
Apuro sediento tu tierno gemido, tu intimidad que me embriaga y ardiente, la lengua del dulce deseo, pasión cuyo vino no sacia...
"..Tú
seguirás allí desnuda como tú
y yo seguiré aquí desnudo como yo.."
"Nude"
Frank Leighton
Reseña biografica
Poeta y
ensayista argentino nacido en Coronel Dorrego, provincia de Buenos Aires,
en 1925.
Graduado en
Bibliotecología y Ciencias de la Información por la Universidad Nacional
de Buenos Aires,
se especializó en la Sorbonne, y desde entonces, fue ensayista,
traductor y crítico literario, colaborando
en diversos medios de su país y del extranjero.
Miembro de número de
la Academia Argentina de Letras y catedrático universitario por más de
treinta años,
recibió numerosos premios, entre los que se destacan, el premio
Esteban Echavarría en 1994, el premio
Jean Malrieu de Marsella, y el premio de la Bienal Internacional
de poesia, en Lieja, Bélgica, en 1992.
La parte más importante de su obra, está reunida en un volumen
numerado bajo el título de poesia Vertical.
Falleció en Buenos Aires en marzo de 1995. ©
Algún día encontraré una palabra...
Así como no podemos...
Cada uno tiene su pedazo de tiempo...
Detener la palabra...
El amor empieza cuando se rompen...
El centro del amor...
El corazón empieza bajo
tierra...
El corazón más plano
de la tierra...
El
silencio que queda entre dos palabras...
Estoy contigo...
Hay corazones sin dueño...
Hay que inventar
respiraciones nuevas...
Hemos amado juntos tantas
cosas...
La mano se extiende...
La vida nos acorta la
vista...
Las distancias no miden lo mismo...
Levantar el papel donde
escribimos...
Me visitó una nube...
Menos que el circo
ajado de tus sueños...
No se trata de hablar...
No tenemos un lenguaje para los
finales...
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poesia vertical 7
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poesia vertical 24
Porque esta noche
duermes lejos...
Rostro contra rostro...
Si has perdido tu nombre...
Un amor más allá del amor...
Voy a alargar caminos
de caricia...
A veces me parece...
A veces me
parece
que estamos en el centro
de la fiesta
sin embargo
en el centro de la fiesta
no hay nadie
En el centro de la fiesta
está el vacío
Pero en el centro del vacío
hay otra fiesta.
Algún día encontraré una palabra...
Algún día
encontraré una palabra
que penetre en tu vientre y lo fecunde,
que
se pare en tu seno
como una mano abierta y cerrada al mismo tiempo.
Hallaré
una palabra
que detenga tu cuerpo y lo dé vuelta,
que contenga tu
cuerpo
y abra tus ojos como un dios sin nubes
y te use tu saliva
y te doble las piernas.
Tú tal vez no la escuches
o tal vez no la
comprendas.
No será necesario.
Irá por tu interior como una rueda
recorriéndote al fin de punta a punta,
mujer mía y no mía
y no se
detendrá ni cuando mueras.
Así como no podemos...
Así como
no podemos
sostener mucho tiempo una mirada,
tampoco podemos sostener mucho tiempo la alegría,
la espiral del amor,
la gratuidad del pensamiento,
la tierra en suspensión del cántico.
No podemos ni siquiera sostener mucho tiempo
las proporciones del silencio
cuando algo lo visita.
Y menos todavía
cuando nada lo visita.
El hombre no puede sostener mucho tiempo al hombre,
ni tampoco a lo que no es el hombre.
Y sin embargo puede
soportar el peso inexorable
de lo que no existe.
Cada uno tiene su
pedazo de tiempo...
Cada uno
tiene
su pedazo de tiempo
y su pedazo de espacio,
su fragmento de vida
y su fragmento de muerte.
Pero a veces los pedazos se cambian
y alguien vive con la vida de otro
o alguien muere con la muerte de otro.
Casi nadie está hecho
tan sólo con lo propio.
Pero hay muchos que son
nada más que un error:
están hechos con los trozos
totalmente cambiados.
Detener la palabra...
Detener la
palabra
un segundo antes del labio,
un segundo antes de la voracidad compartida,
un segundo antes del corazón del otro,
para que haya por lo menos un pájaro
que puede prescindir de todo nido.
El destino es de aire.
Las brújulas señalan uno solo de sus hilos,
pero la ausencia necesita otros
para que las cosas sean
su destino de aire.
La palabra es el único pájaro
que puede ser igual a su ausencia.
El amor empieza cuando se rompen...
