
Apuro sediento tu tierno gemido, tu intimidad que me embriaga y ardiente, la lengua del dulce deseo, pasión cuyo vino no sacia...
"...El coche iba despacio por la calle
dejando tu recuerdo en cada puerta..."
"The Great War" 1964
René Magritte
Reseña biografica
Poeta español
nacido en Barcelona en 1922.
Vivió la mayor parte de su vida en
España, con excepción de la década comprendida entre 1951 y 1961 cuando
se exilió voluntariamente en La Habana y Nueva York. Hoy es reconocido
por su singular calidad, aunque durante
años se mantuvo voluntariamente en silencio y al margen de los ambientes
literarios.
En 1944 publicó un primer título, «La sombra de tu luz»
en el que deja entrever la influencia de varios poetas
de la Generación del 27. Tres años más tarde presentó un cuaderno
compuesto por 5 poemas extensos titulado
«Umbral del silencio», marcado por un profundo acento religioso propio
de la época. Una vez radicado en Cuba
escribió el «Romancero de Martí» en 1955, y luego, en Nueva York,
convertida en la ciudad de sus sueños, terminó
de escribir «Ciudad del Hombre: New York».
Tanto esta obra, como «Ciudad del Hombre: Barcelona» y
«Destrucción de la mañana», constituyen lo mejor
de su producción literaria.
Falleció en la ciudad de Barcelona en
octubre de 1991. ©
De "Ciudad del hombre, New
York":
Avenue of the Américas
Avinguda del Marqués de
L'Argentera
Beaver Street
Bedford Street
Bowery Street
Broadway
Cleveland Place
Doyers Street
East 52nd Street
Gracely Square
Greenwich Avenue
Kennamore Street
Lafayette Street
Leroy Street
Mercer Street
Mulberry Street
Pla de Palau
Plaça de Blasco de Garay
Spring Street
Times Square II
Water Street
Waverly Place 1
Waverly Place 2
West 10th street
West 32nd Street
West 33rd Street
West 35th Street
William Street
Wooster Street
De "Destrucción de la mañana":
1. Y de pronto
una voz, mirada, un gesto...
2. Trato de dar con
una explicación....
9. Miro a mi
alrededor. De la penumbra...
10. No es posible que no haya una mujer...
11. Y ha de ser cada día más difícil...
12. Si pudiera volver a mi pasado...
13. Salgo a la
calle. Dudo hacia cuál lado...
14. Los nudillos
golpean los cristales...
25. Qué tierno es el
abrazo, el roce...
26. Al despertar es como haber dormido...
40. Subo las escaleras de mi casa...
41. Entro en mi
habitación. Entramos ambos...
42. Dejo correr la
sangre de las manos...
De "Ciudad del hombre, New
York":
Avenue of the Americas
Que con ella no iría más le dije.
(Ella anduvo a mi lado hasta mi cuarto.)
Que no la abrazaría
más le dije.
(Ella puso mis brazos a su espalda.)
Que no la escucharía
más le dije.
(Sus palabras vertía ella en mi boca.)
Que no haría el amor
a ella le dije.
Y ahora está descansando sobre mi hombro.
* * *
Avinguda del Marqués
de L'Argentera
Al verme se apartó de sus amigas
y rodeando mi cuello con sus
brazos
les dijo alegremente: -«Quiero a este hombre».
Los demás me miraron con envidia.
Es muy linda en verdad y entró
en mi cuarto.
Llegué tarde al trabajo al otro día.
Después no se movió ya de mi casa.
Descubrí que son bellas las
estrellas
y me gustó algún tiempo. Pero pronto
olvidé que hay
estrellas en la noche.
Ahora su amor me oprime como un peso.
No puedo ya salir con mis
amigos.
No puedo ya sonreír a las muchachas.
No puedo ni beber un
solo trago.
Es mala esta mujer. De verdad mala.
