Reseña biografica
Poeta, pintor y filósofo inglés nacido en Londres en 1757.
Desde muy pequeño tomó cursos de dibujo y grabado en las escuelas de
Henry Pars y James Basire, explorando al mismo tiempo el campo
literario con la lectura de grandes poetas y escritores de la época.
La marcada tendencia mística, producto de sus alucinaciones,
quedó claramente expresada en su obra pictórica y poética,
tal como se observa en su primera colección de poemas publicados en
1783 como "Poetical Sketches". Con la "Canción de inocencia"
en 1789 y "Canciones de experiencia" en 1794, el poeta
quiso reafirmar su creencia sobre la fuerza creativa de la imaginación
humana frente a la razón.
Entre 1793 y 1818, escribió un conjunto de poemas breves y una obra
satírica, "Una isla en la luna", referente a su niñez.
Falleció en medio de la pobreza en agosto de 1827. ©
Poemas de William Blake:
A la estrella nocturna
Alegría
Canto del reír
Canto para acunar
El pastor
El tigre
El viajero mental
Eternidad
La noche
La primavera
La rosa enferma
Nueva Jerusalén
Proverbios del infierno
Un sueño
Una imagen divina
A la estrella nocturna
¡Tú, Angel rubio de la noche,
ahora, mientras el sol descansa en las montañas, enciende
tu brillante tea de amor! ¡Ponte la radiante corona
y sonríe a nuestro lecho nocturno!
Sonríe a nuestros amores y, mientras corres los
azules cortinajes del cielo, siembra tu rocío plateado
sobre todas las flores que cierran sus dulces ojos
al oportuno sueño. Que tu viento occidental duerma en
el lago. Di el silencio con el fulgor de tus ojos
y lava el polvo con plata. Presto, prestísimo,
te retiras; y entonces ladra, rabioso, por doquier el lobo
y el león echa fuego por los ojos en la oscura selva.
La lana de nuestras majadas se cubre con
tu sacro rocío; protégelas con tu favor.
Versión de E.
Caracciolo
Alegría
"No poseo nombre:
pero nací hace dos días."
¿Cómo te llamaré?
"Soy feliz.
Me llamo alegría."
¡Que el dulce júbilo sea contigo!
¡Bonita alegría!
Dulce alegría, de apenas dos días,
te llamo dulce alegría:
así tú sonríes,
mientras yo canto.
¡Que el dulce júbilo sea contigo!
Versión de
Antonio Restrepo
Canto del reír
Cuando los verdes bosques ríen con la voz del júbilo,
y el arroyo
encrespado se desplaza riendo;
cuando ríe el aire con nuestras
divertidas ocurrencias,
y la verde colina ríe del estrépito que
hacemos;
cuando los prados ríen con vívidos verdes,
y ríe la
langosta ante la escena gozosa;
cuando Mary y Susan y Emily
cantan "¡ja, ja, ji!" con sus dulces
bocas redondas.
Cuando los pájaros pintados ríen en la sombra
donde nuestra mesa desborda de cerezas y nueces,
acercaos y alegraos,
y uníos a mí,
para cantar en dulce coro el "¡ja, ja, ji!"
Versión de Antonio
Restrepo
Canto para acunar
Dulces sueños, formad una pantalla
Sobre la linda cabeza de mi niño;
dulces sueños de agradables corrientes
bajo rayos de luna felices y
silenciosos.
Dulce sueño, que tus cejas tejan
con suave felpa una corona
infantil;
dulce sueño, Angel terso,
fluctúa sobre mi niño dichoso.
Dulces sonrisas, durante la noche
meceos sobre mi encanto;
dulces
sonrisas, sonrisas de Madre,
cautivad la noche interminable.
Dulces lamentos, suspiros de paloma,
no alejéis el letargo de tus
ojos,
dulces lamentos, sonrisas aún más dulces,
cautivad todos los
lamentos de paloma.
Duerme, duerme, niño afortunado,
que toda la
creación duerme y sonríe;
duerme, duerme felices sueños,
mientras
tu madre llora sobre ti.
