
en los brazos de Aquel que nos sugiere
santas inspiraciones. ..
«El día es de los hombres; mas la noche,
de los dioses», decían los
antiguos.
No turbes, pues, mi paz con tus discursos,
amigo: mucho sabes;
pero mi sueño sabe más... ¡Aléjate!
No quiero gloria ni heredad
ninguna:
yo lo que tengo, amigo, es un profundo
deseo de dormir...
El amor nuevo
Todo amor nuevo que aparece
nos ilumina la existencia,
nos la
perfuma y enflorece.
En la más densa oscuridad
toda mujer es refulgencia
y todo
amor es claridad.
Para curar la pertinaz
pena, en las almas
escondida,
un nuevo amor es eficaz;
porque se posa en nuestro mal
sin lastimar nunca la herida,
como un destello en un cristal.
Como un ensueño en una cuna,
como se posa en la rüina
la
piedad del rayo de la luna.
como un encanto en un hastío,
como en
la punta de una espina
una gotita de rocío...
¿Que
también sabe hacer sufrir?
¿Que también sabe hacer llorar?
¿Que
también sabe hacer morir?
-Es que tú no supiste amar...
El celaje
¿Adónde fuiste, Amor,
adónde fuiste?
Se extinguió en el poniente el manso fuego,
y tú,
que me decías: "hasta luego,
volveré por la noche"... ¡no volviste!
¿En qué zarzas tu pie divino heriste?
¿Qué muro cruel te
ensordeció a mi ruego?
¿Qué nieve supo congelar tu apego
y a tu
memoria hurtar mi imagen triste?
...Amor, ¡ya no vendrás! En vano, ansioso,
de mi balcón
atalayando vivo
el campo verde y el confín brumoso;
y me finge un celaje fugitivo
nave de luz en que, al final
reposo,
va tu dulce fantasma pensativo.
El día que me quieras tendrá más luz que
junio...
El día que
me quieras tendrá más luz que junio;
la noche que me quieras será de
plenilunio,
con notas de Beethoven vibrando en cada rayo
sus
inefables cosas,
y habrá juntas más rosas
que en todo el mes de
mayo.
Las fuentes cristalinas
irán por las laderas
saltando
cristalinas
el día que me quieras.
El día que me quieras, los sotos escondidos
resonarán arpegios
nunca jamás oídos.
Éxtasis de tus ojos, todas las primaveras
que
hubo y habrá en el mundo serán cuando me quieras.
Cogidas de la mano cual rubias hermanitas,
luciendo golas
cándidas, irán las margaritas
por montes y praderas,
delante de
tus pasos, el día que me quieras...
Y si deshojas una, te dirá su
inocente
postrer pétalo blanco: ¡Apasionadamente!
Al reventar el alba del día que me quieras,
tendrán todos los
tréboles cuatro hojas agoreras,
y en el estanque, nido de gérmenes
ignotos,
florecerán las místicas corolas de los lotos.
El día que me quieras será cada celaje
ala maravillosa; cada
arrebol, miraje
de "Las Mil y una Noches"; cada brisa un cantar,
cada árbol una lira, cada monte un altar.
El día que me quieras, para nosotros dos
cabrá en un solo beso la
beatitud de Dios.
El fantasma y yo
Mi alma es una princesa en su torre metida,
con cinco ventanitas para
mirar la vida.
Es una triste diosa que el cuerpo aprisionó.
y tu
alma, que desde antes de morirte volaba,
es un ala magnífica, libre
de toda traba...
Tú no eres el fantasma: ¡el fantasma soy yo!
¡Qué entiendo de las cosas! Las cosas se me ofrecen,
no como son
de suyo, sino como aparecen
a los cinco sentidos con que Dios limitó
mi sensorio grosero, mi percepción menguada.
Tú lo sabes hoy todo...,
¡yo, en cambio, no sé nada!
Tú no eres el fantasma: ¡el fantasma soy
yo!
El primer beso
Yo ya me
despedía.... y palpitante
cerca mi labio de tus labios rojos,
«Hasta mañana», susurraste;
yo te miré a los ojos un instante
y tú
cerraste sin pensar los ojos
y te di el primer beso: alcé la frente
iluminado por mi dicha cierta.
Salí a la calle alborozadamente
mientras tu te asomabas a la
puerta
mirándome encendida y sonriente.
Volví la cara en dulce
arrobamiento,
y sin dejarte de mirar siquiera,
salté a un tranvía
en raudo movimiento;
y me quedé mirándote un momento
y sonriendo
con el alma entera,
y aún más te sonreí... Y en el tranvía
a un
ansioso, sarcástico y curioso,
que nos miró a los dos con ironía,
le dije poniéndome dichoso:
-«Perdóneme, Señor esta alegría.»
No, no fue tan efímera
la historia
El retorno
"Vivir sin tus caricias
es mucho desamparo;
vivir sin tus palabras es mucha soledad;
vivir sin tu amoroso mirar, ingenuo y claro,
es mucha oscuridad..."
Vuelvo pálida novia,
que solías
mi retorno esperar tan de mañana,
con la misma canción
que preferías
y la misma ternura de otros días
y el mismo amor de
siempre, a tu ventana.
Y elijo para verte, en
delicada
complicidad con la Naturaleza,
una tarde como ésta: desmayada
en un lecho de lilas, e impregnada
de cierta aristocrática
tristeza.
¡Vuelvo a ti con los
dedos enlazados
en actitud de súplica y anhelo
-como siempre-, y mis labios no
cansados
de alabarte, y mis ojos obstinados
en ver los tuyos a través del
cielo!
Recíbeme tranquila, sin
encono,
mostrando el deje suave de una hermana;
murmura un apacible: "Te
perdono",
y déjame dormir con abandono,
en tu noble regazo, hasta
mañana....