Tan mala como linda. Si la
dejo
me matará, lo sé. Lo sé de veras.
Mis amigos se ríen. Yo estoy triste
pues no logro apartarla de mi
lado.
Ojalá no me amase o se muriese.
* * *
Beaver Street
Para lucirla por la calle, hermosa.
Y para convivir, la razonable
belleza que Lucrecio aconsejaba.
Pero para la cama más bien fea.
La hermosa y casi hermosa se
te tienden
en el lecho y esperan muy seguras
el rápido homenaje que
merecen.
Mas son algo pasivas. Y con límites.
La chica más bien fea,
sin embargo,
agradece el haber sido elegida
entre otras de más bellas.
Participa
con mayor entusiasmo en el amor.
La oscuridad ambiente la
sitúa
en plano de igualdad ante la estética.
Y un ciego guía a un
ciego, mas los dos
-los cuerpos- hallan juntos sus caminos.
Y deja hacer y
accede de buen grado
a cuanto la requiera aquel momento.
Para pasarlo bien en una
cama
escoged una chica más bien fea.
* * *
Bedford Street
Ella me dio el cuchillo y dijo: «Clávalo
en el segundo
espacio intercostal».
«¿Cuál es?», le pregunté. Se abrió la blusa
y señaló,
risueña, un punto: «Aquí».
Algo debía de haber en aquel viaje
que lo hizo diferente.
Más intenso.
Se veían más cosas. Ascendíamos
a inéditos sonidos y
colores.
No había confusión. Hasta el detalle
más ínfimo nos era
comprensible.
Sugerí: «¿Por qué no con barbitúricos?»
«Es lento», me
objetó. «Ya lo he probado.
Y el lavado de estómago es horrible.
Como un trauma mental,
pero en lo físico»
Sustituí su dedo por el mío
y apoyé allí el cuchillo
suavemente.
Y lo empujé de súbito. No fuera
que cambiara de idea si iba
lento.
* * *
Bowery Street
Mi placer te creó. Cuando naciste
te destiné ya un hombre. El apropiado
para que él y tú fuerais
muy felices.
Modelé tu figura como un barro
precioso, tiernamente, con
esmero.
Y forjé tus costumbres con cuidado
artesanal, aislándote del
medio.
Vigilé cada día tu sonrisa.
Te enseñé a sonreírme
dulcemente.
Y aprendiste muy bien. Te felicito.
Nos hemos merecido ambos el
premio.
El premio es este goce tuyo y mío.
El placer que me das, yo
lo sentía
cuando estaba, en tu madre, elaborándote.
* * *
Broadway
El amor es un juego apasionante
y el mejor sustituto del
amor.
De aquel amor inmenso, el amor único,
que uno halla varias veces
por el tiempo.
El recíproco amor es lo más bello.
Lo sabemos los dos. Pero
es muy grande
el vacío que se abre entre el amor
que se ha ido y el amor que
aún no ha llegado.
¿Por qué llenarlo, pues, con la tristeza
si es posible
colmarlo de sonrisas?
Si se ha ocultado el sol pueden los faros
del coche iluminar
la carretera.
Mientras llega otro amor buscando el nuestro
juguemos, sólo
juego, a enamorarnos.
Juguemos a querernos, sin querernos,
hasta el día en que
alguno de los dos
vuelva a sentir amor por cualquier otro.
El amor es hermoso aun
como juego.
* * *
Cleveland Place
Sé que por fin has vuelto a la ciudad
en un suntuoso coche de gran lujo...
La gente pensó en mí. Yo la
maldigo.
El coche se detuvo ante tu casa,
pero tú no bajaste, no.
Vino alguien
a buscarme, mas yo no quise verte.
El coche iba despacio por
la calle
dejando tu recuerdo en cada puerta.
Tu cuerpo lo dejó en el
cementerio.
Tu madre me miró. Yo la maldije.
Has vuelto a la ciudad
porque estás muerta.