Dulce bebé, en tu rostro
puedo discernir la santa imagen;
dulce bebé, otrora como tú
yacía tu hacedor y lloraba por mí.
Lloró por mí, por ti, por todos
cuando era apenas un pequeñito.
Su imagen siempre verás,
rostro celestial que sobre ti sonríe,
A
ti, a mí, a todos les sonríe;
quien se volvió un pequeñito.
Las
sonrisas infantiles son sus mismas
sonrisas;
y cautivan con paz el
cielo y la tierra.
El pastor
¡Qué dulce es la dulce fortuna del Pastor!
Deambula desde el alba
hasta el atardecer;
debe seguir a su rebaño el día entero,
y su
lengua se embeberá con alabanzas.
Pues oye el inocente llamado del borrego,
y escucha la tierna
respuesta de l a oveja;
vigila mientras permanecen en calma
pues
saben cuándo está próximo su Pastor.
Versión de Antonio
Restrepo
El tigre
Tigre, tigre, que te enciendes en luz
por los bosques de la
noche
¿qué mano inmortal, qué ojo
pudo idear tu terrible simetría?
¿En qué profundidades distantes,
en qué cielos ardió el fuego de
tus ojos?
¿Con qué alas osó elevarse?
¿Qué mano osó tomar ese fuego?
¿Y qué hombro, y qué arte
pudo tejer la nervadura de tu corazón?
Y al comenzar los latidos de tu corazón,
¿qué mano terrible?
¿Qué terribles pies?
¿Qué martillo? ¿Qué cadena?
¿En qué horno se templó tu
cerebro?
¿En qué yunque?
¿Qué tremendas garras osaron
sus mortales
terrores dominar?
Cuando las estrellas arrojaron sus lanzas
y bañaron los
cielos con sus lágrimas
¿sonrió al ver su obra?
¿Quien hizo al cordero fue quien te
hizo?
Tigre, tigre, que te enciendes en luz,
por los bosques de la
noche
¿qué mano inmortal, qué ojo
osó idear tu terrible simetría?
Versión de Antonio
Restrepo
El viajero mental
He viajado a través de
un país de hombres,
un país de hombres y también de mujeres,
y he oído y visto tan horrendas cosas
como nunca los caminantes de la fría Tierra han conocido.
Porque allí nace en la alegría el niño
que en el atroz dolor fue concebido,
tal como en la alegría cosechamos el fruto
que fue sembrado en lágrimas amargas.
Y si el recién nacido es un varón,
es entregado a una mujer anciana
que lo clava tendido en una roca
y en copas de oro coge sus lamentos.
Con espinas de hierro cierne su cabeza,
y agujerea sus pies y sus manos,
corta su corazón y lo desprende
para hacerle sentir calor y frío.
Sus dedos enumeran cada
nervio
como un avaro contando su oro,
y de lamentos y gritos se nutre,
y él envejece, y ella se hace joven.
Hasta que convertido en un joven sangriento,
y ella mudada en espléndida virgen,
destroza sus cadenas, y la amarra
a ella a la Tierra para su placer.
Se planta él mismo en lo nervios de ella
como un labriego planta en su terreno,
y ella se convierte en su morada
y en jardín que le rinde setenta veces frutos.
Pronto se torna envejecida sombra
vagando alrededor de una cabaña terrestre,
llena de pedrerías y de oro
que ganó su trabajo.
Y éstas son las pedrerías del alma humana,
los rubíes y las perlas de un ojo enfermo de amor,
el oro innumerable del corazón que sufre,
el gemido del mártir y el suspiro del enamorado.
Son su alimento y su bebida,
mantiene a los mendigos y a lo pobres,
y para el caminante en viaje siempre
su puerta permanece abierta.
Su pena es alegría
eterna en ellos;
hacen resonar los techos y los muros
hasta que de la lumbre del hogar
una pequeñuela emerge de pronto.
De fuego sólido ella es,
y pedrerías y oro, en tal manera
que nadie osa tocar su infantil forma
o envolverla en pañales.
Pero ella llega donde el que ama,
joven o viejo o rico o pobre;
muy pronto expulsan al anciano huésped
que se va mendigando por puertas ajenas.
