"...Desde este mundo
joven te recuerdo
y olvido la distancia y las fronteras...."
"La carta"
Fernando
Botero
Reseña biografica
Poeta
colombiana nacida en Bogotá en 1951.
Heredó de su padre, Rafael Maya, la
vocación literaria. Recibió su Licenciatura en Filosofía y Letras,
desempeñándose desde entonces como catedrática universitaria en el campo de
literatura colombiana,
hispanoamericana, cultura griega y latina.
Su poesia está llena de gran
sensualidad y ensoñación. Ha publicado varias obras entre las que se destaca
«De pie sobre la vida». ©
Deseo
Desolación
Divagación
El adiós
El
laberinto
El regreso
Frente al atardecer
Hilandera
Inagotable
Insistencia
Invitación
La carta
Luna
Poema de la ausencia
Presencia
Tras tu
sombra
Una puerta abierta a ti
DeseoOrilla
laxitud donde se duerme un río
tierra húmeda
placidez del silencio.
Deseo que crece
en las fuentes del sueño
o en el paisaje cálido
donde la luz se anida.
Camino blanco
concierto unánime
¡amanecer
abierto de campanas!
Desolación
Crece
la noche
en su fragor secreto de resinas,
como un hilo de sangre en la espesura,
crece la noche
sin otra
voz que el sordo murmurar
del tiempo.
La luna eclipsa su presencia
y como sombra tenue
se posa entre las ramas desoladas,
en los oscuros quicios de las puertas,
en los senderos olvidados
donde la luz naufraga de nostalgia.
Un
preludio de alas
anuncia el vuelo de la tarde
y mientras crece la
noche,
yo escucho la canción de los crepúsculos,
la voz oscura del
misterio
que enreda sueños
en el telar vicioso de las horas
y mece
entre los mágicos follajes,
las larvas del silencio.
DivagaciónVoy por tu
piel desnuda
alcanzando tus manos que diluyen las horas,
acercando mis
ojos a tus sueños,
dibujando tu frente, tu mirada,
súbitamente
recobrándote.
Comienzo a oír tu voz ahora,
a algún país lejano
perteneces,
dueño de alguna embarcación perdida,
así te siento....
Ahondo mi corazón en tu latido,
distante estás del mar soñado
Y a mi
orilla te acoges dulcemente.
El adiósEn el límite
del ayer
que era nostalgia
y en el continuo adiós
que es mi
presencia
algo de mi propio abandono,
de ese lento sigilo
que no
nombra ternuras ni añoranzas,
como el ensueño plácido, inconcluso,
en
mi mundo de sombras sobrevive.
Como si al deslizarse la tierra
descubriera también la mínima catástrofe
del agua que se quiebra.
Una
plegaria entonces
para aquellos que viven en fúnebre abandono
y un sol
no más para que pueda,
llorar lo que se ha ido.
El laberintoCómo romper
la cáscara del tiempo,
enredada en la entraña
del pasado...
Cómo
salir, soltar la amarra
de ese espacio compacto
del recuerdo...
Soy
la misma
que refleja su imagen
en la memoria ajada
de los días.
La que adopta
una máscara idéntica
y repite el vestuario
de la
escena.
La que viaja y regresa
por el mismo camino
hasta la orilla.
La que al cerrar los párpados
refleja sus sueños
en la pupila inerte
de la noche.
La que vive el amor y el desamor
y repite por siempre
la historia circular
del laberinto.
El regresoHe regresado
de la ausencia,
me detuvo en el largo camino
la estación de la muerte.
Viajaban trenes imposibles,
transeúntes anónimos,
laberintos oscuros.
No sé en qué estancia
donde todas las voces se diluyen,
tuve sentido
del silencio.
Olvidé mis palabras,
alejé los recuerdos
y anduve
sola y desterrada.
no hubo espejo dónde reflejar
mi imagen
lugar
alguno dónde asir la nostalgia.
Sólo un abismo innumerable
donde el
tiempo ahondaba
cada vez mi vacío.
Quedé anclada en las horas,
aferrada al momento.
