"...Porque en ti anida el mar, eres su guía,
y de ti la más torpe raíz bebe su espina..."
"Memories"
Vladimir
Hudobko
Reseña biografica
Poeta,
novelista, antóloga y dramaturga mexicana nacida en Ciudad de México en
1954.
Estudió Letras Hispánicas en las universidades Nacional
Autónoma e Iberoamericana de México.
En 1976 obtuvo la beca Salvador Novo de Bellas Artes, en 1980 la del
Centro Mexicano de Escritores y en 1992
la de la Fundación Guggenheim.
Fue redactora del Diccionario del
español en México de El Colegio de México y fundadora en 1983 del Taller
Editorial
Tres Sirenas.
Obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia de novela
1989 por «Antes».
De su obra poética resaltamos «El hilo olvida»
1978, «La memoria vacía» 1978, «Ingobernable» 1979,
«La voz y método completo de recreo sin acompañamiento» 1983, «La
salvaja» 1989, «Todos los amores: Antologia
de poesia amorosa» 1997 y «La bebida» 2002.
©
Abierta:
I- Filo de luz...
II- Metal
intacto...
III- En ti el
aire se hace noble...
IV-
Agua profunda...
V-
Lago de dos superficies...
VI- Noches de velos ariscos, tus ojos...
VII- Tu
cuerpo pulsado por sí mismo...
VIII- Luz de
luz te dice tu tronco extenso...
IX-
Claro pétalo que a la flor te asomas...
X-
Un guaje es tu boca fresca...
XI- No eres la pluma...
XII- Abrazo de la
tierra...
XIII- Durazno...
XIV- Horquilla del
viento...
XV-
Cimarrona fruta del campo y del día...
Agua
oscura
Bebida
Carta al lobo
El hilo olvida
Hierba
La
memoria vacía
Ser el esclavo que
perdió su cuerpo
Tu cuerpo pulsado por
sí mismo...
Abierta
I- Filo de luz...
Filo de la luz
fruta abierta que a la noche
vuelves fuego
y que
a la llama cambias en fresco sentido:
llego a buscar tu aliento:
más sedienta:
pozo de amor que me asombras,
cántaro de día.
* * * * *
II- Metal intacto...
Metal intacto en la noche sin sombras de la piedra,
tinta oscura vaciada en tierra,
sereno barro virgen...
Cosa
tras cosa fuera del yerrro,
todo elemento intacto,
antes del sí, del no, de toda forma,
como un molde vacío
o como un río de plata del que nadie puede abrevar
y que no
tiene donde escanciarse.
* * * * *
III- En ti el aire se hace
noble...
En ti el aire se hace
noble,
costa de arena fina la piel,
la carne el mar extenso
y el amor más dulce, la más armónica
marea.
* * * * *
IV- Agua profunda...
Agua profunda,
corriente que, sin ver jamás el monte,
sin conocer la selva,
diriges a tierra el mar,
el ciego.
agua en que mil formas me encuentras
siempre más
libre que la luz del sol.
* * * * *
V- Lago de dos superficies...
Lago de dos
superficies,
mar suspenso:
todo en la palma de tu mano,
como grano de
luz,
con una placidez incomprensible:
no hay tiempo, no hay premura
alguna,
eres cuanto espacio es posible:
no hay distancia.
* * * * *
VI- Noches de velos ariscos, tus
ojos...
Noches de velos
ariscos, tus ojos:
mi carne, toda un lento eyacularse,
frente a ellos se muere,
se cierra más allá del tacto,
se niega toda puerta,
y como un misterio te encuentra,
dentro de sí,
oración milagrosa,
vedada alteración sin nombre
que me
obliga a entregarme.
* * * * *
VII- Tu cuerpo pulsado por sí mismo...
Tu cuerpo pulsado por
sí mismo
es en mis oídos viento claro y fresco,
sonido limpio del cobre y
del aliento:
eres tus labios rezumantes de lima,
eres tus ojos recubiertos de
bruma,
eres tu mano fina ciñéndose sierva:
porque en ti anida el mar,
eres su guía,
y de ti la más torpe raíz bebe su espina:
porque tú eres el
viento
y eres también la roca virgen
que muchos metros ocultan.
