"...Y yo te necesito, así como alimento,
así como del agua necesita la flor..."
"Marisa "
Francisco Bello
Reseña biografica
Poeta
mexicano nacido en Apaseo el Grande, Guanajuato, en 1833.
Estudió
Jurisprudencia en Ciudad de México, convirtiéndose en un apasionado
luchador político y defensor
de ideas liberales plasmadas en columnas de El Horóscopo,
La Idea, El Constitucional, La Luz de los Libres
y muchas otras publicaciones de la época.
Alternó la actividad
periodística con la poesia y a pesar de que no tuvo oportunidad de
estudiar los grandes
maestros, dejó una reconocida obra literaria.
En 1862, siendo
Teniente Coronel, asistió a las campañas de Querétaro, retirándose luego
en 1868 debido
a las heridas sufridas en batalla.
En 1882, resignado y pobre murió
dejando en la indigencia a sus tres hijos. ©
A...
A Inés Nataly
A Loreto
A Rosa
A una cruz
A una ex-bella
A una niña
A una ramera
Amor
Cantares
¡Déjala!
Desecho
Flor de un día
Hojas secas
Horas negras
Lejos de ti
Nada
No te olvido
Sombra
Una lágrima
A...
Por ti, mujer divina, en éxtasis levanto
las notas que despide mi
tétrico rabel;
por ti, mujer que enciendes el fuego sacrosanto
que
al cundir por mis venas enaltece mi ser.
Por ti, mujer divina,
hermosa luz sin sombra
transpórtame a los cielos excelsa beatitud,
y quisiera a tus plantas tenderlas por alfombra
las trémulas
estrellas que brillan en el tul.
Si a Dios por un momento su Fíat arrebatara
tan sólo me ocupara
de hacerte muy feliz
y sin goces al cielo ya la tierra dejara
por
dártelo ¡divina! por dártelos a ti.
Porque el amor inmenso que dentro el alma brota
ese amor le da
vida al muerto corazón,
así como da vida la transparente gota
al
pétalo rugado que el viento marchitó
Es tu alma como mi alma, ardiente como fuego
y mi alma sin tu
alma no puede ya vivir:
yo quiero poseerte y condenarme luego,
que
hasta la eterna gloria despreciara sin ti.
Yo que lloré perdida la luz de la esperanza
yo que el horrible
cáliz del dolor apuré,
aun miro, porque te amo, brillar en lontananza
un porvenir de dicha... Eres mi última fe.
Y yo te necesito, así como alimento,
así como del agua necesita
la flor,
así como las aves necesitan del viento,
así como la
tierra necesita del sol.
Si tomo entre mi mano esa tu mano blanca,
y la llevo a mi seno
convulso del placer,
yo siento que un suspiro del corazón se arranca,
suspiro que me lleva de Dios hasta el dosel.
Si vieras que de noche, rendido, abandonado,
aunque el sueño me
venza, pensando estoy en ti,
y tu virgíneo rostro de blanca luz
bañado
como Angel de mi guarda, le miro junto a mí.
II
En ti nada más pensando
y tu imagen siempre viendo,
y
contigo delirando,
y en sueños contigo hablando,
mi vida estoy
consumiendo.
Que mis pensamientos son
tuyos, tuya mi existencia,
y tuya la
pulsación
que agita mi corazón
con volcánica violencia.
Eres la dicha a que aspiro;
eres la luz con que veo;
eres aire
que respíro;
eres la Virgen que admiro;
eres el Dios en que creo.
III
Y yo , mujer, te
juro guardar inmaculado
en lo íntimo del alma tu divinal amor;
que
si tu amor me falta, seré desventurado;
y entonces, no lo dudes, me
arranco el corazón.
A Inés Nataly
Quiso mostrarte la clemencia santa
y te infundió su soberano aliento,
puso en tus ojos luz de firmamento
y del Angel el trino en tu
garganta.
Y admirándose al ver belleza tanta,
Baja -te dijo-
al valle del tormento,
y cuando el hombre en negro desaliento
clame: ¡NO EXISTE
DIOS! mírale y ¡canta!
Y tú, cisne del cielo, la armonía
nos revelas del cielo al
escucharte;
yo, que olvidando al cielo ya tenía,
enviada del Señor, quiero cantarte,
que aunque la fe del alma
apagó el llanto,
donde Dios se revela, allí le canto.
A Loreto
(En su día)
Feliz el que recuerda al llegar a su cumpleaños,
las horas que vinieron preñadas de placer;
feliz quien no ha sufrido
terribles desengaños;
feliz el que no bebe la copa de la hiel.
Feliz el que recoge sin pena en su camino
las flores de la vida
que el cielo perfumó;
feliz el que no lucha con bárbaro destino,
feliz el que no pierde, luchando, el corazón.
Feliz el que acaricia la faz de la esperanza;
feliz el que se
duerme soñándose feliz:
feliz el que despierto contempla en
lontananza
bordados de placeres, brillante porvenir.
Feliz el que transita su ruta de ilusiones,
llevando ante los
ojos la venda de la fe;
feliz el que no sabe qué negras decepciones
arrancan esa venda. Feliz el que cree.
¿Eres feliz, Loreto? ¿Iguales y tranquilas
tus horas se
desprenden, trayéndote quizá,
ventura tras ventura? ¿O acaso en tus
pupilas,
del infortunio sientes lás lágrimas temblar?
Yo miro en tu semblante un algo que entristece,
señora, yo
adivino que no eres tú feliz:
tal vez una esperanza en tu alma
desfallece;
tal vez, una creencia ha muerto para ti.
¿Por qué si Dios te hizo tan buena como hermosa,
tus ojos
impregnando con luces del Edén:
por qué permite, dime, que pena
silenciosa
tu corazón trucida, simpática mujer?
