Reseña biografica
Poeta y dramaturgo inglés nacido en el estado de
Warwickshire en 1564.
Perteneció a una familia noble de escasos recursos económicos.
Alternó la afición por la lectura con su trabajo como maestro de escuela,
dedicándose desde entonces a la producción literaria. La publicación, en
1593, de su poema "Venus y Adonis", seguido de grandes piezas de
teatro, comedias, y numerosos sonetos, lo convirtieron en uno de los más
grandes autores de todos los tiempos.
Algunas de sus obras como "Hamlet", "Otelo", "Macbeth", "Romeo y
Julieta", "El Rey Lear" y "La tempestad", han sido catalogadas a
través del tiempo como verdaderas joyas de la literatura universal.
Pocos años después de su muerte, fue publicado el First Folio,
volumen recopilatorio de su producción, el cual serviría de base para todas
las ediciones posteriores.
Falleció el 23 de abril de 1616. ©
OBRA
DESTACADA:
poesia
"Venus y Adonis" 1593
"La violación de Lucrecia" 1594
"Sonetos" 1600-1609
COMEDIAS
"La comedia de las equivocaciones" 1592-1593
"La fierecilla domada" 1593
"Trabajos de amor perdidos" 1594
"Los dos hidalgos de Verona" 1594
"Sueño de una noche de verano" 1595-1596
"El mercader de Venecia" 1596-1597
"Mucho ruido y pocas nueces" 1598-1599
"Como gustéis" 1599-1600
"Medida por medida" 1604-1605
TRAGEDIAS
"Romeo y Julieta" 1595
"Julio César"1600
"Hamlet" 1600-1601
"Otelo" 1602
"Macbeth" 1605-1606
"El rey Lear" 1605
Poemas de William
Shakespeare:
¿A un día de verano compararte?
Amor verdadero
Como actor vacilante en
el proscenio...
¿Cómo puedes buscar
temas mi Musa...
Como un padre decrépito
disfruta...
Cuando asedien tu faz
cuarenta inviernos
Cuando en las crónicas
de tiempos idos...
Cuando en sesiones dulces y
calladas...
Cuando haya muerto,
llórame tan sólo...
Cuando hombres y fortuna
me abandonan...
Cuando infeliz,
postrado por el hombre y la suerte...
Cuando pienso que todo lo que
crece
De los hermosos el retoño
ansiamos
Déjame confesar que somos dos...
Derroche del espíritu en
vergüenza...
Derrochador de encanto, ¿por qué gastas...
El pecado de amarme se
apodera...
El soliloquio de Hamlet
Extenuado, hacia el
lecho me apresuro...
He visto a la mañana en
plena gloria...
Las horas que gentiles
compusieron...
Los corazones que supuse
muertos...
Mas cuán pesante se me
hace este viaje...
Mejor ser vil que tal
considerado...
Mella, tiempo voraz,
del león las garras...
Mi amor es una fiebre que
incesante...
Mira a tu espejo, y a tu
rostro dile...
No creeré en mi vejez,
ante el espejo...
No dejes, pues, sin
destilar tu savia...
No, no aparta a dos almas
amadoras...
No te acongojes más
por lo que has hecho...
O viviré para escribir tu
losa...
Pobre alma, centro de
culpable limo...
¿Por qué me prometiste un
día hermoso...
Pintado por natura el
rostro tienes...
Pintores son mis ojos: te
fijaron...
Que los favorecidos por los
astros...
Que no le ponga
inconvenientes yo...
Quién creerá en el
futuro a mis poemas...
Señor del amor mío, cuyo
mérito...
Si a mis días colmados
sobrevives...
Si la hosca carne fuera
pensamiento...
Si la muerte domina el
poderío...
¿Te he de comparar con un
sol de estío?
Tiempo
devorador, desafila las garras del león...
Tiempo, no has de
jactarte de mis cambios...
Tu capricho y tu edad,
según se mire...
Tu pecho está
cargado con todos los corazones...
Unos se vanaglorian de la
estirpe...
¡Ve! Si en el oriente la
graciosa luz...
Y por qué no es tu
guerra más pujante...
¿A un día de verano compararte?...
¿A un día de verano compararte?
Más hermosura y
suavidad posees.
Tiembla el brote de mayo bajo el viento
y el estío
no dura casi nada.
A veces demasiado brilla el
ojo
solar y otras su tez de oro se apaga;
toda belleza alguna vez
declina,
ajada por la suerte o por el tiempo.
Pero eterno será el verano
tuyo.
No perderás la gracia, ni la Muerte
se jactará de ensombrecer
tus pasos
cuando crezcas en versos inmortales.
Vivirás mientras alguien vea y sienta
y esto pueda vivir y te dé vida.
Versión de Manuel Mujica
Láinez
Amor verdadero
No, no aparta
a dos almas amadoras
adverso caso ni crüel porfía:
nunca mengua el
amor ni se desvía,
y es uno y sin mudanza a todas horas.