* * * * *
VIII- Luz de luz
te dice tu tronco extenso...
Luz de luz te dice tu
tronco extenso
y tu perfume, tu olor a cándida hierba, a
lilas,
a tu boca fresca,
te llama esquivamente por tu nombre.
* * * * *
IX- Claro pétalo que a la flor te asomas...
Claro pétalo que a la
flor te asomas,
costa que hacia la densa selva miras,
filo de acero que sobre el acero pesas,
fiel raíz que al tallo imitas, a la flor,
a los aromas,
sobre ti te vuelves.
Eso, pero también el pétalo terso, gozo de color
y de perfumes,
la costa abierta como ninguna boca,
el acero afilado y tenso,
la raíz sólida, llena de poder y de lumbre,
dadivosa:
así
eres tú, amor,
así tú y yo, dos entregas amantes y amorosas.
* * * * *
X- Un guaje es tu boca
fresca...
Un guaje es tu boca
fresca,
odre de almíbar,
trozo de amor fresco que a tu contagio
vuelve carne y amor
a la muerte y al engaño.
* * * * *
XI- No eres la pluma...
No eres la pluma
que al aire se inclina,
ni el cuello tibio del ganso,
ni la
piel del tímido durazno:
eres el injerto de toda esa ternura
en la fuerza del monte,
en el salto de un felino acorralado.
* * * * *
XII- Abrazo de la tierra...
Abrazo de la tierra,
certeza de lo que el monte dice,
secreto hecho voz,
es el
silencio tu aliento cuneiforme,
caligrafía de los dioses son tu olor
y tu cuerpo de amor
sedientos.
* * * * *
XIII- Durazno...
Durazno
miel de la
uva,
fibra del pérsimon:
me ofreces un glosario de carnes
en cada
beso.
* * * * *
XIV- Horquilla del viento...
Horquilla del viento:
metálica te acercas al cedro,
como rayo de luz,
al tiempo
que dejas dócil en la flor
el beso de tu pasión fecunda.
* * * * *
XV- Cimarrona fruta del campo y del día...
Cimarrona fruta del
campo y del día,
tu deseo es el aspa indomable
que
un día cualquiera talló en ese sitio
lo que llevo yo por cuerpo.
Agua oscura
Es hablar de la llanura que se quiebra en la noche,
interminablemente oscura,
que se desborda al horizonte, silenciosa y sin límite
El
círculo roto, el murmullo que desatendido se multiplica,
se convierte en un ejército con mil frentes,
sonido inacabable,
incomprensión inacabable
(es tu olor la firmeza única,
la única sobrevivencia del sabor
del día)
Tengo abiertas las manos para tocar la caída de agua oscura
que
en múltiples texturas se desenmaraña
He abierto conscientemente las manos: nada me detiene, nada detengo.
En esta limpia fluidez tumultuosa perdí el modo de jugar la ronda:
En este movimiento he dejado el último resquicio virgen al
movimiento,
el último e infinito resguardo.
Ya nada me distingue del
mundo.
-Sí, tú eres la firmeza única, el momento cierto que me espera
a
un lado de la noche para abordarme, pero eres el único eco capaz
de nombrar lo que ejerce la oscuridad sobre la llanura-
Ya
nada me distingue del mundo porque nada detengo.
Pero (sopla lento el
viento) cada partícula de polvo, cada gota de agua
que viene en el viento, un instante antes de entrar en mí se
detiene.
Nada me distingue del mundo, es cierto, pero nada me traspasa.
Todo, justo un instante antes de perforarme, me señala, me sostiene, me
demarca.
Bebida
Bebo
la oscuridad del incrédulo
del vaso de tu boca. Tomo por hueso
el
beso, que es desnudo y es del muerto
el habla, y es del vivo adorno,
es rulo,
verdad, afeite, máscara y desnudo.
Recibo del abrazo el
rasgón. Sueño
de tu ojo la afección por mí, luego
el consuelo y el
amor. Tiemblo. Dudo.
