"...Ni en la húmeda curva de tu labio,
ni en tu seno rotundo, ni en el sabio
giro sensual, mi esclavitud persiste..."
"The girls of Avignon"
"Salvador Dalí"
Reseña biografica
Poeta
colombiano, nacido en Bogotá en 1902.
Cultor de un tono romántico
trabajado en sonetos magistrales. Enamorado de la bohemia, del amor,
y de la mujer en niveles de suma elegancia, el poeta mereció el calificativo
de maestro del soneto galante.
Y eso fue, con toda justeza y exactitud. Su vida estuvo dedicada a la poesia
de modo exclusivo. Sus diversos
libros, entre los cuales se destacan «La vigilia del vino» y «El alba
inútil», fueron reunidos en un solo volumen
con el título de «Lección de poesia».
Falleció en 1970. ©
A ti
A una amazona
Ana
Campo de caza
Cena
Cita
Dos mujeres
El alba inútil
El beso
El retorno
El rito
Ella
Éramos tres los caballeros
Es un dulce presagio de combate...
Esa mujer
Estuvo ella tan cerca, su cuerpo junto
al mío....
Fémina
Joyel
La cita II
La iniciada
La niña de las naranjas
La voz apenas
Las copas
Las manos
Lelia
Madrigales
Maitines
Nocturno
Ofrenda
Pasión tardía
Perennidad
Preludio
Querella
Renunciamiento
Romance de la niña inocente
Romance del estío
Rouge
Se evaporó su nombre...
Se extasiaban tus ojos en
la espera...
Soneto al amor I
Soneto al amor II
Soneto al amor III
Souvenir
Tu pie
Tu zapato
Variación para un recuerdo
Variación sobre el tema de
sus manos
Viento en la alcoba
Volvió algún día mi pasión
errante...
Vuelo del corazón que se ha abatido...
A ti
Como la fruta
original tú tienes
duplicidad de hieles y panales.
Eres todos los
Males y los Bienes,
sin saber de los Bienes y los Males
Buscando
paraísos terrenales,
discurrí por tus núbiles edenes,
y al hollar de
vaivenes tus rosales
hallé todos los males y los Bienes
Al amparo de
signos augurales,
diademó la inocencia de tus sienes
un gajo de las
ciencias primordiales;
y, así, otra
vez, a mi reclamo vienes,
trayendo en tu querer todos los Bienes,
y en
tu beso fatal, todos los Males.
A una amazona (G.B.)
"El hombre sólo es completo a caballo".
J. Barbey D'Aurevilly
Quiero soñar
contigo, rubia y alta amazona
que has cruzado esta tarde mis predios sin
saber
que el hombre por quien vuelves e irrumpes en la zona
clausurada
del parque, no es el mismo de ayer
Has salvado
los fosos y has saltado los setos.
El viejo jardinero me ha dicho que
eres tú.
Rubia y alta amazona de los claros sonetos
que yo escribí una
noche porque no estabas tú
Otra mujer
cercaba mis horas con los lazos
del placer, y en su grito yo añoraba tu
voz
porque el recuerdo triste de una aurora en tus brazos
segaba los
minutos como al trigo la hoz
Si te amé, no
sabría contestarle a mi duda.
Si me amaste, qué importa?... yo te amaba
tal vez.
Ibas por vez primera bajo el traje desnuda,
ya desceñido el
cuerpo de su alba doncellez
Llevabas en
tus labios tu deseo primero
y en los ojos azules tu lejano país.
Un
bucle blondo y firme. Firme y alto el sombrero.
Las cárdenas violetas
sobre tu traje gris
Erguíase tu
cuerpo tan fino como un tallo
floral, a cuyo extremo tu rostro era la
flor.
¿Te acuerdas?... Sólo un día... Tu traje... Tu caballo.
Trotábamos, y el trote fue mi verso mejor
Se asomaban
los párvulos paisajes al camino
por mirarte a caballo y a mi lado pasar.
Y era el camino largo, como tu cuerpo fino.
Y era todo el camino de luz
crepuscular
Fulgía el
campo verde como una esmeralda
que se hubiese caído de la mano de Dios.
Trotábamos, y el viento jugaba con tu falda.
Tu caballo -aún recuerdo- se
llamaba Panglós
II
Puedes entrar,
si quieres. Llama al buen jardinero.
Desciende del caballo y avanza el
breve pie
por las graves estancias y entra al salón severo,
que el
fuego está encendido y es la hora del té
Aún el diván
imita la curva de tu pierna.
Y aún el fuego en las llamas imita tu
carmín.
Un sólo instante efímero te hizo en mi verso eterna,
y el
tiempo está en tu nombre sin principio ni fin
Al filo del
recuerdo se han tronchado mis días.
-La Garconne... MaryDuchess...
ChildeHarold... Sans-a-tout-
Puedes entrar si quieres en las cuadras
vacías;
yo vendí los caballos; no lo hagas nunca tú
Guarda como un
tesoro tu júbilo. Esa intacta
alegría de entonces...Mi dolor, qué más da?
Y haz grabar en tus bridas esta sentencia exacta:
"Sólo es completo el
hombre cuando a caballo va".
Ana
He vuelto al
puerto tropical que un día
miró el reposo de mi sed liviana
bajo la
sombra de tus brazos. Ana,
tu boca era una fruta al medio día
Después amor y
estío en romería.
Viajes por hielo en el borgoña grana.
Y tras el
vino, la caricia vana.
Mío el desdén y tuya la porfía
Hoy de otro
cuerpo mi placer se ufana.
Al "Café de los guamos" todavía
llega en
vinos nocturnos la mañana
Pero un dolor
invade mi alegría:
no haberte amado cuando fuiste mía
y amarte ahora
que te sé lejana.
Campo de caza
A
la sombra del bosque de tu oscura melena
me acechaban tus ojos como lagos
siniestros.