¿Por qué misterio triste tu seno deposita?
¿Por qué te enluta el
alma la noche de pesar?
¿Y por qué todos sufren, Loreto, en la
maldita
tierra, en la que se vierte de lágrimas raudal?
Nunca hablas de tu pena; pero sé que padeces,
aunque quieras tu
alma de mártir esconder.
A mí con tu tristeza, señora, me
entristeces,
que yo también padezco al verte padecer.
Feliz si yo pudiera, hermosa infortunada,
derramar en tu herida
un bálsamo feliz,
y tus pesares todos leer en tu mirada
y al
quitártelos todos, tomarlos para mí.
Feliz fuera, Loreto, si acaso conocieras
cuánto mi pecho apena tu
negro padecer,
y como te comprendo también me comprendieras,
que
dos infortunados compréndense muy bien.
Perdona si me atrevo tu pena a recordarte
en la bendita fecha que
marca tu natal;
ojalá que pudiera de gloria coronarte,
y a tus
pequeñas plantas el goce encadenar.
Coplero sin fortuna, sólo tengo mi lira,
que bárbaro destino de
luto la cubrió;
por eso es triste el canto, señora, que me inspira
el afecto que siente por ti mi corazón.
Dios quiera que tranquila resbale tu existencia;
Dios te dé más
placeres que goces me dio a mí;
Dios haga que te halaguen con su
divina esencia
las flores purpurinas, encanto del abril.
Dios quiera que recuerdes, en cada cumpleaños,
las horas que
pasaron preñadas de placer;
Dios quiera que no sufras terribles
desengaños;
Dios quiera que no apures... la copa de la hiel.
A Rosa
A tu
lado yo siento, Rosa mía,
que tenemos los dos un alma sola;
si
probara una gota de ambrosía
suspendida en tus labios de amapola,
A Dios le pido que mi pobre estrella
alumbre un porvenír de
venturanza,
y que siempre resbale tras tus huellas
la inmaculada
luz de la esperanza.
Ojalá que en tu senda sin abrojos
nunca el llanto humedezca tu
mejilla
ni el brillo apague de tus lindos ojos
donde mi cielo de
ventura brilla.
Porque tu goce mi tormento calma
y con tu pena el corazón me
hieres;
padece mi alma si padece tu alma,
y soy dichoso si dichosa
eres.
Que mi vida, mujer, mi vida entera
se halla en tal grado con la
tuya unida,
que la temible muerte no pudiera
arrebatar tu vida sin
mi vida.
Te amo, Rosa, como nunca he amado;
a tus pies encadeno mi
destino,
y a tu amor es final abrillantado
que encendiera el Señor
en su camino.
Tu mirada tiernísima concluye
de mi penar intenso la' violencia,
que tú eres el iris que destruye
la horrible tempestad de mi
existencia.
A tu lado la dicha me sofoca,
y mi ser se estremece de contento
cuando mi nombre de tu linda boca
embalsamado sale con tu aliento.
Y yo Rosa, te encuentro tan divina,
que un Angel envidiara tus
hechizos,
tan pura como el aura vespertina,
jugando de las olas
con los rizos.
Eres tú la ilusión de mis amores
y la diosa de mi alma enamorada,
isla preciosa de benditas flores
en un mar de pureza colocada.
Ensueño sacrosanto de ternura,
mi grande aspiración es poseerte;
si se agita la flor de mi ventura
el desengaño me dará la muerte.
II
Mas no, que pronto con eterna liga
para siempre mi bien, a
ti enlazado
teniéndome a tus pies arrodillado,
me oirás hermosa,
sin cesar decir:
A ti mujer, la de cabellos blondos,
de tez de raso, de inspirada
frente,
la de ojos lindos, la de boca riente
a ti te amo, no más, no más a ti.
A ti tan fina como
bucle de Angel,
tan blanca como hielo de Apenino,
hermosa cual
topacio golcondino,
a ti te amo, no mas, no mas a ti.
A ti, mujer tan noble
como el mártir,
a ti más tierno que de alondra el canto,
a ti más
pura que del niño el llanto,
a ti te amo, no más, no más a ti.
A una actriz
Intérprete feliz del pensamiento.
Angel que brillas en la gloria
humana,
ciñéndole a tu frente soberana
la espléndida corona del
talento.
Heroína del noble sentimiento,
no me admira el laurel que te
engalana;
porque sé que en la tierra mexicana
el genio tiene su mejor asiento.
Sigue de gloria con tu sueño
santo
y conquista renombre sin segundo
en la futura edad, que yo
entretanto,
al aplaudirte con afán profundo,
diré orgulloso en atrevido
canto:
nada envidias, ¡oh patria!, al Viejo Mundo.
A una exbella
¿Eres tú?... ¿Eres tú
la hada hermosa
a quien rendí mi corazón ingente?
¿Eres aquella
peregrina diosa
que despreció mi culto reverente?
¡Vade retro!,
¡infeliz!... vieja asquerosa,
negro cadáver de ilusión ardiente,
poema de un amor santo, divino,
forrado en indecente pergamino.
¡Oh, cuánto, cuánto padecer me hiciste.
De mi llanto de fuego te
reíste,
de mi fe candorosa te burlaste.
Todo al fin acabó... tú lo
quisiste,
que en la senda del vicio te arrojaste,
y has encontrado
en esa cloaca impura
una vejez infame y prematura.
Tu boca, ayer fragante como rosa,
se ha convertido en cueva
tenebrosa
depósito de perlas incesantes,
donde bailan un par de
flojos dientes;
y tu crencha tan fina, tan sedosa,
es ya mechón de
canas indecentes;
¿y así te amaba yo?... ¡terrible chasco!
si lo
que inspiras tú es solo... asco.