El amor
empieza cuando se rompen
los dedos
y se dan vuelta las solapas
del traje,
cuando ya no hace falta pero tampoco
sobra
la vejez
de mirarse,
cuando la torre de los recuerdos, baja o
alta,
se
agacha hasta la sangre.
El amor
empieza cuando Dios termina
Y cuando el hombre cae,
mientras las
cosas, demasiado eternas,
comienzan a gastarse,
y los signos, las
bocas y los signos,
se muerden mutuamente en cualquier
parte.
El amor
empieza
cuando la luz se agrieta como un
muerto disfrazado
sobre la soledad irremediable.
Porque el
amor es simplemente eso:
la forma del comienzo
tercamente
escondida
detrás de los finales.
El centro del amor...
El centro del amor
no siempre coincide
con el centro de la vida.
Ambos centros se buscan entonces
como dos animales atribulados.
Pero casi nunca se encuentran,
porque la clave de la coincidencia es
otra:
nacer juntos.
Nacer juntos,
como debieran nacer y morir
todos los amantes.
El corazón empieza bajo tierra...
El corazón
empieza bajo tierra,
pero acaba en tus labios y en los míos.
La
muerte entonces duda en las cornisas
y una convalecencia de ojos
largos
desprende las arrugas del temblor.
No hay que
negar que eso nos salva,
pero entre tantas cosas tan perdidas
no
es posible aceptar la salvación.
Y las
manos, sin darse cuenta aprenden
el gesto incorregible
de volver a
enterrar el corazón.
El corazón más plano de la
tierra...
El corazón
más plano de la tierra,
el corazón más seco,
me mostró su ternura.
y yo tuve vergüenza de la mía.
Tuve vergüenza de los himnos largos,
de las constelaciones
derramadas,
de los gestos nupciales y espumosos,
de las
escarapelas del amor,
de los amaneceres desplomados.
Y también tuve miedo.
Miedo de las palabras que no cantan,
miedo de las imágenes que sobran
cuando tanto ser falta,
miedo de
los roedores que se baten
en la iglesia vacía,
miedo de las
habitaciones bautismales
que se llenan de águilas.
El corazón más plano de la tierra
me hizo aprender el salto en el
abismo
de una sola mirada.
El silencio que queda entre dos palabras...
El
silencio que queda entre dos palabras
no es el mismo silencio que
envuelve una cabeza cuando cae,
ni tampoco el que estampa la
presencia del árbol
cuando se apaga el incendio vespertino del
viento.
Así como cada voz tiene un timbre y una altura,
cada silencio
tiene un registro y una profundidad.
El silencio de un hombre es
distinto del silencio de otro
y no es lo mismo callar un nombre que
callar otro nombre.
Existe un alfabeto del silencio,
pero no nos han
enseñado a deletrearlo.
Sin embargo, la lectura del silencio es la
única durable,
tal vez más que el lector.
Estoy contigo...
Estoy
contigo.
Pero por encima de tu hombro
me dice adiós tu mano que se
aleja.
Entonces
yo contengo mi mano
para que no nos traicione ella también.
E insisto:
estoy contigo.
Los innegables títulos del adiós
abandonan entonces
provisoriamente sus derechos.
Y nuestras
manos se aquietan
en las equidistancias de estar juntos.
Hay corazones sin dueño...
Hay corazones sin
dueño,
que no tuvieron nunca la oportunidad
de regir como un péndulo casi atroz
el laborioso espasmo de la carne.
Hay corazones de repuesto,
que esperan sabiamente
o por quién sabe qué mandato
el momento de asumir su locura.
Hay corazones sobrantes
que se descuelgan como puños de contrabando
desde la permanente anomalía
de ser un corazón.
Y hay también un corazón perdido,
una campana de silencio,
que nadie sin embargo ha encontrado
entre todas las cosas perdidas de la tierra.
Pero todo corazón es un testigo
y una segura prueba
de que la vida es una escala inadecuada
para trazar el mapa de la vida.
Hay que inventar
respiraciones nuevas...
Hay que inventar
respiraciones nuevas.
Respiraciones que no sólo consuman el aire,
sino que además lo enriquezcan
y hasta lo liberen
de ciertas combinaciones taciturnas.
Respiraciones que inhalen además
las ondas y los ritmos,
la fragancia secreta del tiempo
y su disolución entre la bruma.
Respiraciones que acompañen
a aquel que las respire.
Respiraciones hacia adentro del sueño,
del amor y la muerte.
Y para eso hay que inventar un nuevo aire,
unos pulmones más fervientes
y un pensamiento que pueda respirarse.
Y si aún faltara algo,
habría que inventar también
otra forma más concreta del hombre.
Hemos amado juntos tantas cosas...