Es fanal que borrascas bramadoras
con inmóviles rayos desafía;
estrella fija que
los barcos guía;
mides su altura, mas su esencia ignoras.
Amor no sigue
la fugaz corriente
de la edad, que deshace los colores
de los floridos
labios y mejillas.
Eres eterno, Amor: si esto desmiente
mi vida, no he sentido tus ardores,
ni supe comprender tus maravillas.
Versión de Miguel Antonio
Caro
Como un padre decrépito disfruta...
Como un padre
decrépito disfruta
al ver de su hijo las empresas jóvenes,
así yo, mutilado por la suerte,
en tu lealtad y mérito me afirmo.
Pues sea la hermosura o el linaje,
el poder o el ingenio, uno o todos,
quien te corone con mejores títulos,
yo incorporo mi amor a esa riqueza.
Ni pobre ni ofendido soy, ni inválido,
que basta la substancia de tu sombra
para colmarme a mí con su opulencia,
y de una parte de tu gloria vivo.
Busca, pues, lo mejor: te lo deseo;
seré feliz diez veces, si lo hallas.
Versión de Manuel Mujica
Láinez
Cuando asedien tu faz cuarenta inviernos...
Cuando asedien tu faz cuarenta inviernos
y ahonden surcos en tu prado
hermoso,
tu juventud, altiva vestidura,
será un andrajo que no mira
nadie.
Y si por tu belleza preguntaran,
tesoro de tu tiempo apasionado,
decir que yace en tus sumidos ojos
dará motivo a escarnios o falsías.
¡Cuánto más te alabaran en su empleo
si respondieras : - « Este
grácil hijo
mi deuda salda y mi vejez excusa »,
pues su beldad sería
tu legado!
Pudieras, renaciendo en la vejez,
ver cálida tu sangre
que se enfría.
Versión de Manuel Mujica
Láinez
Cuando en las crónicas de tiempos idos...
Cuando en las crónicas de
tiempos idos
veo que a los hermosos se describe
y a la Belleza embellecer la rima
que elogia a damas y señores muertos,
observo que al pintar de sus dechados
la mano, el labio, el pie, la frente, el ojo,
trataba de expresar la pluma arcaica
una belleza como la que tienes.
Así, sus alabanzas son presagios
de nuestro tiempo, que te prefiguran,
y pues no hacían más que adivinarte,
no podían cantarte cual mereces.
En cuanto a aquellos que te contemplamos
con absorta mirada, estamos mudos.
Versión de Manuel Mujica Láinez
Cuando en sesiones dulces y calladas...
Cuando en
sesiones dulces y calladas
hago comparecer a los recuerdos,
suspiro
por lo mucho que he deseado
y lloro el bello tiempo que he perdido,
la aridez de los ojos se me
inunda
por los que envuelve la infinita noche
y renuevo el plañir de
amores muertos
y gimo por imágenes borradas.
Así, afligido por remotas
penas,
puedo de mis dolores ya sufridos
la cuenta rehacer, uno por
uno,
y volver a pagar lo ya pagado.
Pero si entonces pienso en
ti, mis pérdidas
se compensan, y cede mi amargura.
Versión de Alejandro
Araoz Fraser
Cuando haya muerto, llórame tan sólo...
Cuando haya muerto, llórame tan sólo
mientras escuches la campana triste,
anunciadora al mundo de mi fuga
del mundo vil hacia el gusano infame.
Y no evoques, si lees esta rima,
la mano que la escribe, pues te quiero
tanto que hasta tu olvido prefiriera
a saber que te amarga mi memoria.
Pero si acaso miras estos versos
cuando del barro nada me separe,
ni siquiera mi pobre nombre digas
y que tu amor conmigo se marchite,
para que el sabio en tu llorar no indague
y se burle de ti por el ausente.
Versión de Manuel Mujica Láinez
Cuando hombres y Fortuna me abandonan...
Cuando hombres y Fortuna me abandonan,
lloro en la soledad de mi destierro,
y al cielo sordo con mis quejas canso
y maldigo al mirar mi desventura,
soñando ser más rico de esperanza,
bello como éste, como aquél rodeado,
deseando el arte de uno, el poder de otro,
insatisfecho con lo que me queda;
a pesar de que casi me desprecio,
pienso en ti y soy feliz y mi alma entonces,
como al amanecer la alondra, se alza
de la tierra sombría y canta al cielo:
pues recordar tu amor es tal fortuna
que no cambio mi estado con los reyes.
Versión de Manuel Mujica Láinez
Cuando, infeliz, postrado por el hombre y la suerte...
Cuando,
infeliz, postrado por el hombre y la suerte,
en mi triste destierro lloro
a solas conmigo,
y agito al sordo cielo mi grito vano y fuerte,
y,
volviendo a mirarme, mi destino maldigo,
y sueño ser
como otro más rico en esperanza,
tener su mismo aspecto, gozar sus
compañías,
y envidio el arte de éste, del otro la pujanza,
hastiado
aún de aquello que me daba alegrías;
si en estos
pensamientos mi desprecio me espanta,
pienso en ti felizmente, y entonces
mi consuelo
como una alondra a orillas del día se levanta
del mundo
oscuro, y canta a las puertas del cielo.