Pobre mujer, en tu vejez temida,
en la horrible vejez, que da
coraje,
eres muerta ilusión, fruta podrida,
árbol seco, cenizo,
sin ramaje;
mariposa en gusano convertida;
pavo real desnudo de
plumaje:
y qué ¿tu porvenir no te acobarda? ..
vete ¡por Dios!...
el hospital te aguarda.
Como el viento, fugaz es la hermosura;
es el lujo fantástica
quimera:
las flores se convierten en basura,
los trajes van a dar
a la hilachera,
y la epidermis de sin par blancura
es el forro de
horrible calavera,
y los ojos brillantes, primorosos,
se vuelven
agujeros asquerosos.
A una niña
Niña gentil que a la vida
despertaste alegre ayer,
como en Oriente despierta
la luz al amanecer.
Niña, que del oro cielo
viniste al mundo a caer,
como aljofarada gota
del nítido rosicler.
Y en inmaculada cuna
te remeciste después,
como ilusión que se mece
del sueño al dulce vaivén.
Niña de cabellos de oro
y de labios de clavel
Son de rosa tus mejillas
es de raso tu alba tez.
Es tu sonrisa inconsciente,
de Angel tu mirada es,
y como brilla una estrella
brilla el candor en tu sien.
Dichosa tú que del mundo
pasando vas el dintel,
sin sospechar que las flores
espinas tienen también.
En mi canto, bella niña,
le ruego al Dios de Israel,
que la virtud de tus años
tierno, en otros te dé.
Para que ese mundo, nunca,
con su lodo y fetidez,
ensucie de tu pureza
el blanquísimo glasé;
Qué siempre tú, mariposa
en primoroso vergel
hueles y en las flores halles
ánforas ricas de miel;
Que dé calor a tus alas
el santo sol de la fe,
y que jamás una espina
tus alas llegue a romper.
A
una ramera
Vitium in corde est idolum in altare
San Jerónimo
I
Mujer preciosa para el bien nacida,
mujer preciosa por mi mal hallada,
perla del solio del Señor caída
y en albañal inmundo sepultada;
cándida rosa en el Edén crecida
y
por manos infames deshojada;
cisne de cuello alabastrino y blando
en indecente bacanal cantando.
II
Objeto vil de mi pasión sublime,
ramera infame a quien el
alma adora.
¿Por qué ese Dios ha colocado, dime
el candor en tu
faz engañadora?
¿Por qué el reflejo de su gloria imprime
en tu
dulce mirar? ¿Por qué atesora
hechizos mil en tu redondo seno,
si
hay en tu corazón lodo y veneno?
III
Copa de bendición de llanto llena,
do el crimen su ponzoña
ha derramado;
Angel que el cielo abandonó sin pena,
y en brazos
del demonio ha entregado;
mujer más pura que la luz serena,
más
negra que la sombra del pecado,
oye y perdona si al cantarte lloro;
porque, Angel o demonio, yo te adoro.
IV
Por la senda del mundo yo vagaba
indiferente en medio de
los seres;
de la virtud y el vicio me burlaba,
me reí del amor, de
las mujeres,
que amar a una mujer nunca pensaba;
y hastiado de
pesares y placeres
siempre vivió con el amor en guerra
mi ya
gastado corazón de tierra.
V
Pero te ví… te ví… ¡Maldita hora
en que te ví, mujer!
Dejaste herida
a mi alma que te adora, como adora
el alma que de
llanto está nutrida;
horrible sufrimiento me devora,
que hiciste
la desgracia de mi vida.
Mas dolor tan inmenso, tan profundo,
no
lo cambio, mujer, por todo el mundo.
VI
¿Eres demonio que arrojó el infierno
para abrirme una
herida mal cerrada?
¿Eres un Angel que mandó el Eterno
a velar mi
existencia infortunada?
¿Este amor tan ardiente, tan interno,
me
enaltece, mujer, o me degrada?
No lo sé… no lo sé… yo pierdo el
juicio.
¿Eres el vicio tú? … ¡adoro el vicio!
VII
¡Ámame tú también! Seré tu esclavo,
tu pobre perro que
doquier te siga;
seré feliz si con mi sangre lavo
tu huella,
aunque al seguirte me persiga
ridículo y deshonra; al cabo... al
cabo,
nada me importa lo que el mundo diga.
Nada me importa tu
manchada historia
si a través de tus ojos veo la gloria.
VIII
Yo mendigo, mujer, y tú ramera,
descalzos por el mundo
marcharemos;
que el mundo nos desprecie cuando quiera,
en nuestro
amor un mundo encontraremos.
Y si, horrible miseria nos espera,
ni
de un rey por el otro la daremos;
que cubiertos de andrajos
asquerosos,
dos corazones latirán dichosos.
IX
Un calvario maldito hallé en la vida
en el que mis
creencias expiraron,
y al abrirme los hombres una herida,
de odio
profundo el alma me llenaron.
Por eso el alma de rencor henchida
odia lo que ellos aman, lo que amaron,
y a ti sola, mujer, a ti yo
entrego
todo ese amor que a los mortales niego.
X
Porque nací, mujer, para adorarte
y la vida sin ti me es
fastidiosa,
que mi único placer es contemplarte,
aunque tú halles
mi pasión odiosa,
yo, nunca, nunca, dejaré de amarte.
Ojalá que
tuviera alguna cosa
más que la vida y el honor, más cara
y por ti
sin violencia la inmolara.
XI
Sólo tengo una madre. ¡me ama tanto!
sus pechos mi niñez
alimentaron,
y mi sed apagó su tierno llanto,
y sus vigilias
hombre me formaron.