Hemos amado juntos
tantas cosas
que es difícil amarlas separados.
Parece que se hubieran alejado
de pronto
o que el amor fuera una hormiga
escalando los declives del
cielo.
Hemos vivido juntos
tanto abismo
que sin ti todo parece superficie,
órbita de simulacros que
resbalan,
tensión sin extensiones,
vigilancia de cuerpos sin presencia.
Hemos perdido juntos
tanta nada
que el hábito persiste y se da vuelta
y ahora todo es ganancia
de la nada.
El tiempo se convierte en antitiempo
porque ya no lo piensas.
Hemos callado y hablado
tanto juntos
que hasta callar y hablar son dos traiciones,
dos sustancias sin
justificación,
dos sustitutos.
Lo hemos buscado todo,
lo hemos hallado todo,
lo hemos dejado todo.
Únicamente no nos
dieron tiempo
para encontrar el ojo de tu muerte,
aunque fuera también para
dejarlo.
La mano se extiende...
La mano se extiende,
pero a mitad de camino
a detiene una imagen.
Y se marcha entonces con ella,
no para poseerla
sino tan sólo para
entrar en su juego.
La mano ha comenzado a enamorarse en el camino
y así la posesión y el don se le escapan.
La mano ha cambiado su
destino
por un vuelo que no es el vuelo del pájaro,
sino un
abandono a las mareas que no tienen costa
o a los desequilibrios de
una sabiduría diferente.
La mano ha renunciado a su objeto
y ha
adquirido el valor de su distracción.
La mano ha renunciado a
salvarse.
La vida nos acorta la vista...
La vida nos acorta la vista
y nos alarga la mirada.
¿Cómo poner
otra figura en el paisaje
sin desarticularlo como una feria invadida
por la tristeza,
sin que las nubes o los árboles se despeguen
y
salten como muñecos desarmados?
¿Cómo poner una palabra en el paisaje
sin que el silencio se asuste
igual que un animal sorprendido en el
bosque
o como una procesión que ha perdido su imagen?
¿Cómo poner
una muerte en el paisaje
sin que se vuelva frío
y se sumerja como
una flauta
con todos los agujeros tapados?
¿Cómo alargar un sueño
hasta que sea un punto en el paisaje,
una figura, una palabra o la
muerte,
sin que el paisaje se desintegre como una burbuja?
Nosotros ya no podemos dejar de estar en el paisaje siguiente,
aunque
sea un paisaje en blanco.
Las distancias no miden lo mismo...
Las distancias no miden lo mismo
de noche y de día.
A veces hay que esperar la noche
para que
una distancia se acorte.
A veces hay que esperar el día.
Por otra parte
la oscuridad
o la luz
teje de tal manera en ciertos casos
el espacio y sus
combinaciones
que los valores se invierten:
lo largo se vuelve corto,
lo
corto se vuelve largo.
Y además, hay un hecho:
la noche y el día no llenan igualmente
el espacio,
ni siquiera totalmente.
Y no miden lo mismo
las distancias
llenas
y las distancias vacías.
Como tampoco miden lo mismo
las
distancias entre las cosas grandes
y las distancias entre las cosas pequeñas.
Levantar el papel donde escribimos...
Levantar el papel donde escribimos
y revisar mejor debajo
Levantar cada palabra que encontramos
y examinar mejor debajo
Levantar cada hombre
y observar mejor debajo
Levantar a la
muerte
y escudriñar mejor debajo
Y si miramos bien
siempre hallaremos otra huella.
No servirá
para poner el pie
ni para aposentar el pensamiento
pero ella nos
probará
que alguien más ha pasado por aquí.
Me visitó una nube...
Me visitó
una nube.
y me dejó al marcharse
su contorno de viento.
Me visitó
una sombra.
Y me dejó al marcharse
el peso de otro cuerpo.
Me visitó
una ráfaga de imágenes.
Y me dejó al marcharse
la irreligión del
sueño.
Me visitó
una ausencia.
Y me dejó al marcharse
mi imagen en el tiempo.
Yo visito
la vida.
Le dejaré al marcharme
la gracia de estos restos.
Menos que el circo ajado de tus sueños...
Menos que
el circo ajado de tus sueños
y que el signo ya roto entre tus manos.
Menos que el lomo absorto de tus libros
y que el libro escondido
de páginas en blanco.
Menos que los amores que tuviste
y que el
tizne que alarga los amores.
Menos que el dios que alguna vez fue
ausencia
y hoy ni siquiera es ausencia.
Menos que el cielo que no
tiene estrellas,
menos que el canto que perdió su música,
menos
que el hombre que vendió su hambre,
menos que el ojo seco de los
muertos,
menos que el humo que olvidó su aire.
