Reseña biografica
Poeta, ensayista y traductor
portugués nacido en Lisboa en 1888.
Es la figura más representativa de la poesia portuguesa del siglo XX. Sus
primeros años transcurrieron en Ciudad del Cabo mientras su padrastro
ocupaba el consulado de Portugal en Sudáfrica. A los diecisiete años
viajó a Lisboa, donde después de interrumpir estudios de Letras alternó el
trabajo de oficinista con su interés por la actividad literaria.
La influencia que en él ejercieron autores como Nietzsche, Milton y
Shakespeare, lo llevaron a traducir parte de sus obras y a producir los
primeros poemas en idioma inglés. Dirigió varias revistas y pronto se
convirtió en el propulsor del surrealismo portugués.
"Mensaje" fue su primera obra en portugués y única publicada en vida
del poeta. Parte de su obra está representada por los numerosos heterónimos
creados durante su vida, siendo los más importantes Alvaro de Campos,
Ricardo Reis y Alberto Caeiro.
Falleció en Lisboa en 1935. ©
Poemas de Fernando Pessoa:
Abdicación
Ah! La angustia, la abyecta rabia, la
desesperación...
Amor es lo esencial...
Autopsicografía*
Como si cada beso...
Coróname de rosas
Cosechadora
Cuando ella pasa
De: El pastor enamorado
El guardador
de rebaños
El viento, el viento alto
En la gran oscilación...
Esto
He pasado toda la noche
sin dormir, viendo...
Las rosas del jardín de
Adonis...*
Llueve en silencio, que esta lluvia es
muda...
Navidad
No quiero rosas, con tal que haya rosas...
No la que das, la
flor que tú eres quiero...(*)
¡No, no digas nada!
No tengas nada en las manos...
Oda (*)
Pierrot borracho
Poema XXIX
(**)
Reniego, lápiz partido...
Señor, serenas son...
Si alguien toca un día a
tu puerta...
Si, después que yo muera, se
quisiera escribir mi Biografia...
Si muero pronto
(**)
Si yo pudiera morder la
tierra toda
Suave, como tener madre
y hermanas...
Súbita mano de algún
fantasma oculto...
Tabaquería
Tengo tanto sentimiento...
Todas las cartas
de amor son ridículas...**
Todo, menos el tedio, me da
tedio...
Tu voz habla amorosa...
Ven a
sentarte conmigo, Lidia, a la orilla del río...*
Yo nunca guardé rebaños...* *
Abdicación
Tómame, oh noche
eterna, en tus
brazos y llámame hijo.
Yo soy un rey que
voluntariamente
abandoné mi
trono de ensueños y cansancios.
Mi espada, pesada en brazos
flojos, a manos viriles
y calmas entregué;
y mi cetro y
corona yo los dejé
en la antecámara, hechos pedazos.
Mi cota de malla, tan
inútil,
mis espuelas, de un tintineo tan fútil,
las dejé por la fría
escalinata.
Desvestí la realeza, cuerpo y alma,
y regresé a la noche antigua
y serena
como el paisaje al morir el día.
Versión de F.
Gutiérrez
Ah! La angustia, la abyecta rabia, la desesperación...
Ah! La angustia, la
abyecta rabia, la desesperación
De no yacer en mí mismo desnudo
Con ánimo de gritar, sin que sangre el seco corazón
En un último,
austero alarido!
Hablo -las palabras que digo son nada más un sonido:
Sufro -Soy
yo.
Ah, extraer de la música el secreto, el tono
De su alarido!
Ah, la furia -aflicción que grita en vano
Pues los gritos se
tensan
Y alcanzan el silencio traído por el aire
En la noche, nada
más allí!
Enero 15
de 1920
Versión de Rafael Díaz Borbón
Amor es lo esencial...
Amor es lo
esencial.
Sexo, mero accidente.
Puede ser igual
O diferente.
El hombre no es un animal:
Es carne inteligente,
Aunque algunas
veces enferma.
(5.4.35)
Versión de Rafael Díaz Borbón
Autopsicografía
El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
Que hasta finge
que es dolor
El dolor que de veras siente.
Y quienes leen lo que escribe,
Sienten, en el dolor leído,
No
los dos que el poeta vive
Sino aquél que no han tenido.
Y así va por su camino,
Distrayendo a la razón,
Ese tren sin
real destino
Que se llama corazón.
Versión de Santiago Kovadloff
Como si cada beso...
Como si cada beso
Fuera de despedida,
Cloé mía, besémonos, amando.
