
Apuro sediento tu tierno gemido, tu intimidad que me embriaga y ardiente, la lengua del dulce deseo, pasión cuyo vino no sacia...
Amor, en un incendio no
acabado...
¿Dó vas? Dó vas, crüel, dó
vas?...
Esta desnuda playa
Osé y temí, mas pudo la osadía
Pensé, mas fue
engañoso el pensamiento
Rojo sol
Soneto I
Subo con tan gran peso
quebrantado...
Trenzas que en la
serena y limpia frente...
Voy siguiendo la fuerza
de mi hado...
Yo vi unos bellos ojos...
Amor, en un incendio no acabado...
Amor, en un
incendio no acabado
ardí del fuego tuyo, en la florida
sazón y
alegre de mi dulce vida,
todo en tu viva imagen transformado.
Y ahora, oh
vano error, en este estado,
no con llama en cenizas escondida,
mas
descubierta, clara y encendida,
pierdo en ti lo mejor de mi cuidado.
No más, baste,
cruel, ya en tantos años
rendido haber al yugo el cuello yerto,
y
haber visto en el fin tu desvarío.
Abra la luz la
niebla a tus engaños,
antes que el lazo rompa el tiempo y muerto
sea el fuego del tardo hielo mío.
¿D
ó
vas? ¿dó vas, crüel, dó vas?; refrena
...
¿Dó vas? ¿dó vas, crüel, dó vas?; refrena,
refrena el pressuroso
passo, en tanto
que de mi dolor grave el largo llanto
a abrir
comiença esta honda vena;
oye la voz de
mil suspiros llena,
y de mi mal sufrido el triste canto,
que no
podrás ser fiera y dura tanto
que no te mueva esta mi acerba pena;
vuelve tu luz a
mí, vuelve tus ojos,
antes que quede oscuro en ciega niebla",
dezía en sueño, o en ilusión perdido.
Volví, halléme
solo y entre abrojos,
y en vez de luz, cercado de tiniebla,
y en
lágrimas ardientes convertido.
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Esta desnuda playa, esta llanura...
Esta desnuda playa, esta llanura
de astas y rotas armas mal sembrada,
do el vencedor cayó con
muerte airada,
es de España sangrienta sepultura.
Mostró el valor su
esfuerzo, mas ventura
negó el suceso y dio a la muerte entrada,
que rehuyó dudosa, y
admirada
del temido furor, la suerte dura.
Venció otomano al español
ya muerto,
antes del muerto el vivo fue vencido,
y España y Grecia lloran
la vitoria,
pero será testigo este desierto
que el español muriendo, no
rendido,
llevó de Grecia y Asia el nombre y gloria.
Osé y temí, mas pudo la osadía...
Osé y temí, mas pudo la osadía
tanto que desprecié el temor
cobarde;
subí a do el fuego más me enciende y arde
cuanto más la
esperanza se desvía.
Gasté en error la edad florida mía,
ahora veo el daño, pero
tarde,
que ya mal puede ser que el seso guarde
a quien se entrega ciego
a su porfía.
Tal vez prüebo —mas, ¿qué me vale?— alzarme
del grave peso
que mi cuello oprime,
aunque falta a la poca fuerza el hecho.
Sigo al fin mi
furor, porque mudarme
no es honra ya, ni justo que se estime
tan mal de quien tan bien
rindió su pecho.
Pensé,
mas fué engañoso pensamiento...
Pensé, mas fué engañoso
pensamiento,
armar de puro hielo el pecho mío;
porque el fuego de
Amor al grave frío
no desatase en nuevo encendimiento.
Procuré no rendirme al mal que
siento,
y fue todo mi esfuerzo desvarío;
perdí mi libertad, perdí
mi brío,
cobré un perpetuo mal, cobré un tormento.
El fuego al hielo destempló, en
tal suerte,
que, gastando su humor, quedó ardor hecho;
y es llama,
es fuego, todo cuanto espiro.
Este incendio no puede darme
muerte;
que, cuando de su fuerza más deshecho,
tanto más de su
eterno afán respiro.
Rojo sol que con hacha luminosa...
