"...El susurro del viento errante por la noche
que trae de los trasfondos la efusión solitaria
del tumulto callado de las cosas..."
"Madonna rosa"
Walter Spiegel
Reseña biografica
Poeta,
dramaturgo, novelista y traductor nacido en Valencia, España, en 1927.
A los nueve años de edad emigró con su familia a Francia, luego a
Marruecos y posteriormente a México, su país
de adopción, donde ha residido la mayor parte de su vida. Estudió filosofía
y literatura en la Universidad Autónoma
de México y en el año de 1957 ingresó como profesor de la UNAM,
donde dirigió la Revista Mexicana de Literatura.
Publicó sus
primeros poemas en 1950, obteniendo una beca Guggenheim. Fue profesor de
la Universidad de Princeton,
y director de importantes revistas americanas y europeas.
Escribió
una veintena de libros de poesia, entre los que se cuentan, "La luz
provisional" en 1950,"Apariciones" en
1957, "Cuaderno del nómada" en
1978, "Cantata a solas" en1985, "Lapso" en 1986, "Noticia natural"
en
1992,
"Fiel imagen" en 1996 y "Sonetos votivos" en 2007.
Obtuvo los premios Xavier Villaurrutia
en 1972,
Magda Donato en 1974, Alfonso X de Traducción en 1982,
1983 y 1984
y Octavio Paz en el año 2000.
Falleció en noviembre de 2011. ©
Algo debe morir cuando algo
nace...
Arroyo
Besos
Canciones sin su música
Confesión
Contra mi tacto
evocador me afano
Desnuda aún, te habías
levantado
Dicho a ciegas
Dime mujer
El extranjero
El quemado
En brazos de la noche
En las fuentes
Encarnaciones
Entre los tibios muslos
te palpita...
La música
La semana sin ti
Lluvia estival
Miel, aceite
Modesto desahogo
No volverá
Otra vez en tu fondo
empezó eso...
Palabras de allá
Pero cómo decirte...
Purificado
Qué sabes tú...
Sé que no sabes que
recuerdo tanto...
Si te busco
y te sueño y te persigo...
Soplos en la noche
Souvenir
Tu carne olía ricamente a
otoño
Tus ojos que no vi
nunca en la vida
Tus pechos se
dormían en sosiego
Un momento estoy solo...
Vientos
Y sin embargo, a veces,
todavía...
Algo debe morir cuando algo nace...
Algo debe morir cuando algo nace;
debe ser sofocado, y su
sustancia
chupada para ser riego o lactancia
en que otro ser su
urgencia satisface.
No habrá otra hora pues en que te abrace
mientras muerdo en la
cándida abundancia
de tus dos pechos; no habrá ya otra instancia
en que tu cuerpo con mi cuerpo enlace;
no penetraré más en la garganta
anfractuosa de tu sexo alpino.
Tú a otra luz amaneces; yo declino.
Mi degollado ardor tu altar levanta,
mi reprimida hambre te
alimenta,
y el yermo de mi lecho te cimenta.
Arroyo
En la prisa de su ímpetu tiránico
No oye nada el arroyo
Desde
el foso sin bordes de su propio fragor
Desde aquí arriba
Se ve el
tropel de espaldas líquidas
Sin cesar arrojándose
Con la monótona
constancia
De un perpetuo desorden
Esta vehemencia se abalanza
Hacia un túnel del tiempo
Que no
debiera tener término
El arroyo perpetuamente empieza
Por siempre su después es otra
vez ahora
¡Ah sí! resiste
No te dejes salvar por mis palabras
No cedas
uno solo de tus ansiosos rasgos
A la imagen de ti
En la que te
amaré luego
Te juro que estoy mirándote
Fuera de este poema
Donde corro
contigo
Abrazado a un impulso y ciego a toda meta
Queriendo que mi vida igual que tú
No sepa nunca dónde acaba el
tiempo.
