Poemas de Angelo Poliziano:
Balada de las rosas
Balada V
Balada VIII
Balada XIII
Desgracia de amor
Estancias para un torneo
Oídme un poco amantes
Yo te doy gracias, amor
Balada de las rosas
Éranse en
derredor violetas, lises,
entre la hierba renacidas flores
de
azules, rojos, cálidos matices;
y pretendí que fueran sus olores
de tu rubio cabello los primores
con su vívida gracia engalanados.
Ya de
flores colmados pecho y brazo,
vi las rosas de múltiples colores:
volé a llenar, entonces, tu regazo,
pues eran tan suaves sus olores
que el corazón se desató en amores,
de dulce anhelo en júbilo
abrasado.
Y dije
para mí: Jamás podría
señalar d'estas rosas las más bellas;
unas
en su capullo todavía
otras pálidas, otras cual centellas
Amor
díjome entonces: Toma aquellas
que sobre las espinas han cuajado.
Cuando
abre sus pétalos la rosa
y más rosa es la rosa y más loada,
en tu
diadema será más hermosa
que en el rosal, del viento deshojada.
Niña: que sea en su esplendor cortada
la bella rosa del jardín
cerrado.
Versión de Carlos López Narváez
Balada V
Mirad que Amor me hizo un don ingrato,
pues me condujo a enamorarme en Prato.
Enamorado estoy de una doncella
a quien sólo de tarde en tarde veo.
Ni artes ni ruegos válenme con ella,
que envidia y celos miran mi deseo.
De cosecha esperanza no destella,
mas de tener sembrado el campo trato.
Mirad si amor me hizo un don ingrato,
que me condujo a enamorarme en Prato.
Balada VIII
Quien quiera ver la célica morada,
de mi Hipálita, busque la mirada.
De los ojas de Hipólita desciende
el Angel del Amor en llama
viva;
el pecho frío como un ascua enciende
y el ánima tan
dulcemente aviva
que cuando de la tierra se desprende
dice: "Al
Edén he sido transportada".
Quien quiera ver la célica morada,
de
mi Hipólita busque la mirada.
Versión de Carlos López Narváez
Balada XIII
¡Bienvenga Mayo
justador y gayo!
Bienvenga Primavera
que
prende los amores.
¡Muchachas! en hilera
con vuestros amadores.
¡Bienvenga Mayo
justador y gayo!
La que en
beldad florece
sea de amor la sierva,
porque no reverdece
la
edad como la yerba.
No se niegue superba
del sol al tibio rayo
con su amador en Mayo.
Versión de Carlos López Narváez
Desgracia de amor
Llorad,
piedras, mi dura maladanza:
es de otro la mies de mi labranza.
Siembro mi
campo y otro la cosecha;
cubre mis horas la fatiga en vano;
es de
otro el ave que mi sed acecha;
sólo la pluma quédame en la mano.
Otros calman la sed que me despecha;
otros ascienden, yo desciendo al
llano:
llorad, piedras, mi dura maladanza:
es de otros la mies de
mi labranza.
Versión de Carlos López Narváez
Estancias para un torneo
En indecisos años tempraneros,
vellidorando el rostro
adolescente,
sin probar del amor, dulces y fieros
los afanes que
prueba quien lo siente
Julio vivió sus días placenteros.
Siempre, más leve que la hoja al viento,
alterna, sin cesar, gozo
y tormento;
sigue al que huye, burla al que lo ronda,
y viene y va
como en el mar la onda.
Cándida Ella y de candor vestida,
con su traje de flores y de
hierba;
la crencha de oro en rizos esparcida,
su frente enmarca de
humildad superba.
Ríen en su redor Natura y Vida
porque todo lo
endulza y desacerba,
y en su porte de regias suavidades
la mirada
deshace tempestades.
El ámbito en contorno se hace ameno
al giro de sus luces
amorosas;
de júbilo celeste el rostro pleno
destella con el tinte
de las rosas.
El aura cede a su rumor divino
y el ave copia de su
voz el trino.
No: yo no soy la que tu mente ofusca,
digna de alta, de celeste
palma;
allá del Arno en la ribera etrusca
juré fidelidad en cuerpo
y alma.
Si tranquila sonríe, la mirada
viste de placidez el firmamento;
el ave, el bosque, a la presencia amada
susurran con el más dulce
lamento.
Es, por el prado yendo sosegada,
ritmo grácil de amor el
paso lento;
y la verdura, tras la blanda huella
con matices
innúmeros destella.
Cortejo fiel tus hijos acompaña,
¡oh Madre del Amor, Venus,
divina!
Céfiro, de rocío el prado baña
y en él sus mil aromas
disemina.
A su paso, en la vega y la montaña,
Flora sonríe blanca
y purpurina;
polícroma la grama reverdece
y en su propia hermosura
resplandece.
Entre tus armas encontré reclusa
la imagen que me enciende y
arrebata;
si la hórrida faz de la Medusa
he visto cómo al blando
Amor maltrata;
si de pavor mi ánima confusa
en tu seguro asilo se
recata;
si amor contigo a excelsitud me llama,
guíame, Diosa, al
puerto de la fama.
Versión de Carlos López Narváez
Oídme un poco, amantes
¡Ay! Oídme un poco, amantes,
si soy bien desventurado.
Una mujer
me ha sujetado,
y ahora no quiere. oír mis quejas.
Una mujer el corazón me ha quitado,
y ahora ni lo quiere ni me lo
devuelve;
me ha ceñido el cuello con un lazo ;
me abrasa, me
enciende:
Cuando grito no me escucha;
cuando lloro, ella se ríe;
si me sana ni me mata;
y me tiene por suyo aun en tanto dolor.
¡Ay! Oídme...
Es mucho
más bella que el sol,
más cruel que una serpiente:
Sus bellas
maneras y sus palabras
de dulzura el alma llenan:
Cuando ríe, al
momento
todo el cielo se serena.
Ésta mi bella sirena
me hace
morir con sus cantos.
¡Ay! Oídme...
Aquí
tienes mis huesos, aquí mi carne,
aquí mi corazón, aquí mi vida:
¡Oh cruel! ¿qué tratas de hacer con ellos?
Aquí tienes mi alma
desmayada.
¿Por qué renuevas mis heridas
y te muestras ávidas de
mi sangre?
Esta bella víbora sorda,
¿quién será que más la
encante?
¡Ay! Oídme...
Versión de Carlos López Narváez
Yo te doy gracias, Amor
Yo te doy
gracias, Amor,
de toda pena y tormento,
y de hoy más estoy
contento de todo dolor.
Contento estoy de cuanto he podido sufrir,
Señor, en tu hermoso reino;
ya que por tu merced, sin mérito mío,
me has dado tan gran prenda,
ya que me has hecho digno
de tan
bienaventurada sonrisa,
que al paraíso ha llevado mi corazón.
Yo te doy gracias,
Amor.
Al paraíso mi corazón han llevado
los bellos ojos risueños,
donde yo te vi, Amor, estar escondido
con tus llamas ardientes.
¡Oh, lindos ojos lucientes
que el corazón me habéis quitado!
Yo te doy gracias, Amor.
Ya temía yo por mi vida:
Mi señora
vestida de blanco
con sonrisa amorosa me socorrió
gozosa, bella y
honesta:
Matizada tenía la cabeza
de rosas y alhelíes,
y sus
ojos al sol vencen en su esplendor.
Yo te doy gracias, Amor.
Versión de Carlos López Narváez