"...El sol entre los árboles
ardiendo
me quema la mirada, me enternece..."
"Head of a
tousled young woman"
Leonardo da Vinci
Reseña biografica
Poeta,
novelista, cuentista, fabulista y dramaturgo salvadoreño nacido en Santa Ana
en 1943.
Doctor en Jurisprudencia y Ciencias Sociales, es académico de
la lengua, docente universitario y traductor
de importantes autores. Gracias a su vasta trayectoria, ha ganado
importantes galardones nacionales
e internacionales.
De su obra cabe destacar los siguientes poemarios:
«El libro de Lilian» en 1976, «El corazón en cuatro espejos»
en 1976, «Sonetos de la sal y la ceniza» en 1979, «Sonetos penitenciales» en
1980, «Canciones para el álbum
de Perséfone» en 1982, «Ejercicios matinales» en 1993, «El venado y el
colibrí» en 1996 y «Esquirlas y vilanos»
en 1997. ©
Ars dinámica
Ars poética
Como los dioses en su
audaz vigilia...
Deja que el aire libre se
libere...
Devocionario
Diálogo en la tiniebla
El arraigado
El episodio terrorista 2
El episodio terrorista 3
El reencuentro
El viejo grito
Ha muerto un hombre:
1. Un hombre ha
muerto. ¿Quién? No importa...
2. Un hombre ha
muerto, sí. Tú, yo, cualquiera...
Húndete en la ceniza...
Las grandes
espinas disfrazadas de lágrimas
Los árboles
callados vieron pasar a Lillie...
Los
que pasan
Los que se quedan
Nada es más que un instante...
Niños que cargan otros niños...
Todos los minutos llevan
a este día
Ars dinámica
Usted es
la sombra que amanece desnuda,
con un temblor de miedo en las
espaldas.
Pero hay
que estar despierto: a mediodía
sonará la trompeta.
Doy fe
de la esperanza" 1985 - 1992
Ars poética
¡Belleza, flor de sueño, al fin alientas
después de tanto espanto y
tanto llanto!
Porque también tu gracia puede tanto,
tanto más que el crujir de las afrentas.
Después de la
dolencia del espanto,
cómo surgen tus músicas sedientas:
surtidores que ayer fueron tormentas
murmullos que mañana serán
canto.
Se escondió tu vigilia donde pudo,
durmió entre los escombros
hecha un nudo,
se ocultó en un rincón de la cornisa.
Pero ha venido el
tiempo del sosiego.
¡Y tú, belleza, manantial de fuego,
renaces
otra vez de la ceniza!
"Doy
fe de la esperanza" 1985 - 1992
Como los dioses en su audaz vigilia...
Como los dioses en su audaz vigilia,
me asombro de estar vivo y
de estar muerto.
La palabra revienta en el silencio
y el silencio
se nutre de palabras.
¿Cuál es la diferencia entre estar vivo
y
estar muerto? -Los dioses son balanzas.
Deja que el aire libre se libere...
Deja que
el aire libre se libere
más aún, oh Dolor, deja que afine
su
transparente fuego Mnemosine
para cantar lo que viviendo muere.
Que así, en lo oscuro, mi estupor inquiere
y en mano abierta el
eco se define
ante la espina que la mano hiere.
Deja pues, oh Dolor, que me encamine
hacia la lumbre que mi
lumbre quiere,
lenta unidad de noche que termine.
Y así en el blanco oficio que me espere
la vida clara y corporal
germine
como si el día sin fronteras fuere.
"El
libro de Lillian" 1975
Devocionario
I
La paz no necesita de los héroes.
el heroísmo de la paz es otro.
Es un sereno paso sin angustia
por aquel campo en que acechaban minas.
Y es sobre todo ese
convivio afable
de la diversidad de los anónimos.
II
La paz cierra la
cripta de los mártires
y los deja dormir, para que olviden
que la tierra es el sitio
pavoroso
donde todos los miedos son posibles
Bien se merecen su corona de
oro,
bajo la condición de que se duerman.
III
La paz no la
hace nadie. Se hace sola.
Lo importante es sembrar una semilla.