Besos
Mis besos lloverán sobre tu boca oceánica
primero uno a uno como una
hilera de gruesas gotas
anchas gotas dulces cuando empieza la lluvia
que revientan como claveles de sombra
luego de pronto todos juntos
hundiéndose en tu gruta marina
chorro de besos sordos entrando hasta
tu fondo
perdiéndose como un chorro en el mar
en tu boca oceánica
de oleaje caliente
besos chafados blandos anchos como el peso de la
plastilina
besos oscuros como túneles de donde no se sale vivo
deslumbrantes como el estallido de la fe
sentidos como algo que te
arrancan
comunicantes como los vasos comunicantes
besos
penetrantes como la noche glacial en que todos nos abandonaron
besaré
tus mejillas
tus pómulos de estatua de archilla adánica
tu piel
que cede bajo mis dedos
para que yo modele un rostro de carne
compacta
idéntico al tuyo
y besaré tus ojos más grandes que tú toda
y que
tú y yo juntos y la vida y la muerte
del color de la tersura
de
mirada asombrosa como encontrarse en la calle con
uno mismo
como encontrarse delante de un abismo
que nos obliga a
decir quién somos
tus ojos en cuyo fondo vives tú
como en el fondo
del bosque más claro del mundo
tus ojos que tú no conoces
que
miran con un gran golpe aturdidor
y me inmutan y me obligan a callar
y a ponerme serio
como si viera de pronto en una sola imagen
toda
la trágica indescifrable historia de la especie
tus ojos de esfinge
virginal
de silencio que resplandece como el hielo
tus ojos de
caída durante mil años en el pozo del olvido
besaré también tu cuello
liso y vertiginoso como un tobogán inmóvil
tu garganta donde la vida
se anuda como un fruto
que se puede morder
tu garganta donde puede morderse la amargura
y
donde el sol en estado líquido circula por tu voz y tus venas
como un
cogñac ingrávido y cargado de electricidad
besaré tus hombros
construidos y frágiles como la ciudad
de Florencia
y tus brazos firmes como un río caudal
frescos como
la maternidad
rotundos como el momento de inspiración
tus brazos
redondos como la palabra de Roma
amorosos a veces como el amor de las
vacas por los terneros
y tus manos lisas y buenas como cucharas de
palo
tus manos incitadoras como la fiebre
o blandas como el regazo
de la madre del asesino
tus manos que apaciguan como saber que la
bondad existe
besaré tus pechos globos de ternura
besaré sobre
todo tus pechos más tibios que la convalescencia
y que pesan en el
hueco de mi mano como la evidencia
en la mente del sabio
tus pechos pesados fluidos tus pechos de
mercurio solar
tus pechos anchos como un paisaje escogido
definitivamente
inolvidables como el pedazo de tierra donde habrán
de enterrarnos
calientes como las ganas de vivir
con pezones de
milagro y dulces alfileres
que son la punta donde de pronto acaba
chatamente
la fuerza de la vida y sus renovaciones
tus pezones de
botón para abrochar el paraíso
de retoño del mundo que echa flores de
puro júbilo
tus pezones submarinos de sabor a frescura
besaré mil
veces tus pechos que pesan como imanes
y cuando los aprieto se
desparraman como el son
en los trigales
tus pechos de luz materializada y de sangre
dulcificada
generosos como la alegría de aceptar la tristeza
tus
pechos en donde todo se resuelve
donde acaba la guerra la duda la
tortura
y las ganas de morirse
besaré tu vientre firme como el
planeta Tierra
tu vientre de llanura emergida del caos
de playa
rumorosa
de almohada para la cabeza del rey después de entrar a saco
tu vientre misterioso cuna de la noche desesperada
remolino de la
rendición y del deslumbrante suicidio
donde la frente se rinde como
una espada fulminada
tu vientre montón de arena de oro palpitante
montón de trigo negro cosechado en la luna
montón de tenebroso humos
incitante
tu vientre regado por los ríos subterráneos
donde aún
palpitan las convulsiones del parto de la tierra
tu vientre
contráctil que se endurece como un brusco
recuerdo que se coagula
y ondula como las colinas
y palpita como
las capas más profundas del mar océano
tu vientre lleno de entrañas
de temperatura insoportable
tu vientre que ruge como un horno
o
que está tranquilo y pacificado como el pan
tu vientre como la
superficie de las olas
lleno hasta los bordes de mar de fondo y de
resacas
lleno de irresistible vértigo delicioso
como una caída en
un ascensor desbocado
interminable como el vicio y como él insensible
tu vientre incalculadamente hermoso
valle en medio de ti en medio del
universo
en medio de mi pensamiento
en medio de mi beso auroral
tu vientre plaza de todos
partido de luz y sombra y donde la muerte
trepida
suave al tacto como la espalda del toro negro de la muerte
tu vientre de muerte hecha fuente para beber la vida
fuerte y clara
besaré tus muslos de catedral
de pinos paternales
practicables como los postigos que se abren sobre
lo desconocido
tus muslos para ser acariciados como un recuerdo
pensativo
tensos como un arco que nunca se disparará
tus muslos
cuya línea representa la curva del curso de los tiempos
besaré tus
ingles donde anida la fragilidad de la existencia
tus ingles regadas
como los huertos mozárabes
translúcidas y blancas como la vía láctea
besaré tu sexo terrible
oscuro como un signo que no puede nombrarse
sin tartamudear
como una cruz que marca el centro de los centros
tu sexo de sal negra
de flor nacida antes que el tiempo
delicado y
perverso como el interior de las caracolas
más profundo que el color
rojo
tu sexo de dulce infierno vegetal
emocionante como perder el
sentido
abierto como la semilla del mundo
tu sexo de perdón para
el culpable sollozante
de disolución de la amargura y de mar
hospitalario
y de luz enterrada y de conocimiento
de amor de lucha
a muerte de girar de los astros
de sobrecogimiento de hondura de
viaje entre sueños
de magia negra de anonadamiento de miel embrujada
de pendiente suave como el encadenamiento de las ideas
de crisol para
fundir la vida y la muerte
de galaxia en expansión
tu sexo
triángulo sagrado besaré
besaré besaré
hasta hacer que toda tú te
enciendas
como un farol de papel que flota locamente en la noche.
