"¿En qué lugar, en dónde, a qué deshoras
me dirás que te amo? Esto es urgente
porque la eternidad se nos acaba..."
"Cassandra"
Douglas Caslitonface="Carmine Tango"
Reseña biografica
Poeta y
ensayista mexicano nacido en Tuxtla Gutiérrez en1926.
Se radicó en
Ciudad de México desde 1949 cuando inició sus estudios de Filosofía y
Letras. Aunque escribió
sus primeros poemas antes de los dieciocho años, fue allí en la universidad
donde publicó «Horal» a la edad de
veintitrés años. Un recuento de sus poemas fue publicado por la UNAM en
1962.
En 1965 tras su visita a Cuba para servir como jurado del Premio
Casa de las Américas, sufrió un gran desencanto
con las tendencias izquierdistas, sentimiento que dejó plasmado en su libro
«Yuria» publicado en 1967.
Su obra tiene un marcado acento informal que
lo convierte en un poeta de todos los tiempos. Su prosa vehemente
y su verso sentido y sensual, nos hacen viajar por un mundo de
realidades vividas.
En 1985 recibió el Premio Nacional de Ciencias y
Artes. En 1986, con motivo de sus sesenta años, fue homenajeado
por la UNAM y el INBA. Ese mismo año el Gobierno del Estado de Tabasco le
entregó el Premio Juchimán de Plata.
En 1991, el Consejo Consultivo le otorgó la Presea Ciudad de México
y en 1994 el Senado de la República lo condecoró
con la medalla Belisario Domínguez.
Por su libro «Pieces of
Shadow» («Fragmentos de sombra»), Antologia de su poesia traducida al inglés
y editada en
edición bilingüe, obtuvo el Premio Mazatlán de Literatura
1996.
Tras una larga enfermedad falleció en Ciudad de México en
1999. ©
Algo sobre el poema:
En el año de 1961, en mayo, después de un viaje a Chiapas, el Viejo empezó a
esputar sangre. Lo llevamos al hospital y se le descubrió en un pulmón un
tumor canceroso del tamaño de una
bola de billar. El 15 de junio le hicieron una operación de caballo. Escribí
el poema a medida que descubrimos que mi padre estaba enfermo, que se vio
que tenía un cáncer pulmonar, que
fue operado e internado en un hospital, que le dieron radiaciones. Creíamos
que se había salvado. Lo llevamos a Acapulco pensando que estaba sano pero
en una alberca descubrimos que tenía ganglios subclaviculares y ya lo
trajimos a México para morirse. A medida que existía la amenaza tremenda de
la muerte, contra la que no se puede hacer nada, fue empezándose a hacer el
poema. En los primeros versos se habla del pasillo del sanatorio silencioso
donde hay una enfermera vestida de Angel, y va siguiendo el proceso de la
enfermedad hasta el momento de su muerte. Entonces empiezan las letanías,
todo aquello que era angustia y tortura mental, impotencia ante la muerte.
Todo fue siguiendo una secuencia lógica. El Viejo murió el 30 de octubre y
lo enterramos el 31. Viene luego una especie de letanía que fue inspirada
por unos obreros de la fábrica que teníamos los tres hermanos Sabines y que
en la noche del velorio, en la funeraria
Gayosso, se pusieron a rezar, a rezar en voz alta. Eso me impresionó mucho y
fue cuando a los pocos días yo escribí eso de: "No podrás morir, no podrás
morir, no podrás morir..."
Seguí escribiendo hasta los primeros días
de diciembre y terminé la primera parte. Casi todo el final de ésta fue
escrita en sonetos. Recurrí a esta forma para concretar mi emoción, como
para contenerla en un vaso, porque de lo contrario no hubiera podido
escribir nada, sobre todo aquellos primeros días cuando yo sentía su muerte
como mi muerte. León Felipe me dijo que lo
destantearon y que le había asombrado que yo pusiera los sonetos. Me
preguntó por qué. "Sencillamente porque allí estaban. Son como un vaso que
hay que llenar. La forma ya está hecha y como mis impulsos se aglomeraban,
eran una cosa tremenda, había que vaciarlos en un molde que ya existía. No
están escritos a la manera tradicional. Rompo el ritmo de algunos versos
pero está hecho a propósito para no caer en una poesia muy manoseada."
En diciembre de 1961, al terminar lo
que es la primera parte, yo creí que era ya el poema. Me dije: "Ya no vuelvo
a hablar más de la muerte, ya chole con la muerte. Basta. No vuelvo a
escribir
más sobre este tema". Me irritaba pensar que debía seguir hablando de la
muerte.
Los tres años siguientes escribía,
escribía, escribía y todo era un fracaso. Estaba pendiente algo. Un
día, en casa del pintor Alberto Gironella, amigo mío en esa época, estábamos
tomando
unos tragos y me regaló un libro, un tomote grande, sobre la muerte en la
literatura española en los siglos de oro. Hablamos acerca de la muerte, y yo
le dije lo que me había pasado, que desde hacía tres años, luego de la
muerte de mi padre, no había podido volver a escribir ninguna otra cosa.
Alberto me dijo que eso le había pasado en su pintura muchas veces pero que
lo mejor era meterse al tema de la muerte aunque irrite y duela. Y pensé que
tenía razón. Y empecé a escribir la segunda parte del poema: "Mientras
los niños crecen y las horas nos hablan,/ tú,
silenciosamente, lentamente te apagas". Y la escribí en veinte días.
La muerte ha sido una presencia
constante en mi poesia. Ya lo digo en un poema: "¿Quién me untó la muerte
en la planta de los pies el día de mi nacimiento?" Y es que mi vida ha
estado
marcada por la muerte. Pero desde la muerte de mi hijo Jaime a los veintidós
años no he querido hablar más. Dejémosla allí, no hablemos de ella, que se
olvide de mí por mucho tiempo.
Primera parte
1. Déjame reposar,
aflojar los músculos del corazón
y poner a dormitar el alma
para poder hablar,
para poder recordar estos días,
los más largos del tiempo.
Convalecemos de la angustia apenas
y estamos débiles, asustadizos,
despertando dos o tres veces de nuestro escaso sueño
para verte en la noche y saber que respiras.
Necesitamos despertar para estar más despiertos
en esta pesadilla llena de gentes y de ruidos.
Tú eres el tronco invulnerable y nosotros las ramas,
por eso es que este hachazo nos sacude.
Nunca frente a tu muerte nos paramos
a pensar en la muerte,
ni te hemos visto nunca sino como la fuerza y la alegría.
No lo sabemos bien, pero de pronto llega
un incesante aviso,
una escapada espada de la boca de Dios
que cae y cae y cae lentamente.
y he aquí que temblamos de miedo,
que nos ahoga el llanto contenido,
que nos aprieta la garganta el miedo.
