
Apuro sediento tu tierno gemido, tu intimidad que me embriaga y ardiente, la lengua del dulce deseo, pasión cuyo vino no sacia...
"...Tú que conoces
todos los olvidos,
corazón, triste barco abandonado
y anclado en la mitad de mis
sentidos..."
"Madre e hijo"
Fernando Botero
Reseña biografica
Poeta
colombiana nacida en Bogotá en 1924.
Desde muy joven se inició en la
poesia publicando su primer libro cuando apenas tenía quince años.
Ha trabajado activamente en el campo periodístico y es autora de varios
cuentos didácticos para niños de la
segunda infancia y de la preadolescencia.
Ha pertenecido en varias
ocasiones al cuerpo diplomático, obtuvo el premio Simón Bolívar y se
constituyó
en la primera mujer elegida para formar parte de la Academia Colombiana
de la Lengua.
De sus obras se destacan: «Verdad de amor», «Luz
sedienta», «Hiroshima amor mío», «Zodíaco del Hombre»,
«La Bolivariada» y «Con luz de tus estrellas». ©
Adolescente amor
Amor, como los ríos
Anclado en la mitad de mis
sentidos...
Como un ala fugaz
Con hilos de atarraya
Contradictorio amor
Deslumbramiento
El mejor día
Elegía del amor gozoso
Erguida flor
Eterna huella
Hacia mi sombra
Hay algo en ti
La roca viva
Linaje puro
Náufrago
Nefertiti
Siempre amor
Sin nadie la mirada
Todavía
Todo es diáfano y bello
Verdad del alma
Adolescente amor
¡Amado! Este es aquel
amor que conocimos
antaño en nuestra vida; éramos casi niños,
hace
ya mucho tiempo,
cuando tu boca me enseñó la risa
y tus labios el
beso.
Este es el mismo amor; viene de lejos,
desde la
adolescencia;
cuando en la tuya conoció mi mano
el dulce
entrelazarse de los dedos
y abrió la noche entre su cielo oscuro
la blanca floración de los luceros.
Este es el mismo amor,
cuando
jóvenes éramos
y yo aprendí en la noche de tus ojos
la vigilia y
el sueño.
Recuerdo aquel amor, el
de turbada
soledad y silencio;
el que marcó en la luz de los
cocuyos
el camino del pueblo.
El que nos embriagó con su perfume
en los frutos del huerto,
el que nos enseño toda blandura
sobre el
musgo pequeño.
¿Lo recuerdas amor?
Desde tus brazos contemplé la
noche
hasta aclarar el cielo;
la luna se apagó, brilló la aurora,
y recuerdo con qué deslumbramiento
vieron nuestras pupilas sombradas
brotar el sol sobre los campos nuevos.
Hace ya mucho tiempo,
supimos la ternura de la hierba
bajo los pies traviesos,
aprendimos la música del agua
de su sonido fresco.
Escuchamos el
mar, vimos el viento,
gozamos del arrullo, del aroma,
y del amor
de todo el universo,
cuando puros, amantes exaltados
nos enseñó la
vida su misterio.
El agua, el sol, la brisa, la montaña;
el libro
del Señor estaba abierto
y nuestros ojos ávidos e insomnes
escrutaban el cielo.
Todo lo que es hermoso,
lo aprendimos entonces.
¿Cuándo fue? ¿Cuándo, amado?
En el amor
sin tiempo...
Ahora todo nos parece tan lejos...
Vendrán los duros
años de la vejez,
amor, seremos viejos.
toda nuestra verdad, será
añoranza,
desteñido recuerdo:
el joven resplandor de las miradas,
el encendido fuego de los besos.
¡Oh nuestro amor de antaño!
quizá
desde las venas apagadas
de la vejez sin término,
sintamos otra
vez, entre suspiros,
el indecible gozo de querernos.
Que viva el
corazón para sentirlo,
que guarde la memoria su recuerdo.
¡Vibrar
de plenitud, vibrar de nuevo!