A ese Angel para mí tan santo,
última fe de
creencias que pasaron,
a ese Angel de bondad, ¡quién lo creyera!,
olvido por tu amor… ¡loca ramera!
XII
Sé que tu amor no me dará placeres,
sé que burlas mis
grandes sacrificios.
Eres tú la más vil de las mujeres;
conozco tu
maldad, tus artificios.
Pero te amo, mujer, te amo como eres;
amo
tu perversión, amo tus vicios,
y aunque maldigo el fuego en que me
inflamo,
mientras más vil te encuentro, más te amo.
XIII
Quiero besar tu planta a cada instante,
morir contigo de
placer beodo;
porque es tuya mi mente delirante,
y tuyo es ¡ay! mi
corazón de lodo.
Yo que soy en amores inconstante,
hoy me siento
por ti capaz de todo.
Por ti será mi corazón do imperas,
virtuoso,
criminal, lo que tú quieras.
XIV
Yo me siento con fuerza muy sobrada,
y hasta un niño me
vence sin empeño.
¿Soy águila que duerme encadenada,
o vil gusano
que titán me sueño?
Yo no sé si soy mucho, o si soy nada;
si soy
átomo grande o dios pequeño;
pero gusano o dios, débil o fuerte,
sólo sé que soy tuyo hasta la muerte.
XV
No me importa lo que eres, lo que has sido,
porque en vez
de razón para juzgarte,
yo sólo tengo de ternura henchido
gigante
corazón para adorarte.
Seré tu redención, seré tu olvido,
y de ese
fango vil vendré a sacarte;
que si los vicios en tu ser se imprimen
mi pasión es más grande que tu crimen.
XVI
Es tu amor nada más lo que ambiciono,
con tu imagen
soñando me desvelo;
de tu voz con el eco me emociono,
y por darte
la dicha que yo anhelo
si fuera rey, te regalara un trono;
si
fuera Dios, te regalara un cielo.
Y si Dios de ese Dios tan grande
fuera,
me arrojara a tus plantas, vil ramera.
Amor
¿Por qué si tus ojos miro
me miras tú con enojos,
cuando por
ellos deliro,
y a la luz del cielo admiro
en el éter de tus ojos?
Cansado de padecer
y cansado de cansarte,
y queriendo sin
querer,
finjo amor a otra mujer
con la ilusión de olvidarte.
No es mi estrella tan odiosa:
que en fugaces amoríos,
como ave
de rosa en rosa
yo voy de hermosa en hermosa
y no lamento desvíos;
Pero el favor de las bellas
irrita más la pasión
que ardiente
busca tus huellas,
y al ir mis ojos tras ellas
vuela a ti mi
corazón.
Así un proscrito tenía
goces en extraño suelo
y volvió a su
patria un día
por mirar en su agonía
la linda luz de su cielo.
De ti proscrito y dejando
las rosas por tus abrojos,
vuelvo a
tus pies suspirando,
por mirar agonizando
la linda luz de tus ojos.
Cantares
Te adoré como a una virgen
cuando conocí tu cara;
pero dejé de
adorarte
cuando conocí tu alma.
Cuestión de vida o muerte
son las pasiones,
si alguien lo
duda, deja
que se apasione.
Las heridas del alma
las cura el tiempo,
y por eso incurables
son en los viejos.
Los astros serán, mi vida,
más que tus ojos hermosos;
pero a
mi más que los astros
me gustan, linda, tus ojos.
¡Déjala!
Toma niña, este búcaro de flores;
tiene azucenas de gentil blancura
lirios fragantes y claveles rojos,
tiene también camelias, amaranto
y rosas sin abrojos,
rosas de raso, cuyo seno ofrecen
urnas de
almíbar con esencia pura,
que en sus broches de oro se estremecen.
Admítelas, amor de mis amores,
admítelas, mi encanto;
las
cristalinas gotas de mi llanto,
tibio llanto que brota
del alma de una madre que en ti piensa,
y por eso hallarás en
cada gota
emblema santo de ternura inmensa.
Una tarde de abril, así decía,
sollozante, mi esposa infortunada,
a mi hija indiferente que dormía
en su lecho de tablas reclinada;
y como Herminia, ¡nada!;
nada en su egoísmo respondía
a esa voz
que me estaba asesinando.
La madre entonces se alejó llorando,
y
ella en la tumba continuó durmiendo.
"Déjala dije, -tu dolor
comprendo..."
Despecho
I
Arcanidad terrible de la vida,
destino lleno de rigor sin
nombre,
infancia entre las sombras escondida,
aprieta sin piedad,
que das en hombre.
No esperes con tu golpe furibundo
avasallar mi soberano aliento:
es grande mi tormento como el mundo;
pero el alma es mayor que mi
tormento.
Y siempre aquí, con arrogante calma
de tus rencores la sin par
fiereza
afronto audaz, que la grandeza de alma,
aunque pequeño
soy, es mi grandeza.
Nunca al poder ni al oro me arrodillo,
y aunque me agobie padecer
tirano
me muero de hambre; pero no me humillo...
seré cadáver,
pero no gusano.
Bien, alma, ¡bien! porque jamás te humillas...
eres inmensa en tu
sufrir constante...
¡No mendigues la gloria de rodillas,
conquístala de pie, mártir gigante!
* * * * * * * * * * * *
* * * * * * * * *
Nací juguete de la vil
fortuna,
y me acompañan en fatal camino,
la negra sombra que bañó
mi cuna,
la negra mano que marcó mi sino.
A la luz de brillantes ilusiones
de la horrible verdad vi los
arcanos,
y fue mi alma festín de las pasiones
como el cuerpo es
festín de los gusanos.