Canciones sin su música
Porque te voy a ver tal vez mañana
y porque aún palpita aunque
dolido el tiempo
por un instante pacto con mi historia
puedo al
fin dar tu rostro a este abandono
poner mi nombre a aquél que
desangraste
llamar mi vida a este naufragio
saber que fue todo
verdad tu amor
y fue tu desamor verdad del todo
eras tú quien me
alzaba de la sombra
y hecha sombra impensable eras tú quien me hería
confieso que te quise salvadora o maligna
mi esplendor o mi muerte
eran tu ministerio
y yo te amaba en todos tus poderes
todo lo supe
fue ese abismo el que quise
y hoy todavía para mí ya no hay mañana
sino por la violencia con que espero
por mi bien o mi mal volver a
verte
una vez más una sola vez más
siempre una sola siempre
una
misma vez más.
Confesión
El día,
está tan bello
que no puede mentir:
comemos de su luz nuestro pan de verdad.
Su cuerpo se desciñe
y se tiende y se ofrece.
Esta dicha no engaña: nada quiere.
Di: ¿no es más fuerte
que nuestro amor altivo de la muerte
esta sencilla gracia equilibrada
que nada
ejerce?
Pero cuánto pavor,
violenta alma mediata,
te infunde todavía esa burlona voz
que a solas te susurra «estás salvada».
No, no,
tu destino ni ha muerto ni es tu esclavo.
Soberbia y Miedo, confesad:
la vida toda fue verdad.
Contra mi tacto evocador me afano...
Contra mi tacto evocador me afano.
Con los más duros y ásperos
pertrechos
he trabajado hasta dejar deshechos
por el hierro los
dedos de esta mano.
Los quiero embrutecer, pero es en vano;
en sus fibras más
íntimas, maltrechos,
aún guardan la memoria de tus pechos,
su
tibia paz, su peso soberano.
Ni violencias ni cóleras impiden
que fieles y calladas a porfía
mis manos sueñen siempre en su querencia,
ni mil heridas lograrán que olviden
que acariciaron largamente un
día
la piel del esplendor y su opulencia.
Desnuda aún, te habías levantado...
Desnuda aún, te habías levantado
del lecho, y por los muslos te
escurría,
viscoso y denso, tibio todavía,
mi semen de tu entrada
derramado.
Encendida y dichosa, habías quedado
de pie en la media luz, y en
tu sombría
silueta, bajo el sexo relucía
un brillo astral de
mercurio exudado.
Miraba el tiempo absorto, en el espejo
de aquel instante, una
figura suya
definitiva y simple como un nombre:
mi semen en tus muslos, su reflejo
de lava mía en luz de luna
tuya
alba geológica en mujer y hombre.
Dicho a ciegasDi si eran
éstas las palabras
Míralas bien
Córtalas con cuidado
Y vamos a
guardarlas
Sepultadas debajo de la casa
Tesoro rescatado
Devuelto al culto
Palabras guarecidas
Mantenidas en vida
Que de
secreto se alimentan
Reverenciadas en su catacumba
Ocultas
mientras dure afuera
la locura lasciva del lenguaje
Para
sólo sacarlas
Cuando pisemos el silencio soberano
En la
omnisciente noche de la afasia
Y antes de que la clave se nos borre
Mirarlas un instante en su esplendor
Carne verbal viviente en el
silencio
Inmaculadas concepciones
Rompedoras del círculo vicioso
Otra vez mediadoras
Para que se hagan mutuos mediadores
Dos que
dicen tú y yo
Antes de que la noche del amor los borre
Mas todo
está fundado si al borrarse se hablan.
Dime mujer dónde escondes tu misterio...
