"Pálida de inquietud y casto
asombro,
tu frente declinó sobre mi hombro,
uniéndome a tu ser, con suave impulso"
"Noche de
carnaval"
Henri Rousseau
Reseña biografica
Poeta
uruguayo nacido en 1875.
Proveniente de una familia ilustre venida a
menos, padeció desde niño una afección cardiaca que lo llevó
a una inadaptación a su entorno, circunstancias que explican en parte su
temperamento neurótico.
Su poesia evolucionó del simple romanticismo
al simbolismo y la escuela parnasiana, convirtiéndolo en uno
de los seguidores del modernismo en Sur América junto a Leopoldo
Lugones, Díaz Mirón y Jaimes Freyre, entre otros.
Dueño de un rico
lenguaje, en ocasiones barroco, empleó con frecuencia los temas
oníricos, surrealistas y mágicos.
Su madurez poética se conoció en buena parte después de su muerte
ocurrida tempranamente en 1910.
De su obra merecen destacarse:
«Wagnerianas» en 1900, «Las pascuas del tiempo» en 1900, «Los maitines
de la noche»
en 1902, «Sonetos vascos» en 1906, «Los parques abandonados en 1908,
«Clepsidras» en 1910 y «Los éxtasis de la
montaña» publicados en 1913. ©
Amor
sádico
Bromuro
Consagración
Decoración heráldica
Desolación absurda
El abrazo pitagórico
El alba
El alma
El baño
El
despertar
Epitalamio ancestral
Éxtasis
Fecundidad
Fiat lux
Génesis
Idealidad exótica
Idilio espectral
Julio
La iglesia
La noche
La
sombra dolorosa
La vuelta de los campos
Neurastenia
Numen
Nirvana crepuscular
Tertulia lunática V
Tertulia lunática VI
Amor sádico
Ya no te amaba, sin dejar por eso
de amar la sombra de tu amor
distante.
Ya no te amaba, y sin embargo, el beso
de la repulsión
nos unió un instante...
Agrio placer y bárbaro embeleso
crispó mi faz, me demudó el
semblante,
ya no te amaba, y me turbé, no obstante,
como una
virgen en un bosque espeso.
Y ya perdida para siempre, al verte
anochecer en el eterno luto,
mudo el amor, el corazón inerte,
huraño, atroz, inexorable, hirsuto,
jamás viví como en aquella
muerte,
nunca te amé como en aquel minuto!
Bromuro
Burlando con frecuencia el vasallaje
de la tutela familiar en juego,
nos dimos citas, a favor del ciego
azar, en el jardín, tras el follaje...
Frufrutó de aventura tu aéreo traje,
sugestivo de aromas y de espliego...
y evaporada entre mis brazos, luego,
soñaste mundos de arrebol y encaje...
Libres de la zozobra momentánea
-sin recelarnos de emergencia alguna-
en los breves silencios, oportuna
te abandonabas a mi fe espontánea;
y sobre un muro, al trascender, la luna
nos denunciaba en frágil instantánea.
Consagración
Surgió tu
blanca majestad de raso,
toda sueño y fulgor, en la espesura;
y
era en vez de mi mano -atenta al caso-
mi alma quien oprimía tu
cintura...
De procaces sulfatos, una impura
fragancia conspiraba a nuestro
paso,
en tanto que propicio a tu aventura
llenóse de amapolas el
ocaso.
Pálida de inquietud y casto asombro,
tu frente declinó sobre mi
hombro...
Uniéndome a tu ser, con suave impulso,
al fin de mi especioso simulacro,
de un largo beso te apuré
convulso
¡hasta las heces, como un vino sacro!
Decoración heráldica
Señora de mis pobres homenajes.
Débote siempre amar aunque me ultrajes.
Góngora
Soñé que te encontrabas junto al muro
glacial
donde termina la existencia,
paseando tu magnífica opulencia
de
doloroso terciopelo oscuro.
Tu7 pie, decoro del marfil más puro,
hería, con satánica
inclemencia,
las pobres almas, llenas de paciencia,
que aún se
brindaban a tu amor perjuro.
Mi dulce amor que sigue sin sosiego,
igual que un triste
corderito ciego,
la huella perfumada de tu sombra,
buscó el suplicio de tu regio yugo,
y bajo el raso de tu pie
verdugo
puse mi esclavo corazón de alfombra.
Desolación absurda
A Paul Minelly, francesamente.
Je serai ton cercueil,
aimable pestilence!...