Llevemos su existencia hasta la muerte
que amarnos fue tan hondo y verdadero.
Algún día
Un día llegarás;
el
amor no espera.
Y me dirás:
Amada, ya llegó la primavera.
Un día me amarás.
Estarás de mi pecho tan cercano,
que no sabré si el fuego que me
abrasa
es de tu corazón o del verano.
Un día me tendrás.
Escucharemos mudos
latir nuestras arterias
y sollozar los árboles desnudos.
Un día. Cualquier día.
Breve y eterno,
el amor es el mismo en primavera,
en verano, en
otoño y en invierno.
Amor, como los ríos
Oculta fuerza de agua
soterrada,
nos sorprendió el amor tan de repente,
que al mirarse a
los ojos hondamente
se desbordó el amor en la mirada.
Y brotó aquella fuente
enamorada,
con fuerza tan vital y jubilosa,
que fue en verdad y
amor la más gozosa
en que jamás me viera arrebatada.
Fue aquel amor, pasión
tan verdadera,
-¿era tierna o sensual, dulce o ardiente?-
¡ya
nunca más sabremos cómo era!
Que tus labios juraron
en los míos:
vivirá nuestro amor eternamente,
y nuestro amor pasó
como los ríos.
Anclado en la mitad de mis sentidos...
Anclado en la mitad de
mis sentidos,
corazón, eres barco solitario;
cuéntame el inefable
itinerario
de los amores y los tiempos idos.
Velámen roto y mástiles
vencidos;
flotando en el refugio del estuario,
tú quisieras un
ímpetu corsario
para encontrar océanos perdidos.
Surto en mitad del
alma, has escuchado
el oleaje fiel de los latidos
y no sabes aún
si te han amado,
tú que conoces todos
los olvidos.
¡Corazón, triste barco abandonado
y anclado en la
mitad de mis sentidos!
Como un ala fugaz
Hay algo en ti que
nunca permanece
y fluye de tu alma como un río;
algo que te
ilumina y te ensombrece,
algo resplandeciente, algo sombrío,
como un ala fugaz que
te ennoblece
el placer, el dolor, el albedrío.
Algunas veces goza,
otras padece
lo que hay en ti que nunca será mío.
Aquello que en el
éxtasis nos llega,
lo que el dolor en lágrimas entrega,
lo que el
amor entrega en poderío.
Lo que está más allá de
todo goce:
que siempre en el amor me desconoce
aquello en ti que
nunca será mío.
Con hilos de atarraya
Entre la fina red
que siempre estoy tejiendo
con todos los sentidos
prisionera me
encuentro.
En la urdimbre sutil
de verdad y misterio,
de amor,
olvido, pena,
ansiedad y recuerdo,
yo misma como un pez
me
confundo y me enredo;
yo misma día a día
los hilos voy tejiendo;
cuando sé lo que amo
ya no sé si lo quiero.
En las confusas noches
en que pienso y más pienso
las barras de mi cárcel
como un escualo
muerdo.
Contradictorio amor
A Nancy Pulecio Muñoz
Quemadura glacial de
fuego y nieve,
contradictorio amor, tierno y violento,
cerebro
ardido, loco pensamiento;
ansioso corazón que no se atreve.
Su voz nos extermina y
nos conmueve;
su vivo manantial muere sediento.
Amor, amor, amor,
este que siento
como la vida misma eterno y breve.
Algo dentro del ser
padece y canta
breve canción, larguísimo gemido
que hasta el
infierno mismo nos levanta.
No sabe del amor quien
no ha podido,
con un grito clavado en la garganta,
gozar el
paraíso prometido.
Deslumbramiento
Era lirio en el aire y fragancia en el viento;
ondas sobre las aguas
y temblor en el río;
cuando vi su hermosura, con todo el pensamiento,
grabé su amado nombre para llamarlo mío.
Nunca supe
la hora ni el exacto momento
en que amé su mirada. Sólo sé que tardío
su amor llegó a mi vida con el deslumbramiento
de una fruta en
invierno, de una flor en estío.