Nos echamos a andar y no paramos
de andar jamás, después de medianoche,
en ese pasillo del sanatorio silencioso
donde hay una enfermera despierta de Angel.
Esperar que murieras era morir despacio,
estar goteando del tubo de la muerte,
morir poco, a pedazos.
No ha habido hora más larga que cuando no dormías,
ni túnel más espeso de horror y de miseria
que el que llenaban tus lamentos,
tu pobre cuerpo herido.
2. Del mar, también del mar,
de la tela del mar que nos envuelve,
de los golpes del mar y de su boca,
de su vagina oscura,
de su vómito,
de su pureza tétrica y profunda,
vienen la muerte, Dios, el aguacero
golpeando las persianas,
la noche, el viento.
De la tierra también,
de las raíces agudas de las casas,
del pie desnudo y sangrante de los árboles,
de algunas rocas viejas que no pueden moverse,
de lamentables charcos, ataúdes del agua,
de troncos derribados en que ahora duerme el rayo,
y de la yerba, que es la sombra de las ramas del cielo,
viene Dios, el manco de cien manos,
ciego de tantos ojos,
dulcísimo, impotente.
(Omniausente, lleno de amor,
el viejo sordo, sin hijos,
derrama su corazón en la copa de su vientre.)
De los huesos también,
de la sal más entera de la sangre,
del ácido más fiel,
del alma más profunda y verdadera,
del alimento más entusiasmado,
del hígado y del llanto,
viene el oleaje tenso de la muerte,
el frío sudor de la esperanza,
y viene Dios riendo.
Caminan los libros a la hoguera.
Se levanta el telón: aparece el mar.
(Yo no soy el autor del mar.)
3. Siete caídas
sufrió el elote de mi mano
antes de que mi hambre lo encontrara,
siete mil veces he muerto
y estoy risueño como en el primer día.
Nadie dirá: no supo de la vida
más que los bueyes, ni menos que las golondrinas.
Yo siempre he sido el hombre, amigo fiel del perro,
hijo de Dios desmemoriado,
hermano del viento.
¡A la chingada las lágrimas!, dije,
y me puse a llorar
como se ponen a parir.
Estoy descalzo, me gusta
pisar el agua y las piedras,
las mujeres, el tiempo,
me gusta pisar la yerba que crecerá sobre mi tumba
(si es que tengo tumba algún día).
Me gusta mi rosal de cera
en el jardín que la noche visita.
Me gustan mis abuelos de totomoste
y me gustan mis zapatos vacíos
esperándome como el día de mañana.
¡A la chingada la muerte!, dije,
sombra de mi sueño,
perversión de los Angeles,
y me entregué a morir
como una piedra al río,
como un disparo al vuelo de los pájaros.
4. Vamos a hablar del
Príncipe Cáncer,
Señor de los Pulmones, Varón de la Próstata,
que se divierte arrojando dardos
a los ovarios tersos, a las vaginas mustias,
a las ingles multitudinarias.
Mi padre tiene el ganglio más hermoso del cáncer
en la raíz del cuello, sobre la subclavia,
tubérculo del bueno de Dios,
ampolleta de la buena muerte,
y yo mando a la chingada a todos los soles del mundo.
El Señor Cáncer, El Señor Pendejo,
es sólo un instrumento en las manos obscuras
de los dulces personajes que hacen la vida.
En las cuatro gavetas del archivero de madera
guardo los nombres queridos,
la ropa de los fantasmas familiares,
las palabras que rondan
y mis pieles sucesivas.
También están los rostros de algunas mujeres,
los ojos amados y solos
y el beso casto del coito.
Y de las gavetas salen mis hijos.
¡Bien haya la sombra del árbol
llegando a la tierra,
porque es la luz que llega!
5. De las nueve de
la noche en adelante
viendo la televisión y conversando
estoy esperando la muerte de mi padre.
Desde hace tres meses, esperando.
En el trabajo y en la borrachera,
en la cama sin nadie y en el cuarto de niños,
en su dolor tan lleno y derramado,
su no dormir, su queja y su protesta,
en el tanque de oxígeno y las muelas
del día que amanece, buscando la esperanza.
Mirando su cadáver en los huesos
que es ahora mi padre,
e introduciendo agujas en las escasas venas,
tratando de meterle la vida, de soplarle
en la boca del aire...
(Me avergüenzo de mí hasta los pelos
por tratar de escribir estas cosas.
¡Maldito el que crea que esto es un poema!)
Quiero decir que no soy enfermero,
padrote de la muerte,
orador de panteones, alcahuete,
pinche de Dios, sacerdote de las penas.
Quiero decir que a mí me sobra el aire...
6. Te enterramos ayer.
Ayer te enterramos.
Te echamos tierra ayer.
Quedaste en la tierra ayer.
Estás rodeado de tierra
desde ayer.
Arriba y abajo y a los lados
por tus pies y por tu cabeza
está la tierra desde ayer.
Te metimos en la tierra,
te tapamos con tierra ayer.
Perteneces a la tierra
desde ayer.
Ayer te enterramos
en la tierra, ayer.
7. Madre generosa
de todos los muertos,
madre tierra, madre,
vagina del frío,
brazos de intemperie,
regazo del viento,
nido de la noche,
madre de la muerte,
recógelo, abrígalo,
desnúdalo, tómalo,
guárdalo, acábalo.
8. No podrás morir.
Debajo de la tierra
no podrás morir.
Sin agua y sin aire
no podrás morir.
Sin azúcar, sin leche,
sin frijoles, sin carne,
sin harina, sin higos,
no podrás morir.
Sin mujer y sin hijos
no podrás morir.
Debajo de la vida
no podrás morir.
En tu tanque de tierra
no podrás morir.
En tu caja de muerto
no podrás morir.
En tus venas sin sangre
no podrás morir.
En tu pecho vacío
no podrás morir.
En tu boca sin fuego
no podrás morir.
En tus ojos sin nadie
no podrás morir.
En tu carne sin llanto
no podrás morir.
No podrás morir.
No podrás morir.
No podrás morir.
Enterramos tu traje,
tus zapatos, el cáncer;
no podrás morir.
Tu silencio enterramos.
Tu cuerpo con candados.
Tus canas finas,
tu dolor clausurado.
No podrás morir.
9. Te fuiste no sé a dónde.
Te espera tu cuarto.
Mi mamá, Juan y Jorge
te estamos esperando.
Nos han dado abrazos
de condolencia, y recibimos
cartas, telegramas, noticias
de que te enterramos,
pero tu nieta más pequeña
te busca en el cuarto,
y todos, sin decirlo,
te estamos esperando.
10. Es un mal sueño largo,
una tonta película de espanto,
un túnel que no acaba
lleno de piedras y de charcos.
¡Qué tiempo éste, maldito,
que revuelve las horas y los años,
el sueño y la conciencia,
el ojo abierto y el morir despacio!