Lloré por la esperanza asesinada,
pero tanto creció mi
desventura,
que traduje en sonora carcajada
la suprema expresión
de la amargura.
Al fin, cansado de mortal quebranto
adopté el estoicismo por
divisa:
tanto lloré, que se agotó mi llanto,
tanto reí que se
acabó mi risa.
Sin fe, sin juventud, la despreciada
vida infeliz indiferente
rueda...
con mi última ilusión evaporada
¿qué me queda en el
mundo?... ¿qué me queda?
Ya no tengo sonrisa ni gemido;
ni amo, ni aborrezco, ni
ambiciono,
que en indolencia criminal sumido
hasta mi propio
espíritu abandono.
Hora tras hora solitario pierdo
envuelto en bruma de oriental
pereza;
es mi goce sufrir con el recuerdo,
entregado al placer de
la tristeza.
Pláceme abrir heridas mal cerradas,
contemplando a la espalda de
los años,
ilusiones de fuego, sepultadas
en la nieve de horribles
desengaños.
II
También un tiempo ¡ay de mí!
tras de fantasmas risueños
desatinado corrí;
porque la razón perdí
entre marañas de sueños.
Lindo germen de ilusión,
de mi espíritu gastado
engendró loca
pasión...
soñó con la redención
mi frente de condenado.
En mi desencanto amé
creyendo que no creía,
y más desencanto
hallé...
¡imbécil! ¿por qué soñé,
cuando soñar no debía?
Amé a una mujer, como ama
quien amar no cree... su llanto
alzó
en mi ser una llama,
como alza fosfórea flama
la lluvia en el
camposanto.
Pero ¡ay! de aquellas historias
sólo guarda el corazón
recuerdos de muertas glorias,
memorias, sólo memorias son.
Porque mis sueños huyeron,
y mis amores volaron,
mis
esperanzas murieron,
y los placeres que fueron
luto en el alma
dejaron.
Hoy en negra decepción
los desprecios y el cariño,
mis
esperanzas murieron,
para mí lo mismo son...
en lugar de corazón
llevo el cadáver de un niño.
III
De luz imposible mi cráneo era foco
de luz imposible mis
sueños vestí;
pero ¡ay! que mis sueños febriles de loco
en mares
de sombra perdiéronse al fin.
El alma, la vida apenas soporta,
la paz de las tumbas, del alma
es la paz;
yo soy un pasado que a nadie le importa;
yo soy en la
tierra cadáver social.
¡Guay del que vegeta con sueños despierto!...
dormirse soñando es
muerto vivir...
yo vivo y no sueño, cadáver despierto,
del ser y
la nada parodia infeliz.
Al cielo pregunto con ansia indecible:
¿los mártires suben de
Dios al dosel?
el cielo se calla, y un eco terrible
me dice:
¡No sueñes... mentira es la fe!
Quien deja la vida
de luto y hastío
se vuelve a la nada que de ella salió,
tras esas
estrellas no hay más que vacío;
me dice: ¡No sueñes... mentira es la
fe!
El hombre, ese imbécil gusano pequeño,
de orgullo inflamado, se
juzga inmortal;
pero es la existencia la sombra del sueño
del
sueño que forja la nada quizá.
* * * * * * * * * * * *
* * * * * * * *
Señor, de la duda me asfixia el abismo,
te ruego que mandes a
mi alma infeliz
la fe sacrosanta o el negro ateísmo...
negar es
creer... dudar es sufrir.
Flor de un día
Yo di un eterno adiós a los placeres
cuando la pena doblegó mi
frente,
y me soñé, mujer, indiferente
al estúpido amor de las
mujeres.
En mi orgullo insensato yo creía
que estaba el mundo para mí
desierto,
y que en lugar de corazón tenía
una insensible lápida de
muerto.
Mas despertaste tú mis ilusiones
con embusteras frases de cariño,
y dejaron su tumba las pasiones
y te entregué mi corazón de niño.
No extraño que quisieras provocarme,
ni extraño que lograras
encenderme;
porque fuiste capaz de sospecharme,
pero no eres capaz
de comprenderme.
¿Me encendiste en amor con tus encantos,
porque nací con alma de
coplero,
y buscaste el incienso de mis cantos?...
¿Me crees, por
ventura, pebetero?
No esperes ya que tu piedad implore,
volviendo con mi amor a
importunarte;
aunque rendido el corazón te adore,
el orgullo me
ordena abandonarte.
Yo seguiré con mi penar impío,
mientras que gozas envidiable
calma;
tú me dejas la duda y el vacío,
y yo en cambio, mujer, te
dejo el alma.
Porque eterno será mi amor profundo,
que en ti pienso constante y
desgraciado,
como piensa en la gloria el condenado,
como piensa en
la vida el moribundo.
Hojas secas
Tú despertaste el alma descreída
del pobre que tranquilo y sin
ventura,
en el Gólgota horrible de la vida
agotaba su cáliz de
amargura.
Indiferente a mi fatal castigo
me acercaba a la puerta de la
parca.
Más infeliz que el último mendigo,
más orgulloso que el
primer monarca.
Pero te amé; que a tu capricho plugo
ennegrecer mi detestable
historia...
quien nació con entrañas de verdugo
sólo dando
tormento encuentra gloria.
Antes que te amara con delirio
viví con mis pesares resignado;
hoy mi vida es de sombra y de martirio;
hoy sufro lo que sufre un
condenado.
Perdió la fe mi vida pesarosa;
sólo hay abismos a mis pies
abiertos...
quiero morir... ¡feliz el que reposa
en el húmedo
lecho de los muertos!...
Nacer, crecer, morir. He aquí el destino
de cuanto el orbe
desgraciado encierra;
¿qué importa si al fin de mi camino
voy a
aumentar el polvo de la tierra?