Noche de tenues suspiros
platónicamente ilesos:
vuelan bandadas de besos
y parejas de
suspiros;
ebrios de amor los cefiros
hinchan su leve plumón,
y
los sauces en montón
obseden los camalotes
como torvos hugonotes
de una muda emigración.
Es la divina hora azul
en que cruza el meteoro,
como metáfora
de oro
por un gran cerebro azul.
Una encantada Estambul
surge
de tu guardapelo,
y llevan su desconsuelo
hacia vagos ostracismos
floridos sonambulismos
y adioses de terciopelo.
En este instante de esplín,
mi cerebro es como un piano
donde
un aire wagneriano
toca el loco del esplín.
En el lírico festín
de la ontológica altura,
muestra la luna su dura
calavera torva y
seca,
y hace una rígida mueca
con su mandíbula oscura.
El mar, como gran anciano,
lleno de arrugas y canas,
junto a
las playas lejanas
tiene rezongos de anciano.
Hay en acecho una
mano
dentro del tembladeral;
y la supersustancial
vía láctéa se
me finge
la osamenta de una Esfinge
dispersada en un erial.
Cantando la tartamuda
frase de oro de una flauta,
recorre el
eco su pauta
de música tartamuda.
El entrecejo de Buda
hinca el
barranco sombrío,
abre un bostezo de hastío
la perezosa campaña,
y el molino es una araña
que se agita en el vacío.
¡Deja que incline mi frente
en tu frente subjetiva,
en la
enferma, sensitiva
media luna de tu frente,
que en la copa
decadente
de tu pupila profunda,
beba el alma vagabunda
que me
da ciencias astrales
en las horas espectrales
de mi vida
moribunda!
¡Deja que rime unos sueños
en tu rostro de gardenia,
Hada de
la neurastenia,
trágica luz de mis sueños!
Mercadera de beleños
llévame al mundo que encanta;
¡soy el genio de Atalanta
que en sus
delirios evoca
el ecuador de tu boca
y el polo de tu garganta!
Con el alma hecha pedazos,
tengo un Calvario en el mundo;
amo
y soy un moribundo,
tengo el alma hecha pedazos:
¡cruz me deparan
tus brazos;
hiel tus lágrimas salinas;
tus diestras uñas, espinas
y dos clavos luminosos
los aleonados y briosos
ojos con que me
fascinas!
¡Oh mariposa nocturna
de mi lámpara suicida,
alma caduca y
torcida,
evanescencia nocturna;
linfática taciturna
de mi
Nirvana opioso,
en tu mirar sigiloso
me espeluzna tu erotismo,
que es la pasión del abismo
por el Angel Tenebroso!
(Es medianoche). Las ranas
torturan en su acordeón
un «piano»
de Mendelssohn
que es un gemido de ranas;
habla de cosas lejanas,
un clamoreo sutil;
y con aire acrobatil
bajo la inquieta laguna,
hace piruetas la luna
sobre una red de marfil.
Juega el viento perfumado
con los pétalos que arranca,
una
partida muy blanca
de un ajedrez perfumado;
pliega el arroyo en el
prado
su abanico de cristal,
y genialmente anormal
finge el
monte a la distancia
una gran protuberancia
del cerebro universal.
¡Vengo a ti, serpiente de ojos
que hunden crímenes amenos,
la
de los siete venenos
en el iris de sus ojos;
beberán tus llantos
rojos
mis estertores acerbos,
mientras los fúnebres cuervos,
reyes de las sepulturas,
velan como almas oscuras
de atormentados
protervos!
¡Tú eres póstuma y marchita,
misteriosa flor erótica,
miliunanochesca, hipnótica,
flor de Estigia acre y marchita;
tú
eres absurda y maldita,
desterrada del Placer,
la paradoja del ser
en el borrón de la Nada,
una hurí desesperada
del harem de
Baudelaire!
¡Ven, declina tu cabeza
de honda noche delincuente
sobre mi
tétrica frente,
sobre mi aciaga cabeza;
deje su indócil rareza
tu numen desolador,
que en el drama inmolador
de nuestros mudos
abrazos
yo te abriré con mis brazos
un paréntesis de amor!
El abrazo pitagórico
Bajo la madreselva que en la reja
filtró su encaje de verdor maduro,
me perturbaba en el claroscuro
de la ilusión, en la glorieta añeja...
Cristalizaba un pájaro su queja...
