Reseña biografica
Poeta, ensayista y filósofo francés nacido en Séte en 1871.
Al terminar la escuela básica ingresó a la Facultad de Leyes de la
Universidad de Montpellier, estudios que interrumpió poco tiempo después
para viajar a Paris donde inició la carrera literaria. Interesado en el
movimiento simbolista, fue miembro regular de las tertulias de Stéphane
Mallarmé, alternando su vocación poética con un trabajo como redactor en el
Ministerio de Guerra. Publicó en 1917 su primer libro de poemas bajo el
título de "La Joven Parca", seguido de "Cementerio Marino"
en 1920 y "Album de versos antiguos" en 1921.
En 1925 fue elegido miembro de la Academia Francesa, y a pesar de su
aclamación por parte de la crítica, decidió dejar la poesia para dedicarse
por completo al ensayo, las matemáticas y la pintura, condensados en una
publicación de veinte volúmenes en 1945.
Falleció en Paris en 1945. ©
Poemas de Paul Valéry:
El bosque amigo
El cementerio marino
Encantamiento
Esbozo de una serpiente
Helena
La dormeuse
Los pasos
Los pasos ( otra versión)
poesia
Una tarde adornada de palomas sublimes...
El bosque amigo
En las sendas pensamos cosas puras,
uno al lado del otro, fugitivos,
cogidos de la mano, y pensativos
en medio de las flores más oscuras.
Íbamos solos, como enamorados,
entre la verde noche del sendero,
compartiendo el fugaz fruto hechicero
del astro que aman los
enajenados.
Después, muy lejos, en la sombra densa
de aquel íntimo bosque
rumoroso,
morimos -solos!- sobre el césped blando.
Y arriba, en medio de la luz inmensa,
¡oh, amigo del silencio más
hermoso,
nos encontramos otra vez, llorando!
Versión de Andrés Holguín
El cementerio marino
¡Oh alma mía, no aspires a la vida inmortal,
pero agota toda la extensión de lo posible.
Pindaro, Píticas III.
Calmo techo surcado de palomas,
palpita entre los pinos y las
tumbas;
mediodía puntual arma sus fuegos
¡El mar, el mar siempre
recomenzado!
¡Qué regalo después de un pensamiento
ver moroso la calma de los
dioses!
¡Qué obra pura consume de relámpagos
vario diamante de invisible
espuma,
y cuánta paz parece concebirse!
Cuando sobre el abismo un sol
reposa,
trabajos puros de una eterna causa,
el Tiempo riela y es Sueño
la ciencia.
Tesoro estable, templo de Minerva,
quietud masiva y visible
reserva;
agua parpadeante, Ojo que en ti guardas
tanto sueño bajo un velo
de llamas,
¡silencio mío!... ¡Edificio en el alma,
mas lleno de mil tejas
de oro. Techo!
Templo del Tiempo, que un suspiro cifra,
subo a ese punto puro y
me acostumbro
de mi mirar marino todo envuelto;
tal a los dioses mi suprema
ofrenda,
el destellar sereno va sembrando
soberano desdén sobre la
altura.
Como en deleite el fruto se deslíe,
como en delicia truécase su
ausencia
en una boca en que su forma muere,
mi futura humareda aquí yo
sorbo,
y al alma consumida el cielo canta
la mudanza en rumor de las
orillas.
¡Bello cielo real, mírame que cambio!
Después de tanto orgullo,
y de tanto
extraño ocio, mas pleno de poderes,
a ese brillante espacio me
abandono,
sobre casas de muertos va mi sombra
que a su frágil moverse me
acostumbra.
A teas del solsticio expuesta el alma,
sosteniéndote estoy, ¡oh
admirable
justicia de la luz de crudas armas!
Pura te tomo a tu lugar
primero:
¡mírate!... Devolver la luz supone
taciturna mitad sumida en
sombra.
Para mí solo, a mí solo, en mí mismo,
un corazón, en fuentes del
poema,
entre el vacío y el suceso puro,
de mi íntima grandeza el eco
aguardo,
cisterna amarga, oscura y resonante,
¡hueco en el alma,
son siempre futuro!
Sabes, falso cautivo de follajes,
golfo devorador de enjutas
rejas,
en mis cerrados ojos, deslumbrantes
secretos, ¿qué cuerpo
hálame a su término
y qué frente lo gana a esta tierra ósea?
Una
chispa allí pienso en mis ausentes.