(Para Luci Fernández de Alba, que se sorprendió)
Dime mujer dónde escondes tu misterio
mujer agua pesada volumen
transparente
más secreta cuanto más te desnudas
cuál es la fuerza
de tu esplendor inerme
tu deslumbrante armadura de belleza
dime no
puedo ya con tantas armas
mujer sentada acostada abandonada
enséñame el reposo el sueño y el olvido
enséñame la lentitud del
tiempo
mujer tú que convives con tu ominosa carne
como junto a un
animal bueno y tranquilo
mujer desnuda frente al hombre armado
quita de mi cabeza este casco de ira
cálmame cúrame tiéndeme sobre la
fresca tierra
quítame este ropaje de fiebre que me asfixia
húndeme debilítame envenena mi perezosa sangre
mujer roca de la
tribu desbandada
descíñeme estas mallas y cinturones de rigidez y miedo
con que
me aterro y te aterro y nos separo
mujer oscura y húmeda pantano edénico
quiero tu ancha olorosa
robusta sabiduría
quiero volver a la tierra y sus zumos nutricios
que corren por tu vientre y tus pechos y que riegan tu carne
quiero
recuperar el peso y la rotundidad
quiero que me humedezcas me
ablandes me afemines
para entender la feminidad la blandura húmeda
del mundo
quiero apoyada la frente en tu regazo materno
traicionar
al acerado ejército de los hombres
mujer cómplice única terrible
hermana
dame la mano volvamos a inventar el mundo los dos solos
quiero no apartar nunca de ti los ojos
mujer estatua hecha de frutas
paloma crecida
déjame siempre ver tu misteriosa presencia
tu
mirada de ala y de seda y de lago negro
tu cuerpo tenebroso y
radiante plasmado de una vez sin titubeos
tu cuerpo infinitamente más
tuyo que para mí el mío
y que entregas de una vez sin titubeos sin
guardar nada
tu cuerpo pleno y uno todo iluminado de generosidad
mujer mendiga pródiga puerto del loco Ulises
no me dejes olvidar
nunca tu voz de ave memoriosa
tu palabra imantada que en tu interior
pronuncias siempre desnuda
tu palabra certera de fulgurante
ignorancia
la salvaje pureza de tu amor insensato
desvariado sin
freno brutalizado enviciado
el gemido limpísimo de la ternura
la
pensativa mirada de la prostitución
la clara verdad cruda
del amor
que sorbe y devora y se alimenta
el invisible zarpazo de la
adivinación
la aceptación la comprensión la sabiduría sin caminos
la esponjosa maternidad terreno de raíces
mujer casa del doloroso
vagabundo
dame a morder la fruta de la vida
la firme fruta de luz
de tu cuerpo habitado
déjame recostar mi frente aciaga
en tu grave
regazo de paraíso boscoso
desnúdame apacíguame cúrame de esta culpa
ácida
de no ser siempre armado sino sólo yo mismo.
El extranjero
No le toques los pechos Extranjero
A esta sombra con fiebre que esta
noche
Anocheció tan hembra
Por los linderos de los residentes
Todo el verano es de ellos
Escúchalos dichosamente extraviados
Sin
saber cómo hacer
Para entender bajo sus propias voces
Este lamento
de la plenitud
Que tan claro se oye en tu silencio
Y tienes que
vagar a solas
Por las quietas afueras de su fiesta
Y poner sólo
ecos distantes
En tu ramo nocturno en la sombra cortado
Y bañarte
tan solo en murmullos de espumas
No saben que su amo
Tiene en ti
un siervo más
Que también el verano te devuelve un rato
Tu corazón
con llaga
Nadie sabe aquí el nombre
De tu amor extranjero
Y
tienes que alejarte al borde de la noche
A decirlo a sus muertos
Que duermen allá afuera y que piensan en ti
Tras sus pesados párpados
cerrados.
El quemado
De la mañana a la tarde
me consumes, sol; me secas
con tu gran ojo
sin alma;
pero así la noche al fin
halla en mí el duro carbón
que no podrá disolver,
y al corazón seco vuelve,
sombría y fresca,
la savia
que blanca le sorbió el día.
En brazos de la noche
Está ya oscurecida la
hermosura;
los árboles desnudos
se mecen en la sombra,
y un
gran silencio vela suspendido.
En brazos de la noche
se guarda y perpetúa la promesa del día,
la prometida plenitud del día
que cumple en sólo prometerse
un don
que nos inclina,
y nos fuerza, y nos basta.
De noche la hermosura a solas habla;
a solas en el aire solo
late oculto el ardor de su promesa
sin cesar renovada.
Y a través de la noche,
desde el oscuro fondo de su entraña,
nos guía y acompaña
heridos de esperanza, al nuevo día,
nuevamente a cumplir bajo el sol nuevo
su plenitud igual y
suficiente
de prometida nuestra sin fin, siempre la misma.
En las fuentes
Quién desteje el amor
Ése es quien me desteje
No es nadie
El amor se deshace solo
Como la trenza del río
destrenzada en el mar
No estoy de amor tejido
Estoy tejido de tejerlo
De sacar
de mis íngrimos telares
Este despótico trabajo
Eternamente
abandonando
el fleco que se aleja
A
la disipación y su bostezo idiota
Y sólo escapo de su horror
Recogiéndome todo sin recelo
En el lugar donde nace la trama.