En paz
Artifex vitae, artifex sui
Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,
porque nunca me
diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena
inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el
arquitecto de mi propio destino;
que si extraje la miel o la hiel de
las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales coseché siempre rosas.
Cierto, a mis
lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo
fuese eterno!
Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tan sólo noches buenas;
y en cambio tuve
algunas santamente serenas...
Amé, fui amado, el sol acarició mi
faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!
¡Está bien!
Porque contemplo aún albas radiosas
y hay rosas, muchas rosas, muchas
rosas
en que tiembla el lucero de Belén,
y hay rosas, muchas
rosas, muchas rosas
gracias, ¡está bien!
Porque en las tardes, con sutil desmayo,
piadosamente besa el sol
mi sien,
y aun la transfigura con su rayo:
gracias, ¡está bien!
Porque en las noches una voz me nombra
(¡voz de quien yo me sé!),
y hay un edén
escondido en los pliegues de mi sombra:
gracias,
¡está bien!
Porque hasta el mal en mí don es del cielo,
pues que, al minarme
va, con rudo celo,
desmoronando mi prisión también;
porque se
acerca ya mi primer vuelo:
gracias, ¡está bien!
Expectación
Siento que algo solemne va a llegar a mi vida.
¿Es acaso la muerte?
¿Por ventura el amor?
Palidece mi rostro, mi alma está conmovida,
y sacude mis miembros un sagrado temblor.
Siento que algo sublime va a encarnar en mi barro
en el mísero
barro de mi pobre existir.
Una chispa celeste brotará del guijarro,
y la púrpura augusta va el harapo a teñir.
Siento que algo solemne se aproxima, y me hallo
todo trémulo; mi
alma de pavor llena está.
Que se cumpla el destino, que Dios dicte su
fallo,
para oír la palabra que el abismo dirá.
Éxtasis
Cada rosa gentil ayer
nacida,
cada aurora que apunta entre sonrojos,
dejan mi alma en el
éxtasis sumida...
¡Nunca se cansan de mirar mis ojos
el perpetuo
milagro de la vida!
Años ha que contemplo las estrellas
en las diáfanas noches
españolas
y las encuentro cada vez mas bellas.
¡Años ha que en el
mar, conmigo a solas,
de las olas escucho las querellas
y aún me
pasma el prodigio de las olas!
Cada vez hallo la Naturaleza
más sobrenatural, más pura y santa.
Para mí, en rededor, todo es belleza:
y con la misma plenitud me
encanta
la boca de la madre cuando reza
que la boca del niño
cuando canta.
Quiero ser inmortal, con sed intensa,
porque es maravilloso el
panorama
con que nos brinda la creación inmensa;
porque cada
lucero me reclama,
diciéndome al brillar: "¡Aquí se piensa,
también, aquí se lucha, aquí se ama!".
Gratia plena
Todo en
ella encantaba, todo en ella atraía:
su mirada, su gesto, su sonrisa,
su andar...
El ingenio de Francia de su boca fluía.
Era "llena de
gracia", como el Avemaría;
¡quien la vio, no la pudo ya jamás
olvidar!
Ingenua como el agua, diáfana como el día,
rubia y nevada como
Margarita sin par,
al influjo de su alma celeste amanecía...
Era
llena de gracia, como el Avemaría;
¡quien la vio, no la pudo ya jamás
olvidar!
Cierta dulce y amable dignidad la investía
de no sé qué prestigio
lejano y singular.
Más que muchas princesas, princesa parecía:
era
llena de gracia, como el Avemaría;
¡quien la vio, no la pudo ya jamás
olvidar!
Yo gocé el privilegio de encontrarla en mi vía
dolorosa; por ella
tuvo fin mi anhelar,
y cadencias arcanas halló mi poesia.
Era
llena de gracia, como el Avemaría;
¡quien la vio, no la pudo ya jamás
olvidar!
!Cuánto, cuánto la quise! ¡Por diez años fue mía;
pero flores tan
bellas nunca pueden durar!
¡Era llena de gracia, como el Avemaría,
y a la Fuente de gracia, de donde procedía,
se volvió... como gota
que se vuelve a la mar!
Ha mucho tiempo que te soñaba...
Ha mucho
tiempo que te soñaba
así, vestida de blanco tul,
y al alma mía que
te buscaba,
Ana, ¿qué miras? le preguntaba
como en el cuento de
Barba azul.
Ha mucho
tiempo que presentía
tus ojos negros como los ví,
y que, en mis
horas de nostalgia,
la
hermana Ana me respondía:
"Hay una virgen que viene a ti".
Y al
vislumbrarte, febril, despierto,
tras de la ojiva del torreón,
después de haberse movido incierto,
como campana que toca a "muerto",
tocaba a "gloria" mi corazón.
Por fin,
distinta me apareciste;
vibraron dianas en rededor,
huyó callada
la Musa triste
y tú
llegaste, viste y venciste
como el magnífico Emperador.
Hoy, mi
esperanza que hacia ti corre,
que mira el cielo donde tú estés,
porque la gloria se le descorre,
ya no pregunta desde la torre:
Hermana Ana, ¿dime qué ves?
Hoy en mi
noche tu luz impera,
veo tu rostro resplandecer,
y en mis ensueños
sólo quisiera
enarbolarte como bandera
¡y a ti abrazado por ti
vencer!
Inmortalidad
de nuestro amor: entre los folios tersos
del libro virginal de
tu memoria,
como pétalo azul está la gloria
doliente, noble y casta de mis
versos.
No puedes olvidarme: te
condeno
a un recuerdo tenaz. Mi amor ha sido
lo más alto en tu vida, lo
más bueno;
y sólo entre los légamos y el cieno
surge el pálido loto del
olvido.
Me verás dondequiera:
en el incierto
anochecer, en la alborada rubia,
y cuando hagas labor en el
desierto
corredor, mientras tiemblan en tu huerto
los monótonos hilos de
la lluvia.