Por menos
presentido, todo fue tan hermoso
como ver cuando caen nieves en
primavera,
lluvias en el verano, lágrimas en el gozo.
Después de
haberlo amado que mi alma responda
si sabe por qué existen sobre la
tierra entera
el perfume en el aire y el temblor en la onda.
El mejor día
Alma mía que trémula y ansiosa
te asombras ante tanta maravilla:
el sol en la luciérnaga que brilla,
todo el bosque fragante en una
rosa.
Un día el agua eterna y silenciosa
has de surcar en vacilante
quilla;
el fuego que encendió tu lamparilla
apagará la noche
misteriosa.
Hay algo en existir que te aniquila.
La vida es un anillo que se
cierra,
la muerte un ojo insomne que vigila.
Puede el último ser el mejor día:
verás al alejarte de la tierra
la luz eterna de la poesia.
Elegía del amor gozoso
Amor, gozo por ti, por
ti padezco;
por ti la sombra que ilumina el mundo
y esta sed de
fulgor en que anochezco;
por ti mis bellas horas
tenebrosas
en que deshoja sin pudor el alma
su túnica de espinas y
de rosas;
tus manos con el tacto
de la vida,
mi espíritu cubierto de zozobras,
tu cuerpo con la veste
desceñida;
mi panal de amarguras y
de mieles,
el campo de la frente coronado
con una rama negra de
laureles.
Por ti mis cuatro
cirios encendidos,
la muerte viva en ataúd gozoso,
los edenes
hallados y perdidos;
el jardín interior de
mis aromas,
mis ciervos vulnerados, tus jaurías,
tu gavilán voraz
de mis palomas;
tus fieras azuzadas,
tus mastines,
mi queja entre la noche como un grito,
tu voz de
funeral y de festines;
mi pradera agostada de
rosales,
tus viñas en agraz para el olvido,
la cosecha en sazón de
mis eriales;
tu faro entre las
sombras, desafiante,
tu mar embravecido contra el mundo,
tu playa
inaccesible y delirante.
Amor y siempre amor.
amor altivo,
humillado, exaltado, desolado;
amor por lo que muero
y lo que vivo.
Por ti todos los males
y mis bienes:
tu lirio inmemorial y la manzana
y este cielo
infernal entre mis sienes.
Por ti lo que desdeño y
lo que ruego,
el fuego de la vida turbadora,
la muerte entre mi
túnica de fuego.
Por ti, maldito amor,
amor bendito,
la claridad de mi desesperanza,
mi esperanza
clamando al infinito.
Por ti, siempre por ti.
Por lo que espero;
lo que no espero ya, por esperado.
Por ti, sólo
por ti, mientras me muero.
Erguida flor
De ti se nutren todas
mis raíces:
me nutro de tu voz, de tu mirada
y de ti, porque vivo
enamorada
de lo que piensas y de lo que dices.
La carne triste y los
cabellos grises
iremos al final. La llamarada
de nuestra gran
verdad, será olvidada
cuando yo muera o cuando tú agonices.
El tallo, la raíz, la
flor, el fruto,
fueron savia de amor que en un minuto
para
nosotros maduró la vida.
Sin sombra, sin
frescura, al sol y al viento,
porque en tu propia savia me sustento,
soy una flor al infortunio erguida.
Eterna huella
Quedarás como huella sobre mi brazo,
como marca sobre mi corazón.
Cantar de los cantares
No pasarás en vano por mi vida,
ni
encontrarnos fue obra del acaso;
que por tu abrazo quedará en mi
brazo
la fuerte huella que el amor no olvida.
La llama que de ti quedó encendida
arde sin consumirse en mi
regazo.
Amor que más juntaste con el lazo
terrible de la sangre y
de la herida.
En mí no fuiste gozo pasajero
sino la esencia de la tierra pura
floreciendo en el árbol verdadero.
Y para siempre brillará tu estrella,
porque de amor dejaste en
hermosura
sobre mi corazón eterna huella.
Hacia mi sombra
Vuelvo a la oscuridad donde he vivido.
