
Apuro sediento tu tierno gemido, tu intimidad que me embriaga y ardiente, la lengua del dulce deseo, pasión cuyo vino no sacia...
Adiós a Pedro Salinas
Ahogo
Ante las torres de Compostela
Canción al Niño Jesús
Columpio
Caracol silencioso...
Decir de la Rioja
El ciprés de Silos
En mitad de un verso
La sombra del nogal
Otra casa aventada
Revelación
Río Duero, río Duero...
Romance del Júcar
Silencio
Sonidos y perfumes...
Torerillo de Triana
Tuya
Adiós a Pedro Salinas
El cielo se serena
Salinas cuando suena
Cantan los verbos en
vacaciones
jaculatorias y conjugaciones
Yo seré tú serás él será
La
imagen de ayer mañana volverá
La imagen duplica el presagio
¿Rezas cuando truena el trisagio?
El mundo se envenena
Salinas cuando no suena
La música más
extremada
es el silencio de la boca amada
Amar amar y siempre amar
haber amado haber de amar
Y de la media de la abuela
caen las onzas oliendo a canela
El cielo se enrojece
Salinas cuando te mece
Era tu reino el del rubor
Tanta
hermosura alrededor
Rosa y azul azul y rosa
Cuidado que no se te rompa
Y por tus
ojos la borrasca
y la ventisca y el miedo a las hadas
El cielo se aceituna
Salinas cuando te acuna
¿No habéis visto en flor el olivo?
Sí no sí no azar del
subjuntivo
¿Nunca visteis el otoño del ciervo
no habéis sabido deshojar un
verbo?
Llega diciembre y llora el roble
y el cocotero de Puertopobre
El mundo se espanta
Salinas cuando no canta
Cantan los
verbos en la escuela
Redondo está el cielo a toda vela
¿Pedro Salinas Serrano? Falta
Y los niños de pronto se callan
Unos en otros buscan amparo
Todo más claro mucho más claro
El cielo quiere quererme
Salinas cuando te duerme
AhogoDéjame hacer un árbol con tus trenzas.Mañana me hallarán ahorcado
en el nudo celeste de tus venas.Se
va a casar la novia
del marinerito.Haré una gran pajarita
con sus cartas cruzadas.
Y luego
romperé
la luna de una pedrada.
Neurastenia, dice el doctor.Gulliver
ha hundido todos sus navíos.Codicilo: dejo a mi novia
un puñal y una carcajada.
Ante las torres de Compostela
También la piedra, si hay estrellas, vuela.
Sobre la noche
biselada y fría
creced, mellizos lirios de osadía;
creced, pujad, torres de
Compostela.
Campo de estrellas vuestra frente anhela,
silenciosas maestras
de porfía.
En mi pecho —ay, amor— mi fantasía
torres más altas labra. El
alma vela.
Y ella -tú- aquí,
conmigo, aunque no alcanzas
con tus dedos
mis torres de esperanzas
como yo estas de piedra con los míos,
contempla entre mis torres
las estrellas,
no estas de otoño, bórralas; aquellas
de nuestro agosto ardiendo
en sueños fríos.
Canción al Niño Jesús
Si la palmera
pudiera
volverse tan niña, niña,
como cuando era una niña
con
cintura de pulsera.
Para que el Niño la viera...
Si la palmera
tuviera
las patas del borriquillo,
las alas de Gabrielillo.
Para cuando el Niño quiera,
correr, volar a su vera...
Si la
palmera supiera
que sus palmas algún día...
Si la palmera supiera
por qué la Virgen María
la mira... Si ella tuviera...
Si la
palmera pudiera...
...la palmera...
Caracol silencioso ...Caracol silencioso
en búsqueda del fuego
de la red de obsidiana
donde caen
recuerdos
del minúsculo espejo
garabato del tiempo
tensa cuerda de
luna
en arpegios despiertos.Sombra clara y profunda
el margen de tu cuerpo.
Columpio
A
caballo en el quicio del mundo
un soñador jugaba al sí y al no.
Las lluvias de colores
emigraban al país de los amores.
Bandadas
de flores.
Flores de sí. Flores de n
Cuchillos en el aire
que
le rasguen las carnes
forman un puente.
Sí. No.
Cabalga el
soñador .