Encarnaciones
Hundido el rostro en tu
cabello, aspiro
el sofocante aliento de la noche
que allí
estancado humea y flota como el sueño.
Todo el inmenso espacio
pesadamente yace
sobre esta tibia tierra adormecida,
sobre el
cuarto y el lecho y nuestros miembros,
y la casi secreta agitación
que mueve nuestros pechos.
No respiramos aire, respiramos silencio;
un gran silencio inmóvil
que cubre nuestra piel desnuda
como
oscuros aceites.
Y de pronto,
siento que mi ternura me desborda y anega,
que
también con la sombra te acaricio,
y te abrazo también con el
espacio,
y te rozo los labios con el aire;
que toda esta solícita
violencia
es también este vasto silencio conmovido
que arrojado de
bruces encima de nosotros
se asoma a nuestro amor,
y lo recorre
entero un estremecimiento,
sollozo cálido, ala del destino.
Entre los tibios muslos te palpita...
Entre los tibios muslos te palpita
un negro corazón febril y
hendido
de remoto y sonámbulo latido
que entre oscuras raíces se
suscita;
un corazón velludo que me invita,
más que el otro cordial y
estremecido,
a entrar como en mi casa o en mi nido
hasta tocar el
grito que te habita.
Cuando yaces desnuda toda, cuando
te abres de piernas ávida y
temblando
y hasta tu fondo frente a mí te hiendes,
un corazón puedes abrir, y si entro
con la lengua en la entrada
que me tiendes,
puedo besar tu corazón por dentro.
La música
A Alicia Urreta
No se ve por ningún lado la fuente de
silencio
el estanque de sombra la secreta semilla de tiempo
de
donde ella ha debido levantarse
sigilosa descalza alada
mujer
blanca y desnuda con un antifaz negro
en su danza de suspiros jugando
con el fuego
música silencio viviente tesoro de irónicas monedas
puras
chorro de enigmas deslumbrantes surtidor de inquietud
música
boca sellada diosa que nada dice
por qué me clavas en el alma este
imposible
de qué me estás hablando
qué atávica locura quieres
hacerme confesar
qué serpiente dormida quisieras despertarme
adónde me arrastras por este túnel en que has convertido el tiempo
no
te rías no huyas deja de socavar la tierra bajo mis pies
adónde
quieres precipitarme
música abismo luminoso insidioso amor
música
vibración de la ausencia lluvia de heridas
lluvia de claros venenos
lluvia de mudas preguntas sin respuesta
por qué me encadenas así al
latido del tiempo
ah insensata avasalladora soy tu esclavo sonámbulo
espérame déjame tocarte enloquezco de libertad
dónde tenía yo estas
oscuras entrañas que me acaricias
dónde estaba mi pureza límpida como
el rayo
y que recibo ahora de tus manos de agua
música radiante de
confusión
mina de luz lenguaje que gravita y gira
lenguaje astral silencio
al fin solar
lenguaje movedizo bandada de señas y de risas
sigue
durando no te acabes vive
sigue sigue fundando este imperio de éter
no te mueras fuera de ti apenas toque el mundo
va a disiparse este
bloque de bondad que ha hecho de mí tu amor
espera llama helada no te
vayas
acaba de decir la última sílaba termina esa palabra
materialízate detente formula ya el enigma
qué dices qué decías
ah
no me arrebates ya tan fugitivo este blanquísimo dolor...
La semana sin ti
Quisiera haber nacido
de tu vientre,
haber vivido alguna vez dentro de ti,
desde que te
conozco soy más huérfano.
¡Oh! gruta tierna,
rojo edén caluroso.
Qué alegría haber sido esa ceguera!
Quisiera que tu carne
se acordara
de haberme aprisionado,
que cuando me miraras
algo
se te encogiese en las entrañas,
que sintieras orgullo al recordar
la generosidad sin par con que tu carne
desanudaste para hacerme
libre.
Por ti he empezado a
descifrar
los signos de la vida,
de ti quisiera haberla recibido.
Lluvia estival
En la apartada noche ya sin nadie,
tibia, agitada, leve cae la
lluvia,
sola para sí sola.
Íntima bailarina por la noche,
misteriosa, alocada,
gime allá,
vuela, ahoga aquí una risa,
caprichosa musita, se interrumpe,
juguetona, inquietante,
viene y va, calla, desde lejos torna
con
sonreídas lágrimas,
va a decir algo que en suspiro muere.