11. Recién parido
en el lecho de la muerte,
criatura de la paz, inmóvil, tierno,
recién niño del sol de rostro negro,
arrullado en la cuna del silencio,
mamando obscuridad, boca vacía,
ojo apagado, corazón desierto.
Pulmón sin aire, niño mío, viejo,
cielo enterrado y manantial aéreo
voy a volverme un llanto subterráneo
para echarte mis ojos en tu pecho.
12. Morir es
retirarse, hacerse a un lado,
ocultarse un momento, estarse quieto,
pasar el aire de una orilla a nado
y estar en todas partes en secreto.
Morir es olvidar, ser olvidado,
refugiarse desnudo en el discreto
calor de Dios, y en su cerrado
puño, crecer igual que un feto.
Morir es encenderse bocabajo
hacia el humo y el hueso y la caliza
y hacerse tierra y tierra con trabajo.
Apagarse es morir, lento y aprisa,
tomar la eternidad como a destajo
y repartir el alma en la ceniza.
13. Padre mío, señor
mío, hermano mío,
amigo de mi alma, tierno y fuerte,
saca tu cuerpo viejo, viejo mío,
saca tu cuerpo de la muerte.
Saca tu corazón igual que un río,
tu frente limpia en que aprendí a quererte,
tu brazo como un árbol en el frío,
saca todo tu cuerpo de la muerte.
Amo tus canas, tu mentón austero,
tu boca firme y tu mirada abierta,
tu pecho vasto y sólido y certero.
Estoy llamando, tirándote la puerta.
Parece que yo soy el que me muero:
¡padre mío, despierta!
14. No se ha roto
ese vaso en que bebiste,
ni la taza, ni el tubo, ni tu plato.
Ni se quemó la cama en que moriste,
ni sacrificamos un gato.
Te sobrevive todo. Todo existe
a pesar de tu muerte y de mi flato.
Parece que la vida nos embiste
igual que el cáncer sobre tu omoplato.
Te enterramos, te lloramos, te morimos,
te estás bien muerto y bien jodido y yermo
mientras pensamos en la que no hicimos
y queremos tenerte aunque
sea enfermo.
Nada de lo que fuiste, fuiste y fuimos
a no ser habitantes de tu infierno.
15. Papá por
treinta o por cuarenta años,
amigo de mi vida todo el tiempo,
protector de mi miedo, vaso mío,
palabra clara, corazón resuelto,
te has muerto cuando menos falta hacías,
cuando más falta me haces, padre, abuelo,
hijo y hermano mío, esponja de mi sangre,
pañuelo de mis ojos, almohada de mi sueño.
Te has muerto y me has matado un poco.
Porque no estás, ya no estaremos nunca
completos, en un sitio, de algún modo.
Algo le falta al mundo, y tú te has puesto
a empobrecerlo más, ya hacer a solas
tus gentes tristes y tu Dios contento.
(Noviembre 27)
16.
(Noviembre 27)
¿Será posible que abras los ojos y nos veas ahora?
¿Podrás oírnos?
¿Podrás sacar tus manos un momento?
Estamos a tu lado. Es nuestra fiesta,
tu cumpleaños, viejo.
Tu mujer y tus hijos, tus nueras y tus nietos
venimos a abrazarte, todos, viejo.
¡Tienes que estar oyendo!
No vayas a llorar como nosotros
porque tu muerte no es sino un pretexto
para llorar por todos,
por los que están viviendo.
Una pared caída nos separa,
sólo el cuerpo de Dios, sólo su cuerpo.
17. Me
acostumbré a guardarte, a llevarte lo mismo
que lleva uno su brazo, su cuerpo, su cabeza.
No eras distinto a mí, ni eras lo mismo.
Eras, cuando estoy triste, mi tristeza.
Eras, cuando caía, eras mi abismo,
cuando me levantaba, mi fortaleza.
Eras brisa y sudor y cataclismo
y eras el pan caliente sobre la mesa.
Amputado de ti, a medias hecho
hombre o sombra de ti, sólo tu hijo,
desmantelada el alma, abierto el pecho,
ofrezco a tu dolor un crucifijo:
te doy un palo, una piedra, un helecho,
mis hijos y mis días, y me aflijo.
* * * * *
Segunda parte
1.
Mientras los niños crecen, tú, con todos los muertos,
poco a poco te acabas.
Yo te he ido mirando a través de las noches
por encima del mármol, en tu pequeña casa.
Un día ya sin ojos, sin nariz, sin orejas,
otro día sin garganta,
la piel sobre tu frente agrietándose, hundiéndose,
tronchando obscuramente el trigal de tus canas.
Todo tú sumergido en humedad y gases
haciendo tus deshechos, tu desorden, tu alma,
cada vez más igual tu carne que tu traje,
más madera tus huesos y más huesos las tablas.
Tierra mojada donde había tu boca,
aire podrido, luz aniquilada,
el silencio tendido a todo tu tamaño
germinando burbujas bajo las hojas de agua.
(Flores dominicales a dos metros arriba
te quieren pasar besos y no te pasan nada.)
2.
Mientras los niños crecen y las horas nos hablan
tú, subterráneamente, lentamente, te apagas.
Lumbre enterrada y sola, pabilo de la sombra,
veta de horror para el que te escarba.
¡Es tan fácil decirte "padre mío"
y es tan difícil encontrarte, larva
de Dios, semilla de esperanza!
Quiero llorar a veces, y no quiero
llorar porque me pasas
como un derrumbe, porque pasas
como un viento tremendo, como un escalofrío
debajo de las sábanas,
como un gusano lento a lo largo del alma!
¡Si sólo se pudiera decir: "papá, cebolla,
polvo, cansancio, nada, nada, nada"!
¡Si con un trago te tragara!
¡Si con este dolor te apuñalara!
¡Si con este desvelo de memorias
-herida abierta, vómito de sangre-
te agarrara la cara!
Yo sé que tú ni yo,
ni un par de balbas,
ni un becerro de cobre, ni unas alas
sosteniendo la muerte, ni la espuma
en que naufraga el mar, ni -no-- las playas,
la arena, la sumisa piedra con viento y agua,
ni el árbol que es abuelo de su sombra,
ni nuestro sol, hijastro de sus ramas,
ni la fruta madura, incandescente,
ni la raíz de perlas y de escamas,
ni tu tío, ni tu chozno, ni tu hipo,
ni mi locura, y ni tus espaldas,
sabrán del tiempo obscuro que nos corre
desde las venas tibias a las canas.
(Tiempo vacío, ampolla de vinagre,
caracol recordando la resaca.)
He aquí que todo viene, todo pasa,
todo, todo se acaba.
¿Pero tú? ¿pero yo? ¿pero nosotros;
¿para qué levantamos la palabra?