Tu claridad de mi dolor se
aleja
y sobre el alma trémula me deja
un tenue resplandor de luz y
olvido.
Soy un ciego que busca el bien perdido;
ya su amor en mi amor no
se refleja.
De la noche sin término se queja
el que la luz de Dios
ha conocido.
Perdí tu amor, en
plenitud y lumbre.
No sabes que tu fe resplandeciente
iluminó mi
abismo hasta la cumbre.
Quizá vuelva a
encontrar tu estrella clara
porque otra llevará sobre la frente
la
luz que alguna vez me iluminara.
Hay algo en ti que nunca he conquistado...
Hay algo en ti que
nunca he conquistado;
vana sombra que no me pertenece,
algo que me
conturba y me estremece:
flor de amor que jamás he deshojado.
Es algo indefinible,
atormentado;
noche que no se acaba ni amanece;
cual sórdido
cilicio permanece
entre la carne viva, soterrado.
Algo entre la locura y
el espanto.
Grito que va a llegar y nunca llega,
cercano al
resplandor, próximo al llanto.
¡Oh trágico dolor de
herida ciega!
Amor por quien suspiro y me levanto,
hay algo en ti
que nunca se me entrega.
La roca viva
Gracias, Amor, por esta
dulce herida
y la blandura de mi sufrimiento.
Por la risa y el
gozo y el lamento,
en tanta plenitud desconocida.
Bendito siempre, Amor,
porque te siento
crecer en la ternura compartida
y por las aguas
de tu mar sediento
que arrasa las orillas de mi vida.
Hoy sé que los rigores
de tu fuego
consumió en llamaradas mi sosiego
y mi paz se hizo
llanto y quemadura.
Ahora voy como barco a
la deriva.
En los escollos de tu roca viva
rompió mi corazón su
arboladura.
Linaje puro
Te amo cuando acaricio
la madera:
la caoba que sangra, el roble duro.
Tu perteneces el
linaje puro
que fragua anillos cada primavera.
Y floreces también como
si fuera
tu cuerpo un árbol de nogal maduro;
palisandro de aromas,
cedro oscuro,
estoy en ti como una enredadera.
Ombú que entre mis ojos
amaneces;
sándalo que te creces de armonía,
ébano verde, olivo que
te creces
de amor para mis brazos
solitarios,
cuando siembras mi tierra yo diría
que respiro los
bosques milenarios.
Náufrago
Náufrago va sobre el
ardiente río
el corazón de todos los amantes;
cautivo entre sus
aguas fulgurantes
pasa tu corazón; no pasa el mío.
Pródigo entre mis
brazos el estío
acendró miel de pomas delirantes.
Oigo vago rumor
de aguas distantes;
lejano de mis brazos pasa el río.
Puente sobre su cauce
verdadero,
tendido está mi corazón entero.
¡Oh dolor del amor,
agua profunda,
agua viva de amor que
no se entrega!
Pero el rencor, porque hasta mí no llega,
en agua
oscura y sórdida me inunda.
Nefertiti
¿De qué terrena
claridad dorada,
de qué barros del cielo, de qué arcillas
surgió
la morbidez de tus mejillas,
la ciega plenitud de tu mirada?
¿De cuál sarcófago, de cuál morada,
de qué profundidades
amarillas,
de qué lejano mundo sin orillas,
la luz de tu cabeza
coronada?
¿Qué aurora boreal sobre tu frente,
sobre la placidez del rostro
vivo
dejó su rosicler eternamente?
En la penumbra fértil de mi mesa,
cuando entre el hueco de la
noche escribo,
llenas mi soledad con tu belleza.
Siempre amor
A Inés y Adel López Gómez
No sólo por gozarte te
he buscado:
también te quiero para padecerte,
porque el solo
placer de poseerte
no da la plenitud de haber amado.
El vivo resplandor de
lo gozado
menos amor es siempre que aquel fuerte
dolor de corazón
que nos advierte
la dicha cruel de estar enamorado.
