
Apuro sediento tu tierno gemido, tu intimidad que me embriaga y ardiente, la lengua del dulce deseo, pasión cuyo vino no sacia...
"¡Que no tengo otro mar que la ternura!
¡Que el alma como gloria te prefiere!
¡Qué por tu luz son brasas mis despojos!"
"Daphnis and
Chloé"
Marc Chagall
Reseña biografica
Poeta,
ensayista, novelista y crítico literario español nacido en Madrid en
1912.
Cursó estudios en la Escuela de Artes y Oficios, viajando luego por
diferentes pueblos españoles
para difundir la cultura y el arte. Trabó amistad con Miguel Hernández
compañero de poesia, quien produjo
en él uno de los impactos más determinantes de su vida literaria.
El
período de los años 1936-1939 fue para él, como para todos los españoles, un
paréntesis dramático.
Viajó a Argentina donde residió por varios años, regresando luego a su
patria donde se siguió ocupando de su
tarea literaria.
De sus obras, se destacan: «Línea y acento», «La piedra
solitaria» en 1942, «El canto cotidiano» en 1951,
«Dársena del hombre» en 1957, y finalmente, «España es su sabor».
Obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1933.
Falleció en 1985. ©
Alegre novia mía, cuando llegas...
Con gozo de alfarero te he
entrañado...
El mar y tú...
El verde almendro en
flor de tu mirada...
Llegada
Me
canta el corazón como le canta...
Mujer
¡Otra vez Dios!
Tengo un amor tan hecho, tan sentido...
Una palabra busca mi desvelo...
Y tú que eres el que temes
Alegre novia mía, cuando llegas...
Alegre novia
mía, cuando llegas
se llena el corazón de mariposas,
de puras
narraciones jubilosas,
del fondo de los ojos que me entregas.
Mirándote en la fama de mis ciegas
canciones preferidas las rebosas,
llenando mi lamento con las rosas
recientes del amor que me revelas.
¡Qué tuya queda el alma cuando siente
crecer tu corazón! ¡Qué mía la
pura
cosecha de tu encanto recatado!
¡Qué luz cuando dispones tiernamente
las tierras sin labrar de la
amargura!
¡Qué gozo estar completo y conquistado!
Con gozo de alfarero te he entrañado...
Con gozo de
alfarero te he entrañado
mujer, que sólo un barro preferido
busqué
entre mis amores sin olvido
por ver de revelarme en lo encontrado.
Cantando mi dolor habla anhelado
sosiego a mi pesar, mas no el
rendido
tributo de tus cuencas, ni el cumplido
prodigio que mi
angustia ha superado.
No sabe el corazón si la hermosura
cautiva de unos ojos le han
labrado,
si preso fue o señor en el empeño.
Se goza con saber que la ternura
naciente de tus ojos ha cantado,
el noble verde eterno de su sueño.
El mar y tú...
El mar y tú.
Tu dicha con su duro
lento verter de espumas rescatadas.
El mar y tú:
mis playas frecuentadas
por este afán de mar en que perduro.
El mar me trae el ayer. Tú mi maduro
presente enamorado. Tú enlazadas
la dicha y la congoja. El mar trenzadas
la gloria y la agonía de ser
puro.
Tengo en ti, amor, la prueba de este canto
que pena como el mar; que
su alegría
logra para vivir en tu pureza.
Tu espuma y él. Tu risa y su quebranto.
Que amor sin mar y mar sin
agonía
no son cimas logradas de grandeza.
El verde almendro en flor de tu mirada...
El verde
almendro en flor de tu mirada
en flor de gozo y luz cambia la muerta
balada de la dicha recubierta
por nuestra mejor sangre fracasada.
Ganándose en su paz desentrañada,
contenta paz suprema, orilla
cierta,
descubre el corazón su descubierta
fragancia por la pena
marchitada.
Me das amor, las cifras encendidas
que cuentan con las rosas del
camino
naciente de una ley toda ella aurora.
Me das mi corazón, y en tus crecidas
llamadas cotidianas, el destino
secreto de la fuente creadora.
Llegada
Llegado marzo,
esposa,
no sosiega la tierra.
El corazón avanza
nutrido por el
gozo.
La dicha que marcea
como una gota fértil,
quiera colmar de
anhelo
la clara sed del valle.
Llegado marzo, esposa,
los pulsos como fuentes
saltan, y salta el
río,
y salta en la verdura
un latido sembrado
por la lluvia en los
muertos,
que confían en marzo
como en la prima vera.
Llegado marzo, esposa,
se desmuere la tierra.