¿de qué sirvió el amor?
¿cuál era la muralla
que detenía la muerte? ¿Dónde estaba
el niño negro de tu guarda?
Angeles degollados puse al pie de tu caja,
y te eché encima tierra, piedras, lágrimas,
para que ya no salgas, para que no salgas.
3. Sigue el
mundo su paso, rueda el tiempo
y van y vienen máscaras.
Amanece el dolor un día tras otro,
nos rodeamos de amigos y fantasmas,
parece a veces que un alambre estira
la sangre, que una flor estalla,
que el corazón da frutas, y el cansancio
canta.
Embrocados, bebiendo en la mujer y el trago,
apostando a crecer como las plantas,
fijos, inmóviles, girando
en la invisible llama.
Y mientras tú, el fuerte, el generoso,
el limpio de mentiras y de infamias,
guerrero de la paz, juez de victorias
-cedro del Líbano, robledal de Chiapas-
te ocultas en la tierra, te remohtas
a tu raíz obscura y desolada.
4. Un año o dos o tres,
te da lo mismo.
¿Cuál reloj en la muerte?, ¿qué campana
incesante, silenciosa, llama y llama?
¿qué subterránea voz no pronunciada?
¿qué grito hundido, hundiéndose, infinito
de los dientes atrás, en la garganta
aérea, flotante, para escamas?
¿Para esto vivir? ¿para sentir prestados
los brazos y las piernas y la cara,
arrendados al hoyo, entretenidos
los jugos en la cáscara?
¿para exprimir los ojos noche a noche
en el temblor obscuro de la cama,
remolino de quietas transparencias,
descendimiento de la náusea?
¿Para esto morir?
¿para inventar el alma,
el vestido de Dios, la eternidad, el agua
del aguacero de la muerte, la esperanza?
¿morir para pescar?
¿para atrapar con su red a la araña?
Estás sobre la playa de algodones
y tu marea de sombras sube y baja.
5. Mi madre sola, en
su vejez hundida,
sin dolor y sin lástima,
herida de tu muerte y de tu vida.
Esto dejaste. Su pasión enhiesta,
su celo firme, su labor sombría.
Árbol frutal a un paso de la leña,
su curvo sueño que te resucita.
Esto dejaste. Esto dejaste y no querías.
Pasó el viento. Quedaron de la casa
el pozo abierto y la raíz en ruinas.
Y es en vano llorar. Y si golpeas
las paredes de Dios, y si te arrancas
el pelo o la camisa,
nadie te oye jamás, nadie te mira.
No vuelve nadie, nada. No retorna
el polvo de oro de la vida.
Allí había una niña
En las hojas del plátano un pequeño
hombrecito dormía un sueño.
En un estanque, luz en agua.
Yo
contaba un cuento.
Mi madre pasaba interminablemente
alrededor nuestro.
En el
patio jugaba
con una rama un perro.
El sol -qué sol, qué lento
se tendía,
se estaba quieto.
Nadie sabía qué hacíamos,
nadie, qué hacemos.
Estábamos
hablando, moviéndonos,
yendo de un lado a otro,
las arrieras, la araña, nosotros, el
perro.
Todos estábamos en la casa
pero no sé porqué. Estábamos. Luego
el silencio.
Ya dije quién contaba un cuento.
Eso fue alguna vez porque
recuerdo
que fue cierto.
Amor mío, mi amor, amor hallado...Amor mío, mi
amor, amor hallado
de pronto en la ostra de la muerte.
Quiero comer
contigo, estar, amar contigo,
quiero tocarte, verte.Me lo digo, lo
dicen en mi cuerpo
los hilos de mi sangre acostumbrada,
lo dice este
dolor y mis zapatos
y mi boca y mi almohada.Te quiero,
amor, amor absurdamente,
tontamente, perdido, iluminado,
soñando rosas
e inventando estrellas
y diciéndote adiós yendo a tu lado.Te quiero
desde el poste de la esquina,
desde la alfombra de ese cuarto a solas,
en las sábanas tibias de tu cuerpo
donde se duerme un agua de
amapolas.Cabellera del
aire desvelado,
río de noche, platanar oscuro,
colmena ciega, amor
desenterrado,voy a seguir
tus pasos hacia arriba,
de tus pies a tu muslo y tu costado.
Boca de llanto, me llaman...
Boca de llanto, me llaman
tus pupilas negras,
me reclaman. Tus
labios
sin ti me besan.
¡Cómo has podido tener
la misma mirada
negra
con esos ojos
que ahora llevas!
Sonreíste. ¡Qué silencio,
qué falta de fiesta!
¡Cómo me puse
a buscarte
en tu sonrisa, cabeza
de tierra,
labios de tristeza!
No lloras, no llorarías
aunque quisieras;
tienes el rostro
apagado
de las ciegas.
Puedes reír. Yo te dejo
reír, aunque no puedas.
Casida de la tentadora
Todos te desean pero ninguno te ama.
Nadie puede quererte, serpiente,
porque no tienes amor,
porque estás seca como la paja seca
y no
das fruto.
Tienes el alma como la piel de los viejos.
Resígnate.
No puedes hacer más
sino encender las manos de los hombres
y
seducirlos con las promesas de tu cuerpo.
Alégrate. En esa profesión
del deseo
nadie como tú para simular inocencia
y para hechizar con
tus ojos inmensos.
Codiciada, prohibida....Codiciada,
prohibida,
cercana estás, a un paso, hechicera.
Te ofreces con los
ojos al que pasa,
al que te mira, madura, derramante,
al que pide tu
cuerpo como una tumba.
Joven maligna, virgen,
encendida, cerrada,
te estoy viendo y amando,
tu sangre alborotada,
tu cabeza girando y
ascendiendo,
tu cuerpo horizontal sobre las uvas y el humo.
Eres
perfecta, deseada.
Te amo a ti y a tu madre cuando estáis juntas.
Ella
es hermosa todavía y tiene
lo que tú no sabes.
No sé a quién prefiero
cuando te arregla el vestido
y te suelta para que busques el amor.
Cuando estuve en el mar era marino....
Cuando estuve en el mar
era marino
este dolor sin prisas.
Dame ahora tu boca:
me la
quiero comer con tu sonrisa.
Cuando estuve en el
cielo era celeste
este dolor urgente.
Dame ahora tu alma:
quiero clavarle el diente.
No me des nada, amor,
no me des nada:
yo te tomo en el viento,
te tomo del arroyo de la
sombra,
del giro de la luz y del silencio,
de la piel de las cosas
y de la sangre con que subo al tiempo.
Tú eres un surtidor aunque no
quieras
y yo soy el sediento.
No me hables, si
quieres, no me toques,
no me conozcas más, yo ya no existo.
Yo soy
sólo la vida que te acosa
y tú eres la muerte que resisto.