Rojo sol que con hacha luminosa
coloras el purpúreo alto cielo,
¿hallaste tal belleza en todo el suelo,
que iguale a mi serena luz
dichosa?
Aura süave, blanda y amorosa
que nos halagas con tu fresco
vuelo;
cuando el oro descubre y rico velo
mi luz, ¿trenza tocaste
más hermosa?
Luna, honor de la noche, ilustre coro
de los errantes astros y
fijados
¿consideraste tales dos estrellas?
Sol puro, aura, luna,
llamas de oro
¿oísteis mis dolores nunca usados?
¿visteis luz más
ingrata a mis querellas?
Soneto I
Yo voy por esta
solitaria tierra,
de antiguos pensamientos molestado,
huyendo el
resplandor del sol dorado,
que de sus puros rayos me destierra.
El paso a la
esperanza se me cierra;
de una ardua cumbre a un cerro vo enriscado,
con los ojos volviendo al apartado
lugar, solo principio de mi guerra.
Tanto bien
presenta la memoria,
y tanto mal encuentra la presencia,
que me desmaya el corazón vencido.
¡Oh crüeles
despojos de mi gloria,
desconfïanza, olvido, celo, ausencia!;
¿por qué cansáis a un mísero rendido?
Subo con tan gran peso quebrantado...
Subo con tan gran peso quebrantado
por esta alta, empinada, aguda
sierra,
que aún no llego a la cumbre, cuando yerra
el pie, y
trabuco al fondo despeñado.
Del golpe y de
la carga maltratado,
me alzo a pena, y a mi antigua guerra
vuelvo;
mas ¿qué me vale? que la tierra
misma me falta al curso acostumbrado.
Pero aunque en
el peligro desfallezco,
no desamparo el paso; que antes torno
mil
veces a cansarme en este engaño.
Crece el temor,
y en la porfía crezco;
y sin cesar, cual rueda vuelve en torno,
así rebuelvo a despeñarme al daño.
Trenzas que en la serena y limpia frente...
Trenzas que en
la serena y limpia frente
de anillos de oro crespo coronadas
formais lucientes vueltas y lazadas,
donde el mayor Vulcano espira
ardiente,
el Sol, o que
aparezca en Orïente
con las puntas de llamas dilatadas,
o que las
junte, de subir cansadas,
se rinde a vuestra luz resplandeciente.
Vos, mis
hermosos cercos, anudado
teneis mi cuello, y nunca espero el día,
principio a libertad, fin a la pena.
Porque alegre
en el mal de mi cuidado,
de la prisión huir no pienso mía;
ni los
lazos romper de esta cadena.
Voy siguiendo la fuerza de mi hado...
Voy siguiendo la fuerza de mi hado
por este campo estéril y
escondido;
todo calla y no cesa mi gemido
y lloro la desdicha de mi estado.
Crece el camino y crece mi cuidado,
que nunca mi dolor pone
en olvido;
el curso al fin acaba, aunque estendido,
pero no acaba el daño
dilatado.
¿Qué vale contra un mal siempre presente
apartarse y huir,
si en la memoria
se estampa y muestra frescas las señales?
Vuela Amor en mi
alcance y no consiente,
en mi afrenta, que olvide aquella historia
que descubrió la
senda de mis males.
Yo
vi unos bellos ojos, que hirieron
...
Yo vi unos
bellos ojos, que hirieron
con dulce flecha un corazón cuitado,
y
que para encender nuevo cuidado
su fuerza toda contra mí pusieron.
Yo vi que
muchas veces prometieron
remedio al mal, que sufro no cansado,
y
que cuando esperé vello acabado,
poco mis esperanzas me valieron.
Yo veo que se
asconden ya mis ojos
y crece mi dolor y llevo ausente
en el
rendido pecho el golpe fiero.
Yo veo ya
perderse los despojos
y la membrana de mi bien presente
y en ciego engaño de esperanza
muero.
Apuro sediento tu tierno gemido, tu intimidad que me embriaga y ardiente, la lengua del dulce deseo, pasión cuyo vino no sacia...