Pero yo iré a escupir sobre tu nombre.
* * *
Doyers Street
No vendrá. De verdad. No vendrá nunca.
Mi cuarto es muy modesto para el éxito.
Ni hallaría la casa
tan siquiera.
Mi cuarto es muy austero para amigos.
Nadie viene a reunirse
entre estos muros.
Mi cuarto es también frío y muy pequeño.
¿Cómo cobijar,
pues, un gran amor?
No es lógico esperar. No vendrá nunca
un éxito, un amigo, un
gran amor.
Debiera de una vez cerrar la puerta.
* * *
East 52nd Street
Para hablar no te quiero. Tengo amigos
para tratar de cosas que me inquietan
y ahondar en las ideas que
me importan.
Y no nos condiciona nunca el sexo.
Nos lo pasamos bien. Y
«Adiós». Y «Hasta otra».
Contigo es diferente. Lo que cuentas
no me interesa nada en
absoluto.
Y he de escuchar, no obstante, atentamente
y ocultar mi
fastidio a tus palabras.
Porque sino te niegas a mi amor.
Y cuando a mí se ciñe tu
figura
grácil y delicada voy perdido.
Pues al sentir tu cuerpo a mí
abrazado
nada tiene interés que tú no seas.
Y yo ya no soy mío, sino
tuyo.
Y así debo evitar en nuestra charla
lo trascendente; reír
tus tontas gracias,
acusarme de estar equivocado...
Entonces sí que accedes a mi
amor.
De no mediar el sexo y ser tan bella
te hallara aborrecible
y despreciable.
O serías perfecta si no hablaras.
* * *
Gracely Square
Es un hermoso cuerpo ese que viene
hacia mí. Se detiene. Y me sonríe.
Qué bella esa sonrisa
roja y húmeda
que se abre, como un sexo a mí ofrecido,
para preguntar algo que
no entiendo.
Miro sus ojos claros. Pienso, mientras,
que su maravilloso
cuerpo late
junto a mí. Están sus senos cercanísimos
a mi pecho y el vello
en su entrepierna.
Se apretará, oprimido por las bragas,
que adivino adorables
y minúsculas.
Y como un ruiseñor sonidos dulces
gorjea su garganta a mis
oídos.
Ese increíble cuerpo habla conmigo.
Le respondo: «No sé». Se
aparta el cuerpo
y veo que se alejan las caderas.
más perfectas de todo el
universo.
He aprender inglés. Ahorita mismo.
* * *
Greenwich Avenue
Estoy muy satisfecho de mí mismo.
Yo era un ser seco, huraño y
solitario
que envidiaba a los otros su alegría.
Pero rectifiqué. Me
costó mucho
adquirir compañía y cara alegre.
Y así he gustado aquellos
dulces bienes
que envidiaba a los otros: amistad,
mujer, hijos y el éxito en
los negocios.
Uno llega a obtener lo que desea
si de veras se esfuerza en
conseguirlo.
La insistencia es la clave del acierto.
La piedra que se
encima persistente
sobre sus compañeras de sendero,
logrará que tropiece alguien en
ella.
Estoy muy satisfecho de mí mismo
pues sé rectificar. Y
comprobado
que amigos, mujer, hijos y negocios
siempre me molestaban y
agobiaban,
los dejé sin aviso y sin reparos.
Y he vuelto con alivio a
mi yo joven,
a mi ser seco, huraño y solitario.
Y estoy muy satisfecho de mí
mismo.
* * *
Kennamore Street
Yo quiero que tú
sufras lo que sufro:
aprenderé a rezar para lograrlo.
Yo quiero que te sientas
tan inútil
como un vaso sin whisky entre las manos;
que sientas en el pecho
el corazón
como si fuera el de otro y te doliese.
Yo quiero que te
asomes a cada hora
como un preso aferrado a su ventana
y que sean las piedras de la
calle
el único paisaje de tus ojos.