Cigüeñas a la vida
convocan, sin llamada.
Nada tiende hacia dentro.
¡Entreabren las
ventanas!...
El almendro esperanza
y anuncia la ventura.
Llegado marzo, esposa,
la vida se hace novia,
don la existencia y
dulce
promesa lo que tiembla.
¡Siento el hijo posible
como la
encina siente
su rama fresca, y frutos
la parra reavivada!
Llegado marzo, esposa,
te quiero prometida;
te ensueño fértil,
fresca
como ¡a hierba nueva;
dispuesta, madre, marzo,
colmo de mis
afanes,
con prisa esposa, esposa
de campo hecho presagio.
Me canta el corazón como le canta...
Me canta el
corazón como le canta
la savia fiel al árbol florecido;
me canta
porque llego al presentido
cendal de tu ternura. No quebranta
la angustia mi canción, que nada espanta
a un corazón que canta
prometido.
Me canta el corazón como invadido
de la tibieza fresca que
te encanta.
Turba mi ser la alondra de tu vida
y el llanto arrepentido cae a
tierra,
pues soy una congoja hecha armonía.
Me canta en las entrañas la encendida
balada de la dicha y se
destierra
la niebla que hace al alma compañía.
Mujer
Mujer, mujer,
espacio de mi vuelo!
¡Criatura eternamente merecida!...
¡Búscame más,
adéntrate en mi vida
como en la tierra el mar, como el desvelo!
Trata de perseguirme, brinda el cielo
concreto de tus manos a mi
herida;
no incumplas por frecuencia la rendida
costumbre de avivar mi
desconsuelo.
En todo instante piensa que la pura
verdad de mi destino siempre
quiere
lograrse en la bahía de tus ojos.
¡Que no tengo otro mar que la ternura!
¡Que el alma como gloria te
prefiere!
¡Qué por tu luz son brasas mis despojos!
¡Otra vez Dios!
¡Otra vez
Dios!... De nuevo la mañana.
De nuevo su pureza conseguida.
De nuevo
en mi tarea, la encendida
propuesta de una estrofa soberana.
Florece el corazón. Cunde la sana
canción de lo que nace. Todo
olvida.
La luz cae sobre el alma esclarecida
y el alma la acrecienta
en su campana.
Naciendo está el amor, ¡oh dulce instante!
Posible es la bondad, Dios
es posible...
La muerte y el dolor, mudos despojos.
Hay un silencio nuevo. Una fragante
promesa de ventura preferible...
Sólo recuerdo el valle de tus ojos.
Tengo un amor tan hecho, tan sentido...
Tengo un amor
tan hecho, tan sentido,
que pesa como un cuerpo recordado;
es sombra,
apenas sombra; es un delgado
consuelo día a día comprendido.
A veces cuando llego a estar vencido
yergue lo que hay en mí
desamparado;
a veces, cuando vivo desolado
siembra su ley -¡revuelo!-
en mi tejido.
Y es fresco, y es naciente, y me acompaña
-tal una edad distinta-
procurando
ser Angel de mi sed, cielo, ventura.
Quiere que
mariposa sea mi entraña;
y cuando voy gimiendo él va cantando
para
debilitarme la amargura.
Una palabra busca mi desvelo...
Una palabra
busca mi desvelo,
tan pura como el llanto amanecido,
tan joven como un
ciervo perseguido,
tan honda, flor de flores, como el cielo.
Una graciosa salve cuyo vuelo
celebre, mayo ileso, tu rendido
sosiego; una palabra sin olvido
que nombre de rodillas tu consuelo.
Un pájaro encendido, una balada,
una canción fragante, una armonía
naciente cual tu brisa salvadora.
¡Tan pura como es limpia tu mirada!
¡Tan joven como nace tu alegría!
¡Tan honda como el alma creadora!
Y tú que eres el que temes...
¡Y tú que eres
el que temes. Tú el que juras
un día de fracaso, que no avanzas!...
Tú
el que te desesperas, cuando alcanzas
el límite fatal en que maduras.
Tú quien
desdeña a veces las más puras
virtudes de su ser: tus alabanzas
Tú que
cantando alumbras esperanzas
en pechos de difíciles ternuras...
Cálmate amigo,
amansa la tristeza,
y vuelve a repasarte cual el día
sencillo, con sus
noches y mañanas.
Porque tu
verso acerca a la belleza;
tu canto al ser, y el alma en tu armonía
comprende la razón de las campanas.
Apuro sediento tu tierno gemido, tu intimidad que me embriaga y ardiente, la lengua del dulce deseo, pasión cuyo vino no sacia...