"...Te advertí,
corazón, que era inasible,
que no adoraras tanto un imposible
para que no sufrieras su desdén..."
"Dancers"
Fernando
Botero
Reseña biografica
Poeta
colombiano nacido en Santa Fe de Antioquia en 1917 y fallecido en
Medellín, en 1990.
Licenciado en Periodismo y Humanidades, ejerció además
la diplomacia y ocupó varios cargos públicos.
Aunque fue conocido como El
poeta de la raza , incursionó en el tema sentimental.
Su vasta obra ha
sido compilada en varios volúmenes antológicos, entre los que se destaca,
«Barro de Arriería». ©
Canción sin luz
Carta sin ortografía
Egoísmo de amor
Espera
Fatiga
La mujer imposible
Maternidad
Qué horrible es el olvido
Recuerdo
Siempre tú
Simplemente
Simplicidad
Tentación
Tu partida
Vámonos corazón
Ya no más corazón
Canción sin luz
Cómo duele la noche
cuando tu voz se curva
fría de indiferencia lo
mismo que una hoz;
Cómo duele la vida
cuando alzas tus palabras
sin
caridad ninguna contra mi corazón.
Cómo duelen
tus ojos
cuando clavan su hastío
-desnuda hoja de acero- sobre mi
adoración.
Cómo duele esta angustia
de saberte lejana
llevándote en
la sangre como se lleva a Dios.
Cómo duelen
tus labios
cuando muerden el aire
para romper los hilos sencillos del
amor.
Cómo duele tu risa
cuando cruza insensible
los abismos sin
fondo de mi nuevo dolor.
Cómo duele tu
pelo
cuando agita en el viento
la negación del trigo bajo el casco del
sol.
Cómo duele el milagro
de tu nombre pequeño
cuando enciende
nostalgias en mi inútil canción.
Cómo duelen
tus brazos
-danzarines de nardo-
entre los bastidores de mi
renunciación.
Cómo duelen tus manos
esas manos que un día
sobre
lino bordaron mi callada ilusión.
Cómo duele tu
ausencia
tan alta de silencios
que empinándose, casi ya toca mi dolor.
Cómo duele la tarde
cuando al norte del canto
ya no alumbra el lucero
que orientaba mi voz.
Cómo duele,
pequeña,
esta espina clavada
en el sitio donde antes existió el
corazón.
Cómo duele tu nombre,
cuando contra la mía
se cumple
inexorable la voluntad de Dios.
Carta sin ortografía
Esta sencilla carta
que
no verán tus ojos ausentes y morenos,
la escribo porque el alma me
reclama
que la deje vivir de tu recuerdo.
Porque mi sangre no
aprendió a olvidarte,
porque tú me acompañas en el tiempo,
porque
fuiste lo simple, lo callado,
lo dulce, lo pequeño,
ese mínimo saldo
de la vida
que nos deja sentirnos algo buenos...
Escribirle a la novia de la
infancia,
es ponerle "balaca" al pensamiento.
Es ignorar la palabra
ortografía
que sin "s" no admite pensamiento.
Es situar en el clima de
unos labios
todo el rubor que encienden los cerezos.
Es recordar dos
ojos infantiles
en donde estaba repetido el cielo.
Es volver a vivir
sencillamente,
es encontrarse elemental y bueno,
es fechar una carta
desde el alma,
y de estampilla colocarle un beso.
Egoísmo de amor
Te quiero así,
con celos y con rabia,
con toda la potencia de la sangre
y sin
claudicaciones en el alma.
Te quiero como
un hombre enamorado,
que comparte la vida y la esperanza
pero no el
tiempo del objeto amado.
Te quiero con
dolor y sin temores,
como quiso a la lanza de Longinos
quien fabricó
una cruz con sus amores.
Te quiero con
amor, sin tolerancias,
midiendo el universo con tu nombre
y el vacío
estelar con tus distancias.
Te quiero sin
renuncias, toda mía,
como el amanecer que no tolera
que le quiten un
átomo del día.
Te quiero con
razón o contra ella,
como el acantilado indiferente
al mar que lo
acaricia o que lo estrella.
Te quiero con
pasión, como el gitano
a quien le brilla el alma en la pupila
y el
filo de la sangre entre la mano.
Te quiero con
violencia y desespero,
como quiere el marino en la tormenta
el áncora
remota de un lucero.
Te quiero
contra todo y contra todos
sin medir el amor ni el sacrificio
y sin
buscar esguinces ni recodos.