Tal vez ya nos
toque
En el hombro la mano que llama
A la barca que no viene sino
vacía;
Y que en el mismo haz
Ata lo que fuimos mutuamente
Y la
ajena suma universal de la vida.
Versión de F.
Gutiérrez
Coróname de rosas...*
Coróname de rosas,
de verdad coróname
De rosas
Rosas que al quemar
Sobre una frente queman
Demasiado Rápido!
Coróname de rosas
Y con el volátil follaje,
Que así sea.
(12.6.14)
(*) Ricardo Reis
Versión de Rafael Díaz
Borbón
Cosechadora
Pero no,
es abstracta, es un pájaro
De sonidos en el aire del encumbrado aire,
Y su alma canta sin molestar
Porque el canto es lo que la hace
cantar.
1932
Versión de Rafael Díaz Borbón
Cuando ella pasa
Sentado junto a la ventana,
A través de los cristales, empañados por
la nieve,
Veo su adorable imagen, la de ella, mientras
Pasa...
pasa... pasa de largo...
Sobre mí, la aflicción ha arrojado su velo:-
Una criatura menos
en este mundo
Y un Angel más en el cielo.
Sentado junto a la Ventana,
A través de los cristales, empañados
por la nieve,
Pienso que Veo su imagen, la de ella,
Que no pasa
ahora... que no pasa de largo...
Versión de Rafael
Díaz Borbón
De: el pastor enamorado
Alta en el cielo, va la luna de Primavera,
Pienso en ti y dentro de mí estás entera.
Aquí viene, por las grandes
praderas, corriendo hacia mí, la leve brisa.
Pienso en ti, murmuro tu
nombre; y no me siento yo: estoy feliz.
Mañana vendrás, irás conmigo
a recoger flores en la pradera.
Y yo iré contigo por las praderas
para verte recoger las flores.
Te veré mañana recolectando flores
conmigo en las praderas,
Pues cuando vengas mañana y caminemos juntos
por la pradera,
recogiendo las flores,
Se hará para mi la claridad y la verdad.
(6.7.14)
Versión de Rafael Díaz Borbón
El guardador de rebaños
Desde la ventana más alta de mi casa,
con un pañuelo blanco digo adiós
a mis versos, que viajan hacia la humanidad.
Y no estoy alegre ni triste.
Ése es el destino de los versos.
Los escribí y debo enseñárselos a todos
porque no puedo hacer lo contrario,
como la flor no puede esconder el color,
ni el río ocultar que corre,
ni el árbol ocultar que da frutos.
He aquí que ya van lejos, como si fuesen en la diligencia,
y yo siento pena sin querer,
igual que un dolor en el cuerpo.
¿Quién sabe quién los leerá?
¿Quién sabe a qué manos irán?
Flor, me cogió el destino para los ojos.
Árbol, me arrancaron los frutos para las bocas.
Río, el destino de mi agua era no quedarse en mí.
Me resigno y me siento casi alegre,
casi tan alegre como quien se cansa de estar triste.
¡Idos, idos de mí!
Pasa el árbol y se queda disperso por la Naturaleza.
Se marchita la flor y su polvo dura siempre.
Corre el río y entra en el mar y su agua es siempre la
que fue suya.
Paso y me quedo, como el Universo.
(**) De heterónimo Alberto Caeiro
El viento, el viento alto
El viento, alto en su elemento
Me hace más solo
-no me estoy
Lamentando, él se tiene que lamentar.
Es un sonido abstracto, insondable
venido del elusivo fin del
mundo.
Profundo es su significado.
Me habla el todo inexistente en él,
Cómo la virtud no es un
escudo, y
Cómo la mejor es estar en silencio.
(27.12.33)
Versión de Rafael Díaz Borbón
En la gran oscilación...
En la gran oscilación
Entre creer y no creer,
El corazón se
trastorna
Lleno de nada saber
Y, ajeno a lo que sabía
Por no saber lo que es,
Sólo un
instante le cabe
Que es el conocer la fe-
Fe que los astros conocen
Porque es la araña que está
En la
tela que ellos tejen,
Y es vida que había ya.
Esto
Dicen que pretendo o miento
En cuanto escribo. No hay tal cosa.
Simplemente
Siento imaginando.
No uso las cuerdas del corazón.
Todo cuanto sueño o pierdo,
Que pronto cae o muere en mí,
Es
como una terraza que mira
Hacia otra cosa más allá.
Esa cosa me
arrastra.
Y así escribo en medio
De las cosas no junto a mis pies,
Libre
de mi propia confusión,
preocupado por cuanto no es.
Sentir?