Yo deseo tu muerte donde
estés.
Aprenderé a rezar para lograrlo.
* * *
Lafayette Street
Esta es la mujer mía. Pueden verla,
no tengan pena, de perfil, de frente.
Pueden acariciarla con los
ojos.
Está desnuda bajo su vestido.
Es hermosa, ¿verdad? Todos lo
dicen.
Ella también lo sabe. Es muy hermosa.
Mírenla de perfil, de
frente. Desde
la uña del pie al cabello es muy hermosa.
Hasta los
automóviles más caros
frenan para admirarla cuando pasa.
Vean a las demás. Se han
vuelto feas
cuando ha entrado en el bar ella conmigo.
Y nada le pregunta a
la cerveza
para hacer maravillas en la cama.
Esta es la mujer mía. No,
no hay otra
tan completa cual ella. Es una lástima
que no encuentren ustedes
otra igual.
Pueden acariciarla con los ojos.
* * *
Leroy Street
Dirígete al Oeste, hasta que el Este
sea el Oeste también, fin y
principio
Y entonces ve hacia el Norte, hasta que el Sur
sea el Norte
también, fin y principio.
En su confluencia exacta tal vez halles
qué significa el fin y
qué el principio.
Pero es mejor que apures tu cerveza
sentado en una mesa con
amigos.
Y que otros se alucinen y extravíen
persiguiendo ese fin o ese
principio.
* * *
Mercer Street
Yo sé que a ti te gusta aunque lo niegues.
Lo sabemos los dos. Tú te complaces
sumisa obedeciendo mi deseo.
Aparentas desgana, mas te agrada.
Quiere ser dominada la
mujer.
Le gusta ser forzada. Opone siempre,
aun débil, resistencia a
ser amada.
Le place ser tomada por la fuerza.
Como agrada al asfalto en
la autopista
que lo recorran coches de potencia.
Uno puede escoger
cualquier muchacha.
Disputarla, quitársela incluso a otro.
Ella sigue contenta al
que la gane,
aunque lo disimule adusta y seria.
No le importa quien
venza. Pertenece,
lo sabe, al que es más fuerte. Es al que admira.
Siempre niega
al principio. Luego accede.
Y dócil se acostumbra a cualquier hombre.
* * *
Mulberry Street
Dicen que arrodillarse es humillante.
Que es esta posición la del vencido,
del sumiso, del vil,
del que renuncia
a la última esperanza de salvarse.
Que estar arrodillado en
una calle,
en un templo o salón, afrenta incluso
a aquel que lo contempla y
no lo impide.
Como afrenta una bomba que no estalla
a quien confiaba
actuara su explosivo.
Sí. Es innoble actitud arrodillarse
delante de otro ser,
cuando el sujeto
es pasivo. Mas no si éste es activo.
Porque hay una
excepción en que es victoria,
gozo y satisfacción esta postura:
cuando el sexo la exige
ansiosamente.
Entonces es divino arrodillarse.
* * *
Plaça de Blasco de Garay
Mi casa necesita una mujer
que llene de canciones sus paredes
y complete mi cama por la noche.
Un cuerpo que discurra en torno mío.
Una voz que responda si digo
algo.
Yo no tengo el dinero de los otros;
no sé tampoco hablar como los
otros,
ni tengo la apostura de los otros.
Por eso necesito una mujer
que oculte mi tristeza entre sus
brazos.
* * *
Pla de Palau
Tú mi protagonista, mi heroína.
Me impacta tu caricia en mis
sentidos
y me siento feliz contigo, a solas.
Toda tú, mía. Yo en
ti realizándome.
Mas me dejas y sufro con tu ausencia.
Y desespero. Y vivo mil
infiernos
hasta hallarte otra vez, en una esquina
o en el sórdido
ambiente de algún antro.
No importa dónde estés. Sólo tú importas.
Quisiera liberarme,
no sentir
esta cruel dependencia que a ti me ata
como el sol a la
luz que huye y no escapa.