Te quiero con
temblor, con la entereza
de no haber conocido la sonrisa
de quien
entrega el alma por flaqueza.
Te quiero como
hombre, alta la frente
y sin las cobardías que arrodillan
la
indignidad servil de mucha gente.
Te quiero con
furor, como mereces,
montando guardia al pie de tu cariño,
dispuesto a
dar la vida una y mil veces.
Te quiero así:
con celos y con rabia,
con el golpe total de las arterias
y el
ancestro viril de nuestra raza.
Espera
Te esperé con
la sangre detenida
sobre el silencio en ascuas de tu ausencia.
Te
esperé soportando la existencia
como un lebrel al pie de tu partida.
Te esperé casi
al borde de la herida
y a dos pasos no más de la demencia.
Te esperé
en la angustiosa transparencia
de aquella noche en el reloj vencida.
Pero qué
inútil la mortal espera:
Sin pensarlo cité la primavera
cuando el
invierno helaba mis rosales.
Y hoy que casi
olvidaba tu presencia,
me estoy enamorando de tu ausencia
a través de
mis propios madrigales.
Fatiga
Ya no te quiero tanto. Poco
a poco
mataste la ansiedad de tu cariño,
y el alma atormentada de
aquel loco
vuelve otra vez a ser alma de niño.
Presiento el reventar de
otra quimera,
describe un semicírculo el poniente,
y la esperanza de
otra primavera
promete al corazón otra simiente.
Enflora la ilusión, el alma
espiga.
Agonizan la angustia y la fatiga.
En las pupilas se detiene el
llanto,
y una voz interior me va
diciendo,
que aunque sigo tu imagen bendiciendo,
estoy dejando de
quererte tanto.
La mujer imposible
Bella como la
noche y como ella insegura
la mujer imposible llegó a mi corazón.
Tenía en la mirada un poco de amargura
y tal vez un poquito de menos
ilusión.
No dije una
palabra. Respeté la ternura
que sellaba sus labios a toda confesión.
Una anillo de llanto suplía en su cintura
la vanidad coqueta del fino
cinturón.
Su voz era la
misma. Un poco más callada
como si presintiera que estaba la alborada
reuniendo silencios para poder nacer.
No adelanté un
reproche. No quise interrogarla
y comprendí que el llanto que estaba por
llamarla
jamás a mi cariño la dejaría volver.
Maternidad
Un arrullo de sangre por
las venas.
Un cansancio de luz en las pupilas,
un escozor de ala en
las axilas
y en la carne un preludio de azucenas.
Un lento madurar de horas y
penas,
sordo río de noches intranquilas,
y en el simple silencio en
que te exilias,
buscar los senos y encontrar colmenas.
Sentir más cerca la razón
del nido.
Pulsar toda la espera en un latido,
analizar la curva en las
corolas,
y escuchar que tu angustia
se convierte
en un llanto que triunfa de la muerte
sobre un
encendimiento de amapolas.
Qué horrible es el olvido
¡Qué horrible
es el olvido!
Es mejor la nostalgia
con su anillo de llanto
ciñendo
el corazón.
Cuando hablamos de "ella"
sin sentir que morimos,
ya no
vale la pena
nuestra inútil canción.
¡Qué horrible
es el olvido!
Ver la mujer amada
y no sentir que el alma
se curva
de dolor.
Cuando cerca a su nombre
ignoramos la espina,
ya no vale
la pena
nuestra estéril canción.
¡Qué horrible
es el olvido!
Saber que la quisimos
y que sigue en la sangre
sin
producir dolor.
Cuando nos resignamos
a vivir con su ausencia,
es
porque ha envejecido
por dentro el corazón.
Y entonces, ya
la vida
no vale una canción.
Recuerdo
Te recuerdo en el llanto y
en la risa;
en la estrella, en el verso y en la rosa;
en al opulenta
copa que rebosa
y en el trozo de pan que se precisa.
En la luz que gastó la
mariposa
para ser mariposa y no ser brisa;
en la tranquilidad que se
improvisa
y en la diaria inquietud que nos acosa.
En la noche que sube hasta
la frente;
en el cielo que alfombra cada fuente
y en el cielo ensatado
en la oración;
en la angustia que rige
cada paso;
en el rojo cansancio del ocaso,
y en el cansancio de mi
corazón.
Siempre tú
Entre el
mínimo incendio de la rosa
y la máxima ausencia del lucero,
se quedó
tu recuerdo prisionero
viviendo en cada ser y en cada cosa.