¡Y habrás de recordar! Esa es la herencia
que te da mi
dolor, que nada ensalma.
¡Seré cumbre de luz en tu existencia,
y un reproche inefable en
tu conciencia
y una estela inmortal dentro de tu alma!
Jaculatoria de la nieve
¡Qué milagrosa es la Naturaleza!
Pues, ¿no da luz la nieve?
Inmaculada
y misteriosa, trémula y callada,
paréceme que mudamente
reza
al caer... ¡Oh nevada!:
tu ingrávida y glacial eucaristía
hoy del pecado de vivir me absuelva
y haga que, como tú, mi alma se
vuelva
fúlgida, blanca, silenciosa y fría.
La canción de flor de mayo
Flor de Mayo como un rayo
de la tarde se moría...
Yo te quise,
Flor de Mayo,
tú lo sabes; ¡pero Dios no lo quería!
Las olas vienen, las olas van,
cantando vienen, cantando irán.
Flor de Mayo ni se viste
ni se alahaja ni atavía;
¡Flor de
Mayo está muy triste!
¡Pobrecita, pobrecita vida mía!
Cada estrella que palpita,
desde el cielo le habla asi:
"Ven
conmigo, Florecita,
brillarás en la extensión igual a mí"
Flor de Mayo, con desmayo,
le responde: "¡Pronto iré!"
Se nos muere Flor de Mayo,
¡Flor de Mayo, la elegida, se nos fue!
Las olas vienen, las olas van,
cantando vienen, llorando irán...
"¡No me dejes!" yo le grito:
"¡No te vayas dueño mío,
el
espacio es infinito
y es muy negro y hace frío, mucho frío!"
Sin curarse de mi empeño,
Flor de Mayo se alejó,
Y en la
noche, como un sueño
misteriosamente triste se perdió.
Las olas vienen, las olas van,
cantando vienen, ¡ay, cómo irán!
Al amparo de mi huerto
una sola flor crecía:
Flor de Mayo, y
se me ha muerto...
Yo la quise, ¡Pero Dios no lo quería!
La hermana agua
Laudatu si, mi Signore, per sor acqua...
San Francisco de Asís.
A quien va a leer
Un hilo de agua
que cae de una llave imperfecta; un hilo de agua, manso y diáfano, que
gorjea toda la noche
y todas las noches cerca de mi alcoba; que canta a mi soledad y en ella
me acompaña; un hilo de agua:
¡qué cosa tan sencilla! Y, sin embargo, estas gotas incesantes y sonoras
me han enseñado más que los libros.
El alma del Agua me ha
hablado en la sombra –el alma santa del Agua- y yo la he oído, con
recogimiento y con amor.
Lo que me ha dicho está escrito en páginas que pueden compendiarse así:
ser dócil, ser cristalino; esta es la ley y los profetas;
y tales páginas han formado un poema.
Yo sé que quien lo lea
sentirá el suave placer que yo he sentido al escucharlo de los labios de
Sor Acqua;
y este será mi galardón en la prueba, hasta que mis huesos se regocijen
en la gracia de Dios.
1. El agua que corre
bajo la lluvia
Yo canto al cielo porque mis linfas ignoradas
hacen que fructifiquen las savias; las llanadas,
los sotos y las
lomas por mí tienen frescura.
Nadie me mira, nadie; más mi corriente
obscura
se regocija luego que viene primavera,
porque si dentro
hay sombras, hay muchos tallos fuera.
Los gérmenes conocen mi beso cuando anidan
Bajo la tierra, y
luego que son flores me olvidan.
Lejos de sus raíces las corolas
felices
no se acuerdan del agua que regó sus raíces . . ..
¡Qué
importa! Yo alabanzas digo a Dios con voz suave.
La flor no sabe
nada, ¡pero el Señor sí sabe!
Y canto a Dios corriendo por mi ignoto sendero,
dichosa de
antemano; porqué seré venero
ante la vara mágica de Moisés; porque un
día
vendrán las caravanas hacia la linfa mía;
porque mis aguas
dulces, mientras que la sed matan,
el rostro beatífico del sediento
retratan
sobre el fondo del cielo que los cristales yerra;
porque
copiando el cielo lo traslado a la tierra,
y así el creyente triste,
que el él su dicha fragua,
bebe, al beberme, el cielo que palpita en
mi agua,
y como en ese cielo brillan estrellas bellas,
el hombre
que me bebe comulga con estrellas.
Yo alabo al Señor bueno porque, con la infinita
pedrería que
encuentro de fuegos policromos,
forjó en las misteriosas grutas la
estalactita,
pórtico del alcázar de ensueño de los gnomos;
porque en oculto
seno de la caverna umbría
doy de beber al monstruo que tiene miedo al
día.
¡Qué importa que mi vida bajo la tierra acabe!
Los hombres no
lo saben, pero Dios si lo sabe.
Así me dijo el Agua que discurre por los
antros, y yo: -¡Agua
hermana, bendigamos a Dios!
2. El agua
que corre sobre la tierra
Yo alabo al cielo porque me brindó en
sus amores,
para mi fondo gemas, para mi margen flores;
porque
cuando la roca me muerde y me maltrata
hay en mi sangre (espuma)
filigrana de palta;
porque cuando al abismo ruedo en un cataclismo,
adorno de arco-iris triunfales el abismo,
y el rocío que salta de mis
espumas blancas
riega las florecitas que esmaltan las barrancas;
porque a través del cauce llevando mi caudal,
soy un camino que anda,
como dijo Pascal;
porque en mi gran llanura donde la brisa vuela;
deslízanse los élitros nevados de la vela;
porque en mi azul espalda
que la quilla acuchilla
mezo, aduermo y soporto la audacia de la
quilla,
mientras que no conturba mis ondas el Dios fuerte,
a fin
de que originen catástrofes de muerte,
y la onda que arrulla sea la
onda que hiere . . .