La gente piensa que la
guerra es fuerte:
!Qué va! La guerra es sólo un aneurisma.
Alguien la pincha, y se
desangra toda.
La paz en cambio es la verdad de un árbol.
IV
No me
pregunten por qué soy pacífico.
Es algo natural, quizás congénito.
Esto es lo que tal vez muchos
no entienden
que no todo poeta es un revólver.
Por mí, que los revólveres se
esfumen.
Eso sí: No me toquen a la rosa.
"Doy fe de la esperanza"
1985 - 1992
Diálogo en la tiniebla
No busco la verdad, pero persigo
su estela cautivante, su aleteo
que es la réplica infiel de lo que creo
y el huidizo fulgor de lo que
digo.
La verdad absoluta es un castigo
que quizás no merezca mi deseo.
Y su ausencia es el último trofeo
que desvela mi angustia de testigo.
Me quedo con la flor de la pregunta,
aspirando el aroma sin
respuesta,
dejando que el silencio apenas hable.
Y al sentir que la lágrima despunta,
la verdad, como un grillo,
me contesta
desde el jardín del vértigo insondable.
El arraigado
¡Yo no me iré de esta casa
aunque el huracán arrecie!
Seguiré aspirando el moho
de sus ancianas paredes,
oyendo
crujir maderas
en noches de viento fértil,
y contando entre las
vigas
los murciélagos de siempre.
Yo no me iré de esta casa,
de sus tres tiempos clementes,
de
su patio con begonias,
de su estrellita en la frente,
de su Virgen
del Rosario
y de su ArcAngel prudente.
Aunque el huracán desboque
sus espumosos jinetes,
esta casa es
mi universo,
con abrigos e intemperies,
y su pequeña nostalgia
guardada en cofres que huelen.
Porque esta casa es tan triste
como un difunto en diciembre,
porque tiene tantas grietas
que el aire en ella es un duende,
porque en alambres nerviosos
sus viejas ropas se tienden,
porque
en la noche hay un eco
de bisabuelas ausentes,
porque en un cuarto
cerrado
alguien llama y nadie viene,
porque vivieron en ella
muertos que aún son vivientes,
porque hay un gran jazminero
a la
par de un pozo verde,
porque es pobre como un niño
y como un
anciano, inerme.
Por eso yo estoy aquí,
dibujándola en mi frente
con un lápiz
de obsidiana
que no hay siglo que lo quiebre;
y aquí oigo pasos y
pasos
-¡cómo trajina la gente!-,
con la vigilia remota
y con el
sueño presente,
haciendo ruido a la vida
porque si no se nos
duerme
y entonces baja el tigrillo
-que ya es fantasma- y la
muerde…
¡Porque esta casa es tan triste
que les da miedo a los huéspedes,
y todos lloran al verla,
con llanto que el sol disuelve!
Sus
ventanas, arrancadas;
sus puertas, crujir de dientes;
sus pisos,
barro desnudo;
sus cielos, cielos que llueven…
Y es tan triste, pero tanto,
que a ratos parece alegre,
con
alegrón de guitarras
que ilumina el aguardiente,
sacado en el
alambique
que nunca hallan los agentes…
Yo no me iré de esta casa,
porque el invierno no quiere,
Porque el verano me llama,
porque los dos bien se entienden,
y
ambos juegan con mi voz
hasta dejarla tan tenue
que ya es una
telaraña
de cariñosas mercedes…
Y al fondo dice un espejo
la fantasía de siempre:
que es la
casa una metáfora
erizada de alfileres
alborotada de encajes,
arrinconada de ayeres.
¡Pues si esta casa es la Patria,
tan firme
que acaso tiemble,
tan dulce que acaso ahogue,
tan honda que acaso
vuele!