Te sufro con dolor, con
alegría,
con deleite, con odio, con dulzura,
y la felicidad es
agonía.
Si algún día nací, fue
para verte;
por saber tu pasión y tu hermosura,
para gozarte,
Amor, y padecerte.
Sin nadie la mirada
Lo que cambia es el
rostro,
la hondura de unos ojos,
la luz de una mirada;
la
penumbra indiscreta
de confidencias íntimas,
la ternura, los
besos,
los cuerpos y las almas.
El amor es el mismo;
busca formas distintas:
a veces una frente
de curvas sosegadas,
otras la boca roja,
quizá una boca pálida;
unos brazos ardientes
de tibias manos largas;
el instante amoroso,
la amorosa distancia.
Cambian tan solo el
rostro,
los luceros, el alba;
el palor de la luna
detrás de una
ventana;
la lluvia que solloza
con sus gotas que cantan;
el
fulgor que nos junta
la luz que nos separa,
las llamas que
calientan
los muros de la casa,
las cortinas de sombra,
el
temblor de una lámpara.
El amor es el mismo,
no declina, no cambia;
existe en nuestro pecho
desde lejana
infancia;
nos saca de la cuna,
nos hiere con su espada,
nos da
siempre el veneno
que vivifica y mata;
zumo que nos agobia,
licor que nos exalta;
el ardor que consume,
la ceniza que apaga.
El amor es el mismo,
sólo busca una cara.
siempre es lo mismo
lo que esperas;
siempre es lo mismo
lo que amas.
Tú estás en ti y eres
el mismo,
es lo de fuera lo que cambia.
Tu amor existe
y busca
siempre
un pretexto para sus ansias.
Primero un nombre: Luz,
Elvira,
Diego, Alejandro,
Helena, Clara;
después del nombre
algo infinito
que en nuestros brazos se quedara
y un rostro, un
rostro,
cualquier rostro
que no nos deje ningún día
llevar sin
nadie la mirada.
Todavía
Sobre las ruinas de tu
amor caído
levantaré de nuevo mis quimeras,
y serás en mi vida un
destruido
monumento, donde un ídolo eras.
Donde tirano fuiste, las primeras
yerbas silvestres gritarán
olvido,
y, recordando nuestras primaveras,
gemirás como un dios
arrepentido.
Otros dioses vendrán, y nuevas rosas
brotarán de las ruinas
silenciosas.
Asoma por levante un nuevo día
y he temblado mis penas escribiendo,
porque adentro, muy hondo,
estoy sintiendo
que esta noche te quiero todavía...
Todo es diáfano y bello
Mecen los blandos
sauces la verde cabellera;
todo es diáfano y bello cuando estoy a tu
lado;
una sutil fragancia de nardo macerado
difunde sus efluvios
sobre la tierra entera.
¡Amado! El tiempo es
claro, llega la primavera;
regresa en los capullos del jardín
olvidado;
y humildes, tiernas, blancas, en el verdor del prado
abren las margaritas su múltiple gorguera.
Con tu voz de agua
viva, la frescura me traes.
Mi alma es tierra seca, tierra estéril y
mustia
y tú sobre mi alma como la lluvia caes.
Me llenas de dulzura
con tu voz de colmena
y tus hondas palabras rielan sobre mi angustia
como luz de luceros en el agua serena.
Verdad del alma
Asciende a ti la luz del pensamiento.
Brota por ti la flor de mi
alegría
y por tu amor enciende cada día
mi corazón su lámpara en
el viento.
Que si pierdo tu imagen, al momento
la recobra en tu alma el alma
mía
y tu rostro se vuelve melodía
de claridad en el entendimiento.
Amor incorruptible que
no daña,
ni con halago de placer se viste.
En su diafanidad jamás
engaña.
Por ti, sólo por ti,
que por ti existe
-cristal que no se quiebra ni se empaña-
esta
verdad del alma que me diste.
Apuro sediento tu tierno gemido, tu intimidad que me embriaga y ardiente, la lengua del dulce deseo, pasión cuyo vino no sacia...