Va llorando errante, muy lejos,
hasta que alguien admita hospedarle,
a menudo ciego por la edad, desesperado,
hasta que puede ganar una doncella.
Y para consolar su edad helada
en sus brazos la toma el pobre hombre.
La cabaña desaparece de su vista
y también el jardín con sus dulces encantos.
Los huéspedes están esparcidos por toda la región,
porque el ojo alterado altera todo.
Los sentidos se enrollan en sí mismos, con miedo,
y la Tierra plana se convierte en una pelota.
Las estrellas, el Sol,
la Luna, todo huye.
Un vasto desierto sin límites,
y no queda nada de comer o beber,
y alrededor sólo el desierto oscuro.
La miel de sus labios de niña,
el pan y el vino de su dulce sonrisa,
el juego desordenado de su ojo vagabundo
a una ilusoria infancia le conducen.
Porque a medida que come y bebe se transforma
haciéndose más joven cada día,
y ambos, en el salvaje desierto
van errantes llenos de terror y congoja.
Ella huye como cierva salvaje,
su temor planta muchos matorrales salvajes,
mientras él la persigue de noche y de día,
por artificios de amor conducido.
Por artificios de amor y de odio
hasta que el salvaje desierto entero está plantado
con laberintos de díscolo amor
donde vagan el león, el lobo y el oso,
hasta que él se convierte en un díscolo niño
y ella en una llorosa mujer envejecida.
Van a vagar allí, entonces, muchos enamorados.
El Sol y las estrellas aproximan su curso.
Dulce éxtasis los
árboles producen
para todos los que vagan en el desierto,
hasta que más de una ciudad allí es alzada
y más de una agradable cabaña de pastor.
Pero cuando hallan al colérico niño
el terror cunde en la extensa región:
gritan ¡El niño, el niño ha nacido!
y huyen en todas direcciones.
Porque hasta la raíz se seca el brazo
de aquel que osó tocar la colérica forma:
osos, leones, lobos, todos huyen aullando,
y todo árbol arroja sus frutos.
Y nadie puede tocar esa forma colérica
a menos que lo haga una mujer anciana.
Ella al niño tendido clava sobre la Tierra
y todo pasa como ya lo he dicho.
Versión de Luis
Oyarzún
Eternidad
Quien a sí encadenare
una alegría
malogrará la vida alada.
Pero quien la alegría besare
en su aleteo
vive en el alba de la eternidad.
Versión de Màrie
Montand
La noche
Desciende el sol por el oeste,
brilla el lucero vespertino;
los pájaros están callados en sus nidos,
y yo debo buscar el mío.
La luna, como una flor
en el alto arco del cielo,
con deleite silencioso,
se instala y sonríe en la noche.
Adiós, campos verdes y arboledas dichosas
donde los rebaños hallaron su deleite.
Donde los corderos pastaron, andan en silencio
los pies de los Angeles luminosos;
sin ser vistos vierten bendiciones
y júbilos incesantes,
sobre cada pimpollo y cada capullo,
y sobre cada corazón dormido.
Miran hasta en nidos impensados
donde las aves se abrigan;
visitan las cuevas de todas las fieras,
para protegerlas de todo mal.
Si ven que alguien llora
en vez de estar durmiendo,
derraman sueño sobre su cabeza
y se sientan junto a su cama.
Cuando lobos y tigres aúllan por su presa,
se detienen y lloran apenados;
tratan de desviar su sed en otro sentido,
y los alejan de las ovejas.
Pero si embisten enfurecidos,
los Angeles con gran cautela
amparan a cada espíritu manso
para que hereden mundos nuevos.
Y allí, el león de ojos enrojecidos
vertirá lágrimas doradas,
y compadecido por los tiernos llantos,
andará en torno de la manada,
y dirá: "La ira, por su mansedumbre,
y la enfermedad, por su salud,
es expulsada
de nuestro día inmortal.
Y ahora junto a ti, cordero que balas,
puedo recostarme y dormir;
o pensar en quien llevaba tu nombre,
pastar después de ti y llorar.