Y yo nunca me iré de ella,
aunque el huracán arrecie…
"Doy
fe de la esperanza" 1985 - 1992
El episodio terrorista 2
Ando entre luz quebrada, oscurecida,
con una abeja dentro del
cerebro,
pulso de amor abriéndose, cerrándose;
y las palabras
cotidianas gimen
como puertas antiguas, sin retorno,
una taza de
leche cumple el celo
de la época, pasan los ejércitos
mientras por
la ventana ven mis ojos
una pequeña calle transversal
con suaves
casas que no se imaginan
la vecindad del hombre desvelado
por la
violencia -polvo irrestañable,
remolino de polvo que aparece
por
un segundo, igual que los relámpagos.
Tiempo de meditar- silla
furiosa.
¿Seré el cautivo o el apasionado?
Ambos -doble rumor de la estructura:
el sonido del arma en pie de
vuelo,
la razón que estrujada se alimenta
de sus propias
sustancias ofendidas;
y hoy levantarse con el santo y seña
desde
la construcción ebria de clavos
hasta la densidad del sentimiento,
fértil como canela masticada,
es una soledad de doble filo,
un
tener la remota valentía
de caminar con húmedos plumajes
entre las
horas de crucial encuentro.
Después de todo el aire es una dádiva
llena de pasionales
abundancias,
¿y qué enseña este tiempo sino el eco
de la conturbación
racionalista,
bella en inútiles declaraciones,
la organizada
sombra de las piedras
que en su esplendor de muros y de tumbas
tapia a muertos y a vivos, a opresores
y a oprimidos, a limpios y a
envidiosos?
El sol entre los árboles ardiendo
me quema la mirada, me
enternece,
porque respiro un fuego respirado
y amo este reino de
respiraciones,
hoy más que nunca, ante el clamor secreto.
Y de esta funeral
demografía,
de este ecológico derrumbamiento,
de esta presión
impúdica, inodora,
de esta anillada criminalidad,
¿hacia qué
callejones embocamos,
enardecidos entre dos cegueras?
Quizás nunca
se extingue al fe última,
la luna clara al fondo de la sangre,
así
como los ojos siempre vuelven
hacia un desnudo de mujer deseada.
Mi corazón olvida entre las sombras
sus tijeras sagradas: los
recuerdos.
"Discurso secreto" 1974
El episodio terrorista 3
Amor, pleno misterio,
sonido de algún bosque, pánica agua,
llavero del armario con papeles sagrados,
cabello de mujer mientras el día remonta sus chatarras,
podría
así seguir, pulsando el laberinto fantasioso,
todo esto tiene una
fugaz explicación mesiánica,
como en una asamblea de ídolos
inocentes,
mitos de iridiscencia compulsiva,
también amores de
sabor plural,
palmas de mitológica palmera,
collar iluminado de
los mares del sur,
espejismo de aurora entre los chupamieles,
y callados remedios del zodíaco,
¿por qué digo estas sordas
palabras entre el humo
que todo lo gobierna con su acre desatino?
Se acerca a pasos vivos la hora señalada,
la sombra de mi cuerpo
es juez y parte;
por el barro, animales domésticos destrozan
una
piltrafa -amor, pleno misterio-,
y el vendedor de diarios ya va de
espaldas en su bicicleta
con el gran cargamento de odios universales,
de consumibles sueños -sonido de algún bosque,
dócil revelación-,
mientras me acerco
a la ventana la rutina suena, cascabel de culebra
escondida,
las señoras se asoman a las puertas moviendo sus escobas,
en una transparencia de pudor -agua pánica-,
qué espacio dulce borra
el abandono,
se disipa un segundo el remolino de lo inexpugnable
-peligro de
morir en luz de día-,
y es que en el riesgo adquiere cada cosa,
cada gesto, un color intenso, amable,
quisiera uno besar viejas
paredes,
recordar cada uno de los jazmines ya vividos,
esto es un
reto vivo a la intemperie,
un silencio de amor hacia cosas ajenas y
sencillas,
quizás ya demasiado mentadas por escrito,
una luna
encendiéndose sobre un techo oxidado,
risas de servidumbres en las
casas vecinas,
agua de chorro para rostro en fiebre,
y ese olor a
aserrín que recuerda
un suave amor total por lo cercano,
san
Salvador espejo, rayo virgen,
ámbito desvelado con sólo que mis ojos
ardan en la penumbra,
camino de palabras desde la piedra pómez
hasta el tubo de azul desodorante;
y de repente hay un fulgor inédito
por donde la ciudad tiene otra cara,
un amarillo que hace aparecer en
las esquinas seres sospechosos,
un mirto en la tiniebla se destiñe,
siento quebrarse el pulso de la luna,
amor, pleno misterio, sonido de
algún bosque,
valor frugal que envuelve lo viviente,
la flor
ensimismada amanece con garras,
¿dónde está el almanaque con sus
dulces mareas,
la eficiencia del aire que acaricia las malvas esas
joyas antiguas?