Y huyendo con susurros
y voces de sirena,
deja en el aire un
mórbido perfume
de amor difunto en punzante recuerdo,
y en el alma el errático, incurable,
secreto amor de todas las
derivas...
Miel, aceite
Una mancha de miel tiñe la luz
Al tocar la ciudad
Que aun dormida
elabora
Desde aquí arriba
Se la ve desbordar
Sus ondas caldeadas
Hacia la falda donde el monte
Inicia su inocencia ociosa
Tumbadas y abrazadas en el tiempo
La ciudad y la luz
Sin cesar
se digieren una a otra
Por fin entiendo que un verano
Tanto tiempo esperado ha vuelto
así
El cielo y la babel mezclan sus aires
Bellamente viciada
La rubia luz espesa
Unta las coyunturas
A su nivel es donde el
mundo es uno
Hundidos en su dulce aceite
Nos deslizamos fuera de su ligadura
Al nivel de una miel
Donde amor y cimiento
Giran uno en el otro
sin fractura.
Modesto deshaogo
Estoy más triste que un zapato ahogado
estoy más triste que el polvo bajo los petates
estoy más triste
que el sudor de los enfermos
estoy triste como un niño de visita
como una puta desmaquillada
como el primer autobús al alba
como los calzoncillos de los
notarios
triste triste triste de sonreír como un bobo desde los rincones
de ver tallar las cartas en redondo saltándome siempre a mí
de todo lo que se dicen y se dan y se mordisquean en mis narices
estoy harto de quedarme con el saludo en la boca
de salir bien dibujado entre la muchedumbre
para que me borre
siempre el estropajo de su roce
de no estar nunca en foco para ningunos ojos
de tener tan
desdentada la mirada
de navegar tras la línea del horizonte
con mis banderitas
cómicamente izadas
no puedo más de no ser nunca nadie
de que no me dejen jamás
probarme otra careta que la de ninguno
de no irrumpir de no alterar el oleaje
de no curvar jamás un
tren de ondas
de no desviar a mis corrales la palabra suelta
de que nunca me
caiga a mí la lotería de un vuelco visceral
De no poblar ni el más vago sueño ocioso
De saber que ningún mal
pensamiento tendrá ya más mi rostro.
Estoy hasta aquí de la avaricia de los privilegiados
de que
quieran para ellos solos toda la juventud
todos los influjos en las cosas del mundo
todo el favoritismo de
la puta alegría
toda la iniciativa de renuevo y capricho
de que se apropien sin
escrúpulos la plusvalía de calor y encuentros
todo el capital de risa y de coloquio
que repartido con justicia
alcanzaría de sobra para alimentarnos a todos
a todos los
hambrientos de carne de comunión
y sedientos de vino de comunión
a todos los que están tristes
como faldones arrugados que les cuelgan a los otros
en fin estoy
jibosamente desolado
de haber envejecido sin seguro de vida
sin seguro de nombre
sin cavar mi guarida en el espeso ahorro
de no haber cobrado el billete cuando la vida se asomaba a mirarme
de haber tirado siempre deudas al cesto sin mirarlas
y lo que
quiero decir es que estoy a fin de cuentas
terriblemente triste de que no me hayáis perdonado.
No volverá
No volverá
como el calor que el pan exhala,
esta mitad ya de tu
vida,
no volverá a entibiarte aquella sangre
que ya corrió.
Inhábil como un niño,
tu jaula mal cerrada sus pájaros dispersa;
al viento van tus días,
despedazados aleteos.
Lo que ha sido tu vida,
sobre la tierra ahora tiene menos peso
que la huella de un beso
posada en una frente.
O como una palabra
(menos aún que un beso);
¿y a quién se la
dirás?
¿a quién le confiarás que amaste, odiaste,
tuviste un día
el tiempo entre tus brazos?
El nombre del pasado no quiere decir nada
si no es para los labios que lo dicen.
Buscarás en el peso del silencio
lo que el presente duramente
trenza,
y para tener algo entre las manos,
no dirás «he vivido»,
no hablarás esas sílabas
que conmueven tan fugitivamente al aire...
Otra vez en tu fondo
empezó eso...
Otra vez en tu fondo
empezó eso...
Abre sus ojos ciegos el gemido,
se agita en ti, exigente y sumergido,
emprende su agonía sin regreso.
Yo te siento luchar bajo mi peso
contra un dios gutural y sordo, y mido
la hondura en que tu cuerpo sacudido
se convulsiona ajeno hasta en su hueso.
Me derrumbo cruzando tu derrumbe,
torrente en un torrente y agonía
de otra agonía; y doblemente loco,
me derramo en un golfo que sucumbe,
y entregando a otra pérdida la mía,
el fondo humano en las tinieblas toco.
Palabras de allá
Salí y me entretuve afuera durando días y días;
noches sin noche ni
día envuelto en un manto arable
hecho de todas las estaciones
contra la inclemencia de la
intimidad.