Dejemos al lector sentir!
(? 1933)
Versión de Rafael Díaz Borbón
He pasado toda la noche sin
dormir, viendo...
He pasado toda la noche
sin dormir, viendo,
sin espacio tu figura.
Y viéndola siempre de
maneras diferentes
de como ella me parece.
Hago pensamientos con el recuerdo de lo
que
es ella cuando me habla,
y en cada pensamiento cambia ella de
acuerdo
con su semejanza.
Amar es pensar.
Y yo casi me olvido
de sentir sólo pensando en ella.
No sé bien lo que quiero, incluso de
ella, y no
pienso más que en ella.
Tengo una gran distracción
animada.
Cuando deseo encontrarla
casi prefiero no encontrarla,
Para no tener que dejarla luego.
No sé bien lo que quiero, ni quiero
saber lo que
quiero. Quiero tan solo
Pensar en ella.
Nada le
pido a nadie, ni a ella, sino pensar.
Versión de Teodoro
Llorente
Las rosas del jardín de Adonis...*
Las rosas del jardín de Adonis
Son las que yo amo, Lydia, esas
efímeras rosas
Que en el día de su nacimiento,
En ese mismo día, mueren.
La luz es eterna para ellas, pues
Nacen con el sol cuando ya ha
salido, y se acaban
Antes que Apolo pudiera incluso
iniciar
Su
trayectoria visible.
Como ellas, déjanos hacer de nuestras vidas un día,-
Voluntariamente, Lydia, desconociendo
Que existe la
noche antes y después
El poquito que perduramos
(*) Ricardo Reis
(11.7.14)Versión de Rafael Díaz Borbón
Llueve en silencio, que esta lluvia es muda...
Llueve en silencio, que esta lluvia es muda
y no hace ruido sino con
sosiego.
El cielo duerme. Cuando el alma es viuda
de algo que
ignora, el sentimiento es ciego.
Llueve. De mí (de este que soy)
reniego...
Tan dulce es esta lluvia de escuchar
(no parece de nubes) que
parece
que no es lluvia, mas sólo un susurrar
que a sí mismo se
olvida cuando crece.
Llueve. Nada apetece...
No pasa el viento, cielo no hay que sienta.
Llueve lejana e
indistintamente,
como una cosa cierta que nos mienta,
como un
deseo grande que nos miente.
Llueve. Nada en mí siente...
Versión de Angel Crespo
Navidad
Un Dios ha nacido. Otros mueren. La realidad
Que no ha venido ni
se ha ido: un cambio de Error.
Tenemos ahora otra Eternidad,
Y
siempre lo pasado fué mejor.
Ciega, la ciencia trabaja en el inútil
suelo
Loca, la Fé vive el sueño de su culto.
Un nuevo Dios es una
palabra -o un nuevo sonido
No busques ni tampoco creas: todo está
oculto.
(? 1922)
Versión de Rafael Díaz Borbón
No quiero rosas, con tal que haya rosas...
No quiero
rosas, con tal que haya rosas.
Las quiero sólo cuando no las pueda
haber.
¿Qué voy a hacer con las cosas
que cualquier mano puede
coger?
No quiero la noche sino
cuando la aurora
la hizo diluirse en oro y azul.
Lo que mi alma ignora
eso es
lo que quiero poseer.
¿Para qué?... Si lo
supiese, no haría
versos para decir que aún no lo sé.
Tengo el alma pobre y
fría...
Ah, ¿con qué limosna la calentaré?...
Versión de F.
Gutiérrez
No la que das, la flor que tú eres quiero...(*)
No la que das, la flor
que tú eres quiero.
Por qué me niegas lo que no te pido.
Tiempo
habrá de que niegues
después de que hayas dado.
flor, ¡séme flor!
Si te cogiese avara
mano de infausta esfinge, tú perenne
sombra
errarás absurda
tras lo que nunca diste.
(*) Ricardo Reis
Versión de Angel
Crespo
¡No, no digas nada!
¡No: no digas nada!
Suponer lo que dirá
tu boca velada
es oírlo
ya.
Yo oí lo mejor
de lo que dirías.
Lo que eres no viene a la
flor
de las frases y los días.
Es mejor de lo que tu.
No digas nada: lo sé!
Gracia del cuerpo
desnudo
que invisible se ve.
No tengas nada en las manos... (*)
No tengas nada en las manos
ni una memoria en el alma,
que cuando un día en tus manos
pongan el óbolo último,
cuando las manos te abran
nada se te caiga de ellas.
¿Qué trono te quieren dar
que Atropos no te lo quite?