Y entre el húmedo incienso de
sulfuro
la luna de ámbar destacó al bromuro
el caserío de rosada
teja...
¡Oh, Sumo Genio de las cosas! Todo
tenía un canto, una sonrisa,
un modo...
Un rapto azul de amor, o Dios, quién sabe,
nos sumó a modo de una doble ola,
y en forma de «uno», en una
sombra sola,
los dos crecimos en la noche grave...
El alba
Humean en la vieja cocina hospitalaria
los rústicos candiles...
Madrugadora leña
infunden una sabrosa fragancia lugareña;
y el
desayuno mima la vocación agraria...
Rebota en los collados la grita rutinaria
del boyero que a ratos
deja la yunta y sueña...
Filis prepara el huso. Tetis, mientras
ordeña,
ofrece a Dios la leche blanca de su plegaria.
Acongojando el valle con sus beatos nocturnos,
salen de los
establos, lentos y taciturnos,
los ganados. La joven brisa se
despereza...
Y como una pastora en piadoso desvelo,
con sus ojos de bruma, de
la dulce pereza,
el Alla mira en éxtasis las estrellas del cielo.
El ama
Erudita en lejías, doctora en la compota,
y loro en los esdrújulos
latines de la misa,
tal ágil viste un santo, que zurce una camisa,
en medio de una impávida circunspección devota...
Por cuanto el señor cura es más que un hombre, flota
en el
naufragio unánime su continencia lisa...
y un tanto regañona, es a la
vez sumisa,
con los cincuenta inviernos largos de su derrota.
Hada del gallinero. Genio de la despensa.
Ella en el paraíso fía
la recompensa...
Cuando alegran sus vinos, el vicario la engríe
ajustándole en chanza las pomposas casullas...
y en sus manos
canónicas, golondrinas y grullas
comulgan los recortes de las hostias
que fríe.
El baño
Entre sauces que velan una anciana casuca,
donde se desvistieron
devorando la risa,
hacia el lago, Foloe, Safo y Cores, deprisa
se
adelantan en medio de la tarde caduca.
Atreve un pie Foloe, bautízase la nuca
y ante el espejo de ámbar
arróbase indecisa;
meneando el talle, Safo respinga su camisa
y
corre, mientras Ceres gatea y se acurruca...
Después de agrias posturas y esperezos felinos,
gimiendo un ¡ay!
glorioso se abrazan a las ondas,
que críspanse con lúbricos espasmos
masculinos...
Mientras, ante el misterio de sus gracias redondas,
Loth, Febo y
David, púdicos tanto como ladinos,
las contemplan y pálidos huyen
entre las frondas.
El despertar
Alisia y Cloris abren de par en par la puerta
y torpes, con el dorso
de la mano haragana,
restréganse los húmedos ojos de lumbre incierta,
por donde huyen los últimos sueños de la mañana. ..
La inocencia del día se lava en la fontana,
el arado en el surco
vagaroso despierta,
y en torno de la casa rectoral, la sotana
del
cura se pasea gravemente en la huerta...
Todo suspira y ríe. La placidez remota
de la montaña sueña
celestiales rutinas.
El esquilón repite siempre su misma nota
de grillo
de las cándidas églogas matutinas.
Y hacia la aurora sesgan agudas
golondrinas
como flechas perdidas de la noche en la derrota.
Epitalamio ancestral
Con la pompa de brahmánicas unciones,
abrióse el lecho de sus
primaveras,
ante un lúbrico rito de panteras,
y una erección de
símbolos varones...
Al trágico fulgor de los hachones,
ondeó la danza de las
bayaderas
por entre una apoteosis de banderas
y de un siniestro
trueno de leones.
Ardió al epitalamio de tu paso,
un himno de trompetas
fulgurantes...
Sobre mi corazón, los hierofantes
ungieron tu sandalia, urna de raso,
a tiempo que cien blancos
elefantes,
enroscaron su trompa hacia el ocaso.
Éxtasis
Bion y Lucina, émulos en fervoroso alarde,
permútanse fragantes uvas,
de boca a boca;
y cuando Bion ladino la ebria fruta emboca
finge
para que el juego lánguido se retarde...
Luego ante el oportuno carillón de la tarde,
que en sus almas,
perdidas inocencias evoca,
como una corza tímida tiembla el amor
cobarde,
y una paz de los cielos el instinto sofoca...