¿Y qué la tempestad? ¿Qué la bonanza?
¿Ni qué importa mi futuro
incierto,
si ha muerto el corazón, y la esperanza
dentro del
corazón también ha muerto?...
¿Sabes por qué te amé?... Creí que el destino
te condenaba como a
mí, al quebranto,
y ebrio de amor, inmaterial, divino,
quise
mezclar mi llanto con tu llanto.
¡Ah!... ¡coqueta!... ¡coqueta!... yo veía
en ti de la virtud
excelsa palma...
¿ignoras que la vil coquetería
es el infame
lupanar del alma?
Di, ¡por piedad! ¿qué males te he causado?
¡Por qué me haces
sufrir?... Alma de roble,
buscar el corazón de un desgraciado
para
jugar con él, eso es... ¡innoble!
¿Me hiciste renacer al sentimiento
para burlarte de mi ardiente
llama?...
Te amo hasta el odio, y, al odiarte siento
que más y más
el corazón te ama.
Fuiste mi fe, mi redención, mi arcAngel,
te idolatró mi corazón
rendido.
Con la natura mística del Angel,
con el vigor de Lucifer
caído,
que tengo un alma ardiente y desgraciada
alma que mucho por amar
padece;
no sé si es miserable o elevada,
sólo sé que a ninguna se
parece.
Alma infeliz, do siempre se encontraron
el bien y el mal en
batallar eterno;
alma que Dios y Satanás forjaron
con luz de
gloria y lumbre del infierno.
Esta alma es la mitad de un alma errante,
que en mis sueños
febriles reproduzco,
y esa mitad que busco delirante,
nunca la
encontraré: pero... ¡la busco!
Soy viejo ya, mi vida se derrumba
y sueño aún con plácidos
amores,
que en vez del corazón llevo una tumba,
y los sepulcros
necesitan flores.
Te creí la mitad de mi ser mismo;
pero eres la expiación, y me
parece
ver en tu faz un atrayente abismo,
lleno de luz que ciega y
desvanece.
No eres mujer, porque la mente loca
te ve como faceta de
brillante
eres vapor que embriaga y que sofoca.
aérea visión,
espíritu quemante.
Yo que lucho soberbio con la suerte;
y que luchar con el demonio
puedo,
siento latir mi corazón al verte...
ya no quiero tu amor...
me causas miedo.
Tú me dejas, mujer, eterno luto;
pero mi amor ardiente necesito
arrancar de raíz; porque su fruto
es fruto de dolor, fruto maldito.
Quiero a los ojos arrancar la venda,
quiero volver a mi perdida
calma,
quiero arrancar mi amor, aunque comprenda
que al arrancar
mi amor, me arranque el alma.
Horas
negras
Huyó la dulce sonrisa
Nació el sarcasmo sangriento...
J. E.
Coplero a quien inspira el desencanto,
trovador sin
futuro y sin amores,
sobre la tumba de mis sueños canto
al colocar
mi búcaro de flores.
Odia el mundo mi canto descreído,
el estigma social tiznó mi
frente...
cárabo del dolor, cada gemido
me concita el sarcasmo de
la gente.
Sin luz el alma la ilusión desdeña,
el pesar no la irrita ni la
abate,
y ni la frente envejecida sueña,
y ni el leproso corazón me
late.
Repugna a todos mi fatal delirio
repelen todos mi sufrir eterno,
que brilla en mi aureola de martirio
la fatídica flama del infierno.
Devorado por negra pesadumbre
lanzo en vez de sollozos
carcajadas;
porque de infame crápula en la lumbre
arrojé mis
creencias adoradas.
En aras de la fe vertí mi llanto;
perdida ya la fe, busqué la
orgía;
pero el vicio acreció mi desencanto,
y el vicio, la virtud,
todo me hastía.
A mi gastado corazón de lodo
nada, en fin, es capaz de
conmoverlo,
y perezoso, indiferente a todo
no puedo ser feliz, ni
quiero serlo.
Mi vida ha sido decepción horrible,
el mundo sin piedad ha
envenenado
mi corazón que, un tiempo tan sensible,
no sufre al
encontrar un desgraciado.
Y si me duelo del dolor ajeno
mi risa burla ese dolor profundo,
que si a mi corazón queda algo bueno
me da vergüenza que lo sepa el
mundo.
Cuando la pena torturó mi vida,
la cruda pena la insulté yo
mismo,
porque soberbio disfracé la herida
con el torpe descaro del
cinismo.
En el albor de juventud sensible
amaba todo, porque fui creyente
yo deliré buscando lo imposible
y de mentiras se pobló mi frente.
Yo combatí con ánimo esforzado
contra la saña de mi suerte
adversa;
pero en la lucha atleta fatigado,
sentí agotarse mi
gigante fuerza.
Me presentó pensiles engañosos
en su espejo ese mundo fementido,
cual presenta cambiantes primorosos
débil burbuja en su cristal
fingido.
Yo también la ilusión vestí de gala
del placer en los carmenes
risueños,
yo también de Jacob fijé la escala
para subir al mundo
de los sueños.
Soñé con la virtud cándidos lirios
y quise, necio, de ilusión
beodo,
subir a la región de los delirios;
pero al querer subir,
caí en el lodo.
Yo rebusqué sediento de placeres,
de amistad y de amor las
emociones,
y turbas mil de amigos y mujeres
vinieron a matar mis
afecciones.
Al ver mis sentimientos chasqueados
burlé yo mismo mi amoroso
empeño,
y ya no alcé castillos encantados
sobre la base efímera
del sueño.
De mi pobre ilusión asesinada
los restos profanó mi ánima impía;
porque el cadáver de mi fe burlada
alumbré con las luces de la orgía.