Y ya en la zona del más puro menos
colocar todavía un signo menos
y empezar hacia atrás a unir de nuevo
la primera palabra,
a unir
su forma de contacto oscuro,
su forma anterior a sus letras,
la
vértebra inicial del verbo oblicuo
donde se funda el tiempo
transparente
del firme aprendizaje de la nada.
y tener buen
cuidado
de no errar otra vez el camino
y aprender nuevamente
la
farsa de ser algo.
No se trata de hablar...
No se trata de hablar,
ni tampoco de callar:
se trata de abrir
algo
entre la palabra y el silencio.
Quizá cuando transcurra todo,
también la palabra y el silencio,
quede esa zona abierta
como una
esperanza hacia atrás.
Y tal vez ese signo invertido
constituya un
toque de atención
para este mutismo ilimitado
donde palpablemente
nos hundimos.
No tenemos un lenguaje para los
finales...
No tenemos un lenguaje para los finales,
para la caída del amor,
para los concentrados laberintos de la agonía,
para el
amordazado escándalo
de los hundimientos irrevocables.
¿Cómo decirle a quien nos
abandona
o a quien abandonamos
que agregar otra ausencia a la ausencia
es ahogar todos los nombres
y levantar un muro
alrededor de
cada imagen.
¿Cómo hacer señas a quien muere,
cuando todos los gestos se han
secado,
las distancias se confunden en un caos imprevisto,
las
proximidades se derrumban como pájaros enfermos
y el tallo del dolor
se quiebra como lanzadera
de un telar
descompuesto.
¿O cómo hablarse cada uno a sí mismo
cuando nada, cuando nadie
ya habla,
cuando las estrellas y los rostros son secreciones neutras
de un
mundo que ha perdido
su memoria de un mundo.
Quizá un lenguaje para los finales
exija la total abolición de los otros lenguajes,
la imperturbable síntesis
de las tierras arrasadas.
O tal
vez crear un habla de intersticios,
que reúna los mínimos espacios
entreverados entre el silencio y
la palabra
y las ignotas partículas sin codicia.
poesia vertical 3
¿Por qué las hojas ocupan el lugar de las hojas
y no el que queda
entre las hojas?
¿Por qué tu mirada ocupa el hueco que está delante
de la razón
y no el que está detrás?
¿Por qué recuerdas que la luz
se muere
y en cambio olvidas que también muere la sombra?
¿Por qué
se afina el corazón del aire
hasta que la canción se vuelve otro
vacío en el vacío?
¿Por qué no callas en el sitio exacto
donde
morir es la presencia justa
suspendida del árbol de vivirse?
¿Por
qué estas rayas donde el cuerpo cesa
y no otro cuerpo y otro cuerpo y
otro?
¿Por qué esta curva del porqué y no el signo
de una recta
sin fin y un punto encima?
poesia vertical 7
Cuando se ha puesto una vez el pie del otro lado
y se puede sin
embargo volver,
ya nunca más se pisará como antes
y poco a poco se
irá pisando de este lado el otro lado.
Es el aprendizaje
que se convierte en lo aprendido,
el pleno
aprendizaje
que después no se resigna
a que todo lo demás,
sobre todo el amor,
no haga lo mismo.
El otro lado es el mayor contagio.
Hasta los mismos ojos cambian
de color
y adquieren el tono transparente de las fábulas.
poesia vertical 14
He
encontrado el lugar justo donde se ponen las manos,
a la vez mayor y
menor que ellas mismas.
He
encontrado el lugar
donde las manos son todo lo que son
y también
algo más.
Pero allí
no he encontrado
algo que estaba seguro de encontrar:
otras manos
esperando las mías.
poesia vertical 18
Fisuras interiores,
grietas por donde se filtra gota a gota
el líquido espeso y
apremiante
de esa invasión profunda
que llamamos oración.
La oración,
que no es algo que se reza
sino una inclasificable sustancia
que no está hecha de un decir,
aunque a veces se abrigue con palabras
o fragmentos de palabras,
como el sueño se viste de fábulas rotas,
con desarticuladas
historias que descarrilan al pensamiento
y encarrilan, en cambio, el sagrado estupor
que tapiza el lado
oculto de los seres.
La oración y el sueño se parecen:
son dos entidades o elementos
que gotean en los entresijos de una nada
que se asemeja a algo.
¿Qué ocurriría si se abrieran de pronto
esos lentos arcaduces,
esos estrechos canales
por donde se filtra la oración
y
quizá también el sueño?
¿Se mezclarían ambos acaso?
¿Un torrente arrastraría al hombre
desde su propio interior?