¿Qué
laurel que no se mustie
en lo arbitrios de Minos?
¿Qué horas que no te conviertan
en la estatura de sombra
que serás cuando de noche,
estés al fin del camino?
Coge las flores, mas déjalas
caer, apenas miradas.
Al sol
siéntate. Y abdica
para ser rey de ti mismo.
(*) Ricardo Reis
Versión de Angel
Crespo
Oda (*)
Para ser grande, sé entero: nada
Tuyo exageres o excluyas.
Sé todo
en cada cosa. Pon cuanto eres
En lo mínimo que hagas,
Por eso la
luna brilla toda
En cada lago, porque alta vive.
(*) De heterónimo
Ricardo Reis
Pierrot borracho
En las calles de la feria
de la feria desierta
sólo la luna llena
blanquea y clarea
las noches de la feria
en la noche entreabierta.
Sólo la luna alba
blanquea y clarea
la tierra calva
de abandono
y alba
alegría ajena.
Ebria blanquea
como por la arena
en las calles de feria,
de
la feria desierta
en la noche ya llena
de sombra entreabierta.
La luna boquea
en las calles de feria
desierta e incierta.
Poema XXIX (**)
No soy igual en lo que digo y escribo.
Cambio,
pero no cambio mucho.
El color de las flores no es el mismo bajo el
sol
que cuando una nube pasa
o cuando entra la noche
y las
flores son color de sombra.
Pero quien mira ve bien que son las
mismas flores.
Por eso cuando parezco no estar de acuerdo conmigo
fijaros bien en mí:
si estaba vuelto para la derecha
me volví
ahora para la izquierda,
pero soy siempre yo, asentado sobre los
mismos pies.
El mismo siempre, gracias al cielo y a la tierra
y a
mis ojos y oídos atentos
y a mi clara sencillez de alma.
(**) De heterónimo Alberto Caeiro
Reniego, lápiz partido...
Reniego, lápiz partido,
Todo cuanto deseé.
Y no soñé ser servido
De ir a donde nunca iré.
Paje embutido en harapos
Del triunfo que otros tuvieron,
Yo
podré amar estos trapos
Por ser cuanto a mí me dieron.
Sabré, príncipe mendigo,
Coger, con la buena gente,
Entre el
ondear del trigo
La amapola inteligente.
Señor, serenas son...
Señor, serenas son
Todas las horas
Que derrochamos, si en
Malgastarlas,
Como en un jarrón,
Colocamos flores.
No hay tristezas
Ni alegrías tampoco
En nuestra vida.
Luego
déjanos aprender,
irreflexivamente sabios,
A no vivirla.
Sino a dejarla flotar,
Tranquila, serena,
Permitiendo que los
niños
Sean nuestros profesores
y que nuestros ojos sean
Colmados por la Naturaleza.
A la orilla de la corriente,
Al borde ,de la carretera,
Cae erguida-
Siempre en el mismo
Respiro de luz
De estar vivos.
El tiempo pasa,
No
nos dice nada.
Crecemos envejecidos.
Déjanos aprender, como si
irónicamente,
Nos observara partir.
Es inútil mientras
Hacemos un gesto.
No hay resistencia
Al
dios cruel
Devorador sempiterno
De sus hijos.
Permítenos recoger las flores,
Permítenos humedecer
Éstas
nuestras manos
En los apacibles riachuelos,
De los cuales debemos
aprender
A ser apacibles como ellos.
Los girasoles siempre
Están mirando hacia el sol,
Déjanos
marchar de la vida
Tranquilos, sin abrigar
Siquiera el
remordimiento
De haber vivido.
(12.6.14)
Versión de Rafael Díaz Borbón
Si alguien toca un día a tu puerta...
Si alguien toca un día a tu puerta,
Diciendo que es un emisario
mío
No creas, ni aunque sea yo;
Que mi vanidoso orgullo no
intentaría
Tocar siquiera la puerta irreal del cielo.
Pero si,
naturalmente, y sin oír
A alguien tocar, la puerta fueras a abrir
Y encontraras alguien
como a la espera
De tocar, medita un poco.
Ese era Mi emisario y yo y lo que
intenta
Mi orgullo que desespera
¡Abre a quién no llama a tu puerta!
Si, después que yo muera, se quisiera escribir mi Biografia...
Si, después que yo muera, se quisiera escribir mi
Biografia,
Nada sería más simple.
Exactamente poseo dos fechas -la
de mi nacimiento y
la de muerte.
Entre una y otra todos los días me
pertenecen.
Soy fácil de describir.