Tal riqueza me ofreces, dulce amor recordado,
que desdeño cambiar con
los reyes mi estado.
Versión de William Ospina
Cuando pienso que todo lo que crece...
Cuando pienso que todo lo que crece
su perfección conserva un mero
instante;
que las funciones de este gran proscenio
se dan bajo la
influencia de los astros;
y que el hombre florece como planta
a quien el mismo cielo
alienta y rinde,
primero ufano y abatido luego,
hasta que su
esplendor nadie recuerda:
la idea de una estada tan fugaz
a mis
ojos te muestra más vibrante,
mientras que Tiempo y Decadencia traman
mudar tu joven día en noche sórdida.
Y, por tu amor guerreando con el Tiempo,
si él te roba, te injerto
nueva vida.
Versión de
Manuel Mujica Láinez
De los hermosos el retoño ansiamos...
De los hermosos el retoño ansiamos
para que su rosal no muera nunca,
pues cuando el tiempo su esplendor marchite
guardará su memoria su
heredero.
Pero tú, que tus propios ojos amas,
para nutrir la luz,
tu esencia quemas
y hambre produces en donde hay hartura,
demasiado
cruel y hostil contigo.
Tú que eres hoy del mundo fresco adorno,
pregón de la radiante
primavera,
sepultas tu poder en el capullo,
dulce egoísta que malgasta
ahorrando.
Del mundo ten piedad: que tú y la tumba,
ávidos, lo que
es suyo no devoren.
Versión de Manuel Mujica
Láinez
Déjame confesar que somos
dos...
Déjame confesar que somos
dos
aunque es indivisible el amor nuestro,
así las manchas que conmigo quedan
he de llevar yo solo sin tu ayuda.
No hay más que un sentimiento en nuestro amor
si bien un hado adverso nos separa,
que si el objeto del amor no altera,
dulces horas le roba a su delicia.
No podré desde hoy reconocerte
para que así mis faltas no te humillen,
ni podrá tu bondad honrarme en público
sin despojar la honra de tu nombre.
Mas no lo hagas, pues te quiero tanto
que si es mío tu amor, mía es tu fama.
Versión de Manuel Mujica
Láinez
Derroche del espíritu en vergüenza...
Derroche del espíritu en
vergüenza
la lujuria es en acto, y hasta el acto
perjura, sanguinaria, traidora,
salvaje, extrema, cruel y ruda:
despreciada no bien se la disfruta,
sin mesura anhelada, y ya alcanzada,
odiada sin mesura, cual un cebo
que desquicia al incauto que lo traga.
Desquicio los suspiros, los abrazos,
los gemidos del antes y el durante,
júbilo al gozar, después penuria,
promesa de alegría, luego un sueño.
Lo saben todos, pero nadie sabe
cerrar el cielo que lleva hasta ese infierno.
Versión de Carlos Gardini
Derrochador de encanto, ¿por qué
gastas...
Derrochador de encanto, ¿por qué gastas
en ti mismo tu herencia de
hermosura?
Naturaleza presta y no regala,
y, generosa, presta al
generoso.
Luego, bello egoísta, ¿por qué abusas
de lo que se te
dio para que dieras?
Avaro sin provecho, ¿por qué empleas
suma tan
grande, si vivir no logras?
Al comerciar así sólo contigo,
defraudas de ti mismo a lo más dulce.
Cuando te llamen a partir, ¿qué
saldo
podrás dejar que sea tolerable?
Tu belleza sin uso irá a la
tumba;
usada, hubiera sido tu albacea.
Versión de Manuel Mujica Láinez
El pecado de amarme se
apodera...
El pecado de amarme se
apodera
de mis ojos, de mi alma y de mí todo;
y para este pecado no hay remedio
pues en mi corazón echó raíces.
Pienso que es el más bello mi semblante,
mi forma, entre las puras, la ideal;
y mi valor tan alto conceptúo
que para mí domina a todo mérito.
Pero cuando el espejo me presenta,
tal cual soy, agrietado por los años,
en sentido contrario mi amor leo
que amarse siendo así sería inicuo.
Es a ti, otro yo mismo, a quien elogio,
pintando mi vejez con tu hermosura.
Versión de Manuel Mujica Láinez
El soliloquio de Hamlet
¡Ser, o no
ser, es la cuestión! -¿Qué debe
más dignamente optar el alma noble
entre sufrir de la fortuna impía
el porfiador rigor, o rebelarse
contra un mar de desdichas, y afrontándolo
desaparecer con ellas?
Morir, dormir,
no despertar más nunca,
poder decir todo acabó; en un sueño
sepultar
para siempre los dolores
del corazón, los mil y mil quebrantos
que
heredó nuestra carne, ¡quién no ansiara
concluir así!
¡Morir...
quedar dormidos...
