Reseña biografica
Poeta,
ensayista y periodista brasileño nacido en Río de Janeiro en 1865.
Dedicado desde muy joven al ejercicio periodístico, fundó las revistas A
cigarra y Meio. Es considerado como el más importante poetas
parnasiano de su país, al lado de Alberto de Oliveira y Raimundo
Correia.
Su primer libro, "poesias" fue publicado en 1888,
seguido en los años siguientes por crónicas, conferencias literarias, libros
infantiles y didácticos. Ejerció varios cargos públicos, fue uno de
los fundadores de la Academia Brasileña de Letras y formó parte de diversas
delegaciones diplomáticas de su país.
En 1907 fue elegido Príncipe de los poetas brasileños en el
célebre concurso auspiciado por la revista Fon-Fon.
Su libro póstumo "Tarde", publicado en 1919, resume gran parte de su
obra poética.
Falleció en 1918. ©
Poemas de Olavo Bilac:
A las campanas
Abstracción
El pecador
Exilio
Oración
Última página
Vanidad
Vía láctea
Vita nuova
A las campanas
Campanas de las torres, resonad clamorosas!
La tierra nuestro anhelo
de infinito no sacia,
queremos la conquista de un mundo en que las
cosas
se eternicen en una primavera de gracia.
Desde aquí, desde el fango de estas playas tediosas
hasta donde
el zafiro de los cielos se espacia,
llevad en vuestras voces nuestras
voces llorosas
y el grito milenario de la tierra en desgracia.
En repiques festivos, en dobles de amargura,
en rebatos de
angustia, todo lo que sufrimos
llevadlo a la impasible soledad de
l'altura.
Y ¡oh
campanas! decidles en clamores supremos,
nuestro dolor a aquellos
astros en que nacimos,
nuestra esperanza a aquellos astros a donde
iremos!
Versión de Miguel Rasch-Isla
Abstracción
Hay
millares de estrellas en la altura
que puedes alcanzar con la mirada;
mas tú buscas la estrella que, ignorada,
en espacios ilímites
fulgura.
Hay
mujeres de núbil hermosura
que te cercan en ronda apasionada;
pero
tú buscas la mujer soñada,
una mujer pretérita y futura.
Arriba, el
cielo es fúnebre, nublado;
la tierra en rededor es yermo triste...
y así habrás de morir abandonado,
con los
sueños de amor que perseguiste:
la imposible mujer que no has amado
y la estrella ideal que nunca viste.
Versión de Delio Seraville
El pecador
Pecó, mas es el pecador sereno
que sofoca el sollozo en la garganta,
y que a los labios, sin temblar, levanta
la rebosante copa de veneno.
Manchó su excelsa clámide en el cieno
del mal. Y al cabo de
flaqueza tánta,
ningún remordimiento lo quebranta,
ni lo sonroja
el parecer ajeno.
Lleva ocultas las lágrimas consigo,
y erguido lleva el corazón
doliente
cual un pendón de reto enarbolado.
Y acepta
la amargura del castigo,
con la misma altivez con que sonriente
probó todo el deleite del pecado.
Versión de Miguel Rasch-Isla
Exilio
¿Ya no me
amas? ¡Bien! Partiré desterrado
de mi primer amor a otro amor que imagino...
Adiós carne amorosa, rapazuelo divino
de mis sueños, ¡adiós bello cuerpo adorado!
En ti, como en
un valle, me adormecí embriagado
en un sueño de amores a mitad del camino;
quiero darte ya mi último beso peregrino
como quien abandona la patria, desterrado.
¡Adiós, cuerpo
fragante, patria de mi embeleso,
nido de blandas plumas de mi primer idilio,
jardín, en que hecho flores, brotó mi primer beso!
¡Adiós! Ese
otro amor ha de amargarme tanto,
como el pan que se come lejos, en el exilio,
amasado con hieles y humedecido en llanto.
Versión de
Eduardo Castillo
Oración
Bendito el que en la tierra hizo el agua y el fuego;
el que unció a
la carreta al buey manso y amigo;
el que encontró la azada, y el que
del fango luégo
hizo brotar el oro milagroso del trigo.
El que fundió los bronces; el que talló en sosiego
la cuna de la
infancia, y el que al primer mendigo
dio la primer limosna conmovido
a su ruego,
y el que labró este lecho que compartes conmigo.
El que echó al mar la quilla y a los vientos las velas;
el que
inventó las trovas; el que encoldó la lira;
el que domó los rayos y
aplacó las procelas.
Mas,
bendito entre todos, aquel que en lo profundo
descubrió la esperanza,
la divina mentira,
que dora las siniestras espesuras del mundo.
Versión de Miguel Rasch-Isla
Última página
Primavera:
sonrisa de las cosas, los ramos
palpitaban de flores y huéspedes
parleros;
octubre anaranjaba la arena en los senderos,
recuerdas?
Bajo el cielo de octubre nos amamos.
Verano:
sin testigos, cabe la mar llegamos;
Otoño deshojaba los álamos
ligeros;
tentónos el pecado, te acercaste, pecamos...
Ah! tu
primer sonrisa, tus abrazos primeros!
Sobrevino
el Invierno: saltaste a mis rodillas;
besé con largo beso tu boca y
tus mejillas;
ardió con viva llama tu núbil cuerpo en flor.
¡Oh carne!
qué ambicionas? Corazón, ¿qué más quieres?
Huyen las estaciones y
pasan las mujeres,
y yo que he amado tanto desconozco el amor.
Versión de Víctor M. Londoño
Vanidad
Cieco, febril, insomne, con nerviosa porfía,
pule el artista el
mármol de la estrofa anhelada:
quiérela palpitante, quiérela
emocionada,
quiere infundir al mármol un temblor de agonía.
Triunfa gallardamente de la forma bravía;
lucha, repule, y la
obra resplandece acabada:
-«¡Mundo que con mis manos arranqué de la
nada!
¡Hija de mi trabajo!-luce a la luz del día.
«Llena de mis angustias y encendida en mi fiebre,
eras la piedra
tosca; te di brillo profundo
e iricé tus facetas con esmeros de
orfebre.
Puedo
esperar, pues vives, una muerte serena».
E imagina que exhausto
rodará al pie del mundo,
y, ¡oh vanidad! sucumbe junto a un grano de
arena.
Versión de Miguel Rasch-Isla
Vía láctea
Sale al jardín cuando la aurora aclara,
y envuelta en muselinas
vaporosas,
muestra a las rosas del jardín las rosas
trémulas y
encendidas de su cara.
Todo el jardín al verla se prepara
a la oblación. Y hay voces
misteriosas
que, al pasar, la saludan jubilosas
como si leve
sílfide pasara.
La luz la besa; el aire es más sonoro;
tiemblan las flores
cándidas; el bando
de las aves salúdala en un coro,
y ella va,
dando al sol el rostro blando,
dando a los vientos el cabello de oro,
y a los rosales sus sonrisas dando.
Versión de Miguel Rasch-Isla
Vita nuova
Si con los mismos ojos abrasados,
al mismo gozo antiguo me
convidas,
máta el recuerdo de las horas idas
en que los dos
vivimos separados.
Y no me
hables de lágrimas perdidas,
ni me culpes por besos disipados;
caben en una vida cien mil vidas,
como en un corazón cien mil
pecados.
¡Te amol ¡La llama del amor, más fuerte
revive. Olvida mi pasado,
loca!
Qué importa el tiempo que viví sin verte,
si aun te
quiero, después de amores tántos,
y si aun tengo, en los ojos y en la
boca,
nuevas fuentes de besos y de llantos!
Versión de Miguel Rasch-Isla