Después de un tiempo inerte de silencioso arrimo,
en que los dos
ensayan la insinuación de un mimo,
ella lo invade todo con un suspiro
blando;
¡Y él, que como una esencia gusta el sabroso fuego,
raya un beso
delgado sobre su nuca, y ciego
en divinos transportes la disfruta
soñando!
Fecundidad
«¡Adán, Adán, un beso!», dijo, y era
que en una dolorosa sacudida,
el absurdo nervioso de la vida
le hizo temblar el dorso y la
cadera...
El iris floreció como una ojera
exótica. Y el «¡ay!» de una caída
fue el más dulce dolor. Y fue una herida.
La más roja y eterna
primavera...
«¡Adán, Adán, procúrame un veneno!»,
dijo, y en una crispación
flagrante
la eternidad atravesóle el seno...
Entonces comenzó a latir el mundo.
Y el sol colgaba del cenit,
triunfante
como un ígneo testículo fecundo.
Fiat lux
Sobre el rojo diván de seda intacta,
con dibujos de exótica graminea,
jadeaba entre mis brazos tu virgínea
y exangüe humanidad de curva
abstracta...
Miró el felino con sinuosa línea
de opalo; y en la noche
estupefacta,
desde el jardín, la Venus curvilínea
manifestaba su
esbeltez compacta.
Ante el alba, que izó nimbos grosellas,
ajáronse las últimas
estrellas...
El Cristo de tu lecho estaba mudo.
Y como un huevo, entre el plumón de armiño
que un cisne
fecundara, tu desnudo
seno brotó del virginal corpiño...
Génesis
Los
astros tienen las mejillas tiernas...
La Luna trunca es una paradoja
espectro humana. Proserpina arroja
su sangre al mar. Las horas son
eternas.
Júpiter en la orgía desenoja
su ceño absurdo; y junto a las
cisternas,
las Ménades, al sol que las sonroja,
arman la columnata
de sus piernas.
Juno duerme cien noches. ..Vorazmente,
Hércules niño, con precoz
desvelo,
en un lúbrico rapto de serpiente,
le muerde el seno. Brama el Helesponto...
Surge un lampo de
leche. Y en el cielo
la Vía Láctea escintiló de pronto.
Idealidad exótica
Tal la exangüe cabeza, trunca y viva,
de un mandarín decapitado, en
una
macábrica ficción, rodó la luna
sobre el absurdo de la
perspectiva...
Bajo del velo, tu mirada bruna
te dio el prestigio de una hunrí
cautiva;
y el cocodrilo, a flor de la moruna
fuente, cantó su
soledad esquiva.
Susceptible quién sabe a qué difuntas
dichas, plegada y con las
manos juntas,
te idealizaste en gesto sibilino,,,
Y a modo de espectrales obsesiones,
la torva cornamenta de un
molino
amenazaba las constelaciones...
Idilio espectral
Pasó en un mundo saturnal; yacía
bajo cien noches pavorosas, y era
mi féretro el Olvido... Ya la cera
de tus ojos sin lágrimas no ardía.
Se adelantó el enterrador con fría
desolación. Bramaba en la
ribera
de la morosa eternidad, la austera
Muerte hacia la infeliz
Melancolía.
Sentí en los labios el dolor de un beso.
No pude hablar. En mi
ataúd de yeso
se deslizó tu forma transparente...
Y en la sorda ebriedad de nuestros mimos,
anocheció la tapa y nos
dormimos
espiritualizadísimamente.
Julio
¡Frío,
frío, frío!
Pieles, nostalgias y dolores mudos.
Flota sobre el esplín de la campaña
una jaqueca sudorosa y fría,
y las ramas celebran en la umbría
una función de ventriloquia
extraña.
La Neurastenia gris de la montaña
piensa, por singular telepatía,
con la adusta y claustral monomanía
del convento senil de la Bretaña.
Resolviendo una suma de ilusiones,
como un Jordán de cándidos
vellones,
la majada eucarística se integra;
y a lo lejos el cuervo pensativo
sueña acaso en un Cosmos
abstractivo
como una luna pavorosa y negra.
La iglesia
En un beato silencio el recinto vegeta.
Las vírgenes de cera duermen
en su decoro
de terciopelo lívido y de esmalte incoloro;
y San
Gabriel se hastía de soplar la trompeta...
Sedienta, abre su boca de mármol la pileta.
Una vieja estornuda
desde el altar al coro...
Y una legión de átomos sube un camino de
oro
aéreo, que una escala de Jacob interpreta.
Inicia sus labores el alma reverente.
