Reseña biografica
Poeta,
narrador y dramaturgo español en lengua catalana nacido en
Santa Coloma de Farners en 1913.
Licenciado en Derecho en 1935 y en Historia en 1936 por la Universidad
Autónoma de Barcelona, fue un polifacético escritor destacado por el manejo
lingüístico tanto en la prosa como en la poesia. Los analistas de su trabajo
literario lo clasifican en las formas lírica, elegíaca, satírica y
didáctica.
Su primera obra en prosa, "Israel", única publicación en lengua
castellana, data de 1929. En 1946 publicó su primer libro de poemas,
"Cementiri de Sinera", al que seguirían, entre 1946 y 1960, "Les
hores", "Les cançons d'Ariadna", "Mrs. Death", "El caminant i
el mur", "Final del laberint" y
"La pell de brau" 1960. En los años setenta y ochenta el poeta se
caracterizó por la mezcla de un intelectualismo extremo y de un
descriptivismo a menudo cáustico, que lo convirtieron en una de las más
importantes figuras de la literatura catalana del siglo XX.
Falleció en 1985. ©
Poemas de Salvador
Espriu:
A la manera de Salvador Espriu
A la orilla del mar
Al alba
Árbol
Cementerio de Sinera
Danza de la muerte
Despedida
El jardín de los cinco árboles
Ensayo de cántico en el templo
Es propia de mi
mundo una reservada felicidad
Espera
Final del laberinto
Frágil espejo
Galope
I beg your pardon
Llama
Lluvia
Los jacintos
Naufragio
No conviene que digamos
el nombre...
Noche
Otoño
Poco más o menos, amor
Pontos
Presa segura
Psyche
Rostro
Sus pies
A la manera de Salvador
Espriu
Mi viejo precio he de pagar, la muerte,
y hoy se me cansan
los ojos de la luz.
Bajados con esfuerzo todos los escalones,
me
adentran en dominios de la muerte.
En silencio me elevo rey de la noche
sabiéndome al servicio
de doloridos hombres.
¡Ay! y ¿cómo guiar este dolor inmenso
hasta
el cercado de las palabras de la noche?
Pasan el viento, el triunfo, el reposo,
entre hileras de llamas y
de arqueros.
Cautivo de mis muertos y mi nombre,
en muro me
convierto, camino de mí mismo.
Versión de José
Corredor-Matheos
A la orilla del mar
A la orilla del mar.
Tenía
una casa, mi sueño,
a la orilla del mar
Altas proa. Por libres
caminos de agua, la esbelta
barca que yo guiaba.
Conocían los ojos
el
reposo y el orden
de una pequeña patria.
Necesito contarte
qué miedo da la lluvia
en los cristales.
Hoy cae sobre mi casa
la noche oscura.
Las rocas negras
me atraen al naufragio.
Prisionero del
cántico,
mi esfuerzo inútil,
¿quién me guía hacia el alba?
Junto a la mar tenía
una casa, mi sueño.
Versión de José
Corredor Matheos
Al albaYo no sé qué
fría noche me alejaba
de tu silencio.
Al alba te miré
por última vez.
por las olas amargas.
¡Que caigan en los abismos
de una muerte sin gracia!
Desde la noche defiendo
la soledad ganada
con la victoria inútil
del oro y de la estatua.
Árbol
Yo te soñé, invisible majestad
que planea por la faz de todas las
cosas.
Arraigado en el dolor de la ceniza,
un hombre tan sólo, te
llevaba, sepulcro,
padre muerto, dentro de mí, en silencio,
y te
llamaba con palabras de viento
de antiguos milenarios, que la ira
encienden.
Nunca respondiste al clamor y me dejabas
en el miedo a
la noche, fuego secreto, alta llama,
árbol Dios en la noche.
Versión de
José Batlló
Cementerio de Sinera
Digo adiós a los que quieran
mentirse perdurables
en el torrente.
Cosechadas
son ya las flores, y se encalman
recuerdos, miradas,
alas,
todo mi mar. Benigno
aire nocturno acerca
claridad de
fuente, ocultas
voces del fuego. Por el fiel silencio
de nobles
árboles
por mí amados, camino
al olvido, dejando atrás
amores,
veleros, sufrimientos,
últimas señales de pasos.
Versión de
José Batlló
Danza de la muerte
Por el diverso azar
de nuestro tiempo, la lluvia
sutil ha de
juntarnos.
En la noche que escucha
arderán lentos cirios,
cera rebelde,
ejército
desazonado por el lejano
orden de las serenas
patrias
de luz, de los nobles
portadores del silencio.
Versión de
José Batlló
Despedida
¿Quién conoce la grave
partida
de hoy o de mañana,
o quién diría todavía
una palabra?
Sólo sonrío y pienso
en destruir el nombre
con el silencio.
B., 1934 - 1951
Versión de
José Batlló
El jardín de los cinco árboles
Luego, cuando ya me había
causado mucho daño y
casi
tan sólo podía sonreír,
escogí las palabras
más sencillas,
para decirme
cómo pasó un momentáneo
oro de sol sobre la hiedra
del jardín de los cinco árboles.