Por las paredes cruzan las sombras a caballo,
¿qué realidad
transita por mis sienes?
Como en una película, los niños
preguntan por la magia del
recuerdo,
y la respuesta es una roja máscara
que sonríe sin fin,
oigo y me callo,
late el polvo al cruzar las francas puertas,
olor
a queso rancio despiden los papeles,
y alguna majestad de vigilante
mueve las secas brasas de la ira:
¡Cuidado, la verdad es un destello!
Sin embargo este día está
apagándose,
queda un rescoldo verde debajo de mi lengua,
una
licuada sal expectativa
que es la hermana menor del musgo mismo;
ahí, junto a la llama del revólver,
la almohada abre sus ojos
transparentes,
y el grave amor al ámbito visible
pasa alzando
pañuelos por los cuartos vacíos.
Contraste fervoroso, huella en ascuas.
De esa región perlada
de alas vividas
se filtran estas públicas palabras.
"Discurso secreto" 1974
El reencuentro
No te encontraba, Dios, desde hace tanto.
Es cierto: te rezaba, te
pedía;
pero eso es sólo la ansiedad que envía
sondas de luz desde el
vital quebranto.
Hallarte es otra cosa. Es otro encanto,
otra necesidad. Y
hasta diría
que es la más entrañable fantasía:
gozar de tu memoria el
adelanto.
Y eso es lo que hago ahora: te disfruto,
sin la intimidación
del absoluto;
ya puro corazón que te consume.
Sorbo tu voz y tu silencio,
a una.
Y, sin pedirlo, tengo la fortuna
de respirar a ciegas tu
perfume.
"Doy
fe de la esperanza" 1985 - 1992
El viejo grito
Sorpresa. Barro. Espíritu.
Llegas cayendo en mí, lluvia del tiempo,
con tus augustas sombras de fría limpidez,
y de repente estoy en
otras épocas,
entre las piedras de otros horizontes,
libre de la
conciencia que me amarra a una imagen voluble
como el polvo,
concluyendo en un ancho silencio de memorias.
¿Este -aquí- es mi dolor o en el pulso inventado?
Tú no calles,
nostalgia de la esfinge.
Vuelvo de las tormentas, de los rostros,
de la miradas húmedas en alcohol o belleza,
de los niños que un día
salieron de mis ojos,
de la remota luz que temblaba en las flores de
una
música ajena,
y al recorrer mis pasos conocidos
ya no soy el
primer habitante que gime,
el sol es como un ojo vacío a mis
espaldas.
¡Tú no calles, nostalgia de la esfinge!
Algún día se
llega de regreso a la sombra
y entonces es preciso llevar siquiera un
rayo de certeza.
En las bodas del sol y de la tierra,
la edad perdió sus
laberintos
al conjuro del tiempo destrozado...
En las bodas del sol y de la tierra,
fue el principio del rostro.
Fue la ferodidad un lirio de ternura.
El hallazgo vacío. El
crecimiento
para poblar de llamas el recuerdo...
Bodas,
relucientes bodas que en verdad fueron bellas...
Ha muerto un hombre
1. Un hombre ha
muerto. ¿Quién? No importa...
Un hombre ha muerto. ¿Quién?
No importa. Ha muerto.
Ha muerto… ¿en qué lugar? Tampoco importa.
¡Tan sólo importa, pues, eso que corta
la vida con su tajo amargo y
cierto!
Lo cierto es que se ha muerto. Está desierto
por un instante el
mundo. Un ala absorta
cruza el azul. El infinito aborta.