¡Quién sabe los designios de Dios que así lo
quiere!
Yo alabo al cielo porque en mi vida errabunda
Soy Niágara que
truena, soy Nilo que fecunda,
maelstrom de remolino fatal, o golfo
amigo;
porque, mar di la vida, y, diluvio, el castigo.
Docilidad inmensa tengo para mi dueño:
El me dice: “Anda”, y
ando; “Despéñate”, y despeño
mis aguas en la sima de roca que da
espanto;
y canto cuando corro, y al despeñarme canto,
y cantando,
mi linfa tormentas o iris fragua,
fiel al Señor...
¡Loemos a Dios, hermana Agua!
3.La nieve
Yo soy la movediza perenne; nunca dura
en mi una
forma; pronto mi ser se transfigura,
y ya entre guijas de ónix
cantando peregrino,
ya en témpanos helados detengo mi camino,
ya
vuelo por los aires trocándome en vapores,
ya soy iris en polvo de
todos los colores,
o rocío que asciende, o aguacero que llueve . . .
Mas Dios también me ha dado la albura de la nieve,
la albura de la
nieve enigmática y fría
que cae de los cielos como una eucaristía,
que por los puntiagudos techos resbala leda
y que cuando la pisan
cruje como la seda.
Cayendo silenciosa, de blanco al mundo arropo.
Subí, vapor, a lo
alto, desciendo al suelo, copo;
subí gris de los lagos que la quietud
estanca,
y bajo blanca al mundo . . . ¡Oh qué bello es ser blanca!
¿Por qué soy blanca? En premio al sacrificio mío,
porque tirito
para que nadie tenga frío,
porque mi lino todos los fríos almacena
¡y dios me torna blanca por haber sido buena!
¿Verdad que es
llevadera la palma del martirio
así? Yo caigo como los pétalos de un
lirio
de lo alto, y no pudiendo cantar mi canción pura
con
murmurios de linfa, la canto con blancura.
La blancura es el himno más hermoso y más santo;
ser blanca es
orar; siendo yo, pues, blanca, oro y canto.
Ser luminosa es otro de
los cantos mejores:
¿No ves que las estrellas salmodian con fulgores?
Por eso el rey poeta dijo en himno de amor:
“El firmamento narra la
gloria del Señor”.
Se tú como la Nieve que inmaculada llueve
Y yo clamé:
-¡Alabemos a Dios, hermana Nieve!
4. El hielo
Para cubrir los
peces del fondo, que agonizan
de frío, mis piadosas ondas se
cristalizan,
y yo, la inquietuela, cuyo perenne móvil
es variar,
enmudezco, me aduermo, quedo inmóvil.
¡Ah! Tú no sabes como padezco
nostalgia
de sol bajo esa sábana siempre fría.
Tú no sabes la
angustia de la ola que inmola
Sus ritmos ondulantes de mujer –su
sonrisa-
al frío, y que se vuelve –mujer de Loth- banquisa:
ser
banquisa es ser como la estatua de la ola.
Tú ignoras esa angustia: mas yo no me rebelo,
y ansiosa de que
todo en mi Dios sea loado,
desprendo radiaciones al bloque de mi
hielo,
y en vez de azul oleaje soy témpano azulado.
Mis crestas en la noche del polo con fanales,
reflejo el rosa de
las auroras boreales,
la luz convaleciente del sol, y con deleites
de Seraphita, yergo mi cristalina roca
por donde trepan lentas las
morsas y la foca,
seguidas de lapones hambrientos de su aceite . . .
¿Ya ves como se acata la voluntad del cielo?
Y yo recé: -¡Loemos
a Dios, hermano hielo!
5. El granizo
¡Tin, tin, tin,
tin! Yo caigo del cielo, en insensato
redoble, al campo y todos los
céspedes maltrato.
¡Tin, tin! ¡Muy buenas tardes, mi hermana la
pradera!
Poeta, buenas tardes, ¡ábreme tu vidriera!
Soy diáfano y
geométrico, tengo esmalte y blancura
tan finos y suaves como una
dentadura,
y en un derroche de ópalos blancos me multiplico.
¡La
linfa canta, el copo cruje, yo . . . yo repico!
Tin, tin, tin, tin,
mi torre es la nube ideal:
¡oye mis campanitas de límpido cristal!
La nieve es triste, el agua turbulenta; yo sin
Ventura, soy un loco
de atar, ¡tin, tin, tin, tin!
...¿Cenduras? No por cierto, no merezco
censuras;
las tardes calurosas por mí tienen frescuras,
yo lucho
con el hálito del verano
yo soy bello...
- ¡Loemos a Dios, Granizo hermano!
6. El vapor
El vapor es el alma del agua, hermano mío,
así
como sonrisa del agua es el rocío,
y el lago sus miradas y su pensar
la fuente;
sus lágrimas la lluvia; su impaciencia el torrente,
y
los ríos sus brazos; su cuerpo, la llanada
sin coto de los mares, y
las olas, sus senos;
su frente, las neveras de los montes serenos,
y sus cabellos de oro líquido, la cascada.
Yo soy alma del agua, y el agua siempre sube:
las
transfiguraciones de esa alma son la nube,
su Tabor es la tarde real
que la empurpura:
como el agua fue buena, su Dios la transfigura . .
.
Y ya es el albo copo que el azul riela,
ya la zona de fuego, que
parece una estela,
ya el divino castillo de nácar, ya el plumaje
de un pavo hecho de piedras preciosas, ya el encaje
de un abanico
inmenso, ya el cráter que fulgura . . .
Como el agua fue buena, su
Dios la transfigura . . .
-¡Dios! Dios siempre en tus labios está como en un templo.
Dios,
siempre Dios . . . ¡en cambio, yo nunca le contemplo!
¿Por qué si
dios existe no deja ver sus huellas
por qué taimadamente se esconde a
nuestro anhelo,
por qué no se halla escrito su nombre con estrellas
en medio del esmalte magnífico del cielo?