Pájaros arlequines
cantan el sí,cantan el no.
Decir de La Rioja
No sabe la que es vida quien en ti no reposa,
Rioja, de tan abierta, secreta y misteriosa,
sabor de los sentidos confirmando a la rosa,
estribo de los Angeles que alzan a la Gloriosa.
Sí. Yo también quisiera loarte y romanzarte
y, sin pedir ni un sorbo al rubricar mi encarte,
¿un cantar? No, un decir, un dictado rezarte,
rozarte en vuelo bajo, tus registros pulsarte.
Un ábaco mis sílabas, tetragrama y razón.
Juan, Gonzalo, acorredme. Dobles de corazón.
bailas y semitonos de tan pausado son
hagan bajar los párpados y enlabiar la oración.
¿Te acuerdas? Me llamaste a izar tu primavera.
Ya verdeaba el soto su niebla tempranera,
y cantaban juglares su rima porque era
desde el balcón la hoja logroñesa y puntera.
Provincia prometida: mía al fin. Calendario
de las cuatro estaciones en torno al campanario,
sazón, témpora y temple, mi paraíso agrario.
Monje soy sin cogulla ni becerro o breviario.
Tus alamedas músicas, tus aguas de sonata,
tus rodales romeros, tus huellas de reata,
el cáñamo apretado de mi humilde alpargata
quisiera recorrerlas en total caminata.
Que ya desde el otero tu vastedad diviso
y oigo cantar al gallo su puntual compromiso,
subido a la veleta porque la luz lo quiso.
Doce quiquiriquíes enronquecen su aviso.
Y veo a la gallina, tan medrosa y pedresa,
y, azotando sus alas vuelan una toesa
los ánades rastreros, camino de la presa
y flechan golondrinas su flecha que no cesa.
Pero aunque me propuse no remontarme, «anda
-me tienta una voz íntima- por más alta baranda».
Pues, ¿cómo dominarte, Rioja, banda a banda,
sino a vista de águila por toda La Demanda?
Tiempo, espacio me alejan. Sierra de San Lorenzo,
que desde Urbión un día contemplé como un lienzo.
El mundo se estrenaba a mis pies: fue el comienzo
de este pasmo tan mío que no me avergüenzo.
Qué bultos y qué angostos de virginal relieve,
que aristas poderosas, qué olvidos de la nieve,
que verdes, rosas, cárdenos, qué azul de cielo leve,
tan leve que en sí mismo se disuelve y se embebe.
Y a bajar ya siguiendo las risas de tus ríos.
de Cámeros al Ebro cantan sus desafíos,
torrentes, sombras, peces, remansos, pozos fríos.
Regatead los Siete Infantes, hijos míos.
Que el padre Ebro os llama, os urge y os devora.
Quién te ve y quién te vio en tu nacer sin hora,
cuando eras onda pura, inocencia sonora.
Quién te verá en La Rápita tragando sal traidora.
Os busco en Calahorra, aguas que memoraban.
Veo las dos cabezas mártires, navegaban
siempre a estribor por Calpe, Finisterre. Ya entraban,
horadaban la roca, en mi escudo anidaban.
Renacía el milagro a cada nueva luna,
y de los dos nombrados, el de mejor fortuna
se abreviaba en tres sílabas, ya para siempre cuna
que mece a mi poesia entre el muelle y la duna.
Quise, tierra de santos, sorguiñas y sagaces,
tierra de viña y huerta, de panes y de paces,
decirte estos loores cotidianos, solaces
de sus tercos trabajos, tus costumbres tenaces.
Te he dicho, no contado. Cuatro bueyes araron,
no grifos de Alexandre que el cielo alborotaron.
Cuatropeas pesadas terrones desbrozaron,
vía cuaderna y ancha con el rollo asentaron.
El ciprés de SilosEnhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu
lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo
en loco empeño.Mástil de soledad, prodigio isleño;
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,
peregrina al azar, mi alma sin
dueño.Cuando te vi, señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales,como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos.
En mitad de un verso
Murió en mitad de un verso,
cantándolo, floreciéndole,
y quedó el
verso abierto, disponible
para la eternidad,
mecido por la brisa,
la brisa que jamás concluye,
verso sin terminar, poeta eterno.