Sacro, pleno de un fuego sin materia;
ofrecido a la luz terrestre
trozo,
me place este lugar alto de teas,
hecho de oro, piedra,
árboles oscuros,
mármol temblando sobre tantas sombras;
¡allí la
mar leal duerme en mis tumbas!
¡Al idólatra aparta, perra espléndida!
Cuando con sonrisa de
pastor, solo,
apaciento carneros misteriosos,
rebaño blanco de mis
quietas tumbas,
¡las discretas palomas de allí aléjalas,
los vanos
sueños y Angeles curiosos!
Llegado aquí pereza es el futuro,
rasca la sequedad nítido
insecto;
todo ardido, deshecho, recibido
en quién sabe qué esencia
rigurosa...
La vida es vasta estando ebrio de ausencia,
y dulce el
amargor, claro el espíritu.
Los muertos se hallan bien en esta tierra
cuyo misterio seca y
los abriga.
Encima el Mediodía reposando
se piensa y a sí mismo se
concilia...
Testa cabal, diadema irreprochable,
yo soy en tu
interior secreto cambio.
¡A tus temores, sólo yo domino!
Mis arrepentimientos y mis dudas,
son el efecto de tu gran diamante...
Pero en su noche grávida de
mármoles,
en la raíz del árbol, vago pueblo
ha asumido tu causa
lentamente.
En una densa ausencia se han disuelto,
roja arcilla absorbió la
blanca especie,
¡la gracia de vivir pasó a las flores!
¿Dónde del
muerto frases familiares,
el arte personal, el alma propia?
En la
fuente del llanto larvas hilan.
Agudo gritos de exaltadas jóvenes,
ojos, dientes, humedecidos
párpados,
el hechicero seno que se arriesga,
la sangre viva en
labios que se rinden,
los dedos que defienden dones últimos,
¡va
todo bajo tierra y entra al juego!
Y tú, gran alma, ¿un sueño acaso esperas
libre ya de colores del
engaño
que al ojo camal fingen onda y oro?
¿Cuando seas vapor tendrás el
canto?
¡Ve! ¡Todo huye! Mi presencia es porosa,
¡la sagrada impaciencia
también muere!
¡Magra inmortalidad negra y dorada,
consoladora de horroroso
lauro
que maternal seno haces de la muerte,
el bello engaño y la
piadosa argucia!
¡Quién no conoce, quién no los rechaza,
al hueco cráneo y a la
risa eterna!
deshabitadas testas, hondos padres,
que bajo el peso de tantas
paladas,
sois la tierra y mezcláis nuestras pisadas,
el roedor gusano
irrebatible
para vosotros no es que bajo tablas
dormís, ¡de vida vive y no
me deja!
¿Amor quizás u odio de mí mismo?
¡Tan cerca tengo su secreto
diente
que cualquier nombre puede convenirle!
¡Qué importa! ¡Mira,
quiere, piensa, toca!
¡Agrádale mi carne, aun en mi lecho,
de este viviente vivo de
ser suyo!
¡Zenón! ¡Cruel Zenón! ¡Zenón de Elea!
¡Me has traspasado con tu
flecha alada
que vibra, vuela y no obstante no vuela!
¡Su son me engendra y
mátame la flecha!
¡Ah! el sol... ¡Y qué sombra de tortuga
para el alma, veloz y
quieto Aquiles!
¡No! ¡No!... ¡De pie! ¡En la era sucesiva!
¡Cuerpo mío, esta
forma absorta quiebra!
¡Pecho mío, el naciente viento bebe!
Una frescura que la mar
exhala,
ríndeme el alma... ¡Oh vigor salado!
¡Ganemos la onda en rebotar
viviente!
¡Sí! Inmenso mar dotado de delirios,
piel de pantera, clámide
horadada
por los mil y mil ídolos solares,
hidra absoluta, ebria de carne
azul,
que te muerdes la cola destellante
en un tumulto símil al
silencio.
¡Se alza el viento!... ¡Tratemos de vivir!
¡,Cierra y abre mi
libro el aire inmenso,
brota audaz la ola en polvo de las rocas!
¡Volad páginas todas
deslumbradas!
¡Olas, romped con vuestra agua gozosa
calmo techo que foques
merodean!
Versión de Javier Sologuren
Encantamiento
Vierte la luna débil sus albores sagrados
como una basquiña ,de
vaporoso argento
sobre moles de mármol que cruza el soñoliento
paso de alguna virgen en velos nacarados.