Perdida de mí misma,
me busqué en la memoria.
Fui así reconstruyendo
a fragmentos mi imagen
y descubrí el espejo
en mi propia conciencia.
Frente al atardecerEsta tarde
de bruma gris y hondo abandono,
tiene dolor de ausencia.
Frente a mí
la lenta melancolía
de las hojas
y en la ventana el viento
preludia
una canción entristecida.
Soy el instante impreciso,
el endeble
reflejo
de un retrato, un espejo, un poema.
Soy el perfil desvanecido
de todas las imágenes posibles,
sombra no más de lo que fue,
palabra
blanca
en el papel del aire.
Hilandera
Hilandera que tejes
con tus tristes designios
el hilo de la vida.
Mira como avanzas y avanzas
con el tiempo
cual implacable máquina.
Mira como arrastras
con paso indiferente
todo el clamor humano.
Hilandera desteje,
o al menos,
detén la
rueda hostil
pues aún vive la esperanza.
Inagotable
Deshabitada,
ausente del lugar
acostumbrado,
enclavada en un tiempo
indefinido
así me siento en esta noche.
Ah, no quiero saber más
de
las fugas perpetuas,
de las claudicaciones.
Mi mente vuela ágil
sin
poder detenerse
guiada por una luz inagotable,
por un sueño de
estrellas
que calcinan el cielo.
Me erijo en el recuerdo
y busco mi
lugar
en la cambiante forma
de las cosas.
Porque ahora la noche se
perfila
en su mudez pesada
donde queda temblando
el pulso de las
horas
y mi deseo habita
esa región innominada
que se quiebra por
dentro
en mil pedazos.
Entonces no puedo desprender
la recia costra
de los años
y soy sólo el fluir de mi conciencia
¡debatiéndose sola
entre la nada!
InsistenciaCrece con
insistencia tu recuerdo
y en la sombra impalpable
te recobro,
porque nunca me canso
de soñar tu imagen,
de reconstruirte en un
espejo
eternamente inmóvil,
de seguirte en la caricia
constante del
deseo,
en la fuerza inevitable de la sangre
que corre intensamente
hasta romper la piel,
hasta adherirse en la entraña
y convivir con
ella
en una misma herida.
Pues soy rueda veloz que no claudica
hasta
seguir en la loca carrera
hacia tu encuentro.
InvitaciónVen a habitar
esta parte de mi alma
suspendida en la orilla
de un crepúsculo.
Ven
a abordar este barco
naufragado en lo azul
de mi nostalgia.
Mi casa te aguarda
florecida de lilas
y
abierta al horizonte
donde la luz es el preludio
de una aurora
que
apenas se perfila.
Todos los sueños caben,
todos los espejismos.
Aquí las ventanas
son puertos para viajar
por rutas olvidadas
y en
las tardes
el jardín reverdece
de tallos y de hojas,
de voces
minerales
que emanan de la tierra.
Mi casa te espera
lejos del frío
nocturno
que cuaja de tristeza cada calle,
lejos de la negra visión,
que empaña las esquinas
de humo y pesadumbre.
Tibieza, claridad,
sombra apacible
de la luz en la lámpara
junto al libro
de signos
admirables.
El lecho de los sueños,
la almohada reclinada
y mi amor abrigándote
en el silencio puro
de la noche.
Mi casa te aguarda
de pie sobre la vida,
a esta
hora o en el círculo
eterno de las horas.
La carta
Para Said en las inolvidables
tierras de Egipto.
Si escribo con símbolos tu nombre
y cotidianamente te descubro
todo me lleva a ti.
Si en los rastros del viento,
en los signos del
agua
te conozco,
eres para mí la imagen viva
de una eterna
presencia.
Yo aún añoro un azul transparente,
un desierto enigmático,
la
grandeza de un mundo ahondándose en mí
y la arena me quema todavía.
¡Cuánto sol!
Cuánto amor detrás de cada piedra,
buscando su refugio,
su espejismo encantado
entre las sombras...
Aún me liga la cadena del tiempo,
el misterioso jeroglífico,
el
gesto inmemorial hallado
en cada sello,
en cada fragmento de granito,
en el recinto sagrado de los muertos.