He vivido como un loco.
He amado a las
cosas sin ningún sentimentalismo.
Nunca tuve un deseo que no pudiera
colmar, pues nunca anduve ciego.
Incluso escuchar para mí fué nada
más que un complemento del ver.
Comprendí que las cosas son reales y
totalmente diferentes una de otra:
Lo comprendí con los ojos, jamás
con el pensamiento.
Comprenderlo con el pensamiento hubiera sido
encontrarlas
todas iguales.
Un día me sentí dormido como un niño.
Cerré los ojos y dormí.
Y, a propósito, yo era el único poeta de la Naturaleza.
Versión de Rafael Díaz Borbón
Si muero pronto (**)
Si muero pronto,
Sin poder publicar ningún libro,
Sin ver la
cara que tienen mis versos en letras de molde,
Ruego, si se afligen a
causa de esto,
Que no se aflijan.
Si ocurre, era lo justo.
Aunque nadie imprima mis versos,
Si fueron bellos, tendrán
hermosura.
Y si son bellos, serán publicados:
Las raíces viven
soterradas
Pero las flores al aire libre y a la vista.
Así tiene
que ser y nadie ha de impedirlo.
Si muero pronto, oigan esto:
No
fui sino un niño que jugaba.
Fui idólatra como el sol y el agua,
Una religión que sólo los hombres ignoran.
Fui feliz porque no pedía
nada
Ni nada busqué.
Y no encontré nada
Salvo que la palabra
explicación no explica nada.
Mi deseo fue estar al sol o bajo la lluvia.
Al sol cuando había
sol,
Cuando llovía bajo la lluvia
(Y nunca de otro modo),
Sentir calor y frío y viento
Y no ir más lejos.
Quise una vez, pensé que me amarían.
No me quisieron.
La única
razón del desamor:
Así tenía que ser.
Me consolé en el sol y en la lluvia.
Me senté otra vez a la
puerta de mi casa.
El campo, al fin de cuentas, no es tan verde
Para los que son amados como para los que no lo son:
Sentir es
distraerse.
(**) De heterónimo Alberto Caeiros
Versión de Octavio
Paz
Si yo pudiera morder la tierra toda...
Si yo pudiera morder la
tierra toda
y sentirle el sabor sería más feliz por un momento...
Pero no siempre quiero ser feliz
es necesario ser de vez en cuando
infeliz para poder ser natural...
No todo es días de sol
y la
lluvia cuando falta mucho, se pide.
Por eso tomo la infelicidad con
la felicidad.
Naturalmente como quien no se extraña
con que
existan montañas y planicies y que haya rocas y hierbas...
Lo que es
necesario es ser natural y calmado en la felicidad o en la
infelicidad.
Sentir como quien mira. Pensar como quien anda,
y
cuando se ha de morir,
Recordar que el día muere y que el poniente
es bello y es bella la noche que queda.
Así es y así sea.
Versión de Teodoro
Llorente
Suave, como tener madre y hermanas...
Suave, como tener madre y
hermanas,
la tarde rica desciende...
No llueve ya, y el vasto cielo
es una gran sonrisa imperfecta...
Mi conciencia de tener conciencia de ti
es una prez,
y mi saberte sonriendo
es una flor mustia en mi pecho...
¡Ah, si fuésemos dos figuras
en una lejana vidriera!...
¡Ah, si fuésemos los dos colores
de una bandera de gloria!...
Estatua acéfala retirada a un lado,
polvorienta pila bautismal,
pendón de vencidos que tuviese escrito
en el centro este lema:
¡Victoria!"
Versión de
Rafael Díaz Borbón
Súbita mano de algún fantasma oculto...
Súbita mano de algún fantasma oculto
entre los pliegues de la
noche y de mi sueño
me sacude y yo despierto, y en el abandono
de la noche no diviso
gesto ni bulto.
Pero un terror antiguo, que insepulto
traigo en el corazón,
como de un trono
baja y se afirma mi señor y dueño
sin orden, sin meneo y sin
insulto.
Y yo siento mi vida de repente
presa por una cuerda de
Inconsciente
a cualquier mano nocturna que me guía.
Siento que soy nadie
salvo una sombra
de un bulto que no veo y que me asombra,
y en nada existo como
la tiniebla fría.
Versión de Teodoro
Llorente
Tabaquería*
No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
A parte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.