Dormir... tal vez soñar! -¡Ay! allí hay
algo
que detiene al mejor. Cuando del mundo
no percibamos ni un rumor,
¡qué sueños
vendrán en ese sueño de la muerte!
Eso es, eso es lo que
hace el infortunio
planta de larga vida. ¿Quién querría
sufrir del
tiempo el implacable azote,
del fuerte la injusticia, del soberbio
el
áspero desdén, las amarguras
del amor despreciado, las demoras
de la
ley, del empleado la insolencia,
la hostilidad que los mezquinos juran
al mérito pacífico, pudiendo
de tanto mal librarse él mismo, alzando
una punta de acero? ¿quién querría
seguir cargando en la cansada vida
su fardo abrumador?...
Pero hay
espanto
¡allá del otro lado de la tumba!
La muerte, aquel país que
todavía
está por descubrirse,
país de cuya lóbrega frontera
ningún
viajero regresó, perturba
la voluntad, y a todos nos decide
a soportar
los males que sabemos
más bien que ir a buscar lo que ignoramos.
Así,
¡oh conciencia!, de nosotros todos
haces unos cobardes, y la ardiente
resolución original decae
al pálido mirar del pensamiento.
Así también
enérgicas empresas,
de trascendencia inmensa, a esa mirada
torcieron
rumbo, y sin acción murieron.
Versión de
Rafael Pombo
Extenuado, hacia el lecho me apresuro...
Extenuado, hacia el lecho me
apresuro
a calmar mis fatigas de viajero,
pero empieza en mi ánimo otro viaje,
cuando acaban del cuerpo las faenas.
Porque mis pensamientos, alejándose
en tu busca, celosos peregrinos,
de mis párpados abren el agobio
a la tiniebla que los ciegos miran.
Sólo que mi visión imaginaria
trae tu sombra hasta mis ojos ciegos,
como un joyel que cuelga de la noche
y el rostro oscuro le rejuvenece.
Así, por ti y por mí, nunca reposan
de día el cuerpo y a la noche el alma.
Versión de
Manuel Mujica Láinez
He visto a la mañana
en plena gloria...
He visto a la
mañana en plena gloria
los picos halagar con su mirada,
besar con su oro las praderas verdes
y dorar con su alquimia arroyos pálidos;
y luego permitir el paso oscuro
de fieros nubarrones por su rostro,
y ocultarlo a la tierra abandonada
huyendo hacia occidente sin ventura.
Así brilló mi sol, un día, al alba,
sobre mi frente, con triunfal belleza;
una hora no más lo he poseído
y hoy me lo esconden las aéreas nubes.
No desdeñes mi amor: si el sol del cielo
se eclipsa, han de velarse los del mundo.
Versión de Manuel Mujica Láinez
Las horas que gentiles compusieron...
Las horas que gentiles compusieron
tal visión para encanto de los ojos,
sus tiranos serán cuando destruyan
una belleza de suprema gracia:
porque el tiempo incansable, en torvo invierno,
muda al verano que en su seno arruina;
la savia hiela y el follaje
esparce
y a la hermosura agosta entre la nieve.
Si no quedara la
estival esencia,
en muros de cristal cautivo líquido,
la belleza y
su fruto morirían
sin dejar ni el recuerdo de su forma.
Mas la
flor destilada, hasta en invierno,
su ornato pierde y en perfume vive.
Versión de
Manuel Mujica Láinez
Los corazones que supuse
muertos...
Los corazones
que supuse muertos
pues me faltaban, a tu pecho ocupan;
en él reinan amor y sus virtudes
y los amigos que creí enterrados.
¡Cuánta lágrima pía de mis ojos
robó el amor leal por esos muertos
que no son más que seres que han cambiado
de lugar y que yacen en ti ocultos!
Tú eres la tumba donde vive amor;
de mis amores los trofeos te ornan;
cada uno te dio mi parte suya
y ahora es tuyo el bien que fue de muchos.
Veo en ti las imágenes que amé:
soy tuyo entero pues las tienes todas.
Versión de Manuel Mujica Láinez
Mas cuán pesante se me hace este viaje...
Mas cuán
pesante se me hace este viaje
Al ver que su final, que tanto ansío,
Me hará exclamar cuando pare y descanse:
¡Ya tan atrás has dejado a tu amigo!
La bestia que me lleva, ya sin fuerzas
Por mi penar, también con éste carga
Jadeando, como si algo le dijera
Que prisa su jinete no demanda.
La espuela en sangre su paso no apremia
Sino que ira en la piel le clava a veces,
Responde el animal con una queja
Que de cuanto le hiera más me hiere.
Pues esa misma queja me recuerda
Que alante el dolor, mi dicha atrás queda.
Versión de Ariel Laurencio Tacoronte
Mejor ser vil que tal considerado...
Mejor ser vil
que tal considerado
Cuando, sin serlo, esta culpa te achacan,
Y un lícito placer pierdes, que tanto
Los demás condenan, pero no tu alma.