A los cisnes sedeños que abren los juncales
con su quilla de
pluma donde la luz reposa
les deshoja su mano la más nevada rosa,
y en el agua los pétalos difunden espirales.
Soledad extasiada, dulcificante duna,
cuando el agua hervorosa
bruñida por la luna
sus voces cristalinas sin término propaga,
-¿qué alma padeciera la magia inexorable
de la rútila noche con
su cielo implacable
sin exhalar un grito puro como una daga?
Versión de Carlos López Narváez
Esbozo de una serpiente
A Henry Ghéon
Sobre aquel árbol la brisa acuna
A la víbora que yo vestí;
Una sonrisa le horada el diente
Y nos aclara sus apetitos
En el Jardín donde arriesga y ronda,
Y en el triángulo mío de esmeralda
Saca su lengua de doble filo...
Bestia soy, pero bestia aguda
De quien el veneno, aunque vil,
Domina al de la cauta cicuta.
Cuán suave aquel tiempo de placer!
Temblad mortales! Yo soy muy fuerte
Cuando consigo con mi descaro,
¡En un bostezo quebrar la fuerza!
El esplendor del Cielo perfila
Este blasón de sierpe que oculta
Bajo su animal simplicidad;
¡Venid a mí, raza atolondrada!
¡Estoy de pie, atenta y proterva,
Semejante a la necesidad!
¡Sol, Sol!... ¡Mentira resplandeciente!
Tú, Sol que a la muerte la enmascaras
Bajo el azul y oro de una tienda
do celebran consejo las flores
Por entre impenetrables placeres,
¡Tú, el más fiero de mis cómplices
Y de mis trampas, la más aguda,
Protege a los corazones para
Que nunca sepan que el Universo
Es un defecto, allí en la pureza
Del No-Ser!
Gran Sol que haces retiñir la alarma
Para el ser y le compañas fuegos,
Tú, que entre los sueños lo encarcelas
Y muy tramposamente le pintas,
Campiñas, oh hacedor de fantasmas
Felices que propenden los ojos
A la presencia oscura del alma,
Siempre me ha gustado la mentira
Que tú expandes en el absoluto,
¡Oh rey de las sombras vuelto lumbre!
Vierte sobre mí tu calor basto
Donde surge mi pereza gélida
Y desvaría algún mal que le es
Propio a mi naturaleza rea...
Lugar feliz donde vive la carne,
Donde escoger y acoplarse es grato,
Donde mi furor se vuelve maduro,
Y lo recorro entre mis circuitos
Donde mi meditación murmura.
¡Oh Vanidad, Causa Primera!
Aquella que reina en los Cielos,
Y que hizo a la luz que nos abra
Al Universo espacioso exhausto
De su propio espectáculo purísimo.
Dios mismo nos ha roto el obstáculo
De su Perfecta Eternidad;
El se nos volvió Quien nos disipa
En consecuencias a su Principio,
En estrellas su Unidad.
¡Cielos, su error!
¡Tiempo, su ruina!
Y el abismo animal, boquiabierto...
¡Qué caída en el origen, una
Centella en el lugar de la nada!...
Pero en el primer vocablo en su Verbo:
YO... El más soberbio de los astros
Dicho por el loco creador,
¡Yo soy... Yo seré... Yo os ilumino
La disminución divina
De todo el fuego del Seductor!
Versión de
Guillermo Trejo
Helena
¡Azul! Soy yo. Regreso de lúgubres canteras
a ver el mar lanzando
sus escalas sonoras,
y al filo de los remos de oro, en las auroras,
zarpando de su rada nocturna las galeras.
Mis manos solitarias invocan los monarcas
-yo hundía entre su
barba de sal mis dedos puros-.
Llorando he visto, al eco de sus
himnos oscuros,
huir los golfos ante la popa de sus barcas.
Oigo las caracolas hondas, los helicones
marciales en las
rítmicas alas de los timones;
claros cantos remeros encadenan
rugidos.
Y en las heroicas proas, los dioses exaltados,
con sus plácidos
rostros de la espuma azotados,
me tienden indulgentes sus brazos
esculpidos.
Versión de Carlos López Narváez
La dormeuse
¿Qué secreto mi amiga
quema bajo tu pecho?
¿A través de tu rostro huele el alma de una
flor?