Ventanas de mi cuarto,
De mi cuarto de uno de los millones en el mundo que nadie sabe
quién es
(Y si supiesen, ¿qué sabrían?),
Dais al misterio de una calle cruzada constantemente por gente,
A una calle inaccesible a todos los pensamientos,
Real, imposiblemente real, cierta, desconocidamente cierta,
Con el misterio de las cosas bajo las piedras y los seres,
Con la muerte que mancha de humedad las paredes y hace
blancos los cabellos de los hombres,
Con el Destino que conduce la carroza de todo por el camino de
nada.
Estoy hoy vencido, como si supiese la verdad.
Estoy hoy lúcido, como si estuviese por morir,
Y no tuviese más hermandad con las cosas
Que la de una despedida, tornándose esta casa a este lado de la
calle
La hilera de vagones de un tren, y el silbido de una partida
Dentro de mi cabeza,
Y una sacudida de mis nervios y un chirriar de huesos al arrancar.
Estoy hoy perplejo, como quien pensó y halló y olvidó.
Estoy hoy dividido entre la lealtad que debo
A la Tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
Y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.
Fallé en todo.
Como no hice ningún propósito, tal vez todo fuese nada.
El aprendizaje que me dieron,
Descendí por la ventana trasera de la casa.
Fui al campo con grandes propósitos.
Pero allí sólo encontré yerbas y árboles,
Y cuando había gente era igual a la otra.
Me retiro de la ventana y me siento en una silla. ¿En qué he de
pensar?
¿Qué sé yo lo que seré, yo, que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? ¡Pienso ser tanta cosa!
¡Y hay tantos que piensan ser la misma cosa que no puede haber
tantos!
¿Genio? En este momento
Cien mil cerebros se piensan en sueños genios como yo,
Y la historia no señalará, ¿quién sabe? ni a uno,
No habrá sino un muladar para tantas futuras conquistas.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay tantos locos deschavetados con
tantas certezas!
Yo, que no tengo ninguna certeza, ¿soy más cierto o menos cierto?
No, ni en mí...
¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo
No están en esta hora genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas—
Sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas—,
Y quién sabe si realizables,
¿Nunca verán la luz del sol real ni hallaran oídos de nadie?
El mundo es de quien nace para conquistarlo
Y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga
razón.
He soñado más que Napoleón.
He abrazado contra el pecho hipotético más humanidades que
Cristo.
Hice filosofías en secreto que ningún Kant escribió.
Pero soy, y tal vez seré siempre, el de la buhardilla,
Aunque no viva en ella;
Seré siempre el que no nació para esto,
Seré siempre sólo el que tenía cualidades;
Seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al pie
de una pared sin puerta,
Y cantó la cantiga del Infinito en un gallinero,
Y escuchó la voz de Dios en un pozo cegado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Que me derrame la Naturaleza sobre la cabeza ardiente
Su sol, su lluvia, el viento que me despeina,
Y lo demás que venga si viene o que tenga que venir, o que no
venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
Conquistamos todo el mundo antes de levantarnos de la cama;
Pero nos despertamos y él es opaco,
Nos levantamos y es ajeno,
Salimos de casa y es la tierra entera,
Más el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.
(Come chocolates, niña;
¡Come chocolates!
Mira que no hay más metafísica en el mundo que la de los
chocolates.
Mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería.
¡Come, niña sucia, come!
¡Si pudiera yo comer chocolates con la misma verdad con que tú
los comes!
Pero yo pienso y, al quitarles el papel plateado, que es de estaño,
Arrojo todo al suelo, como tiré la vida.)
Pero queda al menos de la amargura de lo que nunca seré
La caligrafía rápida de estos versos,
Pórtico hendido hacia lo Imposible.
Pero al menos dedico a mí mismo un desprecio sin lágrimas,
Noble al menos por el gesto amplio con que arrojo
La ropa sucia que soy, sin motivo, para el decurso de las cosas,
Y me quedo en casa sin camisa.
(Tú que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
O diosa griega, concebida como estatua con vida,
O patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
O princesa de trovadores, gentilísima y colorida,
O marquesa del siglo dieciocho, escotada y distante,
O cocotte célebre del tiempo de nuestros padres,
O no sé qué moderno —no concibo bien qué—,
Todo eso, sea lo que fuera, lo que sea, si puede inspirar ¡qué
inspire!
Mi corazón es un balde vacío.
Como invocan espíritus los que invocan espíritus me invoco
Me invoco a mí mismo y nada encuentro.
Me acerco a la ventana y veo la calle con una nitidez absoluta.
Veo las tiendas, veo las aceras, veo los coches que pasan.
Veo los entes vivos vestidos que se cruzan,
Veo los perros que también existen,
Y todo esto me pesa como un condena al destierro,
Y todo esto es extranjero, como todo.)