Pues ¿por qué los ojos espurios de otros
Han de juzgar a mi impetuosa sangre;
O espiar mis flaquezas quien es más flojo
Y estima malo lo que yo, agradable?
No, yo soy el que soy; y los que apuntan
A mis desmanes, los propios exponen;
Habrá en sus ojos una torcedura,
Que sus juicios no ensucien mis acciones.
A no ser que esta máxima sostengan:
Todo hombre es malo y en su maldad reina.
Versión de Ariel Laurencio Tacoronte
Mella, Tiempo voraz, del león las garras...
Mella, Tiempo
voraz, del león las garras,
deja a la tierra devorar sus brotes,
arranca al tigre su colmillo agudo,
quema al añoso fénix en su sangre.
Mientras huyes con pies alados, Tiempo,
da vida a la estación, triste
o alegre,
y haz lo que quieras, marchitando al mundo
Pero un crimen
odioso te prohíbo:
no cinceles la frente de mi amor,
ni la dibujes con tu pluma antigua;
permite que tu senda siga, intacto,
ideal sempiterno de hermosura.
O afréntalo si quieres, Tiempo viejo:
mi amor será en mis versos
siempre joven.
Versión de Manuel Mujica Láinez
Mi amor es una fiebre que incesante...
Mi amor es una
fiebre que incesante
ansía lo que su virus alimenta,
porque en mi mal
mi gusto se apacienta
y es por sí enfermo el apetito amante.
Ya, viendo mi
doctor (la vigilante
razón) que no haga del caso ni cuenta,
me
abandonó, y el ánima sedienta
corre a su abismo, aunque lo ve adelante.
Salvación para
mí, ni la hay ni la quiero:
todo yo soy locura, inquietud, ira;
loco
en cuanto imagino y vocifero,
y víctima infeliz de una mentira
te
juré honrada y franca; y mi amor tierno
¿qué halló en ti? Noche oscura,
negro infierno.
Versión de
Rafael Pombo
Mira a tu espejo, y a tu rostro dile...
Mira a tu
espejo, y a tu rostro dile:
ya es tiempo de formar otro como éste.
Si no renuevas hoy su lozanía,
al mundo engañas y a una madre robas.
¿Quién es la bella del
intacto seno
que tu cultivo marital desdeñe?
y ¿quién tan loco para ser la tumba
de un amor egoísta sin futuro?
Tu madre encuentra en ti, que eres su espejo,
la gracia de su
abril, su primavera;
así, de tu vejez por las ventanas,
aunque
mustio, verás tu tiempo de oro.
Mas si pasar prefieres sin memoria,
muere solo y tu imagen morirá.
Versión de Manuel Mujica Láinez
No creeré en mi vejez, ante el espejo...
No creeré en mi vejez, ante el espejo,
mientras la juventud tu edad comparta;
sólo cuando los surcos te señalen
pensaré que la muerte se aproxima.
Si toda la hermosura que te cubre
es el ropaje de mi corazón,
que
vive en ti, como en mí vive el tuyo,
¿cómo puedo ser yo mayor que tú?
Por eso, amor, contigo sé prudente,
como soy yo por ti, no por mí
mismo;
tu corazón tendré con el cuidado
de la nodriza que al pequeño
ampara.
No te ufanes del tuyo, si me hieres,
pues me lo diste para no
volverlo.
Versión de Manuel Mujica Láinez
No dejes, pues, sin
destilar tu savia...
No dejes, pues, sin destilar tu savia,
que la mano invernal tu estío
borre:
aroma un frasco y antes que se esfume
enriquece un lugar con tu belleza.
No ha de ser una usura
prohibida
la que alegra a quien paga de buen grado;
y tú debes dar
vida a otro tú mismo,
feliz diez veces, si son diez por uno.
Más
que ahora feliz fueras diez veces,
si diez veces, diez hijos te
copiaran:
¿qué podría la muerte, si al partir
en tu posteridad
siguieras vivo?
No te obstines, que es mucha tu hermosura.
Versión de Manuel Mujica
Láinez
No me sucede lo que a aquel poeta...
No me sucede lo que a aquel
poeta
que versifica a una beldad pintada,
y al cielo mismo empleá como
adorno,
midiendo cuánto es bello con su bella;
y en henchidas imágenes la acopla
al sol, la luna y a las gemas ricas
y a las flores de abril y a las rarezas
que el aire envuelve en este
globo vasto.
Sincero amante, la verdad escribo.
Mi amor es tan gentil, podéis
creerme,
como cualquier hijo de madre, y brilla
menos que las candelas
celestiales.
Dejad que digan más los habladores;
yo no quiero ensalzar lo que no
vendo.
Versión de Manuel Mujica Láinez
No, no aparta a dos almas amadoras...
No, no aparta
a dos almas amadoras
adverso caso ni crüel porfía:
nunca mengua el
amor ni se desvía,
y es uno y sin mudanza a todas horas.
Es fanal que
borrascas bramadoras
con inmóviles rayos desafía;
estrella fija que
los barcos guía;
mides su altura, mas su esencia ignoras.