El fuego de tus labios orientó mi camino
porque perdí la
ruta cándida de tus brazos.
Mi ruego era un anuncio de huellas bajo el
alba.
Vislumbré enardecido las cumbres de tus senos,
y al sentir el
efluvio de tus vírgenes frondas
azucé mis lebreles por tus flancos
desnudos.
A su raudo galope de besos, se ofrecían
en una primavera de
incógnitos asombros,
los núbiles senderos florecidos de nardos
y las
cálidas grutas de capitosos musgos.
Iniciaron colinas y ganaron
florestas.
Y al final, ya enervados por las rutas ansiosas,
alígeros
cayeron sobre el valle de nieve
donde temblaba inquieta la gacela
escondida.
Mujer,
-maravillosa selva donde yo me he perdido-
tú fuiste a mis
instintos como un campo de caza.
Cena
Una
historia de ayer traza tu fino
labio en carmín, y es hoy en tus ojeras.
Y hay un collar de olvidos y de esperas
si se yergue tu cuello
alabastrino.
Las orquídeas ensayan tu destino
en un haz de fugaces
primaveras,
y se curvan tu labio y tus ojeras
a la vez sobre el llanto
y sobre el vino.
Pero no lloras. Elegante y ducha
en el amor, sonríes
a la pena.
Un llanto oculto con tu risa lucha,
y así bebes y ríes. Mas
la cena
es ya el recuerdo de otra cena. Escucha:
son los "Cuentos de
los bosques de Viena".
Cita
Cómo era de hermoso el albo cuello
al quitarte la marta cibelina.
Cómo
era la espalda de divina.
Cómo el hombro en su albor era de bello.
Emuló con sus uñas el destello
del diamante nupcial tu mano fina,
y cayó con la marta cibelina
tu pudor a mis manos desde el cuello.
Te cercaban batistas y pecados
y a un tiempo con tu veste descendía
mi caricia inicial por tus collados.
La tarde aún en tu diamante ardía,
pero al vagar por tus oscuros
prados
la noche negra comenzó en tu umbría.
Dos mujeres
Agua amarga de
un mar cuya ribera
era el párpado azul. Qué cielo ido
de ese mar a
otro mar, entristecido
de lágrimas también y azul ojera
Yo las amé a
las dos. La una era
triste y frágil y pálida de olvido.
Y la otra...
¿la otra?... hubiera sido
-si sido hubiese- igual a la primera
¿Qué misterio
de amor será este vano
ambicionar el fruto no caído,
cuando se tiene
el fruto entre la mano?
Y soñar en un
cielo descendido,
soñándolo lejano, y tan cercano
de una mar a otra
mar el cielo ido.
El alba inútil
A
los labios del hombre taciturno, la aurora
trajo un ebrio recuerdo de
olvidados cantares.
El alba en las pupilas noctámbulas había
sorprendido la angustia de las viejas saudades.
En los círculos hondos de
las mustias ojeras
se azulaba un exceso de veladas sensuales.
Vertió
el vino de Francia en la copa vibrante.
-La noche prolongaban los grises
cortinajes-.
Miró la flor marchita
de su frac un instante,
y evocó vagamente:
Casi estaba desnuda
en
la fiebre del baile.
El breve seno apenas
velaban los encajes.
Oprimía la espalda
la caricia insinuante
que vagaba furtiva
de
deseos. El talle
cedía entre su brazo
como un junco ondulante.
Después... aun más desnuda
la tuvo que en el vals,
y pensó vagamente:
Flor y mujer, vosotras
sólo duráis un baile.
-En la mano brillaba la
heráldica sortija
herencia antigua y noble de un tiempo inmemorable.
Trémula entre los dedos fatigados, la copa
despertó una añoranza de
mujeres fugaces-.
* * *
Las lámparas habían develado la alcoba.
El alba
subrayaba de luz los ventanales.
Las severas efigies de los antepasados
miraban desde el fondo de remotas edades.
Con un grito argentado de
dagas, la panoplia
al nieto recordaba las glorias ancestrales.
Dejó la
copa exhausta
sobre la mesa grave.
Descorrió silencioso
los grises
cortinajes,
y pensó vagamente:
¿Y de todo qué resta
tras el sensual
alarde?
Sólo una flor marchita
en la seda del traje.
-En las manos
del hombre taciturno, la aurora
palideció una huella de victorias
cobardes-.
El beso
Un
pebetero erótica fragancia
de ámbar y nardo en el salón deslíe,
al par
que en bronce un sátiro sonríe
impregnando de mal toda la estancia.
Verde malva es el traje, y tu elegancia,
porque a su encanto mi pasión
confíe,
mientras las copas un efebo escancia,
perversamente en el
diván se engríe.
Súbito el vino tu fervor desmaya
en un rictus de amor. Mi mano ensaya
buscar el seno repulido y breve.
Y cuando tú revives de la ignota
languidez pasional, mancha una gota
de sangre tibia tu mentón de nieve
El retorno
Fue tan grande y amargo mi
despecho,
y fue tu angustia en el adiós tan poca,
que al recordar la
herida de tu boca
soñé con otra igual para mi pecho.
Mas hoy depongo mi rencor.
Sospecho
que acaso loco yo, tú también loca,
el mal que así nuestro
dolor provoca
uno al otro, a la vez, nos lo hemos hecho.
Prueba la copa y el dorado
vino
ofréceme en tus labios. Adivino
que idéntica a esa flor presa en
tu broche,
sumisa al ruego del amor
serás.
Cómo eres tú, lo comprendí esta noche.
Cómo soy yo, tú nunca lo
sabrás.
El rito
He hallado un rito antiguo,
dolor, para que oficie
tu orgullo su venganza.
Asiática molicie
sobre cojines blandos. Mágico sueño de opio.
Edén
imaginario que a la tristeza engañas,
colores imposibles y figuras
extrañas
como si fueran vistos en un caleidoscopio.
