"...Soy el animal lanzado a la aurora
bajo un cielo que arde en purísimas llamas..."

"Sin nombre"
Armando Reverón

Reseña biografica
Poeta, ensayista, narradora y traductora venezolana nacida en Santa Cruz de Mora, Mérida en 1939.
El ambiente rígido bajo el cual transcurrió su infancia, lo obligó a radicarse en Londres desde los diecisiete años, gracias
a una beca obtenida en los años de escolaridad. Dueño de un carácter singular y una gran capacidad decisoria, se sometió
al cambio de sexo, adoptando desde entonces una posición imperturbable y serena que la mantuvo alejada de cualquier
situación que pudiese alterar su forma de vida.
Radicada de nuevo en Caracas, desarrolló una importante carrera literaria como ensayista y editora. Fue fundadora y directora
de la revista Imagen, publicó varias obras de narrativa bajo los títulos "El insurgente" en 1967, "Por el norte el mar de las Antillas" en 1968 y "Juego limpio" en el mismo año. A partir de la década del noventa incursionó en la poesia con los siguientes volúmenes: "Suelo secreto", premio de la II Bienal de Mérida en 1993; "Antigüedad del frío" en 2001 y "Aún no" en 2004.
Falleció en noviembre de 2004, víctima de un cáncer. ©
Al fin y al cabo sólo existe esta sombra harapienta...
Aquí no espero nada y es como si dijera...
Bajo qué zumbido rueda la noche...
Cada dificultad me condiciona...
Cómo encontrar de nuevo esas huellas...
Cómo imaginar estas rocas, estas piedras...
En esta tierra que llena mis oídos...
Escribir sobre el silencio...
He tenido razón en todos mis desordenes...
Por ese rostro mío tuyo...
Qué violencia la de estas humaredas...
Si el viento sopla más fuerte dentro de mi cabeza...
Si me apoyo en el desvelo, vuelvo al mayor asombro...
Sobre qué muros apoyaré mi cabeza...
Tú...
Veo en mis sueños cómo el cuchillo corta el polvo...
Voy por el camino hacia la ciudad de las grandes migraciones, acosada, inmóvil, maníaca...