-Poeta, es que lo
buscas con la ensoberbecida
ciencia, que exige pruebas y cifras al
Abismo . . .
Asómate a las fuentes oscuras de tu vida,
y allí verás su rostro:
tu dios está en ti mismo.
Busca el silencio y ora: tu Dios execra el
grito;
busca la sombra y oye: tu Dios habla en lo arcano;
depón tu
gran penacho de orgullo y de delito . . .
-Ya está
-¿Qué ves
ahora?
-La faz del infinito.
-¿Y eres feliz?
-¡Loemos a Dios, Vapor hermano!
7.
La bruma
La bruma es el ensueño del agua, que se esfuma
en
leve gris. ¡Tú ignoras la esencia de la Bruma!
La Bruma es el ensueño
del agua, y en su empeño
De inmaterializarse lo vuelve todo ensueño.
A través de su velo mirífico, parece
como que la materia brutal se
desvanece:
la torre es un fantasma de vaguedad que pasma,
todo, en
su blonda envuelto, se convierte en fantasma,
y el mismo hombre que
cruza por su zona quieta
se convierte en fantasma, es decir, en
silueta.
La Bruma es el ensueño del agua, que se esfuma
en leve
gris. ¡Tú ignoras la esencia de la Bruma,
de la Bruma que sueña con
la aurora lejana!
Y yo dije: -¡Ensalcemos a Dios, oh Bruma hermana!
8. Las voces del agua
-Mi
gota busca entrañas de roca y las perfora.
-En mi flota el aceite que
en los santuarios vela.
-Por mi raya el milagro de la locomotora
la pauta de los rieles. –Yo pinto la acuarela.
-Mi bruma y tus
recuerdos son por extraño modo
gemelos; ¿no ves como lo divinizan
todo?
-Yo presto vibraciones de flautas prodigiosas
al cristal de
los vasos. –Soy triaca y enfermera
en las modernas clínicas. –Y yo,
sobre las rosas
turiferario santo del alba en primavera.
-Soy
pródiga de fuerza motriz en mi caída.
-Yo escarcho los ramajes. –Yo
en tiempos muy remotos
dí un canto a las sirenas. –Yo, cuando estoy
dormida,
sueño sueños azules, y esos sueños son lotos.
-Poeta, que
por gracia del cielo nos conoces,
¿no cantas con nosotras?
-¡Sí
canto, hermanas voces!
9. El agua multiforme
“El
agua toma siempre la forma de los vasos
que la contienen”, dicen las
ciencias que mis pasos
atisban y pretenden analizarme en vano;
yo
soy la resignada por excelencia, hermano.
¿No ves que a cada instante
mi forma se aniquila?
Hoy soy torrente inquieto y ayer fui agua
tranquila;
hoy soy, en vaso esférico, redonda; ayer, apenas,
me
mostraba cilíndrica en las ánforas plenas,
y así pitagorizo mi ser,
hora tras hora;
hielo, corriente, niebla, vapor que el día dora,
todo lo soy, y a todo me pliego en cuanto cabe.
¡Los hombres no lo
saben, pero Dios si lo sabe!
¿Por qué tú te rebelas? ¿Por qué tú ánimo agitas?
¡Tonto! ¡Si
comprendieras las dichas infinitas
de plegarse a los fines del Señor
que nos rige!
¿Qué quieres? ¿Por qué sufres? ¿Qué sueñas? ¿Qué te
aflige?
¡Imaginaciones que se extinguen en cuanto
aparecen . . .!
¡En cambio, yo canto, canto, canto!
Canto, mientras tu penas, la
voluntad ignota;
canto cuando soy chorro, canto cuando soy gota,
y
al ir, Proteo extraño, de mi destino en pos,
murmuro: -¡Que se cumpla
la santa ley de Dios!
¿Por qué tantos anhelos sin rumbo tu alma fragua?
¿Pretendes ser
dichoso? Pues bien: sé como el agua;
sé como el agua, llena de
oblación y heroísmo,
sangre en el cáliz, gracia de Dios en el
bautismo;
sé como el agua, dócil a la ley infinita,
que reza en
las iglesias en donde está bendita,
y en el estanque arrulla meciendo
la piragua.
¿Pretendes ser dichoso? Pues bien: sé como el agua;
lleva cantando el traje de que el Señor te viste,
y no estés triste
nunca, que es pecado estar triste.
Deja que en ti se cumplan los
fines de la vida:
sé declive, no roca; transfórmate y anida
donde
al Señor le plazca, y al ir del fin en pos,
murmura: ¡Que se cumpla
la santa ley de Dios!
Lograrás, si lo hicieres así, magno tesoro
de bienes: si eres
bruma, serás bruma de oro;
si eres nube, la tarde te dará su arrebol;
si eres fuente, en tu seno verás temblando al sol;
tendrán filetes de
ámbar tus ondas, si laguna
eres, y si océano, te plateará la luna.
Si eres torrente, espuma tendrás tornasolada,
y una crencha de
arco-iris en flor, si eres cascada.
Así me dijo el Agua con místico reproche,
Y yo, rendido al
santo consejo de la Maga,
Sabiendo que es el Padre quien habla entre
la noche,
Clamé con el Apóstol: -Señor, ¿qué quieres que haga?
(1901)
Lo más natural
Me dejaste
-como ibas de pasada-
lo más inmaterial que es tu mirada.
Yo te dejé
-como iba tan de prisa-
lo más inmaterial, que es mi sonrisa.
Pero entre
tu mirada y mi risueño
rostro quedó flotando el mismo sueño.
Lubricidades tristes
1
Andrógino
Por ti, por ti, clamaba cuando surgiste,
infernal arquetipo, del
hondo Erebo,
con tus neutros encantos, tu faz de efebo,
tus senos
pectorales, y a mí viniste.