No saber de los odios,
envidias y rencores.
Creer estar tendido sobre un tapiz de flores.
Dejar de ser, o acaso ser todo y no ser nada.
Oh sueño que simulas roce de manos de hada
sobre los ojos puestas. El
mundo qué pequeño.
Qué corta la existencia para vivir un sueño.
Frágil entre una nube de
túnicas flotantes
pasa un desfile eterno de cuerpos insinuantes
que yo
jamás amé.
Y todo en un pesado
silencio de nirvana,
mientras que, suavemente, de la mesita enana
se
difunde el aroma de las tazas de té.
Y ella lejos, muy lejos.
Tan lejos, tan lejana,
que fue un milagro el lecho con ella esta mañana.
Ella
Ella está
aquí, presente en la distancia
que separa su nombre de mi oído
y está
aquí en el espacio estremecido
que hay entre mi recuerdo y su fragancia
Ella se fue, y
aún yerra por mi estancia
su nombre en su perfume diluido,
que por
marcarle un límite al olvido
se hizo nombre y perfume la distancia
Ella está
aquí, presente en el abismo
de su ausencia en aroma. En el amargo
acento de su nombre en mi mutismo
Que de tan
corto amor, dolor tan largo,
sólo es nombre y perfume... Y sin embargo
yo pude acompañarla hasta mí mismo.
Éramos tres los caballeros
Éramos tres los caballeros.
Uno
amaba el juego y la mujer. El otro
amaba la mujer y amaba el vino.
Yo amaba el vino, la mujer y el juego.
Íbamos por garitos y
tabernas
jugando las sortijas
después de haber jugado las monedas.
Y en los amaneceres licenciosos
dejábamos al pie de la ruleta
la
última sonrisa
y la última gema.
-Sobre el jardín en flor de
las barajas
inventaba el zafiro una alba nueva-.
Bebíamos en copas repulidas
viejos vinos de rica procedencia,
o en los cálices rojos de las bocas
de las mujeres bellas,
vino de rojas uvas maduradas
al beso ardiente y
la sensual promesa.
-Mujeres que una noche nos
amaron
e hicieron más amarga nuestra pena-.
Éramos tres los caballeros.
Uno,
jugador sin sortija y sin monedas,
se jugará la vida alguna noche
al dado con la trágica tahuresa.
Como fue su querer vivir de gala
en el vaivén de las mundanas fiestas,
a cambio de la flor luce en su traje
un estigma letal de adormideras.
Y bebe en el festín imaginario,
en la copa del día,
vino de albas
siniestras.
El otro en un vagar hacia
los vicios
y en busca de un licor que no ha existido
ni existirá jamás
sobre la tierra,
llegó hasta el Monte de Piedad.
Un día
vertió en la copa su dolor, y plena
la copa de amargura,
moribundo,
brindó por la bohemia.
Éramos tres los caballeros.
Nadie
comprenderá en el mundo esa tristeza
que efluvia el fondo de las
copas rotas
en que bebieron labios de doncellas,
ni el resignado hastío
que el grave azul de la sortija lleva.
-Éramos
tres los caballeros... nadie
comprenderá jamás nuestra tristeza-.
Es un dulce presagio de combate..
"A batallas de amor, campo de plumas..."
Luis de Góngora y Argote
Es un dulce
presagio de combate
este extenderse entre la bruma intacta
de frío
albor que con tu albura pacta
porque el goce sus ímpetus desate
Esta albura de
lino, y esta mate
palidez que en tu vientre se retracta
en un sitio no
más, con esa exacta
negrura azul que alértase al combate
Largo tu brazo
en su extensión dilata
la espera voluptuosa e intranquila;
mas cae al
fin la niebla de tu bata,
cuando ante la
pasión que los vigila,
de algas y sal al ósculo pirata,
se abren
lentos los golfos de tu axila.
Esa mujer
La noche junto
a mí. La compañera
del alcohol, los besos y el desvío.
La noche en el
espacio y en el frío.
La noche en fin. Y una mujer cualquiera
Una mujer
cualquiera en el desvío
de la hora que ríe placentera.
Una cualquier
mujer que no supiera
más que pasar la noche bajo el frío
Pasar la noche
y esperar la aurora.
Y al vino devolver su primitiva
forma de uva, la
boca tentadora
Esa mujer
eterna y fugitiva.
Esa mujer de siempre y de una hora:
Mariela,
Esther, Emperatriz, Oliva.
Estuvo ella tan cerca, su cuerpo
junto al mío..
Estuvo ella
tan cerca, su cuerpo junto al mío,
que entreverle los senos era amarla
dos veces.
Iba el río cantando porque el agua del río
el cuerpo de la
niña le inventaba los peces
Era tan bello
el cuerpo y el cuerpo era tan mío,
que yo supe ser río jugando con sus
peces.
Pasa el río gritando, y a la orilla del río
un recuerdo redondo
me tortura dos veces
¿Qué se
hicieron los senos de la niña en las ondas?
¿Por cuál cauce de sombra
naufragó su azucena?
¿Por qué arroyos sus brazos y en qué grutas sus
frondas?
Vuelve el río
llorando sin la niña. Salvaje
fulge el trópico y ríe. -De la niña, en la
arena,
quedó sólo la forma de un perfume en su traje-.
Fémina
Con una
ambigüedad de ave y de fiera,
leopardesa y paloma en tu destino,
al
selvático ardor juntas un fino
tacto de arrullo en virginal espera
Mas, ay, que
tras la plácida quimera,
vuelven a ser por dualidad del sino,
garra la
mano al ímpetu felino
y anca de leona la gentil cadera
Con cuánta
candidez de virgen muda
por la sorpresa, en tu callar se advierte
frágil pudor que la inocencia escuda,
sabiendo que
otra vez, lúbrica y fuerte,
volverás a gemir toda desnuda
aún en los
brazos del Angel de la muerte.