¡Importa
que un sepulcro se haya abierto!
No importa quién. La identidad. La historia.
La bala atroz o la
agonía vaga.
¿Murió de indignidad, murió de gloria?
No importa. Un hombre ha muerto. Ahí la llaga.
¡Y aunque la vida
es nube transitoria,
sólo la vida importa, que se apaga!
De
"Oración en la guerra" 1985 - 1988
* * *
2. Un hombre
ha muerto, sí. Tú, yo, cualquiera...
Un hombre ha muerto, sí. Tú,
yo, cualquiera.
Pero la vida sigue, sin remedio.
Sigue sembrando
su animado predio
Con la misma semilla que no espera.
Aunque la cicatriz de aquella hoguera
_un hombre es una
hoguera_ busque el medio
de arder un poco más, con ese asedio
que
se pierde en la humana tolvanera.
Ha muerto un hombre. Se acabó, sin duda.
Se fue a la eternidad,
si es que ha podido;
Si es que la eternidad sirve de ayuda…
Se fue, no más. Ha muerto malherido,
Como todos los hombres. Y
desnuda
Vuela su sombra apenas al olvido.
De "Oración en la guerra" 1985 - 1988
Húndete en la ceniza, perra de hielo...
Húndete en la ceniza, perra de hielo,
que te trague la noche, que te
corrompa
la oscuridad; nosotros, hombres de lágrimas,
maldecimos tu paso por nuestras horas.
Más que las sombras
francas, como las minas
de un campo abandonado, furia alevosa;
la
luz no te conoce, por eso estamos
doblemente ofendidos de lo que
escombras.
Por la sangre en el viento, no entre las venas,
donde nazcas,
violencia, maldita seas.
Caminamos desnudos hacia el destino,
nos juntamos en valles de
ardiente idioma
y si la estrella olvida su edad sin mancha,
si el
fuego se abalanza con sed inhóspita,
si el rencor enarbola ciegas
repúblicas,
cómo hablarán los días de justas formas.
¡Ah silencio infranqueable de los violentos,
nunca seremos altos
si nos dominas,
nunca seremos dignos del aire inmune,
nunca
seremos ojos llenos de vida,
sino que en lava inmunda vegetaremos,
entre un sol de gusanos que se descuelgan,
mientras la sangre brota
de mil espejos,
oscureciendo el agua con sangre muerta.
Por la sangre en el agua, no entre las venas,
donde nazcas,
violencia, maldita seas.
No, no intentes doblarnos sobre otro polvo,
no sacudas las hojas
de nuestras puertas,
te lanzamos, hirviente, todo lo vivo,
todo lo
humano y puro que nos preserva.
No, no confundiéramos savia y vinagre;
los ojos se te pudran, te
ahogue el humo,
las ciudades se cierren igual que flores
inviolables al solo
recuerdo tuyo.
Roja peste, violencia, nada ni nadie
será habitante claro donde
tú reines;
desdichada agonía del hombre falso,
húndete en la
ceniza, sorda serpiente.
Las espaldas, los pechos te den la espalda;
cierren tu paso
frentes, ojos, ideas.
es tiempo de sonidos que instalen música.
No, no asomes tu río de manos negras.
Por la sangre en el polvo, no entre las venas,
donde nazcas,
violencia, maldita seas.
Ah si el violento asume la ley del aire,
si aprieta en hierro
impuro vidas y haciendas,
si desala sus pozos de hambre sin dueño,
si desenfunda el cáncer de su inconsciencia.
Por el mundo, qué huida de espesos pájaros,
qué castillo de
savias que se derrumban;
en el río revuelto, redes sin nombre,
y
en la tierra apagada fieras que triunfan.
¡Pero no! Estamos hechos de sangre viva,
y de huesos más hondos
que el desatino;
no hay vigilias que rompan alma de humanos,
ni cinceles, ni
látigos, ni colmillos.
Húndete en la ceniza, perra de hielo,
que te trague la noche que
te procrea;
por la sangre en el viento, no en su recinto,
dondequiera que nazcas, ah dondequiera,
sin descanso de estirpes,
años y mares,
sin descanso, violencia, maldita seas.