Después de todo -pero después de todo-...
Después de todo -pero
después de todo-
sólo se trata de acostarse juntos,
se trata de la
carne,
de los cuerpos desnudos,
lámpara de la muerte en el mundo.
Gloria degollada, sobreviviente
del tiempo sordomudo,
mezquina
paga de los que mueren juntos.
A la miseria del placer, eternidad,
condenaste la búsqueda, al
injusto
fracaso encadenaste sed,
clavaste el corazón a un muro.
Se trata de mi cuerpo al que bendigo,
contra el que lucho,
el
que ha de darme todo
en un silencio robusto
y el que se muere y
mata a menudo.
Soledad, márcame con tu pie desnudo,
aprieta mi corazón como las
uvas
y lléname la boca con su licor maduro.
El día
Amanecí sin ella.
Apenas si se mueve.
Recuerda.
(Mis ojos, mas delgados, la sueñan.)
¿Qué fácil es la ausencia?
En las hojas del tiempo
esa gota del día
resbala, tiembla.
El llanto fracasado
Roto, casi ciego, rabioso, aniquilado,
hueco como un tambor al que golpea la vida,
sin nadie pero solo,
respondiendo las mismas palabras para las mismas
cosas siempre,
muriendo absurdamente, llorando como niña, asqueado.
He aquí éste que queda, el que me queda todavía.
Háblenle de esperanza,
díganle lo que saben ustedes, lo que ignoran,
una palabra de alegría, otra de amor, que sueñe.
Todos los animales sobre la tierra duermen.
Sólo el hombre no duerme.
¿Han visto ustedes un gesto de ternura en el rostro de
un loco dormido?
¿Han visto un perro soñando con gaviotas?
¿Qué han visto?
Nadie sino el hombre pudo inventar el suicidio.
Las piedras mueren de muerte natural.
El agua no muere.
Sólo el hombre pudo inventar para el día la noche,
el hambre para el pan,
las rosas para la poesia.
Mortalmente triste sólo he visto a un gato, un día,
agonizando.
Yo no tengo la culpa de mis manos: es ella.
Pero no fue escrito:
Te faltará una mujer para cada día de amor.
Andarás, te dijeron, de un sitio a otro de la muerte
buscándote.
La vida no es fácil.
Es más fácil llorar, arrepentirse.
En Dios descansa el hombre.
Pero mi corazón no descansa,
no descansa mi muerte,
el día y la noche no descansan.
Diariamente se levantan los montes, el cielo se ilumina
el mar sube hacia el mar
los árboles llegan hasta los pájaros.
Sólo yo no me alumbro, no me levanto.
Háblenle de tragedias a un pescado.
A mí no me hagan caso.
Yo me río de ustedes que piensan que soy triste
como si la soledad o mi zapato
me apretaran el alma.
La yugular es la vena de la mujer.
Allí recibe al hombre.
Las mujeres se abren bajo el peso del hombre
como el mar bajo un muerto,
lo sepultan, lo envuelven,
lo incrustan en ovarios interminables,
lo hacen hijos e hijos…
Ellas quedan de pie,
paren de pie, esperando.
No me digan ustedes en dónde están mis ojos,
pregunten hacia dónde va mi corazón.
Les dejaré una cosa el día último,
la cosa más inútil y más amada de mí mismo,
la que soy yo y se mueve, inmóvil para entonces,
rota definitivamente.
Pero les dejaré también una palabra,
la que no he dicho aquí, inútil, amada.
Ahora vuelve el sol a dejarnos.
La tarde se cansa, descansa sobre el suelo, envejece.
Trenes distantes, voces, hasta campanas suenan.
Nada ha pasado.
Entonces se enviaban suspiros en las rosas...
Entonces se enviaban
suspiros en las rosas,
besos-palomas de balcón a balcón.
Pero la
sucia noche revolvía alfileres,
sábanas, rezos, cruces, luto de amor.
Caras agrias, en
sombra, el deseo encendió.
(Cuántos hijos tirados en paredes,
pañuelos, muslos, manos, por Dios!)
muro de agua, la
angustia, se levantó.
Humo rojo en mis venas. Transfigurado cielo.
De polvo a polvo soy.
Es la sombra del agua...
Es la sombra del agua
y el eco de un suspiro,
rastro de una
mirada,
memoria de una ausencia,
desnudo de mujer detrás de un
vidrio.
Está encerrada, muerta -dedo
del corazón, ella es tu anillo-,
distante del misterio,
fácil como un niño.
Gotas de luz llenaron
ojos vacíos,
y un cuerpo de hojas y alas
se fue al rocío.
Tómala con los ojos,
llénala ahora, amor mío.
Es tuya como de
nadie,
tuya como el suicidio.
Piedras que hundí en el aire,
maderas que ahogué en el río,
ved mi corazón flotando
sobre su cuerpo sencillo.
He aquí que tú estás sola y que estoy solo...He aquí que tú
estás sola y que estoy solo.
Haces tus cosas diariamente y piensas
y yo pienso y recuerdo y estoy solo.
A la misma hora nos recordamos
algo
y nos sufrimos. Como una droga mía y tuya
somos, y una locura
celular nos recorre
y una sangre rebelde y sin cansancio.
Se me va a
hacer llagas este cuerpo solo,
se me caerá la carne trozo a trozo.
Esto es lejía y muerte.
El
corrosivo estar, el malestar
muriendo es nuestra muerte.Ya no sé dónde
estás. Yo ya he olvidado
quién eres, dónde estás, cómo te llamas.
Yo
soy sólo una parte, sólo un brazo,
una mitad apenas, sólo un brazo.
Te
recuerdo en mi boca y en mis manos.
Con mi lengua y mis ojos y mis manos
te sé, sabes a amor, a dulce amor, a carne,
a siembra , a flor, hueles a
amor, a ti,
hueles a sal, sabes a sal, amor y a mí.
En mis labios te
sé, te reconozco,
y giras y eres y miras incansable
y toda tú me
suenas
dentro del corazón como mi sangre.
Te digo que estoy solo y que
me faltas.
Nos faltamos, amor, y nos morimos
y nada haremos ya sino
morirnos.
Esto lo sé, amor, esto sabemos.
Hoy y mañana, así, y cuando
estemos
en nuestros brazos simples y cansados,
me faltarás, amor, nos
faltaremos.
Los amorosos
Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más
insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que
abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
Su corazón les dice que
nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan
como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose
a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor.
Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre
se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no
esperan nada, pero esperan.
Saben que nunca han de
encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso
siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los
que siempre -¡que bueno!- han de estar solos.
Los
amorosos son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en
lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como
serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque
si se duermen se los comen los gusanos.
En la oscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un
lago.
Los amorosos son locos,
sólo locos,
sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus
cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de
las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad,
verídicamente,
de las que creen en el amor
como una lámpara de inagotable aceite.