Joyel
"Y es el dolor que de la ausencia viene
lo que no pudo ser ni será nunca”.
Carducci
Este diamante de fulgores
pleno
que el rico engaste de platino irisa,
oyó tu llanto y escuchó tu
risa,
altivo sobre el raso de tu seno.
También oyó mi confesión. Sereno
miró el encanto audaz de tu sonrisa,
que tuvo en ese instante la imprecisa
dualidad de una miel y de un
veneno.
Guárdalo -una mañana me dijiste-,
Si me olvidas, lo juegas....Y
partiste.
Y hoy que tu muerte mi esperanza trunca
y el fausto don de tu
belleza pierdo,
lo he mirado brillar como el recuerdo
de algo que pudo
ser, y no fue nunca.
La cita II
Una historia de ayer traza tu fino
labio en carmín, y es hoy en tus
ojeras.
Y hay un collar de olvidos y de esperas
si se yergue tu cuello
alabastrino.
Las orquídeas ensayan tu destino
en un haz de fugaces primaveras,
y se curvan tu labio y tus ojeras
a la vez sobre el llanto y sobre el
vino.
Pero no lloras. Elegante y ducha
en el amor, sonríes a la pena.
Un
llanto oculto con tu risa lucha,
y así bebes y ríes. Mas la cena
es ya el recuerdo de otra cena.
Escucha:
son los "cuentos de los bosques de Viena".
La
iniciada
El destino, voluble
caballero embriagado,
se fastidio ayer tarde con tu inútil promesa
y
te vendió a la noche. Y la noche tahuresa
te jugó sobre el verde tapete
del pecado.
Yo que aceché la gracia de
tus horas, y presa
tu doncellez sabía de un fervor resignado,
lancé mi
primer ruego como si fuera un dado
y le gané a la noche tu boca y tu
promesa.
Le ofreceré a la noche
desquite si mañana
hastía mis orgullos tu juventud liviana:
falsa
moneda rubia que me gané al acaso.
Pero hoy en el suntuoso
festín de bienvenida,
la copa de tu cuerpo será pulido vaso
para
escanciar el triste champaña de la vida.
La niña de las naranjas
Muchachita de la aldea,
flor de la villa cercana,
llevas la noche en
los ojos
y el sol reluce en tu cara
Yo ayer me encontré contigo
cuando cruzabas la plaza,
y vi en tus manos tus senos
al ofrecerme
naranjas.
Te pregunté si eras de alguien,
tú no me dijiste nada,
y
te besé en los dos ojos
por si tu boca abrasaba.
-Alas de sombra
cruzaron
sobre tus ojos en agua.
El niño Amor, atrevido,
oprimía
las naranjas-.
-Vente a mi casa, te dije
porque tus ojos lloraban.
Mi caballo
sabe bien
llevar mujeres al anca.
-La chiquilla de la aldea,
hecha
de sol y naranjas,
jugando a no dcspertarme
me despertó esta mañana-.
La voz apenas
Yo me he
quedado con la voz
de esa mujer -la voz apenas-
como se quedan los
marinos
oyendo el mar desde la tierra
Y sin embargo
yo algún día
pude ceñir la fácil hembra
y así ganar en dulce viaje
la costa azul de sus ojeras
Y beber pude
entre sus manos
el agua amarga de las penas,
por sólo hundir entre sus
senos
mi ansia de onda y de sirena
Yo amé mujeres
como islas
entre amplios lechos de marea
donde las olas de los linos
alzaba el gozo de la entrega
Y vi
penínsulas de brazos;
playa al amor del beso abierta
para llevar el
labio lento
hasta una rada de sorpresa
Y hallé las
cóncavas marismas,
-que son lo mismo alga y guedeja-
y hacia ellas iba
la pasión
como hacia el norte va la vela
Pero la voz de
esa mujer
era la única sirena
para el oído turbulento
en las
sensuales odiseas
Y me he
quedado con la voz
de esa mujer -la voz apenas-
como se quedan los
marinos
oyendo el mar desde la arena
Cuán tristes
son los marineros
que ansiaron muerte en la tormenta,
y junto al mar,
un cualquier día,
la muerte encuentran en la tierra.
Las copas
Para
buscar el alma de los vinos
no me basta mi cáliz cincelado.
quiero
altas copas de cristal tallado
que imiten largos cuerpos femeninos.
Copas en cuyos bordes cristalinos
el vino fuera un beso prolongado,
ya que en todas las bocas que he besado
los besos fueron capitosos vinos.
Unas en cuya euritmia transparente,
nuestros ávidos ojos evocaran
giros de amor en cuerpos de serpiente.
Otras castas cual núbiles doncellas,
y tan frágiles, ay, que se
quebraran
en nuestras manos al beber en ellas.
Las manos
Yo no sueño con manos gentilicias
blancas como las blancas azucenas.
Albas las sueño, mas las sueño plenas
de pasión y de eróticas primicias.
Manos para los rezos impropicias.
Pálidos nidos de azuladas venas.
Manos sabias en íntimas caricias.
Manos para borrar todas las penas.
Manos que entre las uñas afiladas
guarden cruentas lujurias ignoradas.
y al mandato de sádicos fervores,
clavaran su febril concupiscencia
en la misma maniática inconsciencia
con que otras manos deshojaran flores.
Lelia
Dulce Lelia imposible... Suave Lelia lejana.
La tarde está conmigo lo
mismo que una hermana
convaleciente y triste que me tendiera el brazo
para vagar soñando por el jardín. Aún arde
el rojo sol que incendia de
rosas el ocaso.
Es la hora en que al bosque llegábamos. Acaso
también tú estábais
conmigo difundida en la tarde.
Vibran los saucedales donde la leve brisa
deja un sutil murmullo de
músicas eolias.
Dijérase que vuelve la visión imprecisa
de doncellas
cansadas que evocó tu sonrisa:
fugaces Massimilias, Violantes y
Anatolias.