Quiero beber, tomar, recibir. ¡Dame,
golpea
tu espada en mí, abre, hiéreme,
riega lo que ningún líquido lave!
Márcame, rásgame con el filo de tu sable.
Quita matando que cobarde
teme
la temerosa de mi nombre. Te digo: ¡dame!
Carta al lobo
Querido Lobo:
Llego aquí después de cruzar el mar abierto del
bosque,
el mar vegetal que habitas,
el abierto de ira en la oscuridad y
la luz que lo cruza
a hurtadillas,
en su densa, inhabitable noche de aullidos
que impera
incluso de día o en el silencio
mar de resmas de hojas
que caen y caen y crecen y brotan, todo al mismo tiempo,
de yerbas entrelazadas,
de mareas de pájaros,
de oleadas de
animales ocultos.
Llegue aquí cruzando el puente que une al mundo
temeroso con
tu casa,
este lugar inhóspito,
inhóspito porque esta la mar de
habitado,
habitado como el mar.
En todo hay traición porque todo esta
vivo...
Por ejemplo, aquello, si desde aquí parece una sombra,
¿hacia donde caminara cuando despierte?
Como fiera atacara cuando pase junto a él,
cuando furioso
conteste el sonido de mis pasos.
Así todo lo que veo.
En todo hay traición
...era el
camino, lobo,
la ruta que me llevaba a ti...
Escucha mi delgada voz, tan
cerca.
Ya estoy aquí.
Escoge de lo que traje lo que te plazca.
Casi no puedes mirarlo,
insignificante como es,
perdido en la espesura que habitas.
Estoy aquí para ofrecerte mi cuello,
mi frágil cuello de virgen,
un trozo pálido de carne con poco,
muy poco que roerle,
tenlo, tenlo.
¡Apresura tu ataque!
¿Te deleitaras con el
banquete?
(No puedo, no tengo hacia donde escapar
y no se si al clavarme
los dientes
me miraras a los ojos).
Reconociéndome presa
y
convencida de que no hay mayor grandeza que la del
cuello de virgen entregándose a ti,
ni mayor bondad que
aquella inscrita en tu
doloroso,
lento
interminable
y cruel
amoroso ataque,
cierro esta carta.
Sinceramente tuya,
Carmen.
El hilo olvida
El hilo olvida,
pierde la memoria que le dicta la postura de sus
hilazas y se descompone.
No sabe cómo curvarse para tener la forma
del carrete.
El hilo se deshila y entra, indócil, como traspasando
el filo de un grueso cuchillo, en la sabana densa,
en las guías de
las hojas del guayabo, en el tallo tranquilo
que se convierte en raíz sin subordinarse, silencioso
y tenaz
hasta alcanzar la caña, hasta ser la húmeda tierra.
Pero no es de ti de quien debo hablar sino de la sorda persecución
que he proseguido hoy de mi oído a mi otro oído.
De oreja a
oreja corro cuando llego más lejos.
La sorda persecución de la
cólera.
Y tú duermes.
Descansas simulando agitar con tu respiración el
viento.
De oreja a oreja corro;
nada puede detener mi marcha; nada la
olvida.
Y no escucho la única palabra que podría detener este
silencio
desflorado.
(Tú duermes.
Acaricias el borde de mi cuerpo,
simulando.)
De oreja a oreja.
Nada puede traspasar un silencio que de oreja
a oreja
corre protegido por el pabellón vegetal de su sordera.
Hierba
Allá va la hierba que creció sin tocar tierra.
Va la que no conoció
el lodo ni el seco craquelar sin lluvia.
Pasa en flor,
sobre la
ráfaga.
Pasa silbante.
Blandida o aventada como arma o
herramienta.
No sabe pesar porque nunca ha pesado.
Al volar no
duerme ni descansa.
Hierba sin nombre, hierba perra, hierba palabra
del mono que en la noche grita
articulando sin gramática.
Hierba
oliendo a carne,
nacida al roce de una piel insomne con otra que no
sabía conciliar el sueño,
las de esos dos entrando donde rige la
razón incuerda con los ojos abiertos,
ignorando el rito tajante del
sueño que divide a lo real en dos trozos.