Quién muriera así
al aire de una sílaba.
Y al conocer esa
muerte de poeta,
recordé otra de mis oraciones.
«Quiero vivir,
morir, siempre cantando
y no quiero saber por qué ni cuándo.»
Sí,
en el seno del verso,
que le concluya y me concluya Dios.
La sombra del nogal
Homenaje a Vicente Aleixandre.
La sombra del nogal es peligrosa
Tupido en el octubre
como bóveda
como cúpula inmóvil
nos cobija e invita
a su caricia fresca
y van cayendo frutos uno a uno
torturados cerebros nueces nueces
Por las noches
sombra de luna muerta de el nogal
y van
suicidándose una a una
sus hojas quejumbrosas
y pies desconocidos invisibles
las
huellan las quebrantan las sepultan
librándolas así
del torbellino eólico
que azota a lo mortal
abandonado
sobre la haz funesta de la tierra
impenetrable
Pero ¿quién
pasa quién posa?
¿De quién los pies piadosos redentores?.
Otra casa aventada
También aquí me
han aventado la casa.
¿No me dejaréis una siquiera
de aquellas
pocas de mis nacimientos
para que alguien pueda, al fin, vivirme,
renacerme,
después que yo me muera?
¿Cómo saber dónde se nace
al amor, a la vida?
Fiebre de
incubación: por ella supe
que estabas otra vez naciendo.
Pero no me obliguéis a señalar:
aquí fue.
Ya que no me dejáis
portal y nido,
respetad mi leyenda.
Imprecisión, polémica os pido.
RevelaciónEra en Numancia, al tiempo que declina
la tarde del agosto augusto y
lento,
Numancia del silencio y de la ruina,
alma de libertad,
trono del viento.La
luz se hacía por momentos mina
de transparencia y desvanecimiento,
diafanidad de ausencia vespertina,
esperanza, esperanza del portento.Súbito ¿dónde? un pájaro sin lira,
sin rama, sin atril, canta, del
ira,
flota en la cima de su fiebre aguda.Vivo latir de Dios nos goteaba,
risa y charla de Dios, libre y
desnuda.
Y el pájaro, sabiéndolo, cantaba...
R ío Duero, río Duero ...
Río Duero, río Duero,
nadie a acompañarte baja,
nadie se detiene
a oír
tu eterna estrofa de agua.
Indiferente o cobarde
la ciudad vuelve la espalda.
No
quiere ver en tu espejo
su muralla desdentada.
Tú, viejo Duero, sonríes
entre
tus barbas de plata,
moliendo con tus romances
las cosechas mal logradas.
Y
entre los santos de piedra
y los álamos de magia
pasas llevando en tus ondas
palabras
de amor, palabras.
Quién pudiera como tú,
a la vez quieto y en marcha
cantar siempre el mismo verso
pero con distinta agua.
Río Duero, río Duero,
nadie a
estar contigo baja,
ya nadie quiere atender
tu eterna estrofa olvidada
sino
los enamorados
que preguntan por sus almas
y siembran en tus espumas
palabras de amor, palabras.
Romance del Júcar
Agua verde,
verde, verde,
agua encantada del Júcar,
verde del pinar serrano
que casi
te vio en la cuna
-bosques de san
sebastianes
en la serranía oscura,
que por el costado herido
resinas de
oro rezuman-;
verde de
corpiños verdes,
ojos verdes, verdes lunas,
de las colmenas, palacios
menores
de la dulzura,
y verde -rubor
temprano
que te asoma a las espumas-
de soñar, soñar -tan niña-
con
mediterráneas nupcias.
Álamos, y
cuántos álamos
se suicidan por tu culpa,
rompiendo cristales verdes
de tu
verde, verde urna.
Cuenca, toda de
plata,
quiere en ti verse desnuda,
y se estira, de puntillas,
sobre
sus treinta columnas.
No pienses
tanto en tus bodas,
no pienses, agua del Júcar,
que de tan verde te añilas,
te
amoratas y te azulas.
No te pintes ya
tan pronto
colores que no son tuyas.
Tus labios sabrán a sal,
tus
pechos sabrán a azúcar
cuando de tan
verde, verde,
¿dónde corpiños y lunas,
pinos, álamos y torres
y sueños del
alto Júcar?