Al ritmo de tu angustia yo idealicé mis días.
Nadie sabrá el encanto
que hallé mientras sufrías
-Más larga es la caricia si ante el dolor
absorto
el hado nos acecha... y el beso es menos corto.
Dulce Lelia imposible... Suave Lelia lejana.
Es la hora en que el
bosque dejábamos. No arde
ya el sol entre la hoguera de rosas del
poniente.
Dulce Lelia imposible... Suave Lelia doliente.
Tal vez eres la
estrella que floreció en la tarde.
Madrigales
III
La mano que besé ayer
ya libre del fino guante,
leve, transida y
fragante,
comenzaba a florecer.
Yo buscaba en su color
algo que
nieve no fuera,
mientras abrió primavera
cinco pétalos de amor.
Que
por verla florecer,
leve, transida y fragante,
yo misma libré del
guante
la mano que besé ayer.
VI
Para el trigo de tu voz,
trémula espiga en sonido,
tienes el
labio teñido
en curva como una hoz.
Yo he escuchado ese teñir
gemir
de amor, y he mirado
tu grito en él desmayado
que es igual mirar que
oír,
si en curva como una hoz
tu rojo labio teñido
siega la espiga
en gemido
que es el trigo de tu voz.
VII
Cubre de nuevo el carmín
tu boca en alba de huida
y ya de
pieles ceñida
pones a la noche fin.
Ah, que asombrada visión
mirarte otra vez desnuda.
Del raso que el cuerpo escuda
va surgiendo
la visión.
La luz te sorprende al fin
toda desnuda y transida,
y
sólo queda vestida
tu boca bajo el carmín.
IX
Dicen mis labios "jamás",
y "siempre" dice tu boca.
Yo
orgullo de enhiesta boca,
tú espuma y brisa no más.
Qué extraña y
fugaz pasión
la que soñamos eterna:
curva del seno y la pierna
en
moldes de corazón.
Mañana otro amor tendrás
y hoy otro amor mi ansia
invoca,
pero mi nombre tu boca
pintó de siempre y jamás.
Maitines
Tu voz
reza la gracia de la hora.
Mi orquídea en el ojal ya está marchita.
Y
en tus joyas refulge la exquisita
irisación lejana de la aurora.
El amplio lecho perfumado añora
tu última ofrenda en la pasada cita.
Cómo tu vientre a la pasión me invita:
cálido huerto de enervante flora.
Místico bronce nos recuerda en vano
que hay un castigo para el goce
humano.
Llega un rumor de música distante:
es el final sonoro de la orgía.
Alba de rosa... Juventud... Oh Mía.
He
aquí para pecar un bello instante.
Nocturno
Un doncel y una estrella compendian el nocturno.
Sobre la playa el
grácil doncel está desnudo.
Tendido el cuerpo y pálido a la luz de la estrella,
se le pensara
al verlo formado de la arena,
como si un Angel virgen de ociosos digitales,
jugando con la arena,
formado hubiese otro Angel.
Hasta la mancha misma de crenchas en desorden
se blanquea de estrella
y se azula de noche.
Y así todo él sería de un blanco azul moreno
si sus ojos no fueran
intensamente negros
ahora que me miran. Su mirada ha quedado
como una orquídea negra
sobre mi traje blanco.
La luciré esta noche que es de orgía en el puerto.
El doncel mira al
río, y en el río va el cielo.
La estrella está muy lejos, allá; mas si la miro
encuentro que la
estrella también está en mismo.
Un canto de mujeres que irrumpe en la ribera
me abre siete caminos de
amor hacia la hembra.
-Mi cuerpo, al apartarme del río y del rapaz
finge en la azul
penumbra una estatua de sal.
Ofrenda
Qué dualidad de arcAngel y vampiro.
Frío de sol y llama sobre el hielo.
Qué luz de amor y para amar, el cielo
concretado en tus ojos de zafiro.
Tendiéronse tus brazos en un giro
insinuante y febril de alas al vuelo,
y tu seno emergió del terciopelo,
mitad forma al amor, mitad suspiro.
Toma desde temprano, me dijiste
-y era leve tu voz como tu mano-
lo
que tarde entregar me fuera triste.
Aromaba tu fruto mi verano,
y como por temprano lo ofreciste,
tomé el
fruto por bello y por temprano.
Pasión tardía
Toma la copa y
bebe, que mañana
no habrá vino en tu copa ni en la mía.
Inútilmente
prolongué mi fría
indiferencia mentirosa y vana
Rompe la copa
y ríe... Que si un día
te hizo llorar mi juventud liviana,
en el
fervor de mi pasión tardía
te llamo mía, y te apellido hermana
Que importa si
en ruidosas bacanales
o en los brazos de todas las rivales
burlé tu
lloro y angustié tus días,
si hoy al
final de haber reído tanto
preso en la red que me tendió tu llanto
vengo a llorar para que tú sonrías.
Perennidad
Señora, estoy aquí en el
sitio
de aquel diván y aquel recuerdo.
Es ya ceniza el fuego extinto,
pero al crepúsculo otro leño
se encenderá para el olvido
y habrá otro
amor cerca del fuego.
-Tedio del goce en lo previsto
tras la igualdad
de lo diverso-.
Yo estaré solo y en mí mismo.
Tú de ti misma estarás
lejos.
Pero aunque todo esté distinto
y se ilumine un amor nuevo,
tú volverás desde el olvido
en el crepúsculo y el fuego.
Preludio
...Cecil, van a talar el bosque.
Un día florecieron tus manos en la ausencia
de la luz que tu mano resumía..
Era octubre, y
la doble florescencia
de tus manos -estrellas sin distancia-
inventaba
la luz con su presencia
Tu belleza era
sólo tu fragancia
para mí que en la sombra te sentía,
y tu talle en mi
brazo tu distancia,
y tu nombre el
lenguaje de la umbría
con aquel cecear de hojas de viento.