Un paso los traía o los
llevaba a la locura, no los quemaba la frontera.
Perdían el piso
sin saltar, distrayéndose volaban,
sus huesos desconocían el gravitar
de la piedra.
Hierba que repudia al rocío, que no obedece al sol,
hierba sin rumbo,
nació crecida, arrancada; su flor lleva en trozos
diminutos
el fúnebre color que en Cuaresma cubre el rostro y la llaga de
Cristo, es luto destazado.
Va la hierba, como si no tuviera cuerpo,
en el lomo del viento.
Tose.
Allá va, miente, nunca aprendió a
pisar, firme firmeza,
desnuda, acostada, la siempremuerta.
No hubo
semillas en su árbol genealógico.
Nació entre cuatro paredes, donde
el hombre cubría su miembro
con vísceras de gato y usaba a los vientres hasta reventarlos,
sellando con incansable gozo su infertilidad.
Apenas mira el rostro
que lo ama.
La hierba nació donde la sangre animal y la menstrual se
vaciaban
en el mismo vaso, y el semen era desordenadas sílabas
gritando
revueltas en la boca de la hembra.
Como el moho en el rincón inmundo,
así la nunca pegada ni adherida nació entre el vientre de él y el
de ella, a golpes,
sin el rito que bendice el amor, hurtada al jadeo,
robada al llanto, irreverente
humo sacrificial sin ofrenda, sacado
con el carbón ardiente
y la ausencia de El Cordero o de El Hijo.
El cuchillo la encontró
sin tocar la carne.
Es brote de puñal, vástago de la boca
entreabierta por la que entra
o sale el suspirar agitado, rasposo y anómalo de la noche.
Atrás
de ella sólo se escucha la bala,
de mosquete, la espuela raspar la
losa.
Un grito pidiendo misericordia.
Ella es la ruidosa
respiración de un cuerpo que se pierde en el laberinto a voluntad
para que lo devore el mitad animal, mitad Angel y hombre que ahí reina,
llamado con las letras del incrédulo,
que besa como si comiera y
hablara a un tiempo,
en besos de verbo,
el encajando-encajado,
el ladrón-hurtado, -
el esclavo-tirano,
el perro amo,
el hacha, galletita, caramelo, guillotina, horca y
abrazo,
el desconcierto,
el veneno adictivo,
el rayo de luz asesina,
el todo párpado (cierras, abres),
el lumbre,
el hielo,
el
dolor.
"Sombra, iluminación, doble, inconfiable.
Ciego, visible,
duda, negación, vista:
Entierras mil veces el cuerpo sobre el que
insistes en acostarte,
lápida móvil que repites incansable el
enterramiento, sepultas con tu forma,
revestido de lo que
llamas con tres sonidos forasteros emulando al amor.
Manto de suave
fibra.
Ráfaga, rayo,
descanso, vuelo.
Caes mientras te habla el ciervo que has cazado, vencedor vencido,
cazador apresado,
gángster de la metralla despojando al corazón del
cálido pecho.
Pum-pum (hace él ahora, a solas, canto del gallo
huérfano del amanecer,
colorado músculo, manco, si n0 sería tuerto:
desearía ahorcarse
con sus leales venas).
¿No Podrías dejar la garra y la pezuña,
acceder a la tentación del labio
que cuatro veces repetido en un solo
cuerpo, más sus dobleces,
te habla, pide, te suplica, lo reconcilies
con el término Amor?
¿Terminar la ceguera?
¿Traer al gozo la
dicha, la paz, la risa?
¿Restaurar la gramática?
¿Arrebatarle la
lengua al insensato mico que no comprende la selva?
¿Dar a la hierba
un trecho de tierra que habitar junto al pozo?
¿Provocar la llegada
de la lluvia?
Una frase más del beso hablante.
Desnudo vistes la
manta sin la que hoy muero de frío, al Sur, en la tierra del calor."
Allá va la hierba de que hablaba.