Sombra y luz, yema y polen a un tiempo fuiste,
despertando en las
almas el crimen nuevo,
ya con virilidades de dios mancebo,
ya con
mustios halagos de mujer triste.
Yo te amé porque, a trueque de ingenuas gracias,
tenías las
supremas aristocracias:
sangre azul, alma huraña, vientre infecundo;
porque sabías mucho y amabas poco,
y eras síntesis rara de un
siglo loco
y floración malsana de un viejo mundo.
Me besaba mucho, como si temiera...
Me besaba mucho, como si temiera
irse muy temprano... Su cariño era
inquieto, nervioso. Yo no comprendía
tan febril premura. Mi intención
grosera
nunca vio muy lejos
¡Ella presentía!
Ella presentía que era corto el plazo,
que la
vela herida por el latigazo
del viento, aguardaba ya..., y en su
ansiedad
quería dejarme su alma en cada abrazo,
poner en sus besos
una eternidad.
Madrigal
Por tus ojos verdes yo me perdería,
sirena de aquellas que Ulises, sagaz,
amaba y temía.
Por tus ojos verdes yo me perdería.
Por tus ojos verdes en lo que, fugaz,
brillar suele, a veces, la melancolía;
por tus ojos verdes tan llenos de paz,
misteriosos como la esperanza mía;
por tus ojos verdes, conjuro eficaz,
yo me salvaría.
Mi secreto
¿Mi secreto? ¡Es tan triste! Estoy perdido
de amores por un ser
desaparecido,
por un alma liberta,
que diez años fue mía, y que se
ha ido...
¿Mi secreto? Te lo diré al oído:
¡Estoy enamorado de una
muerta!
¿Comprendes -tú que buscas los visibles
transportes, las reales,
las tangibles
caricias de la hembra, que se plasma
a todos tus
deseos invencibles-
ese imposible de los imposibles
de adorar a un
fantasma?
¡Pues tal mi vida es y tal ha sido
y será!
Si por mí sólo ha
latido
su noble corazón, hoy mudo y yerto,
¿he de mostrarme
desagradecido
y olvidarla, no más porque ha partido
y dejarla, no
más porque se ha muerto?
No sé quién es...
¿Quién es? -No sé: a
veces cruza
por mi senda, como el hada
del ensueño: siempre
sola...
siempre muda... siempre pálida...
¿Su nombre? No lo
conozco.
¿De dónde viene? ¿Do marcha?
¡Lo ignoro! Nos encontramos,
me mira un momento y pasa:
¡Siempre sola...! ¡Siempre triste...!
¡Siempre muda...! ¡Siempre pálida!
Mujer: ha mucho que
llevo
tu imagen dentro del alma.
Si las sombras que te cercan,
si los misterios que guardas
deben ser impenetrables
para todos,
¡calla, calla!
¡Yo sólo demando
amores:
yo no te pregunto nada!
¿Buscas reposo y
olvido?
Yo también. El mundo cansa.
Partiremos lejos, lejos
de
la gente, a tierra extraña;
y cual las aves que anidan
en las
torres solitarias,
confiaremos a la sombra
nuestro amor y nuestras
ansias...
Ofertorio
De la
amada inmóvil
Dios mío, yo te ofrezco mi dolor:
¡Es todo lo que puedo
ofrecerte!
Tú me diste un amor, un solo amor,
¡un gran amor!
Me lo robó la muerte
...y no me queda más que mi dolor.
Acéptalo, Señor;
¡Es todo lo que puedo ya ofrecerte!...
Pasas por el abismo de mis tristezas...
Pasas por
el abismo de mis tristezas
como un rayo de luna sobre los mares,
ungiendo lo infinito de mis pesares
con el nardo y la mirra de tus
ternezas.
Ya
tramonta mi vida, la tuya empiezas;
mas, salvando del tiempo los
valladares,
como un rayo de luna sobre los mares,
pasas por el
abismo de mis tristezas.
No más en
la tersura de mis cantares
dejará el desencanto sus asperezas;
pues Dios, que dio a los cielos sus luminares,
quiso que atravesaras
por mis tristezas
como un rayo de luna sobre los mares.
Por esa puerta
Por esa puerta huyó
diciendo :«¡nunca!»
Por esa puerta ha de volver un día ...
Al
cerrar esa puerta dejo trunca
la hebra de oro de la esperanza mía.
Por esa puerta ha de volver un día.
Cada vez que el impulso de la brisa,
como una mano débil
indecisa,
levemente sacude la vidriera,
palpita más aprisa, más
aprisa,
mi corazón cobarde que la espera.
Desde mi mesa de trabajo veo
la puerta con que sueñan mis antojos
y acecha agazapando mi deseo
en el trémulo fondo de mis ojos.
¿Por cuánto tiempo, solitario, esquivo,
he de aguardar con la
mirada incierta
a que Dios me devuelva compasivo
a la mujer que
huyó por esa puerta?
¿Cuándo habrán de temblar esos cristales
empujados por sus manos
ducales,
y, con su beso ha de llegar a ellas,
cual me llega en las
noches invernales
el ósculo piadoso de una estrella?
¡Oh Señor!,
ya la pálida está alerta;
¡oh Señor, cae la tarde ya en mi vía
y
se congela mi esperanza yerta!
¡Oh, Señor, haz que se abra al fin la
puerta
y entre por ella la adorada mía!...
¡Por esa puerta ha de
volver un día!
¿Quién es Damiana?
My name is might have been [...]
Dante Gabriel Rossetti
La mujer que en mi lozana
juventud pudo haber sido
-si Dios hubiera querido-
mía,
en el paisaje interior
de un paraíso de amor
y poesia;
la que prócer o aldeana
«mi aldeana» o «mi princesa»
se hubiera llamado, esa
es, en mi libro, Damiana.