Los amorosos juegan a
coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el
triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha
de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta
detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en
que trenes y gallos se despiden dolorosamente.Les llega
a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la
mano en el sexo,
complacidas,
a arroyos de agua tierna y a
cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción
no aprendida,
y se van llorando, llorando,
la hermosa vida.
Me doy cuenta de que me faltas...
Me doy cuenta de que me faltas
y de que te busco entre las
gentes, en el ruido,
pero todo es inútil.
Cuando me quedo solo
me quedo más solo
solo por todas partes y por ti y por mí.
No hago sino esperar.
Esperar todo el día hasta que no llegas.
Hasta que me duermo
y no
estás y no has llegado
y me quedo dormido
y terriblemente cansado
preguntando.
Amor, todos los días.
Aquí a mi lado, junto a mí,
haces falta.
Puedes empezar a leer esto
y cuando llegues aquí
empezar de nuevo.
Cierra estas palabras como un círculo,
como un
aro, échalo a rodar, enciéndelo.
Estas cosas giran en torno a mí
igual que moscas,
en mi garganta como moscas en un frasco.
Yo
estoy arruinado.
Estoy arruinado de mis huesos,
todo es
pesadumbre.
Me dueles
Mansamente,
insoportablemente, me dueles.
Toma mi cabeza. Córtame el cuello.
Nada queda de mí después de este amor.
Entre los escombros de
mi alma, búscame,
escúchame.
En algún sitio, mi voz sobreviviente,
llama,
pide tu asombro, tu iluminado silencio.
Atravesando muros,
atmósferas, edades,
tu rostro (tu rostro que parece que fuera cierto)
viene desde la muerte, desde antes
del primer día que despertara al
mundo.
¡Qué claridad de
rostro, qué ternura
de luz ensimismada,
qué dibujo de miel sobre
hojas de agua!
Amo tus ojos, amo, amo
tus ojos.
Soy como el hijo de tus ojos,
como una gota de tus ojos
soy.
Levántame. De entre tus pies levántame, recógeme,
del suelo,
de la sombra que pisas,
del rincón de tu cuarto que nunca ves en
sueños.
Levántame. Porque he caído de tus manos
y quiero vivir,
vivir, vivir.
Me gustó que lloraras
¡Qué blandos ojos
sobre tu falda!
No sé. Pero tenías
de todas partes, largas
mujeres, negras
aguas.
Quise decirte: hermana.
Para incestar contigo
rosas y
lágrimas.
Duele bastante, es cierto,
todo lo que se alcanza.
Es cierto,
duele
no tener nada.
¡Qué linda estás, tristeza:
cuando así callas!
¡Sácale con un
beso
todas las lágrimas!
¡Que el tiempo, ah,
te hiciera estatua!
Me tienes en tus manos...
Me tienes en tus manos
y me lees lo mismo que un libro.
Sabes lo que yo ignoro
y me dices
las cosas que no me digo.
Me aprendo en ti más que en mi mismo.
Eres como un milagro de todas horas,
como un dolor sin sitio.
Si
no fueras mujer fueras mi amigo.
A veces quiero hablarte de mujeres
que a un lado tuyo persigo.
Eres como el perdón
y yo soy como tu
hijo.
¿Qué buenos ojos tienes cuando estás conmigo?
¡Qué distante
te haces y qué ausente
cuando a la soledad te sacrifico!
Dulce
como tu nombre, como un higo,
me esperas en tu amor hasta que arribo.
Tú eres como mi casa,
eres como mi muerte, amor mío.
Mi corazón emprende...Mi corazón
emprende
de mi cuerpo a tu cuerpo último viaje.
Retoño de la luz,
agua de
las edades que en ti, perdida, nace.
Ven a mi sed. Ahora.
Después de
todo. Antes.
Ven a mi larga sed entretenida
en bocas, escasos
manantiales.
quiero esa arpa honda que en tu vientre
arrulla niños
salvajes.
Quiero esa tensa humedad que te palpita,
esa humedad de agua
que te arde.
Mujer, músculo suave.
La piel de un beso entre tus senos
de oscurecido oleaje
me navega en la boca
y mide sangre.
Tú
también. Y no es tarde.
Aún podemos morirnos uno en otro:
es
tuyo y mío ese lugar de nadie.
Mujer, ternura de odio, antigua madre,
quiero entrar, penetrarte,
veneno, llama, ausencia,
mar amargo y
amargo, atravesarte.
Cada célula es hembra, tierra abierta,
agua
abierta, cosa que se abre.
Yo nací para entrarte.
Soy la flecha en el
lomo de la gacela agonizante.
Por conocerte estoy,
grano de angustia
en corazón de ave.
Yo estaré sobre ti, y todas las mujeres
tendrán un
hombre encima en todas partes.
Mi corazón me recuerda que he de llorar...Mi corazón me
recuerda que he de llorar
por el tiempo que se ha ido, por el que se va.
Agua del tiempo que corre, muerte abajo,
tumba abajo, no volverá.
Me muero todos los días
sin darme cuenta, y está
mi cuerpo girando
en la palma de la muerte
como un trompo de verdad.
Hilo de mi sangre, ¿quién te enrollará?
Agua soy que tiene cuerpo,
la tierra la beberá.
Fuego soy, aire compacto,
no he de durar .
El viento sobre la tierra
tumba muertos, sobre el mar,
los siembra en hoyos de arena,
les echa cal.
Yo soy el tiempo que pasa,
es mi muerte la que va
en los relojes andando hacia atrás.
Miss X
Miss X, sí, la menuda Miss Equis,
llegó, por fin, a mi esperanza:
alrededor de sus ojos,
breve, infinita, sin saber nada.
Es ágil y limpia como el viento
tierno de la madrugada,
alegre y suave y honda
como la hierba bajo el agua.
Se pone triste a veces
con esa tristeza mural en su cara
hace ídolos rápidos
y dibuja preocupados fantasmas.
Yo creo que es como una niña
preguntándole cosas a una anciana,
como un burrito atolondrado
entrando a una cuidad, lleno de paja.
Tiene también una mujer madura
que le asusta de pronto la mirada
y se le mueve dentro y le deshace
a mordida de llanto las entrañas.
Miss X, sí, la que me ríe
y no quiere decir cómo se llama,
me ha dicho ahora, de pie sobre su sombra,
que me ama pero que no me ama.
Yo la dejo que mueva la cabeza
diciendo no y no, que así se cansa,
y mi beso en su mano le germina
bajo la piel en paz semilla de alas.
Ayer la luz estuvo
todo el día mojada,
y Miss X salió con una capa
sobre sus hombros, leve, enamorada.
Nunca ha sido tan niña, nunca
amante en el tiempo tan amada.
El pelo le cayó sobre la frente,
sobre sus ojos, mi alma.