Al fin y al cabo sólo existe esta sombra harapienta...
Al fin y al cabo sólo existe esta sombra harapienta
a donde me han condenado
sin dolor y sin queja
donde golpeo mi leña y trituro mi pan
y recojo mis huesos dispersos
allí allí
de donde vuelvo con mi pedazo de muro.
Aquí no espero nada y es como si dijera...
Aquí no espero nada y es como si dijera
todo
doy un paso sobre esta ceniza
para justificarme, para extender
mi oscuro rumor dentro de mi sangre
y llevar la tierra hacia ningún lugar
con el tiempo intacto y apretado
a mi alrededor
y esta clave, la claridad que encierra
mi caparazón
hecha del mismo hueso.
Bajo qué zumbido rueda la noche...
¿Bajo qué zumbido rueda la noche?
en
ese despertar que sigue golpeando los ojos
en la tierna madurez del durazno, en la
muralla negra de la página en blanco
en pleno cielo ciego
la noche es una tregua del día
destinada a morir
un acontecimiento perdido por la historia
una melodía resonante que hierve despacio
que mueve los labios para hablar
de los oscuros surcos del escarabajo.
Cada dificultad me condiciona...
Cada dificultad me condiciona
pero cómo evitarlo
cómo cerrar los ojos
y que no me importe morir
que el abismo pregunte por mí
y en cada puerto donde toque tierra
y sé que nada me pertenece
comience mi historia
y que ésta sea un regreso al polvo
a través de hilos oscuros.
Cómo encontrar de nuevo esas huellas...
Cómo encontrar de nuevo esas huellas
que me llevaron hacia la resaca
retazos de adornos de los que ya no
puedo desprenderme
signos de otros huesos enterrados en la sal
pero el orgullo se inclina siempre
hacia la izquierda y el fracaso se doblega
ante la dureza de su pulpa
¿tendré que hablar de la intensidad
de un nuevo sol para demostrar que
el abismo se acuesta boca arriba?
Cómo imaginar estas rocas, estas piedras...
Cómo imaginar estas rocas, estas piedras
que llevo sobre mis hombros
desde donde el miedo desciende
y rompe mis costillas
cómo crucificar este día miserable
delgado y con mucha hambre
cuando mi sangre baja hasta los sumideros
y crece el ansia
en mitad de la fatiga.
En esta tierra que llena mis oídos...
En esta tierra que llena mis oídos
donde un pájaro canta
en medio de la luz que florece bajo la brusca nieve
o en el polvo sin origen
veo el pensamiento que se forma en el agua
la huella del oro impresa en el viento
el tiempo que nunca tiene razón
y jamás me revela lo que hace
y derriba mis defensas.
Escribir sobre el silencio...
Escribir sobre el silencio o sobre
sus trozos de vacío, pero volver a
la palabra o hacia su desaparición
volver a la claridad, a la duda,
a una vida sencilla
o a la ardua madurez del hierro
fuera de aquí, anclar en el asombro
esa inocencia del mutismo.
¿He tenido razón en todos mis desordenes?
¿He tenido razón en todos mis desórdenes?
no sabría salir del desconcierto
me ato al corcel que arrastra lo imposible
mientras su barca evade las palmeras y los caminos
de cangrejos
soy el animal lanzado a la aurora
bajo un cielo que arde en purísimas llamas
esas ánforas ya no contienen mi sangre
ese techo sólo corona mi inocencia
y
limpia
mi carrocería marcha sobre ruedas
sobre las flores y las fantasías de este mundo.
Por ese rostro mío tuyo...
a S.
Por ese rostro mío tuyo
que has olvidado
por ese recuerdo me llamas
y ya no es tu boca sino otra boca
y no son tus labios sino el viento
y tocas fondo hasta llegar
al gran problema
aquí bajo este cielo
sin herencia sin alma
aquí sobre esta tierra
sin sueños sin nieve.
Qué violencia la de estas humaredas...
Qué violencia la de estas humaredas
avanzan apretadas
apagadas
descalzas
hay que olvidar la perspectiva del deseo inflamado
la permanencia de la llama compacta
son las herramientas de un recuerdo destruido
empujado hacia el polvo áspero
empujado por el amor al incendio
para complacer a las cenizas
si ese postigo no regresa
así ese calor nos expulsa de la madrugada.
Si el viento sopla más fuerte dentro de mi cabeza...
Si el viento sopla más fuerte dentro de mi cabeza
si mi canto emana del torrente de las piedras
si los puños me atan las manos
y ya no puedo reconocer el fuego que cae del cielo
si alimento mi espinazo con carbones
y lo empujo en una sola dirección
si dejo que mis pies pisoteen su sombra
y el polvo llore a lágrima viva
ay si el silencio calla y la noche abre
una herida oscura en mi costado
dedos os he visto soñar.
Si me apoyo en el desvelo, vuelvo al mayor asombro...
Si me apoyo en el desvelo, vuelvo al mayor asombro
viajo con los pájaros en mi agonía
y dispongo mis defensas en el alud o en los meses febriles
no estoy de paso y no sé vacilar, aunque escucho
bajo mis pies, como un aire subterráneo
el rumor de mi inocencia
soy la transeúnte sin escolta que prolonga el camino.
Sobre qué muros apoyaré mi cabeza...
¿Sobre qué muros apoyaré mi cabeza?
Mi memoria no retiene aún la imagen de esa
casa cerrada prestada al abismo
un botín arrancado a mi ilusión
ahora me apodero de su gracia
mis brazos no tienen fin
¿qué significa para mí el silencio, la apretada mordaza?
lo imprevisible no es presa fácil
enfrento, como siempre, una nueva máscara.
Tú...

que jamás te sacias
ni sabes quién eres
ni existes para la certidumbre
que puedes ser muchos
soñando que estás en lo cierto
o pensando que debes
conquistar esa nada.
Veo en mis sueños cómo el cuchillo corta el polvo...
Veo en mis sueños cómo el cuchillo corta el polvo
o entra despacio en mi corazón
hay ocasiones en que el mundo pierde sus encantos
entonces tomo el camino que me ha sido vedado
y doy albergue a sus más oscuros secretos.
recibe este cuerpo como si fuera nieve.
Voy por el camino hacia la ciudad de las grandes migraciones, acosada, inmóvil, maníaca...
Voy por el camino hacia la ciudad de las grandes migraciones, acosada, inmóvil, maníaca.
Qué se puede esperar de esta efervescencia de granito,
con calles por donde se desliza la brusquedad de las estaciones y de los cielos inmensos.
Ha sido construida a fuerza de imaginación sobre la página en blanco. Oh ciudad,
qué secreto te aguarda, qué tesoro te alimenta como una llama bajo la chimenea.
De algún modo, el sol forma parte de tu albañilería y prolonga tu desgaste.

Escucha la poesia de tus poetas favoritos
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Apuro sediento tu tierno gemido, tu intimidad que me embriaga y ardiente, la lengua del dulce deseo, pasión cuyo vino no sacia...

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...La poesía es como el viento,
o como el fuego, o como el mar.

Hace vibrar árboles, ropas,
abrasa espigas, hojas secas,
acuna en su oleaje
los objetos que duermen en la playa...
José Hierro (España, 1922 - 2002)

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