"Duelo
ceremonial por la violencia" 1971
Las grandes espinas disfrazadas de lágrimas...
Las
grandes espinas disfrazadas de lágrimas
que nos enterraron en el
corazón los años,
muelas impúdicas de la mentira organizada,
invasión -desde el subsuelo- de ecuménicos cuarzos;
hacia dónde se dirigen... hacia la rutina y el decreto,
aplanando calles y personas,
y ellas tan aparentemente prósperas, bronceadas por un sol enemigo
jurado del misterio,
en un apiñamiento de sombrillas y vestidos de
moda;
caminando vamos, entonces, por la ciudad de costillaje azul,
hija de la aritmética, nieta del laberinto,
y en ella gastamos el
suero transparente de la virtud,
el líquido seminal que palpita como
un planeta en el vacío;
yo no soy nadie para decir las edades del
puente,
para sacar de la alcantarilla al ladrón de legumbres,
sólo
me voy mascullando una viejísima lección entre dientes,
y no me da
pena abandonar este reino de edificios inútiles.
"Destino manifiesto"
Los árboles callados vieron pasar a Lillie...
Los
árboles callados vieron pasar a Lillie,
vieron su luz rosada como
fruta sin huella,
el sol desvanecido de sus ojos de niña,
la
adolescencia verde como el verde manzano,
los dedos en que pulsan
secretos ultramares,
su esbeltez de doncella campesina y celeste,
la salud del espíritu bajo el aire más libre:
que ahí en la casa llena
de austeras enseñanzas,
labores de
cocina
y oficios de bodega,
entre el juego magnánimo
de la leña
y la nieve,
ahí leyó la clara
muchacha a sus poetas,
árboles de
la lengua,
proféticas raíces,
y una luz más ardiente se unió a su luz profunda,
como un perfume
ingresa al aire perfumado,
como el mar se alimenta de sus propias
espumas,
oh azul de niña plena de sol y de pañuelos,
claridad
sorprendida de las altas montañas,
fulgor del hondo cielo natal de
Nuevo México,
y en las venas, brillando, la Germania escondida.
Cómo no amar, entonces esos callados árboles,
los amigos de
Lillie en su diario camino
hacia la rumorosa escuela de Alburquerque
donde la joven hecha de esplendente paciencia,
de color amasado con
flores de colina,
abría el maternal poder del pensamiento
entre
las infantiles cabezas desbordantes…
El olor de los campos
alzados por la lluvia
templó en su corazón
la confianza
evangélica;
la amorosa espesura
del aire ante sus ojos
fue
quizás la vislumbre
de otros años vibrantes,
marcados por el hondo
verdor de la energía;
y aquellos graves árboles enseñaron a Lillie
la riqueza de todas
las altas sencilleces,
el gozo natural de la vida sin tregua:
árboles del camino
y árboles del idioma,
compañeros seguros
de una ardiente jornada
"El libro de Lillian" 1975
Los que pasan no saben...
Los que pasan no saben
que una flor
es el precio de la suerte.
Los que pasan no saben
que tras la piel
se esconden otras
vidas.
Los que pasan no saben
que los grandes espacios
son nuestra
casa del mañana.
Los que pasan no saben
que la sangre es el único
pasaporte
seguro.
Los que pasan no saben
que nadie es fuerza viva
antes de
penetrar en otro espíritu.
Los que pasan no saben
que la luz del amor
jamás será ceniza.
Los que pasan no saben
que una flor
es el precio del milagro.
Los que pasan no saben
que ya somos eternos.
Con sólo
tener esta
conciencia del misterio.
Doy fe
de la esperanza" 1985 - 1992
Los que se quedan
Siempre hay algunos que se van; pero tú te quedas. El peligro es enorme,
la inseguridad es profunda, el miedo es inevitable;
pero tú te quedas. Hay días en que tienes que caminar por las calles
desiertas, como un fantasma del país que fue;
pero miras el cielo transparente y magnifico, y te detienes en una
esquina, y te dices: ¿Quién va a admirar este cielo perfecto
si yo me voy?