Para saber si anda de
Buenas San Vicente
con tímidos arrobos repica la alcacía...
Acá y allá maniobra después con su plumero,
mientras, por una
puerta que da a la cacristía,
irrumpe la gloriosa turba del
gallinero.
La noche
La
noche en la montaña mira con ojos viudos
de cierva sin amparo que
vela ante su cría;
y como si asumiera un don de profecía,
en un
sueño inspirado hablan los campos rudos.
Rayan el panorama, como espectros agudos,
tres álamos en
éxtasis... Un gallo desvaría,
reloj de media noche. La grave luna
amplía
las cosas, que se llenan de encantamientos mudos.
El lago azul de sueño, que ni una sombra empaña,
es como la
conciencia pura de la montaña...
A ras del agua tersa, que riza con
su aliento,
Albino, el pastor loco, quiere besar la luna.
En la huerta
sonámbula vibra un canto de cuna. ..
Aúllan a los diablos los perros
del convento.
La sombra dolorosa
Gemían los rebaños. Los caminos
llenábanse de lúgubres cortejos;
una congoja de holocaustos viejos
ahogaba los silencios campesinos.
Bajo el misterio de los velos finos,
evocabas los símbolos
perplejos,
hierática, perdiéndote a lo lejos
con tus húmedos ojos
mortecinos.
Mientras unidos por un mal hermano
me hablaban con suprema
confidencia
los mudos apretones de tu mano,
manchó la soñadora transparencia
de la tarde infinita el tren
lejano,
aullando de dolor hacia la ausencia.
La vuelta de los campos
La tarde paga en oro divino las faenas...
Se ven limpias mujeres
vestidas de percales,
trenzando su cabellos con tilos y azucenas
o
haciendo sus labores de aguja en los umbrales.
Zapatos claveteados y báculos y chales...
Dos mozas con sus
cántaros se deslizan apenas.
Huye el vuelo sonámbulo de las horas
serenas.
Un suspiro de Arcadia peina los matorrales...
Cae un silencio austero... Del charco que se nuimba
estalla una
gangosa balada de marimba.
Los lagos se amortiguan con espectrales
lampos,
Las cumbres, ya quiméricas, corónanse de rosas...
Y humean a lo
lejos las rutas polvorosas
por donde los labriegos regresan de los
campos.
Neurastenia
Le spectre de la realité traverse ma pensée
Víctor Hugo
Huraño el bosque muge su rezongo,
y los ecos,
llevando algún reproche,
hacen rodar su carrasqueño coche
y hablan
la lengua de un extraño Congo.
Con la expresión estúpida de un hongo,
clavado en la ignorancia
de la noche,
muere la Luna. El humo hace un fantoche
de pies de
sátiro y sombrero oblongo.
¡Híncate! Voy a celebrar la misa.
Bajo la azul genuflexión de
Urano
adoraré cual hostia tu camisa:
«¡Oh, tus botas, los guantes, el corpiño...!»
Tu seno expresará
sobre mi mano
la metempsícosis de un astro niño.
Nirvana crepuscular
Con su veste en color de serpentina,
reía la voluble Primavera...
Un billón de luciérnagas de fina
esmeralda, rayaba la pradera.
Bajo un aire fugaz de muselina,
todo se idealizaba, cual si fuera
el vago panorama, la divina
materialización de una quimera...
En consustaciación con aquel bello
nirvana gris de la Naturaleza,
te inanimaste... Una ideal pereza
mimó tu rostro de incitante
vello,
y al son de mis suspiros, tu cabeza
durmióse como un pájaro
en mi cuello!...
Numen
Mefistófela divina,
miasma de fulguración,
aromática infección
de una fístula divina...
¡Fedra, Molocha, Caína,
cómo tu filtro me
supo!
¡A ti - ¡Santo Dios! - te cupo
ser astro de mi desdoro;
yo te abomino y te adoro
y de rodillas te escupo!
Acude a mi desventura
con tu electrosis de té,
en la luna de
Astarté
que auspicia tu desventura...
Vértigo de asambladura
y
amapola de sadismo:
¡yo sumaré a tu guarismo
unitario de Gusana
la equis de mi Nirvana
y el cero de mi ostracismo!
Carie sórdida y uremia,
felina de blando arrimo,
intoxícame en
tu mimo
entre dulzuras de uremia...
Blande tu invicta blasfemia
que es una garra pulida,
y sórbeme por la herida
sediciosa del
pecado,
como un pulpo delicado,
"¡muerte a muerte y vida a vida!"