Amor, cuántos recuerdos,
cuánta historia estremecida
por mil
guerras fugaces,
cuánta hermosura en cada empresa,
cuánta tragedia al
mismo tiempo.
Imagen tras imagen,
vuelven a aparecer los monumentos,
las columnas inmensas,
los fantásticos templos.
Todo se transfigura
y el tiempo se dilata,
se torna dúctil,
susceptible al calor
de la memoria.
Entonces pareces más cercano,
como personificando un mito
y vuelve a mi recuerdo aquella noche.
La esfinge y las pirámides
entre ecos y luces taciturnas,
eran el
límite del mundo...
Que grandioso espectáculo
cubriendo en horizonte
y entre besos de
estrellas
qué hondo aliento respiramos,
qué eternidad nos conmovió
hasta el fondo.Desde esta
tierra americana
donde el sol y la lluvia se confunden,
donde los
páramos, los montes se entrelazan
y las vorágines se crecen día a día,
desde este mundo joven te recuerdo
y olvido la distancia y las fronteras.
LunaLuna de
presagios,
abórdame esta noche,
vivo presa
de tu mágico hechizo
y en tu espacio de luz
espejea mi alma.
Poema de la ausenciaCómo
golpea tu ausencia
cuando evoco tus pasos por la casa,
tus huellas
en mi alcoba,
mi cotidiano empeño de tenerte.
Puedo palpar la luz
de cada amanecer
con su luna desierta y congelada,
tu voz de agua
fluyendo por mi sangre
de magnolia encendida,
tu sombra fugitiva
que tejes y destejes,
por la escalera anónima
que hasta ti me
conduce.
Puedo esperarte desvelada
en la noche profunda,
sembrar el horizonte
de voces que te nombran
desde mis sueños
desolados.
Penetrar en un círculo etéreo
de niebla y lejanía
de
polvo inerte y blanco
donde mi soledad de nieve
habita el más
remoto sitio
de tu alma.
Allí donde tu imagen
en constante
reflejo del silencio,
memoria impresa en el espejo.
PresenciaTodo lo llena
tu presencia:
lo distante y lo próximo,
lo pequeño y lo grande,
el
delicado nudo de los sueños.
El mundo es una larga huella tuya
y yo
piso la tierra
desterrando el olvido.
Tras tu sombraTransfigurado
en una luz más pura,
en ese límite soñado
que contemplamos juntos,
invencible en tu mundo y sublimado
surges en mi recuerdo como un símbolo.
¿En qué lugar, qué puerto,
qué territorio habitarás ahora?
Vivo por
ti, viviendo tras tu sombra
y en el continuo miedo de perderte,
de no
encontrar la ruta,
de dar mil vueltas
en la ilusión frenética del
tiempo.
Tiembla la noche de mi insomnio,
¿qué país es el tuyo?
¿A
dónde habrás viajado
desafiando las sombras?
Sólo sé que me adentro
sutilmente en la ausencia,
en un mundo impreciso que no tiene salida,
donde voy sumergiéndome
hondamente a tu lado.
Una puerta abierta a tiVencida estoy
en tu noche febril.
Soy esa luna
que lentamente se desangra,
soy
esa luz que se debate
entre la libertad del aire
y la penumbra.
Pues al sumirme en ti
como en un sueño,
he iniciado mi viaje
por un
extraño laberinto
donde sólo se plasma
la única imagen tuya.
Abordo
ahora un infinito tren
con rumbo conocido,
el tuyo.
Divago en
tumultuosas calles
en extranjeros mundos,
buscándote.
Soy quien me
bebo
sorbo a sorbo la ausencia
con la firme esperanza
de
encontrarte.
Hay una puerta abierta a ti,
detente en ese umbral,
quiero saciar la sed
de esta aventura,
calmar ese deseo de tenerte,
de sentirte cotidianamente
habitando en mi casa,
abordando mi lecho.
Detente en esta orilla,
pasajero de todos mis momentos,
estación del
silencio
infatigablemente recorrida.