Siempre hay algunos que no resisten más; pero tú
resistes. El sonido de los bombardeos te despierta sobresaltado en las
madrugadas; pero tú resistes. Tus padres, tu esposa y tus hijos lloran,
quizás, agobiados de angustia; pero tú sabes
que siempre existen los que se van y los que se quedan, y tú no puedes
dejar de estar entre los que se quedan.
Es ante ti que yo me detengo, e inclino la cabeza. ¡Es a ti a quien
yo saludo, con el orgullo convertido en lágrimas¡
¡Tú eres el único héroe a quien yo reconozco en estos días de prueba!
"Doy fe de la esperanza" 1985 - 1992
Nada es más que un
instante...
Nada es más que un instante. Lo remoto
se quedó detenido en su
minuto.
La sucesiva flor soñó su fruto
para prenderlo en el dorado
exvoto.
En el instante exprime el sol devoto
su apuesta cotidiana al
Absoluto.
Y en esa ardiente vocación de luto
se hunde hasta la más
pura flor de loto.
Todo es instante, entonces, resumido
en la hiriente ceniza del
olvido,
suma interior de todo lo deseante.
Pero el instante nuestro -tuyo y mío-
al compartir su huella de
rocío
sella la eternidad en el instante.
Niños que cargan otros niños...
Niños que
cargan otros niños
semidormidos y pidiendo
centavos por las
ventanillas
de los carros, mientras regresa el verde
del semáforo.
Niños de intacta suciedad,
niños igual de ancianos que la música,
duros como semillas en un plato de peltre;
y en esta levedad el
verano, los juegos,
las personas que entran y salen del hospital, los
ríos
de vehículos, y una
fosforescencia triste y furiosa en los
vellos
de mi antebrazo izquierdo. Pasaje de luciérnagas
por una
puerta llena de candados. Pronuncio…
¿Cuál palabra?
"Vigilia memorable" 1971
Todos los minutos llevan a este día
El viejo Patriarca,
que todo lo abarca,
se riza la barba de príncipe asirio…
Herrera y Reissig
El vuelo de las gaviotas -silencioso y
perfecto-
Me hizo sentir por vez primera el gozo agudo -casi aroma
recóndito-
de la inmensidad;
Supe allí que lo inmenso es la categoría interior
de cada uno de los minutos,
Antesala de infinitud que puede ser el
amor o la muerte,
Graciosas florescencias de este agitado vilo de la
sangre.
Y lentamente me fui acercando al mar que sopla día y noche,
Con
los ojos oscurecidos por el pulso devorador del más íntimo verde,
Respirando la luz como una esencia histórica, fruto diluido de los actos
de amor que a todos nos preceden,
Desde todos los rumbos de la sombra
plural, sentida y encarnada,
Que alumbra con su música las soledades
de nuestros instintos;
Y esto -dicen los entendidos- es la nostalgia
de la generación,
El sabor que desgasta la lengua al entreabrir los
ojos mientras llueve
sobre los suaves huesos del zodíaco.
Pero no quiero parecer un deudo:
la alegría de regresar de un viaje incógnito me produce un orgasmo
Igual que la conciencia de navegar por época tan llena de semejantes
ofendidos;
Placer y dolor en alternancia de sístole y diástole,
Hasta que de tanto pensar el existir se alimenta de sus propias
espumas,
Perfecto mar de áspera transparencia.
¿Será visible mi
cara entre los alambres de una conversación
vanamente esperada?
Lo único que puedo afirmar es el origen de mi
pulso,
Su desembocadura rigurosa,
Y desde aquí, desde la negación de la nada,
Desde el azogue de
las instrucciones,
Pensando de repente en los brazos alzados de una
mujer que vuela llameando hacia mi pecho de piedra sofocada,
Desde
aquí se levantan los ojos que iluminan la intimidad del propio ser
lanzado al mundo
con sólo un par de rígidas tijeras,
como si
nadie velara en secreto
y la vida por fin tuviera nombre, y se
llamara vena, prisa, luna,
estupor de la blanca saliva,
destino -la palabra que ya no existe en
las tesis doctorales-.