La tomé de la mano, y anduvimos
toda la tarde de agua.
¡Ah, Miss X, escondida
flor del alba!
Usted no la amará, señor, no sabe.
Yo la veré mañana.
No es nada de tu cuerpo...No es nada de
tu cuerpo
ni tu piel, ni tus ojos, ni tu vientre,
ni ese lugar secreto
que los dos conocemos,
fosa de nuestra muerte, final de nuestro entierro.
No es tu boca -tu boca
que es igual que tu sexo-,
ni la reunión
exacta de tus pechos,
ni tu espalda dulcísima y suave,
ni tu ombligo
en que bebo.
Ni son tus muslos duros como el día,
ni tus rodillas de
marfil al fuego,
ni tus pies diminutos y sangrantes,
ni tu olor,ni tu
pelo.
No es tu mirada -¿qué es una mirada?-
triste luz descarriada,
paz sin dueño,
ni el álbum de tu oído, ni tus voces,
ni las ojeras que
te deja el sueño.
Ni es tu lengua de víbora tampoco,
flecha de avispas
en el aire ciego,
ni la humedad caliente de tu asfixia
que sostiene tu
beso.
No es nada de tu cuerpo,
ni una brizna, ni un pétalo,
ni una
gota, ni un grano, ni un momento.Es sólo este
lugar donde estuviste,
estos mis brazos tercos.
No es que muera de amor, muero de ti....No es que
muera de amor, muero de ti.
Muero de ti, amor, de amor de ti,
de
urgencia mía de mi piel de ti,
de mi alma, de ti y de mi boca
y del
insoportable que yo soy sin ti.Muero de ti y
de mi, muero de ambos,
de nosotros, de ese,
desgarrado, partido,
me
muero, te muero, lo morimos.Morimos en mi
cuarto en que estoy solo,
en mi cama en que faltas,
en la calle donde
mi brazo va vacío,
en el cine y los parques, los tranvías,
los lugares
donde mi hombro
acostumbra tu cabeza
y mi mano tu mano
y todo yo te sé como yo
mismo.Morimos en el
sitio que le he prestado al aire
para que estés fuera de mí,
y en el
lugar en que el aire se acaba
cuando te echo mi piel encima
y nos
conocemos en nosotros,
separados del mundo, dichosa, penetrada,
y cierto , interminable.Morimos, lo
sabemos, lo ignoran, nos morimos
entre los dos, ahora, separados,
del
uno al otro, diariamente,
cayéndonos en múltiples estatuas,
en gestos
que no vemos,
en nuestras manos que nos necesitan.Nos morimos,
amor, muero en tu vientre
que no muerdo ni beso,
en tus muslos
dulcísimos y vivos,
en tu carne sin fin, muero de máscaras,
de
triángulos oscuros e incesantes.
Muero de mi cuerpo y de tu cuerpo,
de
nuestra muerte ,amor, muero, morimos.
En el pozo de amor a todas horas,
inconsolable, a gritos,
dentro de mi, quiero decir, te llamo,
te
llaman los que nacen, los que vienen
de atrás, de ti, los que a ti
llegan.
Nos morimos, amor, y nada hacemos
sino morirnos más, hora tras
hora,
y escribirnos y hablarnos y morirnos.
No hay más. Sólo mujer para alegrarnos...
No hay más. Sólo mujer para alegrarnos,
sólo ojos de mujer para
reconfortarnos,
sólo cuerpos desnudos,
territorios en que no se cansa
el hombre.
Si no es posible dedicarse a Dios
en la época del
crecimiento,
¿qué darle al corazón afligido
sino el círculo de muerte
necesaria
que es la mujer?
Estamos en el sexo, belleza pura,
corazón solo y limpio.
Pequeña del amor, tú no lo sabes...
Pequeña del amor, tú no
lo sabes,
tú no puedes saberlo todavía,
no me conmueve tu voz
ni el Angel de tu boca fría,
ni tus reacciones de sándalo
en que
perfumas y expiras,
ni tu mirada de virgen
crucificada y ardida.
No me conmueve tu angustia
tan bien dicha,
ni tu sollozar
callado
y sin salida.
No me conmueven tus gestos
de melancolía,
ni tu anhelar, ni tu
espera,
ni la herida
de que me hablas afligida.
Me conmueves toda tú
representando tu vida
con esa pasión tan
torpe
y tan limpia,
como el que quiere matarse
para contar: soy
suicida.
Hoja que apenas se mueve
ya se siente desprendida:
voy a
seguirte queriendo
todo el día.
¡Qué risueño contacto el de tus ojos...
¡Qué risueño contacto el de tus ojos,
ligeros como palomas asustadas
a la orilla
del agua!
!Qué rápido contacto el de tus ojos
con mi mirada!
¿Quién eres tú? !Qué importa!
A pesar de ti misma,
hay en tus
ojos una breve palabra
enigmática.
No quiero saberla. Me gustas
mirándome de lado,
escondida, asustada.
Así puedo pensar que huyes de algo,
de mí o de ti, de nada,
de esas tentaciones que dicen que persiguen a la mujer casada.
Se ha vuelto llanto este dolor ahora...
Se ha vuelto llanto
este dolor ahora
y es bueno que así sea.
Bailemos, amemos,
Melibea.
Flor de este viento dulce que me tiene,
rama de mi congoja:
desátame, amor mío, hoja por hoja,
mécete aquí en mis sueños,
te arropo con mi sangre, ésta es tu
cuna:
déjame que te bese una por una,
mujeres tú, mujer, coral de espuma.
Rosario, sí, Dolores
cuando Andrea,
déjame que te llore y que te vea.
Me he vuelto llanto nada más ahora
y te arrullo, mujer, llora que
llora.
Sitio de amor, lugar en que he vivido...
Sitio de amor, lugar en
que he vivido
de lejos, tú, ignorada,
amada que he callado, mirada
que no he visto,
mentira que me dije y no he creído:
en esta hora
en que los dos, sin ambos,
a llanto y odio y muerte nos quisimos,
estoy, no sé si estoy, ¡si yo estuviera!,
queriéndote, llorándome,
perdido.
(Esta es la última vez
que yo te quiero.
En serio te lo digo.)
Cosas que no conozco,
que no he aprendido,
contigo, ahora, aquí, las he aprendido.
En ti creció mi
corazón.
En ti mi angustia se hizo.
Amada, lugar en que descanso,
silencio en que me aflijo.
( Cuando miro tus ojos
pienso en un hijo. )
Hay horas, horas,
horas, en que estás tan ausente
que todo te lo digo.
Tu corazón a flor de
piel, tus manos,
tu sonrisa perdida alrededor de un grito,
ese tu
corazón de nuevo, tan pobre, tan sencillo,
y ese tu andar buscándome
por donde yo no he ido:
todo eso que tu haces y
no haces a veces
es como para estarse peleando contigo.