Viví, estudié, amé y hasta creí,
Y hoy no hay mendigo al que no envidie sólo por no ser yo.
En cada uno miro los andrajos y las llagas y la mentira,
Y pienso: tal vez nunca hayas vivido ni estudiado ni amado ni
creído
(Porque es posible hacer la realidad de todo eso sin hacer
nada de eso);
Tal vez hayas existido apenas, como un lagarto a quien cortan
la cola
Y que es cola más acá del lagarto que se retuerce.
Hice de mí lo que no supe,
Y lo que pude hacer de mí no lo hice.
Vestí un disfraz equivocado.
Me tomaron enseguida por quien no era, y no lo desmentí, y me
perdí.
Cuando quise arrancarme la máscara,
Estaba pegada a la cara.
Cuando la arrojé y me vi en el espejo,
Ya había envejecido.
Estaba borracho, y no sabía vestir el disfraz que no me había
quitado.
Arrojé la mascara y dormí en el vestidor
Como un perro tolerado por la gerencia
Por ser inofensivo
Y voy a escribir esta historia para probar que soy sublime.
Esencia musical de mis versos inútiles,
quién pudiera encontrarte como cosas que yo hice,
Y no quedarme siempre enfrente de la Tabaquería de enfrente,
Pisoteando la conciencia de estar existiendo,
Como un tapete con el que tropieza un borracho
O la esterilla que los gitanos roban y no vale nada.
Pero el Dueño de la Tabaquería se asomó a la puerta y se quedó
en ella.
Lo miro con la incomodidad de la cabeza torcida
Y con la incomodidad de una alma que mal entiende.
Él morirá y yo moriré.
Él dejará el letrero, yo dejaré versos.
Y un día morirá el letrero y también mis versos.
Después morirá la calle donde estuvo el letrero,
Y la lengua en que fueron escritos los versos.
Morirá después el planeta girante en que todo esto sucedió.
En otros satélites de otros sistemas cualquier cosa como nosotros
Continuará haciendo cosas como versos y viviendo debajo de las
cosas como letreros,
Siempre una cosa frente a otra,
Siempre una cosa tan inútil como la otra.
Siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
Siempre el misterio del fondo tan cierto como el sueño del
misterio de la superficie,
Siempre ésta o aquella cosa o ni una ni la otra cosa.
Pero un hombre entró en la Tabaquería (¿a comprar tabaco?),
Y la realidad plausible cae de repente sobre mí.
Me incorporo a medias enérgico, convencido, humano,
Y voy a intentar escribir estos versos en los que digo lo contrario.
Enciendo un cigarro al pensar en escribirlos
Y saboreo en el cigarro la liberación de todos los pensamientos.
Sigo el humo como mi camino,
Y gozo, en un momento sensitivo y adecuado,
La liberación de todas las especulaciones
Y la conciencia de que la metafísica es la consecuencia de una
indisposición.
Después me reclino en la silla
Y sigo fumando.
Seguiré fumando hasta que el Destino me lo permita.
(Si me casase con la hija de mi lavandera
Tal vez sería feliz.)
Visto esto, me levanto de la silla. Me acerco a la ventana.
El hombre salió de la Tabaquería (¿guarda el cambio en el bolsillo
del pantalón?).
Ah, lo conozco: es Esteves sin metafísica.
(El Dueño de la Tabaquería llegó a la puerta.)
Como por un instinto divino, Esteves se volvió y me vio.
Hizo una señal de adiós, le grité ¡Adiós, Esteves!, y el universo
Se reconstruye en mí sin ideal ni esperanza, y el Dueño de la
Tabaquería sonrió.
*Álvaro de Campos
Versión de Miguel Angel Flores
Tengo tanto sentimiento...
Tengo tanto sentimiento
que es frecuente persuadirme
de que soy
sentimental,
mas reconozco, al medirme,
que todo esto es
pensamiento
que yo no sentí al final.
Tenemos, quienes vivimos,
una vida que es vivida
y otra vida
que es pensada,
y la única en que existimos
es la que está
dividida
entre la cierta y la errada.
Mas a cuál de verdadera
o errada el nombre conviene
nadie lo
sabrá explicar;
y vivimos de manera
que la vida que uno tiene
es la que él se ha de pensar.
Versión de Angel
Crespo
Todas las cartas de amor son ridículas...*
Todas las cartas de
amor son
ridículas.
No serían cartas de amor si no fuesen
ridículas.
También escribí en mi tiempo cartas de amor,
como las demás,
ridículas.