Y di culto a ese mundo estrafalario,
y en mi gastada juventud
inquieta,
vestido de arlequín subí al calvario
y empapé con mi
llanto la careta.
En irritantes goces crapulosos
escarneciendo mi penar ingente,
hice cabriolas y tragué sollozos,
y lleno de ira divertí a la gente.
Mas penitente ya, sufro callando
y consumido de letal tristeza,
por la vía dolorosa voy cargando
la ridícula cruz de mi pobreza.
Histrión a quien el mundo no perdona,
héroe de carnaval, mártir
maldito,
un birrete de loco es mi corona
y por túnica llevo un
sambenito.
Y nutrido de negras decepciones,
avergonzado en mi vejez, reniego
del enjambre de locas ilusiones
que acarició mi juventud de fuego.
Ilusiones brillantes halagaban
a mi edad juvenil que yo maldigo,
y sediento de gloria me agitaban
sueños de rey en lecho de mendigo.
Soñé en la gloria con delirio tanto,
fue tal la audacia de la
mente loca,
que la gloria de Dios, único y santo,
a mi osada
ambición pareció poca.
Más Dios abate mi soberbia rara,
y encuentro justa la expiación
severa;
que si la gloria que soñé alcanzara
Satanás vencedor acaso
fuera.
Fue mi sueño una ráfaga ilusoria;
no existe ese laurel que busqué
loco,
que para darme mi imposible gloria
el orbe es nada, lo
infinito poco
Para pedir la gloria que yo anhelo
es débil, impotente la
palabra;
que desván estorboso encuentro el cielo
do el pensamiento
audaz se descalabra.
Ya no me importa mi dolor presente,
ya no me importa mi dolor
pasado,
el porvenir lo espero indiferente...
lo mismo es ser feliz
que desgraciado.
Sólo ambiciono de fastidio yerto,
cansado ya de perdurable
guerra,
el acostarme en mi cajón de muerto
dormir en paz debajo de
la tierra.
Lejos de ti
Lejos de ti, mujer encantadora,
sólo encuentro fastidio en
derredor;
fastidio horrible al corazón devora,
porque sin ti no
alienta el corazón.
Lejos de ti, el triste pensamiento
tu imagen halla sin
cesar doquier,
y tu imagen divina es mi tormento,
y tu imagen
divina es mi placer.
Lejos de ti, si miro a otras mujeres
radiantes de
belleza y juventud,
no ambiciono sus mágicos placeres.
que mi
único placer, linda, eres tú.
Lejos de ti, no encuentro qué me halague,
en ti pienso
las horas sin contar;
y al querer que la mente se divague,
entonces en ti pienso más y más.
Lejos de ti, de noche en mi retiro
es cuando más estoy
cerca de ti,
porque tu imagen en el sueño miro
bañada de pureza
junto a mí.
Lejos de ti, la vida es un desierto,
porque lejos de
ti, mujer estoy
como sin aire las canoras aves,
como sin agua
la marchita flor.
Lejos de ti, no vivo, bien lo sabes:
un horizonte
lúgubre, sin luz,
océano con lágrimas sin puerto,
un sudario
maldito, un ataúd.
Lejos de ti, mi vida es el hastío;
porque mi vida
absorbe la pasión,
como absorbe a la gloria de rocío
la arena del
desierto abrasador.
Lejos de ti, con júbilo muriera
si enterrarme quisieran
a tus pies,
y cadáver tus lágrimas sintiera
sobre mi yerto corazón
caer.
Lejos de ti, mi frente está abatida;
lejos de ti,
mujer no soy feliz;
lejos de ti, no quiero ni la vida,
que vivir no es, vivir
lejos de ti.
Nada
Nada es quien fue nada
Pirrón
Nadaba entre la nada. Sin empeño
a la vida, que es
nada, de improviso
vine a soñar que soy; porque Dios quiso
entre la nada levantar un sueño.
Dios, que es El Todo
y de la nada es dueño,
me hace un mundo soñar, porque es preciso;
Él, siendo Dios, de nada un paraíso
formó, nadando en eternal
ensueño.
¿Qué importa que en la nada confundida
vuelva a nadar, al fin,
esta soñada
vil existencia que la nada olvida,
nada fatal de la que fue sacada?…
¿Qué tiene esta ilusión que
llaman vida?...
Nada en su origen. -¿y en su extremo? -¡Nada!
No te olvido
¿Y temes que otro amor mi amor destruya?
Qué mal conoces lo que pasa
en mí;
no tengo más que un alma, que es ya tuya,
y un solo
corazón, que ya te di.
¿Y temes que placeres borrascosos
arranquen ¡ay! del corazón la
fe?
Para mí los placeres son odiosos;
en ti pensar es todo mi
placer.
Aquí abundan mujeres deslumbrantes,
reinas que esclavas de la
moda son,
y ataviadas de sedas y brillantes,
sus ojos queman, como
quema el sol.
De esas bellas fascinan los hechizos,
néctar manan sus labios de
carmín;
mas con su arte y su lujo y sus postizos,
ninguna puede
compararse a ti.
A pesar de su grande poderío,
carecen de tus gracias y virtud,
y todas ellas juntas, Angel mío,
valer no pueden lo que vales tú.
Es tan ingente tu sin par pureza,
y tan ingente tu hermosura es,
que alzar puede su templo la belleza
con el polvo que oprimes con tus
pies.
Con razón me consume negro hastío
desde que te hallas tú lejos de
aquí,
y con razón el pensamiento mío
sólo tiene memoria para ti.
Yo pienso en ti con ardoroso empeño,
y siempre miro tu divina
faz,
y pronuncio tu nombre cuando sueño,
y pronuncio tu nombre al
despertar.