Tal es la inmensidad, caer en uno mismo, sin perder los pequeños
amores del vecindario y la confianza,
acotaciones del deber social
que va tejiendo con palabras y actos su tela
de púrpura,
desfogue sideral de la rutina, más bello que cualquier
poema contra
la fantasía o el desajuste de los precios;
porque en la gota de sal
que estas palabras sueltan para los escuchas
hay un síntoma rotundo que es el sabor de lo que historia fue
y pulsa
como vida y va en camino de naturaleza,
el saber del minuto que se
bebe sus rayos, exactamente como el mar se camina en silencio
oscureciéndose
en la iluminación de la paciencia.
Fuego transido que se confunde
con la respiración -así es el mar-,
oficio entre cuyas alas se anima
alguna forma de esplendor apolíneo, memoria de las flores multiplicadas
por millones bajo mi cabeza;
y si no fuera suficiente, la encarnación
de este tiempo es el vuelo sordo de la gaviota, la decepción de los
pergaminos
que se consumen al solo nombre de un viento marginal;
pacíficamente,
los ideólogos copan las salidas, llenan los puestos de revistas con
retratos de líderes,
el mar está en peligro de morir,
“también se
muere el mar”,
así concluyen su audiencia apocalíptica la Ciencia y
la poesia,
las organizaciones más influyentes escriben con letras de oro
“Derechos Humanos” en los cartapacios de los oradores,
ah la
cultura de los espejos espejismos,
la lucha personal desde el seno de
arena,
saca el aire una mano y se la comen los vilanos -antiguos
protagonistas
de fábulas para contarse en el alféizar-,
y sólo queda el sonido de
mar como estatua animosa del juicio,
ánima cruel en su hamaca sagrada;
ya nada ceja hasta invadirme,
nadie,
pero cada quien es mayor que todo lo que pueda vencerle,
encadenarle,
más aún si se trata de este golpe de terminal racionalismo,
sacudida del tiempo que se proclama “edad de transición”, umbral del
pleno sueño”,
“apertura de todos los espacios humanos”,
¿y dónde sangro yo,
pertinaz minotauro, si el eterno retorno es una alegoría de gaviotas?
Así fue como estoy,
así será como viví,
obra que se reencuentra
sin descanso,
nudo de los resúmenes corales,
e igual les pasa a
los que se detienen a respirar el aire del océano bajo, dominador
oscuro, incestuoso,
de todo lo que es aún visible,
hasta aprender el sacrificio de la
mariposa que se traga el insecto más amargo,
con tal que el pájaro
que la devore vomite sin remedio,
inasible pureza,
crucial
inmensidad.
"Discurso secreto" 1974
Yo no soy Pedro
Yo no soy
Pedro,
Juan,
ni Segismundo.
Yo no soy pura sangre,
ni mestizo,
ni natural del valle o de
la estepa.
Mi pensamiento es un pequeño mundo.
Un mundo de orfandad de pura
cepa.
Vine de no sé dónde,
un día en que unas manos
se estrecharon a
medias.
Y tú -poesia, viento-
ni lo haces más atroz,
ni lo remedias.
Yo no soy Gran Collar,
ni estoy triste,
ni creo en la derrota.
Admiro el rostro inmenso del océano,
pero prefiero el brill0
de una gota.
Me gusta la verdad de los que esperan,
y el amor
hecho vida.
Y creo en el retorno de los tiempos,
en otra dimensión
desconocida.
Recuerdo vagamente algunos signos,
algún destello de mitología,
alguna forma gris de echar la suerte.
Y no le tengo miedo a lo que venga:
ni al ojo solapado de la
vida,
ni al párpado sincero de la muerte.
Yo no soy la bandera,
ni el perdón,
ni el cayado.
Ni soy el
que descubre,
ni el que salva
o reclama ser salvado.
Yo no soy
Pedro,
Juan,
ni Segismundo.
Yo soy un soplo de aire.
Un sonido que pasa.
El sonido fugaz
de un milagro profundo.
Pues soy más que la carne misteriosa
en que alguien -una vez-
me trajo al mundo.