Las cartas de amor, si hay amor,
tienen que ser
ridículas.
Pero, al fin y al cabo,
sólo las criaturas que nunca escribieron cartas de amor
sí que son
ridículas.
Quién me diera el tiempo en que escribía
sin darme cuenta
cartas de amor
ridículas.
La verdad es que hoy mis recuerdos
de esas cartas de amor
sí que son
ridículos.
(Todas las palabras esdrújulas,
como los sentimientos esdrújulos,
son naturalmente
ridículas).
**Heterónimo A. Campos
Versión de Miguel Angel Flores
Todo menos el tedio me da tedio...
Todo menos el tedio me da tedio.
Quiero sin tener sosiego
sosegar.
Tomar la vida todos los días
Como un remedio,
De esos
remedios que hay para tomar.
Tanto aspiré, tanto soñé que tanto
De tantos tantos me hizo nada
en mí
Mis manos quedaron frías
Sólo de aguardar el encanto
De
aquel amor que las calentara al fin.
Frías, vacías, Así.
Tu voz habla amorosa...
Tu voz habla amorosa...
Tan tierna habla que me olvido
de que es falsa su blanda prosa.
Mi corazón desentristece.
Sí, así como la música
sugiere
lo que en la música no está,
mi corazón nada más quiere
que
la melodía que en ti hay...
¿Amarme? ¿Quién lo
creería? Habla
con la misma voz que nada dice
si eres una música que arrulla.
Yo oigo, ignoro, y soy feliz.
Ni hay felicidad falsa,
mientras dura es verdadera.
¿Qué importa lo que la verdad exalta
si soy feliz de esta manera?
Versión de Teodoro
Llorente
Ven a sentarte conmigo, Lidia, a la orilla del río...*
Ven a sentarte conmigo,
Lidia
a la orilla del río.
Con sosiego miremos su curso
y aprendamos que la vida pasa,
y no estamos cogidos de la mano.
(Enlacemos las manos.)
Pensemos después, niños adultos,
que la vida pasa y no se queda,
nada deja y nunca regresa,
va
hacia un mar muy lejano,
hacia el pie del Hado,
más lejos que los dioses.
Desenlacemos las manos,
que no vale la pena cansarnos.
Ya gocemos, ya no
gocemos,
pasamos como el río.
Más vale que sepamos pasar
silenciosamente y sin desasosiegos.
Sin amores, ni odios,
ni pasiones
que levanten la voz,
ni envidias que hagan a los ojos
moverse demasiado,
ni cuidados,
porque si los tuviese
el río también correría,
y siempre acabaría en el mar.
Amémonos tranquilamente,
pensando que podríamos,
si quisiéramos,
cambiar besos y abrazos y
caricias,
mas que más vale estar sentados
el uno junto al otro
oyendo correr al río y viéndolo.
Cojamos flores, cógelas tú
y déjalas
en tu regazo, y que su perfume suavice
este momento en
que sosegadamente
no creemos en nada,
paganos inocentes de la decadencia.
Por lo menos, si yo
fuera sombra antes,
te acordarás de mí
sin que mi recuerdo te queme
o te hiera o
te mueva,
porque nunca enlazamos las manos,
ni nos besamos
ni fuimos más que niños.
Y si antes que yo
llevases el óbolo
al barquero sombrío,
no sufriré cuando de ti me acuerde,
a mi
memoria has de ser suave
recordándote así, a la orilla del río,
pagana triste y con flores
en el regazo.
*Heterónimo Ricardo Reiss
Versión de Rafael Díaz Borbón
Yo nunca guardé rebaños... * *
Yo nunca guardé rebaños,
pero es como si los
guardara.
Mi alma es como un pastor,
conoce el viento y el sol
y
anda de la mano de las Estaciones
siguiendo y mirando.
Toda la paz de
la Naturaleza a solas
viene a sentarse a ni lado.
Pero permanezco
triste, como un atardecer
para nuestra imaginación,
cuando refresca en
el fondo de la planicie
y se siente que la noche ha entrado
como una
mariposa por la ventana.
Pero mi tristeza es sosiego
porque es natural y justa
y es lo que
debe haber en el alma
cuando piensa que ya existe
y las manos cogen
flores sin darse cuenta.
Con un ruido de cencerros
más allá de la curva del camino
mis
pensamientos están contentos.
Pensar molesta como andar bajo la lluvia
cuando el viento crece y
parece que llueve más.
No tengo ambiciones ni deseos.
Ser poeta no es una ambición mía.
Es mi manera de estar solo.
**Heterónimo Alberto Caeiro