Apareció cerca de las sábanas que
aceptaron la caligrafía de tinta sangre, dejando que la borrara para
siempre el tonto jabón y el agua,
sin suspirar una de las cien
merecidas veces por la pérdida del dibujo
del amor que trazaron con tanto empeño los torsos.
Ahí apareció,
la hierba. El viento la adoptó viéndola sin dónde sostenerse, y yo la
nombro,
leal a su paso.
Salió entre tu piel y la mía,
entre mi vagina y el
esqueleto de acero del edificio donde habita el amor.
Nació robándome
el alma. La encarna en clorofila y fibras,
alma sin cuerpo volando en
la frágil ráfaga.
La memoria vacía
1. Trato de oscurecer con mi sombra la tierra del exilio, mi
tierra, ocultarme a la memoria vacía.
No tengo origen.
Formo con mis hermanas un muro inabordable.
Nos cegamos a la tierra
que alarga el día de luminoso júbilo,
a sus ojos brillantes donde brotan ciruelas jugosas
y dulces,
los animales cálidos y huidizos;
al día de paredes traslúcidas, de
corrales abiertos y campos
poseídos por el secreto que han murmurado las semillas al abrirse
He llegado al término de mi sombra: el día tiene abiertos los
muslos y se entrega al gozo insaciable de los hombres.
2.
En medio de este estruendo,
del golpeteo de las alas locas del viento
sobre el llano,
del silbido deslumbrante con el que el río corteja a
las plácidas nubes,
los hombres recuestan su cuerpo amoroso sobre el
torso del día,
hacen de la mañana al ritmo de su cuerpo.
Y
nosotras,
hechas de un material que se resiste al cortejo del tiempo,
templadas en el silencio firme,
tratamos de permanecer
aunque no
tenemos casa,
aunque estamos desprovistas frente al cauce ajeno.
Nos trenzamos entre nosotras los labios con los labios:
ésta es
la palabra de las tres: nuestra palabra.
(Oigo un crepitar en el fuego: los pechos de las mujeres se
desprenden
del deseo como frutos maduros. Los pechos de las mujeres:
panes recién cocidos.)
Ser el esclavo que perdió su cuerpo
El fuego,
otra vez fuego,
el fuego junto a la lumbre,
en el piso,
subiendo por los sillones,
cruzando las ventanas,
y tras él el fuego,
solamente el fuego.
El fuego otra vez,
¿No lo ven?
¡No lo ven! Es el fuego.
Les
parezco una mujer sentada.
Quiero vestirme.
La ropa interior que yo traía puesta, abrió sus
tejidos,
los venció el calor,
la blusa abrió sus tejidos,
vencida también,
la falda cedió sus hilos,
ardiendo los dejó
caer...
Quiero vestirme.
El fuego. No tengo más que el fuego:
Soy
la desnuda, la que no tiene encantos.
Quiero vestirme.
Quemo mis vestidos.
Mil cabellos están
vencidos también por el calor,
mis pestañas, mis ojos;
mi saliva,
un día intacta,
también te espera rendida, vencida, humillada,
doblada, hincada,
herida como el vapor,
como el vapor aislada,
ahogada en tu espera.
Quiero vestirme.
No hay animal con el que pueda compararme,
desnuda estoy como el ganso o el lirio,
no hay planta con la que
pueda compararme,
quemada estoy, quemándome,
impaciente,
interminablemente.
¡Que me ayuden los asnos!
¡Que acudan a mi ayuda
los cerdos o
las garzas,
los ruiseñores o las cañas de azúcar!
¡Nada puede
ayudarme!
¡Vencida estoy por ti,
por ti fui por mí abandonada!
Tu cuerpo pulsado por sí mismo...
Tu cuerpo pulsado por
sí mismo
es en mis oídos viento claro y fresco,
sonido límpido del
cobre y del aliento:
eres tus labios rezumantes de lima,
eres tus ojos recubiertos de
bruma,
eres tu mano fina ciñéndose cierva:
porque en ti anida el mar, eres su guía,
y de ti la más torpe
raíz bebe su espina:
porque tú eres el viento
y eres también la boca virgen
que
muchos metros ocultan.