Brevísimo amarillo, de puesta,
en
invierno, en tanto caían
los últimos dedos del agua
serpentina, de
altas nubes,
y el extraño tiempo me entraba
en prisiones de
silencio.
Versión de
José Batlló
Ensayo de
cántico en el templo
¡Oh, qué cansado estoy
de mi cobarde, vieja,
tan salvaje tierra,
y cómo me gustaría alejarme,
hacia el norte,
en donde dicen que la gente es limpia
y noble, culta, rica, libre,
despierta y feliz!
Entonces, en la congregación, los hermanos dirían,
desaprobando: «Como el pájaro que deja el nido,
así el hombre que
abandona su lugar»,
mientras yo, bien lejos, me reiría
de la ley y
de la antigua sabiduría
de mi árido pueblo.
Pero no he de realizar
nunca mi sueño
y aquí me quedaré hasta la muerte.
Pues soy también
muy cobarde y salvaje
y amo, además,
con desesperado dolor,
a
esta mi pobre,
sucia, triste, desdichada patria.
Versión de José
Corredor-Matheos
Es propia de mi mundo una reservada felicidad
Detrás de esta puerta vivo,
pero no sé
si puedo
llamarla vida.
Cuando vuelvo, al atardecer,
de mi diario odio contra el pan
(¿no sabías que tengo
la inmensa suerte de venderme
a trozos por
una moneda
que llega ya a valer
mucho menos que nada?),
me
quito un viejo abrigo, la esperanza,
y me adentro por los caminos de
mis ojos,
por el vacío espanto donde siento,
más allá, a mi Dios,
más allá siempre, más allá de los falsos
profetas y de extrañas
culpas
y de este viejo necio enfermo de los versos
disciplinados,
como éstos, con pintas
de oscuras marcas que el afán de los críticos
un día aclarará para vergüenza mía.
Sí, puedes encontrarme, si te atreves,
detrás de la glacial nada
de esta
puerta, aquí, en donde vivo y siento
esta añoranza y el
grito de Dios y soy,
con los nocturnos pájaros de mi soledad,
un
hombre ya sin sueños en mi soledad.
Espera
Entonces diré: «Cimas y nubes
y tierras a lo lejos y la lenta
herida del río y el incendio
del cielo, muchos crepúsculos
sobre
el desierto y los viejos árboles
amados cual dioses, aún vuelven
para los hombres.
Mas yo, que este día aguardaba,
he aquí que
estoy muerto.»
Versión de José
Batlló
Final del laberinto
Cuando aquellos dedos sensibles
toquen frágiles músicas
y
lentamente vacilen
cambiantes luces de cirios,
sal de la fiesta.
Mira
cuánta noche, qué extrema
soledad se te lleva,
por la
risa, al hombre
justificado y libre
que nace de tu silencio.
B., 1945-1951
Vidi aquam
egredientem de templo
a latere dextro, alleluia. Et omnes
ad quos pervenit aqua ista s6alvi
facti sunt et dicent: alleluia, alleluia.
Versión de
José Batlló
Frágil espejo
Non so chi sia,
ma so ch'ei non è solo.
Purg., 14, 4.
Recordando a B. Rosselló-Pòrcel (5-1-1938)
Alejado en abismos,
donde el rostro me aguarda,
me acerco a
verme.
Cuando la sombra penetra
el cristal puro, en silencio
me
siento sonreír.
Versión de
José Batlló
Galope
En tanto cabalgas temor, caminos,
potradas de noche y de voces,
solitario
jinete ciego y ventoso, caído de golpe
en la paz, no
pensado para siempre jamás.
Versión de
José Batlló
I beg your pardon
Meditación, con ciertos ripios, en
torno a la teoría atómica, tal
como
se la alude en los periódicos.
Cuando el centro del
rnundo
no eres exactamente tú
(por más ilusiones que te hagas),
si te despertasen en mitad de la noche,
no quieras preguntarte por
qué vives:
distráete royéndote la uña de un dedo.
Cuando el centro
del mundo
queda tan lejos
de ti
que honestamente
empiezas a
comprender que eres nadie,
detente un momento
y arréales, a las
primeras narices, un puñetazo.
Problemas cada vez más esquivos
vienen a turbarte el dulce sueño.
Ya sólo te faltaba, por lo que dices,
descubrir que no eres
exactamente el centro del mundo.
Vecino de Badalona o de Estambul,
tanto si eres activo como si
eres gandul,
en este nuestro mundo sin mañana
es muy difícil que
ganes tu pan.
No te daré el más mínimo consuelo:
un día cualquiera
te volarán.
Mas entretanto evita algunos trastornos
abrochándote
muy bien los pantalones.
Versión de
José Batlló
Llama
En círculo, noche, observan
reciente silencio, mármol
en triunfo,
apagada
boca rebelde. ¿Qué ritmo
extraño de metales, por árido
reino, te conduce
a un desnudo combate? Presiento
cómo se
convierte en difícil,
perverso, príncipe de muertas
flores
cenicientas, palabras.
Versión de José
Batlló
Lluvia
De ninguna parte llega. ¿Partir?