Amor no sigue
la fugaz corriente
de la edad, que deshace los colores
de los floridos
labios y mejillas.
Eres eterno,
Amor: si esto desmiente
mi vida, no he sentido tus ardores,
ni supe
comprender tus maravillas.
Versión de Miguel Antonio Caro
No te acongojes más por lo que has hecho...
No te acongojes más por lo que has hecho;
fango y espina tienen fuente y rosa;
a la luna y al sol vela el eclipse;
vive el gusano en el capullo suave.
Todos cometen faltas, yo también
pues disculpo con símiles la tuya,
y por justificarte me corrompo
y excuso tus pecados con exceso.
A tu yerro sensual le doy mi ayuda;
de opositor me vuelvo tu abogado
y comienzo a pleitear contra mí mismo.
Tanto el amor y el odio en mí combaten
que no puedo dejar de ser el cómplice
del ladrón tierno que cruel me roba.
Versión de Manuel Mujica Láinez
O viviré para escribir tu
losa...
O viviré para
escribir tu losa,
o vives y en la tierra me he podrido.
Qué importa
que yo caiga en el olvido
si en mi canto inmortal tu honor reposa.
No morirá por
mí tu fama hermosa
aunque yo al mundo moriré ya ido:
tú serás
recordado y bendecido,
yo volveré a ser polvo entre la fosa.
Cuando sean
los que hoy viven sombra vana
mis estrofas serán tu monumento
que
mirará generación lejana.
Remota edad
repetirá mi acento;
vivirás por mi pluma soberana
doquier se exhale un
amoroso aliento.
Versión de
Alejandro Araoz Fraser
Pobre alma, centro de culpable limo...
Pobre alma, centro de culpable limo
a la que burla, indócil, quien la ciñe,
¿por qué adentro sufrir afán y hambre
si pintas lo exterior de alegre lujo?
Si el contrato es tan breve, ¿por qué gastas
ornando tu morada pasajera?
¿Tendrá por fin tu cuerpo sustentar
al gusano que herede tu derroche?
Vive, alma, a expensas de tu servidor;
que aumenten sus fatigas tu tesoro;
y cambia horas de espuma por divinas.
Sé rica adentro, en vez de serlo afuera.
Devora tú a la Muerte y no la nutras,
pues si ella muere, no podrás morir.
Versión de Manuel Mujica Láinez
¿Por qué me prometiste
un día hermoso...
¿Por qué me
prometiste un día hermoso
y a viajar sin mi capa me obligaste,
si me dejaste sorprender por nubes
que en su bruma ocultaron tu destello?
No me basta que surjas de la niebla
y que la lluvia enjugues en mi rostro,
pues no ha de ponderar ninguno el bálsamo
que cicatriza pero no remedia.
Ni tu vergüenza a mi dolor aplaca,
ni tu remordimiento a lo perdido:
del ofensor la pena poco alivia
a quien la cruz soporta del agravio.
Pero tus lágrimas de amor son perlas
y su riqueza todo el mal rescata.
Versión de Manuel Mujica Láinez
Pintado
por Natura el rostro tienes...
Pintado por Natura el rostro tienes
de
mujer, dueño y dueña de mi amor;
y de mujer el corazón sensible
mas no
mudable como el femenino;
tus ojos brillan más, son más leales
y doran los objetos que
contemplas;
de hombre es tu hechura, y tu dominio roba
miradas de
hombres y almas de mujeres.
Primero te creó mujer Natura
y, desvariando mientras te esculpía,
de ti me separó, decepcionándome,
al agregarte lo que no me sirve.
Si es tu fin el placer de las mujeres,
mío sea tu amor, suyo tu goce.
Versión de Manuel Mujica Láinez
Pintores son mis ojos: te
fijaron...
Pintores son
mis ojos: te fijaron
sobre la tabla de mi corazón,
y mi cuerpo es el marco que sostiene
la perspectiva de la obra insigne.
A través del pintor hay que mirar
para encontrar tu imagen verdadera,
colgada en el taller que hay en mi pecho
al que brindan ventanas tus dos ojos.
Y observa de los ojos el servicio:
los míos diseñaron tu figura,
los tuyos son ventanas de mi pecho
por las que atisba el sol, feliz de verte.
Mas algo falta al arte de los ojos:
dibujan lo que ven y al alma ignoran.
Versión de Manuel Mujica Láinez
Que los favorecidos por los astros...
Que los
favorecidos por los astros
de honores y de títulos se ufanen;
yo, que la suerte priva de esos triunfos,
hallo mi dicha en lo que más venero.
Los favoritos de los grandes príncipes
abren al sol sus hojas cual caléndulas,
y su orgullo sepultan en sí mismos
pues los abate un ceño que se frunce.
El célebre guerrero laborioso,
derrocado una vez tras mil victorias,
es del libro de honores suprimido
y de su gesta lo demás se olvida.
Feliz de mí, que amando soy amado,
y ni cambiar ni ser cambiado puedo.
