Antonio de Solis y Rivadeneira
A la muerte de Montalbán
A la rosa
A una dama
Soneto


A la muerte de Montalbán
Joven, de la parca atroz
el golpe airado y violento
pudo extinguirte el aliento,
mas no usurparte la voz;
que de la fama veloz
el bronce la ha repetido,
y halla en el bronce el oído,
cuando a los vientos la fía,
no sé qué dulce armonía
que dura más que el sonido.
A la rosa
Viene abril y, ¿qué hace? En dos razones
viste a un rosal de hojas que ha tejido
y luego toma y dice: "Este vestido
tiene ojales; pues démosle botones."
Dáselos, y los rompen a empujones
las hormillas, que el tiempo ha colorido,
ascuas hoy, que la púrpura ha encendido
de los que eran ayer verdes carbones.
Nace la rosa pues y, apenas deja
el botón, cuando un lodo la salpica,
un viento la sacude, otro la acosa,
ájala un lindo, huélela una vieja
y al fin viene a parar a la botica;
si esto es ser rosa, el diablo sea rosa.


A una dama
Que me tuviste amor has confesado
cuando ya me condenas a tu olvido;
no me mataras, no, de aborrecido,
dejárasme morir de enamorado.
Haber perdido el bien después de hallado,
es peor que no haberle conseguido;
no es infeliz quien dicha no ha tenido,
sólo aquel que la pierde es desdichado.
¡Oh, nunca yo supiera que me amaste!
Pues juzga mi temor, o mi fineza,
que tu mudanza es culpa de mi dicha.
bien conozco de ti que te mudaste;
pero no sé culpar a tu firmeza,
como tengo más cerca a mi desdicha.


Soneto
Amar a dos, y a entrambas con fineza,
amor es, y el amor más entendido;
que más firme será contra el olvido,
si en dos bases estriba su firmeza.
Niñas, si me cortáis pieza por pieza,
hay para entrambas; y pues siempre ha sido
señal de sujeción darse a partido,
partidme, y no quebradme la cabeza.
Amor y odio, ya en el campo estrecho
del corazón batallas han tenido
juntos en él, aunque entre sí distantes.
Pues si a un tiempo tal vez dentro del pecho
dos efectos contrarios han cabido,
¿por qué no han de caber dos semejantes?

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Apuro sediento tu tierno gemido, tu intimidad que me embriaga y ardiente, la lengua del dulce deseo, pasión cuyo vino no sacia...

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...La poesía es como el viento,
o como el fuego, o como el mar.

Hace vibrar árboles, ropas,
abrasa espigas, hojas secas,
acuna en su oleaje
los objetos que duermen en la playa...
José Hierro (España, 1922 - 2002)

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