La hija risueña y santa,
gemela de serafines,
libélula en mis jardines
quizás y en mi feudo infanta;
la que
pudo dar al alma fe,
vigor al esfuerzo, tino
al obrar, ¡la que no vino
por mucho que la llamé!
La que aún mi frente besa
desde una estrella lejana,
esa
es en mi libro Damiana.
Y aquella que me miró,
no sé en qué patria querida
tras mirarme pasó
(desto hace más de una vida);
y al mirarme parecía
que me decía:
-«Si pudiera detenerme
te amara»... la que esto al verme
con los ojos repetía;
la que, sentado a la mesa
del festín real, con vana
inquietud aguardo, esa
es en mi libro Damiana;
La que con noble pergeño,
suele fluïda vagar
como un fantasma lunar
por la zona de mi ensueño;
la que fulge en los ocasos,
que son nobleza del día,
la que en la melancolía
de mi alcoba finge pasos,
la que, puesto a la ventana,
con un afán que no cesa
aguardo hace un siglo,
esa es en mi libro Damiana.
Todo lo noble y hermoso
que no fue;
todo lo bello y amable
que no vino;
y lo vago y misterioso
que pensé
y lo puro y lo inefable
y lo divino;
El enigma siempre claro en la mañana
y el enigma por las tardes inexpreso;
amor, sueños, ideal, esencia arcana,
todo eso, todo eso, todo eso,
tiene un nombre en estas páginas: ¡Damiana!
Renunciación
¡Oh,
Siddharta Gautama!, tú tenías razón:
las angustias nos vienen del
deseo; el edén
consiste en no anhelar, en la renunciación
completa, irrevocable, de toda posesión;
quien no desea nada,
dondequiera está bien.
El deseo
es un vaso de infinita amargura,
un pulpo de tentáculos insaciables,
que al par
que se cortan, renacen para nuestra tortura.
El deseo
es el padre del esplín, de la hartura,
¡y hay en él más perfidias que
en las olas del mar!
Quien bebe
como el Cínico el agua con la mano,
quien de volver la espalda al
dinero es capaz,
quien ama sobre todas las cosas al Arcano,
¡ése
es el victorioso, el fuerte, el soberano...
y no hay paz comparable
con su perenne paz!
Ródeuse
Si
te toman pensativa los desastres de las hojas
que revuelan crepitando
por el amplio bulevar;
si los cierzos te insinúan no sé qué vagas
congojas
y nostalgias imprecisas y deseos de llorar;
si el latido luminoso de los astros te da frío;
si incurablemente
triste ves al Sena resbalar,
y el reflejo de los focos escarlatas
sobre el río
se te antoja que es la estela de algún trágico navío
donde llevan los ahogados de la Morgue a sepultar;
¡Pobrecita! ven conmigo: deja ya las puentes yermas.
Hay un alma
en estas noches a las tísicas hostil,
y un vampiro disfrazado de
galón que busca enfermas,
que corteja a las que tosen y que, a poco
que te duermas,
chupará con trompa inmunda tus pezones de marfil.
Seis meses ya de muerta! Y en vano he
pretendido...
¡Seis meses ya de muerta! Y en vano he pretendido
un beso, una
palabra, un hálito, un sonido...
y, a pesar de mi fe, cada día
evidencio
que detrás de la tumba ya no hay más que silencio...
Si yo me hubiese muerto, ¡qué mar, qué cataclismos,
qué vértices,
qué nieblas, qué cimas ni qué abismos
burlaran mi deseo febril y
omnipotente
de venir por las noches a besarte en la frente,
de
bajar con la luz de un astro zahorí,
a decirte al oído: No te olvides
de mí.
Y tú, que me querías tal vez más que te amé,
callas inexorable,
de suerte que no sé
sino dudar de todo, el alma, del destino,
¡y
ponerme a llorar en medio del camino!
Pues con desolación infinita
evidencio
que detrás de la tumba ya no hay más que silencio...
Si Tú me dices: "¡Ven!", lo dejo todo...
Si Tú me
dices: "¡Ven!", lo dejo todo...
No volveré siquiera la mirada
para
mirar a la mujer amada...
Pero dímelo fuerte, de tal modo
que tu
voz, como toque de llamada,
vibre hasta en el más íntimo recodo
del ser, levante el alma de su lodo
y hiera el corazón como una
espada.
Si Tú me
dices: "¡Ven!", todo lo dejo.
Llegaré a tu santuario casi viejo,
y
al fulgor de la luz crepuscular;
mas he de
compensarte mi retardo,
difundiéndome, ¡oh Cristo!, como un nardo
de perfume sutil, ante tu altar.
Si una espina me hiere, me aparto de la espina...
¡Si una
espina me hiere, me aparto de la espina,
...pero no la aborrezco!
Cuando la mezquindad
envidiosa en mí clava los dardos de su
inquina,
esquívase en silencio mi planta, y se encamina
hacia más puro ambiente de amor y caridad.
¿Rencores? ¡De qué
sirven! ¡Qué logran los rencores!
Ni restañan heridas, ni corrigen el
mal.
Mi rosal tiene apenas tiempo para dar flores,
y no prodiga
savias en pinchos punzadores:
si pasa mi enemigo cerca de mi rosal,
se llevará las rosas de más
sutil esencia;
y si notare en ellas algún rojo vivaz,
¡será el de
aquella sangre que su malevolencia
de ayer, vertió, al herirme con encono y violencia,
y que
el rosal devuelve, trocada en flor de paz!
Tan rubia es la niña que...
Tan rubia es la niña que
que cuando hay sol, no se la ve.
Parece que se difunde
en el rayo matinal,
que con la luz se
confunde
su silueta de cristal,
tinta en rosas, y parece
que en
la claridad del día
se desvanece
la niña mía.
Si se asoma mi Damiana
a la ventana, y colora
la aurora su tez
lozana
de albérchigo y terciopelo,
no se sabe si la aurora
ha
salido a la ventana
antes de salir al cielo.