Mas no puedo vivir sin ti, heroína.
* * *
Spring Street
No me vengan con cuentos. Que la vida
es algo espiritual y, por lo tanto,
superiores los bienes del
espíritu.
Que el ser útil, cuidar a los enfermos,
el teatro, la
pintura, libros, música,
los deportes, el cine, el gran dinero...
al ánimo lo colman las
delicias.
No me expliquen historias infantiles.
El deleite supremo
es el orgasmo.
Lo demás son tan sólo leves signos,
pobres insinuaciones del
placer
que uno obtiene acostándose con chicas
y eyaculando en ellas
como un dios.
Para otros esos gustos secundarios.
Para mí el goce intenso: la
mujer.
* * *
Times Square II
Contemplo como
salen del local
parejas enlazadas de las manos.
Cuánta mujer hermosa en todas
partes.
El vestíbulo exhibe con orgullo
su muestrario de chicas
estupendas.
Un amigo a mi lado me saluda.
Me comenta: «Qué film más
aburrido.
Las historias de amor son soporíferas».
Yo asiento. Y admirados
vigilamos
a una mujer preciosa. Acompañada.
Observo cómo mira
ávidamente
las muchachas que surgen de la sala
como los coches surgen de un
garaje
ostentando sus líneas sugestivas.
Como las miro yo seguramente.
También él siente el tedio. Ambos quisiéramos
un amor, un
hogar de esos que vemos
en el cine y decimos nos aburren.
No igual a aquel que tienen
los amigos
que en su gran mayoría se han casado.
Ante una moto grande y
esplendente,
como un bello caballo de fuel puro,
nos paramos: «¿Te dejo en
algún sitio?»,
precavido pregunta. Yo no acepto.
Buscaré a alguna chica por el
Village.
* * *
Water Street
El mundo nos resulta ajeno, inhóspito.
Debiera ser destruido por
completo.
Construir un mundo nuevo sin sus ruinas.
Y estrenar una vida
diferente.
Pero al pasar el tiempo el nuevo mundo
tampoco hallarán
propio nuevos hombres..
También ellos querrán un mundo nuevo.
Mejor fuera destruirlo
y no hacer otro.
* * *
Waverly Place 1
Tu cuerpo que deseo y que rechazo
mi voluntad domina. Como el vino
mi mente turba, excita y reconforta.
Después, saciado, siento oscuramente
vergüenza del placer así
logrado.
Mas al cabo de un tiempo, tu apetencia
resurge en mí acuciante y
desespero
y te busco si no te hallo cercana.
No eres joven ni hermosa, sin embargo.
Pero he de conseguirte
nuevamente.
A ti, aunque se me ofrezcan las más bellas.
Y no me importa
entonces el orgullo,
vileza, sumisión o servilismo.
Embriagarme en tu cuerpo es lo que importa.
Mi voluntad domina.
Como el vino
que la garganta exige, imprescindible,
necesito obtener, poseer
tu cuerpo:
esta dosis que viaja hacia mí mismo.
* * *
Waverly Place 2
Hacemos el amor de una manera
imperfecta, mezquina y temerosa.
Nunca profundizamos. Nos
quedamos
en la simple epidermis del instinto.
Y el placer obtenido se nos
mezcla
con una sensación de desagrado.
Porque ponemos bridas al
amor.
Levantamos barreras y frenamos
al llegar al umbral del punto
límite.
Nunca lo trasponemos por cobardes.
Nos asusta ese paso hacia
adelante.
Y miramos, cansados, al amor
entero, irrealizado, sobre el
lecho.
Descontentos por no alcanzar la meta.
Como incendiar un
bosque y que una lluvia
imprevista lo apague al poco rato.
Hacemos el amor como si
fuera
un rito y por lo tanto usamos símbolos.
Sabemos el sentido de
los gestos
y acciones que efectuamos al amarnos.