Versión de Manuel Mujica Láinez
Que no le ponga inconvenientes yo...
Que no le
ponga inconvenientes yo
A la alianza de espíritus constantes.
Amor que cede ante otro no es amor,
Ni el que cambie cuando cambios halle;
Oh, no, es un faro eternalmente fijo
Entre tormentas, y jamás da en tierra;
Es el astro de nómadas navíos,
Invalorado, bien que a lo alto ascienda.
Tiempo en Amor no se inmiscuye, aunque
Bajo el zas de su hoz caen labios rosas;
Con Tiempo va hasta donde el sino alcance
Amor, que no muda en fugaces horas.
Si es esto error, y en mí se demostrase,
Jamás he yo escrito, ni amado nadie.
Versión de
Ariel Laurencio
Tacoronte
Quién creerá en el futuro a mis poemas...
¿Quién creerá en el futuro a mis poemas
si los colman tus méritos altísimos?
Tu vida, empero, esconden
en su tumba
y apenas la mitad de tus bondades.
Si pudiera exaltar tus
bellos ojos
y en frescos versos detallar sus gracias,
diría el porvenir:
«Miente el poeta,
rasgos divinos son, no terrenales».
Desdeñarían mis papeles
mustios,
como ancianos locuaces, embusteros;
«métrico exceso» de un
«antiguo» canto.
Mas si entonces viviera un hijo tuyo,
mi rima y él dos vidas te darían.
para darla a la muerte y los gusanos.
Versión de Manuel
Mujica Láinez
Señor del amor mío, cuyo mérito...
Señor del amor mío,
cuyo mérito
obliga mi homenaje de vasallo,
te envío esta embajada manuscrita,
mi devoción probando y no mi ingenio.
Grande es mi devoción: mi pobre espíritu
la muestra sin ropaje de vocablos
y espera, aunque desnuda, que en tu alma
le dé tu comprensión sutil albergue;
hasta que el astro que mi andanza guía
me señale con brillo favorable,
y al ornar mis andrajos amorosos
haga que yo merezca que me mires.
Así podré exhibir mi amor ufano,
pero hasta entonces rehuiré la prueba.
Versión de Manuel
Mujica Láinez
Si a mis días colmados sobrevives...
Si a mis días colmados
sobrevives,
y cuando esté en el polvo de la Muerte
una vez más relees por ventura
los inhábiles versos de tu amigo,
con lo mejor de tu época compáralos,
y aunque todas las plumas los excedan,
guárdalos por mi amor, no por mis rimas,
superadas por hombres más felices.
Que tu amor reflexione: «Si su Musa
crecido hubiera en esta edad creciente,
frutos más caros a su edad le diera,
dignos de incorporarse a tal cortejo:
pero ha muerto; en poetas más notables
estilo buscaré y en él amor».
Versión de Manuel Mujica Láinez
Si la hosca carne
fuera pensamiento...
Si la hosca carne fuera
pensamiento
La vil distancia no me detendría,
Pues a do te hallas desde lo más lejos
Yo, pese al espacio, arribaría.
Y qué importará así que yo pisara
La más remota tierra que no vieras,
Pues la ágil idea el mar, países salva
Tan pronto rumia el sitio que desea.
Mas ¡ay!, me mata el pensar que no soy
Pensamiento que venza millas, leguas;
Que por ser de tanta agua y tierra yo
Debo ocupar el ocio con mis quejas.
Sin nada lograr de agentes tan lentos
Más que lágrimas, signos del mal nuestro.
Versión de Ariel Laurencio Tacoronte
Si la muerte domina al
poderío...
Si la muerte domina al
poderío
de bronce, roca, tierra y mar sin límites,
¿cómo le haría frente la hermosura
cuando es más débil que una flor su fuerza?
Con su hálito de miel, ¿podrá el verano
resistir el asedio de los días,
cuando peñascos y aceradas puertas
no son invulnerables para el Tiempo?
¡Atroz meditación! ¿Dónde ocultarte,
joyel que para su arca el Tiempo quiere?
¿Qué mano detendrá sus pies sutiles?
Y ¿quién prohibirá que te despojen?
Ninguno a menos que un prodigio guarde
el brillo de mi amor en negra tinta.
Versión de Manuel Mujica Láinez
¿Te he de comparar
con un sol de estío?...
¿Te he de comparar con
un sol de estío?
Descubro en ti más gracia y más encanto.
Furiosos vientos agitan el fino
Botón de mayo, es tan breve el verano.
Quema a veces tanto el ojo del cielo,
Se opaca a menudo su tez dorada,
Lo que es bello deja a veces de serlo
Por azar o por natural mudanza.
Mas tu eterno estío no decaerá
Ni ha de perder el bello que posees,
Ni el nublarte la muerte jactará
Cuando en el tiempo en verso eterno creces.
Mientras respirando o viendo se siga
Esto vivirá, y esto te da vida.
Versión de Ariel Laurencio Tacoronte
Tiempo
devorador, desafila las garras del león...