Pues lavada en el río de la vida
mi reluciente melena
brillará para siempre como el oro,
mientras yo vigilo el redil.
La
primavera
¡Que resuene el flautín
que ahora está callado!
Delicia de las
aves
de día y de noche;
el ruiseñor
en la quebrada,
la
alondra en el cielo,
festivamente,
festivamente, festivamente,
para darle la bienvenida al año.
El muchachito,
repleto de gozo;
la muchachita,
dulce y
diminuta;
el gallo canta
como tú lo haces;
voz alborozada,
barullo infantil,
jubilosamente,
jubilosamente,
para darle la
bienvenida al año.
Corderito,
aquí estoy;
acércate y lame
mi blanco cuello;
deja que tironee
tu lanilla suave;
déjame besar
tu suave
rostro:
jubilosamente,
jubilosamente,
para darle la bienvenida
al año.
Versión de Antonio
Restrepo
La rosa enferma
estás enferma, ¡oh
rosa!
El gusano invisible,
que vuela, por la noche,
en el
aullar del viento,
tu lecho descubrió
de alegría escarlata,
y su amor sombrío y
secreto
consume tu vida.
Versión de Màrie
Montand
Nueva Jerusalén
Del poema "Milton"
¿Y hollaron esos pies,
antaño,
los verdes montes de Inglaterra?
¿Y viose el sacro Cordero
de Dios
por los pastos ingleses, placenteros?
Resplandeció el divino
rostro
sobre nuestras colinas nubladas?
¿Y edificose una Jerusalén
en medio de esos negros, satánicos molinos?
¡Dadme mi arco de oro
ardiente!
¡Dadme mis flechas de deseo!
¡Traed mi lanza! ¡Abríos,
oh nubes!
¡Traedme mi carro de llama!
No cejará en mi
espíritu la lucha
ni ha de dormirse en mi mano la espada,
hasta
que levantemos otra Jerusalén
en el solar verdeante y dulce de
Inglaterra.
Versión de Màrie Montand
Proverbios del infierno
En tiempos de siembra aprende, en tiempos de cosecha enseña
y en el invierno goza.
Conduce tu carro y tu arado sobre los
huesos de los muertos.
La senda del exceso lleva al palacio de la sabiduría.
La
prudencia es una fea y rica solterona cortejada por la incapacidad.
Quien desea y no actúa engendra la plaga.
El gusano perdona
al arado que lo corta.
Sumergid en el río a quien ama el agua.
El necio no ve el
mismo árbol que ve el sabio.
Aquel cuyo rostro no irradia luz nunca será estrella.
La
eternidad está enamorada de las creaciones del tiempo.
A la atareada abeja no le queda tiempo para la pena.
Las
horas de la locura las mide el reloj,
pero ningún reloj puede medir las horas de la sabiduría.
Ningún
alimento sano se atrapa con red ni trampa.
En años de escasez, usa número, peso y medida.
No hay pájaro
que vuele demasiado alto si lo hace con sus propias alas.
Un cuerpo muerto no venga injurias.
El acto más sublime
consiste en poner a otro delante de ti.
Si el necio persistiera en sus necedades llegaría a sabio.
La
necedad es el atuendo de la bellaquería, la vergüenza es
el atuendo del orgullo.
Las prisiones se construyen con piedras
de Ley; los burdeles
con ladrillos de religión.
La altivez del pavo real es la gloria
de Dios.
La lujuria del chivo es la liberalidad de Dios.
La ira del
león es la sabiduría de Dios.
La desnudez de la mujer es obra de Dios.
El exceso de pena
ríe; el exceso de dicha llora.
El rugir de los leones, el aullido de los lobos, el oleaje furioso
del mar huracanado
y
la espada destructora, son porciones de la eternidad demasiado grandes
para que las aprecie el ojo humano.
El zorro condena a la trampa,
no a sí mismo.
El júbilo impregna; las penas engendran.
Dejad que el hombre vista la melena del león y la mujer el vellón de
la oveja.
El ave un nido, la araña una tela, el hombre la
amistad.
El egoísta y sonriente necio y el necio que frunce malhumorado
el ceño han de considerarse sabios, y podrían ser medidos con la misma
vara.