Morder y devorar,
hender, herir...
Y gritos o gemidos alumbrándose.
Su significación es evidente.
Pero nos causa miedo. Y nos frustramos.
Habría que pasar de
la parodia
al hecho y realizarnos plenamente.
* * *
West 10th Street
La esperé mucho tiempo. No sé cuánto.
No conté el sol, ni el viento, ni la nieve.
No contaba los días.
Eran largos.
Supe que volvería. Y la esperé
para echarla de casa como a
un perro.
Ahora la olvida todo. Yo, no puedo.
* * *
West 32nd Street
No quiso comprender que había acabado.
Se cansa hasta la rosa de ser rosa.
Se cansa la botella de su
vino.
Esperaba en la calle cada noche
que saliese al balcón y la
llamase.
Entonces traje a casa otra mujer.
La sacaron del río un
mediodía
cuando el sol sudoroso caminaba
pegándose a la sombra de las
casas.
Tumbado en la colina vi su entierro.
Y me sentí tan leve y
descansado
como esa nube ociosa de la tarde.
* * *
West 33rd Street
La pareja perfecta es uno solo
haciéndose el amor. Ninguna chica
conoce el cuerpo mío cual yo
mismo
y, por tanto, es más sabia mi destreza.
Qué suave recorrido
placentero
por las zonas sensibles de mi físico.
Qué mano que no es mía ni
es ajena
sino que es tacto, roce, soplo angélico.
Qué en su justo
momento el adentrarme
en la medida exacta de mis límites.
Anchura o estrechez, cuanto
me plazca,
consigo en el instante apetecido.
Qué variación inmensa
obtengo estando
conmigo mismo, amando incluso a aquellas
que niéganme el
contacto. A todas cuantas
me venga en gana entonces disfrutarlas.
La pareja perfecta
es uno a solas
haciéndose el amor. En ambos sexos.
Resulta incomprensible esa
obsesión
que nos lleva al amor en compañía.
* * *
West 35th Street
¿Por qué sigo empeñado en encontrar
la mujer que imagina uno en su mente?
Y, además, ¿es que existe
esa mujer?
Muchos ya descubrieron al principio
que esa mujer no existe.
Al darse cuenta
buscaron al azar una cercana.
Renunciaron al sueño y se
adaptaron
a una pequeña dicha y su tristeza.
La vida no da más,
seguramente.
* * *
William Street
Las mujeres que quiero van con otros.
Cuando pasan prendidas de otros brazos
miro a la que se
apoya en mí y compruebo
que yo me he equivocado de mujer.
La gracia enrojecida de una
risa,
el rumor tembloroso de un silencio,
la mirada furtiva que
nos dice
que está la dicha allí, en aquellos ojos...
Esas cosas descubro
sólo en otras.
Yo sé que lo que anhelo no anda lejos:
veo como ellas pasan
de otros brazos.
Y trato de encontrarlo, incluso en ellas.
Mas siempre me
equivoco de mujer.
Las mujeres que quiero van con otros.
* * *
Wooster Street
No reparaste en mí, sino en los otros
cuando nos conocimos. Me miraste
fríamente, indiferente y
enseguida
conversaste animada con los otros.
Las casas no conocen la
piqueta
que roerá sus cimientos algún día.
Ni conoce la lluvia el sitio
exacto
en que caerá, agarrada a su alta nube.
Te adulé largamente y
fui paciente.
Fui ingenioso contigo. Fui agradable.
Soporté tus caprichos y
desprecios
sin dejar de halagarte tenazmente.
Y un día descubriste que
tu nombre
sabía dulcemente si mi boca
lo ponía en tus labios. Aquel día
dejaste de ocuparte de los otros.
Yo no reparo en ti, sino
en las otras
desde que tú me quieres. Y te miro
fríamente, indiferente y
enseguida
animado converso con las otras.