El muro en que me apoyé, teñido de los matices
de todos los musgos del tiempo, era sin color
y era el espesor y
el peso del tiempo.
Un intenso enjambre de oro estallaba
dispersándose en el aire claro y volvía a ser
el centelleo
palpitante de oro de sus ondas irradiadas.
Lo que tocaban los ojos,
disuelto por la mirada se tornaba invisible;
y la mirada corría
con el alborozo del ímpetu liberado;
pero danzaba, no huía, regresaba a danzar,
abrazaba en la dicha
lo visible
que en su transparencia no se ocultaba,
se daba a ver pero
abierto y desnudo
a los ojos solos del abrazo.
Recogí del polvo unas palabras secas
(no eran éstas, ni eran otras que éstas) y les dije que sí.
Purificado
En la noche por fin,
sombrío oasis de los tórridos
arenales del
día, largamente,
me he sumergido,
y he disuelto la sal de la
tristeza,
y me he purificado
el corazón mordido de impaciencias.
Con los miembros ligeros
lavados por la sombra,
salgo al paso
del tiempo libremente.
Ahora ya no tengo retención,
ni designios,
ni errante
gimo desposeído.
Y toda esta hermosura desbordante,
ahora abandonada,
si
con asentimiento le sonrío,
como mía me expresa.
Qué sabes tú, qué sabes tú apartada...
¿Qué sabes tú, qué sabes tú apartada
injustamente en tu cruel pureza;
tú sin vicio, sin culpa, sin bajeza,
y sólo yo lascivo y sin
coartada?
Rompe ya esa inocencia enmascarada,
no dejes que en mí solo el
mal escueza;
que responda a la vez de mi flaqueza
y de que tú seas
hembra y encarnada;
que tengas tetas para ser mordidas,
lengua que dar y nalgas para
asidas
y un sexo que violar entre las piernas.
No hay más minas del Bien que las cavernas
del Mal profundas; y
comprende, amada,
que o te acuestas conmigo o no eres nada.
Sé que no sabes que recuerdo tanto...
Sé que no sabes que recuerdo tanto
tu piel untuosa y pálida,
amasada
con fiebre y luna, y tu boca abrasada,
blanda y jugosa y
salada de llanto,
y tu implorante gesto de quebranto,
sobre tu frigidez crucificada
y agradecida y tierna aunque insaciada,
y mi esfuerzo patético
entretanto,
y el amor con que entonces se volvía
tu largo cuerpo de impecable
diosa
en su halo de luz y denso efluvio
y ofrecías sensual a mi porfía
la masa de las nalgas prodigiosa,
guiando mi mano hacia tu pubis rubio.
Si te busco y te sueño y te persigo...
Si te busco y te sueño y te persigo,
y deseo tu cuerpo de tal
suerte
que tan sólo aborrezco ya la muerte
porque no me podré
acostar contigo;
si tantos sueños lúbricos abrigo;
si ardiente, y sin pudor, y en
celo, y fuerte
te quiero ver, dejándome morderte
el pecho, el
muslo, el sensitivo ombligo;
si quiero que conmigo, enloquecida
goces tanto que estés
avergonzada,
no es sólo por codicia de tus prendas:
es para que conmigo, en esta vida,
compartas la impureza, y que
manchada,
pero conmovedora, al fin me entiendas.
Soplos en la noche
Aquí contra mi piel el soplo
de tu respiración dormida
Y al otro lado afuera
El susurro del
viento errante por la noche
Que trae de los trasfondos la efusión
solitaria
Del tumulto callado de las cosas
Y entre uno y otro
soplo
Con las alas abiertas cayendo por el tiempo
La extensión del
abrazo
de un dichoso
yo mismo de musical ausencia
Que bebe un hondo río de amor y de
misterio
Cuyas dos manos son
Dos alientos disímiles.
Souvenir
A solas en mi cuarto
Busco en la oscuridad
Un eco de tu nombre
Estoy de pie desnudo
Camino y siento esto
Adentrarme desnudo en una sombra
Acogedora y ávida y a eso
Yo lo he llamado siempre con tu nombre.
Tu carne olía ricamente a otoño...
Tu carne olía ricamente a otoño,
a húmedas hojas muertas, a
resinas,
a cítricos aceites y a glicinas
y a la etérea fragancia
del madroño.
Hábil como una boca era tu coño.
Siempre había, después de tus
felinas
agonías de gozo, en las divinas
frondas de tu deseo, otro
retoño.
Te aflojabas de pronto, exangüe y yerta,
suicidada del éxtasis,
baldía,
y casta y virginal como una muerta.