Era
octubre, era invierno y eras mía
Eras más que
mujer, un pensamiento
hacia una mujer, que me viniera
vuelto perfume y
sílaba en el viento
Y el bosque
todo en sus rumores era
tu nombre tantas veces repetido
como hojas vio
nacer la primavera
Iba el viento
a tu cuerpo tan ceñido
y tú a mí tan ceñida entre la bruma,
que fue de
bruma y viento tu vestido
No más así
sentirte era la suma
visión de tu belleza reclinada
contra el amor, al
viento y a la bruma
No más así
eras toda. Tu mirada
debió copiar la senda ensombrecida,
y yo sé que
vagué por tu mirada
Yo sentí tu
melena distraída,
como otro sol tendido a la tiniebla,
flotar sobre
mis sienes y mi vida
Tu nombre. El
bosque. Y un rumor que puebla
con tu nombre no más el bosque entero.
Y
tú de viento, de perfume y niebla
Tú, alta y
fina no más por el sendero.
Nada más que alta, perfumada y fina.
Y yo
hallando en tu brazo otro sendero
La mano que
seduce y que adivina
erraba varonil y silenciosa
de una mínima fronda
a una colina
El lirio
dúctil y la erecta rosa.
Fingido miedo y mentirosa huida,
porque
encontré la negra mariposa
del invierno en tu sexo detenida.
Cómo la mano varonil y errante
supo acercar tu carne estremecida
a ti misma que
huías del instante
acercándote más, y aún más cercana
fingías
defenderte aún más distante
Ni más dulce
blancura ni más grana
tuvo el viejo cantar cuando decía,
"hay leche y
miel bajo tu lengua, hermana"
Hoja a hoja el
invierno descendía:
Era tu nombre sobre el mundo, eterno.
Cecilia...El
bosque....Tu esbeltez....Un día...
Cuán cálida
estación fue aquel invierno.
Querella
¿Cómo quieres que cese la
querella
que hace hoy de ti un sueño preterido,
si a mi voz el rencor
sella tu oído,
y el orgullo a tu voz el labio sella?
Alárgame tu amor, y hasta
la estrella
subiré de tu alma, en un olvido
de todo lo gozado y lo
sufrido;
hazte más mía y devendrás más bella.
Será otra vez tu juventud
el sueño
de ayer y siempre; y en el dulce empeño
de ser yo tuyo para
tú ser mía,
matará nuestro amor su
desengaño.
Para borrar las lágrimas de un año,
basta el glorioso
sonreír de un día.
Renunciamiento
No sabes tú,
doncella que a mi dolor te ofreces,
que mi alma está cercada de
horóscopos fatales?
¿No sabes que en mi copa sólo quedan las heces
sacrílegas e impuras del vino de los males?
Si ante la
sola angustia de un beso te estremeces,
cómo acoger podría tus dones
virginales
aquél que a las virtudes prefirió tantas veces
el goce de
los siete pecados capitales?
Huye de mi
deseo. La divina serpiente
no cabe entre la curva de tu seno incipiente.
Yo que soy un fantasma de lo que fui, no puedo
contagiarte de
sombra. No quiero que en tus ojos
brille una sola lágrima. Huye de los
despojos
de un corazón en ruinas por donde vaga el miedo.
Romance de la niña inocente
No me la
mostréis vestida
que yo la miré desnuda.
Su propia piel la ceñía
veste a su propia hermosura.
Y era de armiño su cuello
que en red de
venas se azula.
Y era el sostén de sus senos
su sola forma alta y
dura.
Y para el seno por joyas
los corales de sus puntas.
Y el
banco raso del torso
bajando hasta la negrura
del terciopelo que al
sexo
a un tiempo exhibe y oculta.
Y eran sus piernas de seda.
Y
eransus plantas menudas.
-Tan menudas que en mi mano
cupieron una por
una-.
Zapatos de Cenicienta,
cómo brillaban sus uñas
No me la
mostréis vestida
que yo la tuve desnuda.
Romance del estío
Fui a su puerta de jazmines
para pedirle una brasa,
y ella me dijo que
sí,
mientras mis labios miraba.
La moza criolla tenía
rostro de
color de playa,
y un mar de negros presagios
en su cabeza ondulaba.
-La boca no se la vi
porque sus ojos cegaban-.
Yo la miré caminar
flexible como una liana,
y la perla de su hombro
se me engastó en la
mirada.
-La brisa ciñó sus flancos
desnudos bajo la falda-.
-¿Quieres amarme esta noche,
que será noche estrellada?
Le dije,
cuando me trajo
su corazón en la brasa.
-Bajo el ardor de mis ojos
sus senos se
maduraban-.
Ella me dijo que sí,
y la tomé por el anca.
Ancas que
yo imaginé
ancas de zebra africana.
Piernas de yegua de sangre
que
así las hallé de largas.
Pisfar de indómitos bríos
hizo estremecer la
pampa.
Rudo galope de besos
oyeron los que pasaban.
Centauro de dos
cabezas
miró la noche asombrada.
Rouge
De un solo beso desteñir provoca
tu boca en corazón recién pintada.
Fruta y flor a la vez; copa colmada
de vino y miel para la sed más loca.
Ella en sus vivos múrices evoca
el símbolo sensual de la granada,
y
pienso al verla sonreír, que nada
en el mundo es más rojo que tu boca.
Cuando presos, al fin, por mis arrojos,
ceden tus labios y después me
ofrecen
aún más amor que el que al besar me dieron,
tan húmedos están
y son tan rojos,
que sólo las palabras que dijeron
más rojas que tus
labios me parecen.
Se evaporó su nombre y ha quedado...
Se evaporó su
nombre y ha quedado
su recuerdo en mi ser desvanecido,
como queda un
arbusto alzado en nido,
ya sin trino, en el aire, despojado
¿Cómo era su
nombre? ¿En qué ignorado
alfabeto del aire está perdido?