De "Destrucción de la mañana":
1. Y de
pronto una voz, mirada, un gesto
tropieza con mi idea de mí mismo
y veo aparecer en el espejo
a un ser inesperado, insospechado,
que
me mira con ojos que son míos.
Ese desconocido que soy yo.
Ese al que los demás se dirigían
al dirigirse a mí, sin yo saberlo.
Ese irreconocible ser inmóvil
que inspecciona mis rasgos hoscamente.
En vano apremio al otro, el verdadero,
a aquel que unos segundos
antes yo era.
Sólo está frente a mí, con ceño adusto,
ese
desconocido inesperado
que me mira con ojos que son míos.
* * * * *
2. Trato de dar
con una explicación.
-«Será un fugaz defecto de mi vista.
O mi
retina habrá atrapado al vuelo
una imagen disforme, ahora atascada».
Y llamo a mis hermanas y a mi hermano.
Mas me detengo al verlos
silenciosos
con aire interrogante. De repente
no aparentan ser
ellos los que busco.
¡No conozco estas caras familiares!
Ni esa expresión cansada,
sondeadora,
que se enfrenta conmigo, como un muro
que se extraña
que quieran traspasarlo.
¡No sé de esas facciones ya marchitas!
Las capto con asombro. No hay recelo
en sus ojos. Tal vez no se
dan cuenta
del cambio que han sufrido. O forman parte
de una
conspiración para encubrirlo.
9. Miro a mi
alrededor. De la penumbra
surgen enamorados que se besan.
Otros
siguen el film atentamente.
¿Será, quizá, el amor lo que han logrado?
¿O sólo una muchacha a
quien besar
como las que yo llevo algunas veces?
Seguro que hay amor. Como el del cine,
como aquel que palpita
entre los libros
o el que uno se imagina estando a solas.
Mas yo no tuve suerte. O persistencia.
No sé de un gran amor. Sí
de pequeños.
Únicamente rozo nuestras nimias.
Breves, menudos cielos para el tacto,
los sentidos. Tristeza que
da al alma
diminuto dolor. Amor pequeño.
Sólo un amor minúsculo y no obstante
me creo tan capaz de un amor
grande,
de ese amor que aparece en libros, cine...
* * * * *
10. No es posible
que no haya una mujer
igual que mi arquetipo. En las ciudades
circulan por millares, por millones.
Y mi única estará entre todas ellas.
No es que sea un iluso. Lo
que ocurre
es que no di con ella todavía.
Aún no la descubrí. Y el tiempo corre
remolcando mi vida. No se
espera
a que acuda hasta mí la que pretendo.
Y esa presura implica más conflictos.
Veo emplazar barreras y
abrir fosos
en llanos que estimaba inalterables.
* * * * *
11. Y ha de ser cada
día más difícil.
Ya no se acercará a mí desde el alba.
Su tierna
adolescencia detendrían
letreros de «Prohibido», «No», «Ya es tarde».
¿De dónde llegará? Si en su figura
deslumbra el mediodía, otros
amores
habrán puesto en su oído usados sueños.
Y con cierta
aprensión ambos tendríamos
que perdonar minucias trascendentes.
Cubrir con alegría la tristeza
de no habernos hallado el uno al
otro
en la estación de amar, cuando se es joven.
¿Y si nunca
llegara yo a encontrarla?
* * * * *
12. Si pudiera volver
a mi pasado...
Quizás en mi pasado ella sí estaba
y yo no supe
verla. Está tal vez
en él aún esperando y yo lo ignoro.
No es posible volver. Nada es posible.
Es todo tan distinto a lo
soñado.
He de seguir en mi hoy. Confuso. Solo.
Aislado. Limitado
yo a mí mismo.
* * * * *
13. Salgo a la
calle. Dudo hacia cuál lado
dirigirme. Da igual un sitio que otro.
Todas las direcciones se bifurcan
en incomodidad o aburrimiento.