Te recuerdo en
la cita milagrosa
que se dan la mañana y el jilguero,
y en el aire,
traslúcido tablero
donde escribe en color la mariposa.
Todo me habla
de ti. Sobre la brisa
persiste la nostalgia de tu risa
como una dulce
música remota.
En los labios
tu nombre me florece,
y al saberte lejana, me parece
que me bebo tu
ausencia gota a gota.
Simplemente
Nos dijimos adiós.
La
tarde estaba
llorando nuestra despedida.
Nos dijimos adiós tan simplemente
que
pasó nuestra pena inadvertida.
No hubo angustia en tus
ojos
ni en mis ojos.
No hubo un gesto en tu boca
ni en la mía.
Y, no obstante, en el cruce de las manos
calladamente te dejé la vida.
Fuiste valiente con tu
indiferencia
y fui valiente con mi hipocresía,
nos separamos como dos
extraños
cuando toda la sangre nos unía.
Pero tuvo que ser
y fue
mi llanto,
sin una escena ni una cobardía.
Tú te fuiste pensando en el
olvido
y yo pensando en la melancolía.
Hoy sólo resta de esa vieja
tarde
un recuerdo,
una fecha
y una rima.
Así, sencillamente nos
jugamos
el corazón en una despedida...
Simplicidad
Es tan humano este dolor
que siento.
Esta raíz sin tallo florecido.
Este recuerdo anclado al
pensamiento
y por toda la sangre repetido,
que ya ni me fatiga el vencimiento
ni me sangra el orgullo
escarnecido,
mi corazón se acostumbró al tormento
de perder la mitad
de su latido.
Ya mi rencor no exige la venganza,
aprendí a perdonar toda esperanza
como un bello pecado original.
Llevo en las manos tantas despedidas,
y en lo que fue el amor tantas
heridas,
que me he tornado un hombre elemental.
Tentación
Para cantar tu pelo
aprendí la leyenda
del sol que siendo niño se extravió en un trigal.
Para cantar tus ojos
me
enseñaron la historia
de la primera mañana que se bañó en el mar.
Para cantar tus labios
aprendí el meridiano
que pasa por el beso, la fresa y el panal.
Para cantar tu risa
subí
con mi poema
peldaño por peldaño la escala musical.
Para cantar tus senos
imaginé la forma
de redondear dos veces la misma cantidad.
Quise cantar al yunque
donde forjas la vida
y todos mis sentidos llegaron a cantar.
Entonces me di cuenta
de
que el poema estaba
en el límite exacto del pecado mortal.
Tu partida
Que te fuiste lo sé. La
pesadumbre
de tu ausencia enfermó todas las cosas:
Ya el cielo no es
azul sobre la cumbre
ni el verso es verso, ni las rosas rosas.
La lámpara votiva está sin
lumbre
para el martirio de las mariposas,
y ya el reloj tiene la
certidumbre
de un rosario de noches silenciosas.
Bien sé que tu partida sin
regreso,
encerró entre paréntesis un beso
que ya ensayaba su primer
pecado.
No tienes que explicarme
que te has ido,
pues hasta un niño sabe cuando un nido
quedó por el
amor abandonado.
Vámonos corazón
Vámonos,
corazón, hemos perdido,
ya nunca espigarán tus ilusiones.
Recoge tu
esperanza y tus canciones
y partamos en busca del olvido.
Vámonos,
corazón, ya tu latido
sólo podrá contar renunciaciones.
Guarda su
nombre con tus oraciones
y si debes sangrar, sangra escondido.
Vámonos,
corazón, tu fe no existe.
Al fin y al cabo tu naciste triste
y triste
en cualquier puerto morirás.
Vámonos,
corazón, ya no la esperes.
Bendice su recuerdo si así quieres,
pero
marchemos sin mirar atrás.
Ya no más corazón
Ya no más, corazón, te he
permitido
que la quieras sin tiempo y sin medida,
que bordes tu
esperanza inadvertida
al ruedo juguetón de tu vestido.
Ya no más, corazón. ¿No has
comprendido
que ella no quiere entrar en nuestra vida?
Si eras tan
débil en la despedida,
corazón, no debiste haber querido.
Te advertí, corazón, que
era inasible,
que no adoraras tanto un imposible
para que no sufrieras
su desdén.
No me creíste, corazón
cobarde,
y hoy ya comprendes demasiado tarde
que yo te lo decía por tu
bien.