Damiana en
el arrebol
de la mañanita se
diluye y, si sale el sol,
por
rubia... no se la ve.
Tanto amor
Hay tanto amor en mi
alma que no queda
ni el rincón más estrecho para el odio.
¿Dónde quieres que ponga
los rencores
que tus vilezas engendrar podrían?
Impasible no soy: todo
lo siento,
lo sufro todo...Pero como el niño
a quien hacen llorar, en
cuanto mira
un juguete delante de sus ojos
se consuela, sonríe,
y las
ávidas manos
tiende hacia él sin recordar la pena,
así yo, ante el divino
panorama
de mi idea, ante lo inenarrable
de mi amor infinito,
no
siento ni el maligno alfilerazo
ni la cruel afilada
ironía, ni escucho la sarcástica
risa.
Todo lo olvido,
porque soy sólo corazón, soy ojos
no más, para asomarme a la
ventana
y ver pasar el inefable Ensueño,
vestido de violeta,
y con
toda la luz de la mañana,
de sus ojos divinos en la quieta
limpidez de la fontana...
Una flor en el camino
La muerta resucita cuando a tu amor me asomo,
la encuentro en tus
miradas inmensas y tranquilas,
y en toda tú... Sois ambas tan
parecidas como
tu rostro, que dos veces se copia en mis pupilas.
Es cierto: aquélla amaba la noche radiosa,
y tú siempre en las albas
tu ensueño complaciste.
(Por eso era más lirio, por eso eres más
rosa.)
Es cierto, aquélla hablaba; tú vives silenciosa,
y aquélla
era más pálida; pero tú eres más triste.
Ven acércate más! El campo umbrío...
¡Ven acércate más! El campo umbrío,
el cielo torvo y el ambiente
frío,
predisponen el alma a la tristeza.
Ven, apoya en mi hombro
tu cabeza;
así, juntos, muy juntos, dueño mío.
Hablemos de tu amor; ¡de aquel soñado
amor! Cuando el invierno
desolado
reina doquier, y pálidas se ahuyentan
la ilusión y la fe,
¡cómo calientan
los recuerdos benditos del pasado!
Ven, acércate más, mi dulce dueño . . .
y en tanto agita con
tenaz empeño
la niebla gris su colosal cimera,
sobre nosotros
vuelque la Quimera
el ánfora impalpable del Ensueño.
Viejo estribillo
¿Quién es
esa sirena de la voz tan doliente,
de las carnes tan blancas, de la
trenza tan bruna?
-Es un rayo de luna que se baña en la fuente,
es
un rayo de luna...
¿Quién
gritando mi nombre la morada recorre?
¿Quién me llama en las noches
con tan trémulo acento?
-Es un soplo de viento que solloza en la
torre,
es un soplo de viento...
¿Di, quién
eres, arcAngel cuyas alas se abrasan
en el fuego divino de la tarde y
que subes
por la gloria del éter?
-Son las nubes que pasan;
mira bien, son las nubes...
¿Quién
regó sus collares en el agua, Dios mío?
Lluvia son de diamantes en
azul terciopelo.
-Es la imagen del cielo que palpita en el río,
es
la imagen del cielo...
¡Oh,
Señor! ¡La belleza sólo es, pues, espejismo!
Nada más Tú eres cierto:
sé Tú mi último Dueño.
¿Dónde hallarte, en el éter, en la tierra, en
mí mismo?
-Un poquito de ensueño te guiará en cada abismo,
un
poquito de ensueño...
Y el buda de basalto sonreía
Aquella
tarde, en la alameda, loca
de amor, la dulce idolatrada mía
me
ofreció la eglantina de su boca.
Y el Buda de basalto sonreía...
Otro vino después, y sus
hechizos
me robó; dile cita, y en la umbría
nos trocamos epístolas
y rizos.
Y el Buda de basalto sonreía...
Hoy hace un año del amor
perdido.
Al sitio vuelvo y, como estoy rendido
tras largo caminar,
trepo a lo alto
del zócalo en que el símbolo reposa.
Derrotado y sangriento muere el día,
y en los brazos del Buda de
basalto
me sorprende la luna misteriosa.
Yo amaba lo azul con ardimiento...
Yo amaba lo azul con ardimiento:
las montañas excelsas, los
sutiles
crespones de zafir del firmamento,
el piélago sin fin,
cuyo lamento
arrulló mis ensueños juveniles.
Callaba mi laúd cuando despliega
cada estrella purisima su
broche,
el universo en la quietud navega,
y la luna, hoz de plata,
surge y siega
el haz de espesas sombras de la noche.
Cantaba, si la aurora descorría
en el Oriente sus rosados velos,
si el aljófar al campo descendía,
y el sol, urna de oro que se abría,
inundaba de luz todos los cielos.
Mas hoy amo la noche, la galana,
de dulce majestad, horas
tranquilas
y solemnes, la nubia soberana,
la de espléndida pompa
americana:
¡La noche tropical de tus pupilas!
Hoy esquivo del alba los sonrojos,
su saeta de oro me maltrata,
y el corazón, sin pena y sin enojos,
tan sólo ante lo negro de tus
ojos
como el iris del buho se dilata.
¿Qué encanto hubiera
semejante al tuyo,
oh, noche mía? ¡Tu beldad me asombra!
Yo, que
esplendores matutinos huyo,
¡dejo el alma que agite, cual cocuyo,
sus alas coruscantes en tu sombra!
Si siempre he de sentir esa mirada
fija en mi rostro, poderosa y
tierna,
¡adiós, por siempre adiós, rubia alborada!
doncella de la
veste sonrosada:
¡que reine en mi redor la noche eterna!
¡Oh, noche! Ven a mi llena de encanto;
mientras con vuelo
miesterioso avanzas,
nada más para ti será mi canto,
y en los
brunos repliegues de tu manto,
su cáliz abrirán mis esperanzas!