De la alta oscuridad baja la lluvia
tropezando en las ráfagas del
aire
y se agarra al cabello, manos, traje...
Es bueno caminar en la llovizna.
Es bueno andar despacio bajo el
agua.
Sin rumbo uno asimismo, lluvia y viento,
como agua y soplo,
nada, por la calle.
* * * * *
14. Los nudillos
golpean los cristales
de un bar en una esquina. Hasta mí arriba
mi
nombre que me busca entre la lluvia.
Es grato oír el nombre que uno lleva.
Es grato descubrir que
uno aún importa.
Que importa a sus amigos que le llaman
cuando
pasa uno andando por la calle.
* * * * *
25. Qué tierno es
el abrazo, el roce
de su piel, tan suavísima, en la mía.
Qué
agradable es tener una mujer.
Y qué grato el cansancio placentero
que adormece la sangre
dulcemente.
* * * * *
26. Al despertar
es como haber dormido
meses en este incómodo camastro.
Junto a
mí se da vuelta una mujer.
Duerme profundamente. No sonríe.
Miro el reloj. Las cuatro menos cinco.
No es bonita. No es joven.
¿Cómo pude
acostarme con ella si a mejores
yo rechacé otras veces? Me
levanto.
Debía estar borracho. Aún otro día
perdido, malogrado. Como
siempre.
En silencio me visto y al marcharme
ella sigue en letargo. Ronca
un poco.
* * * * *
40. Subo las
escaleras de mi casa
despacio, descontento, taciturno.
Tan sólo un
pensamiento me conforta:
Las casas están llenas de frustrados.
De seres, como yo, sin
aptitudes
para ser singulares en enjambres
pese a aspirar brillara
su luz propia.
Y poco a poco fueron acogiéndose
a un amor, profesión, final
destino
que no era el que anhelaran. Y están solos.
* * * * *
41. Entro en
mi habitación. Entramos ambos
mutuamente, eludiéndonos, sombríos.
Está cansado. Noto su cansancio.
Antes no me cansaba con mi cuerpo.
Le miro en el espejo. Está en silencio.
Abatido. Presume su
derrota.
Pesaroso. Le escupo varias veces.
Tal vez me compadece y
le doy lástima.
Acaso me comprende y me disculpa.
Quizás él también sufre al
conocerse
indeseado en mí y juzga que es inútil
pretender que
tolere su presencia.
Le aborrezco, es verdad. Y mi desprecio
se extiende por su rostro
palidísimo
como áspera maleza por el monte.
Y golpeo el cristal
que me lo muestra.
Hasta que le hago huir de mi mirada
sangrándole las manos. ¿O son
mías,
por el dolor que corre entre los dedos
y vocifera alertas a
mi mente?
Pero está ahí, en el suelo. En mil lugares
se distingue su faz
atribulada
que me observa. Y transforma su expresión
en la actitud
absorta que era mía.
* * * * *
42. Dejo correr la
sangre de las manos.
Acostado en la cama la examino.
Las sábanas
la sorben dulcemente
con la quieta avidez de su blancura.
Brota incesantemente. A borbotones.
Tibia y curiosa asoma a mis
muñecas
y escapa presurosa de mis manos.
Son manos de vencido. Ellas debían
coger la gloria, amor, coger
dinero.
Un día las creí capaces de ello.
Pero nada aprehendieron. No eran hábiles.
O el empeño excedió su
exigua fuerza.
Pobres manos humildes y vacías.
Tiemblan un poco. Tiemblan asustadas.
Asustadas y débiles parecen
pedir excusas porque son mediocres.
Les sonrío a mis manos. Las levanto
y las uno. Las siento
desvalidas.
Y atisbo como repta sigiloso
ese zumo tan rojo de la
vida.
De "Destrucción de
la mañana"
Apuro sediento tu tierno gemido, tu intimidad que me embriaga y ardiente, la lengua del dulce deseo, pasión cuyo vino no sacia...