Si del vaivén del mundo me retiro,
y ávido de estudiar quiero
leer,
entre las letras ¡ay! tu imagen miro,
tu linda imagen de mi
vida ser.
Late por ti mi corazón de fuego,
te necesito como el alma a Dios;
eres la virgen que idolatro ciego;
eres la gloria con que sueño yo.
Sombra
I
¿Quién eres, di, sombra errante,
que me sigues pertinaz,
y doquiera que la faz
vuelvo, te miro delante?
¿Eres la
memoria estuante
de lejano devaneo,
o al engendrarte el deseo
con mi propio
ser batallas?
¿Por qué sin saber do te hallas
en todas partes te
veo?
II
¿Eres éter desprendido
de la región impalpable,
por
mandato inexplicable
en fantasma convertido?
¿O de mi llanto
vertido
el vaporoso ardimiento
finge una forma en el viento,
forma que amo y acobarda?
¿Eres
el Angel de la guarda?,
¿eres mi remordimiento?
III
Cuando las noches sus mares
de sombra, en la tierra vierte
y en mi lecho caigo inerte,
nutrido de mil pesares;
dejando tal
vez tus lares
fantásticos, apareces,
y si el afán toma creces,
me levanto como loco,
por ver si tu sombra toco
y al punto te
desvaneces.
IV
Mi extraviada fantasía
con distintas formas pueblas
eres
luz en las tinieblas,
y sombra en la luz del día.
Inspiras a mi
ardentía
amor que extraña el espanto;
¿Por qué desde el camposanto
me
recuerdas, por mi mal,
una historia criminal
que santificó mi
llanto?
V
Te adoro, sombra imposible,
como el arcAngel enteo,
y
aunque nada, nada creo,
hoy me asombra lo increíble
sombra del
alma adorada.
¿Por qué no eres ¡ay! tangible,
sombra de la
infortunada
que mi labio en sueños nombra?
¿por qué no me vuelvo
sombra
para fundirme en tu nada?
VI
Sombra de la amada mía,
que brilla lánguidamente,
como
brilla una palente
estrella, en la noche umbría.
¿Por qué en mi
audaz fantasía
vives, memoria de ayer?
¡Oh!, ¡quién pudiera creer
que entre la bruma del sueño
amara con loco empeño
a un ser que no
puede ser!
VII
Te veo unas veces estela;
otras, estatua marmórea;
otras, visión incorpórea;
otras cual luna a quien cela
denso vapor
que la vela,
y otras como esos quemantes
rayos del sol, que
anhelantes
al entrar por el balcón,
fingen faja de crespón
llena de átomos brillantes.
VIII
Te adora intuitivamente,
y vuela, si estoy dormido,
mi
espíritu desprendido
tras tu forma transparente.
Ojalá nunca
lamente
por tu presencia exaltada
llegue a verte evaporada;
porque quiero al fenecer
dar a tu nada mi ser,
o ser con tu nada,
nada.
Una lágrima
Siempre hay vientos abrasadores
que pasan por el alma del hombre
y la desecan...
Lamenais
I
Yo, mujer, te adoré con el delirio
con que adoran los Angeles a Dios;
eras, mujer, el pudoroso lirio
que en los jardines del Edén brotó.
Eras la estrella que radió en Oriente,
argentando mi cielo con su
luz;
eras divina cual de Dios la frente;
eras la virgen de mis
sueños, tú.
Eras la flor que en mi fatal camino
escondida entre abrojos
encontré,
y el néctar de su cáliz purpurino,
delirante de amor,
loco apuré.
Eras de mi alma la sublime esencia;
me fascinaste como al Inca el
sol;
eras tú de mi amor santa creencia;
eras, en fin, mujer, mi
salvación.
Bajo prisma brillante de colores
me hiciste el universo
contemplar,
y a tu lado soñé de luz y flores
en Edén transparente de cristal.
En éxtasis de amor, loco de
celos,
con tu imagen soñando me embriagué:
y linda cual reina de
los cielos,
con los ojos del alma te miré.
* * * * * * * * * * * *
* * * * * *
* * * * * * * * * * * * * * * * * *
* * * * * * * * * * * * * *
* * * *
* * * * * * * * * * * * * * * * * *
II
¿No recuerdas,
mujer, cuando de hinojos
yo juntaba mi frente con tu frente,
tomando un beso de tus labios rojos,
y la luna miré, como en la
fuente,
reproducirse en tus divinos ojos?
¿No recuerdas, mujer, cuando extasiada
al penetrar de amor en el
sagrario,
languideció tu angélica mirada?...
tú eras una flor,
flor perfumada;
yo derramé la vida en tu nectario.
III
¡Mas todo es ilusión! ¡Todo se agota!
Nace la espina con
flor; ¿qué quieres?
de ponzoña letal cayó una gota
y el cáliz
amargo de los placeres.
Los gratos sueños que la amante embriagan
fantasmas son que al
despertar se alejan;
y si un instante al corazón halagan,
eterna
herida al corazón le dejan.
Tal es del hombre la terrible historia;
tal de mentira su fugaz
ventura:
tras un instante de mundana gloria
amarga hiel el corazón
apura.
Por eso al fin sin esperanza, triste,
murió mi corazón con su
delirio;
y al expirar, mujer, tú le pusiste
la punzante corona del
martirio.
Y seco yace en lecho funerario
el pobre corazón que hiciste
trizas;
tu amor le puso el tétrico sudario,
y un altar te levantan
sus cenizas.
Tras de la dicha que veló el misterio,
siguió cual sombra el
torcedor maldito,
trocando el cielo en triste cementerio...
confórmate, mujer... ¡estaba escrito!