Lo que hoy está probado, en su momento era sólo algo
imaginado.
La rata, el ratón, el zorro y el conejo vigilan las raíces; el
león, el tigre, el caballo
y el elefante
vigilan los frutos.
La cisterna contiene; el manantial rebosa.
Un pensamiento llena la inmensidad.
Si estás siempre listo a
expresar tu opinión, el vil te evitará.
Todo lo que es creíble, es una imagen de la verdad.
Nunca el
águila malgastó tanto su tiempo como cuando se propuso aprender del
cuervo.
El zorro se provee a si mismo; pero Dios provee al león.
Piensa por la mañana, actúa a mediodía, come al anochecer y
duerme por la noche.
Quien ha sufrido tus imposiciones, te
conoce.
Así como el arado sigue a las palabras, Dios recompensa las
plegarias.
Los tigres de la ira son más razonables que los caballos de la
instrucción.
Del agua estancada espera veneno.
Nunca sabrás lo que es
suficiente a menos que sepas lo que es más que suficiente.
¡Escucha los reproches de los tontos! ¡Forman un título real!
Los ojos del fuego, las
narices del aire, la boca del agua las barbas de la tierra.
El
débil en coraje es fuerte en astucia.
El manzano nunca pregunta
al haya cómo ha de crecer, tal como el león no
interroga al caballo sobre cómo atrapar la presa.
Quien recibe
agradecido da copiosas cosechas.
Si otros no hubiesen sido tontos, lo seríamos nosotros.
El
alma rebosante de dulce deleite jamás será profanada.
Cuando ves un águila, ves una porción de Genio: ¡Alza la cabeza!
Tal como la oruga elige las hojas mejores para depositar en ellas
sus huevos,
el sacerdote lanza sus imprecaciones para los más dulces goces.
Crear una florecilla es labor de siglos.
La condena estimula,
la bendición relaja.
El mejor vino es el más añejo; la mejor agua, la más nueva.
¡Las plegarias no aran! ¡Los elogios no cosechan!
Las alegrías no ríen. Las tristezas no lloran.
La cabeza lo
Sublime; el corazón, lo patético; los genitales, la Belleza;
manos y pies la
Proporción.
Como el aire al pájaro o el agua al pez, así es el
desprecio para el despreciable.
El cuervo quisiera que todo
fuese negro; el búho, que todo fuese blanco.
La exuberancia es belleza.
Si el león recibiese consejos del
zorro, sería astuto.
El perfeccionamiento traza caminos rectos; pero los torcidos y sin
perfeccionar son los caminos del Genio.
Mejor matar a un niño en
su cuna que alimentar deseos que no se llevan a la práctica.
Donde no está el hombre, la naturaleza es estéril.
La verdad nunca puede decirse de modo que sea comprendida sin ser
creída.
¡Suficiente! o demasiado.
Un sueño
Cierta vez un sueño tejió una sombra
sobre mi cama que un Angel protegía:
era una hormiga que se había perdido
por la hierba donde yo creía que estaba.
Confundida, perpleja y desesperada,
oscura, cercada por tinieblas, exhausta,
tropezaba entre la extendida maraña,
toda desconsolada, y le escuché decir:
"¡Oh, hijos míos! ¿Acaso lloran?
¿Oirán cómo suspira su padre?
¿Acaso rondan por ahí para buscarme?
¿Acaso regresan y sollozan por mí?"
Compadecido, solté una lágrima;
pero cerca vi una luciérnaga,
que respondió: "¿Qué quejido humano
convoca al guardián de la noche?
Me corresponde iluminar la arboleda
mientras el escarabajo hace su ronda:
sigue ahora el zumbido del escarabajo;
pequeña vagabunda, vuelve pronto a casa."
Una imagen divina
La crueldad tiene corazón humano
y la envidia humano rostro;
el
terror reviste divina forma humana
y el secreto lleva ropas humanas.
Las ropas humanas son de hierro forjado,
la forma humana es
fragua llameante,
el rostro humano es caldera sellada
y el corazón
humano, su gola hambrienta.
Versión de Antonio
Restrepo