Clávame en tus fulgurantes
y fieros ojos de elipsis
y bruña el
Apocalipsis
sus músicas fulgurantes...
¡Nunca! ¡Jamás! ¡Siempre!
¡Y Antes!
¡Ven, antropófaga y diestra,
Escorpiona y Clitemnestra!
¡Pasa sobre mis arrobos
como un huracán de lobos
en una noche
siniestra!
¡Yo te excomulgo, Ananké!
Tu sombra de Melisendra
irrita la escolopendra
sinuosa de mi
ananké...
eres hidra en Salomé,
en Brenda panteón de bruma,
tempestad blanca en Satzuma,
en Semíramis carcoma,
danza de
vientre en Sodoma
y páramo en Olaluma!
Por tu amable y circunspecta
perfidia y tu desparpajo,
hielo
mi cuello en el tajo
de tu traición circunspecta...
¡Y juro, por
la selecta
ciencia de tus artimañas,
que irá con tus risas hurañas
hacia tu esplín cuando muera,
mi galante calavera
a morderte las
entrañas!
Tertulia lunática V
¡Oh negra flor de Idealismo!
¡Oh hiena de diplomacia
con bilis de
aristocracia
y lepra azul de idealismo!...
Es un cáncer tu
erotismo
de absurdidad taciturna,
y florece en mi saturna
fiebre de virus madrastros,
como un cultivo de astros
en la
gangrena nocturna.
Te llevo en el corazón,
nimbada de mi sofisma,
como un
siniestro aneurisma
que rompe mi corazón...
¡Oh Monstrua! Mi
ulceración
en tu lirismo retoña,
y tu idílica zampoña
no es más
que parasitaria
bordona patibularia
de mi celeste carroña!
¡Oh musical y suicida
tarántula abracadabra
de mi fanfarria
macabra
y de mi parche suicida!...
¡Infame! En tu desabrida
rapacidad de perjura,
tu sugestión me sulfura
con el horrendo
apetito
que aboca por el Delito
la tenebrosa locura!
Tertulia lunática VI
En un bostezo de horror,
tuerce el estero holgazán
su boca de
Leviatán
tornasolada de horror...
Dicta el Sumo Redactor
a la
gran Sombra Profeta,
y obsediendo la glorieta,
como una insana
clavija,
rechina su idea fija
la turbadora veleta.
Ríe el viento confidente
con el vaivén de su cola
tersa de
gato de Angola,
perfumada y confidente...
El mar inauditamente
se encoge de sumisión
y el faro vidente, en son
de taumaturgas
hombrías,
traduce al torvo Isaías
hipnotizando un león.
Estira aplausos de ascua
la hoguera por los establos:
rabiosa
erección de diablos
con tenedores en ascua...
Un brujo espanto de
Pascua
de Marisápalo asedia,
y una espectral Edad Media
danza
epilepsias abstrusas,
como un horror de Medusas
de la divina
Comedia.
En una burla espantosa,
el túnel del terraplén
bosteza como
Gwynplaine
su carcajada espantosa...
Hincha su giba la unciosa
cúpula, y con sus protervos
maleficios de hicocervos,
conjetura el
santuario
el mito de un dromedario
carcomido por los cuervos.
Las cosas se hacen facsímiles
de mis alucinaciones
y son como asociaciones
simbólicas de
facsímiles...
Entre humos inverosímiles
alinea el cañaveral,
con su apostura marcial
y sus penachos de gloria,
las armas de la
victoria
en un vivac imperial.
Un arlequín tarambana
con un toc-toc insensato
el tonel de
Fortunato
bate en mi sien tarambana...
Siento sorda la campana
que en mi pensamiento intuye;
en el eco que refluye
mi voz otra
voz me nombra;
¡y hosco persigo en mi sombra
mi propia entidad que
huye!
La realidad espectral
pasa a través de la trágica
y turbia
linterna mágica
de mi razón espectral...
Saturno infunde el fatal
humor bizco de su influjo
y la luna en el reflujo
se rompe, fuga y
se integra
como por la magia negra
de un escamoteo brujo.
En la cantera fantasma,
estampa Doré su mueca
fosca,
saturniana y hueca,
de pesadilla fantasma...
En el cementerio
pasma
la Muerte un zurdo can-can;
ladra en un perro Satán,
y un
profesor rascahuesos
trabuca en hipos aviesos
el Carnaval de
Schumann.