No existe la mágica palabra que
rompa
esta costumbre del ojo, este silencio
sonoro de dardos. La
primavera, el lujo
de los años y de la luz, se perdía ahora
en el
camino vencido. Las esperanzas
han muerto a tiempo. De nuevo, todo es
perfecto
a lo largo del vacío: la lenta lluvia
no va a parte
alguna.
Versión de José
Batlló
Los jacintos
Sentir tan sólo, conocer de cada cosa
el nombre sencillo, el simple
nombre, caricia
cual la de abril sobre las nuevas hojas,
mientras
la luz de lluvia de la tarde
se aleja poco a poco con los jacintos.
Claro momento de la flor, reflejada,
muy escondida, última
belleza
de unas flores en mis ojos.
Después, por el aire, apenas
frágil
recuerdo, más allá del intenso verde
de la hierba que moja esta
lluvia lenta.
Versión de
José Batlló
Naufragio
¿Adónde huir? Sólo sombra, recuerdo,
oscuro dominio. Ciega y lenta,
en triunfo
por calles de agua negra, la noche
ha besado este
mármol.
Versión de José
Batlló
No conviene que digamos el nombre...
No conviene que digamos el
nombre
de aquel que nos piensa más allá de nuestro miedo,
Si
tropezamos a tientas
con este extraño ciego
y nos sentimos observados siempre
por
la blanca mirada del ciego,
¿dónde, sino en el vacío y en la nada,
fundamentaremos nuestra
vida?
Intentaremos levantar sobre la arena
el peligroso palacio de
nuestros sueños
y aprenderemos esta humilde lección
a lo largo del cansancio,
pues sólo así seremos libres para combatir
por la victoria
última sobre el espanto.
Escucha, Sepharad: los hombres no pueden existir
si no son
libres.
Que Sepharad sepa que nunca podremos existir
si no somos libres.
y clame la voz de todo el pueblo: «Amén».
Versión de José
Corredor-Matheos
Noche
Palidez. Súplicas,
hundido, con ávidos labios
de nieve, más
cántico
instantes de abril. Todavía,
en cerco de noche, se
debatían
los guerreros, música, púrpura,
frágiles recuerdos de
sedas,
en tanto quedas inmóvil,
sin regreso del aire,
recia
blancura que velo
Versión de
José Batlló
Otoño
El viento, los bosques
mueren besando la lenta
luz de la tarde.
Ejércitos de noche llegan
por los caminos solitarios.
Versión de
José Batlló
Poco mas o menos, amor
Estalla tu risa, y miro
cómo crece en la
garganta
un vulgar disfraz
de deseos metafísicos.
Ante mí, creerías
que pienso en ti, cuando siento
tan sólo
pesadumbre de árboles,
salvajes clamores de sueños.
Te he visto llena de tristes
pecados y faringitis.
Mas,
detenido para siempre
por fríos obstáculos de horas,
tanto da que
te ame,
a ti o a cualquier otra.
Versión de José Batlló
Pontos
En el fondo de los ojos tranquilos del mar
he visto el sueño
caído, roto, del templo
de un dios antiguo.
¡Ay, frío- mármol del
tiempo, mi vida
que pierdo contra el hielo de las palabras!
Sobre
la roca desnuda de la muerte,
sólo puedo ya lamentar la alta columna
de este dolor, un áspero, solitario
grito sin canto,
sin recuerdo
del canto, mientras a la luz del día
se llevan las negras alas del
ventisquero
por las cárceles del cielo, y me reflejan,
invitándome
a partir, por un serenísimo
y profundo camino, los tranquilos ojos
del mar.
Versión de
José Batlló
Presa segura
Paso de cazador .
Siento cómo se acerca
por soles de otoño.
Lentamente, de esta
fuente de agua helada
ha bebido. Después
he mirado a lo alto.
Volaban halcones
sobre la certeza
de mi muerte.
Versión de
José Batlló
Psyche
Desnuda, vencida,
por el esplandor del alba,
la viajera
llena de crímenes, inútil
y vacilante vuelo, falena.
Versión de
José Batlló
Rostro
Dolor del sueño, me alzo
cual fuente nocturna, por recibir
tu sed.
Medusa,
ojos maternales. Te aniñas
para siempre, paz, al verme
desde recuerdos, nublados
veranos, espejos, navío
serenado por el
mármol.
Versión de
José Batlló
Sus pies
Cada mañana contemplo
dos pies de vencido dentro
de zapatos que
ríen.
Si lo tengo cerca, la ropa
sobre los débiles hombros
refleja
mi rostro.
¡Qué dolor de heridas
de piel y de carne viva,
tanto tiempo!
Sin venganza
ni sentido ya, escucho
el paso y la fatiga
de un
plebeyo en derrota.
El año entero utilizamos plumas
de velocísimos escribientes.
Cuando llega el verano, penetran,
por el balcón, moscardones.
En
invierno, más tristeza
y cielos de frío. Y siempre
gime, escupe,
tose.
Rehuso amarlo,
pese a los vuelos de Angel.
Pero le dejo
dinero,
a un interés muy módico,
para el calzado preciso
al
poco camino que queda.
Versión de
José Batlló