Silencio
La voz, la
blanca voz que me llamaba
ya apenas entre sueños la adivino.
Suena
su son angélico
cada día más tímido.
Bajo el agua del lago va
enterrándose,
va hundiéndose en el fondo del abismo.
Los años van
tejiendo
densas capas de limo.
Ella se esfuerza por romper las
ondas,
por dejar su cristal en mis oídos.
Y yo apenas la escucho
como un leve suspiro.
Más que la voz percibo ya el armónico.
Ya
más que timbre es vacilante espíritu.
Me ronda, helado, mudo,
el
silencio infinito.
Sonidos y perfumes, Claudio Aquiles...
Sonidos y
perfumes, Claudio Aquiles,
giran al aire de la noche hermosa.
Tú
sabes dónde yerra un son de rosa,
una fragancia rara de añafiles
con sordina, de
crótalos sutiles
y luna de guitarras. Perezosa
tu orquesta,
mariposa a mariposa,
hasta noventa te abren sus atriles.
Iberia,
Andalucía, España en sueños,
lentas Granadas, frágiles Sevillas,
Giraldas tres por ocho, altas Comares.
Y metales en
flor, celestes leños
elevan al nivel de las mejillas
lágrimas de
claveles y azahares.
Torerillo de Triana
Torerillo en
Triana
frente a Sevilla.
Cántale a la Sultana
tu seguidilla.
Sultana de mis penas
y mi esperanza.
Plaza de las arenas
de la
Maestranza.
Arenas amarillas,
palcos de oro.
Quién viera a las
mulillas
llevarme el toro.
Relumbrar de faroles
por mí
encendidos.
Y un estallido de
oles en los tendidos.
Arenal de
Sevilla,
Torre del Oro.
Azulejo a la orilla
del río moro.
Azulejo bermejo,
sol de la tarde.
No mientas, azulejo,
que soy
cobarde.
Guadalquivir tan verde
de aceite antiguo.
Si el
barquero me pierde
yo me santiguo.
La puente no la paso,
no la
atravieso.
Envuelto en oro y raso
no se hace eso.
Ay, río de
Triana,
muerto entre luces,
no embarca la chalana
los
andaluces.
Ay, río de Sevilla,
quién te cruzase
sin que mi
zapatilla
se me mojase.
Zapatilla escotada
para el estribo.
Media rosa estirada
y alamar vivo.
Tabaco y oro. Faja
salmón.
Montera.
Tirilla verde baja
por la chorrera.
Copote de paseo.
Seda amarilla.
Prieta para el toreo
la taleguilla.
La verónica
cruje.
Suenan caireles.
Que nadie la dibuje.
Fuera pinceles.
Banderillas al quiebro.
Cose el miúra
el arco que le enhebro
con la cintura.
Torneados en rueda
tres naturales.
Y una hélice
de seda
con arrabales.
Me perfilo. La espada.
Los dedos mojo.
Abanico y mirada.
Clavel y antojo.
En hombros por tu orilla,
Torre del Oro.
En tu azulejo brilla
sangre de toro.
Si salgo en
la Maestranza,
te bordo un manto,
Virgen de la Esperanza,
de
Viernes Santo.
Adiós, torero nuevo,
Triana y Sevilla,
que a
Sanlúcar me llevo
tu seguidilla.
Tuya
Ya sólo existe
una palabra: tuya.
Angeles por el mar la están salvando
cuando ya
se iba a hundir, la están alzando,
calentando sus alas. ¡Aleluya!
Las criaturas
cantan: «Aunque huya,
aunque se esconda a ciegas sollozando,
es
tuya, tuya, tuya. Aunque nevando
se borre, aunque en el agua se
diluya» .
«Tuya» , cantan
los pájaros, los peces
mudos lo escriben con sus colas de oro:
Te,
u, y griega, a, sí, tuya, tuya.
Cantádmela otra
vez y tantas veces,
a ver si a fuerza de cantar a coro.
« ¿Tú?
¿Ya? ¿De veras?» «Sí. Yo, Tuya. Tuya.»
Apuro sediento tu tierno gemido, tu intimidad que me embriaga y ardiente, la lengua del dulce deseo, pasión cuyo vino no sacia...