Niña de los espantos,
mi corazón caído,
ya ves, amada, niña, que cosas digo.
Sólo en sueños...
Sólo en sueños,
sólo
en el otro mundo del sueño te consigo,
a ciertas horas, cuando cierro
puertas
detrás de mí.
¡Con qué desprecio he visto a los que
sueñan,
y ahora estoy preso en su sortilegio,
atrapado en su red!
¡Con qué morboso deleite te introduzco
en la casa abandonada, y te
amo mil veces
de la misma manera distinta!
Esos sitios que tú y yo
conocemos
nos esperan todas las noches
como una vieja cama
y hay cosas en lo oscuro que nos sonríen.
Me gusta decirte lo de siempre
y mis manos adoran tu pelo
y te
estrecho, poco a poco, hasta mi sangre.
Pequeña y dulce, te abrazas a
mi abrazo,
y con mi mano en tu boca, te busco y te busco.
A veces
lo recuerdo. A veces
sólo el cuerpo cansado me lo dice.
Al duro
amanecer estás desvaneciéndote
y entre mis brazos sólo queda tu
sombra.
Te desnudas igual que si estuvieras sola...Te
desnudas igual que si estuvieras sola
y de pronto descubres que estás
conmigo.
¡Cómo te quiero entonces
entre las sábanas y el frío!
Te pones a flirtearme como a un desconocido
y yo te hago la corte
ceremonioso y tibio.
Pienso que soy tu esposo
y que me engañas
conmigo.
¡Y como nos queremos
entonces en la risa
de hallarnos solos en el amor prohibido!
(Después, cuando pasó, te tengo miedo
y siento un escalofrío.)
Te quiero porque tienes....Te quiero
porque tienes
las partes de la mujer en el lugar preciso
y estás completa.
No te falta ni un pétalo,
ni un olor, ni una
sombra.Colocada en tu
alma,
dispuesta a ser rocío en la yerba del mundo,
leche de luna en
las oscuras hojas.
Quizás me ves,
tal vez, acaso un día,
en una
lámpara apagada,
en un rincón del cuarto donde duermes,
soy la mancha,
un punto en la pared,
alguna raya que tus ojos, sin ti,
se quedan viendo.Quizás me
reconoces
como una hora antigua
cuando a solas preguntas, te
interrogas
con el cuerpo cerrado y sin respuesta.Soy una
cicatriz que ya no existe,
un beso ya lavado por el tiempo,
un amor y
otro amor que ya enterraste.
Pero estás en mis manos y me tienes
y en
tus manos estoy, brasa, ceniza,
para secar tus lágrimas que lloro.¿En qué lugar,
en dónde, a qué deshoras
me dirás que te amo? Esto es urgente
porque
la eternidad se nos acaba.
Recoge mi cabeza. Guarda el brazo
con que
amé tu cintura. No me dejes
en medio de tu sangre en esa toalla.
Tu cuerpo está a mi lado...Tu cuerpo está
a mi lado
fácil, dulce, callado.
Tu cabeza en mi pecho se arrepiente
con los ojos cerrados
y yo te miro y fumo
y acaricio tu pelo
enamorado.
Esta mortal ternura con que callo
te está abrazando a ti
mientras yo tengo
inmóviles mis brazos.
Miro mi cuerpo, el muslo
en
que descansa tu cansancio,
tu blando seno oculto y apretado
y el bajo
y suave respirar de tu vientre
sin mis labios.
Te digo a media voz
cosas que invento a cada rato
y me pongo de veras triste y solo
y te
beso como si fueras tu retrato.
Tú, sin hablar, me miras
y te aprietas
a mí y haces tu llanto
sin lágrimas, sin ojos, sin espanto.
Y yo
vuelvo a fumar, mientras las cosas
se ponen a escuchar lo que no
hablamos.
Tu nombre
Trato de escribir en la
oscuridad tu nombre.
Trato de escribir que te amo.
Trato de
decir a oscuras todo esto.
No quiero que nadie se entere,
que nadie me mire a las tres de
la mañana
paseando de un lado a otro de la estancia,
loco, lleno de ti,
enamorado.
Iluminado, ciego, lleno de ti, derramándote.
Digo tu nombre con
todo el silencio de la noche,
lo grita mi corazón amordazado.
Repito tu nombre, vuelvo a
decirlo,
lo digo incansablemente,
y estoy seguro que habrá de amanecer.
Tú tienes lo que busco, lo que deseo, lo que amo...
Tú tienes lo que busco,
lo que deseo, lo que amo,
tú lo tienes.
El puño de mi corazón
está golpeando, llamando.
Te agradezco a los cuentos,
doy gracias a tu madre y a tu padre,
y a la muerte que no te ha visto.
Te agradezco al aire.
Eres
esbelta como el trigo,
frágil como la línea de tu cuerpo.
Nunca he amado a una mujer
delgada
pero tú has enamorado mis manos,
ataste mi deseo,
cogiste
mis ojos como dos peces.
Por eso estoy a tu puerta, esperando.
Vamos a guardar este día...Vamos a
guardar este día
entre las horas, para siempre,
el cuarto a oscuras,
Debussy y la lluvia,
tú a mi lado, descansando de amar.
Tu
cabellera en que el humo de mi cigarrillo
flotaba densamente, imantado,
como una mano
acariciando.
Tu espalda como una llanura en el silencio
y el declive inmóvil de tu costado
en que trataban de levantarse,
como de un sueño, mis besos.La atmósfera
pesada
de encierro, de amor, de fatiga,
con tu corazón de virgen odiándome y
odiándote.
todo ese malestar del sexo ahíto,
esa convalecencia en que
nos buscaban los ojos
a través de la sombra para reconciliarnos.
Tu
gesto de mujer de piedra,
última máscara en que a pesar de ti te
refugiabas,
domesticabas tu soledad.
Los dos, nuevos en el alma,
preguntando por qué.
Y más tarde tu mano apretando la mía,
cayéndose
tu cabeza blandamente en mi pecho,
y mis dedos diciéndole no sé qué cosas
a tu cuello.
Vamos a guardar este día
entre las horas para siempre.
Yo no lo sé de cierto, pero supongo....
Yo no lo sé de cierto,
pero supongo
que una mujer y un hombre
un día se quieren,
se van quedando solos poco a poco,
algo en
su corazón les dice que están solos,
solos sobre la tierra se
penetran,
se van matando el uno al otro.
Todo se hace en
silencio. Como
se hace la luz dentro del ojo.
El amor une cuerpos.
En silencio se van llenando el uno al otro.
Cualquier día despiertan, sobre brazos;
piensan entonces que lo
saben todo.
Se ven desnudos y lo saben todo.
(Yo no lo sé de cierto. Lo supongo.)