Tiempo devorador, desafila las garras del león
y haz que la tierra devore su propio dulce retoño,
arranca los agudos colmillos de las crueles mandíbulas del tigre
y quema en su sangre el fénix de larga vida;
alterna en tu vuelo estaciones tristes y alegres
y haz todo lo que quieras, Tiempo de rápido pie,
al vasto mundo y a todas sus dulzuras fugitivas;
pero yo te prohíbo un crimen, el más odioso:
¡oh! no marques con tus horas la frente de mi hermoso amor,
ni traces líneas con tu antigua pluma,
déjalo intacto en tu carrera,
como modelo de belleza para los hombres a venir.
O bien haz lo peor, viejo Tiempo: a despecho de tu ultraje,
en mis versos mi amor vivirá joven eternamente.
Versión de Manuel
Mujica Láinez
Tiempo, no has de jactarte de mis cambios...
Tiempo, no has de
jactarte de mis cambios:
alzas con nuevo brío tus pirámides
y no son para mí nuevas ni extrañas
sino aspectos de formas anteriores.
Por ser corta la vida, nos sorprende
lo antiguo que reiteras y que impones,
cual si fuera lo nuevo que deseamos
y si no conociéramos su historia.
Os desafío a ti y a tus anales;
no me asombran pasado ni presente,
pues tus anales y lo visto engañan
al transformarse mientras te apresuras.
Por mí, te juro que he de ser constante
a pesar de tu hoz y de ti mismo.
Versión de Manuel Mujica Láinez
Tu capricho y tu edad, según se mire...
Tu capricho y tu edad,
según se mire,
provocan tus defectos o tu encanto;
y te aman por tu encanto o tus defectos,
pues tus defectos en encanto mudas.
Lo mismo que a la joya más humilde
valor se da en los dedos de una reina,
se truecan tus errores en verdades
y por cosa legítima se tienen.
¡Cómo engañara el lobo a los corderos,
si en cordero pudiera transformarse!
Y ¡a cuánto admirador extraviarías,
si usaras plenamente tu prestigio!
Mas no lo hagas, pues te quiero tanto
que si es mío tu amor, mía es tu fama.
Versión de Manuel Mujica Láine
Tu pecho está cargado con todos los corazones...
Tu pecho está cargado
con todos los corazones,
que yo supuse, en mi ignorancia, muertos;
y allí reina el Amor con todas sus amantes partes
y todos los amigos que yo creía extintos.
Cuántas sagradas y obsequiosas lágrimas
extrajo de mis ojos el amor religioso
en interés de los muertos, que aparecen ahora
como cosas remotas que en ti yacen ocultas!
Tú eres la tumba en que el amor sepulto ahora vive,
adornado con los trofeos de mis amores idos,
que todas sus partes de mí a ti te dieron,
pues ese haber de muchos es tuyo ahora solo:
Sus imágenes que amé las veo en ti
y tú, con todos ellos, lo tienes todo del total de mí.
Versión de Manuel
Mujica Láinez
Unos se vanaglorian
de la estirpe...
Unos se vanaglorian de
la estirpe,
del saber, el vigor o la fortuna;
otros, de la elegancia extravagante,
o de halcones, lebreles y caballos;
cada carácter un placer comporta
cuya alegría a las demás excede;
pero estas distinciones no me alcanzan
pues tengo algo mejor que las incluye.
En altura, tu amor vence al linaje;
en soberbia al atuendo; al oro en fausto;
en júbilo al de halcones y corceles.
Teniéndote, todo el orgullo es mío.
Mi única miseria es que pudieras
quitarme todo y en miseria hundirme.
Versión de Manuel Mujica Láinez¡Ve! si en oriente
la graciosa luz...
¡Ve! si en oriente la graciosa luz
su cabeza flamígera levanta,
los ojos de los hombres, sus vasallos,
con miradas le rinden
homenaje.
Y mientras sube al escarpado cielo,
como un joven robusto en
su edad media,
lo siguen venerando las miradas
que su dorada procesión
escoltan.
Pero cuando en su carro fatigado
deja la cumbre y abandona
al día,
apártanse los ojos antes fieles,
del anciano y su marcha
declinante.
Así tú, al declinar sin ser mirado,
si no tienes un hijo, morirás.
Versión
de Manuel Mujica Láinez
Y por qué no es tu guerra más
pujante...
¿Y por qué
no es tu guerra más pujante
contra el Tirano tiempo sanguinario;
y contra el decaer no te aseguras
mejores medios que mi rima estéril?
En el cenit estás de
horas risueñas.
Los incultos jardines virginales
darían para ti vivientes
flores,
a ti más semejantes que tu efigie.
Tendrías vida nueva en
vivos trazos,
pues ni mi pluma inhábil ni el pincel
harán que tu nobleza y tu
hermosura
ante los ojos de los hombres vivan.
Si a ti mismo te entregas, quedarás
por tu dulce destreza retratado.
Versión
de Manuel Mujica Láinez