¿O tal vez sólo la oración continuaría
goteando,
implacablemente goteando
con el mismo ritmo y la misma medida
por la imprevista abertura?
Es probable que la oración sea una
parte fija,
una porción estable
de la naturaleza de cada hombre,
la
aplicación de una discretísima posología,
una cuota inmodificable como el sueño.
La dosis establecida
de una extraño y casi abrumador rescate
que llevamos en el centro
de nuestra propia sustancia.
poesia vertical 22
Inventar el regreso del mundo
después de su desaparición.
E inventar un regreso a ese mundo
desde nuestra desaparición.
Y reunir las dos memorias,
para juntar todos los detalles.
Hay que ponerle pruebas al infinito,
para ver si resiste.
poesia vertical 24
Darlo todo
por perdido.
Allí comienza lo abierto.
Entonces cualquier paso
puede ser el primero.
O cualquier
gesto logra
sumar todos los gestos.
Darlo todo por perdido
Dejar que se abran solas
las puertas
que faltan.
O mejor:
dejar que no se abran.
Porque esta noche no duermes lejos...
Porque
esta noche duermes lejos
y en una cama con demasiado sueño,
yo
estoy aquí despierto,
con una mano mía y otra tuya.
Tú
seguirás allí
desnuda como tú
y yo seguiré aquí
desnudo como
yo.
Mi boca es
ya muy larga y piensa mucho
y tu cabello es corto y tiene sueño.
Ya no hay
tiempo para estar
desnudos como uno
los dos.
Rostro contra rostro...
Rostro
contra rostro,
piedra contra piedra,
para que el tiempo no se
pudra
y conserve su forma de cinta de colores.
Tiempo contra tiempo
paciencia contra paciencia,
hasta que la
piedra tome el dibujo del rostro
y el rostro la carne de la piedra.
Corriente de la mirada que no cambia
si mira o si no mira,
de
la mano que es igual cuando toma y cuando da,
del corazón análogo
para quedarse o para irse.
Piel contra piel,
mundo contra mundo,
tierra contra la tierra
y también contra el cielo,
hija de antiguos hijos,
bandera para el
viento que ella misma ha engendrado.
Entre el sol y el maíz,
entre la lluvia y la muerte,
pájaro
contra pájaro,
luz contra luz,
flor contra flor,
secreto de
cobre amalgamado
con metal que respira,
brujería de un humo que
desciende
a descontar los siglos.
Sed contra sed,
vaso para beber el vaso
y derramar el mundo.
Si has perdido tu nombre...
Si has
perdido tu nombre,
recobraremos la puntada de las calles
más solas
para llamarte sin nombrarte.
Si has
perdido tu casa,
despistaremos a los guardianes de la
cárcel
hasta dejarlos con su sombra y sin sus
muros.
Si has
perdido el amor,
publicaremos un gran bando de palomas
desnudas
para atrasar la vida y darte tiempo.
Si has
perdido tus límites,
recorreremos el cruento laberinto
hasta alzar
otra forma desde el fondo.
Si has
perdido tus ecos o tu origen,
los buscaremos, pero hacia adelante,
en el templo final de los orígenes.
Solamente
si has perdido tu pérdida,
cortaremos el hilo
para empezar de
nuevo.
Un amor más allá del amor...
Un amor
más allá del amor,
por encima del rito del vínculo,
más allá del juego siniestro
de la soledad yde la compañía.
Un amor que no necesite regreso,
pero tampoco partida.
Un amor no sometido
a los fogonazos de ir y de volver,
de
estar despiertos o dormidos,
de llamar o callar.
Un amor para estar juntos
o para no
estarlo
pero también para todas las posiciones
intermedias.
Un amor
como abrir los ojos.
Y quizá también como cerrarlos.
Voy a alargar caminos de
caricia...
Voy a
alargar caminos de caricia,
con algo de dulzura entre los dientes
y un garabato tibio en los cabellos,
para que el poco sueño que aún
nos queda
no se nos caiga.
Voy a
alumbrar tu rostro mientras duermes
y mirarlo al revés, donde no
duerme.
Voy a
juntar raíces por el aire,
catálogos de nieves que no caen
y
sitios para párpados.
Voy a
tomar al hombre por el centro
y tirarlo a rodar, a ver si llega.
Voy a
tomarme a mí, ya me he tomado,
para enlazar de nuevo los cristales
con un redondo material sin tiempo.
Voy a
cortar las puntas de la vida
como unas uñas demasiado largas.
Apuro sediento tu tierno gemido, tu intimidad que me embriaga y ardiente, la lengua del dulce deseo, pasión cuyo vino no sacia...