Y una
voz acercándose a mi oído:
Se llamaba -me dice-... Lo he olvidado
Aún queda su
perfume. Pero en dónde,
si él con su nombre estaba confundido
como el
llanto en la lágrima se esconde?
Se lo pregunto
al aire estremecido,
mas en el aire sólo me responde
un silencio que
cruza hacia el olvido.
Se extasiaban tus ojos en la espera..
Se extasiaban
tus ojos en la espera
y una ola de amplia encajería
tu albo cuerpo
orgulloso circuía
como circunda el mar una escollera
Altanero
pendón, alta bandera
alzada en ti por recordar la vía,
sobre el cuello
y los hombros se extendía,
a un viento de pasión, tu cabellera
Desde las
duras cúpulas al blando
y oculto valle, la batalla entera
fulgió al
incendio de tu boca, cuando
tras la
derrota de tu cabellera,
como una lanza a un viento sin bandera,
quedó
tu grito entre los dos temblando.
Soneto al amor I
Cuántas veces,
amor, por retenerte
puse a tus pies mi juventud rendida.
Y cuántas a
pesar de estar herida
te la volví a entregar por no perderte
Cuántas veces
también, altivo y fuerte,
por alcanzar la gracia prometida,
me batí
frente a frente con la vida,
o me hallé cara a cara con la muerte
Y hoy, cuando
mi ilusión vuelve a tu lado
trayéndole al misterio de tu hechizo
la
pluma azul del pájaro encantado,
torna otra vez
a mi pupila el lloro
al mirar desde el puente levadizo
que está
cerrado tu castillo de oro.
Soneto al amor II
Este dolor de
amor que me fue dado
a cambio del amor que di sin tasa,
para el olvido
que al amor traspasa
ya tiene el corazón crucificado
Esta sangre
fluyendo del costado
será el placer de ese otro amor que pasa,
dolor
que hiere y júbilo que abrasa:
otro amor a nacer para olvidado
Herir el gozo
a que clamando aspira.
Sufrir gozando de saberse herido.
Oh, amor con
su verdad y su mentira
Toda la
angustia del amor perdido,
y el gozo triste que al amor le inspira
poder de corazón hacer olvido.
Soneto al amor III
Hiere más
fuerte, amor, hiere más hondo,
que aún en tu dardo está toda mi vida.
Para que goces con tu propia herida,
ni el alma oculto, ni la llaga
escondo
Mira un
momento hacia el ayer. Al fondo,
otra -aquella- desángrase vencida.
Trasfúndele la sangre de tu herida,
y por lograrlo, amor, hiere más
hondo
Qué triste fue
nuestro placer, qué vano.
Oh, carne con sus rosas y racimos,
manjar
para el necrófago gusano
Y ha de ser el
final lo que quisimos
desde un tiempo, oh amor, ya tan lejano.
Mas
vencidos, amor, nos redimimos.
Souvenir
Este amor que
ha llegado entre la niebla,
igual que en otro invierno, sigiloso,
todo
un ayer con su presencia puebla.
No turbarán el don de su reposo
crueles palabras ni celosos daños.
Sólo la facha en la oquedad del foso.
Así vuelve el amor con sus engaños
a ser fiel esta tarde en que el
invierno
le augura nieve a los perdidos años.
Vuelve otra vez amor con
ese tierno
acento de ilusión en que creímos
hallar la clave de un amor
eterno.
Y otra vez a la carne le pedimos,
por hallar otra vez lo que
encontramos,
rosas negras y cándidos racimos.
Pero el amor de ayer no
lo olvidamos.
Tu pie
Nardo y
rosa, tu pie guarda una clave
de voluptuosidad que me estremece,
cuando en la alfombra silenciosa y suave,
bajo tu bata, al caminar,
florece.
Si en las manos lo tomo, me parece,
transido al roce de mi tacto, un ave
que al sentirse cautiva, desfallece:
tan pequeño es que entre mi mano
cabe.
Ni en la húmeda curva de tu labio,
ni en tu seno rotundo, ni en el sabio
giro sensual mi esclavitud persiste.
Ese pie, nardo y rosa, diminuto,
en el espasmo breve de un minuto
tornó mi beso eternamente triste.
Tu zapato
Pesa tan poco
tu zapato leve,
que finge ser, cuando tu pie reposa,
más que un
zapato, un pétalo de rosa
hecho para pisar copos de nieve
Si ágil
orquesta sus compases mueve
y a la danza te entregas jubilosa,
simula
el giro de tu planta breve
ir posado sobre una mariposa
¿Con qué
nervioso andar guió la exquisita
angustia infiel de tu primera cita?
¿Qué secretos de amor lo han hechizado?
Barca de raso
en que tu pie navega,
él te condujo desalada y ciega
a la Citeres del
primer pecado.
Variación para un recuerdo
I
El tiempo ya, Cecilia, sobre mi alma
y en mi cumbre de sombra, es como un
viento.
Y en el viento una hoja va dorada
Es tu melena
de oro en aquel largo
amanecer de un baile jubiloso.
Hoja al alba del
beso desvelado
Yo en medio de
la fiesta estaba solo,
pero era todo tú cuando caía
tu cabeza dorada
sobre mi hombro
Las rondas de
galanes te seguían,
asediando tu cuerpo con palabras
que tú sólo en
mis manos comprendías
El diván
recatado se alargaba
un poco menos largo que tu cuerpo
y al fulgor
excesivo de la lámpara
Tú amenguaste
la luz en un reflejo
tan escaso y tan pálido que apenas
el rescoldo
brilló del pebetero
Y yo hallé
entre la sombra tus guedejas,
y el diván parecióme en ese instante
un
poco menos largo que tus piernas
Y ardió
entonces la lámpara en la sangre,
suspensa en la sorpresa del hallazgo
por una dualidad de fruta y ave
Al erguirte,
tu cuerpo fue más alto
que nunca aquella noche y aquel baile
porque él
llegó a la altura de mis labios
Afuera, en el
salón, con tono grave,
algún galán filósofo explicaba
el "pienso luego
existo" de Descartes
Mas ya el
tiempo eras tú dentro del alma...