¿De qué vano alimento tu cándido calor
hace aquel puro
brillo que te alumbra en tu lecho?
Sueños, respiración,
abolido despecho...
Más fuerte eres que el llanto sosiego vencedor
cuando en tu pleno sueño redondez y temblor
de ese seno enemigo se
alzan en acecho.
Mujer, montón dorado de
sombras y de mimos
tu temible reposo tales dones retrata
lánguida
cervatilla buscando los racimos.
Que a pesar de tu alma
que el infierno encarcela
tu forma el vientre puro con el brazo
recata
y mis ojos se abren mientras tu forma vela.
Versión de Jorge
Rojas
Los pasos
Pasos nacidos de un silencio
tenue, sagradamente dados,
hacia el recinto de mis sueños
vienen tranquilos, apagados.
Rumores puros y divinos,
todos los dones que descubro
-¡oh blandos pasos reprimidos!-
llegan desde tus pies desnudos.
Si en el convite de tus
labios
recoge para su sosiego
mi pensamiento -huésped ávido-
el vivo manjar de tu beso.
Avanza con dulzura lenta,
con ternura de ritmos vagos:
como ha vivido de tu espera,
mi corazón marcha en tus pasos.
Los pasos
(otra versión)
Tus pasos,
por el silencio creados,
avanzan santa, lentamente,
hacia el lecho de mi impaciente vigilar,
fríos, callados.
Queridos,
adorados pasos mudos,
que sin oír mis ansias adivinan,
¡Qué regalos celestes se encaminan
hacia mi lecho
en unos pies desnudos.
Si, para mi sueño obseso,
tu bocas haces avanzar
yo preparo el paladar
al alimento de un beso.
No lo apresures,
ten calma,
dulzura de ser no siendo,
que de esperar voy viviendo
y son tus pasos
mi alma.
Versión de Charles Dampierre
poesia
Con sorpresa y emoción,
una boca que bebía
del seno de la
poesia
dijo, apartando el plumón:
¡Oh mi madre Inteligencia
de quien el dulzor fluyó!
¿Cuál
extraña negligencia
ahora tu seno secó?
Sobre tu pecho divino
apenas ponía mi sien,
sentía el mecer
marino
de tu corazón de bien;
recién, en la obscura niebla
que bajó hasta tu beldad,
sentía,
al beber tiniebla
llenarme de claridad.
Dios diluido en tu esencia,
Lleno de felicidad
y dócil a la
conciencia
De la gran tranquilidad,
Alcancé la noche pura
y olvidéme del no ser,
pues, un río de
ventura
por mí parecía correr. .
¿Qué escrúpulo temeroso,
qué despecho te asaltó,
que tu fluir
milagroso
en mis labios se cortó?
¡Oh rigor! Yo bien recelo
que tu alma se ofendió
el silencio,
cisne en vuelo,
ya no reina entre tú y yo.
¡Oh Inmortal! Ya no me informa
de tesoros tu mirar
y se hizo
piedra la forma
que yo sentí palpitar
Me han privado tus agravios
hasta del cielo el claror.
¿Qué
serás tú sin mis labios?
¿Qué seré yo sin tu amor?
Pero la fuente ya inerte
Le respondió sin pasión:
-¡Ay, me has
mordido muy fuerte!
No late mi corazón.
Versión de Edmundo
Bianchi
Una tarde adornada de palomas sublimes...
Una tarde adornada de palomas sublimes
la doncella suavemente se
peina al sol.
Roza en la onda al nenúfar con su pie de arrebol
y
entibia sus dos manos errantes y morosas
tendiendo hacia el ocaso sus
transparentes rosas.
Una onda inocente recorre en emoción
su piel:
es que una flauta toca un absurdo son.
El músico, que tiene dientes
de pedrería,
lanza una fútil brisa de sombra y fantasía
con el
oculto beso que arriesga entre las flores.
Fría, ante el dulce juego
de llantos y de amores,
ni haciéndose divina con una frase sola
de
rosa, la belleza, gracias a su aureola,
en suelta cabellera de mirra
perfumada
mira, con ojo augusto entre la crencha dorada
la luz que
antes pasó entre sus manos abiertas.
Sobre su espalda húmeda cae una
hoja muerta.
De la flauta, hasta el agua, cae una gota suave
y el
pie puro se asusta como una bella ave
ebria de sombra...
Versión de Edmundo
Bianchi