
Apuro sediento tu tierno gemido, tu intimidad que me embriaga y ardiente, la lengua del dulce deseo, pasión cuyo vino no sacia...
Al oído
De bienes destituidas
Defendiendo
el amor y sus contrariedades
Que el verdadero sabio, donde
quiera...
Romance
Al oído
Déjame penetrar por este oído,
camino de
mi bien el más derecho,
y, en el rincón más hondo de tu pecho,
deja que labre mi amoroso nido.
Feliz eternamente
y escondido,
viviré de ocuparlo, y satisfecho...
¡De tantos mundos
como Dios ha hecho,
este espacio no más a Dios le pido!
Ya no codicio fama
dilatada,
ni el aplauso que sigue a la victoria,
ni la gloria de
tantos codiciada...
Quiero cifrar mi
fama en tu memoria;
quiero encontrar mi aplauso en tu mirada;
y en
tus brazos de amor toda mi gloria.
De bienes destituidas...
De
bienes destituidas,
víctimas del pundonor,
censuradas con amor,
y sin él desatendidas;
sin cariño pretendidas,
por apetito
buscadas,
conseguidas, ultrajadas;
sin aplausos la virtud,
sin
lauros la juventud,
y en la vejez despreciadas.
Definiendo el amor y sus
contrariedades
Borrasca disfrazada en la bonanza,
engañoso deleite de un sentido,
dulzura amarga, daño apetecido,
alterada quietud, vana esperanza.
Desapacible paz, desconfianza,
desazonado gozo, mal sufrido,
esclava libertad, triunfo abatido,
simulada traición, fácil mudanza.
Perenne manantial de sentimientos;
efímera aprehensión que
experimenta
dolorosas delicias y escarmientos.
Azarosa fortuna; cruel, violenta
zozobra; sinsabor, desabrimientos,
risa en la playa y en el mar tormenta.
Que el verdadero sabio, donde quiera...
Que el verdadero sabio, donde quiera
que la verdad y la razón
encuentre,
allí sabe tomarla, y la aprovecha
sin nimio detenerse
en quién la ofrece.
Porque ignorar no puede, si es que sae,
que el alma, como
espíritu, carece de sexo.
Pues cada día, instantes y momentos,
vemos aventajarse las mujeres
en las artes y ciencias a los hombres,
si con aplicación su estudio emprenden.
Romance
Aprended, flores, de mí,
lo que va de ayer a hoy...;
de amor
extremo ayer fui,
leve afecto hoy aún no soy.
Ayer, de amor
poseída
y de su aliento inflamada,
en los ardores vivía:
del
fuego me alimentaba.
Y, a pesar de la violencia
con que sus
voraces lamas
cuanto se opone a su furia
arden, consumen y
abrasan,
como pábilo encendido,
cual cantada salamandra,
solamente hallaba vida
entre sus ardientes ascuas,
y hoy, en tan
tibios ardores
yace o desfallece el alma,
que el frío carbón
apenas
da señas de que fue brasa.
Ayer, los fieros volcanes
de
amor no solo halagaban
el pecho, sino que amante
fuera de ellos no
se hallaba;
y, sin ellos, decadente
y exánime, desmayaba
y
moría, y parecía
como el pez fuera del agua.
Y hoy, no solo,
temeroso
y pavoroso, se espanta
de la más leve centella
que en
el aire corre, vaga,
sino que el horror y miedo
que a la luz la
fiera brava
tiene imitando, a cualquiera
resplandor vuelve la
cara.
Ayer, por poco, el incendio
en que amante me abrasaba
vuelve en pavesas el mundo
todo, y en humo le exhala;
y en una
hoguera la hermosa
máquina del transformada,
por poco vuela en
cenizas
de mi ardor comunicadas.
Y hoy, apenas de que ha habido
lumbre dan señas escasas
tibios rescoldos: ¡tan muertas
yacen ya,
y tan apagadas!
Apuro sediento tu tierno gemido, tu intimidad que me embriaga y ardiente, la lengua del dulce deseo, pasión cuyo vino no sacia...