Dime, ¿por tus
salones elegantes
entre una luz de joyas y de galas
surgidas al albor
de tus nupciales
azucenas de
espera resignada,
o en tus nupcias, ya de otro tu azucena,
no evocaste
un momento aquella estancia?
¿Olvidaste
aquel mundo que era apenas
ese doble hemisferio de tus senos
bajo el
sol primordial de tu melena?
¿Y aquel
instante al pálido reflejo
de una lámpara vana en la sorpresa
de las
manos, los labios y los besos?
¿En tu grato
salón, con tono grave,
aún tu galán filósofo te habla?
¿A qué otro
amor le explicas lo que sabes?
El tiempo ya ,
Cecilia, sobre mi alma
y en mi cumbre de sombra, es como un viento.
Y
en el viento una hoja aún va dorada
Mas es triste
la ráfaga del tiempo
II
A ti volví una noche porque mi alma
caía como un fruto en tu recuerdo.
Pero era ya ceniza la manzana
Llegábame tu
voz como del eco
de otra voz nunca oída y nunca amada,
y en mi sueño
de amor aún era el sueño
tu voz entre
otras voces ignoradas,
cuando de fronda y alba tus cabellos
despertaban los días en tu espalda
¿Qué te hablan
esas voces? ¿Con qué acento
dicen ahora la gentil palabra
que yo una
aurora te enseñé en silencio?
Y jamás otra
voz, si otra voz canta,
dirá lo que el silencio de aquel beso
que a tu
alondra infantil le enseñó el alba
¿Qué fácil
traje de sensual diseño
prolongará en tus hombros la mañana
del baile
de esa noche? ¿En qué discreto
camarín tu
cabello es el champaña?
¿Qué amor partirá el mundo en tus dos senos?
¿En qué anillo o qué broche está tu alma?
Alguien viene
a decirme que el invierno
golpea en el cristal de mi ventana.
¿Cuál
será la ventana y cuál el cielo?
En el trágico
viento iba dorada
una hoja perenne que en el cierzo
otra hoja más
cálida evocaba
Así devuelvo
al alba mi recuerdo
porque nada le falte a la alborada
de tu amor, y
aún le sobren estos versos
Es tiempo ya,
Cecilia, sobre mi alma
y en mi cumbre de sombra, es sólo el viento.
Y
el viento es ya la noche sin el alba
Mas tú fuiste
la víspera del tiempo.
Variación para el tema de sus manos
Yo las miré
juntándose en un acto
de pío amor, por el amor transidas.
Sutil
comparación de nuestras vidas:
la dicha igual y el corazón exacto
Qué vanidad de
nieves en el pacto
de tus manos unánimes, unidas
sin otro espacio
entre las dos, floridas,
que el jardín invisible de su tacto
Blanco efluvio
de angélicas redomas,
nubilando las bóvedas sombrías,
mezclaban los
inciensos sus aromas
a la blancura
de tus manos pías.
Qué emulación de nubes y palomas
bajo los cielos de
las letanías.
Viento en la alcoba
La misma alcoba de ese
amor, es ésta.
Una flor seca y una copa rota.
Soledad del orgullo y
voz ignota
del viento intruso, es todo lo que resta.
¿Y dónde, oh viento, el
nombre y la floresta
ceceantes al par en tu remota
complicidad? Y al
pregunta flota
vanamente en el viento sin respuesta.
La ventana que abrí,
cerrada ha tanto
tiempo al viento y al nombre, parecía
tener cuajado
en su cristal el llanto.
Ella y su nombre. El viento
y su porfía.
Y sobre el libro del amor y el canto,
el retrato inocente
todavía.
II
Tiendo la mano hacia el
misterio mudo
de las cosas, y al largo movimiento
palpo apenas el
tránsito del viento
que no vistió de aroma y va desnudo.
Ya solo el viento. Y lo que
fue y no pudo
sobrevivir al plácido momento.
Altivo trance del
renunciamiento.
Y algo invádame, lóbrego y sañudo.
No es el dolor que añora en
la lejana
tarde del bosque el nombre descendido,
al ábrego de octubre,
hoja temprana.
Ni la hoja marchita, ni el
sonido
que hizo tal vez la hoja en la ventana
Es el viento que en mí
se ha detenido.
Volvió algún día mi pasión errante..
Volvió algún
día mi pasión errante
a tu ardua playa que llamé yo mía.
Marino sólo
en su melancolía,
viré hacia ti la ruta y el instante
Volví a
ganarte, oh isla, al expectante
litoral de tu flanco y su armonía.
Mar
al cielo y al cielo la osadía
del vuelo al mar....Y el litoral delante
Ojos y sexo
por ganar la gloria
de tu cuerpo insular. Era la guerra
del placer y
el dolor por su victoria
Y en los ojos
y el sexo --cielo y tierra--
perdí tu amor pero gané tu historia:
oh
Gladys B***, tu cuerpo fue Inglaterra.
Vuelo del corazón que se ha abatido..
Vuelo del
corazón que se ha abatido
de tan alto volar sobre tu seno.
Vuelo del
corazón que en campo ajeno
cayó ayer al azar de lo perdido
Unos ojos de
cielo descendido,
y un seno en nube hacia ese azul, y lleno
de aquel
mirar el seno, y sobre el seno
el amor en dos nubes repartido
Nada más fue
este amor. Mi campo cierra
hoy un límite exacto, y el desvelo
de un
otro amor por mis dominios yerra
Nada más fue
este amor que el sólo vuelo
de haber soñado que la oscura tierra
pudiera ser la nube y ser el cielo.