Y poco a poco, dulcemente, luego,
absuelto por la muerte renacía
tu amor salvaje y puro como el fuego.
Tus ojos que no vi nunca en la vida...
Tus ojos que no vi nunca en la vida
turbarse de deseo, ni
saciados
dormirse tras la entrega, ni extraviados
mientras gimes
loca y sacudida;
tu oreja, dulce concha adormecida
que no alojó a mi lengua de
obstinados
embates de molusco; tus negados
cerrados labios de
piedad prohibida.
que hurtan tu lengua, rica pesca extrema,
ni fueron nunca
abiertos la diadema
de coral húmeda y abrasadora
que por tu rey mi miembro coronase:
yo mismo en todo esto, hora
tras hora,
mi muerte fundo y a mi mal doy base.
Tus
pechos se dormían en sosiego...
Tus pechos se dormían
en sosiego
entre mis manos, recobrando nido,
fatalmente obedientes
al que ha sido
el amor que una vez los marcó al fuego;
tu lengua agraz bebía al fin el riego
de mi saliva, aún ayer
prohibido,
y mi cuerpo arrancaba del olvido
el tempo de tu ronco
espasmo ciego.
Qué paz... Tu sexo agreste aún apresaba
gloriosamente el mío.
Todo estaba
en su sitio otra vez, pues que eras mía.
Afuera revivía un alba enferma.
Devastada y nupcial, la cama olía
a carne exhausta y ácida y a esperma.
Un momento estoy solo: tú allá
abajo...
Un momento estoy solo:
tú allá abajo
te ajetreas en torno de mi cosa,
delicada y voraz,
dulce y fogosa,
embebida en tu trémulo trabajo.
Toda fervor y beso y agasajo
toda salivas suaves y jugosa
calentura carnal, abres la rosa
de los vientos de vértigo en que
viajo.
Mas la brecha entre el goce y la demencia,
a medida que apuras la
cadencia,
intolerablemente me disloca,
y al fin me rompe, y soy ya puro embate,
y un yo sin mí ya tuyo a
ciegas late
gestándose la noche de tu boca.
Vientos
Ya por el horizonte
se difunde la noche, agua sombría
que moja lo
mojado de las nubes murales.
Yo con pasos ausentes recorro la
penumbra,
bajo el ala del Tiempo que sobre mí extendida
ingrávida
y pausada se desplaza.
Vientos turbios y equívocos disponen
todo
el húmedo clima donde arraiga,
ofrecida a la lluvia su fresca carne
pura,
como un fruto partido, el peso del destino.
(Este soplo me
llega desde oscuras distancias,
cruzó mares que he visto,
arrastra
los perfumes de tierras que he pisado,
llenó claras llanuras o
bosques sofocantes
donde yo enmudecía y sangraba de amor.
Y en la
mitad de este aterido viento,
donde errabundas gotas viajan
ciegamente,
siento soplar de pronto un viento diferente,
abierto y
luminoso.)
Oh viento tibio y firme, viento bueno
que plasmaba de
pronto en aguda presencia
el campo de mi infancia donde una abeja
zumba.
Los árboles se instalan noblemente,
los caminos recorren
inamovibles huellas,
los sitios tienen nombres persuasivos
que los
hacen carnales como el hueso a la fruta.
Y la luz brota desde todas
partes,
luz increada y siempre fiel, que inunda
la llanura sin
muros donde un niño,
de estatura menor que las yerbas del mundo,
todo él suspendido de dos intensos ojos
que inmóviles lo clavan
a
la inasible rotación del día,
se ve sobrepasado por su propio
silencio,
que ya secretamente se entiende con la vida.
(Y otra vez desemboco en la áspera tierra
del llovido presente
que palmo a palmo con mis plantas palpo,
andando entre desnudas ondas
donde anida
esta memoria que en murmurios muere,
tropezando en la
sombra a cada instante
con su imperio cambiante.)
Y este múltiple viento informulable,
como el mudo lenguaje de un
destino,
recorre con su soplo las horas de mi vida.
Y dice que su
afán secreto fue tan solo
entender aquel puro silencio con que un día
yo descifraba el Tiempo.
Y sin embargo, a veces, todavía...
Y sin embargo, a veces, todavía,
así de pronto, cuando te estoy
viendo,
vuelvo a verte como antes, y me enciendo
del mismo modo
inútil que solía.
Y me pongo a soñar en pleno día,
y reprocho al destino,
corrigiendo,
como los locos, lo que fue; y no entiendo
cómo no
pude nunca hacerte mía.
E imagino que anoche me colmaste
de placeres sin nombre, y que
esa chispa
perversa y de ternura en tu mirada
prueba que lo otro es nada -que gozaste,
que a ti también este
limbo te crispa,
¡que al fin te di el orgasmo!- y lo otro es nada.